2256 palabras
- Capítulo 7 -
El rizado despertó ante los gritos de su madre, quien había entrado con furia a su habitación.
— ¡Llegarás tarde! — su madre gritó.
Inmediatamente tomó su celular, intentando ver la hora, sin embargo había olvidado cargarlo y ahora no tenía batería, su despertador no había conseguido sonar y ahora llegaría tarde.
Se puso de pie con rapidez, conectando su celular esperando que cargase tan siquiera un poco, y se dirigió al baño solamente mojándose el cabello y tomando el cepillo para arreglarlo mientras caminaba a su armario tomando la primera camiseta que encontró, siendo esta una playera negra con un estampado de la banda "Guns N' Roses" que ni siquiera recordaba haber comprado.
Tomó por igual pantalones de mezclilla negros, sin embargo había tomado un par que estaban rasgados a lo largo de los tubos, pero no tenía tiempo de buscar otro. Se colocó sus converse negras y un cinturón negro para ajustar el pantalón a su cintura, ya que se resbalaba levemente.
Finalmente estaba listo para salir, sin embargo apenas tocó la perilla de su puerta, un fuerte trueno resonó en el exterior. Llovería.
Se dirigió a su armario buscando alguna sudadera, sin embargo sólo encontró algunas que eran muy cortas, por lo cuál tomó una chaqueta negra que combinase con su atuendo.
Tomó su mochila guardando algunos cuadernos que había dejado fuera además de guardar su teléfono y su respectivo cargador para salir corriendo de su habitación.
— No llegarás a tiempo — su madre afirmó.
— Quizá si...
— Jorge...
— No, no la usaré.
— Sólo ésta ocasión.
— No.
— No estoy preguntando, en realidad.
— ¡Pero mamá!
— Desayuna mientras la limpio.
El menor guardaba en su garaje una motocicleta, había sido un obsequio del hermano de su madre, para que pudiera usarla al ir a clases, pero a pesar de que el menor sabe conducirla, nunca lo ha hecho, a excepción de la vez que su tío precisamente le enseño a manejarla.
El rizado bufó sabiendo que no tenía opción, sobre todo si quería llegar a tiempo.
Miró su ropa, siendo algo que él definitivamente no habría escogido de no haber sido por el apuro, y quizá las miradas estén sobre él todo el día.
Rápidamente tomó una manzana, y un poco de dinero para usar en la cafetería, y salió de su casa viendo que su madre rápidamente quitaba la lona que cubría su transporte.
Esta era de un color rojo vino, con detalles negros y los rines de las llantas en un brillante color plata.
— ¿Es necesario?
— No quiero que llegues tarde. Además quizá te guste usarla y puedas llevarla a diario. Te puedes despertar más tarde.
— Llama mucho la atención... — el menor susurró, apenas oyéndose a sí mismo.
— Dios...¿Quién incita a su hijo a usar una motocicleta? — su madre habló.
— Entonces no lo hagas...
— Sólo sube a esta absurda cosa y llega a tiempo. No olvides un casco y no te caigas o mueras porque te castigaré si lo haces.
— Gracias mamá, eres un gran apoyo.
— Sólo sube antes de que sea más tarde.
— No puedo creer que haré esto...puedo tomar el metro...
— ¡Sólo vete! Si llegas tarde te mandaré a trabajar algún lugar. No pago la escuela para que llegues tarde.
El rizado hizo un pequeño puchero tomando la motocicleta y subiendo sobre esta. Aseguró su mochila a su espalda y se colocó su casco. Encendió su transporte y sujeto el manubrio encendiendo el motor.
Quitó el freno, como su tío le había enseñado y miró a su madre una última vez esperando que se arrepintiera, pero no sucedió, así que con su ceño levemente fruncido salió de su casa.
Al principio le costó un poco acostumbrarse al movimiento, sin embargo poco a poco fue convirtiéndose en una ligera costumbre que finalmente parecía resultarle agradable, sobre todo por el hecho de que llevaba sus audífonos puestos y el ruido de la ciudad parecía desvanecerse a sus alrededores.
Luego de 10 minutos llegó finalmente al instituto, apenas unos instantes después de que la campaña haya soñado, por lo cual todos ya se encontraban dentro del edificio y nadie pareció verle llegar.
Aparcó en el pequeño estacionamiento que su escuela tenía para bicicletas, dejando el casco colgando del manubrio para eventualmente correr al salón.
Ni siquiera tuvo tiempo de detenerse en su casillero, era jueves y parecía que el salón de química estaba más lejos que de costumbre.
Apenas llegó a la puerta, se percató de que el profesor apenas se encontraba entrando por igual, por lo cual no tuvo que dar explicación de su ligero retraso bajo la mirada de todo el salón.
Sin embargo todas las miradas definitivamente se posaron sobre él en el momento en el que se percataron de su atuendo. Algo inusual para el chico callado que siempre lleva sudaderas tres tallas más grandes.
Parecía que el salón entero se llenó de susurros y pequeñas risas que el rizado no lograba distinguir si se trataba de una burla o no.
Finalmente llegó a su asiento al final del salón, estando sonrojado por las miradas que seguían posadas sobre él.
La clase pasó más lento que cualquier otro día en cuanto al rizado respecta, no había nada que le interesara en esa clase más que aprobar, ni siquiera le llamaba la atención estudiar una carrera como químico así que aquella materia le resultaba innecesaria, pero a final de cuentas contaba para su calificación.
Ni siquiera podía distraerse con la cabellera del castaño, ya que no compartían esa clase, y definitivamente necesitaba distraerse de las miradas que evidentemente seguían sobre él.
Al salir del primer periodo nuevamente las miradas le asechaban, así que decidió sacar su celular y fingir hablar con alguien para distraer la atención que recibía.
— No sabía que se podía hablar con alguien en tu pantalla de inicio — escucho la voz de Noen detrás de él.
— Yo...
— Tranquilo — interrumpió — Admito que hago lo mismo en algunas ocasiones.
El rizado sin saber que responder solamente asintió y siguió caminando, ahora con el platinado a su lado.
— Tenemos cálculo juntos ¿no? — Noen preguntó.
— Oh...umm...eso creo.
— Bien — respondió — Me gusta tu atuendo.
— No es algo que yo usaría.
— Pero te queda bien.
— G-gracias — habló nervioso, apresurando su paso hacia el aula.
Y nuevamente apenas entró al salón, las miradas cayeron sobre él, y tuvo que caminar a su asiento con la mirada gacha intentando ocultar su vergüenza.
Sabía que Benji estaba en esa clase, y realmente esperaba que no se sentara a su lado porque después de la manera en que el castaño se despidió la noche anterior, las cosas serían realmente incómodas.
El menor alzó la mirada, siendo que algunas de las personas que le miraban la apartaron, y comenzó a mirar a sus alrededores inspeccionando si el mayor ya había llegado.
Al corroborar que no era así, dirigió su mirada hacía la puerta dentro de si esperando ver al castaño, su corazón lo deseaba, pero su mente rechazaba la idea.
Y finalmente apareció, el menor no puede negar que cierta chispa recorrió su cuerpo en el momento que vio aquellos orbes y nuevamente terminó sonrojándose y apartó la mirada.
El menor se repetía en su mente deseando que el castaño se sentase en otro lugar, pero no era realmente lo que deseaba.
El menor alzó nuevamente la mirada, encontrándose con el castaño en medio del pasillo con su mirada divagando entre su usual asiento junto a Noen y el lugar junto al rizado.
Sus miradas se cruzaron, cierto tono de súplica se alojaba en los ojos del más bajo y finalmente aquella súplica fue a lo que terminó cediendo, y el mayor caminó hasta el último asiento del aula.
El menor maldijo para sus adentros, aunque realmente una pequeña sonrisa luchaba por formarse en su rostro.
— Hola — el mayor habló con sequedad.
— Hola — respondió con el mismo tono.
— Mira...sobre lo de ayer...
El menor sabía a lo que se refería apenas aquellas palabras escaparon de su boca, por lo cual podía escuchar una incomoda disculpa, o evitar que fuese más allá.
La segunda opción le pareció factible.
— Está bien. No me pareció extraño o algo así — mintió.
Una pequeña mentira blanca no le hace daño a nadie.
— ¿E-en serio? — el rizado asintió — Dios...y yo que creí que...sólo hago esto incomodo ¿cierto? — el menor nuevamente asintió — Si...mejor me callo.
La profesora entró al salón, el silencio parecía seguirle detrás ya que apenas hizo acto de presencia, ni un solo murmuro lograba ser escuchado.
El rizado posó su mirada al frente, y unos instantes después sintió al mayor tocar su brazo, llamándole.
Jorge se giró mirando al castaño, quien tenía su libreta en sus manos dirigiéndola al menor.
El rizado comenzó a leer lo que tenía escrito, y se sonrojó levemente apenas lo hizo:
"Me gusta tu atuendo :)"
El menor sonrío con timidez y formuló con sus labios un "Gracias" .
Nuevamente el menor dirigió su mirada al frente, y de nuevo sintió como el castaño llamaba su atención.
Nuevamente se giró, esta vez encontrando la libreta sobre el escritorio y viendo como una cuadrícula con líneas curveadas y mal trazadas de nueve casillas, era marcada, y en la casilla central, un circulo se encontraba trazado.
El menor sonrió comprendiendo el juego, marcando con una "X" una de las casillas superiores, para que después el mayor repitiera el acto colocando un aro.
Ambos se entretuvieron en ese pequeño juego durante la mayor parte clase, hasta que notaron que debían comenzar a guardar sus cosas si querían llegar a tiempo al tercer periodo, ya que el salón se encontraba hasta el otro extremo del edificio.
El tercer periodo fue aburrido, además de la prueba que les impuso el profesor, el tiempo parecía pasar realmente rápido y lento a la vez.
Finalmente la hora del almuerzo llegó, y nuevamente el rizado se encontraba sentado en la mesa del castaño.
Conoció a Sebby y Monty. Ambos son pareja y son estudiantes de intercambio, que apenas termine el año volverán a Inglaterra, y son realmente agradables.
El almuerzo terminó, y al rizado no le resultó tan incómodo como el día anterior, y a pesar de que las miradas estaban sobre él, ya comenzaba a aprender como ignorarlas.
Su siguiente clase era Literatura, odiaba esa clase.
Se sentó sin ganas en el último asiento y dirigió su vista a la ventana, y fue ahí cuando recordó.
Era jueves, el jueves el castaño entrenaba a esa misma hora y la vista de su asiento era perfecta.
Se acercó disimuladamente a la ventana esperando que el equipo de fútbol americano saliera de los casilleros para poder buscar con la mirada a su chico.
¿Por qué llamar a alguien tuyo cuando no estás ni cerca de tenerlo?
El rizado no lo sabía, pero la manera de llamar al castaño "Su chico" le causaba una enorme satisfacción.
Pronto la cancha se llenó de chicos en nada más que playeras de tirantes y shorts de entrenamiento.
Y luego de unos instantes, el menor logró identificar al castaño, con su playera color gris y shorts negros. Se quedó embobado en el chico, que ni siquiera se percató de la llegada de la profesora hasta que esta llamó su nombre.
Nuevamente al sentir toda la atención sobre él, no pudo evitar sonrojarse.
El resto de la clase se concentró en prestar atención al frente, sin embargo no podía evitar mirar a la ventana de vez en cuando.
Cuando la campana sonó, sacando al menor de su trance, sacudió su cabeza para despertarse y tomar sus cosas.
Desde ahí el día dejó de ser interesante, incluso parecía tornarse cada vez más aburrido.
La hora de salida, que parecía tan inalcanzable, finalmente llegó. El rizado tomó las cosas que necesitaría para hacer su tarea, y al salir del edificio, instintivamente se aferró más a su chaqueta debido al frío que hacía en el exterior.
Sin embargo cuando se acercó a la motocicleta que había llevado aquel día, se encontró con Benji y Noen frente a esta.
— Ahora — el castaño susurró.
— Oh dios...¿Es tuya? — el platinado exclamó sin emoción.
El rizado no pudo evitar ahogar una risa ante ver lo que sucedía, sin embargo decidió molestar un poco al castaño.
— ¿Es tuya, Benji? — el rizado interrogó.
— No es nada — el castaño bufó.
— ¿Sabes conducirla?
— Pfff, obvio.
— Ya veo...¿Dónde la conseguiste?
— Un regalo, ya sabes...
— Ya...Bueno, pues necesito que te hagas un lado.
— ¿Por?
— Porque debo llegar a mi casa y estas recargado en mi transporte.
El rizado sacó las llaves de la motocicleta y tomó el casco que aún colgaba del manubrio y miró el rostro sonrojado del castaño.
— Es un lindo obsequio el que te han dado — el rizado se burló mientras el platinado reía a carcajadas en el fondo, sosteniendo su estomago e inclinándose hacia adelante para evitar caer — No te avergüences, ha sido divertido.
El menor se colocó su casco y subió a la moto, quitando el freno y encendiendo el motor, dirigiéndose de vuelta a su casa después de despedirse de los dos chicos.
Noen siguió burlándose de su amigo por un largo rato, al darse cuenta que el "brillante" plan para conquistar al rizado que se había impuesto al ver aquella motocicleta en el estacionamiento, y decir que era suya, resultó en una completa y hermosa humillación que el platinado nunca olvidaría.
Si tan solo supiera que no se necesita de un plan, porque definitivamente el rizado está a sus pies.
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Idk aisdmididms hace mucho que no actualizo pidoperdon