My First And Last | Nomin

By kyuvhun

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¿Debería intervenir en este caos de destino que ha decidido jugar con nuestras almas en un juego sin fin? Ten... More

Presentación
Esta es la historia de un amor
254.13.26
J.C.
Las curvas de esa chica
Oh my God
Cenando en París (I)
Cenando en París (II)
El Mapa de tu Corazón
The Truth Untold
el cine
stereosexual
resonance pt.1
resonance pt.2
champagne problems
Hermano Sol, Hermana Luna
...ready for it?
Levitating
i did something bad
melting
el fallo positivo
make a wish (I)
make a wish (II)
after school (I)
after school (II)
summertime in paris (I)
summertime in paris (II)
naturaleza muerta
come back, be here
fly love
i can't handle change
un año más
esto no es un capítulo
los amantes
tq
la fuerza del destino
descanso dominical
the room
no tienes nada que perder
everybody wants to rule the world (I)
everybody wants to rule the world (II)
cuerpo y corazón
late night talking
por la cara
sweet.
no estoy bien.
¿te hace un renyang?
candy
hoy no me puedo levantar
esto no tiene nombre (I)
esto no tiene nombre (II)
cuando la vida te da limones...
¡Haz limonada!
¡Feliz cumpleaños! (I)
¡Feliz cumpleaños! (II)
to be loved is to be changed
la última cena
¿que por qué no me callo? ah, sí, porque soy imbécil

me colé en una fiesta

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By kyuvhun


🐰

Lo voy a hacer, está decidido.

El pequeño espejo de mi baño me devuelve un reflejo de ansiedad con un atisbo de esperanza, mientras paso una y otra vez las manos engominadas y sudadas por mi pelo, aplastando concienzudamente los mechones más rebeldes contra el cuero cabelludo, una y otra vez, una y otra vez, hasta que el último pelo esté en su lugar.

Nada podía ir mal esta noche. Nada lo iba a estropear.

Hasta que el mismo mechón de pelo que llevo intentando pegar a mi cabeza durante los últimos 15 minutos vuelve a caer sobre mi frente, y lo arruina todo.

Bufo exasperado y meto las manos bajo el grifo, donde dejo que el agua caliente se lleve por el desagüe la gomina mezclada en sudor, y remuevo mi cabello con desenfreno para disimular mi intento fallido por parecer alguien formal, de ideas claras y decisión grabada en la mirada. Cuando estoy medio satisfecho con el resultado final, suspiro con manos temblorosas a cada lado del lavabo.

Nervioso se queda corto para describir cómo me siento.

Después de todo... No todos los días te levantas preparado para salir del armario con tu familia, confesarte a tu crush, y menos aún te decidías a hacerlo todo en Nochebuena. Sabía que era un movimiento suicida y que conociendo a mi madre esto sería la última gota que colmase el vaso entre nosotros, que si las cosas ya estaban mal y estos últimos meses habían sido una pesadilla, después de haberme acostumbrado a sentir lo que era vivir con una familia de verdad, con decirle que era bisexual lo único que conseguiría sería acabar durmiendo en la calle. Pero es que... me daba igual ya. Estaba cansado. Cansado de que mi madre me odiase por los motivos equivocados, de su abuso, cansado de que lo que hubiese entre Jeno y yo no pareciese culminar nunca en nada, aun siendo estúpidamente evidente que nos gustábamos.

Suspiré. Era hoy o nunca. Mi último intento.

Me echo un último vistazo en el espejo dándome el visto bueno. Puede que mi madre decidiese desheredarme hoy, y puede que Jeno me rechazase también, pero nada de ello iba a ser porque estuviera precisamente feo esta noche.

—Estás feísimo... Qué te has hecho en la cabeza.

La que dentro de unas horas va a dejar de hacerse llamar "mi madre" me recibe con una mueca al entrar al coche.

Menos mal que a la que le tengo que gustar no es a ella.

Doblo con cuidado en mi regazo el abrigo que mi abuela me regaló las Navidades pasadas mientras la ignoro lo mejor que puedo. Ella carraspea con disgusto, y arranca el coche sin mayor dilación.

Durante todo el trayecto siento que se puede escuchar más el silencio pesado entre nosotros que el rugido del motor. Como si ella también tuviera una intuición, una sospecha de que la noche no iba a acabar exactamente bien.

—¡Pero mira qué guapo y alto está mi niño rico, mi cosita linda, mi ojito derecho e izquierdo, mi cuchirri-!

—Abu, ¡por favor!

Mi abuela me recibe, como de costumbre, con uno de esos abrazos que te sacan el aire de los pulmones y te crujen hasta el último hueso. Me revuelve el pelo aún más, por si no lo tuviera suficiente revuelto, y en un murmullo secretista y más preocupado me pregunta—: ¿Cómo van las cosas por casa? ¿Tu madre?

Me encojo de hombros en respuesta. Ni bien, ni mal, más bien indiferencia absoluta. No reconoce mi existencia. No me ha vuelto a pegar, no me ha vuelto a echar, ni hemos vuelto a hablar del tema. Las disculpas no se nos dan bien. La comunicación es inexistente. Es el mundo interior de cada uno el que está hecho un caos, y aunque su boca fruncida no se abre, sus palabras están escritas en las arrugas de su frente de forma evidente cada vez que la pillo mirándome: asco. Es como si no conociese otra emoción en mi presencia. Solo asco, amargura y diría que hasta rabia. A veces siento que le jode que haya conseguido entrar a la carrera, o que me haya sacado el carnet del coche. Odia verme triunfar en la vida, porque soy el motivo que arruinó la suya.

—Bien —es lo único que digo.

En lo más hondo de mi ser deseo que, con mi eventual salida del armario, mi madre se decida por fin a echarme definitivamente de casa y así tener una excusa válida para volver a vivir con mi abuela, con la única persona que realmente me aceptaba por como era en realidad. Pero nunca le diría esto a nadie.

Me dedica una mirada de "entiendo-más-de-lo-que-tú-te-crees", pero me deja pasar no sin antes hacerme prometer que la voy a actualizar en algún momento de la noche. Han pasado meses desde la última vez que comimos juntos un viernes, y me siento mal por darle largas constantemente, pero es la primera vez que me siento motivado para estudiar y no quiero desaprovechar mi pobre racha de concentración (y bueno, en realidad es porque los viernes Jeno se queda en la biblioteca y quiero aprovechar el máximo tiempo posible para estar junto a él, ahora que apenas nos vemos).

Nada más entrar, la sonrisa crece sola por mi cara cuando localizo a Shotaro enfrascado en su Nintendo Switch en la alfombra del salón. Le he visto pocas veces este año, pero siempre de la misma forma: con los ojos pegados a la pantalla y sin signos de vida inteligente más que los quejidos que emite cuando me acerco a él y le abrazo y besuqueo sonoramente las mejillas interrumpiendo su juego. Esta vez no es diferente, y verle tan absorto en las nuevas tecnologías solo hace que me sienta un boomer al desear que nunca le hubiéramos regalado el aparatejo, pero seguro que mi tía lo agradece por poder controlar a la pequeña fiera durante un rato.

Aún recuerdo cuando era un recién nacido y yo solo le observaba en la cuna, pensando que así crecería más rápido y podría jugar con él como hacía con Jisung. Qué rápido ha pasado el tiempo.

Desde el año pasado, pocas cosas han cambiado. Seguimos siendo las mismas cuatro personas adultas amargadas sentadas alrededor del banquete de Nochebuena de mi abuela, seguimos fingiendo ser una familia estructurada por Shotaro aunque él no nos esté haciendo ni caso, y seguimos teniendo conversaciones de besugo que nunca concluyen en nada en concreto; pero esta vez, cuando configuro la cámara que me regaló Jeno -y que aún estoy aprendiendo a usar- para hacernos un retrato familiar, el sentimiento punzante que atraviesa mi pecho al observar por el visor el esfuerzo de todos los presentes por sonreír con sinceridad me congela. Porque estoy seguro de que después de esta noche, nada volverá a ser igual, y todo habrá sido por mi única culpa.

A media cena, mi móvil vibra en el bolsillo de mi pantalón, casi dándome un infarto por la tensión que llevo acumulando toda la noche. Es Jeno, y los dos mensajes junto a la foto que me envía consiguen distraerme un poquito.

Creo que llegaré tarde

Nos acabamos de quedar sin cena

?? pero


Continúo hablando con él por debajo de la mesa hasta que una presencia en mi hombro y una voz demasiado cercana a mi oído termina por darme un infarto al corazón:

—¿Son novios? A ver, chapen.

—¡Abuela, por favor! —grito por encima del barullo mientras escondo el móvil entre mis piernas—. Te voy a desinstalar Twitter, ese meme ya se pasó de moda hace años.

—Como si me importasen las puñeteras modas a mi edad. ¿Pero tú te has visto? Tienes una sonrisa de idiota que te llega de aquí a la luna. Estás hablando con él, ¿verdad? ¿Todavía no os habéis liado?

La elección de palabras es tan basta para alguien de su edad que casi consigue que me atragante con una gamba.

—Quiero dejarlo claro esta noche, pero-

Pero entonces al otro lado de la mesa mi madre carraspea, para que dejemos de cuchichear por lo bajinis y para que nos centremos en ella y en su insoportable verborrea:

—¿Qué tal el cole, Shotaro? ¿Tienes muchos amigos?

El niño asiente sonriente mientras se mece en la silla y añade—: El otro día tuvimos una fiesta de cumpleaños y bailamos.

—¡Una fiesta! ¿Y con quién bailaste tú?

Shotaro se encoje de hombros.

—¿Pero bailaste con chicas o con chicos?

—Con chicos.

—¿Con chicos? —mi madre se escandaliza y mira a mi primo como si hubiera dicho un disparate—. ¡Los chicos bailan con chicas!

Por favor...

—No le hagas caso, Shotaro, los chicos bailan con quien les apetezca —mi abuela sale al rescate de inmediato.

Las dos generaciones de mujeres se miran con odio en los ojos hasta que mi madre se vuelve al chiquillo y le pregunta:

—¿Y tienes alguna amiguita especial? Con lo guapo que eres seguro que tienes alguna novia por ahí escondida.

—O novios.

El tenedor se escapa de mis dedos y rebota sobre mi plato con un ruido estridente que llama la atención de todos en la sala. Carraspeo y miro horrorizado a mi abuela, esperando que capte el "¿¡qué demonios estás haciendo?!" en mis ojos.

—No digas esas cosas que le vas a dar la idea equivocada al niño —contesta molesta mi madre.

Pero mi abuela no se achanta, es más, si mi madre consigue algo, es hacer que se crezca:

—Es exactamente la idea que le quiero dar. A Shotaro le pueden gustar las chicas, los chicos, lo que haya en mitad, todos o ninguno.

Lo dice con seguridad y orgullo, de esa forma que sabe que le va a joder a mi madre. Y vaya que si lo hace. Se ríe incómodamente y replica:

—Mamá, estás chocheando ya. No dices más que tonterías.

—No está diciendo tonterías —me atrevo a interrumpir por primera vez, mi sangre comenzando a hervir.

Mi madre rueda los ojos.

—Oh, cállate, tú no pintas nada en este entierro.

Las manos me empiezan a temblar y las cierro en puños. Es ahora, ya llega el momento.

—Pinto más de lo que tú crees.

—Esta es una conversación entre tu abuela y yo, Jaemin, cierra la maldita boca y no te metas donde no te-

—No, ¡cállate tú! —reviento y me levanto de la mesa con un golpe sordo—: ¡Cállate por una vez y escúchame bien: soy bisexual, mamá, me gustan las mujeres y los hombres y...! —me mira con los ojos fuera de sus órbitas, su cabeza comenzando a negar—, ¡y me da igual lo que me digas, como si quieres seguir engañándote a ti misma creyendo que ese dinero lo conseguí acostándome con mujeres, que por cierto y para tu información, soy virgen, y me da igual todo ya porque estoy harto de ti y de que encima de mala madre seas homófoba y-

—¡Cállate, cállate, cállate! —mi madre se levanta de la mesa también con desbordante repulsión y asco en los ojos, y lanza un dedo amenazante y acusatorio hacia su madre sentada a mi lado—. ¡Lo has hecho adrede, verdad? ¡Le has comido la cabeza con tu asquerosa ideología porque sabías que es lo que más me dolería! ¡Tenías que asegurarte de que saliera desviado como vosotros para terminar de arruinarme la vida porque me gané su custodia y te jodió que te lo quitara, dilo, admítelo!

—¡Deja de inventarte narrativas por una puñetera vez y escucha a tu propio hijo! —mi abuela chilla, y tiembla con rabia—. Yo no he hecho nada más que apoyarle cuando tú no estabas ahí para hacerlo, ¡ahora y siempre! Podrías haber sacado eso de mí al menos.

—No te hagas la santa ahora, vieja decrépita —mi madre ríe sarcásticamente, y mi abuela frunce el ceño—, ¿o acaso estás tan vieja que se te ha olvidado ya el día en el que dejaste de llamarme "hija" y nos abandonaste a mi suerte?

—¿Qué? —pregunto confundido mirando a ambos lados.

—Jaemin... —mi tía se levanta por primera vez y avanza hacia mí rápido. No me gusta el miedo su mirada.

—¡El pasado está en el pasado y-!

—¡El pasado está en el pasado para ti pero si yo la cago entonces yo sí soy una mala madre, tú no —mi madre se gira hacia mí y sonríe con malicia. No entiendo nada, no me gusta esto—. Jaemin, ésta donde la ves aquí, tu queridísima abuelita, fue la primera que cuando me quedé embarazada quiso-

—¡¡No se lo vayas a decir o...!!

—¿O qué? ¿Te preocupa que deje de quererte a ti también cuando se entere?

—¿Enterarme de qué? —pregunto con ansiedad.

—¡No tiene por qué saberlo!

—¿Saber el qué?

—Jaemin, no —mi tía niega, pero estoy perdiendo la cabeza.

—¡Joder, decidme algo por una vez! ¡Estoy harto de tanto secretismo!

—Tu abuela me pidió que te abortara cuando me quedé embarazada de ti —mi madre escupe con una sonrisa retorcida—. Porque me "arruinarías la vida".

Y cuando las palabras hacen click en mi cerebro, desconecto. Me llegan sonidos vocalizados que proceden de mujeres, gritos, golpes, provocaciones y acusaciones, pero nada se distingue con claridad, porque he dejado de escuchar, he dejado de querer entender la realidad que me rodea, he dejado de querer.

Una mano firme me zarandea el hombro y me trae de vuelta en contra de mi voluntad.

—¡Jaemin!, Déjame que te lo explique, por favor. Antes no lo habrías entendido y por eso no te lo conté, pero no es lo que tú crees, lo juro.

Mi abuela intenta llegar hasta mí, puedo sentir la desesperación en su voz, puedo ver el reflejo de mi miedo a perderme en sus ojos.

Pero estoy cansado.

—No... No... —me quito su mano de encima y retrocedo, sintiendo miles de pares de ojos sobre mí. Me froto las sienes, desconcertado, abrumado, y buscando la fuerza en mi garganta consigo preguntar—: Solo contéstame una cosa: ¿Es verdad?

El silencio que acoge la habitación es eterno, y sentenciador, pero cuando mi abuela vuelve a hablar por última vez, con la vista fija en el suelo, todo se colapsa en mi interior:

—Sí.

Y eso es todo lo que necesito para que mi mente deje de pensar con racionalidad durante el resto de la noche y mis pies me lleven solos, lejos de allí. Me llevan por inercia a la estación de tren, a través de la penumbra de la noche, el frío y la nieve que cruje bajo mis pies, sin mirar atrás. Cuando me siento en el asiento más apartado del vagón de tren, me derrumbo soltando todo lo que tengo atorado en el pecho. Me abrazo por el frío, y me encojo un poco más con cada ola de verdades que me azota.

Lo sabía.

No tendría que haber nacido.

No tendría que haber sobrevivido.

No debí creer que lo sentían cuando decían que me querían.

Nadie me quiere en realidad. Soy un tonto por pensar que sí.

Soy una molestia. Un estorbo.

Debería morirme.

Debería desaparecer.

Pero ni siquiera eso puedo hacer. No tengo sitio al que ir, aparte de la casa de Haechan a la que me iba a dirigir originalmente con Jeno.

Jeno.

Con mente brumosa y sudor frío recorriendo mi espalda helada, saco el móvil que por suerte he traído metido en el bolsillo del pantalón y abro mi conversación con él.

Estoy a punto de decirle que no voy a ir a la fiesta, pero en el último segundo se me ocurre una idea mejor.

"cambio de planes, te veo allí directamente"

No tarda ni un minuto en contestar.

"¿Eh? ¿Pasó algo?"

"no"

"solo terminé antes y me aburría en casa de mi abuela"

"Uh, ok"

"Te veo luego"

Odio ser tan puto gilipollas con él, pero sinceramente no tengo ganas ni fuerzas de tratar con nadie. No quiero que Jeno me vea así. No quiero verle. No quiero ver a nadie. No quiero que nadie me vea. No quiero darle explicaciones a nadie. No quiero pensar. Quiero olvidarme de todo y desaparecer. Voy a ir a casa de Haechan y voy a beber hasta perder el conocimiento, hasta que el coma etílico me derrumbe, y con un poco de suerte me lleve al otro barrio. Me quiero matar y jamás había estado tan seguro de ello.

Ahora la idea de declararme de una puñetera vez se escucha ridícula. Es que todo suena ridículo. Llevo años viviendo una ridícula mentira, ¿quién me va a asegurar a mí que lo que Jeno siente por mí no es más que otra invención de mi cerebro? ¿Que él no me va a traicionar y a abandonar como todo el mundo hace tarde o temprano?

Bloqueo el móvil y escondo la cabeza entre mis manos, saturado. La escena previa se repite como un disco rayado tras mis párpados. Ni siquiera entiendo lo que ha pasado, ha sido todo demasiado rápido. En un momento estábamos hablando de mí, y al segundo me estaban usando para lanzarse puñaladas por la espalda. ¿Eso es lo que soy? ¿Una mera daga manipulada por dos personas que solo usan para hacerse daño entre ellas?

Si de algo estoy seguro, es de que mi existencia solo ha traído ruina para todos. Que soy un error y le he arruinado la vida a mi madre y a los demás, son hechos verdaderos. Estaba acostumbrado a escucharlo de ella, pero tener la confirmación directa de mi abuela de que nunca debería haber nacido era una nueva forma de romperme el corazón.

¿Y es que qué demonios se suponía que tenía que significar todo esto? ¿Que ahora mi madre resultaba ser la única persona que quiso traerme al mundo? No tenía sentido. ¿¡No había intentado ahogarme antes de que pudiera abrir los ojos siquiera?!

No quiero seguir pensando en ello, ¡no quiero! Odio a todo el mundo, especialmente a ellas dos. Las dos son una mierda de personas, mi madre por ser incapaz de matarme y mi abuela por ocultarme la verdad todos estos años. ¡Estoy harto! ¡Si tanta es la molestia que mi vida supone para ellas les haré un favor y desapareceré, me borraré del mapa y todas podrán retomar las putas y maravillosas vidas que tenían antes de que yo naciese!

Una vez salgo del tren, me dirijo con largas zancadas hacia la casa de Haechan. Sé que es temprano y que probablemente se va a enfadar conmigo, pero me da igual.

—Tío, llegas una hora y media tempr-¿por qué leches no traes abrigo?

Ante la mención del mismo, comienzo a notar que estoy tiritando por encima de toda mi rabia e ira interior. Miro al suelo y moqueo.

—Discutí con mi familia y me fui corriendo de casa. Me lo dejé allí.

Hyuck se queda incrédulo y le veo pasarse una mano por la cara con estupor antes de dejarme pasar y ofrecerme una manta y una bebida caliente.

—¿Quieres hablar de ello? —antes de que termine de preguntar ya estoy negando a su lado en el sofá.

—Quiero alcohol.

—Tío...

—No estoy de humor —le corto. Lo que menos quiero ahora es darle pena a otra persona más.

—No, eso ya lo veo... —suspira profundamente y se pasa una mano por el pelo, transformándose en alguien un poco más sonriente, más como él—. Te pongo algo suavecito si me ayudas a terminar de decorar la casa.

—Que sea un chupito.

Un chupito que después se transforma en la botella entera de soju a morro, y para cuando el timbre suena por primera vez, una hora después y colgadas todas las chorradas navideñas que Hyuck ha querido poner por todos lados, mi estado de ánimo de mierda se encuentra artificialmente mejorado, y mi cuerpo ha empezado a entrar en ese estado de calor hormigueante por la embriaguez que tanto necesito.

Pero todavía me queda mucho por beber si quiero morir esta noche.


Hyuck siempre invitaba a una cantidad ingente de personas a sus fiestas. A la mayoría no las conocía, eran sus amigos de la infancia o del instituto, o gente random que se acoplaba con otras personas y ni siquiera tenían la decencia de presentarse o de traer una botella de alcohol con ellas. Pronto, la atención de mi amigo es acaparada, y decido sentarme en una de las sillas rotativas detrás de la encimera de la cocina para beber solo y esperar a los que sí conozco: Jeno, Chenle, Renjun, y hasta Jisung, que va a venir después de que convenciera a su madre de que le iba a cuidar.

No sé si voy a poder cumplir esa promesa.

Normalmente, cuando me emborracho demasiado solo pueden pasar tres cosas: acabo con un ataque de ansiedad que culmina conmigo llorando por mi vida de mierda; me quedo dormido en los laureles; o me subo arriba (literalmente me subo en las mesas) y bailo y canto a pleno pulmón con quien sea que haya conocido en los últimos cinco minutos.

Pero no puedo dejar de pensar en lo de antes, y eso solo me hace beber con más ganas y pensar que no voy a ser el único que va a acabar llorando en esta fiesta.

Unos minutos después siento un toque en mi hombro, y cuando roto la silla para sonreírle a Jeno y me encuentro con otra persona totalmente distinta a la que me esperaba, pestañeo confundido.

—¡Hola! Donghyuck está un tanto liado por ahí atrás y me ha dicho que tú sabías dónde estaban los hie... ¿Jaemin? ¿Na Jaemin?

Un chico de facciones afiladas y pelo rubio, largo, y recogido con una coletilla me mira como si me conociese de toda la vida.

—¿Te conozco?

Creo que voy un poco achispado, pero no tanto como para no reconocer a alguien a quien se supone que conozco.

—¡Sí! Bueno, fuimos al mismo colegio hasta que desapareciste. ¡Soy-

El chico se acerca a mi cara cuando una primera canción de chunda chunda comienza a hacer retumbar las paredes y los cristales de la casa—: ¡Soy Hwang Hyunjin! ¿Me recuerdas?

Hwang Hyunjin. Hwang Hyunjin. El nombre sí que me resultaba familiar. Le doy vueltas en mi mente frenéticamente hasta que tengo un breve momento de claridad:

—¡Te recuerdo! Eres el que siempre me pedía la goma en los exámenes porque se le olvidaba la suya.

—Hasta que dejaste de dejármela porque siempre se me olvidaba devolvértela. Todavía me siento mal por eso, ¿sabes? Las guardé por si un día te veía de nuevo.

El chico sonríe, y por un segundo mi corazón se encoge cuando veo a Jeno en él, la misma sonrisa, los mismos ojos, y me hace apartar la mirada hacia mi bebida con rapidez que me marea. No le recuerdo tan guapo, la adolescencia realmente hace milagros en algunas personas.

—Siempre le he dado vueltas, ¿a dónde fuiste? ¡Un día, de repente, desapareciste!

Mi oído hormiguea con su voz cuando se me acerca para no tener que gritarme a la cara y, en cierto modo, lo agradezco, porque creo que me estoy empezando a poner colorado.

—Solo me cambié de colegio porque me tuve que mudar —explico, y espero sonar aburrido para que no indague más en el tema. No quiero recordar nada de eso ahora. Me levanto -un tanto mareado- al mismo tiempo que él asiente y busco en el congelador los hielos que me ha pedido en un principio, pero la única bolsa que queda está vacía, y eso que la fiesta no ha hecho más que empezar. Supongo que no soy el único desesperado por beber esta noche y ahogar sus penas en alcohol, con un poco de suerte en el sentido más literal de la palabra.

Hyunjin me acompaña con una sonrisa que me recuerda demasiado a la de Jeno hacia el congelador del sótano, donde sé que hay más bolsas con hielo. Me sigue pegado a la espalda mientras cruzamos el pasillo donde cada vez se respira más frivolidad y menos cordura, y no puedo evitar preguntarme cómo es posible que Haechan tenga tantísimos amigos. Cuando llegamos a las escaleras que bajan al sótano, busco el interruptor de la luz, pero cuál es mi sorpresa al ver que no funciona.

—¿Uh? Se debe haber fundido la bombilla —digo con una risa tonta después de pulsarlo varias veces, solo para asegurarme.

Pongo un pie en el primer escalón y doy un salto cuando Hyunjin grita detrás de mí:

—¡Espera, hombre! Que te vas a matar —y siento un par de manos en mis hombros que bajan hasta mi cintura, sosteniéndome firmemente.

—¿Qué pasa? —pregunto entre asustado y avergonzado por el gritito agudo que sus manos casi arrancan de mi garganta, y las miles de cosquillas que me hacen sentir.

El chico baja un par de escalones por debajo de mí y me tiende una mano, que no sé por qué tomo con tanta rapidez. Su piel es cálida, como la de Jeno.

—Que no estás en facultades de bajar a lo loco tal y como vas. Sujétate a mí.

—No voy tan mal.

Hyunjin ríe de nuevo, acaricia mis dedos con los suyos, y creo que deliro.

A todos los chicos de mi vida, ¿pueden por favor dejar de ser tan condenadamente educados y atractivos a la vez? Solo hacen que quiera ponerme de rodillas y chuparles la polla.

Me pregunto si él es...

—Eso es porque no te has visto, pareces un pato mareado.

El puchero que hago con los labios me sale solo y me dejo guiar por su mano escalón a escalón, tan atolondrado y pendiente de que me estoy dando la mano con otro hombre que no es Jeno, que cuando llego al penúltimo o último de los escalones, piso en falso y me voy al suelo con todo el equipo, o sea, con él.

Me aferro a sus hombros por ser lo único a la vista sobre lo que agarrarme. Ambos chocamos contra el suelo frío, aunque la peor parte se la lleva él, que es el que se da el cabezazo mientras que yo caigo encima suya.

Y tan suya, que por debajo del mareo que tengo, puedo sentir otras cosas contra mi trasero. Entre el par de brazos fuertes que no han dejado de sujetarme todo el rato, me paralizo, y entro en ese mismo estado de pánico interno que aquel día cuando caí encima de Jeno en su habitación.

Al recordarlo, un rubor intenso me recorre de la cabeza a los pies y manda un calor bochornoso ahí abajo. Cómo olvidar ese instante que me supo a gloria en carne viva.

E igual que la última vez, mi pensamiento en un primer momento va enfocado a matar mi creciente erección imaginando ancianitas en bragas, niños muertos o pies con agujeros que me dan todo el asco, pero hay ciertas cosas que con alcohol en tu sistema no puedes controlar, y una de ellas es el pensamiento, y otra, tu pene. Y ahora... me siento un poco demasiado ido de la cabeza como para no querer disfrutar de esto.

Puede que Hyunjin no sea gay, pero, al fin y al cabo, yo tampoco lo era hasta hace poco, ¿no?

—Uy perdona, pues sí que voy mal —digo apoyándome en su pecho para hacer como que me levanto, pero en realidad solo me restriego con disimulo sobre la tela de su pantalón. Menos mal que está oscuro y no se ve un palmo, porque la forma en la que me muerdo el labio y sonrío al sentirle no tiene que ser una vista muy hetera.

Hyunjin carraspea alto y claro, y sus manos a los lados de mi cadera me instan a levantarme con su ayuda, ayuda que no quiero pero que necesito. Le siento alejarse de mí en busca, supongo, que del interruptor de la luz y en esos pocos segundos que me ofrece me intento espabilar y ajustarme el pantalón para disimular lo muy burro que me he puesto en pocos segundos. Cuando lo encuentra, me dirijo directo hacia el enorme congelador en el que cabe un muerto o dos y lo abro, el vaho helado golpeando mis mejillas febriles.

—Aquí cabe un muerto —le escucho decir, y me río.

—He pensado justo lo mis-¡au! —la puerta del congelador me golpea la cabeza cuando la suelto para agacharme, y siento a Hyunjin acercarse corriendo hacia mí entre risas. Levanta la puerta con una mano y con la otra me acaricia la cabeza adolorida, y es cuando me vuelvo a agachar en busca de las dichosas bolsas de hielo que están bien al fondo, y que le siento inclinarse levemente sobre mí sin apartar la mano de mi pelo, que muchos pensamientos malpensados atraviesan mi cuerpo y me quedo paralizado un milisegundo.

Es gay, lo tiene que ser.

Pongo el culo en pompa, sin vergüenza, aunque la sangre se me esté subiendo a la cabeza. Él no parece alejarse, es más, juraría que su mano se desliza un poco más abajo en mi cabeza, casi rozando mi cuello, lo cual solo añade fuego a mis fantasías improvisadas en las que me imagino cómo me apresa contra el congelador mientras tira de mi pelo y me restriega sin pudor su polla, o mejor aún, me folla directamente sobre el electrodoméstico.

Dios. Me quiero liar con él. O algo peor.

—¿La encuentras?

Su voz grave me saca de mi sucia ensoñación, y asiento un tanto demasiado ahogado, tomando una de las bolsas heladas entre mis brazos para subirla arriba. El frío me ayuda a espabilarme un poco, pero pronto me la quita con la excusa -y una risita que le quiero arrancar de la cara- de que es mejor que tenga las manos vacías por si vuelvo a besar el suelo. Ya le gustaría que cayera ante él y besara su bonita -, y coger los puñeteros hielos y metérselos por-

—¿Estás entrando en trance o estás aquí conmigo?

Me empuja juguetonamente y sacudo la cabeza.

Estos eran los efectos colaterales de que se te subiese el alcohol a la cabeza, más haber vivido y dormido un verano entero en la misma cama que el chico más atractivo del planeta, más haber aterrizado justo en su paquete en una ocasión. Me voy a matar a pajas en el baño de Hyuck.

—Sí, sí... —quizás solo estaba imaginándome cómo os la chuparía a Jeno y a ti a la vez en el baño—. Vamos.

Me mira una última vez, de una forma que no me gusta nada porque parece que es perfectamente capaz de leer mis guarradas de pensamientos, pero a su vez la idea de que lo haga me produce una especie de retorcido placer que no sé si estoy dispuesto a querer explorar. Le enarco una ceja lo mejor que la borrachera me permite, pero al final me sonríe y hago lo mismo, y le sigo cuesta arriba, sin soltar una de sus manos que no sé cuándo he tomado pero no tengo ganas de soltar.

Hasta que le veo, y me olvido de todo lo demás.

—¡Jeno!


🐶

Releo de nuevo el mensaje que lleva clavándose como una espina en mi garganta desde hace 20 minutos.

"no"

"solo terminé antes y me aburría en casa de mi abuela"

Este no es mi Jaemin.

Jaemin no se aburriría en casa de su abuela nunca. No cuando sé que se desvive por su primo pequeño, al que apenas ve al año, y que está con su abuela, la persona de la que habla con ese cariño tan especial en los ojos. No es ese tipo de persona que desaprovecharía una oportunidad para estar con la gente a la que quiere así como así. Algo tiene que haber ocurrido.

Pero su mensaje ha sido tan cortante, tan poco Jaemin, que me ha dado pavor contestar.

¿Puede ser que haya dicho algo que le haya podido molestar? Reviso nuestros últimos mensajes, sus respuestas son tan sarcásticas y encantadoras como lo es él. No hay nada de rencor oculto, nada que levante sospechas de algún conflicto entre nosotros. Solo somos él y yo, diciéndonos nuestras tonterías que solo tienen sentido para nosotros.

No lo entiendo. O creo que lo hago, y el problema no soy yo. Debe de haberle pasado algo serio, porque le conozco, y él no es así. No pondría una frase tan seca, sin alguno de sus emojis favoritos a los que me tiene tan acostumbrado y casi diría que se me están pegando. No lo haría sin motivo.

Suspiro profundamente y descanso la cabeza en la ventanilla del taxi que me lleva a casa de Donghyuck. Tengo un presentimiento malo, una intuición que me revuelve el estómago y lo poco que he cenado. No he comido mucho de los nervios que tenía por la fiesta. Esta dichosa fiesta a la que todavía estoy a tiempo de no ir, pero tengo ese presentimiento de que si no lo hago, me arrepentiré.

Tampoco es que tenga una maravillosa excusa para no querer ir, más bien, pequeños motivos sin peso. Por un lado, las muchedumbres me abruman. Y sé que a Donghyuck, como la persona popular que es, le gusta invitar a cantidades exacerbadas de gente a sus fiestas. A veces me río solo pensando que si pudiese, se llevaría a todos sus amigos a una isla desierta a celebrar su cumpleaños y aun así faltaría espacio para meterlos a todos ahí dentro.

Por otro lado, no tengo especial interés en que me sangren los oídos esta noche. Para ser alguien que va al conservatorio, Donghyuck tiene un gusto de música nefasto, con música que solo le gusta a la gente que ha tomado estupefacientes y su corazón late tan rápido como los pulsos por minuto de las canciones interminables. Y además, las pone a todo volumen con un hilo musical que tiene instalado por toda la casa, algo que tengo entendido es común en familias de artistas y músicos. Es insufrible.

Y mi último pero no por ello menos importante motivo para no querer ir: el alcohol. No me he emborrachado nunca, y aunque la idea de hacerlo esta noche por primera vez y así deshinibirme frente a Jaemin suene tentadora, temo no tener mucha resistencia y resultar aburrido, dormirme, o peor aún, que vomite todo y acabe arruinándole la noche a los demás.

"Eso no va a ocurrir porque te voy a enseñar a beber, así que ven" me había asegurado Jaemin. "Habrá sexo, drogas y alcohol. Bueno, espero que solo lo último aunque nunca sabes... Pero en serio, ven, me aburriré si no estás tú".

Y yo, como la persona débil que era cuando estaba frente a él, cuando ponía inconscientemente aquellos ojos redondos de cervatillo abandonado, no había podido decirle que no.

Una noche de desenfreno asegurada junto a él que le diera emoción a mi vida aburrida... Y lo que pudiese surgir en ella...

Debería mantener mis ilusiones sin sentido a raya.

Intento no desanimarme de camino a casa de Donghyuck, pero cuando al llegar me abre de mala gana alguien cualquiera que no es él, con una cerveza en una mano y un cigarro en la boca, no puedo evitar pensar que esto es una mala idea y que me estoy metiendo en la boca del lobo. Al poner el primer pie dentro, el cambio de temperatura me hace resoplar, mi pecho retumba al ritmo de la música y bajo mis pies algo cruje. Cristales de un vaso roto. Y no son ni las 11 de la noche. Casi que mejor me voy y le digo a Jaemin de quedar otro día para ver una peli con calma.

—¡Jeno!

La voz de la única persona capaz de detenerme antes de que me dé la vuelta suena por encima de la música y freno en seco.

Jaemin.

Mis ojos le buscan desesperado entre la muchedumbre inconsistente de personas que vienen y van, que ríen, cantan y bailan, algunos ya severamente embriagados, y cuando por fin le encuentro, es como si viera al mismísimo mesías. Se acerca corriendo hacia mí, sin problema entre las hordas de gente, sonriendo como si quisiera enamorarme de nuevo, sus mejillas de un rojo carmesí que besaría hasta desgastarlo. Me tranquiliza comprobar que está bien, casi borracho me atrevería a decir, pero entonces, su rostro deja de ser todo lo que percibo y mi felicidad tiene un momento de flaqueza al comprobar que no viene solo, y que su mano está entrelazada con la del chico que le acompaña por detrás con una bolsa de hielo.

Mil preguntas surgen en mi mente. ¿Quién es? ¿Son amigos? ¿Por qué no le conozco? ¿Por qué van de la mano? ¿Por qué un detalle tan estúpido e insignificante me molesta tanto?

¿Podría ser el sentimiento que acababa de nacer en mi pecho, reventando la ilusión que tenía por verle, celos?

Pensaba que aunque él fuera cariñoso con todos, yo era el único que podía calentar sus manos. Que conocía a todos sus amigos. Nunca me ha hablado de esta persona, y por lo que es obvio, se deben de llevar muy bien para ir juntos de la mano, y para que él tenga esa sonrisa en la cara.

No quiero que me duela, porque puede tener la explicación más estúpida del mundo, pero lo hace.

El mal presentimiento que traía en el pecho se vuelve a presentar, pero decido no escuchar esa vocecilla llamada inseguridad que me quiere arruinar la noche, y en cambio me centro en su sonrisa, y en la ilusión que desprende al verme.

—¡Jeno, por fin has llegado! —grita contento y arrastrando un poco las palabras. Está borracho—. Mira, él es Hwang... ¿Hyunjin? —no se acuerda ni de su nombre, y yo tampoco lo haré—. Estuvimos juntos en primaria y llevaba sin verle desde entonces, qué cosas ¿no?

El chico me dedica una mirada fugaz antes de volver a fijarse en Jaemin, con un brillo tenue en los ojos. Conozco esa mirada.

—Tendrías que haberle visto entonces, era súper tímido y callado, nada que ver ahora, ¿eh?

Jaemin le da un empujón juguetón y descoordinado y ambos ríen tontamente. Sonrío a la fuerza. 

Cuando Hyuanjin se acerca para estrecharme la mano, no puedo evitar sentirme un poco inferior en todo respecto a él. Aprieta más fuerte que yo, es considerablemente guapo y atractivo, y hasta un poco más alto que yo. También sabe hacerle reír.

¿Sería él el tipo de Jaemin? ¿Jaemin tendría un tipo siquiera?

—¿Y tú eres..?

—Jeno. Lee Jeno —me mira como esperando algo más de información, y con amargura y forzando aún más la sonrisa mascullo entre dientes—: Amigo de la uni de Jaemin.

Ni siquiera puedo defender mi orgullo y decir que soy su mejor amigo, porque Jaemin nunca se ha referido a mí como tal.

Me suelta primero y retrocede para volver junto a él. Pasa un brazo por su cintura al acercarle a su cuerpo y se inclina en su oído, todo ante mi mirada incrédula. Jaemin escucha y asiente con entendimiento y su sonrisa hace un puchero cuando se aleja de él para mirarle, pero le vuelve a sonreír y juro que me falta poco para reventar y ponerme en medio para ser el único al que mira así.

—Me voy con mi gente. Cuídamelo, ¿eh? —me dice guiñándome un ojo antes de marcharse, y se gira una última vez hacia él—. Luego te veo.

Por mí como si te vas al mismísimo infierno y no vuelves, Huangjin.

Solo cuando le veo desaparecer de mi vista, suspiro aliviado y me doy cuenta de que estoy siendo innecesariamente celoso. ¡Pero es que...!

—Jeno. ¡Jeno!

Jaemin me grita a la cara, reclamando mi atención. Ahora que por fin le tengo sonriendo solo para mí recuerdo su mensaje y mi mal presentimiento regresa.

Me acerco tal y como ha hecho el otro chico a su oído, más por envidia y deseo de sentirle igual de cerca y respirar su colonia que por que me entienda mejor al hablar—: ¿Estás bien?

Ladea la cabeza confundido por mi pregunta, y me vuelvo a acercar a él—: Quizás soy solo yo pero te noté un poco raro antes. Por tus mensajes.

Mis dos últimas palabras parecen tener en él justo el efecto que quería evitar pero que confirma mis sospechas. Su sonrisa flaquea, el brillo de sus ojos desaparece, y su mirada se pierde en el horizonte. Es obvio que le ha pasado algo.

Y odio que su respuesta sea encogerse de hombros como si nada, odio que levante la vista y fuerce una sonrisa que no le llega a los ojos, odio que me tome del brazo y finja ser la persona más feliz del mundo cuando me grita:

—Solo tuve un día de mierda, ¡pero venga! ¡Sígueme, que te voy a emborrachar!

Me dejo arrastrar por él con un deje de culpabilidad, pero es mejor que el tema concluya ahí. Que me lo recuerde constantemente solo evidencia lo inseguro que soy, pero si Jaemin tiene un problema me lo va a contar, y lo hará cuando esté preparado para ello. Tampoco quiero arruinarle la noche presionando el asunto.

Me lleva hasta la cocina de Donghyuck, donde me hace sentarme en una silla giratoria sin respaldo mientras él le da la vuelta a la mesa, y aquello parece un bar en el que yo soy el cliente y él mi bartender.

—¿Qué va a ser esta noche, guapo? —se apoya sobre la barra y levanta las cejas un par de veces.

—¿Estás borracho? —pregunto sintiendo ya cómo me enrojece la cara.

—Mmm, puede que me haya bebido una botella de soju, o tal vez... ¿dos? —abro la boca sorprendido, hasta donde mi conocimiento alcanza, el soju no es para bebérselo así como así, pero él solo se ríe y entrecierra los ojos—. ¡Pero no te creas que te vas a escapar! Esta noche vas a beber conmigo ¡sí o sí! Así que dime, ¿ron, ginebra, vodka...?

—Solo he bebido vino con mis padres delante.

—Uy, ¡perdóneme usted, señor tengo-un-gusto-exquisito!, pero aquí no servimos eso.

Me río. Es lindo hasta borracho.

—Sorpréndeme entonces.

Jaemin me sonríe como solo él sabe hacerlo, y me alegra que al parecer se haya olvidado rápido de mi metedura de pata anterior. Me cuenta como puede, entre un tambaleo incesante y una lengua medio dormida que cuesta entender, todo lo que sabe de bebidas y alcohol, que no es precisamente poco. Me pregunta si he cenado poniéndose serio, y solo cuando le aseguro que sí -aunque no mucho-, me explica que para la primera vez es mejor que coma algo, porque así la bebida no se me subirá demasiado rápido y con ella las ganas de vomitar. Me recomienda evitar mezclar distintos tipos de alcohol y tomármelo con calma, "que la noche es larga", y por último, me da a probar pequeños sorbos de todo, para ver qué me gusta más, aunque lo único que consigo es que acabe llorando de la risa por cada expresión de asco que le pongo a todo.

Al final, como ni la cerveza más suave me gusta, acaba decantándose por servirme un vaso de lo que menos cara de chupar un limón he puesto: salitos.

Es una bebida de un color azul intenso, huele a medicina y tiene un sabor dulce y frutal, aunque al final su regusto sea un poco alcohólico. Observo atentamente a Jaemin sacar un par de hielos primero y echarlos al vaso, y mi curiosidad me gana:

—¿Para qué es el hielo? ¿No sería mejor llenar el vaso entero y ya?

Y cuando se vuelve a deshacer en risas sobre la barra me pregunto si he sonado demasiado idiota.

—¡Pues por muchos motivos! Para que las medidas del cóctel sean exactas, para que no te dé un coma etílico con el primer vaso, pero principalmente para que la bebida se mantenga fría, no hay nada más asqueroso que beber algo caliente, y te puede caer hasta mal.

Formo una "o" con los labios llena de comprensión a la que también ríe. Si de normal Jaemin se ríe con todos mis comentarios estúpidos, ahora que va borracho es como si le hubieran subido el risómetro al máximo, casi hace que me crea gracioso. Tiene un encanto añadido que me hace suspirar, y por unos minutos me hace olvidar aquel mal presentimiento que amenazaba con arruinarme la noche.

Con él nada puede ir mal.

—¡Listo! —me ofrece el vaso con la bebida azul efervescente, y le doy el primer sorbo, dispuesto a caer con él en el pozo de la felicidad sin motivo aparente. Para mi sorpresa, me gusta—. ¿Quieres que vayamos a buscar a los demás?

Me sabe un poco mal porque en realidad me gustaría estar toda la noche a solas con él, pero asiento y me levanto de la silla con el vaso. Jaemin toma una botella de soju abierta de las muchas que hay sobre la mesa y se la lleva a la boca como si nada, terminándola de un tirón. La forma en la que su nuez se mueve con cada trago ante mí me pilla desprevenido, y aparto la vista hacia mi propio vaso, dándole un buen trago también para calmar la sed de mi garganta y de mis labios.

—¿Esa botella era tuya? —le pregunto cuando con una bocanada de aire la suelta sin cuidado sobre la mesa y su cara se arruga.

Niega.

—No me acuerdo, pero alguna de estas lo era, así que me da igual.

Y acto seguido busca una botella sin empezar con torpeza, la abre, la levanta en el aire y se tambalea, pero no me da tiempo a alcanzarle porque se agarra del filo de la mesa y grita:

—¡A divertirrrrse!

Comparto su euforia, pero me preocupa. Se supone que él es el que controla de los dos, pero no le veo nada controlado.

—¿Vas bien?

—¡Pwerrrfectamente!

Me toma la mano libre sin avisar y me arrastra hacia el salón, donde encontramos a nuestros amigos cada uno recreándose a su manera. Renjun y Chenle están jugando al fubolín contra Jisung y otro muchacho que no conozco. Chenle le está dando golpes a la máquina y sus gritos se oyen perfectamente por encima de la música, no necesita ir borracho para eso. Renjun me capta entrando con Jaemin, pero vuelve la mirada al juego cuando Chenle le grita por desconcentrarse.

Hyuck está tumbado en el suelo, concentrado en prenderle fuego con un mechero a un carbón redondo entre sus dedos. Cuando nos ve entrar, nos silba tan fuerte que atrae la atención de todos sobre nosotros.

—¡Mira, mira, quién ha llegado! El alma de la fiesta —grita, y no sé si lo dice por mí con tono sarcástico porque le caigo mal o por Jaemin que va más mareado que una peonza.

Jaemin se desploma en el centro del sofá, y tira de mi mano para que haga lo mismo a su lado, hombro con hombro, pierna con pierna, pegado a él. Me gusta.

—Cállate, gilipollas —le insulta alto y claro.

—Cállame.

Donghyuck le pone morritos. Jaemin enrojece aún más.

—No tires por ahí —amenaza con la botella, para después llevársela a la boca y darle un trago largo—. No me gustó tanto como tú te crrrees.

—¿Por dónde? ¿El qué? —pregunto yo ahora.

Donghyuck se parte de risa cuando Jaemin se atraganta mientras bebe.

—No te preocupes, Jeno, lo sabrás pronto. No, espera, corrijo: lo disfrutarás pronto.

—Dios, ¡cállate ya! No te sopowrrrto.

—Yo también te quiero, Jaemini.

Donghyuck le hace un corazón con dos dedos y se ríe travieso, para fastidio de Jaemin. Cuando la base del carbón entre sus dedos comienza a iluminarse con tonos rojizos, lo suelta sobre un papel plata en todo lo alto de un aparato con forma de reloj de arena gigante que desconozco su procedencia y su uso.

—¡Aquí se fuma cachimba, así que al que no le guste que se vaya fuera a fumarse un puto porro o la mierda que se traiga de su casa! —enuncia para todos en la sala mientras se levanta, aunque nadie le haya dicho nada.

—Jaemin, ¿qué es eso? —le pregunto lo más bajo que puedo. Aprecio que no se ría de mi ignorancia ni repita mi pregunta en voz alta para dejarme en evidencia delante de todos, solo se acerca a mi oído y me planta mil cosquillas cuando me explica con poca convicción:

—Es otra forma de, uh, fumar tabaco, tiene sabores y... ¿marea un poco? ¿Quieres probar?

Lo odio. Odio el tabaco. Es de las cosas que más odio en mi vida, y en circunstancias normales no se me pasaría por la cabeza hacerlo, pero esta noche estoy dispuesto a dejar que el alcohol hable por mí, y que el Jeno de mañana se ocupe de todo lo que pueda surgir esta noche. Aunque todavía no esté borracho ni tenga poca capacidad de decisión.

—¿Tú? —pregunto de vuelta.

—Ehh, pwerrsonalmente no creo que me haga mucho efecto por haber fumado toda mi vida pero... Si tú cometes la locura, yo salto contigo —y mirándome fijamente a los ojos con una sonrisa lánguida, su rostro tan cerca del mío que puedo oler el alcohol cada vez que habla, me pregunta—: ¿Qué dicesss? ¿Saltass?

Por una vez no va a pasar nada, ¿no?

Asiento, y sus cejas se levantan con genuina sorpresa, pero sonríe igual.

Le pide a Donghyuck que en la próxima ronda nos pasen la manguera con dos boquillas, y Chenle, que se ha sentado en el suelo junto a los demás, grita por todo lo alto:

—¡Ohhh, Jaemin está corrompiendo a Jenooo!

Me llevo el vaso a los labios mientras noto el calor subir por mis mejillas, y mi garganta recibe con gusto el líquido y su frescor efervescente.

—¡Dios míoooo, una zanahoria que hablaaaaa!

Jaemin le insulta con una ironía que deja más que claro que está pasado de alcohol, pero se lleva el soju a la boca y sigue bebiendo bajo la risa de los demás. No llevamos ni 5 minutos sentados, pero ya se ha bebido casi la mitad de la botella que acababa de empezar, mientras que yo no he hecho más que darle dos o tres tragos a mi vaso y el líquido apenas ha bajado.

Jisung, sentado en el otro extremo del sofá me pasa la manguera de la cachimba cuando decide que ha alcanzado el punto perfecto de alcohol y no quiere más añadidos, y Jaemin me la arrebata torpe de las manos, pidiéndome que me fije bien para imitarlo luego.

Y eso hago. Observo cómo abre los ojos en un intento por ganar coordinación, pone una de las boquillas en la punta, se la lleva a la boca y la chupa durante unos segundos en los que no deja de mirarme, provocando que sienta cosas en mi interior, y cuando parece que ha aspirado lo suficiente, abre la boca y deja escapar el humo despacio contra mi rostro.

Todo sin dejar de mirarme un. solo. segundo.

Me quedo un rato en sus ojos cuando vuelven a aparecer entre el humo, hasta que su cara se arruga y rompiendo nuestro contacto visual exclama:

—¿Qué le has echado? Sabe como la mieeerrrrda —y después se vuelve a girar hacia mí con mala cara—. No tienes por qué probarla, Jeno, raspa un montón.

Pero su ceño arrugado no me desalienta, pues creo que el alcohol está empezando a hacer mella en mí y lo único que quiero es que esta sensación burbujeante que comienza a hacerme sentir ligero a su lado continúe un rato más.

Tomo la manguera con decisión, y sin cambiar la boquilla la meto en mi boca, aspirando durante unos pocos segundos bajo su mirada nublada por la bebida. Soy consciente de que todos nos están mirando, y que la escena que estamos montando es bastante penosa, pero ahora mismo pocas cosas me importan más que perderme en sus ojos y su sonrisa durante el resto de la noche.

Solo cuando noto el susodicho picor raspando mi garganta dejo de aspirar, y aunque intento por todos los medios no quedar como un principiante, nada más soltar un poco de humo por la boca me atraganto, y acabo tosiendo como un descosido para diversión de todos.

—No te preocupes, es normal que tosas las primeras veces. Cuanto más veces le des más le pillarás el truco —me consuela Donghyuck cuando le devuelvo la manguera.

Nos pasamos la cachimba de uno en uno en varias rondas, y me anima ver que no soy el único que no ha probado estas cosas nunca, porque tanto Chenle como Renjun no pueden evitar toser cuando les toca a ellos, y hasta Donghyuck tose un poco, alegando que le ha echado más tabaco de lo normal, o algo así le escucho decir, porque a mí cada vez me cuesta más concentrarme en alguno de los presentes que no sea Jaemin. Jaemin y la forma en la su risa airada y aguda rebota en su pecho con cualquier mínima cosa porque está en borracholandia, Jaemin y lo estúpidamente atractiva que veo la manera en la que sujeta la boquilla cuando la mete en su boca, Jaemin y la maestría y control que demuestra cuando después suelta el humo con formas en el aire, Jaemin, Jaemin, Jaemin.

Hasta que Donghyuck, que ni siquiera me había dado cuenta de que se había excusado un segundo, vuelve al salón, y presenta ante nosotros una bandeja con seis chupitos, rodajas de limón y un bote de ¿sal?

—Esta ronda corre por cuenta de la casa —dice con una sonrisa que se dibuja de oreja a oreja cuando la suelta en la mesa frente a todos.

—Estamosss en tu casssa, subnorrrrmal.

—Jaemin, con todo el respeto del mundo, cómeme los huevos.

—¡Máss quisierasss!

Menos mal que sé que solo son amigos, porque parecería que se tienen ganas por la forma en la que se hablan.

Le doy el último trago a mi bonita bebida azul y me quedo mirando el fondo y el par de hielos casi derretidos.

Al menos me queda claro que no son homófobos.

Sacudo la cabeza, y me incorporo en el sofá con demasiadas ganas antes de que un mareo me sacuda el cerebro por completo y me tumbe hacia atrás otra vez. Me llevo una mano a la cabeza. Se siente bien, se siente fantástico en realidad. 

Vuelvo a ir a por mi chupito, pero antes de llevármelo a la boca, Donghyuck me rechista y me congelo en el sitio, confundido y hasta asustado.

—¡No tan rápido, borrachín! Esto hay que beberlo en condiciones.

—¿Cómo es eso? —me cuesta pronunciar todas las eses. Y pensar.

—Bueno —empieza Jaemin ahora, llamando mi atención y la de todos, y con la cara imposiblemente más roja mira mi cuello, haciendo que me lo rasque inconscientemente—, hay... un jueguecillo un poco asqueroso-

—¡¡Oh, yo sé de esto, yo sé de esto!! —salta Chenle, todavía siendo demasiado él como para parecer borracho. Se levanta orgulloso y antes de soltar otra palabra Donghyuck le estampa la mano en la boca, enmudeciendo lo que fuera a decir y sentándolo de nuevo.

—¡Sit, sit Chonlo! Así, calladito estás más guapo —le dice y menos mal que Chenle se lo toma a risa y no se ofende, porque no quiero saber de lo que es capaz estando borracho si se enfada—. Mira, amigo mío, puedes tomártelo de la forma clásica que es tan aburrida como el misionero cuando follas, o puedes —¿sabe que le está hablando a cinco vírgenes?

Espera, ¿Jaemin era virgen? Me cuesta recordarlo. Lo era, ¿no?

Creo que lo dijo una vez en la biblioteca.

Aunque no estoy seguro.

Ahora mismo sé que no sé nada.

—...ni siquiera me está escuchando, ¡ah, Jeno! ¡Idiota, escúchame! —creo que Donghyuck me está hablando. Le veo dar un lametazo al dorso de su mano y echa sal encima, ¿qué hace?—, tienes que echarte la sal primero para darle vidilla e intensidad a la cosa, y después —se vuelve a lamer la mano (¿¿pero qué hace??), se lleva el vaso de chupito a la boca y lo traga de una (qué asco). Arruga la cara como un viejo e inmediatamente después se mete el limón en la boca—, así, ¿lo ha registrado tu cerebro o te lo tengo que repetir? —se oye un "no, por favor" por lo bajinis de alguien que no llego a distinguir, y al final Donghyuck termina—: Aunque bueno, también puedes hacerlo de la forma que sé que Jaemin está deseando probar contig-

Veo a cámara demasiado rápida un mechero volar en el aire y a Donghyuck esquivarlo con gracia, y después tengo a Jaemin frente a mí. Me quita el chupito de las manos con facilidad, cambiándolo por la rodaja de limón, y poniéndose demasiado serio para mi gusto, me pregunta:

—¿Confías en mí? —asiento sin dudarlo un segundo, y sonríe tímido y bonito—. Bien, porque necesito que te relajes y no te asustes por lo que voy a hacer.

Y justo cuando quiero preguntar por qué, me toma por el pelo de la nuca demasiado rápido para entenderlo, me inclina hacia un lado, y siento algo caliente y húmedo en mi cuello, dando una lamida que me pone hasta el último de los vellos en punta, por no hablar de la punta de otra parte de mi cuerpo que noto demasiado.

Sin darme tiempo a asimilarlo, escucho cómo sacude el salero en mi cuello, se toma el chupito de un trago y veo la vida pasar ante mis ojos cuando le vuelvo a tener sobre mí, relamiendo la sal con lentitud e incluso atreviéndose a dejar un mordisco para el final, que me hace apretar los ojos y cerrar las piernas sin poder evitarlo. Siento que agarra mi muñeca, y lo primero que me encuentro al abrir los ojos de nuevo son los suyos, enormes y brillantes, puestos en mí mientras mordisquea el limón que había olvidado por completo directamente de mis dedos.

—¿Te ha gustado? ¿Quieres hacerme lo mismo? —me pregunta después de sacarse la rodaja de la boca, y me fijo en un hilo de saliva o de limón chorreando por una de sus comisuras.

Me debería dar vergüenza darme cuenta de que quiero chuparlo, pero no lo hace.

—Eh, uh, sí y no —me cuesta horrores encontrar la voz en mi garganta y el sentido en mi cabeza. No sé si le he dicho que quiero hacerlo o que no, y que Jaemin me mire (¿me está poniendo ojitos o me lo estoy imaginando?) mientras bate sus kilométricas pestañas y me enseña la piel del cuello no me lo pone nada, pero nada fácil. 

Se ríe apoyándose en mi hombro, creo que le he dicho que no y menos mal, porque no sé si sería capaz de quedarme en una lamida y ya, y además, creo que si le chupo el cuello voy a montar una fiesta en mis pantalones, y ese escenario parece más bien sacado de una pesadilla que de una fantasía.

Me limito a tomarme uno de los chupitos siguiendo de nuevo los pasos de Donghyuck, y se me vuelve a erizar todo el cuerpo cuando quema mi garganta y añade varios grados a la sensación febril que comienza a instalarse en mi zona baja.

A lo mejor es hora de dejar de beber.

Pero no quiero. Porque esto se siente... jodidamente bien.

Mi vaso, que estaba vacío, es mágicamente rellenado. Las conversaciones de los demás se vuelven cada vez más indistintas a mis oídos, y cierro los ojos descansando la cabeza sobre el sofá, notando de verdad y por primera vez en toda la noche lo borracho que estoy cuando todo me da vueltas incluso con los ojos cerrados.

—¿Estás bien? ¿Quieres irte a casa ya? —siento los dedos de Jaemin apretar mi nuca en un vago masaje y lanzo un quejido de gusto en negación.

—Estoy... muy... mareado.

—¿Pero mareo del guay? ¿O del oh no, voy a vomitar?

—Hmm, del guay.

—Me alegro.

—Hmm —vuelvo a contestar.

Abro los ojos despacio, y siento que me enamoro de nuevo. Jaemin me está mirando por debajo de sus pestañas, con una sonrisa ladeada, y no puedo seguir callándomelo cuando lo digo:

—Estás muy guapo esta noche. Bueno, siempre estás guapo, uh, eres muy guapo. No sé qué digo ya. Lo siento.

Se ríe grave y se acerca a mi boca.

—Lo tomaré como una verdad de borracho —noto sus ojos viajando por todo mi rostro, y me hacen enrojecer y sudar y ponerme nervioso cuando aparta la mano de mi cuello para tocarme el pelo engominado hacia atrás—. Tú también estás muy guapo. Pareces todo un gentleman con el pelo así.

Estoy a punto de pedirle que siga acariciándome así, pero su mano vuelve sola a mi cuello, trazando círculos inconexos que me ponen más de lo que deberían cuando se entierran en mi pelo.

—Gracias, la... la idea la tuvo mi madre. La vaca que me relamió la trajo mi padre.

Se ríe tan bonito que me duele el pecho y de repente, siento que levanta una pierna y la pasa por encima de las mías. Bajo la vista y la miro fijamente.

Okay.

—Tu madre a veces tiene muy buenas ideas —dice, ignorando por completo que ha puesto una pierna sobre mí y mi reacción.

Y entonces sube la segunda.

Okaaay.

Me dejo llevar también, y mi mano libre va sola hacia ellas. Aprieta una rodilla, la timidez no me abandona, pero gano un poco de confianza cuando no se aparta ni dice nada, y creo que eso es todo lo que necesito para comenzar a moverme por ellas, apretándolas y masajeándolas maravillado por lo tiernas que son.

Jaemin respira entrecortado en mi oído, y recuesta la cabeza en mi hombro, pero su mano nunca abandona mi nuca y por un segundo empiezo a pensar que esto es demasiado bueno para ser real. Que no estoy borracho en casa de Donghyuck, que no le tengo prácticamente encima de mí, respirando acalorado en mi cuello, tocándome también y haciéndome sentir tan especial como yo quiero hacerle sentir a él. Estoy sudando a mares por el alcohol, por tenerle tan cerca, o porque hace demasiado calor en el ambiente, pero ni siquiera eso me puede hacer sentir mal, porque pocas cosas me importan ahora más que tocarle y sentirle y...

Ya no hay nadie más en la habitación. Solo somos él y yo, en nuestro mundo, siempre ha sido así.

—No pares, porfa...

No me doy cuenta de que me estoy quedando traspuesto hasta que su tierna voz me saca de mi ensoñación, y con confianza procedente al 100% del alcohol, me atrevo a subir la mano por uno de sus muslos hasta su cintura, donde encuentro el hueso de su cadera bajo su camisa y trazo círculos sobre él, provocando que entierre las uñas en mi nuca y le escuche suspirar.

Repito el recorrido con insistencia para arrancarle más suspiros, apretando de vez en cuando en diferentes puntos, porque ha despertado al monstruo de la necesidad, y llevo muchos meses soñando con un momento así. Le sobo tanto las piernas que temo desgastarlas o cansarle, pero nada de eso ocurre. En cambio, lo que me devuelve él con un solo toque es mucho mejor de lo que jamás podría soñar.

Sus labios dejan un beso en mi clavícula.

Y mi piel arde, mi cuerpo entero se prende incitado por las ganas que guardo desde hace meses por besarle, por tomar su hermoso y pequeño rostro entre mis dedos y apreciar sus labios y su sabor, delinear sus facciones con delicadeza y enredarme en sus pestañas cuando no sepa ni quiera dar marcha atrás en nuestro encuentro. Obviar que el resto de nuestros amigos aún se encuentran presentes, y hacerle olvidar por completo la existencia del chico con el que antes tonteaba, que solo lo contemplaba como si fuera un tentempié cuando él era mucho más que eso, cuando es mi vida entera.

Pero nada de eso sale de mis brazos o de mis labios, y mis motivos son pocos pero más que suficientes. Primero, porque creo que no voy tan tan mal como para atreverme a hacer una cosa así. Segundo, porque no tengo su consentimiento verbal, que para mí es lo más importante. Y tercero, porque ninguno de los dos se encuentra en plenas facultades como para recordarlo al día siguiente, y no quiero que ese sea nuestro primer beso.

Aunque Jaemin, cuando sus manos se deslizan suaves a los lados de mi rostro y me hace mirarle directo a los ojos, parece ir en una línea totalmente opuesta a la de mi razonamiento. El pulso se me sube a la boca cuando le contemplo cara a cara, jamás habiendo podido admirar los detalles de su rostro con tanto detenimiento y tan de cerca. Me gusta el fulgor de sus mejillas que relucen cada vez que le digo algo bonito, sus infinitas pestañas que se baten con alevosía y abrazan sus ojos castaños, tan dulces que me derrito en ellos. Sus cejas que le hacen parecer más serio de lo que realmente es. Sus labios que siguen agrietados por mucho cacao que se aplique. Los pequeños pliegues bajo el lagrimal de sus ojos, tan únicos en él. Demonios, hasta me pierdo en el alcohol de su aliento cuando su boca se entreabre ante la mía.

Sus ojos bajan a mis labios y yo admiro los suyos, olvidándome de todos los motivos para no hacerlo y dispuesto a sellar la distancia entre nosotros si él lo quiere así.

Pero esta vez no hay nadie para interrumpirnos y destrozar el momento, nadie que llegue y nos haga replantearnos qué estamos a punto de hacer, qué línea estamos a punto de cruzar. Esta vez, el arrepentimiento de último segundo llega de parte del chico que más parecía dispuesto a todo hace unos instantes. Me mira a los ojos, y sin previo aviso, arrastra su lengua por mi barbilla, mis labios y la punta de mi nariz, para después darme una palmadita en el hombro y excusarse para ir al baño.

Y así como hace un segundo lo tenía todo entre mis manos, ahora no tengo nada más que un calentón entre mis piernas y una borrachera que no me deja ni entender qué acaba de pasar.

Miro a mi alrededor, abrumado y confundido, y cuál es mi sorpresa al ver que el único que queda en el salón es Chenle, que duerme plácido en otro sofá en posición fetal. Incluso con la música a volúmenes desorbitados es capaz de conciliar el sueño, le envidio.

Recuesto la cabeza en el respaldo del sofá y me permito cerrar los ojos un momento. Todo me da vueltas, y ya no sé si es por el humo de la cachimba que me evade de todas mis preocupaciones, el alcohol que corre por mis venas extasiándome, o el haber tenido a Jaemin sobre mí, acariciándonos, y nublando hasta mi último resquicio de cordura. En mi mente todo es Jaemin, cada pensamiento conduce a él. Jaemin, Jaemin, Jaemin, estoy intoxicado por Na Jaemin.

Le quiero de vuelta a mi lado, o en mis piernas, sobre ellas.


Cuando vuelvo a abrir los ojos, tengo la sensación de que muchas cosas a mi alrededor han cambiado. Lo primero es que Jaemin no está ni a mi lado, ni en mis piernas, y es lo que más me desconcierta. Chenle tampoco está en el sofá, y no sé si se habrá ido ya o si le habrá dado otro chute de energía y estará gritando y dando tumbos por ahí. Saco el móvil del bolsillo en mis pantalones y al ver, no sin cierta dificultad por el brillo exagerado de la pantalla, que son las 4:23 de la mañana jadeo sin ser capaz de asimilarlo. Me he quedado dormido.

Me levanto demasiado rápido y confiado, sin tener en cuenta que el mareo sigue bastante presente en mi cabeza y me hace tambalearme unos instantes y volverme a sentar.

No solo sigo profundamente borracho, sino que también me siento increíblemente pesado a diferencia de antes. Me levanto como puedo y me ayudo de las paredes de la casa para moverme por el lugar. El mal presentimiento que tenía a principios de la noche regresa a mí, y mi intuición me dice, o más bien me taladra la cabeza a voces, que busque a Jaemin.

No está en la cocina, no está en el salón, no está en el baño. La casa está medio vacía, la mayoría de personas se han ido ya. No le veo por ningún lado, y es como si se hubiera desvanecido sin dejar rastro, aunque juraría que aún puedo escuchar el sonido de su risa detrás de mis oídos.

De repente, me asalta una preocupación. ¿Y si se ha ido?

Niego con la cabeza para convencerme a mí mismo. No, Jaemin no me haría eso, no se iría sin avisar, no me dejaría solo. No cuando me había rogado para que viniese, cuando me había dicho que estaría conmigo toda la noche porque si no se aburriría sin mí.

Subo las escaleras despacio pero ansioso y me encuentro, en un dormitorio con la puerta medio abierta, a Renjun y Donghyuck sobre la cama de matrimonio, jugando a las cartas.

—Buenos días, bella durmiente, ¿qué tal la siesta? —me pregunta el último, subiéndose por el puente de la nariz unas gafas de sol que se ha puesto a pesar de que es totalmente de noche.

—¿Habéis visto a Jaemin? —pregunto yo sin rodeos.

Donghyuck niega, y una voz que pertenece a Jisung suena en la habitación. Le busco con la mirada y cuando le encuentro en una esquina de la habitación, agazapado y con los ojos abiertos como platos, siento que no voy a poder congeniar el sueño en mi vida.

—Vi a Jaemin-hyung en la cocina hablando con otro chico —se me cae el alma a los pies—, pero eso fue hace una hora creo.

Maldigo para mis adentros.

El mal presentimiento se convierte en ansiedad, y cuanto más lo pienso menos quiero creerlo.

—¿Estás bien? ¿Quieres jugar con nosotros un rato? —pregunta Renjun, y me queda más que claro que va borracho porque aparte de hablarme por primera vez en mucho tiempo, me sonríe, y aunque aparta la mirada cuando le miro, me da tiempo a ver que sus mejillas están incendiadas de un fulgor rojo.

Niego rápido, mareándome a mí mismo.

—Tengo que encontrarle.

Y no solo eso. Tengo que asegurarme de que lo que estoy temiendo no es una realidad.

—¡Jeno!

Renjun me detiene justo antes de salir por la puerta.

Me giro en mis talones una última vez. Renjun y Donghyuck intercambian una breve mirada. Seria, cautelosa, llena de entendimiento. Como si supieran algo que yo no.

—...Nada. Estaremos por aquí por si cambias de opinión.

Y me apresuro a bajar por las escaleras sin caerme, barriendo todas las habitaciones de nuevo sin éxito, hasta que caigo en la cuenta cuando lo veo. El único lugar que no he comprobado.

El sótano.

El interruptor en la pared no funciona, así que no me queda otro remedio que bajar a oscuras. La sensación incómoda y nerviosa que empieza a crecer en mi estómago mientras bajo escalón a escalón es enervante, como si los propios escalones me estuvieran rogando que no bajase.

Cuando un ruido lejano llega a mis oídos, me congelo en el sitio.

Un sollozo roto, ahogado.

Jaemin.

Bajo un par de escalones más, conducido por la angustia y la preocupación. Necesito ver que está bien, necesito saber qué le pasa, necesito-

Una segunda voz me detiene.

—¿Mejor?

El chico de antes.

Jaemin moquea y cuando habla es apenas inteligible de lo mucho que se rompe su voz.

—Lo siento mucho, de veras.

—No te preocupes. Todos necesitamos desahogarnos de vez en cuando, y más si son cosas como esas—. ¿Cosas como esas?—. Es increíble que sigas vivo. Eres muy valiente y fuerte.

—Gracias, y lo siento otra vez, jo, te llevo dando el coñazo con mi vida una hora entera.

Estaban hablando de él y de su vida, de cosas que yo probablemente sé también porque me las ha contado, pero por qué tengo la impresión de que no es solo eso, de que hay más que yo no sé.

—No pasa nada, de verdad. Me gusta estar contigo, y escucharte.

—A mí también me gusta estar contigo.

Hay un silencio absoluto que parece durar una eternidad, en el que solo puedo escuchar mi propio corazón con cada latido ansioso mientras espera las siguientes palabras de alguno de los dos.

Tengo que agudizar el oído para escuchar a Hyunjin cuando hace solo una pregunta:

—¿Puedo?

Y después no quiero escuchar más.

Porque aunque no lo haya sentido nunca, el sonido de labios reuniéndose una y otra vez es inconfundible, y me duele como nunca lo ha hecho nada en la vida.

Pero ojalá tuviera la fuerza para dar media vuelta e irme, para no dejarme caer contra la pared y quedarme escuchando como un idiota en la escalera.

Ojalá hubiera escuchado a Renjun cuando me lo advirtió, ojalá hubiera comprendido la mirada entre él y Donghyuck.

Ojalá le hubiera besado yo antes.

El susurro de la tela de sus ropas removiéndose, el rechine de los muelles en una cama, los suspiros del amor de mi vida propiciados por otra persona.

—Vente a mi casa luego.

—Mm.

Jaemin jadea agudo, gime. Y lo siguiente que sé es que estoy subiendo las escaleras de dos en dos, porque necesito llegar al baño lo antes posible para vomitar. Por suerte sé dónde está, y consigo llegar a tiempo para expulsar todo lo que he bebido y comido en toda la noche.

Vomito tanto, que hasta el efecto del alcohol se me baja de golpe, y me quedo sudando, jadeando, y agotado contra la taza del váter. Siento que me voy a morir, o que estoy cerca de desmayarme al menos.

Cuando las piernas me lo permiten, me levanto como puedo, tiro de la cisterna, y me enjuago la boca en el grifo del lavabo. Me echo agua en el cuello y en la cara, y el alivio es poco pero me hace sentir un poco más lejos de la muerte. Salgo del baño con pies de goma y me arrastro hasta la habitación más cercana, la cocina, donde me dejo caer en la misma silla en la que antes Jaemin me ha hecho reír con las bebidas y su encanto.

No puedo más.

Una mano me aprieta el hombro con cariño.

—Tío, estás pálido como un muerto. ¿Estás bien?

Donghyuck pasa a mi lado y comienza a recoger botellas de la mesa sobre la que estoy apoyado para tirarlas a una bolsa enorme. Lleva guirnaldas de colores enrolladas en el cuello, las gafas de sol que no suelta ni aunque le paguen, y la estrella del árbol de Navidad pegada en lo alto de su cabeza. Menudas pintas.

—Pensaba que estabas arriba con Renjun.

—Se ha hartado de que le gane al UNO y me ha mandado a freír espárragos. Así que aquí me tienes, cuéntame, ¿encontraste a Jaemin?

La sola mención de su nombre me llena los ojos de lágrimas de pura rabia, y me derrumbo sobre la encimera de forma patética.

—Ay no, no me llores tú también ahora, por favor, Jeno —Donghyuck se ríe apenado y suelta la bolsa en el suelo para darme palmaditas en la cabeza—. Odio tener que consolar borrachos.

Me pasa un pañuelo con el que me sueno los mocos y replico molesto:

—¿Perdón por ser sentimental y estar enamorado de la única persona que no me va a corresponder nunca?

Y él solo sonríe con pena.

—Vaya. Eso suena a que estás en la mierda, ¿quieres un chupito de tequila para olvidarlo?

—¡No! —me falta tiempo para negarme—. No quiero volver a beber en la vida. Acabo de vomitar todo en tu baño.

Me sorprende cuando Donghyuck no se enfada conmigo ni me grita, solo se encoge de hombros y prosigue con su tarea, tirando resignado vasos y botellas a la bolsa.

—Al menos tú llegaste al baño. Chenle ha vomitado en el pasillo y Jisung se ha caído encima mientras jugaban al escondite —la cara de asco que pongo le hace reír—. Pero dime, ¿quieres hablar de ello?

—¿Del vómito?

—No joder, de lo que sea que te está rayando.

—Ah.

—¿Y bien?

Me sueno los mocos otra vez.

—No sé. Jamás, jamás había sentido esta conexión con nadie. Es como si nos pudiéramos leer la mente, como si fuéramos almas gemelas. Pero... a veces siento que no le entiendo, no soy capaz de leerle, se me escapa. Un segundo parece que sí y al siguiente no. Es inalcanzable. Y, a veces, también siento que no soy suficiente para él, que soy demasiado poco, que-

—Primero que todo —me interrumpe, y se detiene en su tarea para encararme—, quítate eso de que no eres suficiente de la cabeza, porque es una tontería como un castillo de grande. Un pensamiento irracional de esos, sabes de lo que te hablo ¿no?, gilipolleces que te dice tu cerebro para hundirte más en la miseria. Déjalos ir tan pronto como lleguen, ni te molestes en escucharlos. Y segundo-

—Suenas como mi psicóloga.

—Pues será porque yo también voy al psicólogo y me dice lo mismo.

—¿Tú también vas a terapia? —pregunto sorprendido. Él solo asiente y se encoge de hombros casi molesto, como si le ofendiera mi sorpresa—. No lo esperaba, pareces muy seguro de ti mismo.

—Hasta alguien tan guapo y maravilloso como yo tiene sus pequeños momentos de debilidad, y no me culpo por ello. ¡Pero lo que te decía! En segundo lugar, ¿te has planteado, no sé, llámame loco por sugerirte esto, DECIRLE LO QUE SIENTES??

Donghyuck me grita en toda la cara con sarcasmo, y me hace sentir hasta peor. Bajo la vista hacia mis manos de nuevo.

—Es que a veces siento que si no ha ocurrido hasta ahora es porque no está destinado a ocurri-

—Is qui i vicis sinti-, Jeno, ¿no te ha dicho tu psicóloga nunca que piensas demasiado? Desde luego, en ese sentido los dos sois iguales, ¡¡igual de cazurros, igual de idiotas, e igual de cabezotas!!

Pone los ojos en blanco y resopla. Ser regañado por Donghyuck se siente igual de humillante que cuando mis padres me gritaban de pequeño por ensuciarme la ropa pisando charcos.

Por un segundo, por mi mente cruza la posibilidad de preguntarle qué piensa Jaemin de mí. Él debe saber cosas, ¿no? Son muy buenos amigos. O a lo mejor me estoy precipitando demasiado al creer que Jaemin le hablaría de mí a nadie. ¿Soy siquiera tan importante en su vida cuando acabo de escuchar cómo se arroja a los brazos de otro chico al que apenas conoce? Eso es, no soy nada más que un amigo. No soy especial.

Estoy a punto de formular mi pregunta, cuando Donghyuck me interrumpe dando un manotazo en la mesa que me hace saltar.

—¡Hablando del Rey de Roma que por la puerta asoma!

Me giro en la silla tan rápido como mi cuerpo adolorido me lo permite, y la visión ante mí me revuelve el estómago de nuevo.

Jaemin.

El cuerpo casi inerte de Jaemin, que apenas puede sostenerse en pie, siendo arrastrado por el indeseable que le arrebató de mis brazos, ambos con la camisa abierta y el pelo desordenado.

—¿¡Qué le has hecho?!

Me levanto y avanzo como el rayo hacia ellos, sintiendo mi sangre hervir. Hyunjin me pasa su cuerpo inerte que sujeto por la espalda y las rodillas, y le dejo con cuidado en el suelo sin llegar a soltarlo. Tiene los ojos medio abiertos y blancos, está pálido y empapado en sudor, y cuando doy varias palmadas en su rostro y su cabeza cae muerta hacia atrás, se me para el corazón.

—Solo le ha dado un amarillo, tranquilo.

—¿Un amarillo? —me giro rápido hacia Donghyuck, que nos mira a todos con decepción rozando el malhumor—. ¿Qué es eso?

—Dije que nada de porros ni de mierdas de esas en mi casa, Hyunjin —se lleva las manos a las caderas y se vuelve a mover rápido por la cocina.

—¿¡Le has drogado?! —grito, ahora verdaderamente asustado.

Levanta las manos con inocencia.

—Él me pidió, y yo le di Pensaba que él sabía lo que hacía. ¡Solo fueron un par de porros!

No me lo puedo creer.

—¿Pero, pero, eres un cretino?

—¡Lo siento! Parecía bastante cuerdo mientras fumábamos y me contaba su triste vida durante toda una hora.

—Hyuck, sujétalo tú, le voy a partir la cara a alguien por primera vez en mi vida.

Donghyuck se arrodilla frente a mí con un vaso de agua y una magdalena, ignorándonos a los dos.

—Levántale la cabeza, no podemos dejar que se trague la lengua —hago como me pide y nos quedamos inmóviles cuando escuchamos un pequeño gruñido salir de sus labios—. Jaemin, ¡Jaemin! ¿me oyes? Tienes que beber un poco de agua y comer algo con azúcar. 

—Lo del azúcar es un mito.

—Cállate, Juanito —Hyuck se quita las gafas de sol para mirar mejor a Jaemin, y después de darle más palmadas en la cara sin respuesta, resopla—. Joder, no creo ni que pueda oírnos, está fatal.

Escuchar el miedo en la voz de Donghyuck, la persona más inalterable del planeta, es lo último que me falta para entrar en estado de pánico total, pero me asegura que no se va a morir, y sugiere que le llevemos al sofá para que esté más cómodo. Le levanto con cuidado para después soltarlo con la misma delicadeza en una de las plazas del mueble. Le dejamos sentado, con la camisa abotonada y un cojín detrás de la cabeza para estabilizarle. Me siento a su lado, y cuando pregunto y Hyuck me dice que solo podemos esperar a que se le pase, y que puede tardar media hora, horas o incluso días, me dan ganas de tirarme de los pelos de la impotencia, y de levantarme y pegarle un puñetazo en toda la cara al imbécil que ha permitido esto y que está recostado de brazos cruzados contra el marco de la puerta mirándonos como si nada.

—Deja de mirarme así, no es como si le hubiese drogado a conciencia para follármelo, no soy el monstruo que crees que soy.

—Dios, Hyunjin, hazme el favor y cállate —contesta Hyuck, quitándose los estúpidos accesorios navideños de la cabeza y arrojándolos a su lado en otro sofá.

—¡Pero es verdad! Él mismo me pidió y me dijo que no era la primera vez que lo hacía y que estaba acostumbrado, que él controlaba.

—¡Bueno, pues aquí alguien miente, porque a mí me dijo una vez que no se había metido droga en su vida!

—¿Te dijo eso? —pregunto yo ahora, dejando de mirar a Jaemin para centrarme en lo que está diciendo Hyuck.

Donghyuck afirma y se frota el ceño con pesadez y cansancio.

—Sí, una vez que fuimos a una discoteca gay. Que por cierto, sé que no es el mejor momento ni viene a cuento, pero soy bisexual, Jeno. Y Mark es mi novio.

He empezado a asimilar la primera frase, cuando Hyuck se gira hacia Jaemin y prosigue:

—¿Pero por qué mentiría sobre una cosa así? ¿Por qué se haría esto a sí mismo? O sea, sé que discutió hoy con su familia y que fue una discusión fuerte porque no ha traído ni abrigo, pero-

—¿Ha discutido con su familia? —vuelvo a preguntar, a cada revelación más estresado.

—Sí, y a mí me lo ha contado todo —interrumpe de nuevo Hyunjin. Sus ojos se abren como si estuviera recordando cada palabra—. Todo, todo. Le han -y le están- pasando cosas muy jodidas, eh. Y si lo que me ha contado es verdad, no me extrañaría que hubiera querido mezclar tanto alcohol y maría para...

Su voz termina por desvanecerse. Donghyuck se sujeta la cabeza con las manos y suspira agobiado.

—Para intentar suicidarse —concluyo yo.

Decirlo solo hace que suene más real.

Sus palabras de aquella noche resuenan en mi cabeza.

"A veces... solo quiero ser capaz de matarme de una vez y hacerle ese favor al mundo entero".

Tendría sentido.

—Un intento muy estúpido, por cierto, porque lo único que va a conseguir con esto es joderse la cabeza.

—Madre mía... —hasta Donghyuck está sin palabras.

Nos quedamos en silencio los tres, cada uno demasiado absorto en sus propios pensamientos y preocupaciones que giran solo en torno a él, al chico ido en el sofá.

Por mucho que quiera creer que entre Jaemin y yo no hay barreras, es obvio que hay muchas cosas de su vida privada que aún no me ha contado. Y por mucha rabia que me dé saber que se las cuenta a otras personas con las que no entiendo por qué comparte tanta confianza, como mi madre o Hyunjin, y que quiera dejar mi orgullo a un lado para preguntarle a este último de qué se cosas se trata y la seriedad de ellas, en el fondo sé que eso no estaría bien.

Porque Jaemin es el único que debería contar su historia. Si otros lo hacen por él, le arrebataría el poder de su voz, y de su privacidad.

—Lo siento mucho —Hyunjin rompe el silencio al cabo de un rato, llevándose una mano al cuello con vergüenza y sin dejar de mirar a Jaemin inerte en el sofá—. Me siento un poco mal. No le habría dado nada de haber unido los puntos antes, al igual que tampoco le habría seguido el tonteo y me habría liado con él de haber sabido que estábais juntos.

—Espera, ¿qué? —pregunto, y siento que me han electrocutado al escuchar las últimas dos palabras.

—Estáis saliendo, ¿no? —repite y nos mira a Jaemin y a mí como si fuéramos algo evidente.

—¿Qué te ha hecho pensar eso?

—Te llamó un par de veces mientras... así que asumí... —baja la mirada al suelo, pero recupera rápidamente la compostura—. Espera, ¿no estáis liados entonces?

Aquello sí que no tenía sentido, o yo no estaba preparado para verlo. Que Jaemin llamase mi nombre mientras hacían Dios sabe qué cosas... ¿Estaba... pensando en mí?

¿Qué hago con esta información ahora?

—Solo somos amigos... Por ahora.

Hyunjin suspira aliviado, pero sus motivos perversos son más que evidentes en la sonrisa ladeada que nos ofrece a Jaemin y a mí a pesar de mi advertencia.

—Menos mal, porque por un momento pensé que te había puesto la cornamenta y me sentía hasta mal por ti. Pero oye, que si no vas a intentarlo, yo me tomo el camino libre, eh. Me gusta. Besa bien. Y casi me atrevería a decir que yo también le gusto, porque se me ha estado insinuando toda la noche.

Lo mira como si fuera un trozo de carne, un entretenimiento para un rato, y nada más que eso, y creo que nunca he querido que nadie se alejase más de Jaemin que él.

¿Se puede odiar para siempre a una persona a la que acabas de conocer? Porque yo estaba empezando a sentir toda la violencia que no he sentido en mi vida acumularse en mi puño derecho.

—Lo siento, pero es mejor que no te hagas ilusiones. No va a suceder —contesto conteniendo la rabia y escondiendo la envidia.

—Supuse que dirías algo así y... me da igual. Lo voy a intentar igualmente.

Enarco una ceja ante el desafío. Solo estoy seguro de una cosa: Si en el futuro Jaemin realmente desarrolla sentimientos por este egocéntrico tipejo entonces me haré a un lado. Pero hasta entonces lucharé por él, sin dudarlo un segundo.

—Pf. Apestáis a testosterona rancia —Donghyuck se levanta del sofá y pasa delante de mí sin esperar a que aparte los pies de su camino. Se agacha frente a Jaemin y lo mira fijamente, totalmente concentrado.

—Está temblando. Creo que tiene fiebre. Eso, o está empezando a tener alucinaciones.

Me acerco y toco su frente para comprobarlo, pero Jaemin salta reacio ante el contacto, abriendo los ojos con brusquedad y Donghyuck me regaña:

—¡No le toques! Solo conseguirás abrumarle más aún.

Y en efecto, Jaemin se toca a sí mismo la frente, se mira la mano, y pone una mueca de horror tremenda, como si estuviera viendo la mismísima muerte en la palma de su mano. 

Mira a todos lados en la habitación frenéticamente, siguiendo los sonidos de nuestras voces, mirándonos pero sin llegar a vernos. Su respiración se acelera cuanto más nos percibe, sus facciones se crispan en puro terror, y termina por agazaparse en el sofá y taparse los ojos con fuerza sin dejar de temblar y jadear.

No puedo ver esto.

—Jaemin, ¿me oyes? Soy Donghyuck. ¿Sabes quién soy?

Asiente sin quitarse las manos de encima, y Donghyuck y yo nos miramos en silencio.

—¿Jaemin? —le llamo yo ahora, y su respuesta es automática cuando comienza a respirar más fuerte. Extiende una mano a tientas en el sofá en dirección a mi voz, y cuando la tomo no puedo evitar soltar un aullido de dolor cuando la aprieta con una fuerza desmesurada.

—¿Estás muy mareado todavía? ¿Ves cosas raras? ¿Nos ves raros? ¿Estás asustado?

Asiente una a una a las preguntas de Hyuck.

—Pobre. No quiero ni saber lo feo que me tiene que estar viendo.

—¿No podemos hacer nada por él? —pregunto desesperado—. ¿Llamar a la ambulancia?

—¿Y que nos multen a todos? No gracias —salta Hyunjin hinchándome la vena de la paciencia una vez más.

Respiro para tranquilizarme un poco. No soy capaz de ver como la persona más importante de mi vida se consume de esta forma. La impotencia de no poder hacer nada por él me mata.

Donghyuck niega en silencio y se vuelve a dirigir a él—: Jaemin, tienes que beber un poco de agua y tomarte algo con azúcar para sentirte mejor, ¿crees que puedes hacerlo?

Vuelve a afirmar.

Hyuck se levanta y va a la cocina corriendo. Al volver trae la magdalena de antes y el vaso de agua con una pajita añadida. Se la acerca a los labios y al principio es como si no entendiera el mecanismo del pequeño instrumento, no sabe colocar los labios, o no los controla. Se ve desolador desde fuera, y seguro se siente horrible en primera persona. Al final consigue dar con la forma y da pequeños sorbos al vaso, hasta que queda por la mitad. Después, Hyuck le pasa la magdalena y de igual forma, es como enseñarle a un bebé cómo comer. Consigue que le dé tres mordiscos y que los trague y cuando digo "muy bien" sin poder evitarlo, siento como si su cuerpo entero reaccionara al sonido de mi voz.

—Háblale, creo que le gusta —sugiere Donghyuck.

Me acerco un poco más a él, y con cautela le hablo despacio:

—Jaemin, soy yo, ¿me reconoces?

Sacude la cabeza con ganas, y su mano aprieta aún más la mía en respuesta. Acaricio su piel suave con mi pulgar, y de repente, el primer sonido de su voz que escuchamos en una hora y pico procede de su garganta, cuando se echa a llorar desconsolado sobre sus rodillas y sin dejar nunca de esconderse bajo su otro brazo.

Hyunjin, Donghyuck y yo intercambiamos miradas, todas de pena. Por mucho que me vuelva loco no poder hacer nada, dejamos que llore, porque sentimos que su llanto procede más del dolor que del horror de las alucinaciones, y si nos equivocamos lo sentimos mucho, porque evitamos tocarle para no asustarle más aún mientras tiembla, suda, y llora solo en la esquina del sofá.

Solo se aferra a mi mano como si la vida le dependiera en ello, y ese es el único contacto que busca con la realidad en el rato que está viviendo una pesadilla.

Al cabo de una media hora larga en la que Hyunjin ha optado por sentarse a nuestro lado en el suelo, en la que Donghyuck se ha ido a la cocina a seguir limpiando y en la que mi mano comienza a mostrar signos de necrosis por la tensión de su agarre, los temblores y sollozos de su cuerpo se calman relativamente, y llega un momento en el que parece quedarse dormido en la misma posición incómoda y agazapada en la que se colocó al principio.

—Ya está, me lo llevo a casa —dice Hyunjin levantándose de pronto.

—Por encima de mi cadáver —le corto.

—Hyunjin —aparece Donghyuck por la puerta con una bayeta en la mano—, te adoro y todo lo demás, pero Jaemin no se va a mover de aquí hasta que pueda caminar por su propio pie. Por favor, entiéndelo.

El susodicho se pasa una mano por su cabellera larga y rechista. Después, se agacha de nuevo frente a Jaemin, y cuando le veo extender una mano hacia su rostro, me tengo que contener para no gruñir.

—Recupérate pronto, Bella Durmiente —una sonrisa vacila en sus labios, y tras pellizcarle suavemente la mejilla, se asegura de que lleva todas sus cosas y desaparece por la puerta.

Me permito respirar un poco más tranquilo, pero no dejo de observar a Jaemin en todo momento.

Solo cuando Donghyuck sacude mi hombro y levanto la cabeza desorientado, me doy cuenta de que me he vuelto a quedar dormido, y de que Jaemin se ha acurrucado a mi lado en el sofá.

—¿Quieres que te pida un taxi para volver a casa? —me sugiere, frotándose los ojos cansado desde detrás del sofá.

—¿Puedo llevarle conmigo?

Rueda los ojos y suspira profundamente, como si no le quedasen fuerzas para discutir con otro idiota enamorado.

—Yo no lo movería demasiado ahora que parece que se le ha pasado pero... Sé muy bien qué se siente al estar lejos de la persona que más te necesita y no poder hacer nada... —enmudece unos instantes, absorto en sus pensamientos, y después se muerde el puño—, joder, ya me vais a poner meláncólico cuando yo no quería pensar en él. Llévatelo, fuera de mi vista los dos. No soporto el amor.

Y eso es todo lo que necesito para sacar mi móvil con cuidado de mi bolsillo, ver que son las 6:06 de la mañana, y rezar para que el taxi que pido llegue lo más pronto posible mientras observo al diminuto chico durmiendo lenta y profundamente sobre mí.

Espero que su mente esté tan tranquila como lo está su rostro.

Cuando el taxi llega, le levanto sacando mi último esfuerzo. Donghyuck nos abre la puerta de la calle y antes de salir, pasa mi abrigo en la percha por encima de mis hombros, cubriéndole parcialmente contra el frío helado de la madrugada. Me hace asegurarle que si le pasa algo que le llame, y nos ayuda a entrar en el taxi, pero me siento con él encima, no pienso dejarle ir ni una vez más.

Y Jaemin parece que sueña lo mismo, porque se acomoda en mi regazo y sus manos suben por mi cuello, enredándose férreamente en él y cortando mi respiración.

Siento la mirada inquisitiva del taxista sobre nosotros a través del espejo frontal. Le dedico una sonrisa que intenta transmitir "lo-siento-por-favor-somos-buenas-personas", aunque en realidad entiendo que no se fíe de nosotros, yo tampoco lo haría.

Sus brazos se aprietan incluso más al arrancar. Libero mi mano que sujetaba su cintura contra mi pecho, y acaricio despacio una de sus mejillas, caliente y llena de vida.

—¿Cómo te queda tanta fuerza...? —¿...con todo por lo que tienes que estar pasando?

Descanso la cabeza contra el respaldo y dejo que mi mirada se pierda en el entramado navideño que se desenvuelve en el exterior, hasta que mis párpados pesan demasiado como para retener su caída una vez más.

🎅🎄🎁

Despierto por tercera vez en la misma noche gracias a una sensación punzante y fría en mi cara, exactamente en mi mejilla.

Lo que reciben mis ojos al abrirlos me sorprende y enternece a partes iguales.

Jaemin, despierto por fin, recostando la cabeza en mis piernas y prácticamente tumbado en los asientos traseros del coche. Su dedo helado hundiéndose una y otra vez en mi mejilla, tan entretenido y divertido que no soy capaz de detenerle.

—¿Qué te hace tanta gracia? —pregunto.

—Estabas durmiendo con esta cara —y realiza su mejor imitación abriendo la boca y poniendo los ojos en blanco. La imagen es terrible y me avergüenza, pero mi preocupación resurge en cuanto mis oídos le escuchan hablar por primera vez en horas.

—¿Estás cómodo? ¿Te encuentras mejor?

Asiente, y durante un milisegundo, apenas imperceptible, veo su sonrisa flaquear. Estoy a punto de preguntar otra vez, pero lanza un grito agudo que me asusta y nos despierta al conductor y a mí.

—¡Jeno, miramiramira! ¡Está nevando! —señala fuera en la ventana con desmesurada ilusión y me pregunto si la postura en la que está no le marea aún más o si todavía va drogado—. ¿Estamos volando a la casa de Santa Claus? ¿Nos van a dar regalos? —toma mi manga y la arruga bajo sus puños—. ¿Me puedo pedir el más grande?

Sí, sigue colocado hasta las cejas.

Suspiro, y no creo que haya nada de malo en seguirle el juego un poco para que siga distraído con cosas bonitas.

—Sí, Jaemin, vamos a ver a Santa Claus, aunque un pajarito me ha dicho que te has portado un poco mal y ya sabes lo que pasa con los niños malos.

Abre los ojos, verdaderamente asustado por mi broma.

—¿Es por aquellas pegatinas de Frozen que guardé en mi bolsillo? Las encontré tiradas en el suelo, no las robé, ¡lo juro!

Me sale una carcajada jocosa ante su inocente pánico, y Jaemin, cuando parece entender que le estoy tomando el pelo, me golpea el pecho con los puños. Y no es que sea precisamente débil.

—¡Me has mentido! Mentiroso, malo, malo y feo. Eres feo.

—Pues tú eres espantoso, eres tan pero tan horrible que seguro todos los espejos de tu casa se rompen cada vez que te-

Y no puedo terminar la frase porque un par de dedos me pellizcan con fuerza los labios, callándome en el acto. No parece quedarse satisfecho con eso, qué va, necesita jugar con ellos y moldearlos haciéndome parecer estúpido para que quedemos iguales:

Hola-me-llamo-Jeno-y-soy-muy-feo-y-me-como-los-mocos-ñam-

—¡Io no fago efo!

—¿Cómo dices?

Retiro su mano de mi boca y la apreso contra mi pecho.

—Que yo no hago eso.

Pero Jaemin no contesta, pues su mirada, ahora seria, se ha quedado fija en mi pecho, más específicamente en nuestras manos unidas. Mi risa muere en mi garganta también, y en un arrebato de valentía, le doy un beso a sus nudillos y después entrelazo nuestros dedos, sintiendo cómo encajan a la perfección mientras mi pulso se dispara por lo íntimo del momento.

—Jeno —me llama, y sus ojos serios me hacen sudar de los nervios. Tienen un brillo que no soy capaz de captar. Entonces, se muerde los labios varias veces haciendo que queden blancos y lo que dice a continuación me deja descolocado—: No puedo sentir los labios todavía, ¿me ayudarías a despertarlos?

Me atraganto.

No se refiere a eso, no se refiere a este tipo de cosa que tú estás pensando, no te hagas ilusiones, no lo hagas.

Pero Jaemin cierra los ojos y se pone de morros en una invitación a tomarlos, dejándome claro que se refiere a lo que estoy pensando.

Y todo me da vueltas.

Porque tengo muchísimas ganas de hacerlo, pero siento que no debo. Que sería rastrero aprovecharse de él en la situación en la que está. Que sería mejor hacerlo cuando él no estuviera intoxicado. Me lo repito incesantemente, y al final, tras varios segundos en los que pienso en todo y en nada, me atrevo a pellizcar sus labios de la misma forma que ha hecho antes conmigo, y admito:

—Aquí y ahora no.

Porque si de verdad le queda un poco de cordura en la mente y es consciente de lo que me acaba de pedir, espero que también entienda lo que quiero decir, y que no piense que le estoy rechazando otra vez.

Pero él se gira enfurruñado en el asiento y me da la espalda. Toma mi mano en su boca y la muerde con ganas, clavándome los colmillos como si de un vampiro hambriento se tratase. Es su pequeña venganza. No se queda ahí, baja mordiendo hasta mi muñeca y me da un escalofrío cuando siento su lengua caliente lamer y succionar.

El coche se para en ese momento y no me he dado cuenta siquiera de que hemos llegado a mi barrio cuando el conductor nos da las gracias y luce impaciente para que nos bajemos.

Arrastro a Jaemin fuera. Aún no puede tenerse solo en pie, pero al menos no le tengo que llevar en brazos y camina apoyado en mí hasta la puerta frontal de mi casa. Antes de abrir, le tomo por los hombros y captando toda la atención que alguien intoxicado puede darme, le advierto con total seriedad:

—Mis padres y mi hermana están durmiendo. No podemos hacer mucho ruido, ¿me entiendes?

Jaemin solo me mira los labios mientras hablo y siento que le entra por un oído y le sale por el otro cuando asiente.

Hago el menor ruido que puedo con las llaves y rezo para que a mi madre no le haya dado por quedarse esperándome en el lobby del recibidor, porque no sé cómo sería capaz de evitar que Jaemin dijese o hiciese alguna barbaridad frente a ella.

—Jeno, enciende la luz, tengo miedo —llora en susurros, pegándose a mi espalda y arrugando en puños mi camisa cuando entramos y está oscuro, para mi alivio—. Veo cosas feas.

Le tomo una mano y le arrastro rápido por el camino que me sé de memoria a mi cuarto.

—Espera un poco, ya casi estamos.

Pero un detalle peludo que he pasado por alto se cruza por nuestro camino justo cuando estamos a punto de llegar a mi habitación, y cuando siento las cuatro patas enredarse entre nuestras piernas, dándonos la bienvenida, me giro hacia Jaemin, y llego a taparle la boca justo a tiempo antes de que suelte un chillido escalofriante contra mi mano. Le empujo dentro y cierro la puerta tras de mí, y lo siguiente que sé, es que estoy apresado entre la puerta y él.

Pero este no es mi Jaemin.

Se aproxima a mi boca y respira sobre ella, mirándome fijamente, pero no hay nada en sus ojos que reconozca del chico chinchoso, tierno y dulce con el que acabo de estar. Es como si le estuviera perdiendo de nuevo, como si ya le hubiera perdido mientras delinea mis labios con la mirada.

Cierro los ojos sin saber qué esperar, mi boca seca y deshidratada, y lo que menos espero sucede: Jaemin me abraza, me hace avanzar un par de pasos torpe cuando retrocede y en un movimiento demasiado ágil, me gira sobre mis talones y empuja mi pecho con fuerza, tirándome sobre la cama.

Y sin darme tiempo para recomponerme, me congelo cuando le veo tirar mi abrigo al suelo y comenzar a desabrocharse los pantalones con manos temblorosas y a toda prisa.

—Jaemin, ¡Jaemin! ¡Para! —le grito entre susurros—. ¿Qué narices haces?

Me levanto corriendo y agarro sus muñecas antes de que se baje más la ropa. Opone resistencia, y forcejeo con él hasta que consigo detener todos sus movimientos y se queda inmóvil contra mí. Evita mi mirada y el pelo le tapa el rostro.

—¿No es esto lo que quieres? ¿Lo que todos queréis de mí? —su voz se rompe al final y moquea sobre mi hombro. Está llorando otra vez—. Lo único para lo que me queréis...

Tiro de sus manos con suavidad para abrazarle. Le intento buscar un sentido a su brusco cambio de actitud, porque sé que por muy drogado o borracho que siga, tiene que haber un motivo para esas palabras. Con Jaemin nunca hay nada sin sentido.

Le llevo conmigo hacia la cama y nos sentamos en ella. 

—Jaemin, no entiendo exactamente a lo que te refieres, necesito que respires y-

—Solo soy una puta decepción para todos, Jeno. Para todos.

—No lo eres, Jaemin. No sé quién te habrá dicho algo así, pero no eres una decepción. No lo eres para mí. Yo...

Niega.

—Lo seré tarde o temprano. Eres el único que falta por darse cuenta.

—¿Pero qué estás diciendo?

—No, no quiero hablar —sigue negando, y se deja caer sobre mi hombro—. Quiero, quiero...

—¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? —le acaricio el pelo, sintiéndome nervioso, como si estuviera a punto de llegar a una gran revelación.

Jaemin sube las manos por mi pecho despacio y retira la mía de su cabeza sin soltarla.

—Quiero que alguien me toque, que me haga sentir querido.

Pestañeo un par de veces.

—Yo-yo puedo hacer eso.

Sin levantar cabeza, Jaemin dirige una de mis manos a su entrepierna, y la retiro en un acto reflejo. En ese momento lo entiendo. Que el sentido que Jaemin le da a su necesidad es muy diferente al que yo le estoy ofreciendo con el corazón en un puño. Que lo que ambos queremos va en líneas opuestas que se iban a cruzar una sola vez esta noche para no volver a hacerlo jamás. Que debo aprovechar esta oportunidad porque es la última que voy a tener para hacerle llegar de alguna forma todo lo que siento por él.

Vuelve a tirar de mi mano, solo un poco, y esta vez soy yo mismo el que la coloca en su entrepierna, decidido a dejarme llevar.

Muevo la mano sobre la tela despacio y cierro los ojos. Soy virgen, completamente inexperimentado en estas cosas, y me tiemblan las manos más que nunca, pero esto no tiene que ser más complicado que dejarse llevar por lo que tu instinto te diga, o lo que su cuerpo entre mis brazos me haga saber que le gusta. Cuando empiezo a escucharle gimotear caliente contra mi clavícula, me siento valiente e introduzco la mano bajo el elástico de sus boxers con cuidado.

Jaemin se tensa y yo me detengo. Sin embargo, rodea mi cuello con sus brazos y me acerca más a él. Desesperado por más contacto, entierra un gemido agudo en el hueco de mi cuello que me desbarata por completo.

Suena increíble.

Le empiezo a masturbar lo mejor que puedo en esta posición tan incómoda en la que estamos, hasta que siento una de sus manos bajar por mi pecho y rozarme cuando se baja el bóxer, como si me leyese la mente y quisiera ponérmelo más fácil. Pero entonces, siento su mano en mi entrepierna, y el pánico cruza mi mente nublada cuando me aprieta un poco por encima del pantalón.

—No.

Y no tengo que decir nada más para que su mano se aleje y se entierre en mi nuca de nuevo cuando acelero el ritmo, escuchando sus resoplidos inagotables. Su respiración agitada se intercala con gemidos cada vez más frecuentes y más altos, y por mucho que me intoxica la idea de escucharle hasta que no pueda más, soy el único cuerdo de los dos que sabe que no estamos solos, y le rodeo con la mano libre la cabeza para taparle la boca. Jaemin da un paso más allá, y me la chupa y muerde con fuerza, ahogando los sonidos obscenos y cambiándolos por otros casi peores.

En un momento determinado, el peso de lo que estamos haciendo recae sobre mi reprimida y virgen conciencia y me dice que lo estoy jodiendo todo, que esto no se va a quedar solo en una paja entre amigos, y que mañana no voy a ser capaz de mirar a Jaemin a la cara y no sentir vergüenza. El recuerdo de su voz gimiendo en brazos de Hyunjin también me persigue, y bufo frustrado queriendo ser, aunque solo sea por esta noche, el único causante del placer que le lleve a la gloria.

Cuando sus brazos comienzan a tensarse en mi cuello siento que está cerca, y aumento la velocidad de mi mano, centrándome en la punta. Me muerde la otra con fuerza suficiente para sacarme sangre, creo que le gusta. Y en apenas unos segundos más, noto que termina. Lo hace en un silencio jadeante, con piernas que tiemblan sobre el colchón y brazos que permiten la entrada de aire en mis pulmones de nuevo cuando al final se relajan sobre mis hombros.

El pánico me invade una vez más cuando me doy cuenta de que no solo tendré que enfrentarme a él por la mañana, sino que también tengo que mirarle ahora, después de esto, y es que nadie ni nada te prepara mentalmente para este tipo de momentos. Abro los ojos en la oscuridad, sin ver apenas más que las sombras que la luna quiere que vea, y termino de hacer cortocircuito cuando siento a Jaemin levantar la cabeza de mi cuello, respirar muy, muy cerca de mí, y después... deja un beso en mis labios.

Tan suave y ligero como una pluma.

Tan fugaz que no empiezo a asimilarlo cuando él ya ha caído rendido en la almohada.

Tan surreal que me cuesta entender que ha sucedido.

Indoloro, que me sabe a gloria pero a la vez a nada.

Me quedo mirando al vacío durante un rato, perdido en la noción del tiempo y en intentar reproducir la sensación una y otra vez mientras me acaricio los labios.

Jaemin me ha dado un beso.

¿Perdurará el recuerdo o se perderá en cuanto amanezca?

Le tapo y abrocho con cuidado de no despertarle. Me permito mirarle durante un buen rato, e imprimo a conciencia en mi retina la imagen de su rostro tranquilo y sonrosado mientras duerme profundamente en mi cama. Intento evitar mirar mi propia mano, obviando lo que acabamos de hacer, lo que yo le acabo de hacer, y solo me quedo con esa imagen del chico al que quiero durmiendo pacíficamente. A la luz de la luna todo se ve más romántico.

Pero cuando me levanto despacio y me dirigo en puntillas al baño, siento con cada paso frío que doy la realidad y el peso de los acontecimientos calando poco a poco en mí.

Lo que acaba de suceder probablemente no signifique nada para él. Aunque el beso arda aún en mis labios, lo más seguro es que lo haya hecho conducido por los efectos psicotrópicos de la droga y el alcohol. Este momento no tendrá significado más que para mí, y aunque también lo tenga para él, su importancia no distará más allá de un mero calentón que necesitaba satisfacer, en el que daba la casualidad de que yo estaba ahí para ayudar -aunque podría haber sido cualquier otro-, encantado de complacer y hacerle el favor. Como un tonto desesperado.

A ojos de cualquiera debo ser un sujeto ridículo. E incluso mala persona, y mal amigo, por haberme aprovechado de él para sentirle y tocarle cuando no estaba en sus mejores facultades. Soy horrible. Debería haberle detenido, haber hablado con él un poco más, haberle hecho entrar en razón de que aquello no tenía por qué suceder, que no era necesario.

Pero es que yo también quería que sucediera.

Abro la puerta del baño y evito mirarme cuando abro el grifo y me lavo las manos. Por un segundo se me va la cabeza y sopeso usar el semen que ha caído en mi mano para hacerme la paja ahora, pero las locuras que he cometido hoy son demasiadas, y no quiero añadirle más cargo de conciencia al Jeno del mañana.

Suspiro.

Ojalá se viese con mis ojos y pudiera apreciarse a sí mismo tanto como lo hago yo. 

Ojalá me deseara con el corazón y no como un deseo carnal. 

Ojalá pudiera conocerle de verdad.

Quizás le estoy dando demasiadas vueltas y solo necesite dormir un poco.

Me hago la paja más triste de la historia. No quiero pensar en él, hacerlo me da vergüenza y me hace sentir incluso más depravado, pero soy el ejemplo perfecto de que cuando no quieres pensar en algo, lo único que te viene a la cabeza es precisamente eso, y visualizo, no sin cierta reticencia, a Jaemin tras mis párpados. Mi cuerpo está cansado, pero el tren de mi imaginación me aviva haciéndome revivir la misma situación de antes pero con los roles invertidos: su mano sería mucho más hábil que la mía, tal y como había sentido antes en su intento por tocarme a mí. Hábil, rápida y segura. ¿O a lo mejor le ganaría la vergüenza? No, sonaba bastante seguro de lo que quería cuando se estaba besando con Hyunjin... Alto ahí. Rebobina. Jaemin sentado en mi regazo, Jaemin acariciando mi nuca, metiendo la mano por mi camisa, besando mis clavículas, yo besando su cuello, su espléndida nuez de Adán, sus gemidos reprimidos por mi mano, su mordida y su lengua...

Me vuelvo a lavar las manos al terminar y tirar mi vergüenza por el retrete. Al salir del baño, decido irme a dormir al salón, por vergüenza y para no molestarle más. Mañana me inventaré una excusa para cuando mi madre me vea ahí tirado como un vagabundo. Mañana buscaré el coraje para mirar a Jaemin a la cara y no morir en el intento. Mañana...

Mañana será otro día.


💙

Cuando despierto al día siguiente con la peor desorientación y sabor de boca que he tenido en mucho tiempo y arrastro mi cadáver hacia la fuente del sonido que me ha arrancado de los brazos de Morfeo, me encuentro a mi madre en la cocina poniendo un lavavajillas, y la mera visión de la comida hace que mi estómago gruña, y no precisamente de hambre.

Lo recuerdo todo demasiado bien.

—Buenos días —digo apoyándome en el marco de la cocina, aún agotado.

—A buenas horas. ¿Se puede saber qué hacías durmiendo en el sofá? ¿Por qué no has dormido en tu cama?

Mi madre, por supuesto, me recibe con la mejor de las sonrisas y el más amable de los tonos de voz.

—Porque Jaemin me acompañó a casa anoche y le dejé dormir ahí —maquillo la mentira un poco, espero que no se note que me pongo un tanto nervioso al mencionar su nombre—. ¿No se ha despertado aún?

Mi madre se incorpora y me mira enfadada y con cierta decepción.

—No hay nadie en tu cuarto, ya entré hace un buen rato a ver si habías vuelto. ¿Tanto bebiste?

—¿Uh? ¿No está Jaemin durmiendo en mi cama?

—A no ser que se haya vuelto invisible para todos menos para ti... No, no está.

Un escalofrío me despierta por completo, y salgo corriendo escaleras arriba.

Cuando abro la puerta de mi cuarto, solo veo en la cama el hueco hundido donde le dejé anoche, donde debería estar durmiendo ahora mismo.

Jaemin se ha ido.





🐶🐰NOTAS DE LA AUTORA🐰🐶

holiii

he vuelto después de un mes y pico para traeros esta monstruosidad que ya escribí hace uno o dos años en mi one shot DFMT (no sé por qué le puse ese nombre es horrible hfklfhj) y reescribí como dije que haría y dejadme que os diga que es AGOTADOR

he cambiado un montón de cosas, he quitado otras y he adaptado a la historia otras que no tenían mucho sentido, pero el hilo es prácticamente el mismo fhjhfj

mis opiniones:

-jaemin tiene una depresión de cojones y es un poco bobo por creer que se va a matar mezclando alcohol y maría, send prayers y un psicólogo por favor

-la narración de jeno en este cap una mierda porque no tenía muchas ganas de hacer que un muchacho borracho se expresase como si viniese del siglo xix

-hyunjin me cae bien aunque es un poco onvre

-a veces pienso que jeno está un poco "fuera de personaje" (ooc) porque hace cosas que hklhjhklh pero he intentado pensar como pensaría él al máximo, sobre todo en la parte final

para quien no lo sepa en españa le decimos amarillo (que te dé un amarillo) a ponerse malito por el exceso de marihuana en el sistema :(

por favor comentadme si os parece que en la paja final ha habido algún tipo de abuso, manipulación emocional, o falta de consentimiento, porque en el one shot original era mucho peor y ahora me odio por haberlo escrito así 😭lo he intentado hacer más consensuado pero estoy un poco cansada de pensar y no lo veo con claridad ya 😭😭

las cosas van a seguir un poco por esta línea para el siguiente cap 

y

no viene a cuento pero si queréis hago un face reveal en el próximo cap (ahora que tengo + autoestima ?))

como siempre, muchas gracias por los comentarios, que me encantan leerlos y me meo de risa con todos, comentarios y dudas me los podéis dejar aquí  y ánimo que ya queda muy poco!!!! 🤭🤭🤭🤭


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