Caminaba tambaleándose por la ciudad, una vez más había tomado hasta realmente saciarse, y vaya que se había saciado. Murmuró unos cuantos gruñidos en cuanto sintió devolver sus yenes por la boca.
Luego de limpiarse con una servilleta que había tomado del bar, siguió caminando sin rumbo fijo, para su suerte se dirigió hacia la casa de su familia. Sostuvo muy alto su bolsa mientras observaba la luna intentando subir los escalones del templo, con dificultades y media hora después llegó hasta las puertas del lugar donde yacía el pozo.
Sintió sus poderes de miko encenderse una vez más al tener la presencia de los demonios y la época antigua tan cerca, eso o el emparedado de hace dos días que se había comido. Las puertas se abrieron de par en par y entró con determinación.
Su mente estaba completamente en blanco, una ola de terror la cubrió por completo y pensó con claridad por primera vez en tres horas, ¿realmente sería buena idea entrar?
En tanto tiempo ninguno de ellos había ido a buscarla, aunque ella era la única para poder entrar y salir por ser una miko, pero, eso no tiene nada que ver.
Sus manos tocaron la madera mohosa de miles de años y se sentó sobre de ella con los pies hacia dentro, dejó escapar por varios segundos el aire que tenía contenido y entonces sacó su celular, escribió unos cuantos segundos, se tomó una foto y dejó caer su bolsa y celular en el piso del lugar.
Bajó la mirada inspirada en su decisión, aunque seguía tomada, tenía la consciencia para saber que quería regresar, al menos por unos momentos. Escapar de la vida que no tenía tanta concordancia con lo que en realidad deseaba, ¿qué era exactamente lo que deseaba?
Entonces, cerró los ojos y se dejó caer.
≈
Sesshomaru frunció el ceño al percibir el nuevo aroma que llevaba tiempo sin aparecer, tenía horas sentado junto al pozo pensando en lo intrigante que era ese lugar y cómo sería cruzar por el pozo a otro mundo completamente diferente. Se puso sobre sus dos pies y acercó al pozo, se asomó por un segundo y volvió a fruncir el ceño.
—Miko —una extraña fuerza lo llamó a bajar por ella, pero, el fuerte aroma de sacerdotisa lo hizo retroceder, volvió a sentarse pero ahora junto al pozo y lanzó un largo suspiro.
Era realmente una coincidencia encontrarla ahora, aunque nunca le había agradado su presencia en un principio, en el transcurso de la pelea con Naraku llegó a tolerarla, no tanto para inundar sus fosas nasales con aroma de sacerdotisa. Por lo menos una hora después la escuchó quejarse y soltar maldiciones leves.
—Sesshomaru —el mencionado se encogió por unos segundos al escuchar su voz, se puso de rodillas y se volvió a asomar para verla—. Sabía que eras tú, tu aura de señor malévolo sólo la tienes tú.
—Te aprovechas de la situación humana, ¿qué haces aquí?
—Estoy un poco ebria aún y adolorida, ¿me ayudas a salir?
—No —respondió y volvió a sentarse en su lugar.
—Gracias señor malévolo —respondió también con un tono burlón, Sesshomaru sólo la ignoró—. A todo esto, ¿qué haces en el pozo?
—Pensando —dijo sinceramente, había pasado a visitar a Rin y la presencia de tantos humanos junto a él lo abrumó por completo, por eso estaba ahí, escapando de todos ellos.
— ¿Pensando en lo pedante que eres?
—Tanto tiempo después y me sigues sin tener miedo —procuró decir con un gruñido, cerró los ojos pensando en por qué seguía ahí, si bien podía irse y escapar de su molesta presencia, decidió no hacerlo—. ¿Qué haces tú, en el pozo?
—Bueno, la verdad no sé, sólo quería regresar, ya no sé si fue una buena decisión.
—Ya estás aquí, no puedes hacer otra cosa más que regresar y dejarnos libres de tu presencia.
La chica sonrió, era la primera vez que tenía una conversación tan larga con el señor del Oeste, y una tan divertida debía admitir.
—Touché —murmuró Kagome intentando subir las paredes del pozo—. Creo que regresaré a mi casa, volveré a esta época la próxima vez que esté así de ebria. Espero que estés por aquí para platicar.
Sesshomaru se asomó una vez más y se encontró con el rostro de la azabache a centímetros de la suya. Las mejillas de la chica explotaron en cuanto el platinado la tomó de su ropa y la ayudó a subir, con su fuerza seguro estaba levantando una hoja de papel. Un pequeño "gracias" se formó en sus labios, pero, ningún sonido salió de ellos.
—Ni lo menciones.
Kagome le observó por unos segundos, en definitiva había cambiado, su rostro era más maduro, la edad le había caído de buenas, aunque debía admitir que anteriormente también era igual de guapo, era un don de los demonios.
Su cabello platinado estaba atado en una coleta alta y su ropa había cambiado, era completamente blanca y se veía más ligera, ya no llevaba su estola, y su armadura cubría su pecho nada más. El aura que portaba era más serena—. ¿Te parece divertida mi cara o por qué me ves tanto?
Preguntó en su típico andar, se dirigía a cualquier lugar lejos de ella.
—Lo siento Sesshomaru, es que, de pronto... Eres muy atractivo.
El platinado volteó a verla en menos de un segundo con la ceja enmarcada.
—Olvidas tu clase, ¿cómo te atreves a decirme algo así?
—De la manera en la que me atreví a decirte pedante —murmuró a sabiendas que el hombre podría escucharla perfectamente—. ¿Hay algo de malo en lo que dije?
Preguntó cambiando de tema, mientras se acercaba a él, tenía razón Sesshomaru, estaba tentando demasiado su suerte, le sorprendía el hecho de que aún no le mandaba a volar muy lejos en pedacitos.
— ¿Vuelves para rogarle a Inuyasha que regrese a tus brazos?
Preguntó de manera despectiva y siguió su camino. De pronto la escuchó sollozar y giró una vez más a verla.
—Tengo sentimientos, hombre de la caverna —gruñó Kagome con un aparente enojo, Sesshomaru se acercó a ella en un intento por ser lo que Rin le estaba pidiendo ser desde hace tiempo.
Colocó su mano sobre la mejilla de la chica y habló.
—Lamento mis impulsos por responderte de esa manera.
Las mejillas de la chica se hicieron rojas por completo, su metro sesenta comparado con los 50 mil metros del joven la hicieron estremecerse en cuanto él bajó su rostro por completo al suyo.
Sus ojos se encontraron de inmediato y los dos soltaron un suspiro—. ¿Por qué no me tienes miedo?
—Porque... —murmuró acercándose a sus labios con lentitud, como si un movimiento brusco hiciera asustar al hombre que estaba frente suyo, en lugar de eso se vieron los dos acercándose a la misma finalidad—. Disculpa.
Murmuró Kagome, el platinado enseguida se separó de ella y asintió desviando la mirada, nunca había estado tan cerca de una humana, y aún así se encontraba a sí mismo con un deseo inalcanzable de haberla besado, un deseo que no sabía de dónde salió.
Hizo un gesto de disgusto.
—Nos vemos, miko.
Respondió y en segundos huyó del lugar.
El mismo deseo recorría el cuerpo de la chica, y los incesantes reproches de su subconsciente de haberlo rechazado de esa manera, el atractivo Sesshomaru, ¿quién lo diría?