El cuerpo de Hyunjin no estaba reaccionando, tenía apenas veintidós años, no podía estar volviéndose loco a esa edad cuando, se supone, le quedaba una vida por delante. Pero ahí estaba el castaño, en medio de una terraza, con un objeto que lo podría meter directo a la cárcel, mirando como un chico con ojos de zorro le miraba desde más de doscientos metros de distancia. Y, como si eso fuera normal, Hyunjin comenzaba a tener alucinaciones.
Tomó aire, la radio en su cinturón hizo sonido una vez más, erizando su piel al saber que no estaba siguiendo el plan principal y eso podía costarle muy caro. ¿Cómo les explicaría a sus jefes que no disparo a tiempo porque el objetivo le había hablado a varios kilómetros de distancia?
Ni siquiera se molestarían en meterlo a un psiquiátrico, mejor matarlo directamente.
—¡Hwang! ¿Me estás escuchando, idiota? Pues si es así y Jeongin se escapaba, te mataré con mis propias manos, imbécil. ¿Me escuchaste? Tomaré tu cuello entre mis manos y haré que explote por la presión. ¡¿Oíste, tara-
Hyunjin tomó la radio y la lanzó al suelo lejos de donde estaba, viendo cómo se arrastraba por el suelo mientras miles de insultos salían por su parlante.
No estoy de humor para escuchar tus malditas quejas.
Hyunjin volvió a colocar el francotirador en la baranda cuando un montón de aplausos sonaron a lo lejos. Miró por alcance solo para asegurarse que Jeongin seguía en su lugar; y así fue, no se había movido ni dos centímetros y de hecho, su sonrisa seguía intacta. Un aire frío recorrió el cuerpo de Hyunjin. No iba a perder más tiempo.
Tu chaleco antibalas solo te cubre el pecho, ¿Que me dices de la cabeza?
Hyunjin colocó la mira justo en la nariz de Jeongin y un poco más arriba, pero el menor se estaba divirtiendo con la situación, así que sin avisar, se agachó a recoger algo del suelo, haciendo a Hyunjin soltar una maldición a su mera existencia.
—Te creería si no fuera porque tardaste más en disparar que yo en terminar mí secundaria. —Se escuchó, una vez más, dentro de su cabeza. El castaño sintió su garganta secarse. Reconocía su voz, lo había oído hacía solo segundos a través del micrófono, pero era imposible que me estuviera hablando.
¿Por qué puedo oírte en mí cabeza? Eso no tiene sentido.
Jeongin bajó la mirada soltando una risa, Hyunjin ya no sabía si era por su charla psíquica o por algo que ocurrió en el evento.
—¿Por qué crees que quieren matarme?
El castaño se alejó de la barra, le asustaba lo fuerte que sonaba la voz en su cabeza y temía haberse perdido a el mismo. Fue en dirección a la radio que descansaba en el suelo y la tomó con inseguridad. La acercó a sus labios, en esos últimos momentos, le interesaba más saber que estaba pasando que matar al niño zorro.
—¿Por qué debo matar a Yang Jeongin? —Preguntó sin más, esperando una respuesta que básicamente lo mandaría a la mierda, pero en su lugar, una risa tétrica retumbó por el parlante.
—De verdad eres un idiota. Estás muerto, hasta la maldita médula. —Habló una voz del otro lado, Hyunjin ya ni podía reconocer de quién se trataba.
—No respondiste mí pregunta. Si quieres que lo haga, dime la razón. —Contestó firme el castaño, sabiendo que esa amenaza le costaría la maldita vida. Pero bueno, era ágil, podía escapar.
Un silencio se instaló del otro lado, nadie respondió a su pregunta hasta que pasaron varios segundos.
—Cuidate la espalda, Hwang. A mí no me amenazas y sales ileso.
Hyunjin soltó la radio como si aquella estuviera prendida fuego. Una parte de el sabía a la perfección que no iba a obtener respuestas, de cualquier forma, no tenía ningún derecho a tenerlas. Pero ahí estaba, volviendo a apoyar el francotirador pero solo con la intención de ver al pelinegro a la distancia. Tomó aire, tratando de mentalizar su cabeza y sabiendo que lo que estaba haciendo era una maldita locura.
Muy bien, niño zorro, si estás escuchando esto, quiero que sepas que acabo de perder mí trabajo y mí vida está en una maldita cuerda floja. Así que, será mejor que me digas que está pasando o te destrozare la cabeza hasta que tu cerebro se vea como un dibujo 2D en la pared que tienes detrás.
Jeongin borró su sonrisa, Hyunjin se la robó. Ahora el pelinegro había desviado la vista de la persona que recibía el otro mencionado, para clavarla directo en el francotirador de Hyunjin. Sus ojos mostraban molestia y la diversión con la que vivía antes la escena, se había esfumado entre las mismas partículas de aire.
—Piensa, no es muy difícil. —Contestó el pelinegro, sacando de sus casillas a Hyunjin y haciendo que su piel hirviera en sangre. Ese niño no se la estaba haciendo fácil y el reloj estaba contado.
Pero entonces lo recordó. A los seis años, cuando todavía tenía a sus padres en su vida, habían visitado un museo de historia. Hyunjin poco había entendido de esa exposición o el porque sus padres no se detenian en ninguna escultura o cuadro, más bien, iban directo al muro de los "Perdidos". Un enorme mural con miles de fotos de personas que desaparecieron sin dejar rastros, sus nombres puestos en la parte baja de cada fotografía y con una firma que daba autorización a estar en ese museo. Hyunjin no había entendido en ese momento porque estaba ahí, pero recordaba con detalles como sus padres, colocando su mano en el hombro del menor, le contaron la historia de las tres razas importantes que dominaron el mundo.
Hyunjin lo recordaba, pues, el único lugar en donde había oído sobre esa historia, era en su casa. Según sus padres, había tres razas importantes, los Aeris, personas humanas que no poseían ningún don, si hiciéramos una comparación, la inteligencia y el físico era su poder. Pues, al no tener poderes, el resto de los sentidos se desarrollaban completamente. Luego estaban los Ferrum, solo el 12% de la sociedad entraba en este rango, Hyunjin recordaba que eran personas con un solo poder dominante, a veces demasiado y en otras ocasiones apenas notable. Y por último, estaban los Aurum; personas con más de un poder, la mayoría moría sin descubrirlos a todos pues, se despiertan cuando realmente son necesarios o alguien los enciende por ti a la fuerza o por accidente.
Hyunjin recordaba esa historia como si fuera un cuento para dormir o la charla de la comida. También le contaron que un día, sin más, fueron cazados. Uno por uno, buscados por cada maldito rincón y matados sin fuerza, generaron gases que debilitaran esos poderes y los lanzaron por toda la ciudad, dado que los Aeris eran mayoría, pronto desaparecieron las otras dos razas. Adultos y niños, no quedaban rastros de que alguna vez, en algún momento de la vida, tres grandes razas dominaban la tierra.
Pero eso era solo un cuento para dormir, ¿No es así?
Sus manos temblaron, se apoyó en la baranda para estabilizarse y tras tragar duro, miró a la distancia, sin presencia del francotirador, el rostro perdido de Jeongin.
Tienes telepatía.
Esperaba no estar haciendo el ridículo, esperaba no estar loco y que todo sea causa de una mente desquiciada o que con el tiempo comenzó a fallar. Pero sobre todo, su "Yo" de seis años, esperaba con ansias que esa historia para dormir fuera cierta.
Hyunjin creyó que no le había escuchado, pues, está vez no tenía una mirada clara de Jeongin a la distancia. Pero en cuanto iba a tomar el francotirador, una voz retumbó en sus oídos y la poca estabilidad que había logrado en su cabeza tras sacar sus propias conclusiones, se desmoronó en segundos.
—No eres tan tonto como pensé, pero no es suficiente tu descubrimiento. Aún te falta una parte.—Pronunció el menor entre los muros de su mente, haciendo a Hyunjin tomar rápidamente el francotirador solo para notar como la ceremonia estaba por terminar y los nervios por entender que ocurría, le comían la cabeza.
¿Hablas de los Aurum, Ferrum y Aeris?
Hyunjin notó por el mirador que Jeongin se tensó en su lugar. Sus ojos se abrieron en sorpresa y pronto su mirada era distinta a la de antes, no había diversión, no había gracia y por más que no lo buscara, estaba tan sorprendido como HyunJin.
—Tu... sí sabes la historia. —Pronunció Jeongin, pero parecía más bien estar hablando consigo mismo que con alguien más.
Hyunjin escuchó la puerta de la azotea ser fuertemente golpeada, su sangre se enfrió y pronto estaría entrando en pánico si no lograba conectar los cables antes de morir en manos de lo que algún día fue su propio grupo aliado.
—¡Hwang! ¡Abre la maldita puerta! ¡Sabemos que sigues ahí! —Los gritos se mezclaban con los ruidos de la puerta siendo golpeada sin piedad.
Hyunjin miró de nuevo a Jeongin, tomando el francotirador que últimamente era más bien un binocular que un arma de fuego. Su paciencia estaba al límite, Jeongin no era alguien que fuera muy claro que digamos y tenía a más de cuatro personas detrás de la puerta a punto de destruir su vida. Tenía un maldito contador haciendo ruido en su cabeza y los nervios eran protagonistas de cualquier descripción.
¡¿Por qué simplemente no me dices qué carajos esta pasando y dejas de darme miles de vuelta como si fuera un maldito carrusel?!
Los ruidos se hicieron más fuertes, Hyunjin preparó su escape en caso de que el tiempo no le alcanzara y el odioso niño zorro no le dijera nada respecto a la situación.
Pero entonces, cuando vió que el menor blanqueaba los ojos y miraba alrededor asegurándose que nadie le miraría, su voz retumbó una última vez en su cabeza, más fuerte que nunca y con más poder que cualquiera.
—¡Joder! Si eres un idiota. ¿No es obvio? Lo dijiste tú, tengo poderes y, claramente, tu ttambién. —Gritó, literalmente, en su cabeza.
Hyunjin se congeló en su lugar, no, había escuchado mal. No podía estar diciéndole esa idiotez de golpe, definitivamente se había vuelto loco y estaba a punto de morir en manos de su equipo. Claramente, haber perdido la cabeza por miedo y con los años, era mucho más lógico a que un idiota con pelo negro y un maldito ramo de flores le estuviera diciendo psíquicamente que vivía en una mentira. Aparte, el nunca había hecho que se prendiera fuego algo o levantar el agua del mar con sus propias manos y, por más que lo intentó, no pudo alcanzar el control remoto sin moverse de su lugar. No, el definitivamente no tenía poderes y estaba enloqueciendo.
La puerta hizo un ruido espantoso, haciendo que se abollarara en el proceso y oyó como un arma se recargaba por detrás. Si, ese era su final, ya lo podía ver.
—¡Se está escapando, jefe! ¡El niño Aurum se va! —Se escuchó a través de la vieja radio, el ruido de la puerta se detuvo o fue la mente de Hyunjin confirmando su teoría, el niño zorro, Jeongin para los conocidos, era un maldito ser lleno de poder y, por si fuera poco, no se había conformado con uno solo, sino que significaba que había más dentro suyo.
Hyunjin se dió la vuelta, aún tenía el francotirador en sus manos y Jeongin no se estaba escapando, vivía su vida de manera normal, bajó lentamente las escaleras con la misma sonrisa de antes y sin que nadie sospechara nada. Pero al llegar al último escalón, su mirada se clavó en la de Hyunjin, procurando que escuchara sus "Últimas palabras".
—No estás loco. Solo un telepático puede contestarle a otro telepático. Y ahora que lo sabes, no deberías huir de quién eres. —Le informó al castaño, erizando la piel de Hyunjin desde la punta de sus pies hasta los poros de su cara.
La puerta justo en ese momento se abrió de un fuerte golpe. Hyunjin se escondió detrás de un muro solo para oír por última vez a Jeongin y prepararse para matar gente o morir en el intento.
—Espero volver a oírte.
Y Hyunjin abrazó el francotirador como si su vida dependiera de eso, aunque, básicamente, lo estaba haciendo.