Sobre Ruedas (literalmente) #1

By ImDone04

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Un accidente ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos la vida de Kenneth Andersen. De pronto se ha quedado si... More

Sobre Ruedas (literalmente)
Capítulo 1
capítulo 2
capítulo 3
capítulo 4
capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Nota de tu interés (o eso creo).
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16

Capítulo 15

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By ImDone04

"El monstruo del Lago Ness"

Recorrimos mitad del parque.

Pasamos por el People's Palace, una construcción victoriana antigua, que parecía cualquier cosa antes que un palacio. No tenía ni el quinto de extensión de uno. Sería como el vestíbulo de un palacio de verdad. Detrás de él, se extendía un invernadero cuya carpa sí tenía forma bastante ingeniosa de un castillo. Parecía uno de Cristal por la carpa.

Nos detuvimos un rato allí, ya que a Daniel pareció llamarle la atención. Tanto el no palacio como el invernadero, estaban cerrados en este momento. Daniel sacó un par de fotos y seguimos avanzando hasta un punto del parque, desde donde se podía oír la corriente del río que estaba al otro lado.

—Bueno, hemos llegado a mi zona.

Comunicó, de la nada, Brook. Daniel y yo la miramos antes de volver a observar el lugar. Nos rodeaban arbustos que hacían sombra y podían ser el lugar perfecto para tirarse boca arriba uno de esos días de verano en los que el verdadero sol se apiadaba de toda la Gran Bretaña y azotaba con unos potentes rayos calientes.

—Oh ¿este es tu despacho? ¿Vienes aquí a escribir? —preguntó Daniel un tanto pícaro.

—Bueno... no escribo desde hace unos meses —confesó Edevane—, además de las redacciones de Karl —añadió sin nada de la incomodidad que antes me pareció que tenía revelando algo personal.

Brook me causaba curiosidad, tenía que volver a reconocer. Parecía que podía contarte más de lo que podrías esperar que supiera, es decir, sólo tenía diecisiete, yo con dieciocho me sentía tonto e ignorante de la vida. Y no es que pensara que la gente a nuestra edad fuera igual de despistada que yo, es sólo que Brook me asombraba realmente.

Costaba un poco definirla. A lo mejor simplemente debería dejar de intentarlo. Llevaba atándola a calificativos que cada vez le encajaban menos.

—¿Quieres decir que no has actualizado el blog desde hace meses?

Oh, se quedaría con ganas de más como yo.

—No lo he hecho.

El exagerado de Daniel se llevó una mano en el pecho con la expresión de alguien que acaba de recibir la peor noticia del año. Lo gracioso era que en verdad no estaba sobreactuando, era su naturaleza. Era un espectáculo de persona.

—Estoy recibiendo fatales noticias en plena tarde —verbalizó—. Pero vas a seguir actualizando, ¿cierto?

—Pensaba hacerlo extinguir.

—¿Qué? Haces muy buenas reflexiones —Me miró como si esperase que protestara con él. Luego debió recordar que yo no lo había leído, porque no sabía que lo había hecho, claro—. Vale, si vas a borrarlo mándame una copia.

No pude contener una pequeña risa.

—Kenneth, ayúdame a convencerla de que no lo borre. De paso te lo recomiendo para que te unas a mi manifestación...

—Lo he leído —solté, sin más.

Los dos me miraron. Daniel con desconcierto y Brook... ¿tratando de comprobar que hablaba en serio?

—Estoy habalando del blog de Brook —Quiso aclarar, Price.

—Sí, lo he leído entero.

Baia, baia, qué oculto lo tenías —dijo con una sonrisa de lado.

—No lo tenía oculto.

—¿Y cómo es que nos enteramos ahora?

—Ha surgido el tema —traté de sonar obvio, si bien lo único claro allí era que no había querido comentarlo antes. Y como era evidente no me molesté en justificarme—. Escribes muy bien, Brook.

Pude confesar finalmente.

—Gracias —esbozó una sonrisa de boca cerrada que parecía querer extenderse.

—¿Y qué vienes a hacer aquí concretamente? —Me quedé con ganas de saber— ¿Conectar con el río?

Soltó una risa leve.

—Es terapéutico, la verdad.

—Por eso te salen de maravilla los escritos. Bueno, tú eres maravillosa —constató Daniel.

—Eso sí que no lo creo —Brook refutó como si acabaran de burlarse de ella.

—Pues me lo pareces. Eres inteligente, genuina y sin duda, la mejor monitora del taller de escritura.

—No has conocido a otra, eso no vale —protestó, sonriente. Luego agregó con normalidad—: si fuera maravillosa tendría amigos. La gente maravillosa tiene amigos, Daniel.

—A lo mejor sólo has estado rodeada de gente que no ha sabido apreciarte. Aunque no lo entendería, desprendes buenas vibras... ¿No has tenido amigos en el instituto?

Su pregunta fue más un "¿es eso lo que estás queriendo decir?", aunque ya hubiera quedado claro.

A mí tampoco me cuadraba. Cierto era que mayormente la vi sola, pero también la vi acompañada muchas veces.

—Además de las personas que acuden a consultarme cosas o con las que interactúo por el taller, no realmente.

—Pues qué pena que tanta gente se pierda lo que es tu persona.

Edevane esbozó una diminuta sonrisa, pareciendo enternecida por las palabras de Daniel, aunque ella no las compartiera.

—El caso es que ni siquiera se acercan. No lo sé, debo de transmitir algo que no anima a las personas a acercarse a mí.

Articuló corriente.

—He crecido con la seguridad de que no gusto a la gente... por lo que sea. Digamos que eso en parte me creó una inseguridad a la hora de tener que acercarme yo. Así que siempre he estado en este punto.

—No tiene sentido cómo funciona nada —masculló Daniel con las cejas ligeramente fruncidas—. Se supone que cuando vamos al colegio, al instituto, vamos a hacer nuestras primeras amistades...

—No le des el enfoque de una historia triste—repuso Brook—. No somos atractivos o atractivas para todo el mundo. No vamos a conectar con todos. Mientras tanto, podemos hacerlo con nosotros mismos. No está nada mal tampoco.

Daniel no pareció del todo convencido pero se dirigió a mí.

—¿Tu historial social en el instituto tiene más luces?

Después del rato que llevaba sin mediar palabra y casi ensimismado, no le di ningún rodeo.

—Tenía un amigo.

Al que llevaba meses sin responder, sin embargo.

Simon había sido un buen amigo, algo que no podía decir de mí ahora. No tenía excusas, supongo que mis pocas ganas de vivir de todos estos meses no podía serlo.

Como con todo lo que me conectaba con el Kenneth de antes, simplemente le ignoré, no me apetecía hablar de nada con él. A estas alturas ni merecía que me escuchara.

Tuve la sensación de acabar de levantarme de un largo sueño al acordarme de su existencia. ¿Cómo le estaría yendo la carrera? Siempre bromeamos con que si no dábamos la talla acabaríamos impartiendo clases en alguna universidad. Aunque a los dos se nos daba tan bien el área, que teníamos el mejor de los proyectos que habían pasado por los talleres de física y tecnología del San Smith.

—No era el más social. Pero supongo que no manejaba tan mal el instituto.

Añadí.

En verdad siempre iba a lo mío. No sabía ni yo cómo acababa llevándome bien con todos. Yendo a lo mío, me hice amigo de Simon. Yendo a lo mío, Annabell me sonrió en la distancia justo en las semanas en las que me estaba pillando en silencio por ella desde que empezamos a compartir la optativa de Francés, después de haber sido de clases diferentes toda la secundaria. Y un día de esos se sentó conmigo.

—Lo pareces —indicó Daniel.

—A lo mejor se trate de prejuicios —observé—. Tal vez parte del éxito o fracaso en la "vida social" del instituto o en la vida en general, esté en los prejuicios que nos toca a nosotros mismos romper. Se te acercan más personas por lo que aparentas y se quedan o se van si encuentran o no lo que se esperaban.

—Lo comparto —asintió Brook—. Por eso decía que las personas no somos atractivas para todo el mundo. Soy consciente de que a mí me ven llegar y perciben a alguien herméticamente cerrada. 

—¿Qué edad hay que tener para saber que las apariencias son sólo eso? —Price frunció el ceño.

—Daniel, incluso sin darte cuenta, te acercas a la persona que más simpática te parece a pedirle un bolígrafo. Nadie quiere que lo rechacen.

—Bueno, eso es verdad —reconoció—. Sinceramente, no sé cómo lo hice para acercarme a ti. Lo único en lo que pensaba era en que si yo no elegía el taller, mi madre elegiría dos por mí al azar —comentó antes de dedicarle una sonrisa sospechosa a Brook—. Si te soy sincero, mi primera impresión sobre ti fue de esas personas que no tienen tiempo para escuchar tonterías y hay que acercarse a ti con motivos importantes.

Muy cerca de cómo la veía yo también.

Brook soltó una gratificante carcajada.

—Ni tan desencaminado. En mi defensa, diré que es consecuencia de que acudan a mí sólo a hacer preguntas. Hago de Google en el instituto y es agotador. Y este año ni siquiera soy delegada. No puedo controlar la mala cara siempre.

—Ajá —articulé yo—, fui una de sus víctimas y estoy seguro de que el favorito.

Daniel se rió.

—Eso, Kenneth me comentó.

—Su versión, fuera la que fuese —señaló ella.

—Me muero por saber la tuya —aproveché en soltar, porque aún quería saberlo. No dejaría de querer saberlo.

—Nos morimos por saber la tuya —corrigió Daniel, enfatizando el "nos".

—Haces que crea que hay una base sólida.

—No hay ninguna base, fui idiota, nada más.

—¿Eso qué significa?

—Lo que puede significar ser idiota.

—Eso no nos responde a nada, Brook Edevane.

Daniel le lanzó una gominola que ella atrapó divertida antes de llevárselo a la boca.

—No tengo nada más que decir al respecto.

—Pues aquí va lo segundo —continuó Daniel—. También pareces feminista de las radicales.

—Digamos que lo soy.

—¿Odias a los hombres?

—¿Eso es lo que crees que significa ser feminista?

—A ver, sé que es radical porque se quiere resolver el problema de raíz. Pero creo que eso choca con muchas otras problemáticas y vulnera de alguna manera a personas inocentes. Además de que creo que es prácticamente imposible.

—No es imposible, ni choca con nada —intervine—, simplemente no se quiere llevar a cabo.

—Ir de raíz implica romper con todo lo que ya hay encima, malo o bueno, y allí está el caos —argumentó Price.

—Mejor el caos que un machismo institucional y sistemático. Ese es el punto.

Explicó Brook, tranquila.

—No me malinterpretéis ¿vale? Estoy abierto a aprender, es lo único que toca hacer. Pero me cuestiono algunas cosas. Hay un odio masivo de todas partes que se distribuye cada vez más y grupos insurgentes de gilipollas desacreditando el movimiento. Me parece un caos tremendo y me hace preguntarme si tal como se hacen las cosas es la mejor forma.

—Si las personas con el poder de hacer posible el cambio que es necesario no quieren hacerlo, toca vivir en el caos.

Señaló Brook con la misma tranquilidad. Tras una pausa, Daniel soltó, algo serio:

—La vida debería llamarse Caos —pareció estar pensándoselo—. Que en todas partes donde hablen de vida, le digan caos. Es tu caos, las etapas del caos, el caos sólo se vive una vez...

Se le quedó una sonrisa en el rostro.

—Oh, siento que me entusiasmaría más así y tendría más sentido —Nos miró a cada uno—. ¿No lo veis? Descuadra que le digan vida y la gente se retuerza en todo tipo de crisis.

—La vida ya se entiende como esas dos caras opuestas —indicó Brook.

—Sin embargo, cuando hablan de vivir, muchas veces se refieren a disfrutar, a cosas positivas que ignoran las negativas o señalan esas como meras consecuencias de malas decisiones mientras... vivimos —hizo unas comillas en el aire con los dedos—. El caos recoge mejor ambas y más. El caos lo recoge todo, lo bueno y lo malo. No estamos viviendo nuestras vidas, estamos viviendo nuestro caos.

Concluyó, como si acabara de dar con la verdad absoluta.

—Qué iluminador, Sócrates.

Brook tenía una sonrisa dulce, pese al sarcasmo.

—¿No veis que tiene más sentido? —repitió emocionado—. Tú tienes tu caos, Kenneth tiene su caos, yo tengo mi caos. Chicos, la respuesta a todo es...

—¿Caos? —Le miré.

—¡Sí! De repente me gusta mi caos y me gusta que ahora mismo forméis parte de él.

—¿No estás volando un poco?

—¿Y qué más da? El caos lo permite todo. Quiero correr por todo este campo en pelotas. Brook, sujétame, me siento capaz de todo.

Me eché a reír. Brook, por su parte, se acercó a él y le rodeó con sus brazos desde la espalda como si de una camisa de fuerza se tratara y así le fuera a detener. Los dos acabaron riéndose antes de que Edevane le volviera a soltar.

—Pues yo quería ver eso —dije.

—¿Por qué me quieres ver en pelotas? —achicó los ojos.

—Para grabarlo y amenazarte cuando lo necesite.

Se carcajeó.

—Pues no, amigo.

—Oye ¿y tú no echas de menos a tus amigos? —inquirió Edevane.

—¿Mis amigos? —La miró algo extrañado y al instante pareció entender—. Ah bueno, no es que tuviera mucha vida social —dijo despreocupado—. Pensé que era evidente, siempre he pensado que soy la persona más transparente y predecible.

—Las apariencias son sólo eso ¿no? —Brook hizo alusión a lo que él mismo había dicho.

—Sí, bueno... Desde la muerte de mi padre me he sentido fuera de todo. Como si sólo fuera un espectador. A decir verdad, ni siquiera sabía lo que pintaba en el instituto. Pero bueno, sólo había que ir. Con diez años tampoco es que pudiera decir mucho.

Hizo una pausa.

—Siempre he sentido que nadie merece conocerme hasta que me arregle. Porque he estado realmente en la mierda y estando así cuesta dar lo mejor de ti.

Había adquirido un tono un poco más serio y no gesticulaba. ¿Allí estaba la respuesta a lo que mi madre se refería con que era un chico con problemas? Me sentí un poco mal por no haberle preguntado antes.

—Eso es valiente y responsable de tu parte —Le salió en un murmuro a Brook.

—¿Tú crees?

—Por supuesto. Es sano.

—Supongo que no soy tan desastre entonces.

—Para desastre ya estoy yo, tranquilo —articulé. Él se rió por lo bajo.

—¿De dónde sois? —Le preguntó Brook—. No tienes acento de Edimburgo.

—No soy de Edimburgo.

—Son de Las Tierras Altas —comenté.

—De Inverness, concretamente  —agregó el aludido.

—¿Eres de Inverness? —Daniel asintió— ¿Conoces la historia del monstruo?

—Del Lago Ness, claro. Cuento de terror para niños. Es un mito.

—Pues yo tuve pesadillas por ese mito. A día de hoy no sé si podría ir a Inverness.

—¿Por el monstruo? —estaba sorprendido. Me solazó su reacción.

—Para mí era real. Nos lo contaron cuando éramos niñas y se me ocurrió buscarlo en internet. Habían imágenes reales del monstruo del lago Ness. Tuve muchas malas noches y anoté mentalmente que jamás iría a Inverness.

—Es evidente que no eran reales esas imágenes—Se rió Daniel.

—Estaba convencida de que sí y de que ese monstruo saldría del Lago Ness y aparecería en cualquier río de por aquí.

Price y yo nos burlamos.

—Me cuesta creer que le tuvieras miedo a eso —dije.

—Es en serio. Era peor que cualquier otra cosa que conociera en ese tiempo.

—A lo mejor sí era real pero lo capturaron —No ayudé, obviamente.

—Pues os confieso que esa era mi teoría. La sostengo hasta hoy.

—¡No me lo puedo creer! Brook le tiene miedo al mito del monstruo del Lago Ness —canturreó Daniel, riéndose—. Tal vez dejó crías y están creciendo.

—No digas eso —soltó Edevane, seria—. Oye, con esas cosas no se bromean.

Daniel y yo nos partimos de risa mientras Brook se quejaba por que bromeáramos con eso. Nos metimos con ella durante un buen rato. Llegó a la conclusión de que Inverness estaba maldito y que ya no pensaba ir allí nunca, definitivamente.

—No te pierdes mucho, de todas formas.

—Qué menosprecio a la ciudad de la fantasía —expresé.

—Aprecio la historia, pero me gusta más Glasgow —aseguró Daniel.

—Yo aprecio la historia de las brujas de Inverness, pero no me fío de ese lago.

—¿Del lago o del monstruo que te espera allí?

—¡Kenneth!

—Está bien, ahora sí que lo dejo.

Dije entre risas, tratando de ignorar que a algo dentro de mí le gustó escucharla llamarme así.

Estábamos volviendo ya. Lo que quedaba de las gominolas acabó en mis manos mientras avanzábamos hacia la salida sin prisas. Eran las cinco y media pasadas y el cielo ya estaba adquiriendo un azul oscuro.

—No le has preguntado a Brook su escala de dolores.

—¿Qué es eso?

Price lo explicó:

—Tienes que decirnos las dos cosas que más te hayan dolido en... tu caos.

Se le iluminó el rostro ante la mención de su nueva palabra favorita.

—Es lo más masoquista que he escuchado. No voy a participar.

—Es la única manera para que formes parte de este grupo —alegó Daniel y yo internamente admiré su jugada.

—¿Desde cuándo?

—Desde... ahora —batió sus pestañas con sonrisa angelical.

Brook le miró con extrañeza.

—Pues no seré parte del grupo, genios.

—Venga, Brook.

Insistió Daniel. Ella mantuvo su postura. Casi lo ignoró y siguió caminando como si no hubiera escuchado nada.

—Brook...

—No, rotundo. Es decir... eso ni siquiera es masoquismo, es del siguiente nivel.

—Vale, entonces ¿te gusta Kenneth?

—¿Qué? —Le miró incrédula— Oh, por Dios.

No volvió a decir nada y nos dejó atrás. Lo procesé un poco lento y miré a Daniel, estupefacto.

—¿Pero a ti qué te pasa? Pero... —Le observé sin palabras, sin saber cómo empezar a descuartizarlo.

—Vale, era broma. ¡Brook, era una broma! —Elevó la voz pero Edevane no se detuvo.

—Esto es increíble. Pero tú ¡¿de dónde has sacado eso?!

—Era una simple broma.

—Qué simple, ni qué simple. ¡Ya no existes para mí!

—Estoy a tu lado.

—Pues no veo a nadie. ¿Qué será lo siguiente? ¿Que estamos casados y tenemos hijos?

—Bueno, eso depende de vosot...

—¡Que te den! No vuelvas a aparecer en mi vida.

Discutimos a lo largo del camino y temí que la hubiéramos cagado tanto que Brook no pensaría juntarse más con nosotros. Sin embargo, la encontramos en la entrada con las manos en los bolsillos de su abrigo y una sonrisita en los labios mientras nos veía llegar.

—¿Qué tal la pelea?

—Creí que te habíamos perdido —Daniel la abrazó de manera exagerada—. Siento lo que dije...

Edevane lo interrumpió apartándole.

—Lo haréis si no llegamos a tiempo para ver las luces del centro. Van a encenderse en veinte minutos.

—¿Vamos por el centro?

—Tenemos que trasbordar allí.

Sí, para la vuelta había que trasbordar sí o sí en la estación central. No obstante:

—Eh, de ver las luces nada, estará concurrido. No pienso embutirme allí —repliqué.

—Venga, porfa. Sabes lo preciosas que son. Está sólo a dos paradas, llegaremos a tiempo para conseguir espacio.

No llegaríamos. La gente se ponía una hora antes.

—Puedes verlo en cualquier día —objeté. Imaginar la cantidad de personas que habría no me entusiasmaba.

—Pero hoy no es cualquier día —No supe muy bien a qué se refería con eso—. Y hoy vamos con tiempo. Lo tenemos de paso.

—Yo quiero verlo.

Manifestó por primera vez Daniel. Sospeché que fue más para hacer la aventura que porque quisiera verlo especialmente. Las luces de navidad se veían todos los años, en todas partes.

—No seré yo el aguafiestas.

Odié un poco sentirme como el adulto aburrido cuando mis dos compañeros celebraron que hubiera accedido.

Universo, líbrame de la amargura.

Llegamos a la estación y en cinco minutos estábamos bajando en la estación central. Estaba engalanada como toda la ciudad desde hacía unas semanas. El espíritu navideño se percibía por todas partes y aún no era diciembre.

Salimos de la estación central y, como me lo temía, ya había gente abarrotada avanzando un poco. No tuvimos tiempo para dar con el mejor lugar porque la peña empezó a contar regresivamente. Nos posicionamos en el primer espacio que pillamos. Brook parecía emocionada, era la primera vez que la veía así, con la ilusión de una niña por ¿las luces?

Ni que fuera Rapunzel.

Les tenía en ambos lados y con la gente delante nuestro yo no vería una mierda. Como mucho las luces que colgaban de arriba. Metro ochenta sentado no es que sirviera de mucho. Pero no era a mí a quien le interesaba ver, así que les observé cuando terminó el conteo y se les iluminaron los rostros por las luces. Se escuchó en corro una exclamación de asombro. Todo el centro brilló al instante como una cajita mágica y el público aplaudió.

Honestamente sí que era una pasada cómo adornaban Glasgow en navidad. Donde fuera que mirases, habían luces. Podía ver la noria iluminada desde mi lugar, aunque estuviera en la otra punta del centro.

—¿Esto se parece a la lluvia de meteoros? —murmuró Daniel, a mi lado.

—No —murmuré de vuelta.

Ni de lejos se parecía. No tenían nada que ver.

En seguida, los dos miramos a Brook, que seguía hechizada por las luces como todos los presentes. Muchos de ellos inmortalizando el momento con sus teléfonos.

—Creo que tengo mucho de qué hablar en mis próximas redacciones. Me han inspirado las charlas de hoy.

Soltó, Daniel. Brook le miró de lado con una sonrisa antes de volver con las luces. Los dos lo hicieron.

Podemos quedar los sábados a charlar, si queréis.

No lo verbalicé. Me limité a mirar las luces como ellos, con ganas de burlarme de mí mismo por pensar en todo lo que veía y sentía en ese momento como mi caos.

____________

No veáis lo que ralla editar 🥵. Me planteo hasta mi propia existencia. Este capítulo en concreto me dio tortícolis. Y literal, editar/revisar es lo único que me queda.

Pronto traeré otro capítulo. Y espero que varios más en lo que queda de semana.

Mucho amor a las personitas que leéis y agregáis la historia 💖. Y las que esperáis y seguís aquí, vuestra espera os aseguro que valdrá la pena. No os desesperéis :(.

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