Concilio de Brujos: La herman...

By DaianaBTab

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El día se transformó en noche, el tiempo se detuvo. El amanecer oscuro trajo consigo el primer impacto. Arad... More

Primera Parte
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Segunda parte
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Tercera Parte
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Cuarta parte
Capítulo 31
Capítulo 32
Clanes del Concilio
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Quinta Parte
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Agradecimientos

Capítulo 19

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By DaianaBTab


―¿Qué hacemos? ―sentenció rápidamente Facundo.

―Repasemos fortalezas de cada uno. ¿Alguno tiene algo nuevo que no sepa el resto? ―preguntó Aradia.

―Yo ya puedo hacer portales como ustedes, pero dudo que influya en algo ahora ―comentó Máximo mirándola seriamente.

―Manejo el aire, pero solo como medio para rastrear no como ataque ―comentó Facundo―. No se si me explico.

―La verdad no, muéstranos mejor ―respondió Máximo con una mueca en el rostro.

Las manos de Facu subieron lentamente hasta la altura de su pecho. Observó ensimismado sus palmas, como si dudara como debía hacerlo. Sin pensarlo, Aradia tomó una de las manos de su hermano entre las suyas. Facundo elevó las cejas y la miró confundido.

―¿Apareció dentro del laberinto el nuevo poder? ―preguntó ella. Observó un leve gesto de afirmación―. Resuena tranquilo con la naturaleza, piensa cómo lo hiciste la primera vez, pero por sobre todo, piensa cómo te sentiste esa vez.

Su hermano tragó débilmente y puso una mueca extraña en su rostro.

―Conectar con el viento es como flotar, Facu ―agregó Max sumando su mano a la de sus hermanos―. Jala de él, pide permiso para tomarlo y usarlo a tu favor.

Facundo se separó de sus hermanos y comenzó a mover suavemente las manos. Como si acariciara el mismo aire, movió sus manos en dirección diagonal hacia la izquierda. Luego de un rato, volvió a mover las manos, como atrayendo algo en su dirección.

Un olor a agua inundó sus fosas nasales. Aradia abrió de manera exorbitante los ojos.

―Ustedes lo perciben mucho más atenuado que yo. Así logré capturar tan rápido a Shadow, el cuervo de Blackwood. Persigo olores, esencias a través del uso del viento ―dijo poniéndose colorado.

No entendía si el rubor de su hermano se debía a este nuevo poder en si o, que por primera vez, no estaba diciendo ninguna tontería.

―Creo que puedo utilizarlo de otras formas, pero no estoy seguro aún ―comentó observando a su alrededor―. Perseguir a Akemi no es como perseguir a Shadow. El no es humano, su rastro es mucho más tangible y difícil para él de camuflar. Akemi es humana y, además, sabe muy bien cómo camuflar su rastro y esencia ―agregó Facu.

Aradia estaba sorprendida de la capacidad y del dominio de Facundo sobre sus dones. El rastrear y percibir con sus diferentes sentidos, ya era algo natural en él.

―Tipo rastreo, tipo defensa, tipo ofensivo largo alcance y tipo estrategia ―dijo Aradia señalando a cada uno―. Yo dentro del laberinto pude manipular el agua. No crearla, manipular solo la existente.

―De lujo. Quiero probar si también manipulo eso ―dijo Facundo sonriendo.

―Creo que deberías encabezar el grupo, Facu. Rastrear y localizar, conmigo cerca para defenderte si algo te ataca. Sigo siendo buena en el combate cercano y tu eres el más importante del grupo en esta misión.

Su hermano sonrió de oreja a oreja al escuchar que era el más importante. Golpeó su pecho con su mano derecha, como si estuviera dándose más importancia. Aradia lo ignoró.

―Max, tú mucho más atrás cuidando la retaguardia. ¿Cuánto es la distancia máxima que puedes extender tu escudo?

―Ocho metros, pero es menos estable desde esa distancia, puedo protegerlos pero brevemente y siempre depende del tipo de ataque ―comentó preocupado.

―Nos arriesgaremos, Lara junto a ti. Su visión es sumamente buena y su puntería perfecta.

―Tenemos un problema ―comentó Facundo oliendo el aire.

―Tu en realidad tienes varios, pero ¿Qué? ―preguntó Máximo poniendo los ojos en blanco.

―Acaban de pasar los diez minutos de gracia y siento muchos rastros con olor a Akemi.

―Imposible ―señaló Lara.

―Maldita, debe haber impregnado a varios ciervos con su olor. Seguro que los orinó encima ―sentenció Facundo divertido.

―Y ahí va tu última oportunidad de levantarte a la entrenadora ―dijo su hermano negando con la cabeza.

―Enfócate en la zona. Percibe como está dispuesta: el lago, las montañas, los caminos, la arboleda, todo. Ubica cada rastro mentalmente, y luego nos dirigiremos hacia el más cercano. ¿Se mueven? ¿Estás seguro de que sean otros ciervos y no blancos fijos? ―preguntó su hermana.

―Son blancos móviles. Es lista, camufló todo bien. Dudo que sean ciervos, quizá alguno lo sea pero también seguro habrá otros animales. Si hubo un troll en la primera prueba, no veo porque aquí no haya otras criaturas extrañas ―comentó Facu.

Se quedaron quietos y en silencio unos minutos. Todos traían consigo diferentes armas. Aradia le había colocado un pequeño botiquín en forma de riñonera a Lara. Facundo comenzó a analizar la situación, sus ojos se movían frenéticos tratando de sentir cada detalle.

―Puta madre, ella se fue hacia el norte y siento rastros en el sur también. Hay doce rastros en total ―sentenció decidido.

―Localiza el más cercano, él que creas que pueda contener a Akemi. Ubica también una altura estimada de todos y traza una ruta de caza. Evitemos desviarnos por demás, en dos horas anochecerá. No tengo ganas de estar bajo este frío invernal en una estúpida prueba ―comentó Aradia temblando levemente.

―Tres kilómetros dirección oeste, a orillas del lago. Cuatro punto cinco kilómetros dirección norte. Ocho punto tres kilómetros dirección noreste. Deberíamos comenzar por esos ―El rostro de Facu estaba iluminado por la determinación.

―Genial, al fin eres realmente bueno en algo ―sentenció Máximo dándole un golpecito en el hombro.

Facundo puso los ojos en blanco, aunque se rió del comentario.

Un repentino ruido proveniente del sureste los hizo reaccionar a todos al unísono. Aradia sacó su espada y Lara tensó su arco. Máximo elevó un manto protector sobre todos de color amarillo.

Facundo miró a todos expectantes mientras una parvada de aves salía volando.

―Me encanta que estén tan atentos, pero eran aves, no trolls ―comentó alegremente su hermano, quien claramente ya las había percibido.

―Estamos en Chubut, idiota ―reclamó su hermano bajando el manto del escudo―. Aquí cerca, es donde Akemi tuvo hace unos años la misión de aquellos trolls de montaña, no sería extraño encontrarnos con alguno.

―Bueno llorón, si huelo alguno te aviso. Recuerda mis sentidos desarrollados ―comentó tocándose su nariz.

―Sí es verdad, me olvidaba chico perro ―respondió Max riendo.

―Basta ―reclamó Aradia al tiempo que elevaba sus manos en señal de alto. Miró fijamente a Facundo que estaba a punto de reclamar―. Nos vamos. Al oeste, ahora.

No les tomó más que unos breves minutos llegar hasta la orilla del lago verde. La tonalidad del agua era preciosa, entre un verde y azul impactante. La orilla era de arena y rocas entremezcladas, el silencio en la zona era arrasador.

―Es aquí, estoy seguro. Pero para ser sincero, me sorprende que nos deje oler su rastro así de fácil ―dijo Facu observando hacia ambos lados de la orilla―. Y me da mala espina el silencio, no se escuchan ni aves en la zona.

Como respuesta ante lo dicho, Máximo gritó cuando la tierra se abrió bajo sus pies. Lara saltó hacia atrás esquivando caer por poco. Máximo impuso su escudo hacia abajo y pegó un salto esquivando también el agujero. Facundo y Aradia se encontraban unos pasos por delante. El pozo que se acababa de formar, estaba lleno de varas sobresaliendo de manera perpendicular hacia arriba.

La playa volvió a crujir sonoramente y más pozos comenzaron a aparecer, provocando que ellos empezaran a saltar para todos lados desesperados.

―¡Facu, la tierra por favor! ―reclamó Máximo tomando a Lara del brazo y lanzándola hacia la zona de los árboles.

Lara apoyó su rodilla en el piso, se deslizó hasta cerca de la arboleda y comenzó a ver alrededor, buscando el mecanismo que activó las trampas.

―¡No puedo! La tierra aquí está hecha un caos, algo ya la está manipulando ―sentenció mientras saltaba en dirección al lago.

―Ni lo creas, el agua está helada ―respondió Aradia a la pregunta no formulada por su hermano.

―Tienen que ser cristales, están alterando la energía propia del lugar. Nuestra magia fue seguro el detonante ―comentó Máximo saltando.

Los tres corrieron hacia delante unos metros mientras Lara los seguía desde la línea de los árboles.

Un tronco cayó de imprevisto por delante de ellos impidiéndoles el paso. Facundo se disponía a escalarlo, cuando Aradia lo cortó en seco.

―¡No lo hagas! ―reclamó.

Otro tronco cayó sobre este, provocando una especie de barrera. Las copas de los árboles a su derecha empezaron a flexionarse en dirección hacia ellos. Lara comenzó a sortearlos y cargó su arco.

―¡Ari! ―gritó.

En respuesta, ella comenzó a enviar leves chispas de fuego, incendiando la punta de las flechas. Lara lanzaba las mismas, anclando las copas de los árboles al suelo. Las llamas se extendían brevemente hasta que Aradia las iba extinguiendo. De esta forma, el árbol volvía a su posición original y ya no se movía. Lara seguía frenéticamente respondiendo al ataque de los árboles.

Se giraron levemente al oír el crujir de la tierra. Los pozos se rellenaban y la tierra se acomodaba. Lentamente, comenzó a fragmentarse en pedazos, creando nuevas fosas.

―¡Facu! Siente, busca las piedras. Seguro son cuatro. Es una estúpida prueba de trabajo en equipo ―sentenció Aradia desesperada mirando a su hermano.

―¿Qué busco? ―preguntó desesperado.

―Conecta con la tierra, huele y percibe que está rompiendo el equilibrio ―comentó Aradia preocupada.

―Sabes que piedras pueden ser: cuarzo negro, granate, agata, pirita no se... Akemi nos las ha nombrado ―exclamó Máximo desesperado.

―¡Cómo si yo prestara atención a las putas clases! ¡No soy tú! ―gritó Facundo.

Aradia agarró fuerte la mano de su hermano y lo miró con fiereza. Máximo hizo lo mismo, mientras convocaba un escudo bajo sus pies. El suelo se desmoronaba, aunque ellos parecían estar flotando.

Facundo respiró lentamente, se mordió el labio inferior y cerró los ojos. Trabajaban contra reloj, Máximo no aguantaría por siempre.

―Tres árboles más allá, Lara. En la copa.

Observaron como Lara asentía y comenzaba a escalar el árbol en cuestión.

―Cien metros, interior del lago ―dijo Facu mientras lanzaba una piedra marcando el lugar― Y uno más, debajo de estos troncos caídos.

―Entendido ―exclamó Aradia―. Máx, lánzame al agua y luego encarguensen de éste ―sentenció señalando los árboles caídos.

Su hermano abrió ampliamente los ojos.

―Puedo con el agua, lo prometo. Hay que levantar las tres piedras a la vez.

Su hermano asintió tomándola de los brazos, recolectó energía y la lanzó hacia el agua. Antes del impacto, Aradia separó el agua, para caer firmemente en el lecho del lago, el cual, no era muy profundo a esa altura. Recorrió al trote los veinte metros que aún le faltaban para llegar a la piedra.

Facundo y Máximo se encargaron de mover, aún con el escudo bajo sus pies, los troncos con gran dificultad. Aradia mientras tanto, había encontrado una piedra negra en el lecho. Lara se encontraba en la copa de un enorme arrayán.

―A la cuenta de tres ―gritó Facundo a lo lejos―. ¡Uno, dos y tres!

Al instante, la tierra dejó de moverse. Lentamente, fue ubicándose en su punto original. Máximo pudo por fin ceder su escudo, estaba agotado.

Se sentaron los cuatro a orillas del lago, entre jadeos y quejidos.

―¿Saben que es lo peor? Vi un pájaro por allí ―dijo Facundo señalando la arboleda―, que tenía el rastro de Akemi. Era obvio que nos iba a joder así.

―Qué lindo. Terminamos con un rastro, quedan once ―sentenció Aradia desplomándose en la arena. 

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