Peligrosas mentiras

By Kathy_rbd

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ADATADA, ADATADA ADAPTADA TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS PARA SU AUTORA: Barbara McMahon More

Argumento:
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
FINAL
Epílogo

Capítulo 9

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By Kathy_rbd

Capítulo 9

Anahí se irguió en el banco.

—¿Y?

—Y me dijo que le había parecido extraño cómo se había llevado aquel asunto.

—¿En qué sentido?

—El sheriff tenía demasiadas deudas como para poder hacerse cargo de la hipoteca de aquella casa, aunque el banco se la vendió tan barata que perdió dinero. Tú ya sabías que se la habían vendido por un precio muy inferior al suyo, lo que no sabías es que Halstead la consiguió por diez veces menos de su valor y el banco absorbió la diferencia.

—¿Eso lo pueden hacer?

—Siempre que el vicepresidente esté de acuerdo.

—McLennon era el vicepresidente en aquella época.

—Ya lo tienes.

Anahí se inclinó en el banco con la mirada perdida en el vacío.

—¿Cuándo hicieron esa operación?

—Una semana después de que a ti y a las otras os enviaran a diferentes casas de acogida.

—Y a George, que todavía lo recuerda, ¿no le pareció extraño?

—Sí, le pareció muy raro, por eso se acuerda.

—¿Por qué no dijo nada entonces?

—¿A quién iba a decírselo y por qué? Nadie tenía la menor idea de que había algún tipo de relación entre McLennon y tú. La gente pensaba que te había pegado Maddie o alguno de tus novios.

—Yo no tenía novios —repuso Anahí.

—¿No?

—Salía con algunos chicos, pero ninguno de ellos era un auténtico novio, si es a eso a lo que te refieres. Con la mayor parte de ellos sólo hablaba de cómo escaparnos de Maraville o de cómo robar en las tiendas.

—¿Te dedicabas a robar?

—No. Maddie me habría matado. Pero participaba en aquellas conversaciones. Y a veces conseguía persuadirlos para que no lo hicieran.

—Así que ya eras una policía camuflada —dijo Alfonso, riendo ante lo irónico de la situación. Todo el mundo pensaba que Anahí era una adolescente alocada y, en realidad, ella se dedicaba a prevenir delitos.

—Era una especie de desafío.

—¿Por eso terminaste siendo policía?

—A lo mejor. ¿Y ahora qué?

—No estoy seguro. Conocer este tipo de conexión puede ayudar a un abogado, pero no es suficiente.

—Lo sé. ¿Sabes? Me gustaría que el sheriff hubiera dejado alguna nota en la que explicara todo lo ocurrido.

—¿Alguna vez has visto una de esas notas?

—No.

—Creo que sólo salen en la televisión y en las películas. ¿Te acuerdas de la casa a la que te llevó?

—Sí, creo que sí. Creo que podría localizarla. Pero no estuve dentro, y si cayó alguna gota de sangre por los alrededores, a estas alturas no quedará nada.

—No estaba pensando en eso, era por simple curiosidad. Es posible que hubiera vecinos que oyeran o vieran algo aquella noche.

—No había luces por ninguna parte. Yo estaba desesperada cuando me fui, buscando cualquier lugar al que pudiera irme. Además, entonces nadie declaró nada. ¿Esperas acaso que aparezca un posible testigo a estas alturas?

—No espero nada, pero me gustaría ver esa casa.

—Tengo que irme —dijo Anahí mientras se levantaban.

Recorrieron algunos edificios en silencio.

—¿Tienes novio?

—No.

—¿Y te está esperando alguien en Los Ángeles?

—No, ¿qué es esto? ¿Un interrogatorio? Yo no te hago preguntas personales.

—Puedes hacerme todas las que quieras.

—No quiero hacerte ninguna.

A Alfonso lo decepcionó su respuesta, pero Anahí no tenía ningún motivo para querer saber nada más sobre él. Para ella, sólo era un sheriff que estaba intentando investigar su caso.

—Quizá una —dijo Anahí al cabo de un momento—. ¿Cómo puedes vivir aquí después de haber vivido en Nueva Orleans? Yo tenía tantas ganas de marcharme de Maraville cuando era niña que no podía entender que los adultos que tenían oportunidad de hacerlo se quedaran en este pueblo.

—Dime qué hay en Los Ángeles que no puedas encontrar aquí.

—Para empezar, la emoción. Cosas que hacer, lugares a los que ir.

—¿Como cuáles?

Anahí recorrió casi media manzana antes de contestar:

—Yo trabajo demasiado —contestó—, pero voy a la playa de vez en cuando.

—¿Con quién?

—Con amigos.

—Aquí podrías ir a la piscina para tomar el sol.

—No suelo tomar el sol. Me gusta nadar.

—Desde que he llegado aquí, yo he descubierto que puedo hacer muchas cosas. Cuando me apetece hacer algo en particular, voy en coche a Nueva Orleans, que está a sólo una hora de distancia. Pensé que al irme de la ciudad me aburriría como un muerto, pero me gusta conocer a mis vecinos. Y me gusta saber que estoy haciendo algo por este pueblo.

—Pero todo el mundo se entera de todo lo que haces —replicó Anahí—. Mira ese ayudante que te has encontrado.

—Todo el mundo cuida de todo el mundo. Vosotras mismas habéis venido para estar con Maddie.

—Yo he venido para intentar corregir los errores del pasado, si puedo.

—¿Qué tal fue la visita de anoche?

—Continúo sintiéndome terriblemente culpable de todo lo que ocurrió.

—Pues yo sigo pensando que no lo eres. Piensa en ello, Anahí. La investigación fue pésima. En realidad fuiste una doble víctima, primero del delito y después de las manipulaciones que se cometieron. Sí, todos estamos de acuerdo en que no deberías haberle mentido a Maddie, pero había adultos a cargo de la situación. Se suponía que eran ellos los que tenían que investigar y descubrir la verdad.

—Y lo que hizo el sheriff fue conseguir una casa nueva —dijo Anahí con amargura—. Si hubiera vuelto cuando cumplí dieciocho años, a lo mejor habría podido cambiar las cosas.

—O quizá no. No olvides que el sheriff tenía muchas razones para ocultarlo todo, si es que realmente lo sobornaron.

Llegaron a la casa. Anahí no tenía ganas de ponerle fin a la velada. Se decía a sí misma que era porque quería seguir hablando del caso con Alfonso.

—Eh, ya estábamos preguntándonos cuándo aparecerías —le gritó April desde el porche.

A Anahí se le cayó el corazón a los pies. No podía permitir que Alfonso la besara delante de todo el mundo.

—He estado con Maddie más tiempo del que pensaba —contestó Anahí.

—Me voy —le dijo Alfonso.

Anahí se detuvo y lo miró deseando que estuvieran solos.

—Gracias por todo.

—Si localizas la casa, avísame. Me gustaría verla.

—Lo haré.

Alfonso se volvió y retrocedió sobre sus pasos. Anahí continuó mirándolo, pero, en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se volvió rápidamente hacia la casa. April y Jack estaban sentados en el columpio del porche, meciéndose perezosamente.

—¿Le ha gustado a Maddie el helado? —preguntó April.

—Claro que sí. Alfonso nos ha dejado solas un rato. Pero me resulta frustrante intentar comunicarme con ella.

—Eres demasiado impaciente. Yo me comunico con ella muy bien. Pero tenemos todo el tiempo del mundo, así que no me importa lo que tarde en poder expresar un pensamiento.

El porche olía a pintura y a madera. Eliza se negaba a que los albañiles empezaran a renovar la cocina estando ella viviendo en la casa, así que habían comenzado a trabajar en el segundo piso. Pronto continuarían con el tercero y ya sólo quedaría pendiente la cocina.

Anahí se preparó para irse a la cama, apagó la luz de la mesilla de noche y permaneció entre las sábanas, pensando en cómo habrían sido las cosas si no se hubiera escapado del instituto aquel día terrible. O si se hubiera negado a montarse en el coche con Allen McLennon. O si nunca hubiera acusado a Maddie...

Aun así, entonces sólo tenía dieciséis años, no era una mujer adulta. Y lo único que había hecho había sido relatar el ataque de Allen.

Oyó que April subía y se metía en la habitación que compartía con Eliza. Se oyeron suaves murmullos inmediatamente después.

Anahí sonrió. Se sentía como cuando era una niña. Las tres chicas de Maddie en casa y protegidas.

La víspera del Día de la Independencia fue un auténtico torbellino. El día anterior, habían montado ya la tienda para el desfile de moda. April y Anahí estaban desplegando docenas de sillas y colocándolas en fila frente al escenario. Tres empleados de Cade habían construido la pasarela y el escenario desde el que hablarían. El calor y la humedad eran tales que Anahí deseaba poder olvidarse de todo e ir a algún lugar fresco a tumbarse.

—Suzanne DeBois llega esta noche —dijo April, mencionando a una de las modelos—. Las otras llegarán mañana. Espero que les guste el hotel —abrió otra de las sillas—. Estoy aburrida de esto. Y me muero por una bebida fría. El agua ya está caliente.

—Iré a buscar algo —se ofreció Anahí.

Necesitaba un descanso, pero además quería ver el resto de las casetas. Ella había montado una cerca de la carpa de April. Las pinturas le habían llegado el día anterior, además de un paquete de globos.

—Esto ya está casi terminado. Acabemos de una vez y vayamos después a por la bebida.

—De acuerdo —Anahí abrió otra silla y la alineó con la que tenía a su lado.

—No he vuelto a ver a Alfonso desde el día que vino a casa a cenar —comentó April detrás de Anahí.

—Supongo que estará ocupado —contestó ella, abriendo una de las sillas.

Se había puesto unos vaqueros y una camiseta sin mangas, pero deseaba haberse vestido como April. Los vestidos eran mucho más frescos.

—Jack me ha dicho que Alfonso tuvo que atender ayer un accidente en cadena. Tuvieron que ir todos los coches patrulla de su oficina y algunos otros del condado. Debió de ser terrible. No sé cómo podéis soportar ese trabajo.

—No es fácil, pero terminas acostumbrándote. De todas formas, yo no suelo ver muchos cadáveres.

—Vas a venir a cenar, ¿verdad? Eliza y Betsy lo tendrán todo preparado en el Elk's a las siete. Todas las modelos estarán allí, excepto Susana. Y también vendrán esos jugadores tan famosos de Nueva Orleans.

Anahí sonrió. A April nunca le habían gustado mucho los deportes.

—Tendré que ir si quiero cenar algo. Ha sido un gran gesto por parte de Eliza y de Betsy ocuparse de la cena.

—Es lo menos que podemos hacer para agradecerle a todo el mundo el tiempo que nos está dedicando.

Anahí asintió, sintiendo una ligera aprensión. La noche anterior habían estado hablando de lo que las esperaba. April temía los rumores que podía causar el reconocimiento de su parentesco con Maddie, pero Eliza estaba convencida de que las tres formarían un sólido grupo de apoyo a Maddie que sería mucho más fuerte y más interesante que la relación sanguínea de April con ella.

Anahí no estaba tan segura. Tenía la sensación de que habían corrido todo tipo de rumores sobre todas ellas. Si alguien preguntaba por aquel fatídico día, habían decidido decir la verdad: que habían atacado a Anahí y el sheriff no había hecho nada por localizar al culpable.

—¿Dónde está Jack?

—Ha ido a buscar a los jugadores. Se van a quedar todos en casa de Alfonso. Jack y Randy Hansen eran amigos en el instituto. Y supongo que también Alfonso, puesto que se conocen desde que vivían en Baton Rouge.

—¿Ya has conocido a los padres de Jack?

—No. Es extraño, ¿verdad? Voy a casarme dentro de unos días y conoceré a sus padres justo antes de la boda. Y también a su hermana y a su familia.

—A mí no me parece tan raro, no vas a casarte con su familia, sino con él.

—No estoy tan segura. Yo quiero tener una familia enorme, y ser tía y todas esas cosas. Estoy deseando conocer a Alice y a sus hijos. Espero gustarles.

—¿Cómo no les vas a gustar?

—Por mi pasado, por ejemplo.

—Lo que cuenta es el presente y el futuro —dijo Anahí.

Abrió una silla y se sentó en ella.

—¿Qué haces?

—Descansar para no derretirme. En Los Ángeles nunca hace tanto calor.

—Ya sólo nos quedan cinco minutos —dijo April, sentándose al lado de Anahí—. Después iremos a tomar algo frío.

—¿Alguna vez has pensado en quedarte aquí? —preguntó Anahí, volviéndose para mirar a su amiga.

—Pensamos comprar una casa para retirarnos aquí.

Anahí suspiró.

—Tenía tantas ganas de marcharme cuando vivía aquí... Pero ahora Maraville me parece diferente.

—Eso es porque somos diferentes. Hemos visto el mundo y nos ha parecido maravilloso, pero este lugar también puede serlo. Me di cuenta de ello cuando me enteré de que Eliza pensaba quedarse a vivir aquí. A ella le gusta. Le gusta conocer a sus vecinos, encontrarse con sus raíces. Yo también quiero tener un lugar al que pueda considerar mi hogar. Adoro París, pero no me veo viviendo allí cuando sea vieja.

—¿Y piensas tener hijos?

April permaneció durante algunos segundos en silencio.

—Quiero tener hijos. Pero ahora mismo, arruinarían mi carrera. A no ser que pueda encontrar algún contrato para exhibir modelos premamá. De todas formas, la carrera de una modelo no dura mucho tiempo. ¿Tú quieres tener hijos?

—Ni siquiera pienso casarme —dijo Anahí.

—Eso dices ahora, pero en cuanto encuentres al hombre adecuado, cambiarás de opinión.

—¿Con la historia que tengo detrás? Mira mis padres. Mi padre intentó matar a mi madre. Y ella era drogadicta. No vengo de una buena familia, ¿qué ocurrirá si eso se transmite genéticamente?

April se echó a reír.

—Tú no te pareces nada a tus padres. Y yo creo en la importancia del entorno, no en la genética. Tu madre era drogadicta y, sin embargo, tú has salido perfectamente.

Anahí intentó sonreír, pero se sentía confundida, insegura.

—¿Ya habéis dejado de trabajar? —les preguntó Eliza, que entraba en ese momento en la carpa con una cesta.

—Culpable —confesó Anahí.

—Estábamos tomándonos un descanso y hablando de nuestros futuros hijos —dijo April cuando Eliza se acercó.

—¡Oh! Yo quiero participar en esa conversación —se sentó al lado de April y dejó la cesta en el suelo—. Traigo un pequeño refrigerio.

—Espero que haya algo frío —dijo Anahí.

—Limonada y montones de cubos de hielo —contestó Eliza sacando una jarra enorme.

Desenroscó el tapón y llenó los vasos que April y Anahí habían sacado de la cesta.

—Qué delicia... —dijo Anahí, después de beber un trago.

—Bueno, ¿y qué estabais diciendo de los hijos? —insistió Eliza.

—Anahí me ha preguntado si quería tener hijos. Yo sí quiero, ¿y tú?

—Yo tendría una docena si pudiera, pero no sé si Cade querrá tener tantos. Estamos solas en el mundo, sólo os tengo a ti y a Maddie. Y quiero tener una familia enorme.

—Yo también —dijo April—. Aunque todavía no. Dejaré mi trabajo de modelo en cuanto tenga un hijo. Quiero dedicarme a mis hijos a tiempo completo. Pero Anahí dice que ella ni siquiera quiere casarse.

—Entonces puedes tener hijos sin tener marido.

—Tampoco me imagino como madre.

—Espera a que te enamores. Entonces querrás tener montones de niños y niñas correteando a tu alrededor y parecidos a tu pareja.

—No lo veo muy probable.

Eliza miró a April.

—¿Qué pasa? —preguntó Anahí, sospechando inmediatamente.

—Nada —contestaron a coro.

—Olvidaros de una vez de Alfonso, si es en eso en lo que estáis pensando. Estamos investigando juntos y eso es todo.

—Si tú lo dices... —respondió Eliza.

—Ni siquiera ha vuelto a llamarme desde la otra noche —se lamentó Anahí.

Inmediatamente se arrepintió de haber revelado su frustración. Primero no se despedía con un beso de buenas noches y, después, ni siquiera la llamaba. Anahí no tenía mucha experiencia en citas, pero sí la suficiente como para saber si un hombre estaba o no interesado en ella.

—Ha estado muy ocupado.

—Lo he invitado a cenar esta noche, así que seguramente lo verás —la consoló April.

—Genial, llenas una habitación de supermodelos y después esperas que algún hombre se fije en mí.

April se echó a reír.

—Te sorprenderás cuando veas a esas chicas sin maquillaje. Si no fuera por tu actitud, tú también podrías ser modelo.

—¿Qué tiene de malo mi actitud?

—Nada, si tu objetivo es espantar a todo el mundo. Pero una modelo tiene que ser seductora, provocativa.

—Eh, yo soy seductora.

—Y apuesto a que si Alfonso va allí esta noche, ni siquiera tendrá ojos para las otras mujeres que haya en la habitación —la defendió Eliza.

—Quizá —dijo April—, pero a lo mejor sale corriendo asustado. Ha echado de menos a su esposa durante mucho tiempo y, probablemente, la atracción que siente por Anahí está amenazando esa situación. A los hombres no les gusta que ocurran esas cosas.

—No quiero preocupaciones. Así que procuraré mantenerme alejada de él —Anahí vació su vaso y lo dejó en la cesta. Se levantó y comenzó a desplegar sillas otra vez.

Anahí se aseguró de que su caseta estuviera tal como ella quería antes de marcharse. Los globos y las pinturas estaban todavía en casa. Pero las mesas y las sillas eran perfectas, y también el cartel que le había hecho Betsy. Un toldo la protegería del sol.

Se dirigió hacia la casa sintiéndose sucia y malhumorada. Le habría gustado parar en la cafetería Ruby's y ahorrarse la cena. No le apetecía encontrarse con gente a la que no había visto en su vida. Aunque... no le importaría conocer a Randy Hansen y a Bart McGee de los Saints. Quizá pudiera conseguir alguna fotografía firmada para alguno de sus compañeros de Los Ángeles.

Una ducha la ayudó a mejorar su humor, pero no tanto como para hacerle prescindir de la ropa negra. Era una ropa muy cómoda, se dijo mientras se ponía los vaqueros negros y la camiseta del mismo color. Estuvo a punto de ponerse los pelos de punta, pero decidió que era una tontería. En cambio, se maquilló ligeramente, con rimel y sombra de ojos y un pintalabios de color rojo.

April y Eliza se habían adelantado para quedar con sus respectivos prometidos, así que tuvo que ir sola hasta el club Elk's, que estaba ya a rebosar cuando entró. Había montones de personas riendo y hablando. Vio a April en mitad de un grupo de mujeres, gesticulando y riendo. Recorrió la habitación con la mirada y descubrió a Alfonso en un grupo que parecía incluir a los dos jugadores de los Saints. De pronto, Alfonso se volvió hacia ella y le sostuvo la mirada.

A Anahí le dio un vuelco el corazón. Decidida, desvió la mirada y se dirigió hacia la barra. Ella no solía beber mucho, pero un vino le sentaría bien. Y en cuanto terminara la cena, se marcharía de allí.

—Ya veo que vuelves a vestirte de motera —comentó Alfonso, acercándose a ella poco después.

—¿Los moteros son las únicas personas que visten de negro en Mississippi? —le preguntó Anahí.

—Oh, también las viudas. Pero no encajas en esa categoría. ¿Has decidido volver a adoptar una actitud agresiva?

—Dame un descanso, ¿vale? Yo soy quien soy y ya está.

—¿Y quién eres?

Anahí lo miró a los ojos. Gran error. Alfonso estaba tan cerca de ella que casi podía sentir su aliento en la mejilla. Y la miraba con una intensidad inquietante. Tomó aire.

—Una policía de Los Ángeles.

—Pero esta noche estamos en Maraville, Mississippi —sonrió—, así que déjame enseñarte esto.

Posó la mano en su espalda, urgiéndola a adelantarse. Anahí vio entonces que al hombre que estaba delante de ella acababan de servirle su copa. Pero tardó en reaccionar. Tenía la mente en blanco; el contacto con Alfonso había tenido consecuencias extrañas en su interior.

—¿No estabas hablando con esos jugadores? —le preguntó a Alfonso, después de pedirse una copa de vino blanco.

—Sí, ¿quieres que te los presente?

—Claro. A mi compañero de trabajo le encanta el fútbol. Me encantará contarle que he conocido a esos tipos.

—Vaya.

—¿Qué ocurre?

—¿No vas a presumir de haberme conocido a mí?

Anahí lo miró y, de repente, pensar en dejar Maraville, en dejar a Alfonso y a todos los demás la conmovió de una manera inesperada. No contestó.

Alfonso estaba todavía de uniforme y, cuando Anahí y él se reunieron con los jugadores, las modelos y los jugadores estuvieron bromeando despiadadamente a su costa, preguntándole si siempre estaba de servicio. Cuando Randy se enteró de que también Anahí era policía, las bromas se multiplicaron, pero Anahí disfrutó con buen humor.

Estaba acostumbrada a estar entre hombres, le gustaba hablar de deportes y de temas parecidos.

Unos minutos antes de que se sirviera la cena, se produjo una conmoción en la entrada. Anahí miró por encima del hombro y vio a April empujando con orgullo la silla de ruedas de Maddie, con Jack a su lado. April condujo la silla hasta las mesas en las que iba a servirse la cena.

Todo el mundo comenzó a aplaudir y Anahí sintió el escozor de las lágrimas. Muchas de aquellas personas ni siquiera conocían a Maddie, pero habían ido a ayudarla.

Eliza miró a su alrededor, vio a Anahí y le hizo un gesto con la cabeza para que se acercara. Anahí sacudió la cabeza, pero Alfonso le quitó la copa y la hizo avanzar hacia ella.

—Adelante, quieren que cenéis las tres con Maddie.

—No creo que... —comenzó a decir, pero Alfonso la agarró del brazo y la llevó hasta ellas.

En nada de tiempo, Eliza, April y Anahí estaban sentadas con Maddie a la mesa. Cade al lado de Eliza y Jack al lado de April. Anahí miró a Alfonso, pero éste ya se había retirado con sus amigos, así que se sentó al lado de Maddie, intentando ignorar su desilusión, y le sonrió a su madre de acogida.

—¿Estás sorprendida? —le preguntó.

Maddie asintió con una sonrisa.

—Betsy y yo hemos contratado a dos chicas del instituto para que nos ayuden a servir las mesas —dijo Eliza—, y yo también pueda sentarme y disfrutar de la comida. Lo he comprobado todo y creo que va todo bien —miró hacia la cocina.

—Relájate, cariño, y disfruta de la cena con Maddie —le recomendó Cade—. Ellas se encargarán de todo.

Anahí miró a su alrededor y vio a Alfonso sentado a una mesa a su izquierda. Estaba con Bart McGee y con dos de las modelos más guapas que había visto en su vida. 

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