EUPHATIA #1

By TheGirlUnderTheLines

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Alyathy, la hija menor del rey de Aquion, siempre ha soñado con el mundo que se esconde más allá de las mural... More

S I N O P S I S
P R Ó L O G O
I Parte
I CAPÍTULO
2 CAPÍTULO
3 CAPÍTULO
4 CAPÍTULO
5 CAPÍTULO
6 CAPÍTULO
7 CAPÍTULO
8 CAPÍTULO
9 CAPÍTULO
10 CAPÍTULO
11 CAPÍTULO
12 CAPÍTULO
13 CAPÍTULO
14 CAPÍTULO
15 CAPÍTULO
16 CAPÍTULO
II Parte
17 CAPÍTULO
18 CAPÍTULO
19 CAPÍTULO
20 CAPÍTULO
21 CAPÍTULO
22 CAPÍTULO
23 CAPÍTULO
24 CAPÍTULO
26 CAPÍTULO
27 CAPÍTULO
28 CAPÍTULO
29 CAPÍTULO
30 CAPÍTULO
31 CAPÍTULO

25 CAPÍTULO

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By TheGirlUnderTheLines

× × ×


El rey humano ☬☆


      Nethan

      El silencio reinaba fuera por donde fuera que pasara.

      Era tan ensordecedor que de alguna manera, no dejaba nada más que caos.

      Conduje el tenedor con un trozo de carne trinchado hasta mis dientes. El sabor resultaba agrio de alguna manera, lo había sido desde la mañana hace ya casi una semana. Cinco días concretamente.

     Seis si me molestaba en contar la noche anterior a su partida.

     —Nethan...

    Removí la zanahoria del montón de verduras junto a la carne.

     De manera normal las habría principado y deslizado sobre su plato si ella hubiera estado aquí, como había hecho siempre. Ella me habría mirado mal pero simplemente habría aceptado la ración extra de zanahoria.

     —Hijo, háblame —Rodé los ojos y mantuve toda mi atención fija en el plato frente a mi.

     Si ella hubiera estado aquí me habría golpeado el hombro derecho, o me habría pellizcado la pierna a modo de reprimenda. Si Alya siguiera aquí no me permitiría ignorarlo de la manera en la que lo llevaba haciendo todo este tiempo.

     Tragué el contenido de mi boca y un largo trago a mi copa de vino antes de ponerme en pie, el regusto dulce del licor se quedó atascado en mi garganta.

      Nunca me había gustado el alcohol, pero de alguna manera, ayudaba a deshacerme del nudo en mi garganta. Ese que no había sido capaz de deshacer desde que ella se había ido.

      —¡Nethan basta ya! —Exclamó el hombre al otro del gran comedor.

     Me detuve en mi lugar pero no me giré para enfrentarlo.

    Ni siquiera había deseado bajar a comer, ni siquiera deseaba mirarlo.

    No podía evitarlo, la rabia que se acumulaba en cada maldita fibra de mi.

     No me había dejado despedirme, no me había dejado intentarlo una vez más.

     No había podido pedirle perdón.

     Lo último que mi hermana había escuchado de mí era que no me importaría si se moría en ese jodido bosque.

     —Deja de comportarte como un crío y enfrenta la situación —Incluso cuando él trataba de contenerse se podía notar la frustración en su voz —Tú hermana se ha ido, debes encargarte de sus funciones, debo partir a Olium para hablar con él rey Blackworm. Debemos encontrar otra manera de unir las casas ahora que el matrimonio entre ambas no es posible.

     Mis manos se hicieron puños y fue inevitable no girarme.

      —¿Eso es todo lo que te importa? ¿La puta alianza? —Las manos apoyadas de mi padre sobre la mesa también estaban encogidas en puños —¡TÚ HIJA SE HA IDO JODER! —Bramé furioso —¡Puede que esté muerta en ese puto bosque, que las alimañas se estén comiendo su cuerpo y a ti solo te importa la puta unión entre los reinos!

      —No es eso hijo —Su cabeza cayó hacia abajo, apartando la mirada —No podemos quedarnos atascados en ella...necesitamos pasar página.

     —¡Es mi hermana! ¡No quiero pasar página!

     Él soltó un suspiro y cuando volvió a levantar la mirada hacia mi.

     Y esperaba que lo viera, el odio, el rencor que rezumaba. Lo mucho que lo resentía por no haber interferido.
     Nunca lo perdonaría.

     —Perdí a tu madre y ahora la he perdido a ella, no puedo quedarme estancado de nuevo, no ahora. Y tú tampoco.

     —Por el mismo hecho de haber perdido a tu mujer por culpa de ese bosque deberías arriesgarte, armarte de todo el puto valor que te faltó por ese entonces e ir a por ella —No me importaba con cuanta rabia escupía aquellas palabras, si el me iba a mantener encerrado en este maldito palacio para impedirme ir a buscarla, lo haría pagar por ello —Eres un cobarde, y eso no va cambiar ni aunque te arrebaten hasta tu última gota de sangre.

     —Nethan no tienes ni idea de lo que hablas —Podía ver el dolor brillar en sus ojos —Estoy seguro que deseo tanto como tú verla regresar pero...

     —¡NO PONGAS PUTAS EXCUSAS A TU MALDITA INCAPACIDAD DE ENFRENTAR LA SITUACIÓN! —Me ardía la garganta —Has dejado que tu hija se largue a una posible muerte porque temes a las consecuencias de un pacto que no es más que una maldita leyenda.

     El cuerpo me temblaba y las lágrimas ardían en la parte trasera de mis ojos pero no lloraría, no frente a él.

     —Hijo, el pacto es una realidad y esos seres...

    Exploté, mi mano golpeó una de las armaduras decorativas a mi derecha y el cuerpo de metal cayó completamente estrellándose en el suelo con un golpe estruendoso.

     —No son más que malditos cuentos —Juraba que casi podía saborear la sangre en mi paladar —Malditos cuentos que te van a costar la vida de tu hija. Y ten por seguro que jamás te lo voy a perdonar.

     —Nethan por favor —Retrocedí cuando él rodeó la mesa y trató de avanzar en mi dirección.

     Mordí el interior de mis mejillas, levanté mi mano en señal de que se detuviera.

     —Vete a la mierda, tú y tu maldito sentido del deber —Tomé del respaldo dela silla que había ocupado la capa de cuero y la coloqué sobre mis hombros —Si no vas a cumplir tu papel de padre, yo cumpliré el mío como hermano mayor.

    Me di la vuelta y salí del gran salón sin importarme que él llamara una vez más mi nombre.

    Los guardias dieron un paso atrás y no se dignaron siquiera alzar la mirada mientras me alejaba por el pasillo rumbo a las caballerizas.

     Necesitaba alejarme de este maldito lugar donde hasta las malditas cortinas me recordaban a ella.

     No me pasaron desapercibidas las miradas de los sirvientes que se apartaban a mi paso, no me importaba. Tampoco los murmullos que llenaban el silencio más allá del sonido de mis botas contra el suelo de piedra, esos mismos que decían sobre el aspecto tan terrible que tenía desde hace una semana o lo mucho que había adelgazado en cuestión de días.

    No me importaba nada de eso.

     Mi mente no podía detenerse. Solo la veía a ella, perdida en ese maldito laberinto de árboles y raíces, con la sopa sucia y rota, con arañazos en su rostro y heridas en su cuerpo, con lágrimas en los ojos y el estómago rugiendo por comida. La veía claramente encogida contra una roca en busca de calor por las noches.

     Los sueños no se detenían y la incertidumbre me mataba, no me dejaba dormír, tampoco comer, mucho menos tratar de enfocarme en mis deberes.

     El aire frío de la tarde lluviosa me golpeó con fuerza en la cara cuando abrí la vieja puerta que daba hacía el exterior.

     Di una bocanada y suspiré con fuerza.

     —¿Nethan? —Mi mirada se centró en la figura que caminaba con rapidez hacia mi.

     Kessarn tenía el pelo mojado y pegado a la cara, la capucha de su capa se debía de haber caído mientras cabalgaba y ahora no había parte de él que no estuviera empapada.

      —¿Algo nuevo? —Pregunté, él negó.

     Ambos habíamos tomado la decisión de esperarla, de mantener la idea de que regresaría viva, y por ello nos turbamos para cabalgar a lo largo de toda la mata de árboles.

      Él había partido ayer al amanecer y había recorrido toda la frontera desde la costa oeste hasta aquí.

     Di un paso al frente e intercambie nuestras posiciones, él se adentró en el palacio mientras sacudía con una mano su cabello negro.

     —Nada, ni siquiera un movimiento —Sus ojos azules se encontraron con los míos, y era obvio que él también estaba pasando su duelo porque la sombra violeta en sus ojos delataba las pocas horas de sueño que había acumulado en estos días —Esa maldita mata de árboles parece un muro, ni siquiera se escucha a los animales.

      Mi mirada se desvió hacia el exterior de las murallas.

     Con el cielo encapotado como estaba el bosque se bañaba de un aura peligrosa, casi como una advertencia para mantenerse alejado.

      —Ella podría estar muriéndose en algún lado —Mordí mi labio inferior con fuerza —Podría necesitar mi ayuda.

     —Nethan, debes confiar, conoces a tu hermana, sabes que ella no se rendiría tan fácil debemos...

      Un relinchar de una animal desesperado se alzó sobre el sonido de la lluvia, un relámpago cruzó el cielo a la vez que Kessarn y yo nos mirábamos confundidos.

     Ambos fijamos nuestra atención en las caballerizas a unos metros desde donde un hombre salió corriendo a toda velocidad.

     Los dos nos lanzamos hacia allí, mi corazón comenzó a martillear con fuerza y una pequeña sensación de ardor me cruzó la mano, justo donde mi hermana y yo compartíamos aquella curiosa marca de nacimiento.

     Casi podía imaginarla mientras corría, tirada sobre algún montón de paja, sollozando pero riendo a carcajadas,

      Mis pasos adelantaron a los de Kessarn y tuve que aferrarme a uno de los postes para frenar mi carrera y adentrarme en el hogar de los animales.

       Pero para mi sorpresa, no era mi hermana quien se alzaba sobre un caballo, no, en su lugar, era mi padre quien daba órdenes a los muchachos que trataban de detenerlo.

      —¡Apartaos de mi camino! ¡Y tú trae mi espada, ahora mismo!

     El corazón se me detuvo dentro del pecho y mi cabeza no parecía querer comprender lo que veía.

    La mirada oscura y envejecida de mi padre cayó sobre mí, sus hombros se tensaron y la decisión fracturó la máscara de serenidad e indiferencia que había estado impresa en su gesto durante los últimos veinte años.

     —Siento no haber estado a la altura todos estos años, hijo—Su voz apenas era audible entre los gritos de súplica de los mozos y los consejeros que se arremolinaban en torno a él —Siento no haber sido el padre que merecías.

     —¿Qué cojones estás haciendo? —Repliqué mientras emprendía mi camino hacia él y su animal —Bajate de ese caballo, ahora.

      El animal, de pelaje negro como la misma noche, se eacudía nervioso por toda la gente a su alrededor.

     —Geoffrey baja de caballo —Trató de pedir Kessarn, quien caminaba a mi lado, con un tono mucho más cuidadoso —No deberías montar, tu salud hace años que no te lo permite y el tiempo...

     —Tú mismo lo has dicho hace apenas unos instantes —Sus ojos seguían fijos en mí y podía ver algo distinto en ellos esta vez, algo que antes no había estado ahí. Una sensación agridulce y desagradable se abrió camino por mi garganta —No sabía cómo enfrentar la situación, me bloqueé y dejé que las cosas siguieran el curso natural. Dejé que ella fuera a ese maldito  bosque, y la perdí, y ahora tu hermana...—Agachó la cabeza y deslizó la corona fuera de su cabello canoso, sus dedos la atraparon con fuerza y su gesto se tensó mientras la miraba atentamente —La encontraré, y regresaré con ella. Entonces, todo cambiará.

     La gente se apartó cuando obligó al animal a caminar, este se detuvo frente a mí y solo pude mirarlo inmóvil mientras extendía la corona en mi dirección.

      Kessarn a mi lado posó una de sus manos sobre mi hombro.

       —Abdicó desde este mismo momento de puesto, dejando en manos de mi heredero, mi primogénito Nethan Atte Wille, Heredero del Trono Dorado y las cuatro comarcas, Coronel de las fuerzas de la Bahía Negra y Capitán General de las fuerzas del Sol.

      Negué completamente perplejo.

      No era el momento, ni él era quien debía de partir en busca de Alya.

     —No...—Negué de nuevo mientras miraba la corona —Deja esta tontería y bájate del caballo.

     Mi padre no se movió y esta vez sus ojos fueron a mi amigo. Kessarn lo miró durante unos cuantos segundos y luego fue él quien extendió su mano y tomó la corona.

     —Permanece a su lado, te necesitará.

     El aire dejó de entrar en mis pulmones.
    
     El sonido de los truenos romper el mundo al otro lado de las puertas no hacía más que aumentar el ruido en mi propia cabeza.

      —Hijo —Levanté finalmente la mirada y comprendí entonces lo que llenaba su mirada. Un pesar tan profundo y antiguo como él mismo, todas las malas elecciones que había hecho a lo largo de su vida habían reventado su cordura en aquel momento.

      —¡Baja de ese maldito caballo ahora mismo! —Exclamé sintiendo como la desesperación se apoderaba de mi —¡Estás enfermo, ni siquiera eres capaz de subir unas escaleras sin cansarse, deja esta tontería!

     —Cuando tú madre regresó tan enferma, cuando ella murió dejándonos solo a nosotros tres, mi único pensamiento era entrar a ese maldito bosque y averiguar qué era lo que nos la había arrebatado —Lágrimas descendieron por sus mejillas —Y no me importaba si en mi venganza yo desaparecía también pero entonces, te sostuve en mis brazos por primera vez y te miré a los ojos. Había tanto de ella en tí...

      No podía entender lo que estaba pasando por su cabeza, mucho menos de lo que hablaba pues siempre había sido Alya la que había sido un reflejo de lo que nuestra madre había sido alguna vez.

      —Te parecías tanto a ella cuando sonreías, cuando llorabas cuando tu hermana soltaba tu mano o estaba lejos de ti...—Él limpió sus mejillas con la manga de su chaqueta y sonrió —Hice mi elección en aquel momento, os elegí a vosotros, y desde ese entonces habéis sido mi único motor. Cuando supe que perdería a uno de vosotros...que volvería a perder una parte de tu madre con eso...no supe reaccionar. No supe imponerme.

      Mis manos comenzaron a temblar, si un paso al frente y mi mano se enredó en las riendas del cabello.

      —Por favor, déjame ir a mi —Pedí en un susurro, las lágrimas quemaban, ardían tras mis ojos —Por favor.

      Él sonrió y su mano se posó sobre mi cabeza,

      Nunca a recordaba que hubiera hecho algo semejante, y una parte de mi no pudo evitar avergonzarse y regocijarse al mismo tiempo un acto que solo mi yo de diez años hubiera deseado recibir.

     —Voy a cumplir mi papel como padre, hijo —Las palabras se atragantaban en su garganta —Y espero que en algún momento, puedas perdonarme.

     Los ojos de mi padre dieron una orden silenciosa a Kessarn quien rápidamente se separó del animal.

     Lo miré horrorizado.

     Él no podía ir a buscarla, mucho menos en las condiciones del día de hoy.

     —¡No! —Grité mientras me deshacía del agarre de Kessarn —¡Detente!

     El mozo que había salido corriendo un par de minutos antes regresó y esta vez alzó hacia mi padre su espada. Esa misma que yo había admirado tanto cuando no era más que un niño y la misma que había soñado empuñar algún día, cuando el momento fuera el oportuno.

     Los brazos de Kessarn me rodearon y tiraron de mí hacia atrás, tuvo que pedir la ayuda de otro mozo para retenerme y alejarme del animal de mi padre.

      —¡DÉJAME IR A MI! —Gruñí —¡Detente!

     Los ojos de mi padre recayeron una última vez más en mi mientras aseguraba la espada a su cintura y cubría su cabeza con la capucha de la capa. Una sonrisa distinta a todas se alzó en sus comisuras, una que me rompió el alma por dentro.

     Esta era su despedida, como si en el fondo supiera que aunque encontrará a mi hermana, él no regresaría junto a ella.

     —Habéis sido mi mejor elección, Nethan. La única de la que siempre me he sentido orgulloso —Sus manos tomaron las riendas y dio la orden al animal —Te quiero, hijo.

      Y en cuestión de un pestañeo, su figura se alejaba por los jardines hacia la enorme puerta abierta que daba a la fila de árboles.

     Caí sobre mis rodillas sin poder creer la realidad.

     Kessarn se agachó a mi altura y envolvió mi mano alrededor de la corona.

     El metal frío y mojado quemó contra la palma de mi mano.

     Sentí como todos los presentes se inclinaban ante mi. Kessarn fue quien alzó la voz.

     —Larga vida al rey Nethan.





×                ×               ×




     Alyathy

     —¡Terminado! —Festejó Jhan, el pequeño niño de melena rubia rizada agachado junto a mi —¡Hemos terminado! ¡Hemos ganado!

     Di la última pincelada de dorado sobre la roca y levanté los brazos de la misma manera que los niños a mi alrededor.

     —¡El equipo fénix ha ganado! —Todos los pequeños de mi lado de la plaza estallaron en carcajadas y regocijos.

     Reegan sonrió mientras dejaba las brochas en sus manos caer en el pequeño cuenco con agua.

      Hakam, el pequeño a su lado, frunció los labios y se cruzó de brazos mientras observaba como su hermano, Luka caminaba triunfante hasta él.

      —Los perdedores debéis cumplir vuestro castigo —Alardeó este triunfante —¡A la pared!

      Los pequeños del grupo de Reegan se miraron entre sí y luego, poco a poco fueron caminando hasta una amplia pared de ladrillo que aún no estaba decorada.

       Todos los presentes, que habían terminado tan solo pocos minutos antes de colocar las guirnaldas y farolillos en el amplio lugar, observaban divertidos la escena.

      —¡Cuidado con los ojos Luka! –Exclamó la que debía ser la madre de los dos hermanos desde su lugar en uno de los bancos de piedra.

      Los niños se posicionaron en una larga fila a lo largo del muro y el resto, los que habían estado pintando las aves junto a mí, se plantaron frente a ellos con sus brochas y tarros de pintura en mano.

      Mi mirada se desvió a Reegan quien observaba la escena a unos metros con una sonrisa divertida.

      —¡Mojar nuestras brochas! —Indicó Luka en voz alta.

     Todos los niños hundieron sus armas en los tarros de pintura y las sacaron goteantes de esta.

     —¡Preparados! —Alzaron sus brochas señalando al niño frente a ellos —¡Ahora!

     Todos agitaron sus brochas a la vez y la pintura salió disparada.

      Gritos y carcajadas llenaron la plaza, los adultos a nuestra espalda carcajeaban mientras veían a los niños lanzarse pintura entre sí. No pude evitar contagiarme de esas risas pero cuando noté como Reegan se reía de la misma manera, no pude evitar sentir la malicia escarbar dentro de mi.

     —¡Esperad! —Alcé la voz entre las carcajadas e instantáneamente todos se detuvieron, los niños armados con las brochas me miraron confundidos y yo sonreí con malicia —Hay un perdedor que no está recibiendo su castigo —Mis ojos se deslizaron hacia Reegan —¿Verdad?

     Esté me miró casi incrédulo durante un segundo pero al instante su mirada cambió por una llena de diversión y desafio.

     —Soy el rey, no recibo castigos tan fácilmente —Protestó mientras yo me agachaba a por un tarro de pintura dorada y una amplia brocha —Mucho menos de una humana.

     Podía notar el humor en su voz, la diversión y la broma en ellas.

     —¿Ah si? —Fruncí el ceño pero no dejé de sonreír —No me parece para nada justo, y no me gustan las injusticias.

     Reegan retrocedió cuando me vio hundir la brocha en la pintura y comenzar a caminar hacia él.

     —Ni se te ocurra —Advirtió mientras él también se armaba con pintura y brocha velozmente —O lo pagarás.

     Alcé una ceja desafiante.

     —Creo que estoy dispuesta a pagar el precio —Alce la brocha y grité emocionada mientras me lanzaba en su dirección —¡Atacad!

     Los niños a mi espalda volvieron a disparar pintura a sus rivales, y yo hacía el rey frente a mi.

     La pintura dorada voló por el corto espacio entre nosotros y se estrelló directamente contra su cuello y torso, dejando un rastro de pintura sobre su camisa y piel.

     Reegan me observó ojiplático y una sonrisa maliciosa llenó su rostro antes de hundir sus propios dedos en el bote de pintura verde que había estado sosteniendo todo este tiempo.

     Di un paso  atrás dispuesta a correr para esquivar su ataque pero pronto sentí como algo se enrollaba en mis pies, agaché la mirada y vi la trampa.

     —¡Eso no vale! —Protesté entre carcajadas mientras las enredaderas me fijaban en mi lugar —¡Tramposo!

    Reegan caminó lentamente hacia mí con los dedos llenos de pinturas extendidos en mi dirección.

     —En la guerra no hay trampas, solo estrategias —Sus rozaron la piel de mi mejilla y yo me incliné hacia atrás evitando el contacto —Y soy mejor que tú en eso, princesa.

     Solté un pequeño grito cuando la sustancia fría y pegajosa empapó mi mejilla mientras sus dedos trazaban un camino por ella.

    Las enredaderas en mis pies se aflojaron y mi única reacción fue hundir mi propia mano en mi bote de pintura, cuando la mano de Reegan se alejó de mí fui yo quien atacó.

     Mis dedos cruzaron su cara dejando un rastro de pintura desde su mejilla hasta su mentón, y la otra, también mojada en pintura, fue directamente a su cabello.

     Rápidamente retrocedí y observé el resultado de mi ataque completamente sonriente.

     Reegan se rozó la mejilla llevándose la pintura consigo y observó sus dedos. Sus ojos, del casi mismo tono que la pintura brillaron desafiantes.

     —Estás jugando con fuego, Alyathy —Advirtió mientras se mordía el labio inferior.

     —Supongo que deseó quemarme —Continué su provocación mientras dejaba la pintura caer sobre mis manos y desechaba el bote a un lado.

     Reegan se cuadró y con una sonrisa triunfante miró a los niños de su equipo los cuales estaban todos bañados en pintura.

     —¡Equipo Dalia! —Su voz se alzó como un rugido atronador —¡Armaos y defenderos, atacar a la líder del equipo fénix! Que no quede un pelo de su cabeza sin pintura.

      Mis ojos se abrieron con horror y mi mirada recayó instintivamente sobre los chicos que habían formado parte de mi equipo.

      —¡Equipo fénix, contraatacar!

     Y el caos estalló en la plaza.

     Las carcajadas llenaban en el espacio mientras la pintura volaba por todas partes.

      Alguien, alguno de los adultos que se habían sumado a la pelea de pintura, había creado con su magia pequeñas bolsitas de pintura a base de hojas que se distribulleron por todos los bolsillos de los presentes.

      Me agaché para esquivar una que venía directamente de Reegan y por primera vez en mi vida, agradecía haber pasado tantos inviernos en Olium en mitad de guerras de nieve con Kessarn y mi hermano.

      Lancé una bolsita en su dirección y está estalló directamente contra su pecho.

     Solté una fuerte carcajada y él contraatacó inmediatamente, me di la vuelta tratando de huir pero sentí la pintura esparcirse contra mi costado.

      No sé cuánto tiempo pasamos así, lanzándonos bolsas todos contra todos, sin equipos ni alianzas, simplemente una guerra campal de pintura que cesó cuando ya no quedaban más suministros.

      Me dejé caer contra el pequeño potente de la fuente. Observé la escena a nuestro alrededor.

      Había cierto encanto en las manchas de pintura que se esparcían por el suelo y sobre los dibujos en los que habíamos trabajado toda la mañana y parte de la tarde.

       El sol y sus rayos dorados indican que apenas quedaban unas cuantas horas del día, suspiré mientras hundía mis manos bajo uno de los chorros de agua fría y las frotaba suavemente para deshacerme de la pintura aún húmeda en ellas.

      La figura de Reegan pronto apareció a mi lado, sus manos también se hundieron bajo el agua.

      —No había hecho nada semejante en mi vida —Murmuré con la respiración aún entrecortada —Ha sido divertido.

      Él asintió mientras llevaba sus manos húmedas a su cara y trataba de quitar una gran mancha de pintura azul de sus labios.

      —Yo tampoco había hecho nada semejante —Se ayudó de los escasos trozos de camisa limpia que aún conservaba —Ha sido realmente algo diferente.

      Mis ojos viajaron instintivamente a su abdomen, a los marcados músculos que se mostraron cuando él alzó la camisa para limpiar su rostro.

      El aire se me escapó de los pulmones y tras apenas un simple vistazo aparté la mirada avergonzada.

      Nunca había visto un abdomen tan marcado. Ni siquiera los caballeros algo mayores que entrenaban con Kessarn y mi hermano habían alcanzado ese punto.

     —Ellos parecen encantados —Traté de empujar ese pensamiento e imagen al fondo de mi mente. De alguna manera no se sentía correcto admirar el cuerpo de otro hombro, no mientras el anillo de mi prometido aún estaba en mi dedo anular —Creo que se lo han pasado bien.

     Reegan se sentó junto a mí y llevó la melena ahora llena de colores hacia atrás.

     —Definitivamente no les costará cerrar los ojos esta noche —Suspiró y se inclinó hasta que sus brazos descansaron sobre sus rodillas, su espalda ligeramente encorvada.

     Mi mirada se centró entonces en unas figuras familiares que se hicieron camino entre el gentío.

     —Han regresado —Anuncié mientras me ponía en pie, Reegan alzó la mirada y rápidamente se incorporó.

     —¡Alyathy! ¡Reegan! —Izzel corría en nuestra dirección con una gran sonrisa en sus labios.

     Los ojos claros del adolescente nos miraron abrieron con sorpresa e incredulidad, metros más atrás, Thyran ya estaba muerto de risa mientras observaba a su amigo bañado en pintura.

      —¿Qué se supone que ha pasado aquí? —Preguntó este mismo una vez llegó junto al príncipe —¿Qué clase de catástrofe a tenido que ocurrir para que tú acabes lleno de pintura?

      Reegan rodó los ojos mientras se pelaba la pintura seca de las mejillas.

      —He perdido una apuesta —Se limitó a explicar.

      Los ojos de Izzel fueron a mi entonces.

     —¿Y tú? —Cuestionó.

     Miré a Reegan de reojo y sonreí.

     —He ganado la apuesta.

     Ambos hombres nos miraron desconcertados pero asumieron que no iban a sacar más información rápidamente. Reegan me dio una mirada cómplice y con suavidad extendió su brazo manchado de pintura invitándome a tomarlo.

     —Vuestra presencia significa que Astra ya debe de estar en palacio —Izzel asintió sonriente, Thyran por su parte se limitó a rodar los ojos —No deberíamos hacerla esperar demasiado, y no creo que toda esta pintura salga tan fácilmente.

     No puedo evitar soltar una ligera carcajada cuando Izzel tira ligeramente de la camisa de Reegan y un trozo de pintura seca se desprende dejando ver la mancha impregnada en la tela.

     —Creo que vas a necesitar una camisa nueva —Murmura el hermano más joven con diversión.

     —Y una plaza nueva —Agrega Thyran mientras se pone en cabeza dirigiendo el regreso a palacio —Aunque tiene un cierto encanto pintoresco el moteado de colores, me gusta.

     Emprendemos así el ascenso de nuevo hacia el palacio en lo alto del puente de piedra, Izzel cuenta emocionado como ha sido el trayecto hasta Cristal, lugar donde esa tal Astra había estado residiendo los últimos meses. Según él, las aguas de sus costas son tan claras como el mismísimo cielo y el olor salado de su ambiente resulta casi hasta mareante.

     Yo podía recordar vagamente el aroma de las costas de Olium, el olor a pescado y sal se pegaba a tus fosas nasales e incluso desde kilómetros dentro del territorio aún podías casi saborearlo.

     Las costas de Olium no se parecían nada al paraíso de arenas blancas y brillantes que describía Izzel, es más, parecían ser todo lo contrario. Allí las playas estaban compuestas por guijarros de piedra casi negra, y eso es si encontrabas alguna ya que la mayoría de las zonas donde la tierra se encontraba con el mar eran inmensos acantilados.

     Por algo su ejército se identificaba como las fuerzas de la Bahía Negra.

     Para cuando las grandes puertas blancas del patio interior del palacio se abrieron para nosotros, Izzel se estaba burlando de cómo Thyran había tenido que aguantar todo el viaje de vuelta siendo el objetivo de las burlas de esa mujer.

     —Tendrías que haber visto su cara cuando le ha empezado a hablar sobre Adryan —Thyran caminaba al frente, haciendo oídos sordos por completo a las palabras del adolescente —Juraba poder ver salir el humo por sus orejas.

     Reegan sonreía ampliamente y con sinceridad.

     Aún me costaba aceptar que ese no había sido siempre su gesto. Había un gran choque entre las dos caras de él que había podido ver en tan solo apenas unos días, no había nada comparable en el hombre junto a mí que él que me había encontrado en el bosque y escoltado hasta el territorio de Thalor.

     Sin embargo, para mi fortuna, está parecía ser su realidad. Un hombre amable y humilde.

     El palacio nos recibió con dos hombres, que debían de ser los ayudantes de cámara de Reegan,y Cerryn y Khalyn, los cuatro con las manos ocupadas por toallas que en cuanto dimos un paso dentro del palacio lanzaron sobre nosotros.

      —Oh por el mismísimo Karch señorita —Khalyn tenía los ojos abiertos con horror mientras Cerryn sonreía con la misma diversión que yo —Ni se os ocurra tocar nada. Ni siquiera el pasamanos.

       —Solo es un poco de pintura, Khalyn —Murmuré con la voz temblorosa por la risa —Además ya debe de estar seca.

     Ella me miró con el ceño fruncido y con uno de sus dedos arrastró un poco de pintura roja que había sobre mi pelo, esa justamente aún no estaba seca por lo que su dedo rápidamente quedó bañado en la pintura.

     —A la bañera, ahora —Fue ella misma quien me empujó suavemente hacia las escaleras.

      Miré sobre mi hombro y los dos hombres junto a Reegan estaban haciendo casi lo mismo con él.

      —Baja al comedor principal cuando estés lista —Fue Thyran quien se dirigió a mí, esta vez sonreí mientras observaba la escena de los dos siendo reprendidos por nuestros ayudantes —Ella está emocionada por conocerte.

      Asentí y dejé que ambas muchachas me casi arrastraran hasta mi habitación.

     Una vez allí me deshice de todas las prendas sucias y Khalyn solo tardó unos segundos en calentar el agua de mi baño.
Cuando me adentré en ella rápidamente se tiñó de un color algo turbio por toda la pintura en mi.

      Es más, Khalyn tuvo que cambiar el agua una vez para poder lavar por completo mi cabello.

      Salí al menos media hora después y casi corriendo fui dirigida al tocador donde Cerryn rápidamente comenzó a trabajar en mi cabello. Esta vez no lo trenzo ni se tomó demasiado tiempo en él, simplemente amoldó este sobre mis hombros y lo cepillo dejando mis ondas naturales. Lo apartó de mi rostro con una pequeña diadema de color blanco marfil.

      Por su parte Khalyn preparó otro vestido, semejante al que había vestido ayer pero en tonos algo más amarillos, una vez puesto me miré al espejo y no podía evitar sentirme atrevida con aquellas prendas.

     Nunca había llevado un vestido que dejara mis brazos por completo a la vista, y mucho menos que tuviera una espalda tan baja.

      Sin embargo, estaba completamente enamorada de ese nuevo estilo. De alguna manera se sentía liberador, porque aunque estos también llevaran corsets, no eran tan restrictivos como lo habían sido en Etria.

       Una vez dejé de admirarme a mi misma, les permití a ambas mujeres terminar su trabajo colocando un par de joyas en mi.

       Por supuesto en mi cuello mi colgante, pero en mis orejas ellas colocaron unos hermosos y pequeños pendientes de una piedra del mismo tono de mis ojos.

      —El príncipe Izzel los ha traído para usted —Informó Cerryn mientras guardaba el pequeño estuche donde habían estado guardado —Dijo que los vió en el mercado y se acordó de usted, no pudo evitar comprarlos.

       Sonreí enternecida y mis dedos tocaron las pequeñas joyas.
      
      —Entonces debo ir a agradecérselo —Ambas asintieron, Khalyn me acompañó hasta la puerta la cual abrió para mi.

      —Señorita —Me detuvo esta misma antes de que pudiera salir por completo por la puerta. Había algo semejante a la preocupación en su rostro.

      La miré con el ceño fruncido y sonreí ligeramente.

      —¿Está todo bien? —Ella asintió pero se mordió el labio inferior como si no fuera del todo sincera.

      —Es solo que cuando conozca a la señorita Astra, esta puede ser algo inoportuna —Murmuró con cierto nerviosismo —Sus maneras a veces no son las mejores y ella nunca llegó a conocer a los humanos como tal, al menos no antes de la guerra, entonces puede resultar algo...maleducada.

      Rodé los ojos y apoyé mi mano en su hombro con suavidad.

      —Después de conocer a Thalor y Lyron como primer contacto con los dahaarys, no creo que ella pueda ser peor que esos dos —Khalyn sonrió y asintió.

       Me despedí de ambas dejándoles saber que yo misma me ocuparía de preparar mi ropa para dormir por lo que podían darse por despedidas por la noche de hoy.

      Caminé yo misma hasta el gran comedor el cual había descubierto ayer mismo en un paseo junto a Cerryn después de haber tomado un par de libros más de la biblioteca a primera hora de la mañana.

      Me era inevitable no mirar a mi alrededor aún, apenas podía sentir como comenzaba a acostumbrarme a que semejante lugar fuera ahora mi residencia.

      Saludé a un par de sirvientes que me devolvieron el saludo sonrientes mientras caminaba a lo largo pasillo que conducía a la estancia.

      Cuando llegué a esta, los dos guardias que custodiaban la amplia puerta la bebieron para mi, les agradecí con un simple gesto de cabeza y me adentré en el gran comedor.

       Ya estaban todos presentes, y fue inevitable que mi mirada no fuera directamente a la nueva figura.

      Estaba sentada a la derecha de Reegan, quien ocupaba la cabecera de la amplia mesa, a la izquierda de ella, Thyran, quien picoteaba un trozo de pan con un gesto divertido.

      Izzel estaba sentado frente a ella, y me daba la espalda, pero todos me miraron rápidamente cuando di un paso dentro del salón.

      —¡Alyathy! —Exclamó emocionado el príncipe mientras se daba la vuelta en su lugar y me miraba con los ojos brillantes de emoción —Ven, déjanos presentarte a nuestra gran amiga.

       Avancé con pasos cautelosos pues un nudo de nervios se había asentado en mi estómago en cuanto los curiosos ojos de aquella mujer se habían fijado en mi.

       Ella también se puso de pie, y el corazon casi se me sale del pecho al ver la escasa tela que cubría su voluptuoso cuerpo.

      Sus caderas se balanceaban en un vaivén casi sensual mientras caminaba para rodear la mesa y dirigirse a mi.

      Su vestido no eran más que pequeñas franjas de tela entrelazadas entre sí sobre su torso, cubriendo solo las partes necesarias para no caer en el desnudismo, luego se afianzaban en su cintura con un cinturón dorado que dejaba caer la tela únicamente entre sus piernas, dejando la mayor parte de sus muslos a la vista.

      Su piel oscura como el ébano resaltaba con un brillo dorado bajo las escasas luces de las velas del salón.

       —Asi que tú eres la criatura humana que se ha atrevido a cruzar la frontera —Su voz envió un cosquilleo helado a lo largo de mi columna —Curioso.

       Su rostro. Oh por mismísimo Karch.

      Jamás había visto a una mujer tan malditamente hermosa como ella.

      Sus labios gruesos junto a su nariz chata y ancha le daban un aspecto único y equilibrado en comparación al resto de facciones delgadas y afiladas. Su cejas negras enmarcaban unos ojos tan únicos como los del propio Reegan, su color violeta era de un tono tan intenso que podría jurar que podía contar las pequeñas manchas rosas en ellos. A estos los enmarcaban unas largas , rizadas y muy oscuras pestañas que le daban un aire seductor.

      —Alyathy —Mi nombre sonó casi empalagoso en su lengua —Un nombre único, ¿qué significa, niña?

      Mis labios se entreabrieron para darle una respuesta pero por alguna razón no me sentía capaz de articular palabra alguna.

      Había algo en aquella mujer que emanaba poder y autoridad, y bajo todo ese manto de sensaciones había algo más, algo que me impedía despegar mi atención y que me cohibía por completo, algo que no sabía describir...

      —Yo...—Una presión extraña en mi cerebro me hizo tartamudear, un dolor fugaz cruzó mis sienes obligándome a agachar la mirada y apoyarme contra una de las sillas.

      Izzel se puso inmediatamente en pie y sus brazos fueron los que me ayudaron a sostenerme.

      El oxígeno abandonó mis pulmones como si fuera un suspiro robado.

       —¡Astra! —La voz de Reegan se tornó en un gruñido amenazador —¿Qué narices estás haciendo? ¡Detente!

      En cuanto los ojos de aquella mujer se desviaron hacia él, la presión y el dolor en mi cabeza desaparecieron.

       Alcé la mirada confundida y aterrorizada sin poder comprender qué es lo que acababa de ocurrir. Reegan tenía el gesto encogido en una mueca furibunda que estaba únicamente dirigida a la mujer de cabello negro y trenzado que caía hasta más allá de su cintura.

       Esta estaba sonriendo con un gesto casi confundido mientras que con sus dedos, de uñas largas y cuidadas, jugaba con una de sus trenzas y los adornos dorados en ellas.

        —¿Qué ha sido eso...? —Cuestione aún mientras trataba de recuperar el aliento —¿Qué me ha...has hecho?

       Los ojos violetas volvieron a caer sobre mi esta vez, había algo semejante a la sospecha en ellos.

       —¿Qué eres niña?—Cuestionó esta vez —¿Por qué no puedo leerte?

       —¿Qué? —Miré a Reegan esta vez —¿Cómo que leerme? ¿Qué es todo esto?

       Reegan suspiró pesadamente y empujó los mechones no trenzados de su cabello hacia atrás, como si tuviera que apartarlos de su rostro aunque estos no estuvieran ahí.

        —Astra siéntate —Ordenó directamente a la morena.

       Esta lo miró con una ceja alzada, casi como si estuviera sorprendida por el tono que había usado con ella, pero cuando Reegan volvió a pedir que obedeciera con un simple gesto de cabeza señalando el lugar que había ocupado, ella se limitó a rodar los ojos y volver a tomar asiento.

       —Disculpa lo que acaba de suceder, Alyathy —Se dirigió esta vez a mi —Toma asiento tú también, por favor.

       Lo miré desconfiada y dejé que Izzel, quien aun tenía sus manos sobre mi, deslizara mi asiento para mi. Le di un agradecimiento en un susurro tan bajo que solo él podría haberme escuchado, pero a juzgar por la manera en la que la morena volvió a fijar su atención en mí con una mirada casi mordaz, supe que ella también lo habría escuchado.

       Y por alguna razón, como si en ese momento importara, comprendí que aún desconocía muchas cosas sobre su raza en realidad. Más allá de las diferencias físicas, y del hecho de que eran seres mágicos, no tenía ni idea del resto de características que nos diferenciaban.

       —He tratado de leer tu pasado —Habló d e nuevo al mujer —Y también tu futuro más cercano pero no he podido leer nada, solo había una niebla turbia. ¿Cómo has detenido mis poderes?

      La miré completamente perdida.

      —No entiendo de lo que estas hablando —Expliqué sin poder evitar sentir como mi voz temblaba con nerviosismo —No he hecho absolutamente nada.

      Reegan miraba a la mujer con el ceño fruncido. Como si él mismo no pudiera comprender de lo que estaba hablando.

       —¿Qué quieres decir con que no has podido? —Cuestionó Thyran esta vez, su gesto también había cambiado por completo.

       La mujer lo miró casi con molestía.

       —He querido decir lo que has escuchado, no he podido leer nada sobre ella —La mujer cruzó sus brazos sobre su pecho y se dejó caer sobre su respaldo —Como si no hubiera nada que leer.

       La sala se sumió en un incómodo silencio que me hizo encogerme en mí misma. No entendía en absoluto a lo que esa mujer se estaba refiriendo, y mucho menos el gesto confundido y casi preocupado que todos tenían en la cara ante semejante noticia.

        —Prometo que no he hecho nada —Volví a recalcar en voz alta, esta vez con toda mi atención en el rey al final de la mesa —No se que está ocurriendo pero yo no he hecho nada. Lo juro.

        No podía evitarlo. La necesidad de hacerles saber que fuera lo que fuera que estaba pasando con esa mujer, yo no era partícipe de nada de esto. Por alguna razón, la ansiedad que me producía parecer sospechosa frente a los ojos cualquiera de ellos, era demoledora.

       Mis manos se aferraron al material de mi vestido y lo estrujaron con fuerza.

       Izzel, a mi lado, al notar,o puso una de sus manos sobre la mía.

       Mis ojos se encontraron con los suyos por un instante.

       —Está bien —Murmuró este con una sonrisa tranquilizadora —Te creemos, ¿verdad hermano?

      Mi atención volvió a ver en Reegan, y algo dentro de mí se encogió al ver la duda en su mirada.
      Sentí mi atraganta arder.

      —Sí, te creemos —Respondió después de un par de segundos agónicos, y aunque su voz era firme, podía ver con sinceridad en su mirada que no era verdad del todo.

       Thyran fue quien intervino acto seguido.

        —Astra sufrió una experiencia traumática hace no mucho tiempo, puede que eso aún afecte a sus poderes.

      La morena miró al rey con intriga, y este simplemente dio un suave asentimiento junto a un gesto alzando sus hombros, luego ella misma agachó la mirada a sus manos donde las krohemitas violetas se esparcían por sus dedos.

       Suspiré temblorosa.

       Que sus poderes estuvieran sufriendo de algún percance no resultaba para nada alentador, mucho menos cuando al propio Reegan no parecía convencerle aquella resolución.

       —Está cena ha empezado de una manera bastante tensa —Volvió a hablar el capitán de la guardia esta vez sonriente y con un tono mucho más despreocupado —Hagamos las presentaciones como se debe —Me miró con la misma sonrisa encantadora que había utilizado aquel día en el patio donde nos conocimos— Alyathy, esta es Astra, Emisaria del trono de Hierro, amiga íntima de la corte —La morena, de nombre Astra, extendió su mano sobre la mesa en mi dirección mientras volvía a enderezarse en su lugar.

        —Astra, esta es Alyathy, princesa humana, entregada como símbolo del pacto de Euphatia —Dudé unos segundos pero finalmente extendí mi propia mano y estreché la de la morena con seriedad —Se quedará en la corte hasta nuevo aviso.

       —Has pasado siglos desde la última vez que ví a un humano —Murmuró la morena —Mucho menos desde que vi a alguien como tú.

       —¿Alguien como yo? —Cuestioné.

      Ella asintió mientras ambas rompíamos el saludo y volvíamos a enderezarnos en nuestros lugares.

      —Alguien tan...—Sus ojos me recorrieron de pies a cabeza —Simple.

      Abrí los ojos sorprendida ante su descaro. Ciertamente Khalyn había tenido mucha razón sobre la primera impresión.

      —Astra, compórtate —Protestó Reegan mientras tomaba su copa y la llevaba hasta sus labios —Alyathy es la protegida de mi corte, conoces los límites.

      La trenzada sonrió mientras también tomaba su copa, había un gesto petulante en sus facciones.

      —Oh, no me vengas con el papel de rey duro ahora Reegan —Protestó —Te conozco desde hace siglos, no funcionará conmigo, cariño.

       Reegan sonrió, casi encantado con la respuesta.

      Y cuando la morena le devolvió la sonrisa mientras se relamía los labios mojados de vino, una sensación extraña y agridulce se asentó en la boca de mi estómago.

       Los sirvientes se adentraron en el salón justo en ese momento y comenzaron a servir la mesa, llenándola de inmensos platos llenos de todo tipo.

       Fue mientras una doncella depositaba un cuenco con caldo de verduras frente a mi que la mujer, Astra, volvió a hablar para dirigirse a mi.
   
       —Y entonces, ya que no puedo leerlo, dime princesa, quien eres —La miré durante un corto instante, luego agaché la mirada al conjunto de cubiertos y tomé la cuchara destinada a la sopa.

       —Como ya sabes, mi nombre es Alyathy, soy la hija menor del rey de Aquion —Hundí la cuchara en el caldo y comencé a removerlo suavemente, dejando ver todas las piezas de verduras hundidas en el fondo —Después de una votación, yo decidí ser quien enfrentara el pacto.

       —¿Fue tu elección venir? —Cuestionó Reegan.

       Asentí mientras levantaba la mirada para enfrentarlo.

       —La gente votó por otra persona, por un niño —En mi mente se dibujó la expresión de horror del pequeño príncipe Rholdan —Apenas acaba de cumplir dies años, no era justo enviarlo a un destino tan incierto.

      —Así que eres noble no solo en título —La morena dejó su. Copa de nuevo sobre su mesa y en su lugar trinchó un trozo del pescado sobre su plato —¿Qué más? ¿A quién has dejado atrás?

      Mi mano viajó inmediatamente al colgante en mi cuello.

      —A mi padre y a mi hermano —Mis ojos se fijaron en el anillo en mi dedo —Y a mi prometido.

      Los ojos de la morena se abrieron con sorpresa, y una sonrisa casi complacida se esparció en sus labios.

      —Llevas contigo una trágica historia de amor humano —Apoyó ambos codos en la mesa y sostuvo su cabeza mientras mantenía su mirada sobre mi —Me encantan las novelas dramáticas, cuéntame más.

       La miré completamente horrorizada y mordí mi lengua para no soltar la mayor grosería conocida por el hombre. Incluso si estaba advertida sobre su falta de modales utilizarme como método de entretenimiento era un límite que no estaba dispuesta a pasar.

       Mi mirada recorrió a los tres hombres y terminó fija sobre Reegan.

       —Creo que prefiero cenar en mi habitación —Empuje la silla suavemente y me puse en pie, saliendo de mi lugar —Si me disculpáis.

      —Alyathy —Reegan también se puso en pie rápidamente.

      Lo miré mientras me mordía el interior de las mejillas, mis ojos no dejaron pasar desapercibido mi enfado y yo ignoré el hecho de que la morena había estirado su mano para tomar la de él.

       —Buenas noches —Me di la vuelta para caminar fuera del salón con un caminar rápido y pesado, demostrando ante ojos de todos, que esa tal Astra había logrado sacarme de mis casillas.

       Ninguno de los sirvientes que me cruce en mi camino hacia el ala de la reina me saludó, supongo que todos podían notar mis carentes ganas de hablar.

       Cuando salí a la gran terraza donde había pasado todo el día de ayer leyendo, el soplido suave de la risa nocturno logró rebajar ligeramente el calor en mi rostro. Observé la imagen del amplio río que se deslizaba bajo la piedra sobre la que sostenía el castillo.

      Sus aguas brillaban con el plateado reflejo de la luna.

       Y la ciudad que comenzaba a llenarse de colores, con banderines, farolillos y guirnaldas, se veía cálida y hogareña con el humo saliendo de las chimeneas y las luces titilantes de las velas en las repisas de las ventanas.

       Me senté en el banco de hiedra y suspiré.

      Mis ojos fueron directos al anillo en mi mano, al hermoso zafiro.

       Era tan hermoso como los propios ojos de Kessarn. Sentí un nudo de impotencia cerrar mi garganta. Ni siquiera podía igualarse en realidad. Los ojos de Kessarn eran la joya más bella de todas.

       —Idiota —Murmuré sin contenerme.

      Esa Astra era verdadera idiota. ¿Acaso los inmortales tampoco conocían lo que era la empatía?

      Sí, al parecer cargaba conmigo la historia trágica de un amor que finalmente no había podido llegar a culminar, sí, había sido mi elección dejar la historia sin final pero...

       Dios. Sentí las lágrimas picar detrás de mis ojos.

       No quería admitirlo, no porque me diera vergüenza si no porque dentro de mí había una guerra de emociones. Una parte de mi se arrepentía terriblemente de haberme ofrecido voluntaria y otra estaba malditamente orgullosa de ello.

       Había salvado la vida de ese niño que, ni por el mayor de los milagros habría sobrevivido a ese maldito bosque, pero ¿a qué costó? Había abandonado a Kessarn, a Nethan y a mi padre.

      Los había dejado a los tres por elección propia y eso se sentía como un tipo distinto de traición, una aún más dolorosa si eso era acaso posible.

       Solté un largo suspiro mientras levantaba la mirada al cielo estrellado.

      Me negaba a llorar otra vez. Necesitaba aprender a lidiar con estos sentimientos, sobretodo porque cargaría con ellos por el resto de mi vida en este mundo.

       No sé cuántos minutos pasaron exactamente, solo sé que cuando me quise dar del jaleo que se escuchaba dentro del palacio la luna ya se situaba en lo alto de la montaña.

       Un golpe sordo viajó a lo largo de pasillo y no pude evitar darme la vuelta, la puerta entreabierta de cristal no dejaba ver a nadie pro lo que todo aquel ruido no venía de esta planta si no de la inferior, y a juzgar por lo alto que era debía ser en las escalera como mínimo.

        Voces, casi gritos, se sumaron al alboroto y no pude evitar ponerme en pie y regresar al interior.

       Aún estaba tratando de disuadir a mis ojos de dejar caer alguna lágrima cuando me planté en lo alto de las escaleras y vi lo que estaba ocurriendo.

      Reegan estaba dando órdenes de manera feroz, la guardia del palacio corría de un lado a otro mientras Thyran ayudaba a este primero a colocarse su armadura.

      Mi atención recayó en Izzel que estaba junto a Astra a los pies de las escaleras.

       —¿Qué está ocurriendo? —Cuestioné mientras descendía rápidamente obviamente alarmada por todo el ajetreo. Los ojos de Izzel me miraron como si no esperara mi presencia.

        —Alyathy...—Los ojos dorados de este buscaron los de su hermano que cuando notó mi presencia, también pareció alarmarse rápidamente.

       —¿Qué ocurre? —Volví a preguntar, esta vez directamente mirando a Reegan —¿Por qué te estas poniendo una armadura?

       —¡Preparad los caballos! —Vociferó Thyran a un grupo de soldados —¡Debemos apartar ya! ¡Thalor no tardará en ser notificado y debemos llegar antes que él!

       Reegan despegó su mirada de mi y se giró para susurrar algo a Thyran quien se giró rápidamente y posó su atención sobre mi.

       —¿Reegan? —Un escalofrío me recorrió la columna cuando con grandes zancadas este caminó hasta mí y con ambas manos tomó mis hombros.

      Sus ojos cayeron directos sobre los míos y por la dureza en su gesto, sabía que debía de ser algo terriblemente serio.

      —Alguien ha entrado al bosque —Sentenció con dureza —Un humano está tratando de cruzar el  Bosque.

       El alma se me cayó al suelo y por inercia mi mirada fue directa a mi mano, a esa mancha de nacimiento.

      —Nethan...

× × ×



¡Hola!

Siento haberos hecho esperar tanto, digamos que me he tomado unas pequeñas vacaciones de actualizar jajajaja
Aunque más que vacaciones, digamos que me he enfocado en otro ámbito artístico, cada vez que me ponía a escribir Euphatia o ACOSAB me nacía la necesidad de dibujar las escenas.

Y por supuesto, os voy a dejar los trabajos de Euphatia poco a poco por aquí porque no me he tirado horas haciéndolos para nada.
¡Espero que os guste este primero!

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