Había salido al balcón a ver la luna. Le recordaba a él, al futuro que la vida nunca escribió para ellos. La historia no contada. El beso que jamás fue robado. Imaginaba aquellos momentos que algún día habrían sido recuerdos, pero que no lo fueron ni lo serían en ningún punto de sus vidas.
La imperiosa luna creciente, menospreciada a menudo y ninguneada por su versión rellena, parecía devolverle la mirada con anhelo. Las estrellas centelleaban a su alrededor acompañando con ritmo dispar las lágrimas que le resbalaban hasta el cuello de la camiseta ¿Cesaría algún día el dolor? Había mantenido la distancia por mucho tiempo. No se hablaban, Vivian se había mudado hacía mucho, él ya no frecuentaba los mismos lugares ni salía con las mismas personas. Eran dos desconocidos con vidas opuestas y sin lazos comunes, y aún así, seguía siendo su último pensamiento cuando caía la noche y su primer suspiro al despertar. Seguía haciéndole promesas en sueños, de los que despertaba con un vacío en el pecho. Lo sentía con ella cuando estaba feliz, cuando conocía a alguien, cuando cortaba el pan o salía con amigas. Así como también sentía su compañía en los momentos de tristeza, o cuando viajaba a algún lugar. Fuese adónde fuese e hiciese lo que hiciese, sentía su esencia allí, dentro de ella, o en el aire. No lo sabía exactamente.
A menudo se preguntaba si se estaba volviendo loca, si toda aquella imaginación que tanto bien le había hecho de niña no estaría ahora jugando en su contra. Tal vez habían sido los libros, aquellos que su padre empezó leyéndole para dormir y que con el tiempo ella misma había buscado como refugio. O puede que fuesen todas esas películas de princesas y chicos de oro que de pequeña veía acurrucada al lado de su hermana. O las historias de moteros que iban por ahí a doscientos por hora con una chica pegada a su cintura jurando un amor eterno.
Sin importar cómo hubiese ocurrido, allí estaba. Imaginando todo lo que pudo haber sido si uno de los dos hubiese dejado la cobardía a un lado. Como si acaso las cosas realmente hubieran podido haber conocido un destino diferente.
Alzó la mirada al cielo una vez más antes de saltar por la ventana para volver a la habitación.
Contempló el muchacho de torso desnudo que descansaba ahora solitario. Era guapo, mucho, debía admitir. Con aquellos ojos almendrados y cabello rizado. Apenas hacía unas horas que se conocían, aunque se habían visto un par se veces por el campus de la universidad. La noche había sido agradable y el chico se había comportado bien. Cualquier otra persona en su sano juicio hubiera querido seguir conociéndolo. Pero como siempre, no era él. Él. El de siempre, a quien seguía buscando en cada una de las fiestas a las que iba o cuando volvía a pisar el asfalto del pueblo.
Se aseguró de que seguía dormido cuando salió descalza por la puerta con tal de no hacer ruido. La noche había ido bien, pero eso era todo. La rutina incesante en la que se habían convertido sus días le impedía dar oportunidades a nadie que tuviese la más mínima intención de entrar en su corazón. No porque no quisiera, sino porque sabía que era incapaz de amar a alguien que no fuese Luke Bennet.
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¡Hola!
Para empezar gracias por leer ❤, en caso de que alguien llegue hasta aquí xd. En fin, sólo quería decir que, efectivamente, continuará. No sé si esta historia gustará a alguien, pero si por alguna razón te ha gustado el primer capítulo o quieres leer más, no olvides votar.
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