014
Propuestas indecentes
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El era un imbécil, sin duda lo era.
Blaise Zabini, el italiano de Hogwarts que se le conocía como pareja de uno de los Weasley's, estaba sin duda alguna enfadado e indignado.
El pelirrojo le había dado un golpe seco y con ganas en su rostro y aquello había dejado una buena marca en su mejilla.
—Joder, no creí que esto fuera a terminar así—se encontraba sentado en una de las camas de Slytherin con su mejor amiga y un paño en su pómulo derecho.
La chica río con ímpetu, no se lo merecía pero sí se lo merecía, ella lo llamaba una metáfora compulsiva.
—Te pasa por ser un gilipollas—clavaba un poco el paño con hielo en la roja mejilla de su amigo con sus uñas.
—Au au au.
Pansy era una bruta, sobretodo cuando lo que decía era razonable y cierto, y eso a Blaise le fastidiaba de una forma sobresaliente.
—Luego iremos a buscarlo—dejaba caer en un susurro la peli-negra dándole algo de ánimos aunque no se mostraran a su amigo.
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—Harry Potter eres un idiota.
El que Draco fuera a la habitación de Harry solo hizo que el segundo comenzara a reír en todo momento desde pasar por la puerta de la sala hasta llegar a su interior.
—Oh vamos, te ves adorable—comenzaba a caminar después de reír hasta el chico tomándolo de los hombros y depositando un beso en su frente.
—¿Me ves adorable con un traje de gato? ¿Acaso soy la señora Norris para tí?
El Malfoy ignorando completamente el beso se retorcía intentado soltarse del agarre de el de ojos verdes.
—¿Preferías que te pusiera lencería?—enarcaba ambas sus dos cejas.
Gruñendo como un felino Draco le daba un golpecito a Potter en la cabeza.
Aprovechando que estaban los dos solos podían hablar de cosas interesantes, de cosas que solo ellos podían hablar entre ellos.
Y no pensaban en el sexo, aunque por un bando sí, los leones rugen mucho a veces.
—Una cosa—se hacía notar el cambio de ambiente en el mirar y tono de la serpiente—¿Ahora que somos?
—¿Qué quieres que seamos?
Harry podía ser muy divertido, coqueto, valiente, cariñoso y protector, pero era un tonto con ganas.
—Me has lanzado un anillo, ¿Eso nos convierte en prometidos?
—Te lo repito, ¿Qué quieres que seamos?
En la mirada de Draco ahora se podía notar la amenaza y como comenzaba a enfadarse.
—Potter...
—Eh—se ponía algo nervioso por la larga de las palabras de el más pequeño—quiero que te cases conmigo, pero quiero pedirtelo de una forma más bonita, si no será una mierda cuando le contemos a nuestros hijos—se aclaraba la garganta—sería como... Hey papá y ¿Cómo os comprometisteis tu y papi? Y yo como... Oh bueno, muy fácil, le lancé el anillo a la cara.
Imitaba voces más agudas y la suya original, pero como Draco esbozaba una sonrisa solo le hacía sentir especial y a Draco enamorado.
—Eres un tonto de cuidado eh.
—Me considero tu tonto—exclamó.
—Entonces somos prometidos sin serlo... Somos prome-casi-tidos.
El de gafas asintiendo dibujaba una explendida sonrisa en sus labios.
—¿Entonces te puedo besar cuando quiera?—el rubio se acercaba provocativamente a los labios de el Gryffindor.
Potter colocando un dedo en sus labios separaba los pocos centímetros que quedaban para saborearse entre ellos.
—Igual te quedas sin moverte si lo haces... Solo aviso de los pecados que cometeré si eso resulta dado.
—Estoy dispuesto a sacrificarme por ello.
Relamiéndose su propia boca, Malfoy optaba por divagar en la aventura y lanzarse a besar la boca de Harry como si lo estuvieran apuntando con una pistola.
Hacía tanto tiempo que esos labios no rozaban con los suyos que le daba igual quien pudiera entrar por la puerta.
Y Harry estaba encantado de recibir la aprobación de su pareja a introducirse en el fuego.
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Ron corrió hasta llegar a un lugar oscuro, aquello parecía más una cripta que una sala vacía de residuos mágicos.
Granger lo había perdido de vista, el chico estaba desaparecido y en vez de pensar un poco y utilizar un Accio con él, solo lo dejó pensar en sus acciones.
El de pecas estaba desalentado, funesto, demacrado... Aquellas palabras se hacían recordar en su mente pero no se esperaba aquella sonrisita que apareció entre la oscuridad.
Haciendo un sonido grave preguntando quién se encontraba en aquella aula comenzó a caminar en dirección recta hasta llegar cerca de aquella máscara de colores amarillentos.
—Ronald Weasley.
Se escuchaba mientras el chico detenía sus pasos, ¿Acaso ya no había puerta de salida? ¿Se había metido en la boca del lobo?
—Yo puedo ayudarte a olvidarte de todo, de quien eres, quién debes reconocer que quieres ser, tu dolor y tu pesadumbre me fascina; si me dejas adueñarme de todo ello, te recompensaré sobre lo merecido que lo tienes. Las ganancias se pueden partir en dos, y si no cumples las serpientes amarillas te perseguirán, hasta el día de tu muerte.
—¿Quién coño eres?
Ronald no se lo podía creer, el miedoso chico que ahora parecía un tigre se encontraba delante de algo enmascarado con forma de demonio o fantasma.
No quería ni pensar en con quien estaba hablando, pero eso de la serpiente lo hizo dudar por momentos.
—¿No me reconoces? Te has hecho pasar por mi para asustar a la gente y has invadido mi privacidad. ¿Creíais que con cerrar una puerta todo se iba a arreglar? Pues no.
Al reconocer mejor de lo que hablaba el chico comenzó a avanzar hacia atrás, aquella silueta lo perseguía ahora hacia adelante lentamente mientras se veía con la poca luz de una lámpara de techo como un rostro conocido se hacía presente.
—Joder joder joder—murmuraba con pavor.
—¡Imperio!
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Propuestas indecentes