iv. promise
Son cuatro maldiciones en total. Tres de ellas con una apariencia similar a la de los hongos silvestres, pero la joven ha tenido la suerte de ser raptada por la más grande y extraña de todas. Un ser de boca ancha y cabeza extraña que le es desagradable de ver. La figura de Nobara cuelga de cabeza, siendo sostenida únicamente por el enorme puño de su raptor. Risas de diversión evocan de las enormes fauces de las criaturas ante las amenazas que suelta la adolescente ahora que no tiene un arma con la cual defenderse.
Al menos se encuentra con vida y eso es un punto a su favor.
Sus piernas corren en dirección a su compañera. Megumi se dirige a la posición que vieron como más favorable para que usase su técnica maldita. Un asentimiento de cabeza que le desea suerte es lo último que ve. Su cuerpo se tira levemente para atrás y su cola le impulsa con fuerza para dejarle parada sobre la cabeza de uno de los hongos.
El plan que tuvieron que ingeniarse en cuestión de segundos era simple: ella corría hasta tener el impulso necesario y brincar sobre las maldiciones hasta donde Nobara se encontraba, y en el momento justo, el pelinegro activaría uno de sus Shikigamis a manera de ataque. No pensaban enfrentarlas de manera directa, pues su objetivo principal era rescatar a su compañera y salir de ahí con vida.
Su cuerpo se mantiene unos segundos en el aire y después cae sobre la segunda de las maldiciones. Las piernas le tambalean un poco debido a la inestabilidad. A diferencia de la primera, esta se ha dado cuenta de la intrusa e intenta sacudirse con tal de derrumbarla. Nori brinca varias veces para aturdirla, lo que obviamente no es de mucha ayuda. Su mirada se levanta, dejándole ver que Kugisaki se encuentra a punto de ser soltada para ser comida. Un último saltó brindado por la extremidad rosada la avienta con más fuerza y velocidad que antes. Ambos brazos sostienen el cuerpo de su amiga con fuerza y tiran para sacarla de ahí. La serpiente de Megumi suelta una mordida a la maldición justo a tiempo.
El par da unas vueltas en el aire antes de caer en el suelo, de manera tan suave que la pelinaranja continua con los ojos cerrados esperando el impacto. El duro golpe contra el suelo nunca llega gracias a la técnica maldita de la castaña.
—La tengo. Salgamos de aquí —Nori le carga al estilo matrimonial y corre hacia la salida sin esperar a que el ojiazul le dé la orden.
No se detuvo en ningún momento. Ni siquiera para verificar que el camino que seguía con fe ciega era el que los llevaría a la salida. Todo el peso de Nobara reposa contra su pecho, una de sus manos sostiene con cuidado su cabeza, mientras que la otra la acerca más hacía sí misma. Estaba tan concentrada en seguirle el paso al azabache que no se da cuenta del momento en el que cae desmayada en su regazo. Fue hasta que consiguió cruzar el umbral de la puerta y salir del edificio que pudo admirar la expresión de sorpresa de Ijichi al ver el estado de ambas.
—¿Sufrió de alguna herida la joven Kugisaki?—las palabras del mayor le pusieron en alerta. No se había asegurado de que estuviese ilesa.
Sus rodillas se estampan contra el suelo con ella en brazos. Rápidamente, sus manos desabrochan los botones de su chaqueta para ver si hay algún indicio de una herida profunda, o al menos algo que explique el motivo de su inconciencia. No encuentra nada por más que inspecciona su cuerpo. Los dedos le tiemblan al tocarle la nuca, pues tiene miedo de ser muy brusca y causarle algún daño en caso de que sus sospechas sean ciertas. Tampoco parece haber daños.
—Estoy bien y ella también parece estarlo. Quizás fue un golpe a la cabeza, o estuvo bajo mucha presión—un suspiro abandona sus pulmones con pesadez. Su mente recuerda que aún faltan dos chicos de los cuales preocuparse, pero por el momento solo puede encargarse de uno— ¡Megumi!
Su cabeza gira para encontrarse con ese rostro cansado admirándola a unos metros de distancia. Está tumbado con su perro al lado observándole tan curioso como su dueño a la adolescente. No parece estar herido, pero, nunca puede confiarse de él debido a su corta variedad de gestos vocales y físicos que le hacen más difícil descifrar lo que pasa por su cabeza, sin contar con de su indisposición de admitir que no se encuentra bien a pesar de estar malherido.
—Estoy bien. Enfócate en Kugisaki —Nori asiente sin estar muy segura. Le gustaría asegurarse por su cuenta de que sus palabras son ciertas, pero por mientras parece ser que él puede apañárselas sin su ayuda.
—¿Dónde está su otro compañero? —su postura vuelve a la de antes. Ijichi le dirige la palabra mientras le extiende una venda. Ella le contesta con un "gracias" y comienza a enrollarla alrededor de las sienes de Nobara. Ojalá y tenga razón al pensar que se trate de una simple contusión—¿Se ha perdido de regreso?
— Está dentro. Se ofreció para pelear él solo contra la maldición — la boca del estomagó se le cierra al hablar. Se siente fatal. —Tenían razón al decir que se trataba de una categoría especial, pero fue demasiado tarde para huir. Lo siento.
Hay unos segundos de silencio. Contrario a lo que imaginaba, nadie dice ni una sola palabra. Yuuji sigue ahí dentro, peleando contra una maldición de categoría especial, y eso solo en el caso de que siguiese con vida. Si aún no había muerto, la amenaza de que Sukuna tomase el control era otra espada que los ponía contra la pared. Demasiadas cosas pasando en poco tiempo y ninguno de los presentes estaba capacitado para lidiar con el problema.
— Debería de hacer la señal — la voz del ojiazul finalmente rompe la tensión. La castaña asiente. El aullido del canino hace que los pelos se le pongan de punta. Es lo mínimo que pueden hacer es cumplir con su promesa.
Le prometió que no tendría que cargar con su cadáver de regreso a casa, y lo único que podía hacer era confiar en sus palabras.
Su labor de "curar" a Kugisaki se termina en cuanto asegura el pequeño broche en el borde de la tela para que esta no se mueva. Nuevamente se levanta junto con ella y la deja en brazos del de traje. No le importó la insistencia que puso la castaña para llevarla hasta el automóvil, el hombre se negó diciendo que no debería de sobre esforzarse. Quizás tenía la razón y agradecía que se preocupase por ella, mas un viaje de pocos metros hasta donde el coche les esperaba no iba a matarle.
Una mano se posa sobre su espalda y ella gira un poco la cabeza para verle. Las mejillas del chico tienen restos de suciedad y gotas de sudor escurriendo por su frente, las cuales es capaz de ver claramente por la cercanía. Su aspecto debe de ser similar, si no es que peor que el de él.
— ¿Quieres que te cargue hasta el auto? — la pregunta sale a manera de broma, como un mecanismo de defensa ante los nervios y la preocupación que le carcomen viva en sus adentros. Él sacude la cabeza para negarse. Hubiese sido extraño si le respondía que sí. —Piensas esperarlo, ¿cierto? Por eso te acercaste, para decirme que me marche con ellos.
—Tengo que hacerlo. No me sentiría tranquilo si me marchó— sus piernas se mueven hasta posarse frente a él. Los ojos de su compañera le miran con ese extraño brillo que le hace soltar una maldición en sus adentros. Ya sabe lo que pretende y no está de acuerdo. —No vas a quedarte conmigo. Me quedaré y tú te iras al hospital junto a Kugisaki para esperarnos.
—¿Por qué habría de hacer lo que me dices? — su tono es desafiante, algo totalmente distinto al que uso para preguntarle por su estado. —También me mandaron a esta misión, así que tengo todo el derecho de esperar.
Fushiguro se lleva ambas manos al rostro para no perder la paciencia. Lo único que quiere es evitar más problemas, pero ella parece estar buscándolos siempre. Le preocupa. Todos ellos le preocupan a su manera. Puede que no sea demasiado efusivo con ello, pero tampoco es un desinteresado al que las cosas le resbalan.
Las manos de la castaña alejan las suyas de su rostro con una delicadeza que no es capaz de rechistar. Ambas miradas se encuentran por unos segundos, expectantes a el siguiente movimiento de la joven.
—Tú mismo me dijiste que suelo tomar la mejor decisión. La verdad no estoy tan segura de ello, pero estás es la decisión que tomé y no pienso cambiar de opinión —las palabras salen de forma dulce y tranquila, pero sigue habiendo seguridad en ellas —¿Me dejas ayudarte esta vez?
A veces, era la misma actitud inquebrantable que le gustaba de ella la que terminaba por ponerse en su contra. No puede negarse, no tiene la autoridad para decirle lo que puede o no hacer. Finalmente se resigna.
—De acuerdo. Iré a decirle a Ijichi que nos quedaremos.
Megumi se aleja sin decir nada más, lo que se siente como una pequeña victoria que jamás celebraría en voz alta. Nori se queda esperando su regreso, siendo la torrencial lluvia su única compañía. Ahora que está sola, se da cuenta de la pesadez de su respiración y de cómo la tensión acumulada en sus músculos se libera de manera dolorosa en sus muslos. Si ella se encuentra de esa manera, no se podía imaginar por lo que Itadori debería de estar atravesando. Los minutos pasan y la impaciencia crece a medida que no ve regresar a la silueta del chico.
¿Dónde demonios se había metido?
Soñe que los gemelos sprouse eran ligth y l de death note en un live action 💀
En fin, ojala les haya gustado. Les quiero y mil gracias por tomarse el tiempo de leer.
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