Pasados unos minutos hablando de cosas del día a día me abrí, y la dejé hurgar en mi mente como le placiera. Me arriesgué una vez más a contar mi pasado, a contar la historia de la cual escribo horas y días, a dejarla verme tal cual soy y sin tapujos. Me sorprendí al ver que su mirada no dejaba de estar fija sobre mí, no quería cambiar nada solo le gustaba estar ahí. El parque no era más que un maldito lugar nostálgico, pero ella era una mujer asombrosa.
Quizás debí quedarme más tiempo, quizás debí seguirla unos minutos más y decirle que gracias por escucharme y quedarse luego de verme, quizás sólo era bueno para esperar y hablar porque en medio de su fragancia y forma de minimizar todo me gustaba y jamás admitiría que me atrae, no fuera de ese parque. Dejando la estupidez del quizás, lo que en realidad tuve que a ver echo antes de marcharme y darle aquel último abrazo era besarla. ¡Eso era lo que debí haber hecho para culminar todo!