Cuando mi corazón no sea puro
¿Matarías mi enfermedad?
Y cuando no hay cura
Eres justo lo que necesito
Cuando pierda la razón
¿Seguirías recordándome?
Cuando me estoy sintiendo perdido
¿Vendrías a buscarme?
Cuando mi mundo sea un desastre,
¿podrías tranquilizarlo?
Cuando mi cabeza esté estallando,
¿podrías apagar todo el sonido?
Si estoy sufriendo,
¿te quedarías a mi lado?
Si te necesito ahora,
¿me tranquilizarías amablemente?
●●●●
—Recuérdame cuándo fue la última vez que tuviste una crisis.
—Hace casi dos meses.
—Y fue también por este chico, ¿no es así?
Jungkook tragó saliva.
—Él... Él fue uno de los motivos... —Una pausa—. No estaba cerca y perdí cualquier forma de contacto, pero no fue la única causa.
La doctora detrás del escritorio suspiró, cruzó sus piernas y se recostó mejor en su silla.
—Voy a ser honesta —declaró—. Temo que mantener esta relación te esté perjudicando.
Solo entonces Jungkook sintió la necesidad de levantar la mirada, había estado jugando con sus dedos, observarlos a ellos era más fácil que enfrentarse a la mirada evaluadora de la mujer.
Le había contado todo, cada parte del día anterior: desde él encontrando a Taehyung golpeado cerca de los basureros, su viaje a la ciudad vecina, la consulta médica, la confesión que le hizo a su padre, la noche que había pasado con el chico, la forma en que este se levantó llorando. Había dudado en si debía contar o no su historia, trató de evadir el tema al principio, sin embargo, cuando la mujer le dijo que se sintiera seguro de liberarse de cualquier pensamiento, siguió su consejo. Contó a la doctora toda la historia detrás de los meses de ausencia del rubio; también le contó lo que sucedió cuando la historia acabó.
Ellos habían tenido una discusión. En medio de la madrugada, ambos habían empezado a llorar, uno por los recuerdos, y el otro por el sufrimiento ajeno. Jungkook trató de consolarlo de una forma pacífica, acercándolo a su pecho y tranquilizando sus latidos, diciéndole que no estaba solo y que él lo adoraba lo suficiente como para mantenerse a su lado.
No obstante, las cosas no acabaron ahí. Entre esas pláticas serenas, Jungkook no pudo contener su ira contra la madre del chico, y terminó pidiéndole que se alejara de ella, le ofreció quedarse con él y su padre. Jungkook no quería que Tae pasara un segundo más cerca de esa mujer, no quería que continuara dañándole de ninguna forma.
Taehyung no entendió, y mientras el sol salía, tomó sus cosas y se encaminó hacia la casa del pastor, en donde su madre lo recogería, dejando a un Jungkook preocupado y alterado en una habitación vacía. Allí fue cuando empezó a sentir la ansiedad apoderarse de él otra vez.
—No es así —dijo el joven, algo intimidado por las palabras de la mujer.
—No te quiero mentir —contestó ella—, y creo que sabes que no eres una persona estable en este momento.
—Sí, pero...
—No puedes ayudarlo si antes no te ayudas a ti —le cortó ella—. No puedes sanar sus heridas cuando las tuyas aún están cicatrizando.
Él soltó aire por la boca, en señal de incredulidad.
—Yo... —negó antes de proseguir—. Estoy mucho mejor, puedo con esto, pude controlar esa crisis, creo... Yo no puedo... No puedo dejarlo.
—No estarías dejándolo —aseguró ella—. En primer lugar, no deberías sentirte responsable por él, cada persona tiene una batalla que luchar, y tú debes terminar la tuya antes de meterte en otra.
—Yo ya terminé la mía.
La mujer lo miró con los ojos entrecerrados.
—Ah, ¿sí?
Jungkook asintió.
—¿Por qué pareces tan seguro? —cuestionó la mujer, con algo de intriga—. Solo han pasado unas cuantas semanas desde que hablamos sobre los problemas que tuviste en una ocasión con el contacto físico.
No hubo respuesta.
—Recuerdo que dijiste que la vez que obligaste a este chico Taehyung a tocar tu torso sentiste que la situación que viviste con tu ex novio se volvía a repetir. Algo que me recuerda a lo que sucede con el trastorno de estrés postraumático. Te sentiste asustado al recordar el momento, al verte expuesto a un estímulo similar, aunque no se lo demostraste. Apenas me liberaste ese pensamiento, no creo que ya hayas sido capaz de superarlo.
—Eso... —Él pensó un poco más en sus palabras—. Lo que dije en ese entonces fue que me sentí culpable, porque yo estaba haciéndole lo mismo que me hicieron a mí, aunque en ese momento no lo vi así, porque creía que si en lugar de tocar su cuerpo dejaba que tocara el mío... Creí que eso no sería un abuso, pero ahora veo mi error.
—Pero había más.
—Lo sé —soltó el chico—. Pero creo que fue por el ambiente de la situación, yo sabía que estaba haciendo algo mal, algo malo, solo que en ese momento creía que era por una buena razón y... No sé... Ya no me siento así... Cuando él me toca, en un ambiente honesto, no vuelvo a temer. Él me da paz.
—Una persona que te da paz no provoca crisis ansiosas.
Jungkook se dejó caer en el respaldo de su silla, llevando sus manos a su cabeza.
—Es que no es... —volvió a enderezarse—. No es él el problema, es su situación. Todo lo que me contó... Solo no quiero que siga sufriendo.
—Y eso está bien —confirmó ella—. Está bien que te preocupes por él, es una cualidad humana preciosa la de poder empatizar, la de preocuparnos por otros, pero primero debes ver por tu seguridad.
Jungkook rodó los ojos, ya estaba bastante molesto.
—Usted puede decir eso con facilidad —dijo—, pero estoy seguro de que entiende que el amor no es egoísta. No puedo pensar solo en mí.
Ella sonrío.
—El amor no es egoísta, tienes razón en eso, pero el amor tampoco debe ser dado a medias —afirmó—. Debes trabajar en ti, y cuando seas capaz de darte un amor sano a ti mismo, podrás dárselo a alguien más. No antes.
Tres meses parecen poco para la mayoría de personas, pero el tiempo es relativo. Tres meses encerrado en una celda sin agua o comida parecen el mismísimo infierno, mientras que tres meses con la persona que amas puede parecer apenas una probada del cielo.
Para Taehyung tres meses significaban tortura. Tres meses estuvo en casa de sus padres, tres meses en que le recordaron sus "pecados" y lo horrible persona que era por realizarlos, por sentirse así. Tres meses en que dañaron su alma y espíritu, tres meses de torturas y maltratos. Tres meses. Trece semanas. Noventa días. Más de dos mil horas. Y cada una de tormento.
El narrar su historia en Daegu se sintió como volver a vivirlo todo, escalofríos recorrían su piel en cada palabra, lágrimas salían de sus ojos ante cada memoria, la vergüenza inundaba su voz, su espíritu.
Soltó cada memoria punzante con detenimiento, centrándose en describir cada detalle y situación, era aterrador. Sin embargo, el tener a alguien abrazándolo durante cada sollozo le dio la fuerza para lidiar con todo.
Hasta que ya no fue así.
—No vuelvas a tu casa —había dicho Jungkook esa madrugada.
—Jungk...
—No quiero que sigas ahí, no quiero que sigas sufriendo.
El muchacho de cabellos castaños no parecía razonable, de un momento a otro le pidió que dejara todo y que se quedara allí, que olvidara a su familia, que no siguiera intentando. No era sencillo, él había pasado por demasiado solo para mantener a su familia unida y tranquila, no podía solo olvidarse de ellos. Por más que él lo quisiera, así no funciona una familia, incluso una con tantos problemas como la suya.
—Prometiste que no interferirías.
—¿Cómo podría cumplir eso después de todo lo que me contaste?
Taehyung no había tenido otra opción que dejar la casa. Él no se sentía listo para tener una discusión, así que trató de ser muy cuidadoso cuando le dijo al chico que quería marcharse a las cinco de la mañana para llegar a la casa de Soojin temprano.
Jungkook lo observó tomar su ropa y demás cosas, luego lo acompañó a la puerta principal. Taehyung le dio un abrazo antes de irse, y luego corrió hasta perderse de vista en la primera esquina que encontró.
Se ubicó la capucha de la sudadera que el chico le ofreció para ese pequeño viaje, y eso logró ocultarlo de las primeras personas que habían madrugado para abrir sus tiendas y demás. Cuando llegó a la casa de Soojin, esta estaba mirando por la ventana. Tae no tuvo que llamar, pues, en cuanto lo vio, la chica bajó enseguida a abrirle y meterle dentro. Al parecer, Jungkook le había llamado, para que estuviera atenta a su llegada.
La chica le explicó que había creado una telaraña enorme de mentiras para conseguirles ese momento. Había mentido tan bien que ahora incluso su padre, el pastor, pensaba que él estaba teniendo una pijamada con ella.
—Antes nunca me habría dejado tener una pijamada con un chico —le explicó—, pero después de mi confesión siento que trata de que me acerque más al sexo opuesto. Eso, o también puede tener que ver con los rumores de tu poco interés en las chicas.
Taehyung no contestó a esto, se mantuvo sentado en el sofá de la habitación, con la mirada gacha.
—Los cuales no son tan rumores, de todas formas —rio ella. La chica parecía algo distraída, pues se dio cuenta algo tarde del humor de su invitado—. ¿Pasó algo con ustedes?
Ella se sentó junto a él y tomó una de sus manos entre las suyas.
—Tienes los ojos rojos, ¿no fue una buena noche?
Taehyung negó con la cabeza. No tenía ganas de seguir hablando de eso, pero tuvo suerte, pues la chica no iba a seguir insistiendo.
—Jungkook me dijo que no quieres que tu madre sepa de la pelea —siguió ella—. Podemos usar algo de maquillaje, cubriremos el moretón, ya luego inventaremos alguna excusa para lo demás. Tengo una base que resultó muy oscura para mi piel, pero creo que queda con la tuya, puedes llevarla y usarla en casa, ¿sí?
Minutos antes de las siete de la mañana, la madre de Tae apareció en la puerta, con un conjunto de ropa para él y una bolsa de pan. La mujer se autoinvitó al desayuno de la familia. El pastor fue bastante amable, así que comieron juntos, y luego partieron camino a la iglesia, que afortunadamente quedaba muy cerca de allí.
Yunseo aprovechó el camino para hacerle algunas preguntas a su hijo sobre la bandita en su frente y la cicatriz en el labio, pero Soojin tomó la palabra de inmediato y contó una historia sobre Tae tropezando en su escalera. La chica era una buena mentirosa.
Al llegar a la iglesia, el pastor les contó que ese domingo era un día especial, pues estarían recibiendo a dos familias invitadas. Ambas eran nuevas en el pueblo, habían llegado con la apertura del centro comercial y aunque sus casas se ubicaban casi en la salida del lugar, se habían dedicado, en lo posible, a socializar con el resto del lugar.
Había más trabajadores extraños al pueblo en los diferentes puestos del centro, sin embargo, solo dos familias habían llegado al punto de mudarse para trabajar ahí.
Ambas eran la imagen de la familia tradicional. La primera se trataba de una pareja veinteañera recién casada, ambos muy cristianos y correctos, la mujer estaba esperando su primer bebé. La segunda pareja rondaba los cuarenta y tantos, y vivían con su último hijo, un chico de quince.
—Tengo entendido que usted ya los conoce, Sra. Kim —dijo el pastor, mientras abría las puertas del lugar.
—Si, los hombres de la familia trabajan en el centro comercial —acordó la mujer—. El Sr. Lee en una tienda de electrónicos, y el Sr. Hwang es uno de los inversionistas principales, él trabaja conmigo en la dirección del lugar.
—¿Conoce también a sus esposas?
—Anoche tuve una cena con los Hwang, y puedo decir que su esposa es algo severa y reservada para él —explicó la señora—. A la mujer del chico Lee no la conozco mucho, pero la he visto un par de veces en el centro comercial, es muy linda, su forma de vestir es siempre tan pulcra y delicada, por mucho un buen partido.
Taehyung miró a su madre mientras esta mantenía su vista atenta en la del pastor. Le había resultado extraño el que su madre le hubiese dado permiso para dormir fuera fácilmente, pero ahora que sabía que ella tuvo una cena la noche anterior, empezaba a cuestionarse la verdadera razón de su decisión.
—¿Cenaste con ellos anoche? —preguntó a la mujer una vez que ambos estuvieron sentados en los asientos del frente.
Su madre no lo miró al contestarle.
—Fue una cena de negocios —le explicó—. Pero no dormiste en casa, así que no puedes saberlo.
Taehyung se quedó callado por un rato, empezando a temer. ¿Sería posible que su madre supiese el verdadero lugar en el que durmió esa noche?
—Soojin... —murmuró él luego de un rato, tratando de reforzar la mentira de la chica—. Ella...
—¿Aprendió al final? —le cortó la mujer—. La veo un poco inquieta, no parece una buena estudiante, ¿te resultó difícil?
—¿Qué?
Su madre bufó.
—Cuando llegó a pedirme tu ayuda le dije que estabas ocupado, pero se empeñó en molestarme hasta que tuve que aceptar, es una chica un tanto irritante. Si no fuera porque es la hija del pastor... —La frase quedó en el aire—. Es bueno ganar puntos con las familias importantes, pero que no se te convierta en un hábito eso de ayer.
Taehyung asintió cuando la mirada demandante de la mujer se plantó en él.
Cuando las personas empezaron a llegar, su madre guardó su mueca de desagrado y se puso su mejor sonrisa de amabilidad para saludar a los hermanos que ocupaban los asientos a su alrededor.
Taehyung sintió que su corazón se detenía cuando la Sra. Jeon terminó ocupando el asiento junto a su madre.
—Se ve muy hermosa hoy, Sra. Jeon.
La mayor de las mujeres le obsequió una sonrisa no muy grande y le dio un cumplido parecido. Luego se inclinó un poco para mirar a Taehyung.
—Tae, qué sorpresa verte aquí —dijo, con un tono de voz peligroso—. Pensé que despertarías más tarde.
Taehyung no supo qué contestar, el miedo empezaba a adueñarse de él. La Sra. Jeon sabía que había dormido en su casa, y parecía querer usar esa información.
—¿Despertar más tarde? —inquirió la Sra. Kim, girándose a mirar a su hijo.
—Ayer... —empezó este—. En el ensayo dije que tenía mucho sueño como para madrugar, pero... —Entonces miró a la Sra. Jeon, quien le observaba con los ojos entrecerrados—. No hablaba en serio, hoy me levanté muy temprano.
El asunto pareció quedar ahí, aunque el chico notó que la mirada de la Sra. Jeon se mantenía en él por más tiempo del necesario.
El culto de ese domingo transcurrió con normalidad, exceptuando el momento en que el pastor presentó a los nuevos hermanos. No parecían personajes relevantes, ambas parejas vestían de forma prudente y complaciente, al menos para los de la capilla. Las mujeres usaban faldas largas y abrigos que cubrían sus hombros y brazos, los hombres traje con corbata y zapatos bien lustrados.
Cuando el culto acabó, la madre de Taehyung le pidió a este que la esperara afuera mientras ella iba a saludar a los nuevos hermanos. Tae no tenía ganas de hablar con nadie, así que caminó con la cabeza gacha hasta la salida. Se encontraba tan sumido en sus pensamientos que cuando alguien lo agarró de la muñeca y lo jaló, no pudo hacer otra cosa que dejarse llevar.
—¿Cuándo le dirás?
Era la Sra. Jeon. La mujer lo había arrastrado hasta un lugar un tanto apartado de las demás personas, en cuanto llegaron ahí le soltó, para mirarle a la cara e interrogarle.
—¿Qué? —Él estaba más perdido que de costumbre.
La mujer lo miraba con ojos llenos de enojo, aun cuando su sonrisa disimulaba bien para cualquiera que pudiera verla desde lejos.
—¿Planeas si quiera decírselo en algún momento? —volvió a interrogar la mujer—. ¿O solo piensas seguir mintiéndole y asistiendo a esta iglesia como si ya no fueses un pecador?
Taehyung no contestó, trató de arreglar la manga de su camisa mientras se hundía en la mirada de la mujer.
—Anoche dormirse con él —murmuró ella luego—. Tú no has cambiado, sigues pecando.
Entonces sí lo sabía. Enseguida trató de negar con la cabeza, quería decirle que esa noche no había pasado nada, pero la mujer habló antes de que el pudiera siquiera abrir la boca.
—En realidad pensé que habías tomado la decisión de cambiar —le dijo—. Eras un buen chico, yo siempre confié en ti, ¿cómo dejaste que mi sobrino te llevara por este camino?
—Él no hizo nada —murmuró Taehyung, bajando la vista de repente.
La mujer asintió.
—Debí imaginar que no sería tan fácil sacarlo de tu mente. Ese chico es un demonio.
Taehyung levantó rápidamente la cabeza, con el ceño fruncido.
—No lo es —declaró, manteniendo su tono tranquilo aun cuando empezaba a sentirse enojado.
—No te das cuenta, pero él te está alejando de todo lo que nuestro Señor quiere para ti.
—Yo no... —Tragó salva antes de seguir—. No estoy alejándome.
—¿En serio? —la mujer miró a su alrededor y se acercó un poco más al joven—. Porque acostarse con otro hombre no está señalado como pecado en la biblia por nada.
—Solo dormimos.
—Júralo —pidió la mujer, mirándolo a los ojos—. Ante nuestro señor, dime que anoche no pasó nada más entre ustedes.
Pero él no podía hacer eso. Volvió a tragar saliva, mantuvo sus ojos firmes en la mujer frente a él, y aunque no respondió palabra alguna, su silencio fue suficiente respuesta.
—En serio esperaba que lo negaras —aceptó la Sra. Jeon, mirando al joven con más decepción de la usual—. Así que... ya llegaron a eso.
Ella negó con la cabeza, y bajó su mirada, como si no pudiera mantenerla en alto por más tiempo.
—Dile a tu madre —dijo entonces—. Dile la verdad y deja la iglesia, o sé valiente y deja a mi sobrino. No puedes tener ambas, a nuestro Señor no le gustan los tibios.
Con estas palabras la mujer terminó su discurso y volvió a ingresar a la iglesia. Taehyung se quedó un rato parado en ese lugar, hasta que un grupo de personas se acercó a saludarle.
Se trataba del grupo usual de mujeres, estas trataron de sacar tema de conversación, pero él no respondió a sus intentos, al no lograrlo, decidieron despedirse rápidamente.
Cuando la madre de Tae salió, el chico se apresuró a ubicarse a su lado, quería irse de ese lugar.
—Mamá, ¿podemos irnos ya? —dijo en voz baja, tratando de ocultar su creciente incomodidad.
Para su sorpresa, la mujer lo miró algo asustada, y luego se giró hacia la pareja que venía a su lado.
—Él es mi hijo —lo presentó, con una sonrisa algo incómoda en su boca.
—Mucho gusto —dijo el hombre, inclinándose—. Nos alegra poder verte, tu madre nos dijo que de seguro ya te habías marchado.
Se trataba de los Hwang, quienes venían acompañados de su hijo, un chico alto que Tae había visto algunas veces en el comedor de su colegio.
Taehyung no supo qué decir, tardó unos segundos de más en contestar la reverencia del trio, y forzar una sonrisa hacia ellos.
—Perdón —se disculpó, sabiendo que no había hecho nada mal, pero sintiendo lo contrario—. Mi nombre es Kim Ta...
—Señor Hwang, yo pensé que estaban algo apurados —lo interrumpió de repente su madre, hablando al hombre de la familia—. Ya es tarde, supongo que su esposa debe ir aun a cocinar, no deberíamos entretenerlos más.
Su madre sonrió, y la familia frente a ella le imitó.
—Claro que no, no es problema —dijo el hombre, llevando una mano al hombro de ella—. Justo estábamos pensando en salir a almorzar, supimos que en la ciudad de al lado hay un buen restaurante de sushi. En realidad, quería hablarle de eso, creo que sería una buena idea incorporar un lugar así a los locales del centro comercial, justo estaba por presentar la propuesta ante los demás.
—Me parece una buena idea —dijo su compañera de trabajo—. Entonces, no los molesto más, deberían ir.
—Pueden acompañarnos si lo desean —sugirió el hombre, dándole a Tae una rápida mirada—. Tú y tu hijo podrían acompañarnos.
Taehyung vio la sonrisa de su madre tambalear.
—Ta... Eh... Él tiene mucha tarea —dijo al final ella, apuntándolo—. Y yo debo hacer nuestro almuerzo, así que...
—Oh, vamos —insistió el Sr. Hwang—. Creo que es importante para el desarrollo del proyecto.
Tae vio a su madre dudar.
—Creo que yo podría ir —terminó diciendo—, pero mi hijo debe terminar sus tareas y eso, no quiero que le vaya mal en el colegio.
—Entiendo —dijo el hombre—. Nuestro hijo era el mejor de su clase en nuestra antigua ciudad, ahora está en un puesto más bajo, pero subirá en cualquier momento.
El hombre miró al joven a su derecha, quien observaba algún punto en el suelo con la mirada perdida.
La madre de Tae suspiró.
—Bien, entonces... —se giró hacia su hijo—. Querido, tal vez puedas quedarte a almorzar con Soojin. Él es muy amigo de la hija de nuestro pastor —presumió la mujer—, una hermosa chica, siempre he creído que es importante tener buenas amistades.
—¿Quieres que me quede aquí? —preguntó Taehyung, cada vez más sorprendido por el actuar de la mujer.
—Hablaré con el pastor —dijo ella, quitándole seriedad al asunto con una encogida de hombros—, luego puedes hacer tus tareas con Soojin y así le ayudas con lo que ella no entienda. Oh, mi hijo es tutor de la chica —dijo ahora hacia la familia—. Él es muy listo, siempre le digo que por eso debe ayudar al que no lo es tanto.
Taehyung miraba la escena sintiéndose desconectado, su madre no solía hablar de él de esa forma. O tal vez él nunca le había visto hacerlo.
—Concuerdo —respondió el hombre—. Entonces, la esperamos. Dejé el auto aquí a la vuelta, iremos subiendo mientras usted habla con el pastor.
La mujer sonrió y asintió hasta que la familia estuvo lo suficientemente lejos de ellos.
—Mamá...
—Ven —le cortó ella, caminando hacia el interior de la iglesia.
El pastor, el Sr. Shim, la Sra. Jeon, y Soojin se encontraban guardando los instrumentos y arreglando el escenario, todos se giraron al ver al chico y su madre entrar por las puertas.
—Pastor, disculpe, quería hablar con usted —pidió ella, haciendo que el hombre de traje bajara del escenario.
—Claro, ¿en qué puedo ayudar?
—Si, es que... —la mujer miró a los demás, atentos a su conversación, y bajó la voz—. Quería saber si Taehyung puede almorzar con usted, sucede tengo un almuerzo de trabajo y temo dejarlo solo.
El hombre sonrió y asintió.
—Claro, por mí no hay problema —dijo—. En realidad, hoy almorzaré con el grupo de alabanza, iremos al restaurante de siempre, el de la señora Ho.
Taehyung sintió un peso reposar sobre su pecho, dificultando su respiración. El almuerzo con el grupo de alabanza había sido parte de su vida por tantos años... No estaba listo para volver a vivirlo, no después de todo lo que había pasado.
—Perfecto —dijo su madre, ignorando por completo la cara de incomodidad de su hijo—. Entonces los dejo, debo retirarme. Lo pasaré viendo en su casa cuando vuelva.
El pastor asintió, y todos vieron como la mujer dejaba el lugar. Luego sus miradas se concentraron en el chico rubio que jugaba con nerviosismo con los dedos de sus manos.
—¡Taehyunnie! —dijo de repente una voz conocida. Tae levantó la cabeza para ver al Sr. Shim acercarse hacia donde estaba—. Me alegra que te nos unas, muchacho —le dijo con unas cuantas palmadas en su hombro—. Será como en los viejos tiempos.
Taehyung no pudo sonreír, por más que quiso, por más que intentó fingir estar bien. No lo estaba.
Entonces se escuchó un bufido, el Sr. Shim se giró hacia el escenario. Tae no tuvo que hacerlo para saber de parte de quién vino. Se escucharon unos pasos de tacón bajando la pequeña escalera. La Sra. Jeon se plantó frente a ellos.
—¿Los viejos tiempos? —preguntó, mirando al hombre mayor—. Él nos mentía durante esos tiempos, y usaba esta iglesia para llevar a cabo sus pecados.
—De eso ya pasó mucho —se quejó el hombre—. No puedes vivir en el pasado, la gente comete errores, y más de jóvenes.
—Sí, pero el punto está en arrepentirse —dijo ella. Tae no levantó la vista, pero sabía que lo estaba mirando—. ¿Te arrepientes de tus errores, Taehyunnie?
Ese nombre. Por alguna razón, la forma en que lo dijo le hizo sentirse como un impostor, como alguien que fingía ser bueno e inocente, cuando no era más que un mentiroso.
—Señores, ya deberíamos irnos —interrumpió de repente una voz. Soojin tomó a Tae del brazo y lo alejó de los mayores—. Vamos, tengo mucha hambre.
Ambos avanzaron hacia la salida, dejando a los demás detrás.
—No los escuches, ¿sí? —le murmuró—. Menos a ella, últimamente está insoportable.
El local de la Sra. Ho era un establecimiento sencillo, un lugar amplio con mesas de madera y menús decorados con bordes de encaje. Durante años fue el lugar favorito del grupo de alabanza. La última vez que Tae estuvo ahí todos le sonreían, recordaba estar feliz junto a los adultos que hablaban sobre música y pasajes bíblicos. Si se esforzaba aún podía recordar la emoción con la que él proponía intentar nuevos himnos, y les hablaba sobre su propuesta de escribir canciones originales, idea que siempre acababan dejando en el cajón de las sugerencias.
Parte de él deseaba volver a esos momentos. Todo era más fácil en ese entonces.
Cuando la Sra. Ho llegó a dejarles la comida, lo miró con una expresión severa. Tae se sorprendió de verla, normalmente ella pasaba en la cocina, y eran los meseros quienes hacían ese trabajo.
—Así que, ¿lo dejaron volver al grupo de alabanza? —preguntó la mujer al resto, aun manteniendo sus ojos fijos en Taehyung.
—Él solo está acompañándonos —aclaró el pastor amablemente—. Es nuestro invitado hoy.
La mujer no movió sus ojos.
—Que sepa, pastor, que la única razón por la que dejo que este individuo se quede en mi restaurante, es porque está bajo su decisión —dijo—. No me atrevería a ir en contra de la palabra y cuestionar su razonamiento.
—Entiendo —dijo el pastor, algo incómodo.
Taehyung apartó su mirada de la de la mujer, era demasiado dañina.
—Y tú, joven Kim —siguió esta—, debes saber que no eres bienvenido aquí. No después de lo que le hiciste a nuestra iglesia, no después de burlarte de esa forma de todos nosotros.
Él no contestó, tragó saliva, tratando de tranquilizarse. Sus ojos empezaban a picar.
—Me retiro —dijo entonces la mujer—. Espero que tengan un buen almuerzo.
El ambiente se quedó en silencio, incluso las mesas cercanas se habían quedado calladas para escuchar la conversación.
—Esa mujer siempre ha sido muy rencorosa —dijo entonces el Sr. Shim, tomando una cuchara para probar su sopa—. De tanto que habló, hasta dejé enfriar mi sopa.
Para Tae esa comida fue de lo más incómodo posible, no se sentía seguro de decir o hacer nada, las personas en los alrededores le dedicaban miradas extrañas y juzgadoras, y la Sra. Jeon no dejaba de lanzar indirectas sobre su "traición hacia ellos" en cada oportunidad que tenía.
Él no pudo relajarse hasta que llegó a la casa de Soojin y el pastor les dejó subir a la habitación de la misma.
—La gente de este pueblo en serio necesita actualizarse —dijo la chica, sentándose en la cabecera de su cama, mientras el chico tomaba asiento en el sillón cerca de la ventana.
—Tampoco están tan equivocados —murmuró él, mirando sus dedos.
La muchacha lo miró con extrañeza.
—Espera, ¿en serio vas a apoyarles?
—No debí besarlo en la iglesia —se explicó él—. Hay muchas cosas que no debí de haber hecho.
Tae oyó como la chica se levantaba y caminaba hasta sentarse a su lado.
—A ellos no les molesta que lo hayas besado en la iglesia —dijo—. Si hubieras besado a una chica te habrían eximido de culpa de inmediato. Sabes bien cuál es el problema que ellos ven, y es una idiotez.
Él se mantuvo callado, sabía bien que ese era el problema, pero no podía evitar sentirse culpable.
—¿Crees...? —Dudó un poco al hacer la pregunta—. ¿Crees que en algún momento pueda... volver a tener la vida que tenía?
No quería mirar a la chica, no estaba seguro de por qué le estaba haciendo esa pregunta, misma que lo acompañó durante todo el almuerzo, y tal vez, incluso antes.
Soojin puso una mano sobre su antebrazo, como tratando de darle apoyo.
—Creo que la pregunta es si quieres volver que tener la vida que tenías.
Entonces él levantó la mirada. No respondió, pero sintió la pregunta en toda su piel.
¿El en realidad quería volver a la vida que tenía? Es que, si lo pensaba superficialmente, la calma en la que vivía antes era tentadora. Sin embargo, también había algo de incomodidad en quien era en ese entonces, en la forma deshonesta en la que mentía sobre sus sentimientos, sobre sus deseos para su propio futuro.
—Las cosas ahora no son mejores —terminó respondiendo.
—Las cosas no serán fáciles o mejores hasta que tú te propongas vivirlas de esa manera. Si haces lo que te hace feliz, el mundo empieza a sentirse así.
Él se quedó callado, no estaba seguro de cómo se sentía acerca de esas palabras, de cómo se sentía acerca de todo, estaba demasiado perdido, demasiado confundido. El día anterior se había sentido tan libre, tan poco prudente, había hecho cosas por las que ahora temía consecuencias, pero muy en el fondo deseaba volver a vivir.
Por más que lo intentaba no podía ignorar todo sobre la noche anterior. En primer lugar, estaban las imágenes vívidas de los recuerdos, volviendo a ocupar su mente mientras realizaba la narración. Al principio pensó que podría manejarlo, pero no tardó más de cuatro palabras en romper en llanto.
Ahí estaba el segundo lugar. Cuando la primera lágrima cayó, esta fue apartada de su rostro por Jungkook. Cada sollozo fue contenido por él. Taehyung se sintió tan seguro entre sus brazos. Quería seguir allí, incluso mientras tomaba sus cosas y bajaba las escaleras, sabía que el único lugar en el que deseaba estar era esa cama, entre el calor del cuerpo ajeno y las mantas.
Sintió una lágrima caer por su mejilla mientras el arrepentimiento se adentraba en su ser. Tal vez no debió dejarlo así, tal vez debió quedarse más tiempo. ¿Cuándo volvería a tener la oportunidad de dormir entre sus brazos otra vez?
—¿Quieres hablar con él? —preguntó de repente la muchacha, sacándole de sus pensamientos.
—¿Él?
Ella sonrío. Él no engañaba a nadie con esa pregunta.
—No, no quiero hablarle —respondió entonces—. Anoche fue... —Tragó saliva—. No estoy seguro de cómo dejamos las cosas.
—Solo era una idea —dijo ella—. Es decir, podrías aprovechar que tu madre no está y llamar a quien quieras desde mi teléfono, por eso creí que...
—¿Podría llamar a quien quiera? —le interrumpió, repentinamente emocionado.
—Sí, es lo que estaba diciendo. ¿Hay alguien a quién quieras llamar?
Él pasó la lengua por sus labios y miró al suelo. La persona apareció de inmediato en su memoria.
—Nana...
Soojin se levantó a buscar su teléfono enseguida.
—¿Hace cuánto no hablas con ella?
—El día en que se fue, hace dos semanas —explicó—. Esa noche traté de llamarla al número de mi tío, pero él no contestó. He intentado unas cuantas veces desde entonces, pero desde que cayó al agua mi teléfono empezó a fallar, prácticamente ya no sirve. Y mamá no me deja usar la línea fija porque...
—Ella te pone muchas trabas —le dijo la chica, extendiéndose su celular desbloqueado.
Taehyung lo tomó y enseguida marcó el número que ya había memorizado. Acercó el celular a su oído y escuchó el pitido de espera, se repitió seis veces hasta que alguien tomó el teléfono.
—¿Hola? —Era la voz de su tío. Por fin había contestado.
—¿Tío? —preguntó, demasiado sorprendido como para evitar tartamudear—. So-soy... soy Taehyung. ¿Está Nana con usted?
El otro lado de la línea se quedó en silencio por un rato.
—¿Taehyung? —repitió el hombre.
—Sí.
—¿Este es tu número? ¿Cambiaste de celular?
¿Eso debería decirle algo? ¿Había la posibilidad de que el hombre estuviese ignorando sus llamadas a propósito?
—Es... es el número de una amiga.
—¿Amiga? —repitió el hombre.
—Tío, ¿está mi abuela ahí?
Un poco más de silencio.
—¿Tío?
Un suspiro.
—¿Ella está bien? —continuó preguntando el chico—. ¿Para... para cuándo está su cirugía?
—Tú mamá va a matarme, Taehyung —fue lo que contestó el hombre.
Tae no entendía nada, pero algo en su pecho empezaba a molestar.
—¿Puedo hablar con mi abuela? —volvió a insistir—. Solo será un momento, prometo que no tardaré mucho, solo quiero saber si ella está...
—Ella no está aquí —le interrumpió el hombre—. Supongo que te enterarás en algún momento, su cirugía está programada para dentro de un mes, pero ella no está con nosotros ahora.
—¿Qué?
No estaba entendiendo nada.
—¿Ella está bien? ¿Por qué no está con ustedes? Pensé que ella...
—Tú mamá no quería preocuparte. Se supone que no debías saber de todo esto.
—¿Dónde está ella? —pidió entonces Taehyung, con una voz menos amable—. Quiero hablar con ella.
—No está aquí.
—¿Dónde está?
—Ella está bien, Taehyung —explicó el hombre—. La enviamos a un centro... a una casa, en la que se encargarán de cuidarla hasta que llegue el día de su cirugía.
—¿Qué?
De repente sintió algo apresar su corazón. ¿Qué le habían hecho a su abuela?
—Ella está bien, allá tiene enfermeros por si pasa algo, y hay otros ancianos que le hacen compañía mientras...
—¡¿La enviaron a un asilo?!
Terminó levantando la voz, incluso tuvo que dejar el sillón para poder controlar la furia que amenazaba con explotar en su interior. No era posible que le hicieran eso a su abuela, no era justo.
—Taehyung, cálmate. No es para tanto.
—¡¿Cómo pudieron hacerle eso?! —Tae sintió su voz quebrarse, si no se controlaba terminaría llorando en media llamada.
—No es algo malo, Taehyung —le reclamó su tío—. Aquí nadie podía vigilarla, mi esposa trabaja y la niñera no está capacitada para atender a ancianos. Hicimos lo mejor para ella, y la visitamos cada fin de semana, no es como si...
—¡La encerraron en ese lugar! —exclamó el chico.
—¡Taehyung, no me levantes la voz!
Soojin lo miraba desde su sillón, tenía una expresión llena de preocupación, parecía debatirse entre la manera correcta de ayudar a calmar al muchacho.
—¡Sáquenla de ahí! Dejen que vuelva a casa —exigió Tae, lágrimas ya cayendo en su rostro y reflejándose en su tono de voz.
—Ella está bien, es lo mejor...
—¡La dejaron con un montón de extraños! —reclamó el chico—. ¡¿Por qué se la llevaron si no podían cuidarla?! ¡Sáquenla de ahí!
—Taehyung, estás exagerando las cosas, ella está bien.
—¡No, no lo está! —declaró—. ¿Cómo lo estaría con hijos como ustedes?, ¿cómo se atreven a hacerle esto?
—Estás siendo un irrespetuoso, Taehyung. Voy a cortarte.
—¡No puede...!
El sonido de la llamada terminada detuvo las palabras del chico.
—Tae... —intentó Soojin.
El chico vio el celular en su mano con una expresión que era una mezcla de enojo y angustia.
—Perdón... —termino diciendo luego de un rato, dejando el celular sobre el escritorio de la chica y empezando a caminar hacia la puerta del cuarto—. Debo volver a mi casa.
Soojin se levantó del sillón, algo preocupada.
—Tae, tu mamá...
—Dile que me fui —se giró para decirle—. Por favor.
Soojin asintió, y se mantuvo quieta en su sitio. Taehyung salió del lugar. Agradeció no encontrarse al pastor en el camino hacia la puerta de salida.
Estaba enojado, frustrado, dolido. Era tan injusto. Él podía soportar cualquier cosa que le hicieran, ya se había resignado a ser castigado, porque él sabía que había cometido errores, que en parte merecía ese castigo. Pero su abuela no. Ella no era culpable de nada, y aun así estaba pagando.
Llegó a su casa con el rostro empapado en lágrimas, para solo llorar más al ver el lugar tan vacío, al ver la falta de olor a repostería en el ambiente, al notar la ausencia de amor en todo el sitio.
Él conocía a su abuela, era una mujer hogareña, si bien era buena haciendo amigos, no era una persona que disfrutara de estar lejos de su hogar, de su gente, de su familia. No era justo apartarla de todo lo que ella amaba.
Y todo por su culpa.
Jungkook apenas se encontraba llegando a su casa de la sesión de terapia de esa semana, cuando recibió la llamada de Soojin.
—Hol...
—Tae acaba de irse de mi casa.
Ella apenas le dejo hablar.
—¿Qué? —Jungkook miró a su padre, quien aún seguía sentado en el asiento del conductor—. Espera, no entiendo, ¿qué hacía en tu casa?
—Su madre lo dejó aquí —explicó la chica con algo de prisa—, pero ese no es el punto. Le ofrecí una llamada, y llamó a su tío, tuvo una discusión con él. Al parecer tienen a su abuela en un asilo.
—¿Qué? —Jungkook se llevó una mano a la frente—. ¿Qué carajos les pasa?, ¿cómo pudieron hacer eso?
—No sé, pero, Jungkook... Tae se fue de aquí muy enojado, me preocupa lo que pueda pasarle, dijo que iría a su casa, y...
—Papá, ¿puedes llevarme a casa de Taehyung? —preguntó de repente, interrumpiendo su llamada.
Su padre abrió mucho los ojos, acaba de aparcar el auto, dio un suspiro y volví a encenderlo.
—Jungkook, solo... no seas duro con él, ¿sí? Tuvo un día complicado.
—No te preocupes.
El chico cerró la llamada y pasó una mano por sus cabellos. Se quedó en silencio hasta que estuvieron a solo metros del destino. Su padre pareció no aguantar más sin información, así que pidió por ella.
—¿Hay problemas? —preguntó, desviándose del camino hacia la iglesia y empezando a subir la colina hacia la casa del rubio.
—Al parecer la madre de Tae metió a la Sra. Kim a un asilo.
—¿Qué? —el hombre frunció el ceño y negó con la cabeza—. Y yo que pensé que tenía problemas...
El auto se detuvo, Jungkook bajó enseguida y corrió hacia la puerta. Dudó un poco antes de golpear, pensando en que haría si la madre del chico salía a recibirlo; pero luego supuso que, si esta dejó a Taehyung en casa del pastor, significaba que había tenido que salir.
Tocó la puerta. Nadie contestó.
—¿Quieres que suene el claxon? —preguntó su padre desde el auto.
Jungkook frunció el entrecejo, no sabía si era buena idea el alertar a los vecinos de más abajo.
—¡Taehyung, soy yo! —gritó con una voz moderada—. ¡Ábreme, por favor!
No hubo respuesta.
—¿Estás seguro de que está en casa? —preguntó su padre.
Jungkook lo miró un momento y luego caminó hasta el auto, puso la mano en la manija para abrir la puerta y entonces se giró de súbito para mirar hacia la ventana del piso de arriba. Cuando vio una cortina cerrarse de inmediato, soltó un suspiro.
—Él está viéndonos —le dijo a su padre.
—¿Lo viste?
—¡Tae, puedo verte! —gritó entonces. La cortina volvió a moverse, y Jungkook juró que pudo escuchar el sonido de pasos y una puerta cerrándose.
—Jungkook, creo que no hay nadie —dijo su padre.
Pero Jungkook sabía que no era así. Miró hacia las flores del frente de la casa, al hacerlo notó que estaban casi marchitas, al parecer nadie las había regado hace bastante. Recordó de nuevo a Nana, y entonces decidió actuar.
—Voy a entrar —le dijo a su padre, antes de caminar hacia una de las macetas y rebuscar entre la tierra dentro de ella hasta encontrarla llave de repuesto que Nana había dejado para él semanas atrás.
—¿Qué haces? —preguntó su progenitor, quien no podía ver bien qué hacía desde el auto.
Pero él no contestó, subió los escalones del porche y metió la llave en la cerradura. Cuando esta abrió la puerta, no pudo evitar soltar una leve sonrisa. Luego se giró y corrió hasta el auto de su padre.
—Pude abrir la puerta, Nana dejó una llave hace...
—¿Qué estás pensando hacer? —le interrumpió el hombre, llevándose una mano al entrecejo.
—Solo voy a entrar y...
—Si la madre de ese chico te encuentra, va a armar un escándalo —le advirtió—. Puede que hasta te denuncie con la policía por allanamiento de morada.
—Estás exagerando. —Pero él sabía que no era así—. Solo entraré y hablaré con él un rato, quiero ver que esté bien.
—Jungkook, escucha, no creo que sea buena idea. Esa señora...
—Papá —le cortó él—, seré cuidadoso. Por favor.
El hombre le miró con duda.
—Volveré a casa en unas horas, y te prometo que no dejaré que la policía me atrape —añadió lo último con una sonrisa juguetona que contagió a su padre.
El hombre encendió el auto y negó con la cabeza.
—Más te vale —le dijo—. Si acabas en la comisaría, no iré a sacarte.
El muchacho sonrió, y vio como su padre giraba el auto para volver por el camino. Cuando este se hubo perdido de vista, se giró hacia la casa.
Dio un suspiro antes de caminar hacia ella e ingresar. El lugar tenía las luces todas apagadas. Notó que algunas de las almohadas de los sillones estaban en el suelo, junto a un florero de plástico y unas flores artificiales. Decidió apresurarse a subir las escaleras.
Apenas puso ambos pies en el segundo piso pudo escuchar la voz de Taehyung dirigiéndose a él.
—¡Vete! —La voz llegaba desde la habitación de la abuela. Se notaba cansada y temblorosa. El chico había estado llorando—. ¡Por favor, no estoy de humor!
—Tae, yo...
—No te abriré —le interrumpió—. Solo... déjame solo.
Jungkook caminó hacia la puerta y puso su oreja contra la madera.
—Solo quiero hablar —le dijo, con una voz mansa, para tratar de calmarlo.
—No quiero hablar.
Jungkook escuchó la voz muy cerca, así que supuso que el chico estaba recostado contra la puerta. Decidió hacer lo mismo del otro lado de esta.
—¿Por qué estás llorando? —preguntó luego, mientras dejaba caer su cabeza en la madera.
—Sé que Soojin te contó todo... de otra manera no estarías aquí.
—Perdón...
Taehyung no respondió. Jungkook pudo oír sus fallidos intentos de controlar su llanto.
—Tae, déjame pasar —le pidió—, por favor.
No hubo respuesta, pero esta vez el llanto se escuchó más claro.
—Vi el desastre que hiciste abajo —siguió—. Solo quiero asegurarme de que estás bien.
Otra vez los llantos y la falta de respuesta se hicieron presentes.
Jungkook se estaba desesperando y, después de lo que el chico le había contado el día anterior, no podían culparlo por temer que volviera a tener otro arrebato de furia y tratara de dañarse. Entonces llegó a su mente la idea de que pudiera estar llorando por alguna autolesión reciente, el miedo se apoderó de su ser. Enseguida se levantó y volvió a enfrentar la puerta.
—Tae, voy a entrar —le dijo.
Él no había querido hacerlo antes, aun cuando sabía que la llave de la puerta funcionaba con todas las cerraduras de esa casa, quería darle al chico su espacio, pero ahora que todas esas alarmas llenaban su cabeza no parecía quedarle otra opción.
—¡Solo vete! —lloriqueó Taehyung del otro lado.
Jungkook insertó la llave.
—Maldita sea —oyó al rubio quejarse, para después escuchar sus pasos alejándose de la puerta.
Cuando Jungkook entró a la habitación se encontró con un lugar vacío.
—¿Tae?
Nadie contestó. Pasó sus ojos por todo el lugar, hasta que se encontró con una puerta más. El cuarto de la abuela tenía un baño interior.
—¡Taehyung! —se quejó, caminando hacia la nueva puerta—. ¡Sal de ahí, por favor!
No hubo respuesta.
—¡Sabes bien que tu abuela hizo que todos los cerrojos fuesen iguales! —le recordó.
Se escucharon más sollozos dentro del lugar.
—Tae, solo quiero ayudarte —le dijo después, con la voz más calmada—. Todo lo que está pasando es... es demasiado y...
Entonces escuchó agua cayendo. Tae había abierto la ducha, de seguro con el fin de no escucharlo.
—¡Taehyung! —lo regañó Jungkook, antes de regañarse a sí mismo mentalmente. No debía ser muy duro con él.
Aunque eso sería difícil, porque el chico no le ponía sencillas las cosas. Pero no podía dejarlo, no en un momento así. Su madre nunca le sería de apoyo, y no estaba en condiciones de ayudarse a sí mismo.
—Tae, perdón, voy a entrar.
Los pasos del rubio se escucharon una última vez, y luego una cortina cerrarse. Jungkook suspiró antes de meter la llave en la hendidura y abrir la puerta. Entró al pequeño baño y suspiró, sabiendo que Taehyung se encontraba del otro lado de la cortina.
—Tae, yo...
—Por favor... —lloró el chico. Su voz se escuchaba nítida ahora que no había puertas entre ellos—. Solo vete.
Jungkook caminó hacia la cortina y agarró una parte con su mano.
—Voy a entrar —dijo una última vez, y al no obtener respuesta, corrió la misma hacia un lado.
La imagen que encontró detrás de ella oprimió su corazón. Taehyung estaba sentado en el suelo de la regadera, con la espalda recostada en la pared y abrazando sus piernas recogidas. Su cabello claro se pegaba a su frente, y el maquillaje de su rostro se había corrido con el agua, dejando visibles los moretones en su piel. Pero lo más doloroso era la visión de sus ojos. Jungkook nunca los había visto tan apagados, ni siquiera la noche anterior.
—Tae... —dijo con la voz quebrada, aún parado frente a la escena.
El chico apartó su mirada de él y mordió su labio inferior.
—¿Por qué haces esto? —se quejó con la voz temblorosa—. No necesito que me ayudes. No quiero irme de aquí.
Jungkook no pudo seguir solo observando.
—No vine a hacer eso... —dijo, mientras se metía debajo de la regadera y se sentaba junto a él—. Vine a acompañarte, nada más.
Él chico lo miró a los ojos, y estos enseguida volvieron a llenarse lágrimas. Jungkook pasó uno de sus brazos por su espalda y el otro por el frente, y lo atrajo hacia sí mismo.
Taehyung lloró con fuerza y se dejó sumergir en el abrazo. Jungkook lo apretó contra su pecho, y, sin pensarlo demasiado, lloró con él una vez más.
El agua se mantuvo cayendo, tanto de la regadera como de los ojos de ambos chicos. Ninguno dijo palabra alguna, porque no era necesario, pues veces no necesitas de alguien que te salve de la tormenta, a veces necesitas de alguien que esté dispuesto a mojarse bajo ella junto a ti.
Cuando Tae empezó a tranquilizar su respiración, Jungkook empezó a pensar en las palabras correctas para decirle. No quería que se alejara de él, pero si seguían demasiado tiempo bajo la ducha, ambos podrían contraer un resfriado.
No obstante, Taehyung fue el primero en hablar.
—Gracias —dijo con la voz temblorosa, hundiendo un poco su rostro en el cuello ajeno—. Perdón por todo esto...
Jungkook levantó una mano y le acaricio la mejilla, cerca del moretón.
—No te preocupes...
—Sí me preocupo —Taehyung se enderezó y puso su rostro frente al otro—. Soy un desastre y te estoy envolviendo en esto.
—Te recuerdo que fui yo el que decidió meterse bajo la ducha contigo —le hizo saber Jungkook, soltando una sonrisa al final que hizo sonreír a su contraparte.
Taehyung negó con la cabeza.
—Eres demasiado bueno.
Y Jungkook soltó un resoplido. Llevó su mirada hacia el frente.
—Deberías escribir esa frase y firmarla —dijo—. Es la primera vez que alguien me la dice.
Taehyung sonrío, antes de ubicar una mano en la mejilla contraria y acercar sus rostros hasta hacer rozar sus narices. Jungkook sintió una ola de nerviosismo apoderarse de repente de él. El agua seguía corriendo por los rostros de ambos, pero incluso el frío de esta no pudo evitar que de repente sus mejillas se sintieran demasiado calientes. Se sintió muy nervioso de súbito, como si la cercanía del otro chico lo alterara, como si nunca lo hubiera sentido tan cerca.
—¿Qué... qué haces? —preguntó, sin poder dejar de mirarle los labios.
Taehyung no respondió, Jungkook solo se quedó ahí, esperando a que algo pasara y respirando con dificultad, hasta que dejó de hacerlo, pues se vio obligado a contener la respiración cuando el rubio pegó sus labios a los suyos, besándolo.
Volvió a respirar cuando el beso se rompió y Tae se alejó solo un poco.
—Perdón por alejarte —le dijo, manteniendo sus ojos cerrados con fuerza; su voz algo temblorosa—. Solo no quería meterte en este lío que soy.
Jungkook estiro una de las comisuras de sus labios y llevó una de sus manos a la mejilla de su acompañante.
—Según medio pueblo soy un buscalíos, así que tienes suerte conmigo —le dijo, antes de sonreír y ver como el otro chico abría sus ojos.
Taehyung no le siguió la sonrisa, solo se separó un poco más, hasta dejar el abrazo.
—Mi madre llegó muy lejos esta vez —dijo, dejando que su cabeza cayera sobre el azulejo de atrás y mirando al techo.
—Tu madre cruzó la línea hace mucho —concordó Jungkook.
Tae no contestó.
—Nana no se merece lo que le están haciendo —siguió el castaño.
—Quiero ir a buscarla —confesó Taehyung, mirando hacia el frente y volviendo a mostrar su voz tambaleante—. Quisiera... quisiera poder sacarla de allí.
Entonces fue el turno de Jungkook de no contestar. No podía ayudarle en eso.
—¿Y si hablas con algún otro familiar?
Taehyung negó.
—Nadie de mi familia me apoyará —declaró—. Hace meses, antes de las vacaciones, Nana y yo fuimos a pedirle ayuda a mis tíos para el asunto con Kal. Mi tía es abogada...
El muchacho se mantuvo callado un rato, antes de tomar aire y continuar la historia.
—Me dijeron que yo merecía todo lo que me estaba pasando, y que no iban a ayudarme a lidiar con las consecuencias de mis actos —meneó la cabeza—. Yo no puedo contar con ellos.
—Tae...
—Solo con mi Nana —dijo luego, volviendo a dejar que su voz se quebrara—. Y ahora ella está pagando por mis actos.
—Tae, eso no es así.
—¡Claro que sí! —Su voz volvió a quebrarse, sus ojos se cristalizaron una vez más—. Y no puedo ayudarla.
—Buscaremos la manera —Jungkook alargó su mano para tomar una de las ajenas—. Podremos arreglar esto, solo... no te encierres en ti.
Taehyung lo miró con una expresión de cansancio.
—Ya estoy cansado de todo, Jungkook —le dijo—. Ya no sé qué hacer... Cada decisión que tomo solo daña a los demás... Y cada día me pierdo más, ya no soy feliz y no hago a nadie feliz. No me veo el punto a una vida así.
—No digas eso —le pidió, agarrando su mano con más fuerza y sintiendo lágrimas en sus ojos—. Tú eres muy importante.
—¡Soy un problema!
—No —negó Jungkook—. El mundo es el problema. Tú eres la víctima aquí.
Tae miró al suelo.
—Y eres importante para muchos —siguió el menor—. Eres importante para mí... En menos de un año te convertiste en la mejor persona en mi vida, ¿entiendes lo hermoso que eres? Eres la razón por la que aún creo en la bondad de las personas, en el mundo. Eres mi mejor amigo, y la persona con la que me gustaría compartir mi vida... incluso desde lejos.
—Yo... —Tae dejó la frase en el aire.
—Eres demasiado brillante, Tae, y tienes mucho que dar al mundo, muchas cosas que vivir, muchas personas a las que ayudar. No quiero que pienses que morir es una opción, no ahora.
—No... no quiero morir —El chico seguía mirando al suelo—. No quiero hacerlo... Solo... —Suspiró un poco y niveló su voz—. Solo quisiera poder arreglar esta vida.
—Lo harás. Estoy seguro de eso, Tae. —Y entonces ambos se miraron—. Pero primero hay que secarnos.
Jungkook se sorprendió cuando Taehyung dejó caer su cabeza sobre su hombro.
—Quiero quedarme aquí.
—Nos resfriaremos si seguimos aquí.
Jungkook sintió como Tae llevaba sus manos entrelazadas a su pecho y ubicaba su sobrante sobre estas.
—No quiero que te vayas.
—Hace rato decías lo contrario.
—Estaba enojado. Perdón.
—¿Ya no te sientes así?
—Algo —confesó.
Ambos se quedaron un rato más bajo el agua, Jungkook ya se sentía todo empapado, empezó a pensar en cómo saldría de ese lugar con sus prendas todas mojadas.
—Hoy almorcé con los del grupo de alabanza —dijo Taehyung después de unos cuantos minutos de silencio.
Jungkook miró hacia su lado, y se encontró con que este mantenía los ojos cerrados y sus manos bien agarradas a la suya.
—¿Cómo salió eso?
Taehyung soltó una risa algo sarcástica, antes de devolver a su rostro la expresión neutral.
—No fue bonito —dijo después—. Diría... que nunca me sentí tan fuera de lugar, pero sería otra mentira que agregar a mi lista. Llevo sintiéndome de esa manera desde que volví.
Jungkook no necesitaba preguntar el porqué de eso, eran obvias las razones por las que el chico se sentía de esa forma. En su casa, en el colegio, en su iglesia, en el pueblo en general.
—Ahora... —empezó a decir—. Aquí, ¿te sientes fuera de lugar?
Y no pudo evitar que algo en su pecho revoloteara cuando Taehyung negó con su cabeza de forma instantánea.
—No —verbalizó luego el rubio—. Contigo es diferente.
Él sonrió, solo un poco.
—Pero no sé si eso es bueno.
La sonrisa empezó a desvanecerse.
—¿A qué te refieres?
—Tú me haces sentir diferente.
Jungkook dudó.
—¿Eso es malo?
—No... —Taehyung empezó a jugar con los dedos en su mano—. No sé. Contigo no necesito pensar demasiado, se siente...
Dejó la frase en el aire, mientras buscaba la palabra adecuada.
—¿Natural? —sugirió Jungkook, al ver que el chico parecía no encontrar la palabra adecuada.
—Natural.
Un poco de silencio. Solo el sonido del agua cayendo sobre ellos.
—Aunque no debería ser así, ¿no? —volvió a decir Taehyung, haciendo que su acompañante frunciera el ceño.
—¿Por qué lo dices?
—Porque sigue sin ser... —Taehyung pareció dudar— aceptado.
Aceptado. Esa palabra hizo que Jungkook pensara. Él esperó que la última palabra de esa oración fuese correcto o
bueno, que engloban el conflicto moral que atormentaba a Taehyung. Pero aceptado era un término que hablaba de la sociedad, no de creencias propias, si el chico hubiese dicho correcto significaría que lo que le preocupaba era su propia moralidad, pero al decir aceptado en problema se presenta de otra forma.
Jungkook no supo qué decirle, solo se quedó allí viendo como el suelo bajo ellos se llenaba de agua cada vez más fría, sintiendo como el agarre del chico sobre su mano se ejercía con cada vez más fuerza. Sus manos estaban heladas, y eso no era culpa del líquido.
—Tae, las cuentas del agua saldrán inmensas —le dijo en una voz poco seria. Tenía que sacarlo de ahí, llevarlo a un lugar menos deprimente.
—Deja que mi madre las pague.
—Tus dedos se están arrugando.
Jungkook pudo sentir al chico encogerse de hombros.
—Deberíamos salir —siguió—. Nos cambiaremos y puedo hacerte algo caliente, afuera hace frío.
Taehyung soltó un resoplido con una sonrisa triste.
—Suenas a Nana.
Jungkook rio un poco.
—Claro que no, pequeño.
Tae volvió a reír. Jungkook le observó jugar con sus dedos entrelazados. Se mantuvieron en silencio por un rato más, hasta que el rubio decidió hablar.
—Anoche... —empezó el chico—. Anoche me llamaste por un nombre... Ese me gustó.
—¿Anoche? ¿Qué dije anoche?
—Aunque... puede que haya sido mi imaginación —Tae frunció el ceño y enderezó su cabeza.
Jungkook trató de recordar, pero en la noche anterior habían pasado demasiadas cosas. No estaba seguro.
—Ya te había llamado cariño antes —le dijo.
Taehyung sonrió con algo de tristeza y miró al suelo. Jungkook pensó en que debía ser algo más fuerte que eso... entonces recordó.
—¿Amor?
Taehyung entonces levantó la vista y conectó sus miradas, antes de darle una rápida sonrisa.
—Pensé que no lo habías notado —confesó Jungkook—. Temí que fuese demasiado.
Tae negó con la cabeza, ya no sonreía, pero parecía más calmado.
—No lo es —dijo—. Me gusta.
Jungkook sonrió. Quiso decir algo, pero Taehyung volvió a hablar.
—Me gustas —dijo, y su rostro se asemejaba al de un ladrón confesando un crimen. Quizás para él lo era.
Jungkook sintió su corazón latir con fuerza, se sintió de repente como un niño, como un pequeño recibiendo un cumplido por primera vez. Le sonrió.
—Gracias —dijo, casi sin pensarlo, pero sintiéndolo en cada herida creada por su antigua indiferencia—. Es bueno oírlo... Después de todos estos meses.
Tae sonrió, y miró hacia el frente.
—Vamos —dijo de repente aceptando la idea de salir de allí, empezó a levantarse—, hay que secarnos.
Jungkook lo miró mientras cerraba la ducha e intentaba sacar algo de agua de sus prendas, exprimiendo sus bordes. Se levantó y empezó a imitarle. Taehyung lo miró con una sonrisa y le acarició la frente, apartando un poco el cabello que el agua había pegado a la piel.
—Iré... por algo de ropa, tú espera aquí —le pidió, y luego dejó la pieza.
Jungkook sonrió y procedió a quitarse la camisa para exprimirla y dejarla escurrirse en el tubo de la cortina. Luego trato de escurrir un poco su pantalón, sin embargo, cuando su mano tocó su bolsillo, notó que había cometido un error enorme al meterse bajo esa regadera sin pensarlo demasiado.
Primero debió sacar su teléfono de su pantalón
—Mierda
Taehyung metió en teléfono de Jungkook en un tazón de arroz y dejó el mismo sobre su escritorio antes de tomar asiento en el borde de la cama. Ambos habían salido del cuarto de la abuela y se encontraban en su habitación.
Tae fue el primero en cambiarse, llevaba un pijama y su cabello aún se encontraba húmedo. Jungkook se encontraba mirando las fotos en su pared, llevaba puesto el calentador que le había prestado dos semanas atrás, y encima una sudadera gris prestada. Una toalla se encontraba sobre su cabello, tratando de absorber lo mojado de este.
—No hay nada nuevo en ese mural —Taehyung decidió informarle, mirándolo con una leve sonrisa en sus labios.
—Es que me gustan tus fotos —Jungkook se encogió de hombros y se giró—. Me gusta mirarte.
Tae no respondió, solo bajó la mirada. Jungkook se quitó la toalla de la cabeza, la dejó sobre el respaldo de una silla, y se sentó a su lado.
—Aunque no me gusta ver esos moretones —siguió diciendo—. Tae, debemos denunciar a ese idiota... Y contratar a algunos mafiosos para que le den un saludo antes de que lo encierren, ¿qué te parece? —agregó esto último con un tono jocoso.
Taehyung esbozó una sonrisa melancólica.
—¿Eso es un sí?
—Ya no hace falta. —Tae levantó la vista y vio como la sonrisa juguetona del castaño se volvía una mueca de confusión—. Él se irá del pueblo.
Jungkook frunció el ceño.
—¿Qué?... ¿Por qué lo dices?
Taehyung suspiró antes de hablar.
—Ayer me golpeó por eso —confesó—. Me lo hizo saber. Recibió un ultimatum hace semanas. Debe irse del pueblo.
—¿Qué?
—Hoy debería ser su último día... O eso creo.
Jungkook sacudió su cabeza, confundido.
—Tae, no entiendo, ¿cómo conseguiste... todo eso?
—Yo no lo conseguí —dijo sonriendo—. Namjoon habló con su padre, y él me ayudó. Él fue a hablar con Kal y su madre, y les dio dos opciones: presentarse en un juicio y arriesgarse a ser encontrado culpable por acoso y hostigamiento, con el tiempo de encierro que eso implica, o dejar la ciudad con una orden de alejamiento.
—¿Cuándo pasó todo esto?
—Supongo que mientras yo estaba lejos —siguió él—. Es decir, lo planeamos con Nam y Hobi, no estuve aquí para ver cómo les había ido. Pero ahora veo que si funcionó.
—Pero de todas maneras te golpearon.
—Supongo que Kal no podía irse sin vengarse.
—¿Me estás diciendo que lo dejaras ir sin más?
Él se encogió de hombros.
—Yo solo... Ya no quiero problemas, Jungkook.
—¡Pero es que...!
—¿Podemos no hablar de esto? —le interrumpió—. Al menos por ahora, por favor.
Jungkook suspiró, pareció resignarse.
—Si tu madre ve esas heridas...
—No las verá. —Tae se levantó y buscó el maquillaje que Soojin había guardado en uno de sus bolsillos antes de ir a la iglesia. Lo había dejado sobre su escritorio antes de que Jungkook apareciera tocando su puerta—. Lo cubriré hasta que desaparezca.
Entonces volvió a sentarse a lado de su compañero, y le extendió la pequeña caja de base.
—¿Puedes ubicarlo?
Jungkook apretó sus labios y asintió. Taehyung sabía que aceptaría, sonrió ante esto.
Una vez sus moretones estuvieron maquillados, se levantó a guardar la pequeña caja entre sus cosas, en algún sitio en el que su madre no se atreviera a buscar. Cuando volvió a sentarse junto al chico, este estaba mirando al suelo. Se giró hacia él, doblando una de sus piernas sobre el colchón y dejando que la otra cayera hasta el suelo.
—¿En qué piensas?
El chico levantó la cabeza ante aquella pregunta.
—Creo que ya debería irme —le informó—. Tu madre puede volver en cualquier momento y...
—No quiero que te vayas.
Jungkook lo miró con atención, sin decir nada.
—No... no me gusta estar solo —Taehyung no quería abrirse tanto, pero se sentía desesperado, en esa casa, en esa vida—. Es... deprimente.
Su acompañante no dijo nada, y él supo que estaba pidiendo demasiado, estaba siendo egoísta, no era justo que le pidiera exponerse así.
—Perdón —dijo empezando a negar con su cabeza—. Tienes razón, ella puede hacerte daño si te ve aquí. No pensé en mis palabras.
—No, no es eso... —le calmó el chico, girándose un poco en el colchón para enfrentarlo—. Tae, también quiero quedarme.
Taehyung llevó su mirada hacia el chico, quien se apresuró a tomar su mano. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora?
—Sí, pero... —empezó a decir—. Tienes razón en que es peligroso.
—Sí, pero... De todas formas, ya estoy corriendo peligro.
—Entonces deberías irte ya.
Jungkook soltó una risa corta en ese momento.
—Tae —le llamó sonriendo—. Creo que deberíamos dejar de dar tantas vueltas. Mentí hace rato, no me preocupa tu madre, quería saber si querías que siguiera aquí.
—¿Por qué no iba a quererlo?
—Cuando llegué me pediste que me fuera.
Él bajó la mirada. Olvidó por un momento ese pequeño detalle.
—Ah, eso.
—Y, además... —continuó el castaño— no sé cómo está nuestra relación ahora. Es difícil entenderte.
Él le dio una mirada de soslayo.
—¿De qué hablas?
—Todo lo que dijiste hace rato... y el beso —le recordó Jungkook. Taehyung tragó saliva—. No sé si significa algo más de lo que parece.
—¿Quieres que signifique algo más? —preguntó arriesgándose a mirarle fijamente.
El más joven se mantuvo un rato en silencio antes de responder.
—Quiero que tú lo quieras.
Sus miradas se mantuvieron unidas por un largo minuto, uno en el que Taehyung sintió que el peso del mundo caía sobre su pecho. Las cosas eran tan simples, pero tan complicadas a la vez.
—Taehyung...
¿Por qué seguía dudando? Su madre no estaba allí, no había nadie allí que pudiera delatarlo. Su corazón latía de prisa por el chico frente a él. ¿Por qué seguir conteniéndose? De todas formas, ya era una decepción para todos los que le conocían. ¿Por qué serlo para sí mismo también?
—Tengo miedo, Jungkook —terminó por confesar.
El aludido frunció el ceño.
—¿De qué tienes miedo? —dijo en un tono bajo.
—De mi mente.
Jungkook lo miró a los ojos por un largo rato, hasta luego llevar su mirada a sus labios.
—Hagamos que se calle.
El castaño llevó una mano a su mejilla, y dio suaves caricias a su piel. Taehyung suspiró. ¿Por qué tenía que ser tan lindo? ¿Por qué le hacía sentirse tan amado, tan protegido?
La verdad era que parte de él aún tenía miedo, parte de él aún lidiaba con el trauma de la experiencia que vivió. En sus sueños seguía apareciendo ese horrible pastor, seguía atormentándolo y golpeándolo. En sus sueños, las imágenes de las películas se combinaban con la realidad, y ese hombre empezaba a tocarlo de una manera indebida, mientras él trataba de escapar de ese pequeño cuarto. En sus sueños, las cosas eran dolorosas y miserables. Más que en la vida real.
Aún se sentía perdido, con miedo de terminar como la chica del cabello rosa, temiendo dañar a su familia, a sus padres y hermanos, pero sintiéndose tan vacío ante la idea de no tener a Jungkook junto a él.
Su mente estaba desbalanceada, las manecillas que apuntaban hacia el bien y el mal estaban estancadas en un punto medio, y eso lograba que él ya no pudiese diferenciar nada.
Sin embargo, las manecillas que apuntaban lo que él quería y lo que no, seguían funcionando. Tenía todo revuelto en su cabeza, pero su corazón era determinante, sabía lo que quería, quería al chico frente a él, quería sentirse querido y quererlo, quería no tener más miedo. Quería ser feliz al menos por ese corto tiempo.
Taehyung sabía eso por sobre todo lo demás, así que decidió tomarlo. Subió sus manos por el cuello de Jungkook y sintió como este se acercaba para unir sus frentes. Su respiración agitada cayó sobre los labios ajenos.
Quería hacer eso, quería besar al chico, quería algo más que un beso rápido y superficial, pero temía no poder soportarlo, temía que su mente volviera a llevárselo lejos, al igual que en sus sueños.
—Tae...
Pero no estaba en sus sueños. Eso lo tranquilizó, oír la voz del chico le hizo saber que estaba seguro, quiso seguir escuchándolo.
—¿Sí? —susurró sobre los labios contrarios.
—Tae —Jungkook respiraba con agitación—, ¿vas a besarme?
Taehyung adelantó su cabeza unos milímetros, aún dubitando. Deseaba hacerlo, pero aún había algo que lo detenía.
—Amor...
Entonces sonrió. Escuchar a Jungkook usar ese término para referirse a él le dio la fuerza que necesitaba, la razón. Besarlo era lo correcto, porque amar era lo correcto.
Cuando sus labios se encontraron ambos aguantaron la respiración. Al principio fue solo un toque simple, como ese primer beso que compartieron tiempo atrás en ese viejo hotel. Había algo de ese beso en el actual, algo de duda, algo de deseo por curar, algo de necesidad, algo de ganas de ser curado. Pasaron unos segundos antes de que Taehyung se decidiera y empezara a mover sus labios sobre los contrarios.
Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando el movimiento en su boca empezó a avanzar. Empezó a disfrutarlo, empezaba a sentirse en casa, tranquilo. Llevaba demasiado tiempo sin tener un beso así, uno menos superficial, uno más profundo...
"Una belleza como tú no debería estar sola en una fiesta"
De repente voces llegaron a su cabeza, primero como un murmullo, luego con más claridad. Taehyung apretó los ojos, tratando ignorar los recuerdos que intentaban invadirlo. Se separó un poco, solo por un segundo, para luego volver a acercarse a la boca de su compañero. Sus manos se cerraban con delicadeza en el cuello de este. Jungkook recorrió con la mano izquierda parte de la piel de su brazo derecho, hasta llegar a su muñeca, donde cerró sus dedos, y se inclinó más hacia él. Todo era muy inofensivo, sin embargo, el agarre en su muñeca empezó a sentirse conocido, de una mala manera.
"Pensé que te gustaría... ¿No eres gay?"
El beso continuó, pero para Taehyung de repente se volvió un reto seguir.
"Esto es lo que buscamos todos aquí, no te hagas"
Los recuerdos empezaron a llegar en masa, el frío de la pared contra su cabeza, las manos fuertes apretando sus muñecas, recorriendo su cuerpo. Sus gritos.
—Espera... detente.
Jungkook no necesitó de otra orden, enseguida alejó su rostro del contrario y lo miró con ojos llenos de preocupación.
—¿Qué... qué sucede? —preguntó con una voz llena de inocencia—. ¿Hice algo mal?
Taehyung tenía sus ojos cerrados con fuerza, tratando de echar fuera los recuerdos, tratando de calmarse. Sintió una lágrima escapar de uno de sus ojos.
—Tae... no llores —le susurró su compañero, tomando con delicadeza sus mejillas, limpiando sus lárgimas—. Esto no está mal.
—Yo sé —susurró, dejando caer su frente en la del chico frente a él—. Es solo que... se siente mal. Odio esto.
—No entiendo... —Jungkook dejó caer sus manos por sus brazos, acariciando la piel que la camisa del pijama dejaba libre—. ¿No te gustó?
Taehyung negó con la cabeza.
—Es mi cuerpo... o mi cabeza, no sé —explicó, tratando de tranquilizarse—. Lo interpreta como algo peligroso, no te reconoce.
—Tranquilo... —Jungkook parecía realmente preocupado, pero se las apañaba para darle calma—. Lo que pasaste...
—Quiero olvidarlo —Taehyung sintió interrumpirlo, pero no quería hablar más de eso, necesitaba enfrentarlo. Abrió sus ojos—. Pero no quiero besarte solo para olvidar.
—Está bien, tranquilo —Jungkook acaricio la piel de sus brazos—. No me vas a usar.
Y él no estaba seguro, temía estar haciendo algo realmente egoísta. Después de todos esos meses en que trataron de condicionar su cabeza para interpretar todo tipo de conducta homosexual como algo peligroso, no era sorpresa que parte de él no reaccionara bien ante esos estímulos. Él quería creer que las heridas que ese lugar le había dejado eran solo físicas, pero, aún si no habían logrado su cometido al lavarle el cerebro por completo, esos idiotas definitivamente habían dejado secuelas.
Él aún luchaba por quitar esas ideas de su cabeza, más que nada porque fue él mismo quien dejó que entraran en primer lugar.
Se enderezó enfrentando al castaño, y limpió sus lágrimas, ya más calmado. Jungkook se apresuró a tomar sus manos.
—Tus manos están muy heladas —murmuró este—, me preocupa.
—Últimamente siempre están así.
Jungkook apretó sus labios.
—Dime qué quieres que haga para que te sientas mejor —le dijo mirando a sus ojos—. ¿Tienes guantes aquí? —preguntó, mientras frotaba sus manos para darles calor.
Tae apretó los labios, sus ojos atentos en el rostro de su compañero. No quería decir nada, no quería pensar demasiado las cosas. Quería dejar de darle tanto poder a su mente, o talvez, solo tal vez, derrumbar las barreras que esas personas construyeron en ella.
Quería ser lo suficientemente valiente como para empezar a hacerlo.
—¿Podemos besarnos otra vez? —preguntó, tratando de calmarse. El otro chico levantó enseguida la mirada—. Solo... necesito sentir que eres tú.
—¿Estás seguro? —preguntó el otro—. No quiero que vuelvas a sentirte mal. No quiero dañarte.
—No te preocupes —Tae le sonrío—. Puedo con esto. Quiero esto.
El otro joven le miró dubitante. Pero él asintió, debía saber que estaba seguro de eso.
—Bésame, por favor —le pidió.
Taehyung lo vio dudar por un rato, antes de que terminara por acercar sus rostros. El beso tardó en llegar, Jungkook parecía temer lastimarlo, lo vio avanzar con prudencia, de la manera más cuidadosa posible. El primer roce fue suave y superficial, al igual que los que le siguieron; simples besos castos, a los que Tae no contestó, pues se limitó a dejarse llevar por las sensaciones. Después del quinto de estos, Jungkook decidió avanzar un poco más, y abrir un poco los labios contrarios con los propios. Tae permitió que entrara en su boca con gusto, antes de sentirlo alejarse.
—Tae... —le oyó susurrar— te quiero.
Y entonces volvió a sus labios. Taehyung sintió ganas de llorar, pero esta vez por una buena razón. Él quería eso. Quería que ese chico lo besara. No temía de él. No debía temer. Decidió empezar a responder al beso, atrapó el labio inferior del chico con los propios.
—Tae... —volvió a llamarlo este. Él respondió con un sonido de garganta—. Me gustan tus besos.
Quiso reír ante esta declaración, sonrió un poco, y siguió moviendo su boca lentamente sobre la otra. El beso empezó a avanzar, y de repente sus manos se sintieron más frías, el hielo empezaba a derretirse en ellas, los recuerdos empezaban a volver; el baño, las voces, la fusta en su piel, las imágenes en...
—Tae... —Los recuerdos se esfumaron, ahora eran él y el muchacho de nuevo, solos en la habitación—. Me gusta cuando hueles a pastel.
Entonces entendió lo que el chico estaba haciendo. Estaba creando un ancla, algo que le recordara en donde estaba, sus palabras lo mantenían en la realidad. Estaban salvándolo. Quería que siguiera haciéndolo.
—Tae... —volvió a llamar Jungkook después de un rato, separándose un poco y acercando su boca a su oído—. Vuelve a usar tu perfume de pastel.
Taehyung no pudo evitar reír un poco, sintió un beso en la línea de su mandíbula, más abajo de su oreja, otro en su mejilla y luego uno sobre su boca, volviendo a envolverlo.
De repente se sintió menos tenso. Jungkook le había mostrado lo que debía hacer, debía mantenerse cuerdo, en el presente. Era como la técnica de la pulsera otra vez, pero en lugar de alejar lo que le hacía sentir bien con dolor, alejaba el dolor con algo de felicidad, de paz.
—Kook... —llamó entonces él, pensando de repente en que necesitaba un nombre más corto para momentos así—. Tu boca sabe a leche de banana.
Entonces el chico lo alejó un poco, y empezó a reír en serio.
—¿Por qué dices eso? —se quejó, mirando hacia abajo; sus mejillas sonrosadas—. Tomé un envase después de mi consulta, pero no pensé que el sabor siguiera ahí.
—Me gusta ese sabor —le calmó Tae, sonriendo tiernamente y acercando una mano a su nuca, en donde empezó a jugar con sus cabellos—. Me gustas.
El muchacho levantó entonces la cabeza y lo miró.
—Tú también me gustas. Y mucho.
Tae sonrió, y volvió a unir sus labios. Cerró sus ojos una vez más. Su cuerpo se destensó por completo, quería mantenerse de esa forma por siempre. Sintió de repente las manos contrarias acercarse con algo de duda a su cuerpo, una fue a su cintura, y la otra se mantuvo sobre su muslo, para mantener el equilibrio. Se sintió cómodo. Entonces se separó un poco.
—Extrañaba esto —confesó rozando su nariz con la ajena.
Jungkook le regaló una sonrisa, y él volvió a besarlo. Con sumo cuidado, empezó a dejarse caer sobre su espalda, llevando de paso al castaño con él.
No estaba pensando demasiado, y no quería hacerlo, no quería que su mente le detuviera, no cuando se sentía tan bien al estar allí, entre las caricias del otro chico, sintiendo su respiración en sus labios.
Cuando su espalda tocó el colchón y su cabeza las almohadas, sintió como Jungkook se separaba de él y abrió los ojos. Por un momento pensó en que el chico haría que todo parara ahí, y quizá parte de él esperaba que así fuera, porque tenía miedo de arriesgarse a continuar. Pero esa parte fue callada cuando Jungkook solo acomodó mejor sus rodillas a ambos lados de sus muslos y sus manos a ambos lados de su cabeza, y volvió a descender para besarle.
Los besos no estaban siendo demasiado agresivos, eran suaves y tranquilos, y ambos parecían estar bien con eso. No necesitaban fuego, el ambiente no estaba ardiendo en llamas, era más parecido a una ventisca, que llevaba aire fresco a todo un poblado después de sofocantes días.
—Kook... —dijo de repente Tae, deteniendo el beso solo por un momento. Podía sentir el aire caliente saliendo de la boca del chico sobre él—. No sé... no sé qué estamos haciendo.
El otro se alejó un poco y le miró con una expresión neutra, no parecía estar más consciente.
—Yo... no sé —susurró, uniendo sus frentes—. No esperaba acabar aquí.
Taehyung no pudo evitar soltar una sonrisa.
—¿En mi cama?
—Sobre ti.
Ambos rieron un poco.
—¿Estás bien con esto? —le preguntó Jungkook.
Tae no quería pensar demasiado. Acaricio sus mejillas y le sonrió.
—No he estado tan bien desde hace meses —confesó.
—Me alegra —Jungkook le devolvió la sonrisa—. ¿Quieres... quieres que acabemos aquí?
Taehyung lo miró fijamente en silencio. Los brillantes ojos contrarios lo envolvieron enseguida. Pensó en que no quería que eso acabara.
Negó con la cabeza.
—¿Qué quieres hacer?
Entonces estuvo tentado a pedir más, más de algo que no conocía. Pero no podía. No estaba listo.
—Recuéstate a mi lado.
Jungkook le sonrió. Enseguida se quitó de encima y procedió a cumplir con su petición. Ambos se encontraron mirando al techo. Taehyung buscó la mano del chico y entrelazó sus dedos.
—Me gustas —repitió, por tercera ocasión en el día.
Escuchó a Jungkook reír de manera tierna.
—Ya dijiste eso.
—Me gustó lo que hicimos —dijo luego. Cuando no encontró respuesta, decidió seguir—. Me gustó besarte —dijo girando su cabeza hacia la derecha, en donde el otro reposaba—. Me gustó tenerte cerca. Me gustó que me tocaras, y me gustó tocarte.
En este momento el más joven decidió mirarlo, sus ojos oscuros como pozos necesitados de agua, como pozos que empezaban a recibirla.
—Me gustó que estuvieras conmigo bajo la regadera —siguió diciendo Taehyung en voz baja, porque solo era necesario que una persona lo escuchase—. Me gustó que me llamaras amor. Me gustó que no me dejaras lidiar con todo esto solo. Me gustó que me ayudaras a cubrir los moretones. Me gusta que uses mi ropa, y me gusta tenerte en mi cama.
Jungkook no parecía dar crédito a lo que estaba sucediendo, solo sus ojos parpadeando eran prueba de que seguía con vida, eso y su pecho que subía y bajaba a un ritmo alarmante. Taehyung le dió una sonrisa rápida.
—Me gustas —dijo, por cuarta ocasión—. Te quiero.
El chico tardó un momento en reaccionar. Cuando lo hizo, se levantó sobre sus codos, y Tae supo que ya no podía seguir ocultándolo más.
—Jungkook —llamó una última vez—. Estoy completamente enamorado de ti.
Taehyung apenas si tuvo tiempo de tomar aire, cuando sintió los labios de Jungkook sobre los suyos. Enseguida llevó una de sus manos a su nuca, y coló con osadía sus dedos entre sus cabellos aún algo húmedos, para atraerlo más hacia sí mismo.
No supo cuánto quería un beso tan necesitado hasta ese momento. Él quería que el chico estuviera consciente de lo mucho que le gustaba, de lo importante que era para él. Después de semanas de no poder decírselo, soltar esas palabras era lo menos que podía hacer. Sin embargo, mientras ambos se besaban con verdadero afán, pensó que había algunas cosas que no habría podido decir con palabras, pero que podían transmitirse a la perfección a través del juego que sus labios tenían; en un idioma totalmente diferente, pero igual de significativo.
Así mismo, él estaba seguro de que recibió una respuesta, solo que esta no necesitó en lo absoluto de palabras.
Hola. Los extrañé. Creo que este es el cap más largo que he publicado hasta ahora, con más de trece mil palabras. Espero que sea un buen reencuentro.
Feliz 2022. Manifestemos un buen año.