FUEGO EN LA SANGRE

By Envious_Sky

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#2 de la saga elemental Noel y Melissa. SAGA ELEMENTAL #1 Hielo en tu mirar #2 Fuego en la sangre #3 Tierra e... More

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Epilogo

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By Envious_Sky

Melissa

Miré al cielo y respiré profundamente. Todo estaba tan calmo y silencioso. No quise ser pesimista, pero la incesante sensación de la calma antes de la tormenta no dejaba de atosigarme. Había pasado la última semana junto a Noel y a Sneider elucubrando un plan en el cual tenía solo un papel pasivo.

¿Me quejaba? Pues, a decir verdad, no tanto. Era molesto a veces no formar parte activa de lo que sucedería, pero ya había entendido que mis carentes habilidades sobrenaturales entorpecerían la situación en vez de favorecerla.

El piar de los pollos me trajo de regreso a la realidad. Esos pobres animales de la casa que rentábamos estaban famélicos. Le había rogado a Noel por un poco de maíz para alimentarlos y él no había dudado en complacerme.

Cada cierto par de horas los alimentaba. Y en esa labor me encontraba también cuando lo vi regresar con mi hermana junto a él.

Thara brillaba y volver a verla después de todo lo que pasamos fue como un bálsamo a mi corazón.

Ella corrió a abrazarme.

—Hay alguien que te necesita más que yo —dije con cariño apartándome suavemente de su lado. Sus ojos se iluminaron al oírme, pero no cuestionó nada.

Thara se internó en la cabaña y tanto Noel como yo nos quedamos en el jardín disfrutando de una pacifica tarde noche.

—¿Crees que este bien? —pregunté luego de unos largos minutos en silencio. —Mi hermana, ella se veía normal. Sin embargo, debe ser shockeante para cualquier mujer descubrir que el hombre que está en su casa es un impostor y no su verdadero esposo.

Noel sonrió.

—Ella estará bien. Ustedes son mujeres singulares —contestó amablemente tomando asiento en uno de los peldaños de la escalera de madera en la entrada. Él tomó uno de sus cuadernos, y sacando un conjunto de plantitas de una servilleta de papel comenzó a escribir.

Solo y en ese momento, viéndolo concentrado y con tanta dedicación noté que yo jamás había reparado en lo que Noel sentía con toda esta situación. En pocas palabras él había sido arrastrado en todo este embrollo únicamente por una serie de eventos desafortunados.

Me senté a su lado y él se sorprendió. No esperaba eso, era seguro. Lo que me hizo replantearme era como de egoísta me vería a ojos de Noel. ¿Pensaría el lobo que era una vampiresa fría? Porque no lo era, estaba segura que no.

Sin percatarse de mi pesar él me hizo espacio a su lado.

—¿Extrañas a tu manada? —pregunté de repente, mirando la delicadeza en su trazo al escribir. Resoplé, ¿sería posible que todo lo hiciera bien ese muchacho? —¿Volverás con ellos una vez que todo el asunto con Sneider se solucione? Cuando se sepa que tu no atacaste a Märco y que no huiste por voluntad propia de allí. Ellos lo entenderán y regresaras como el sanador de la manada, ¿verdad?

Sus ojos grises me dieron una larga y triste mirada. ¿Qué sucedía con él? Suspirando me dio una respuesta.

—Si te dijese que no los extraño, estaría mintiendo. Ellos son todo lo que conozco...—su mirada se perdió en el horizonte. — Pero tampoco puedo ser un hipócrita y decir que los hecho mucho de menos —suspiró. —Es complicado, yo no me siento completamente feliz por haberlos dejado. Pero me siento libre, Melissa. Libre.

—¿A qué te refieres? ¿No eras libre en la manada?

Noel centró ahora toda su atención en mi persona, inspiró profundamente y luego me habló.

—Nosotros, los lobos, trabajamos de una forma jerárquica en la manada. Como si fuésemos una gran cadena que se mueve con un único propósito —hizo un ademan con sus manos, — pero tristemente cada eslabón no tiene la misma importancia. Los más importantes son los Alphas, normalmente es uno y si la manada es demasiado grande pueden ser dos. Le siguen en importancia los betas que cumplen la función de protección y control de los demás miembros.

—¿Qué hay de ti? —pregunté curiosa. Noel debía ser especial por ser el futuro sanador de su manada.

Él cerró sus ojos e inspirando profundamente habló;

—Por último, estamos los "demás" —se señaló, —lobos sin rango cuya única función es la de abultar la manada —terminó con una sonrisa triste. —Hace años que no contamos con el linaje de los omegas e incluso los deltas...

Me quedé procesando toda la información. El mundo de los lobos era mucho más complejo de lo que yo imaginaba. No que tuviese demasiada imaginación, pero las novelas que había leído me habían dado un pantallazo general de esa raza.

—¿Qué hubiese pasado si yo me quedaba con Silas? —pregunté realmente curiosa. No me importaba demasiado, a decir verdad, quizá lo único que tenía con el Alpha era un enamoramiento momentáneo. Como platónico.

El rostro de Noel se desfiguró.

—Depende de lo que él hubiese querido de ti —dijo con tono frio y mordaz. Uno que jamás había usado. Al ver mi expresión sus ojos miraron directamente a los míos. — No eres la mate del Alpha, Melissa. Si te hubieses quedado con él a su lado, manteniéndolo contento y haciendo lo que él quisiera hubieras sido considerada, con suerte, su primera cortesana. En nuestra raza, peor aún en nuestra manada, solamente las lobas de estirpe pura e intachable aspiran al puesto de luna. Mi... —se detuvo y carraspeo, —el Alpha Silas jamás te hubiese convertido en su luna, ni siquiera siendo la madre de sus cachorros —me quedé muda. —¿Responde eso a tus dudas?

Claro que las respondía. Es más, me dejaba con los ánimos por el suelo. ¿Eso hubiese pasado si esa noche me quedaba junto a Silas?

—Noel, ¿qué te sucede?

—Quiero que te grabes algo en la cabeza, Melissa —continuó mirándome fijamente y con una expresión pétrea. — Los lobos no son como en los cuentos de hadas o en tus novelas favoritas. La raza y la estirpe se valora. Sí, existen casos de híbridos, pero quiero que sepas que las parejas mixtas son consideradas una aberración en nuestra cultura.

Mis ojos ardieron. Noel no se daba cuenta de que lo que me decía aplicaba para nuestro caso también. Idiota de mi al pensar que su interés duraría más que el mío por Silas. Si el encanto había pasado para mi, porque no para él.

—No quiero lastimarte, pero...

—No te preocupes —contesté cortándolo en seco, —no lo haces. Desde un principio presentí a qué atenerme con ustedes. Que lo dijeras de esa manera terminó por quitar la venda de mis ojos.

Él se encogió en su sitio.

—Melissa, espera. Yo no quise sonar tan brusco...

Un aroma singular llamó mi atención, pero, así como apareció se esfumó en el aire.

—¿Sentiste eso? —pregunté y él negó.

Justo en ese instante la puerta de la cabaña se abrió y un sonriente Märco salió de allí. Él no parecía el mismo vampiro moribundo de hacia un par de horas atrás. En su mano traía el cachorrito con el Thara había llegado.

Mi cuñado inspiró profundamente y su semblante cambio.

—Voy a asesinarlo— dijo de repente llamando nuestra atención. ¿De quién hablaba?

Él me entregó al cachorro y corrió a una velocidad sorprendente tras la cabaña. Instintivamente lo seguí. Allí y ante mi atónita mirada se encontraba su amigo, cuyo nombre no recordaba.

Ellos no mediaron palabra y solo en un par de segundos presencie como Märco lo tomaba del cuello de su chaqueta. Él se mantuvo imperturbable mientras era sacudido.

—Traidor, ¿lo sabias? Siempre estuviste de su lado —dijo con rabia el esposo de mi hermana. —¿Qué haces aquí? No dejaré que estés cerca de ella.

—Märco...—dijo el pelinegro con voz casi ausente, —con un demonio, eres tú.

En ese momento entendí que allí no era bienvenida. Me retiré en silencio encaminándome de nuevo a la cabaña.

—¿Qué sucede? —escuché que Thara preguntaba desde el marco de la puerta.

—Que tu esposo encontró a un chupasangre que nos seguía —dijo Noel sentado y mirando entretenido los árboles de donde provenía el sonido. —Ellos se conocían, al parecer.

—¿Qué? —dijo ella preocupada. El único que parecía no estar preocupado por el encuentro de los vampiros era el lobo.

—¡Thara! —chillé. —Märco está zurrando a su amigo, el bombonazo que lo acompañaba esa vez... —Noel gruñó y terminó por desconcertarme completamente. Primero sus crueles palabras y ahora esa reacción. —¿Qué sucede contigo?

—Nada, Melissa. A mi nunca me pasa nada —se levantó y, sacudiendo sus pantalones, se fue.

Algo pico dentro de mi pecho y disculpándome con mi hermana le entregué a su perrito y lo seguí. 

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