❝Nunca veré a tu familia más que a la mía❞
—Sana, ya hablamos de esto. —Dijo Tzuyu ya cansada de la pequeña discusión que se estaba formando.
—Ya les dije a mis padres que iríamos hoy a verlos, otro día podemos ir a la casa de tus padres. —Tzuyu frunció el ceño.
—¿Y por qué mi familia es la que "podemos ir a ver otro día" y no la tuya? —Sana hizo una mueca cansada, no le gustaba discutir con su novia.— Les dijimos a mis padres que iríamos hoy y punto. —dijo harta.
—¿Entonces que le digo a mis padres ahora? Tzuyu, no les puedo fallar ahora que ya deben estar preparando la cena.
La pareja se sentó en diferentes sillones con expresiones fastidiadas. El silencio reinó en el apartamento, ninguna dispuesta a hablar. Tzuyu ya se estaba tronando los dedos, y Sana movía su pierna de forma ansiosa, a ninguna de las dos les gustaba ese ambiente, menos entre ellas.
Sana fue la primera en hacer un sonido junto con una mueca, sabía bien que su novia era más orgullosa que ella.— Ugh, por favor, Tzuyu, ¿podemos intentar arreglar este problema?
—¿Y cómo arreglamos esto? Nuestros padres nos van a querer matar si les decimos que no iremos, ¿Qué propones para que nadie se enoje? ¿sentarlos en la misma mesa? —Dijo sin darle mucha importancia a su comentario. Sana abrió sus ojos interesada, no era una mala idea.
—¡Eso! ¿Cómo no lo habíamos pensado antes? —sonrió
—Espera, ¿De que hablas?
—Digámosles que vengan para acá y cenamos todos juntos, así ambas vemos a nuestros padres al mismo tiempo. —Tzuyu quedó pensativa, pronto asintió de acuerdo con la mayor.— Amor, ¡Eres una genia! —Sana se acercó a Tzuyu y la besó rápido, al alejarse fue a buscar su teléfono, tenía unas llamadas por hacer. La taiwanesa seguía en el sofá perpleja, ¿Qué acababa de hacer?
De cualquier forma, se levantó y tomó su celular para llamar a su madre y decirle que mejor vinieran a su apartamento. Y aunque le parecía una locura, quizás era la mejor decisión.
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Sana sonriente abrió la puerta al tener ya a sus padres y suegros enfrente de ella. Abrazó a cada uno mientras iban entrando al apartamento, dándoles una cálida bienvenida.
Cerró la puerta y se quedó en el salón hablando con sus padres, mientras que sus suegros iban a la cocina a dejar unas bolsas con comida y saludar a Tzuyu.
Empezaron a poner los platos y servir la comida y el vino en las copas, excepto a los que iban a manejar luego, por supuesto. Se sentaron alrededor de la mesa, listos para empezar a comer.
—¿Cómo va la boda? —Preguntó la madre de Sana emocionada con la ceremonia.
—Falta elegir el color de la torta, nuestros trajes y las invitaciones, el resto ya está listo —anunció Sana.
La señora Chou sonrió feliz.— Entonces, ¿Para cuándo es la boda?
—El cuatro de setiembre —respondió esta vez Tzuyu
—¿Y los anillos? Hay una joyería que hace unos anillos hermosos, pero deben pedirlos como con un mes de antelación. —habló el padre de Tzuyu recordando la joyería que vio esa tarde.
—¿La joyería Kim? —el hombre mayor asintió.
—No te preocupes, ya pedimos los anillos —dijo Tzuyu tranquilizando a su padre
Los anillos serian un poco delgados, de oro con el nombre de la otra escrito dentro de forma elegante y cursiva.
La boda sería al aire libre fuera de la ciudad. El lugar parecía un jardín botánico por lo grande que era, pero ese lugar estaba únicamente reservado para bodas. La que entregaría los anillos sería Nayeon, y los testigos serían Mina y Chaeyoung.
El menú estaba decidido, coincidiendo con los gustos de cada invitado, lo cual fue más complicado de lo que pensaban. Tuvieron que pedir que cada invitado les diga sus gustos y alergias, no querían que su día hermoso se convirtiera en una tragedia.
¡Oh! Y la torta... eso si que fue complicado. Cada invitado tenía una torta favorita distinta, tuvieron que buscar una que calzara con los gustos de cada uno, y eso no fue una tarea muy fácil que digamos.
Cada vez que pensaban en los preparativos y todo lo que se demoraba en preparar una ceremonia que duraría un día querían tirar todos los catálogos por el balcón y solo casarse rápido en su apartamento, aunque sabían que al final del día lo que desearon era una completa mentira. Quizás sería una ceremonia que no dudaría más de nueve horas, pero sería el día donde se iban a prometer un amor eterno y sincero, querían tener un lindo recuerdo de su día.
—Quiero hacer un brindis por nuestras hijas que se casaran. —se levantó el padre de Sana alzando su copa que solo estaba llena con jugo de piña.
Los demás también se levantaron alzando sus copas.— No saben lo que se les viene. —dijo el padre de Tzuyu de forma cansada, aunque solo estaba fingiendo. Su esposa le pegó suave en el brazo a su esposo. El mayor solo rio burlón, dándole un beso en la cabeza a la mujer.
—Salud —dijo emocionada la madre de Sana
—¡Salud! —Dijeron todos al unísono. Y las prometidas felices sabían que pronto, el próximo brindis, sería en su boda ya casadas.