-¡Oh! Tengo algo de dinero para sus honorarios y sé cómo conseguir más.
-Conmigo –intervino la señorita Clawthrone.
-¡Con usted! -repitió Amity, sorprendida.
-Estamos divagando, Amity, y le hacemos perder a Edalyn su tiempo, que es muy valioso –repuso la señorita Lilith-. Discutiremos eso más tarde. A solas.
Eda averiguó los hechos en quince minutos y les informó que en menos de una hora se trasladaría a la prisión para hablar con Luz y tomar una decisión acerca de su defensa.
Antes de que transcurriera ese tiempo, la misma Amity se encontraba frente a la oficina del aguacil Steve con otro tarro de miel en las manos. Él estaba muy entretenido conversando con su asistente, pero levantó la vista cuando ella entró.
-¡Cielos, Amity! -empezó-. Te dije que no podías ver a Luz hasta que consiguieras un abogado.
Ella colocó el tarro de miel sobre su escritorio.
-Siempre quise darle las gracias por sacarme de esa casa en la que crecí. Le traigo la miel por eso.
-Amity, te advertí...
-Alguacil, usted es un hombre justo. Fue la única persona que me defendió cuando me encerraron en esa casa y mi familia le quiso hacer pensar a todo el pueblo que estaba loca. Bueno, no lo estoy. Los locos solo son los que hacen esas leyes que le impiden a una mujer ver a su esposa. Sólo le pido algo que es justo.
-Un momento, Amity, existen reglas...
-¡Vamos! Permítale hablar con Noceda -interrumpió de pronto el asistente, dirigiendo una rápida sonrisa a Amity-. ¿Qué daño puede hacer?
Steve sucumbió.
-Está bien. Llévala con Noceda.
El asistente la guió desde el despacho.
Al caminar a su lado, Amity sintió renovada su fue en la humanidad. Contó a aquellos que la habían ayudado ese día: Amelia Marsh, las hermanas Clawthrone y ahora el asistente del aguacil.
-¿Por qué hace esto?- le preguntó.
-Su esposa perteneció a los Infantes de Marina, ¿verdad?
-Así es. Al primer batallón de combate.
El asistente esbozó una sonrisa que rezumbaba orgullo.
-Sargento de artillería Morton Hess, compañía Charlie, Primer Batallón de Infantes de Marina, a sus órdenes -le hizo un saludo militar y abrió la puerta que conducía a a prisión-. La tercera a la izquierda -informó y cerró, dejándola sola en el corredor, frente a una larga hilera de celdas.
Nunca había estado en una cárcel. Era húmeda y deprimente. Le quitó el poco ánimo que por un momento le había levantado Morton.
Incluso antes de llegar hasta donde Luz se encontraba, su corazón sufría. Cuando la vio, hecha un ovillo en el catre, de espaldas a los barrotes, fue como verse a sí misma de rodillas en aquella casa, implorando perdón por algo que no sólo no había cometido, sino que ni siquiera sabía qué era.
-Hola, Luz -saludó en voz baja.
Sorprendida, miró por encima del hombro y tuvo cuidado de ocultar todas sus emociones. Luego volvió a mirar a la pared.
-Pensé que no te iban a dejar entrar aquí.
Amity sintió como si le rompiera el corazón.
-¿Es lo que querías? -al no obtener respuesta, agregó-. Me parece que yo sé por qué.
Luz tragó saliva y sintió un nudo de emoción que le llenaba la garganta.
-Vamos, vete de aquí. No quiero que me veas en este lugar.
-Ni yo, pero hay algunas preguntas que necesito hacerte, Luz.
Con un tono de voz helado, Luz le habló a la pared.
-¿Ah, sí? ¿Cómo qué? ¿Quieres saber si yo maté a Boscha? ¿O si andaba con ella? -se rió sin alegría y luego espetó por encima del hombro-. Bueno, pues vas a tener que seguir con la duda. Si ésa es la fe que tienes en mí, no necesito una esposa como tú.
El remordimiento se extendió como llamarada ardiente a través de Amity. Con Luz, vinieron lágrimas repentinas y punzantes.
-¿Por qué no me dijiste nada acerca de ella, Luz?
-¡No tenía que decirte que no hacía determinadas cosas! Ya deberías saber por las cosas que sí hago la clase de mujer que soy. Pero todo lo que necesitabas oír era una solo palabra de ese alguacil de policía para creer que yo era culpable. Lo vi en tus ojos, así que no puedes negarlo.
-No voy a negarlo -susurró, avergonzada, mientras Luz se paseaba desesperada en la celda, pasándose la mano por el cabello.
-¡Tú eres mi esposa! ¿Sabes lo que sentí cuando me miraste como si fuera una... una asesina?
Más que nada en el mundo quería tocarla, pero ella caminaba de un lado para el otro como una bestia enjaulada, fuera de su alcance. Amity apretó la mano sobre el barrote de hierro negro.
-Luz, lo siento, pero soy humana. Cometo errores. Aunque no tarde más de tres minutos en darme cuenta de que tú no serías capaz de haber hecho algo así. No tú, no mi Luz.
Luz se detuvo de pronto, le lanzó una mirada penetrante y condenatoria con sus ojos castaños y repuso con un tono de voz helado y amargo.
-Sí, claro, sólo que llegas demasiado tarde por tres minutos, Amy, porque ya no me importa lo que pienses –era una mentira que la lastimaba a ella como a Amity. Observó la intensa conmoción que cruzó por el rostro de su esposa, las lágrimas y tuvo que fingir para no correr y disculparse con ella.
-En realidad no quieres decir eso, Luz -murmuró.
-¿Ah, no? -respondió, tratando de no prestar atención a las lágrimas que hacían que los grandes ojos dorados se vieran tan brillantes.
Durante varios segundos, mientras sus corazones latían con violencia, se miraron fijamente, lastimadas, llenas de amor, temerosas. Entonces, Amity dejó caer la mano del barrote, retrocedió y habló sin transmitir ninguna emoción.
-Muy bien, Luz, me voy si eso lo que quieres.
"No te vayas, no quise decir eso. No sé por qué lo dije. No me dejes sola aquí. Amity, te amo tanto."
-Si quieres verme, avísale al asistente del aguacil. Él me mandará llamar.
Sólo después de que ella se marchó, Luz permitió que las lágrimas afloraran.
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La señorita Clawthrone había esperado complaciente en el auto. Cuando regresó, Amity se veía pálida y temblorosa.
-¿Qué sucede, Amity?
Amity miró fijamente y sin expresión por la ventanilla.
-Lastimé a Luz. Cuando el aguacil llegó a nuestra casa y nos informó que Boscha estaba muerta, por un momento cruzó por mi mente que tal vez Luz podría haberlo hecho. Nunca se lo dije, pero Luz lo adivinó por la expresión que vio en mi rostro. Ahora no quiere hablar conmigo –Amity se cubrió los ojos y dejó caer la cabeza.
-Escúchame bien, jovencita. Experimentaste un momento de duda. A cualquiera le habría sucedido.
-Pero a usted no.
-No seas imbécil, Amity. Desde luego que sí.
-¿En verdad?
-Claro que sí -mintió Lilith-. ¿A quíen no le sucedería? A la mitad del pueblo le pasaría lo mismo. Eso sólo significa que vamos a tener que luchar más arduamente para probar a todos que se equivocan.
La firmeza y lealtad de la señorita Lilith logró de repente que la columna vertebral de Amity se enderezará. Suspiró y se limpió los ojos.
-¿Quién pudo haberlo hecho, señorita Clawthrone? Tengo que averiguarlo. ¿Con quién empezaré?
-¿Qué te parece con Belos y Bump? Han pasado años sentados en esa banca del parque, observando a Boscha abalanzarse sobre hombres y mujeres. Estoy segura de que ellos deben saber con exactitud cuánto tiempo tardó Boscha en seguir a Luz hasta la biblioteca cada vez que me llevaba los huevos o los libros y también cuánto tardaba en regresar con el rabo entre las patas.
-¿Usted cree?
-Desde luego que sí y ahora están a cargo de patrullar el pueblo, hacen sus rondas por las noches y revisan las cortinas en las ventanas durante los apagones.
Amity puso en marcha el motor.
-Vamos, señorita Lilith.
Encontraron a Belos y Bump MacReady en su banca habitual, en la plaza del pueblo. Cada uno de ellos recibió un tarrode miel a cambio de lo que gustosos revelaron como los sorprendentes detalles de una conversación que por casualidad habían escuchado una noche.
Bump empezó.
-Belos y yo caminábamos por la calle Comfort y habíamos doblado por el callejón que da a la parte trasera de la biblioteca, cuando un zapato de tacón alto salió volando por los aires y me golpeó en el hombro.
Belos continuó.
-Entonces escuchamos a la joven Noceda gritar: "Si estás en celo, Boscha, ve a aullar debajo de otra ventana." Ésas fueron sus palabras exactas, ¿no es así, Bump?
-Claro que sí. Entonces oímos que la puerta se cerró de golpe y la señorita Boscha, más enojada que nunca, le gritó a Noceda algunas cosas que ustedes, señoras, podrán leer en nuestra bitácora si gustan, pero...
-¿Bitácora?
-Así es. Pero que nosotros no podemos repetir.
Casi simultáneamente la señorita Clawthrone y Amity preguntaron:
-¿Ya le informaron de esto al aguacil Steve?
-No, él no nos preguntó.
Eso le dio a Amity la idea de poner un anuncio en el periódico. Después de todo, si antes le había dado resultado, ¿por qué no intentarlo otra vez? Pero los tobillos de la señorita Lilith estaban hinchados, así que Amity la llevó a casa. Después fue a la oficina del Register de Whitney y dejó otro tarro de miel como pago por el anuncio; en él informaba que A. Noceda ofrecía una recompensa por cualquier información que ayudara a probar la inocencia de su esposa, Luz Noceda, en el caso del asesinato de Boscha Peak. La editora, Azura, le dio las gracias por la miel, le deseó suerte y terminó:
-Su esposa es una buena mujer, señora Noceda. Ella sí fue a pelear por su país, en lugar de cortarse el dedo en una sierra como otras.
Ese comentario revivió en su memoria el viejo antagonismo de Willow Park con Luz; Amity dudo por un momento si valía la pena mencionar el hecho al aguacil. Sin embargo, no tuvo tiempo de meditarlo, ya que de la oficina del periódico se dirigió a la agencia de bienes raíces Pride, donde arrojó la llave maestra sobre el mostrador y le anunció a Roxa Pride:
-Quiero anunciar una propiedad.
(DATO: Para los que hayan leído mi primera adaptación, recordarán el personaje de Roxa. 'Roxa' es el nombre que decidí usar para identificar al nuevo personaje de la segunda temporada de TOH que pertenece al aquelarre de los bardos.)
Amity siguió a Roxa en su propio auto hasta llegar al lugar que se había rehusado a mirar durante casi una década. Las enredaderas de campanillas estaban secas y sin hojas alrededor de la puerta principal. El pasto era del color del cáñamo. Los dos autos se estacionaron junto a la puerta trasera.
De todas las cosas que había hecho ese día, ninguna le resultaba tan espantosa como entrar en esa casa siniestra y deambular entre las sombras lúgubres tras las detestadas persianas verdes. Era muy difícil, pero Amity estaba lográndolo. No sólo porque necesitaba el dinero para pagarle a la hermana de la señorita Lilith, sino porque había ido tan lejos en su forma de actuar y en la toma de decisiones en un solo día, que se imaginó que bien podía llegar hasta las últimas consecuencias.
En el vestíbulo, levantó las persianas, una tras otra.
-Dos mil trescientos -anunció Roxa Pride-. Es el precio de la lista más elevado, tomando en cuenta las obras que será necesario realizar para hacer habitable el lugar otra vez.
Dos mil trecientos dólares serían más que suficientes para pagar los honorarios de Edalyn Clawthrone, calculó Amity, y le quedaría algo de dinero extra para las recompensas que esperaba pagar. Insistió en firmar el documento ahí mismo, dentro de la casa, para que al salir se sintiera liberada de ella para siempre.
Y así fue. Al subir nuevamente al auto de Luz y alejarse, se sintió aliviada, absuelta, libre de los fantasmas de su pasado.
Estaba cansada, muy cansada. Pero Luz todavía se encontraba en prisión y en cada minuto en ese lugar debía parecerle como un año. Enfiló el auto hacia Calhoun otra vez para encontrarse con el aguacil, comentarle lo que pensaba acerca de sus métodos descuidados de investigación y ponerlo tras la pista de la bitácora que llevaban los MacReady. Olvidó, sin embargo, mencionar a Willow Park.
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Luz yacía en su celda envuelta en un capullo de infelicidad. Desde el corredor percibió los ecos tintineantes de una puerta metálica que se abría y se cerraba. Entonces escuchó unos pasos.
-¿Noceda? -era la voz del asistente del aguacil, Morton-. Su abogada se encuentra aquí.
-¿Mi abogada? -preguntó sorprendida.
Al lado de Morton estaba una mujer, ligeramente encorvada, con cabello gris totalmente despeinado. Llevaba puesto un traje marrón, arrugado.
-Su esposa fue a verme y me pidió que viniera a conversar con usted.
-¿Mi esposa?
-Y mi hermana Lilith Clawthrone –el asistente del aguacil abrió la puerta y la mujer entró-. Me llamo Edalyn Clawthrone.
-Luz Noceda –se levantó y aceptó el sincero apretón de manos. Luz pensó: "¿No sólo vino a Calhoun sino que también contrató a una abogada?"
Pero, ¿qué clase de abogada? Se veía desaliñada. Cuando la mujer caminó hasta la silla y tomó asiento. Al hablar, su voz sonaba más bien a la de una comediante. No dejaba de rimar cosas que no tenían sentido con el caso que supuestamente venía a trabajar. No podía creer que estaba enfrente de la hermana de la señorita Lilith, eran tan opuestas que pensó que seguro era una de las bromas de esa mujer chiflada que tenía enfrente.
-Aunque no lo creas, Noceda –le informó-. Era una mujer muy atractiva. Lilith siempre fue la brillante y aplicada. Aún me asusta que sea tan inteligente. Hubiera sido una buena abogada.
Luz se preguntó por qué la señorita Lilith le recomendaría a su hermana chiflada y excéntrica. Pero en ese momento Eda le lanzó una pelota en curva.
-Así que dígame, Luz Noceda, ¿mató usted a Boscha o no?
-No, señora.
Clawthrone asintió con la cabeza.
-¿Tiene alguna idea de quién lo hizo?
-No, señora.
-Entonces tenemos trabajo que hacer –repuso la señora Edalyn Clawthrone-. La audiencia se fijó para mañana.
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El procedimiento fue rápido y predecible. El tribunal se rehusó a fijar la fianza debido a los antecedentes penales de Luz. La desilusión la dejó demasiado abatida. La retiraron de la sala de audiencias por el pasillo posterior que conducía a la cárcel, así que no tuvo oportunidad de saber si Amity se encontraba en alguna parte en espera de tener noticias sobre la decisión. Había albergado tontamente la esperanza de verla, aunque fuera por un instante. En lugar de eso, volvió a su celda deprimente.
El espacio en que estaba le hacía sentir aún mayor claustrofobia. Desalentada, se sentó en la litera y apoyó la espalda contra los helados bloques de concreto. Necesitaba desesperadamente ver a su Amity, pero la había herido tanto que temía que, incluso si la mandaba llamar, ella tal vez no querría verla.
Pero ella se presentó cuando Luz se hallaba sentada ahí, sintiéndose sola y perdida.
-Tiene una visita, Noceda -anunció el asistente Morton, al abrir la puerta de la celda-. Es su esposa, Amity, sígame.
De manera que ella había estado ahí, esperando las noticias. Sintió que el corazón empezaba a golpear con fuerza, mientras apresuradamente se levantaba de la litera para seguir a Morton.
La sala de visitantes era una habitación grande y semivacía, tenía una sola ventana, una mesa y tres sillas. Cuando Luz entró, Amity ya estaba sentada oprimiendo el bolso sobre su regazo.
Luz se deslizó en la silla frente a ella y durante diez segundos se miraron fijamente; cada una lamentaba las palabras ásperas de la última ocasión que se habían visto.
"Dile que lo sientes, tonta", se dijo Luz. Pero Morton montaba guardia muy cerca de ellas y la idea de desnudar su corazón delante de un extraño parecía inmovilizar la lengua de Luz. Así que, en vez de ello, sólo pudo decirle a Amity:
-Gracias por contratar a Edalyn.
-¿Te encuentras bien, Luz? ¿Te dan de comer bien en este lugar?
-Muy bien –dijo con una sonrisa que se desvaneció.
-Bueno, te ves bien –le dirigió una fugaz sonrisa nerviosa.
Silencio otra vez. El ambiente se hacía más y más pesado por el hecho de que hablaban de todo menos de lo más importante. Por fin, Amity abrió el bolso y comentó en voz baja:
-Sé que me dijiste que no viera, Luz, pero tenía que traerte estos regalos de los niños -sacó del bolso dos papeles enrollados y se los entregó sobre la mesa.
-¡Espere! -Morton saltó hacia adelante.
-Son sólo los saludos de los niños -dijo Amity ofendida.
Morton los examinó, volvió a enrollarlos y se los devolvió. Nuevamente, Amity le ofreció los papeles.
-Aquí están, Luz.
Luz los desenrolló y descubrió dos dibujos hechos con lápices de colores y el mensaje "Te quiero, Luz", seguido por sus nombres, Alador y Edric. Luz nunca había tenido que esforzarse tanto para reprimir las lágrimas.
-Te extrañan -susurró Amity, pensando más bien 'te extraño', pero tenía miedo de su rechazo.
-Yo también los echo de menos. ¿Cómo están?
-Bien. Los tres se quedaron con Amelia. El autobús escolar está dejando a Alador ahí. Le encanta ir a casa de Amelia.
Luz aclaró la garganta. Su corazón brincaba y latía con fuerza. Deseó en vano, por centésima vez, no haber pronunciado jamás las palabras con que la había lastimado la última vez que se vieron. Necesitaba saber con desesperación si Amity, como los niños, todavía la amaban. "Dile lo que sientes, Noceda".
Abrió los labios para disculparse, pero ella habló primero.
-La señorita Clawthrone dice que su hermana es la mejor.
-Confío en su opinión -se aclaró la garganta de nuevo-. Pero, ¿de dónde vamos a casar el dinero para pagarle, Amy?
-No te preocupes por eso. La producción de miel ha sido buena y tenemos un poco de dinero en el banco. Además, la señorita Clawthrone se ofreció en ayudarnos.
-¿En verdad?
-Sin embargo, no quiero recurrir a ella a menos que sea absolutamente necesario.
-Eso será lo mejor -añadió Luz.
Otra vez se hizo un silencio opresivo.
-Bueno, escucha -levantó la cara y esbozó una sonrisa, tan falsa como si la hubieran tallado con un cuchillo en una calabaza-. Tengo que irme porque últimamente he estado dejando a los niños con Amelia y no quiero que vaya a pensar que me excedo.
El pánico paralizó a Luz. No había expresado ninguno de los sentimientos que se agolpaban en su pecho. No se había disculpado ni le había podido decir que la amaba. Aunque probablemente era mejor dejarla en libertad. Inocente o no, estaba segura de que iba a perder en el juicio. Esta vez la encerrarían para siempre. Eso es lo que se acostumbraba en una segunda condena por homicidio.
Se quedó inmóvil, estrujando el rollo de papel con ambas manos para contener los deseos de extenderlas hacia ella.
-Gracias por venir, Amity. Dile a los niños que les agradezco los dibujos y dale un beso de mi parte a mi pequeña Lucie.
Amity se levantó vacilante; todavía tenía sujeto el bolso.
-Yo q...
La barbilla le empezó a temblar y Amity tuvo que tensarla con fuerza. Se miraron fijamente hasta que los ojos les ardieron y el latido de sus corazones les dolió.
-Amy -susurró Luz y extendió la mano.
-Luz -musitó Amity. El bolso se balanceó torpemente en su muñeca, cuando unieron las manos, aplastando el rollo de papel.
Era un mensaje tenso y acongojado de todo lo que no habían podido decirse.
Las lágrimas destellaron en los párpados de Amity.
-Tengo que i-irme, Luz.
Con lentitud se zafó y retrocedió un paso.
Desesperada, Luz dio media vuelta y caminó hacia la puerta.
-Estoy lista, Morton –las palabras resonaron en el cuarto vacío, mientras Luz dejaba a Amity, que derramó sus amargas lágrimas sin que Luz la viera.
Ya no volvió. Pero la señorita Clawthrone se presentó al día siguiente, con una mirada de severo reproche en el rostro.
-¿Qué le hiciste a Amity? -demandó antes de que Luz pudiera siquiera tocar su silla-. Llegó anoche a mi casa llorando a mares y diciendo que ya no la amabas.
-Es mejor si piensa eso.
-¡No me vengas con esas estupideces! -sus palabras sorprendieron a Luz. Se dejó caer en la silla y permaneció sentada en silencio mientras la señorita Lilith rugía-. Lo que sea que haya dicho para poner a Amity en ese estado es injustificable. Si alguna vez ha necesitado apoyarla, es este momento.
-¿Yo, apoyarla? Pregúntele si ella me apoyó. ¡Pensó que yo lo había hecho! Creyó que yo había asesinado a Boscha.
-¡Claro que sí! ¿Verdad? Entonces, ¿por qué crees que puso unos anuncios en el periódico ofreciendo recompensas por cualquier información que conduzca a tu absolución? ¿Por qué ha estado ella sola reuniendo testigos para que declaren en su favor? ¿Por qué aprendió a conducir un auto y...?
-¿Conducir?
-Además de que rechazó mi ayuda financiera, ha recorrido todo el condado de Gordon regalando miel para hacer que la gente olvide todas las cosas terribles que dijeron sobre ella hace años y ha estado importunando al aguacil Steve a fin de encontrar al verdadero asesino. ¿Y por qué recurrió a Roxa Pride y la llevó a esa casa abandonada, que ninguna mujer que haya sufrido lo que Amity pasó, tendría que volver a pisar?
Por fin, Luz logró decir algo.
-¿Quién es Roxa Pride?
-Nuestra corredora de bienes raíces, ésa es Roxa Pride. Amity puso en venta la casa del abuelo para pagar los honorarios de mi hermana. Quiere asegurarse de que obtenga la mejor defensa posible. Pero para hacerlo, tuvo que enfrentarse con aquella casa y con un pueblo lleno de necios despreciables que no merecen que uno se rebaje ante ellos. Sin embargo, ella lo hizo y lo hizo por ti, Luz Noceda. Porque te ama tanto que sería capaz de encarar cualquier cosa por ti. Y así le pagas, negándole tu perdón por una reacción que habría sido natural en ti si ella fuera la que tuviera antecedentes criminales y hubieran vuelto a acusarla. Bueno, ¡qué vergüenza, Luz Noceda! -la señorita Lilith apuntó el dedo hacia Luz como si ella tuviera seis años de edad-. Ahora quiero que reconsideres la manera en que la has lastimado, en lugar de sentarte y pensar solamente en ti. Quiero también que la próxima vez que venga a visitarla, la compense por su compartimiento. ¡Ah!, una cosa más. Con la ayuda de Amity, mi hermana logró que el juicio se programara en la agenda para pasado mañana.
La señorita Clawthrone no le dio a Luz la menor oportunidad de replicar. Abandonó la sala de visitas con tanto ímpetu como había entrado y la dejó con la sensación de que acaba de salir de un torbellino.
De regreso a su celda, Luz experimentó una reacción peculiar, un minuto de gran regocijo. ¿En verdad su Amity había aprendido a conducir un auto? ¿Amy había reunido a los testigos? ¿Amy había ido a aquella casa?
¡Y todo por ella!
Yo creo en ti,
conoces la puerta a mi misma alma.
Eres la luz en mi más profunda, más oscura hora.
Eres mi salvadora cuando caigo.
Y puede que pienses que no me preocupo por ti,
cuando en el fondo sabes que sí.
-Bee Gees-