En reino Rubí los soldados del príncipe Jungsan caían poco a poco, quedando en pie muy pocos de ellos, al igual que los soldados del reino presente, teniendo ventaja al estar en sus tierras y tener refuerzos por doquier.
Mientras la lucha se llevaba la vida de miles de híbridos, Jungkook miraba aquello con horror e impotencia, temiendo porque la batalla fuese perdida y el no poder hacer nada al respecto.
Por eso, decidió pedir ayuda para poder liberarse y luchar, por Busan y el resto de los reinos mágicos, como le correspondía y era su deber.
— ¡Hyung! — llamó entre gritos — ¡Ayúdame a salir! — pidió con desespero.
— Sé lo que estás pensando, Jungkook, y no voy a permitirte arriesgar tu vida en una injusta lucha — se negó —. No tienes poderes, hermano y ellos son muy fuertes.
Jungsan no soltaba su espada, apuñalando a cualquier soldado de reino Rubí que se le pusiera en frente.
— Jungsan, no puedes solo — le recordó, mirándolo con seriedad —. Dejame ayudar, confía en mi, hyung.
— Lo hago, hermanito, pero no puedo hacerte eso — renegó, siendo interrumpido por un caballero de reino Rubí que intentó atacarlo por la espalda.
Siendo Jungsan bueno con los reflejos se dio la vuelta y con una pirueta pudo esquivar el golpe, atravesando el pecho de este mismo con su espada zafiro.
Un poco agotado de tanta lucha, elevó su vista del cuerpo sin vida hacia su alrededor, sus hombres estaban agotados, malheridos o muertos, era notable que no resistirían mucho. Sabía que necesitaba ayuda y sabía que su hermano era fuerte y audaz, por lo que sin pensar sacó la espada de fuego que portaba aquel soldado que recientemente había asesinado, utilizando esta en su máximo poder, tomando impulso desde su lugar hasta la jaula que apresaba a su hermano, rebanando los barrotes por la mitad debido a la fuerza de la espalda, permitiendole a su hermano mellizo recuperar su libertad.
— Sólo procura no morir, hermanito — le entregó la espada de fuego.
— No lo haré.
Jungsan sólo le dio un apretón en el hombro y corrió para continuar su lucha, mientras el príncipe alfa de Busan empuñaba su espada y analizaba bien el panorama antes de lanzarse en lucha por su libertad y la de su pueblo.
Él podía no tener poderes mágicos o no ser un híbrido, pero su inteligencia y fuerza eran las mejores armas que podía tener, por eso, decidió darles uso.
Si moría, lo haría con honor y no como un cobarde.
Muy cerca de allí, aun en el bosque, el príncipe Taehyung pudo distiguir a lo lejos la enorme estructura que resaltaba en medio de un pueblo bastante tetrico y perturbador.
Espantosas sirenas de piel oscura y ojos rojos nadaban como si nada en aguas termales, burbujeando por el calor, mismas que rodeaba el reino Rubí por completo.
Al igual que se podían apreciar enormes estructuras tan tetricas como todo el ambiente del lugar.
Aun no se encontraban dentro del reino como tal, pero apesar de eso podía percibir el resonar de las espadas y los gritos de agonía de los soldados que luchaban dentro.
La reina Jeon Jennie se despidió de ellos antes de convertirse en fenix y volar lejos de ahí, aparentemente, con un nuevo plan en mente, buscando ejecutarlo en soledad.
El príncipe omega suspiró sabiendo que era su momento para ser el lider que todos esperaban que fuera y hacerse cargo de lo que fuese a pasar desde ese momento.
— Ha llegado el momento de luchar — dijo en tono solemne, buscando disfrazar su ansiedad con esa seriedad y determinación fingidas.
Con pasos firmes, se acercó a la entrada de aquel reino espeluznante y maligno, siendo seguido fielmente por sus leales consejeros y acompañantes.
No tenían un plan y tampoco sabían que iban a hacer una vez dentro de aquel reino, sólo llevaban en mente el deseo de salvar al principe y al rey, para volver a casa y olvidar toda aquella situación tan estresante que estaban viviendo.
Por ello, al falta de un plan, improvisarían.
Justo antes de adentrarse en aquel reino, Min Yoongi detuvo el andar de los tres, querieno probar algo con el dichoso escudo, elevandolo con su brazo derecho, pensando y deseando con el alma crear una barrera de invisibilidad, para que nadie allí dentro les molestara hasta poder llegar donde estaba siendo conllevada la disputa.
Una nueva capa se poso sobre ellos, gracias al poder del escudo diamante, desconociendo si aquello era solamente protección o si de verdad les volvía invisibles al entorno.
— Se supone, deberíamos ser invisibles ahora mismo — confesó Yoongi, sosteniendo el escudo sobre los tres.
— No hay problema — negó el príncipe —. Si el escudo no puede volverenos invisibles, al menos nos protegera hasta llegar donde tienen apresado a Jungkook y al rey.
— Es cierto — apoyó Jimin con entusiasmo y buena vibra.
Finalmente, se adentraron en reino Rubí y para su sorpresa y buena suerte, ninguna criatura magica o híbrido les vio pasar por ahí, dejandoles saber que eran realmente invisibles al entorno y podían camuflarse hasta el palacio sin ningún problema.
Los tres siguiendo el resonar de las espadas y los gritos de dolor y agonía.
Su recorrido llegó hasta el enorme palacio, tan oscuro que apenas y era iluminado con unos mágico cristales rojos, luciendo tan aterradores como brillosos.
Era un lugar en evidente sequia, por lo que su mencionado y alabado anillo no serviría de mucho en ese sitio.
Sin ser vistos por ningún guardia, se adentraron cubriendose por el escudo hasta el gran salón de palacio, donde había una única puerta brillante y reluciente, camufladose como decoración más.
— Ese debe ser el salón del trono — asumió Taehyung ante el contraste de aquella puerta con el resto de decoraciones y colores.
— Debe ser — Jimin le dio la razón.
Confiados se adentraron en aquella habitación con confianza, llevándose la sorpresa de que no se trataba de la sala del trono, hallando únicamente un salón repleto de reliquias preciosas ocultas en vitrinas, relucientes en rojo vivo, brillantes en oro y plata.
En el centro del salón había una vitrina especial, ahí se guardaba una enorme espada color rojo fuego, con metal negro brillante y grandes rubíes incrustados en su mango.
Extrañamente, parecía encontrarse apagada, como si estuviese esperando ser encendida por la aparición de algún portador. Su portador.
Yoongi finalmente bajó el escudo diamante, permitiendole a sus acompañantes moverse más allá de aquella barrera que los protegía y mantenía invisibles.
— Esa debe ser la llama del fenix — asumió Taehyung, admirando la espada desde su lugar — Jungsan me habló de ella...
Un estruendo seguido de un grito desesperado lograron apagar cualquier platica que él quisiera crear.
— ¡Jungkook!
Se calló de repente luego de reconocer la voz de su cuñado y el grito de dolor que podía reconocer a la perfección. Se trataba de su adorado Jungkook, él estaba en peligro.
— Tengo que ayudarlo — dijo con desespero, dejando sin más aquella sala, ignorando cualquier advertencia o llamado de sus consejeros, sólo corrió hasta el lugar de donde provenían aquellas fuertes voces, donde se encontraba su amado.
Aun en el salón de las joyas, Jimin y Yoongi se encontraban totalmente estáticos, mirando por donde se había desvanecido el príncipe omega, sin mirar atrás.
— Deberíamos ir tras él — sugirió Jimin, siendo seguido rápidamente por su compañero.
Para su mala suerte, justo dos guardias del reino Rubí se adentraron en aquella habitación, apuñando sus espadas de fuego, con el ceño fruncido y dispuestos a matar.
Min Yoongi notó la mirada de auxilio en su compañero, por lo que de forma protectora lo empujó detrás suyo, elevando el escudo frente a ambos, buscando protegerse de lo que trataran de hacerle aquellos guardias.
Los de armadura roja se acercaban con una lentitud aterradora, obligandolos a ambos a retroceder lo más que pudieran.
En su camino de retroceso, Park dio contra la vitrina central que protegia la llama del fenix, misma que apenas sintió su presencia se encendió en una fuerte llamarada de fuego intenso y brillante.
Como paralelo, el ave fenix que se reposaba al lado del rey Lee Chansung, soltó un quejido que resonó por todo el salón del trono, llamando la atención. Para emprender vuelo, siguiendo el camino que le indicaba su interior conectado con aquella espada brillante, ignorando los llamados de su amo.
Abrió las enormes puertas de un golpe, dejando el salón del trono, permitiendole al príncipe Kim Taehyung divisar aquella escalofriante escena que se encontraba dentro. Soldados de ambos reinos totalmente muertos, el rey Janghoon encerrado de una jaula como si se tratara de una bestia y su amado Jungkook arrastrandose lentamente en el suelo, sangrando cerca de sus costillas, siendo seguido con lentitud por un soldado de reino Rubí, mismo que parecía ser el que lo había herido en primer lugar.
— ¡Detenga todo! — gritó el rey Lee cuando lo diviso entre el caos — ¡Ese es el omega!
Totalmente desconcertado, sintió como todas las miradas se posaban en él, deteniendo la lucha para admirarlo como si fuese un pedazo de carne.
Como un depredador a su presa.
— ¡Taehyung! — llamó Jungkook, presionado la zona herida, luciendo adolorido y preocupado — Ve-te, Tae... vete — suplicó desesperado, no queriendo que el destino de su amado omega terminase como el suyo.
Unos veinte guardias del reino Rubí lo asechanzaron como si fueran cazadores, apunto de conseguir la cena de aquella noche.
Taehyung retrocedió dos pasos, mirando hacia atrás en busca de Jimin y Yoongi, dandose cuenta que estaba totalmente solo, siendo él contra aquellos fuerte híbridos alfa.
Con terror cerró sus ojos bien fuerte, permitiendose recordar como efecto en cadena su vida en Daegu.
"Que maldita desgracia, eres un estúpido y débil omega, Taehyung. Gracias a la Luna que Heesun aun no se presenta y tiene toda la condición para ser un alfa. Eres un decepción; mi primogénito y heredero un ridículo omega."
"Solo eres un accesorio, hermanito, un omega. No te creas suficiente para reclamar o protestar."
"Un omega es débil, no debe pelear, debe ser fino y delicado, jamás debe enfrentarse a un alfa, ¿entendido?"
"¡Cierra la boca, omega, no tienes derecho a opinar!"
Apretó sus puños con impotencia, abriendo sus ojos brillando en azul oscuro, lleno de enojo y rencor.
Se sentía frustrado, por esto mismo, empuño la espada zafiro que le habían dado en el reino de Jungsan, señalando a los alfas que asechaban con ella, mirandolos sin una pisca de temor.
Hasta sus doce años recibió esgrima y ciertas lecciones de defensa personal, al ser el primogénito era esperado que él fuese el heredero. Claro que, al presentarse como un omega, dejo de recibir su clases para recibiar a cambio unas diferentes que se resumían en aprenderse a sentar correctamente, a saludar con elegancia y reír como un buen omega debía hacerlo.
Apesar de que no debía hacerlo, se escabullia para poder divisar los movimientos de su hermano practicando esgrima o peleandose con un entrenador a puños cerrado, siendo estás sus practicas como futuro rey.
En secreto continuó practicando en su habitación hasta que llego el año de su matrimonio, a sabiendas de que estaría en un palacio ajeno, acompañado por su futuro esposo, por ello dejo sus practicas secretas y se resigno a ser lo que se le mandaba como omega, aun no olvidando sus aprendizajes.
Por milisegundos miró a su alfa, se veía preocupado, lastimado y adolorido, quería correr y ayudarlo, llevarlo a un lugar seguro y curarlo con la magia de la corona, pero estaba acorralado y debía salir de su propio embrollo primero.
Debía derrotarlos uno por uno.
— Nadie puede decirle cuán capaz es, príncipe.
— Príncipe, no agache la cabeza ante un alfa.
— Mantenga la frente siempre en alto.
— Usted es especial, príncipe, el problema es que aun no quiere notarlo.
Apretó la espada entre sus manos y miró a los guardias fijamente con enojo y confianza. Él era fuerte, valiente y especial, no era un accesorio, no era un juguete, no era un inútil y simple omega. Él era el príncipe omega de Busan, el protector del anillo de los elementos y la corona de vida, le quitó la sordera a la reina Jeon Jennie y salvaría al príncipe Jungkook y a el rey Janghoon. Él podía hacerlo, él iba a lograrlo.
Él podía hacer lo que sea.