Ella o yo

By SoldeLuna29

37.6K 3K 487

Ella o yo, no sé quién tiene más de ti. Sólo puedo escribir lo que no me atrevo a revelar La única forma que... More

Capítulo 1: Como hermanos.
Capítulo 2: Inseparables
Capítulo 3: París
Capítulo 4: Despedidas
Capítulo 5: Destino a favor.
Capítulo 6: Dos caminos
Capítulo 7: Solo quiero amarlo
Capítulo 8: En la guerra y en el amor, todo vale
Capítulo 9: Un Recuerdo
Capítulo 10: Desde el primer día
Capítulo 11: No quiero que te vayas
Capítulo 12: Problemas de comunicación
Capítulo 13: Giro del destino
Capítulo 14: Tienes que volver
Capítulo 15: El sueño ha terminado
Capítulo 16.1: Recuerdo todo
Capítulo 16.2: Ahora tengo que pagar.
Capítulo 18: Empieza el resto de nuestra vida
Capítulo 19: Perro del hortelano
Capítulo 20: Cambio de actitud
Capítulo 21: Muñeca de trapo
Capítulo 22: Amigos y Amantes
Capítulo 23: Hogar
Capítulo 24: Revelaciones
Capítulo 25: Entre el cielo y el infierno
Capítulo 26: Basta de jugar
Capítulo 27: Harta de esperar
Capítulo 28: La raíz de todo
Final: Ella o yo (parte I)
Final: Ella o yo (parte II)
Epílogo
Bonus parte I
Bonus: Parte II
Bonus parte III (final)

Capítulo 17: Te vas a casar conmigo

1K 88 17
By SoldeLuna29

Dulce le mantuvo la mirada, impávida, tratando de darle un significado lógico a lo que él acababa de decir. Era evidente que le estaba tomando el pelo, pero el tiempo pasaba y él no decía nada para delatar su jugarreta. Por el contrario, se había quedado frente a ella, esperando tranquilamente por una respuesta, al igual que si le hubiese dicho algo tan sencillo como querer un helado.

Finalmente una risa nerviosa se escapó de los labios de la pelirroja, los cuales se apresuró a cubrir con la mano, pero eso no logró que dejara de reír. No sabía de dónde venía aquello, pues el humor estaba muy lejos de ser algo que sintiera en ese momento.

Christopher, por su parte, al verla se contagió con sus suaves carcajadas, tan jovial como siempre y Dulce sintió como el corazón le daba un vuelco, pues habían pocas cosas en la vida que le dieran más satisfacción que ver a ese hombre sonreír.

—Espero que sea una broma —dijo Dulce finalmente, aún con humor en la voz.

—Para nada —respondió sonriente—. Estoy hablando muy en serio. Quiero que nos casemos.

Entonces la risa histérica desapareció, solo para dar paso a la estupefacción. No podía ser verdad, Christopher no podía querer eso, ¿por qué lo haría? si lo que había hecho era suficiente para que él no quisiera verla nunca más. No había explicación para que él quisiera unir su vida a ella después de lo que ocurrió.

—Me encantaría sacarte una foto en este momento, tu rostro es un verdadero poema —se burló Christopher.

—¿Qué es lo que pretendes? —preguntó Dulce con el ceño fruncido—. ¿Viniste hasta acá solo para burlarte de mi? ¿Es una especie de castigo por lo que te hice?

Christopher no respondió de inmediato, se quedó mirando aquellos ojos que siempre lo habían cautivado, pero que ahora no podía dejar de ver sin recordar todo lo que ella había sido capaz de hacer. Aún tomando eso en cuenta, su traicionero corazón hacía la vista gorda, pues desde que la vio sintió unas enormes ganas de estrecharla entre sus brazos, embriagarse su delicioso aroma y besarla en los labios, más ahora que la tenía tan cerca de él. Pero debía ser fuerte, se repetía una y otra vez, Dulce era como un espejismo, no era la tierna y amorosa mujer que había aparentado ser por tantos años, menos la novia perfecta con la que vivió por 4 meses. Dulce era una egoísta, que sin importar los sentimientos de los demás, hacía a su voluntad.

—¿Si así fuera, no crees que estoy en mi derecho? —respondió él finalmente, ya con menos humor que antes.

—Ahí está —dijo ella, como si hubiese descubierto algo que llevaba buscando por un buen rato—. ¿Por qué no te sacas toda la rabia que tienes ahí, me insultas un rato y te vas? Creo que va a ser lo mejor para los dos.

—Puede ser, pero me niego a hacer algo así. Primero, porque nunca te insultaria, aunque hayas hecho lo que hiciste. Segundo, porque me parece una vía un poco fácil y con falta de escarmiento. Y tercero, porque ya te dije a lo que había venido y no me voy a ir hasta que lo haya resuelto.

—Entonces, tienes un problema, porque no me voy a casar contigo.

—Te equivocas, preciosa. La que tiene un problema eres tú y te voy a explicar por qué —se giró sobre sus talones y se sentó nuevamente. Luego hizo un gesto con la mano para que ella lo hiciera también—. Por favor.

Dulce rodó los ojos con fastidio e impaciencia y luego hizo lo que él le pedía, solo con la esperanza de que cuanto antes terminara de hablar, más pronto se iría de su casa. Obviamente no importaban las razones que le diera, pensó, no iba a acceder al disparate que le había propuesto.

—No te imaginas lo confundido que quedé luego de tu confesión. En mi mente tú eras la única mujer que yo había amado en la vida y, como tal, me negaba a creer que hubieses sido capaz de hacer algo como lo que hiciste —bufó, irónico—. Lograste tan bien tu papel, que necesité recordarlo todo, tal y como era, para finalmente convencerme de que sí me habías engañado de esa forma tan vil. Y no solo a mi, sino que a Annie también.

Mientras hablaba, no había despegado ni por un momento los ojos del rostro de Dulce. Supo cuánto dolor le causaba lo que le estaba diciendo y cómo estaba luchando con las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Se sentía un patán de lo peor y odiaba hacerla sentir tan mal. Pero tenía tanta rabia como amor por ella dentro de sí y esa ambivalencia en su interior, la cual no estaría ahí de no ser por sus artimañas, lo hacían querer seguir adelante con esto.

—No conforme con el golpe que fue darme cuenta que mi mejor amiga tenía un lado tan oscuro, por decir poco, me enteré de que perdí a mi verdadera novia sin siquiera saberlo, ni poder hacer algo por recuperarla —En ese momento, Dulce levantó el rostro para mirarlo.

—¿De qué hablas?

—Claro, tú no lo sabes —dijo apretando los labios, como si cayera en cuenta—. Annie se enamoró de otro hombre allá en París, un tal Poncho. Incluso vino con ella cuando pasó todo.

Dulce lo miró atónita, sin poder creer lo que escuchaba. Recordó que cuando estaban en la hacienda de los abuelos de Christopher, él le había contado que Anahí había conocido a alguien más, pero nunca imaginó que fuera tan serio.

—Yo... Christopher, yo nunca quise...

—No, Dulce. Por favor, ni lo intentes —la interrumpió irritado, poniendo una mano delante de ella, como si pudiera frenarla. Luego suspiro, recuperando la compostura que perdió por un momento—. En fin, el asunto es que gracias a lo que hiciste, Anahí salió de la ecuación, así que nos quedamos solo tu y yo, justo como querías. Y a mi me parece, que lo mínimo que te mereces es pasar el resto de tu vida con el hombre por el que te tomaste tantas molestias en atrapar, ¿no crees?

Sentía las palabras de Christopher como si fueran estocadas. Era tan frío e irónico, totalmente distinto a como la trataba cuando eran amigos. Él siempre había sido cariñoso y dulce, como si ella fuera una de sus personas favoritas en el mundo. Incluso cuando se enojaba la trataba con cuidado, podía gritar y quizás lanzarle una pesadez, pero luego de un rato se disculpaba y la abrazaba con cariño.

Ahora, la tranquilidad y el sarcasmo con que hablaba hacía que Dulce se sintiera angustiada, en peligro. Si al menos le gritara, si la insultara, sería mucho más llevadero que esta agresividad pasiva con la que la trataba.

—¡Yo no quería atraparte! —dijo con agobio en la voz y derramando algunas lágrimas, pese a su voluntad. Necesitaba que él entendiera eso.

—Debiste haberlo pensado antes, porque aquí me tienes.

Se levantó de donde estaba para alejarse unos cuantos pasos de él.

—Estás enfermo —aseguró dándole la espalda y él soltó una carcajada. Lo escuchó levantarse y en cosa de segundos sintió como la tomaba del brazo para girarla y que así lo viera a la cara.

—¿Yo estoy enfermo? ¿Realmente quieres acusarme de eso después de lo que tú hiciste? —preguntó sin soltarla, ya sin poder ocultar la molestia que sentía—. ¿Hubieses preferido que esperara a que tuvieras un accidente que te dejara desmemoriada, aprovecharme de eso y llevarte engañada al altar?

—¡Eres un imbécil! —bramó, llena de rabia y frustración. Con un brusco movimiento se soltó de su agarre—. No me voy a casar contigo —recalcó, triste, dolida, iracunda. Tantas emociones que ni siquiera podía identificarlas todas.

—¿Por qué no?

—¡Porque no me amas!, ¡Tú estás enamorado de Anahí! —gritó, desesperada.

—¿Y desde cuándo eso ha sido un impedimento? ¿Me vas a decir que ahora pones reparos en comerte sus migajas?

Lo miró atónita, sorprendida de ser capaz de sentir más dolor del que había sentido ya. Y antes de pensar en qué decirle, se vio a sí misma dándole una fuerte bofetada.

Christopher supo que se merecía el golpe en cuanto terminó de pronunciar aquellas palabras. Fue un golpe seco y duro, que le dio vuelta el rostro y le dejó la mejilla enrojecida, con una sensación punzante muy desagradable.

—Si crees que puedes venir a mi casa a humillarme, estás muy equivocado, Christopher. —dijo llorando abiertamente, ya incapaz de seguir conteniéndose—. Te engañé, es cierto, a ti y a Anahí, ninguno de los dos se lo merecía y yo me aproveché descaradamente de la situación. Siempre supe que me ibas a despreciar después de que te enteraras de todo y lo acepté. Pero lo que no voy a permitir es que vengas acá como si yo fuera cualquiera, a quien puedes tratar como se te antoje. Porque bien sabes que conmigo no te va a funcionar.
Ya mucho te aguanté, sentía que de cierta forma te debía que te descargaras, pero se acabó. Ahora te pido que te vayas de mi casa.

—No, Dulce María. Ya te dije que no me iría hasta que aceptaras mi propuesta.

—Tu Propuesta —repitió y ahora fue ella quien bufó divertida—. Por si no lo adivinas, mi respuesta es y seguirá siendo no —con una mano se limpió las lágrimas de las mejillas, sin apartar la mirada de él, quien tiraba fuego por los ojos—. Te puedes quedar aquí si quieres, pero yo me voy.

Dio media vuelta para entrar a la casa, pero antes de que pudiera dar un paso, Christopher la atrapó por la cintura y volvió a girarla entre sus brazos. La aprisionó contra su cuerpo y de una forma brusca cubrió sus labios con los de él. Dulce trató de resistirse y empujarlo, removiéndose en las dos fuertes tenazas que representaban los brazos de él alrededor de su cintura y también golpeándolo en el duro pecho, pero era como intentar derribar una roca arrojando bolas de papel, pues él ni siquiera perdía el equilibrio. Finalmente, por cansancio o por placer, se rindió al beso que le daba.

Christopher sintió como los labios de ella se ablandaron y se abrieron con un suspiro ahogado. Sin perder oportunidad introdujo su lengua en la boca de Dulce y jugueteó con la de ella, saboreando su esencia y su calidez. Sus labios se movían en perfecta sintonía, a un ritmo apasionado y, sabiendo que Dulce se había rendido completamente, se permitió relajar su abrazo. Con una mano la agarró por la nuca, así podría tenerla en la posición perfecta para besarla aún más profunda y apasionadamente, mientras que la otra la mantuvo en su cintura, mas no como una forma de retención, sino como una caricia. Odiaba reconocer lo completo que se sentía nuevamente gracias al beso que estaban compartiendo, pues desde que ella se había ido, incluso después de recordar todo, la había extrañado infinitamente.

Dulce apenas y podía pensar en lo que había pasado, ya que solo era consciente del regocijo que sentía al estar así de nuevo con él. Cada vez que los labios de Christopher tocaban los suyos, deseaba que durara para siempre.

Se besaron durante largo rato, encontrándose nuevamente con aquello que los había hecho tan felices por el tiempo que estuvieron juntos y se separaron solo por la necesidad de respirar.

Christopher le enmarcó el rostro a Dulce con la manos y unió su frente con la de ella.

—Te vas a casar conmigo, Dulce —afirmó en un susurro, como un hecho irrefutable.

—No —respondió, sin apartarse.

Christopher la besó en la frente y sin apartar las manos de su rostro, la miró a los ojos.

—Te vas a casar conmigo, porque si no lo haces, iré a tu trabajo y contaré todo lo que me hiciste.

Dulce puso sus manos en las muñecas de él y se las quitó de encima. Mirándolo aterrorizada por lo que recién había dicho.

—No serías capaz —dijo con la voz temblorosa—. Tú nunca has sido un soplón.

—Y tú nunca habías sido una mentirosa. Ya ves como los dos nos equivocamos.

La pelirroja dio un paso hacia atrás, para poner distancia entre los dos, notando que la máscara de frialdad e ironía había vuelto al rostro de él. Se sentía a sí misma temblar, si en su trabajo se enteraban de lo que había hecho, que había actuado de forma tan poco ética, podrían despedirla, o por lo bajo perder la buena reputación que tenía actualmente.

—¿Qué me dices, Dulce? ¿Te casas conmigo sí o no?

Respiró profundo, sintiéndose mareada y completamente acorralada. No tenía opción. 

Luego de un largo rato, en el que trató de armarse de valor, respondió:

—Si, Christopher. Me voy a casar contigo. 

------

Se nos viene matrimonio!! 🙊

No olviden dejar sus estrellitas 🌟 y comentarios 💬 Saben que, aunque a veces no alcance a responderles a todxs, siempre los leo. 💕 Me encanta saber que van opinando  😍😍😍😍

Muchas gracias por el apoyo!! 😍

Continue Reading

You'll Also Like

17.7K 2.4K 51
En toda la ciudad el nombre de LUCERO resonaba en la Tele, periódicos, internet. Una mujer demasiado reconocida por la sociedad. Más reconocida de lo...
15.4K 205 43
a veces la vida nos da golpes y heridas difíciles de sanar, pero , el reto del amor te abrirá nuevas puertas asia el destino. a muchos le va mal en...
7.5K 1K 48
🔞 CONTENIDO MADURO (+18) Besos #2 "Chocolate y Mango". La historia de Héctor. ***************************** «Decirle adiós no fue lo difícil, el pr...
19.9K 1.8K 37
Fernando Colunga quedó ciego en un accidente. Pero estaba seguro de que esa larga y oscura noche era temporal. Ninguna santurrona terapeuta iba a ens...