Changbin
—Changbin —murmuro mientras los chicos salen de mi oficina.
No sé por qué quiero oír a Félix decir mi nombre, sin embargo, siempre me llama por mi apellido, como si haciéndolo se recordara a sí mismo quién soy y de dónde vengo.
Marco en mi móvil el teléfono de Jeongin y descuelga a la primera.
—Jefe.
—Jisung ha aceptado tener escolta personal.
—Genial, enseguida organizo a uno de mis hombres para ello, ya era hora de que él pequeño cabezota aceptara después de todo.
—Él ya ha elegido a Félix —le corto.
La línea se queda momentáneamente en silencio.
—Por supuesto, debería de haber sabido que lo elegiría, están igual de zumbados.
Jeongin conoce a Jisung desde hace años y sabe que con él es mejor no discutir, nos apuntamos como victoria que él tenga escolta, aunque haya sido quien él ha elegido.
—Félix vivirá con nosotros, haz que traigan sus cosas a casa, y las de Minho también —digo en un tono de fastidio evidente para mi amigo.
—Parece que no te cae demasiado bien.
—No, no lo hace.
—Es un buen tipo, es leal y sabe lo que hace, y siempre está pendiente de él.
Gruño.
—Ya veo, eso es lo que te molesta…
Cuelgo porque no quiero seguir con esta conversación, al momento me llega un mensaje de mi amigo.
Muy adulto de tu parte colgarme, pero eso no hará que deje de molestarte.
Dejo mi teléfono en la mesa y me sumerjo en el trabajo para acabar lo antes posible, sin embargo, mi mente vuelve una y otra vez a Félix. Me recuerda a su padre, es leal con los suyos, y me encanta cabrearlo, es de mecha corta, como yo. Unos golpes en la puerta hacen que vuelva a la realidad.
—Señor Seo, le traigo los papeles que pidió ayer —dice mi secretaria mientras los deposita a mi lado.
—Gracias, hoy me iré pronto, puedes marcharte ya si quiere.
Me sonríe y no tiene el mismo efecto que cuando lo hace Félix.
—Gracias, señor Seo.
La veo salir y suelto un largo suspiro. Echo un vistazo a los papeles que me ha traído. Estamos a punto de comprar una aerolínea que nos permitiría abaratar costes al traer nosotros mismos la mercancía de contrabando. Reviso los papeles y hago varias llamadas a mis inversores, creo que este negocio puede dar un giro en positivo a nuestra organización.
Ya estoy con Minho en el parking.
Me escribe Jeongin.
Haz que suba a mi despacho. Los chicos están en la cafetería de enfrente, ve con el coche hasta allí y yo bajaré a buscarlos con Minho. Dile que no me hable.
No pasan ni diez segundos que obtengo su respuesta.
Jajajaja.
Recojo todo y apago el portátil, me coloco mi chaqueta justo cuando veo el ascensor de mi despacho abrirse y Minho aparecer dentro de él. Sale sin decirme nada, pero con una mirada de pocos amigos, quizás deba enseñarle quién manda aquí de los dos.
Salgo del despacho sin dirigirle ni una mirada, sé que me sigue de cerca. Bajamos hasta el vestíbulo y salimos a la calle. Puedo ver a los chicos en el cristal de la cafetería, tienen una cara seria, raro. Llamo a Sung al móvil y los veo levantarse y salir del lugar más animados. Félix está junto a Jisung, pero coloca un brazo delante de él para que se detenga y no cruce.
Miro hacia la avenida principal, espero que aparezca Jeongin con nuestro coche, pero la hora que es y el tráfico que hay hace que se retrase. Cuando me giro a mirar a los chicos, veo a una niña cruzar corriendo y tras ella a Félix. Es muy rápido, demasiado, no nos da tiempo a reaccionar. Lo único que podemos hacer es gritar su nombre mientras vemos como Félix envuelve a la niña en brazos y recibe el golpe del coche en su costado derecho.
El coche que les ha golpeado se detiene y tengo que empujar a la gente para llegar hasta Félix, que está tumbado en el suelo envolviendo con su cuerpo a la niña. Al llegar Minho y yo, él empieza a incorporarse.
—Ey, F. ¿Qué te he dicho de abollar coches? —Minho se agacha para tomar a la niña que está pálida.
—¿Está bien? —pregunta Félix a la vez que Minho la examina y una señora llega hasta ella llorando.
Minho asiente y Félix sonríe. Me agacho junto a él.
—¿Y tú? —Él mueve su cuerpo lentamente comprobando si algo le duele.
He visto el impacto, aunque se ha preparado ha sido un golpe importante. Quiero tocarlo, pero se aparta, no quiere mi ayuda.
—Todo bien, Seo, estoy hecho de piedra —sonríe.
Meneo la cabeza porque para Félix no ha pasado nada, a mí, sin embargo, me ha dado un infarto detrás de otro hasta que he llegado a él.
—¿Te has golpeado la cabeza, F? —pregunta Minho que ya ha dejado a la niña con su madre y ha vuelto para ocuparse de Félix.
—Nop, nunca dejo que me den en ella, me gusta demasiado lo que guardo dentro.
—Félix, ¡oh, Dios mío! ¿Estás bien? —pregunta Jisung que ha conseguido llegar hasta nosotros con ayuda de Jeongin.
—Todo bien, dejen de preocuparse, ha sido un golpe de nada —se queja Félix para restar importancia al asunto.
Minho se levanta y le tiende la mano, él no duda en tomarla y dejarse impulsar para ponerse de pie.
—Muchísimas gracias por salvar a mi hija —lloriquea la mujer con la niña en brazos.
Félix solo le sonríe, pero a mí me gustaría decirle un par de cosas sobre cómo cuidar a una niña para evitar que otras personas se hagan daño.
—Jeongin, ¿dónde está el coche? —La gente comienza a dispersarse.
—Justo detrás del coche que ha golpeado a Félix.
—Minho, lleva a Jisung al coche —ordeno.
Él me mira, quiere quedarse junto a Félix, él le da un leve apretón en el brazo y asiente para que sepa que está bien y que puede cumplir mis órdenes. Cuando se aleja con Jisung, encaro a Félix.
—¿Se puede saber en qué demonios pensabas al lanzarte contra ese coche?
—En intentar que una niña no muriera.
Gruño.
—No te enfades, Seo, no vas a tener que pagar mi estancia en el hospital, no voy a esos sitios.
Levanto una ceja ante su respuesta. ¿Cree que me cabrea la posibilidad de pagarle un hospital? Mierda, no, no es eso. Se lo voy a explicar cuando veo que parpadea varias veces y noto que le cuesta mantenerse quieto en el sitio.
—¿Félix?
No me contesta. Noto un golpe contra mi hombro, es Minho pasando sobre mí para llegar a él, lo alza en brazos y él se deja, por supuesto, a Minho sí lo deja cuidarlo.
—Tiene la bajada de adrenalina —dice sin siquiera mirarme, le besa la frente y se aleja hacia el coche.
Este tipo me empieza a cabrear sobremanera. Llego hasta el coche y veo como lo ayuda a subir junto a Jisung. Minho, muy prudentemente, sube delante con Jeongin y yo me sitúo junto a Félix que ya tiene mejor cara.
—Me has dado un susto de muerte, Félix —protesta Jisung.
—El coche no iba tan rápido, ha parecido más aparatoso de lo que en realidad ha sido.
—Espero que el jefe no te haga pagar el uniforme nuevo, F —se burla Minho mirándolo por encima del hombro.
Félix trata de tapar sus rodillas con sus manos, no me había fijado, pero tiene el traje roto en la izquierda y lo que parece un buen raspón en ella, no me había dado cuenta, él se ha encargado de ocultármelo. Le aparto la mano y miro su herida con la muñeca entre mis dedos todavía.
—Coseré el traje —contesta como si lo importante fuera el puto uniforme.
Gruño de nuevo.
—Ya, está bien, Bin —me reprende Jisung—. Y tú, ¿por qué te has lanzado sin pensar?
—Porque si puedo hacer algo, siempre lo hago, no me quedo mirando.
—Ese es mi chico —se ríe Minho mientras se gira para chocar el puño con Félix quien al incorporarse para llegar, hace una ligera mueca de dolor.
Gruño nuevamente.
Llegamos a casa y las verjas se abren al vernos. Los guardias de la entrada saludan con la cabeza a Jeongin, todos le tienen un gran respeto, no solo por su fuerza sino porque es un gran jefe para ellos.
Nos bajamos en la entrada, Jisung sale primero y ayuda a Félix a bajar por su lado, Minho corre para estar con él y yo quiero asesinarlo.
—Haz que Minho se encargue del turno de ronda del jardín, desde ahora hasta la noche —le ordeno a Jeongin que me mira con una sonrisa burlona.
—¡Minho! —grita en un tono autoritario—. Conmigo, necesito que cubras un puesto las siguientes horas.
—OK, en cuanto lleve a…
—Ahora —le ordena.
Minho me mira porque sabe que he sido yo, no puedo evitar sonreír. Así es, este es mi mundo y soy el jodido rey en él.
—Yo lo ayudo —dice Jisung para que él se vaya más tranquilo.
Él es ajeno a este momento entre nosotros porque está demasiado ocupado en llevarlo dentro. Veo a Minho y Jeongin desaparecer por el lateral y me acerco a los chicos.
—Jisung, de verdad, está todo bien, puedo caminar yo solo —le dice divertido Félix, ya que Jisung intenta cargarlo como un saco de patatas.
Me río porque es cómico verlo, aunque no es mucho más pequeño que Félix, es como la mitad que él en cuanto a cuerpo y músculos.
—Tú no te rías —protesta Jisung justo antes de caerse de culo.
No puedo evitar soltar una carcajada. Ambos me miran atónitos, no es algo que me vean hacer muy a menudo. Félix de pronto comienza a reír, Jisung pone pucheros y se cruza de brazos todavía en el suelo. Me acerco a él y lo levanto hasta que está nuevamente de pie.
—Yo lo llevo, se quedará en la habitación que hay junto a la tuya.
Sin pedir permiso alzo a Félix contra mi pecho. Él se queda rígido, no está relajado contra mi cuerpo como lo estaba contra el de Minho, ni apoya su cabeza en el hueco de mi cuello. Eso me cabrea. Jisung nos sigue hasta que llegamos al salón.
—Iré a ver qué hay de cenar, ahora voy a verte, Félix. —Se despide feliz.
Está encantado de tenerlo aquí, es el primera chico de su edad con él que se junta en casa y creo que se están haciendo buenos amigos. Me alegro, a Jisung le hacía falta alguien con quien hablar, por mucho que sea mi mejor amigo hay cosas que sé que no puede contarme.
—Tu habitación está junto a la de Jisung y frente a la mía —le digo mientras camino con él en brazos—. Puedes relajarte, no voy a morderte.
—Tengo miedo de pincharme con una de las astillas del palo que tienes metido en el culo, Seo. —Me mira desafiante.
Sonrío, jodidamente sonrío cuando normalmente estaría dándole una paliza al imbécil que se atreve a retarme, pero con él las cosas son diferentes.
Abro la puerta, me acerco a su cama y lo lanzo sin contemplaciones. Al soltarlo, me acuerdo de que él debe estar dolorido por el golpe y me siento muy mal.
—Mierda, lo siento, no lo pensé —me excuso cuando lo veo ponerse de forma cuidadosa a cuatro patas sobre la cama.
No me dice nada y creo que le he hecho daño. Me acerco para comprobar que está bien, pero en el momento que le toco una pierna él se gira con la almohada en la mano y me da con ella en toda la cara. Me quedo parado en el sitio, estupefacto, diría que el último que me dio con una almohada en la cara ahora duerme a tres metros bajo tierra, pero nadie, jamás se ha atrevido a darme con una almohada en la cara. Él me mira un segundo antes de empezar a reírse, pero a reírse con ganas, y yo me uno a él. Verlo reírse de esa manera me da paz, de una forma en la que no he conseguido estar nunca, salvo el día del entierro de su abuela cuando lo observé mirar al cielo bajo la lluvia.
—Siéntate en el borde —le digo una vez hemos podido controlar nuestra risa.
Él me obedece secándose las lágrimas y pone ambas manos a su lado.
—¿Dónde vas? —Me pierdo en el baño durante un segundo antes de salir con el botiquín que he pedido que dejaran allí mientras íbamos de camino.
Salgo y lo levanto en respuesta.
—Vaya, Seo, al final no vas a ser tan mal tipo.
—Gracias —le contesto con fingida indignación.
Lo coloco en el suelo y me arrodillo delante de él, tomó su pie para ponerlo sobre mi traje, en cambio, se retira.
—No es necesario, puedo hacerlo solo y si necesito ayuda…
—Si necesitas ayuda se la pedirás a Minho, ¿no? —lo corto con burla.
—A Minho nunca tengo que pedirle ayuda, él siempre está cuando lo necesito.
Gruño.
—Cualquiera diría que solo son amigos.
—Me importa una mierda lo que cualquiera diría.
—Eso parece —murmullo y le pongo alcohol sobre la herida, a traición.
—¡Arde! ¡Arde! ¡Arde! —grita como un niño pequeño.
Soplo sobre su herida para aliviarle un poco y parece que funciona porque se queda quieto mirándome a los ojos. No sé qué me pasa con él, me cabrea sobremanera, pero no soporto la idea de que se haya hecho daño delante de mí.
—Gracias —susurra.
Sigo curando su herida a la vez que él me vigila con atención.
—Jisung me dijo que no sabías el motivo de por qué mi padre te alejó de mi abuela —me suelta sin más. Recorto una gasa para ponérsela encima.
—Supongo que un niño de la calle no era lo suficiente bueno como para ser presentado —le contesto encogiéndome de hombros.
Fue algo que de niño me atormentó, pero ya no me importa, Taeyong hizo demasiadas cosas buenas por mí como para detenerme en lo único que no hizo. Él toma mi cara entre sus manos y me obliga a mirarlo.
—No fue por ti.
Disfruto del tacto de su mano en mi cara y creo que él también lo hace.
—Ven —palmea el sitio a su lado—, siéntate.
Lo hago, me levanto y me sitúo junto a él, muy cerca. Félix se gira hacia mí y yo hago lo mismo, nuestras piernas se tocan y me gusta esa sensación.
—Mi abuela fue una madre horrible. Ella misma me contó algunas de las cosas que obligó a hacer a mi padre y a Jhonny para que fueran hombres fuertes, al fin y al cabo, ella dirigía una organización y ellos debían estar preparados para heredarla.
—Taeyong nunca me habló de ello.
—No, mi abuela me dijo que era demasiado bueno. Fue por ella, la forma en la que lo crio provocó que cuando tu apareciste él no quisiera que estuviera en tu vida. Tú no hiciste nada malo, por lo que sé, mi padre te quería tanto que te antepuso a su propia familia.
Lo miro unos instantes recordando las pocas veces que había visto a su abuela y en como Taeyong siempre me apartaba de ella. Pensaba que era por mí, pero no, él me protegía. Siento un nudo en el pecho, ojalá lo hubiera sabido en ese momento para poder agradecérselo.
—¿Por qué me lo cuentas?
—A mí me gustaría saberlo. —Se encoge de hombros.
—Gracias.
Él me sonríe en respuesta y me acerco un poco más. Me gustaría tener mi cara en su cuello en estos momentos y seguir esta conversación con mis labios pegados a su piel.
—¿Te trató bien? —le pregunto sin saber muy bien si tengo derecho a hacerlo.
Su sonrisa cambia a una sonrisa triste, la echa de menos y puedo verlo cuando el color de sus ojos ámbar se apaga.
—Me salvó la vida, era una mujer de carácter, pero era lo que necesitaba en el momento que me encontró.
—Me gustaría que me contaras más sobre ella —le digo sin querer romper este momento.
—Y a mí que me hablaras de mi padre.
—Entonces tenemos una conversación pendiente, ¿trato? —Alargo mi mano para sellar el pacto.
Él sonríe y alarga su mano, se la estrecho sin poder evitar pasar mi pulgar por la cara interior de su muñeca.
—La cena estará en una hora —interrumpe Jisung en la habitación sin llamar.
Lo miro queriendo matarlo.
—Siempre se me olvida llamar —se disculpa—, lo siento.
Le sonrío porque no puedo hacer otra cosa. Félix aparta su mano y se sienta enfrente de él.
—Interrumpo algo, ¿no? —pregunta ¿esperanzado?
—No —contesta Félix muy seguro—, tu hermano me ha ayudado con mi rodilla, nada más.
Me levanto para dar por concluida nuestra charla y recojo el botiquín del suelo.
—Toma, Sung, déjalo en el baño. —Le lanzo la bolsa que él atrapa sin problemas.
—OK —contesta y se mete en el baño.
Aprovecho esos últimos segundos a solas que nos quedan y me acerco a Félix que aún está sentado, me agacho y le beso la frente.
—Ten cuidado, no me gusta que te hagas daño sin que yo pueda hacer nada.
Él me mira atónito por mis palabras, creo que me gusta esto de dejarlo sin nada que decir. Jisung sale del baño y antes de que Félix pueda darse cuenta, tomó la almohada y le doy en la cabeza con ella.
—Nunca bajes la guardia cerca de mí —me río.
—Esto es la guerra, Seo —me promete con una sonrisa de medio lado.
Me giro y salgo de allí lo más rápido que puedo, de lo contrario creo que volvería y me lanzaría sobre él, aunque no creo que me conformase con un beso en la frente, esta vez.