San se sentó frente a MinGi, cruzando sus piernas para poder estar más cómodo en la alfombra de la sala, apartando sus peluches para que no les estorbasen.
—Estuve investigando, en el Internet dice que la marca es una unión física entre ambos.
—Mi tío me dijo que si nosotros dos somos destinados, tenemos una unión mental que se desarrollará a medida que vayamos creciendo, y que a esta edad no está muy presente.
—No tenemos un lazo mental por estar pequeños — Hizo un puchero —, ¡pero para eso podemos tener un lazo físico!
—Bien, ¿en qué consiste un lazo físico? ¿Cómo debo marcarte?
—Tienes que morderme.
—Pero eso te va a doler, y no te quiero hacer daño.
—Pues, ahí también dice que luego de que me marques, debes lamer la herida y eso hará que mi dolor disminuya.
—¿Vas a sangrar?
—Un poco, porque debes clavar tu dentadura, sobre todo los colmillos, pero así otros alfas sabrán que ya estoy con otro alfa.
—¿Y cómo otros omegas sabrán que yo ya te tengo a ti? ¿También vas a morderme? — San negó.
—La marca es para los omegas, pero sí te puedo pegar mi aroma.
—¿Tu aroma cambiaría si te marco?
—Tendría un poco de tu olor, y tú tendrías del mío, ¿me entiendes? Así no te molestarán, y a mí tampoco.
—¡Oh, me gusta cómo suena eso! Sí quiero hacerlo.
MinGi movió un poco su cuerpo, acomodándose al lado de San, quien se apegó a él.
—Ahora, ¿qué hago?
—Pues... debes poner tu boca en mi cuello, debes chupar para ablandar la piel.
—Okey, ¿puedo hacerlo en cualquier parte del cuello?
—Uh, síp, donde tú quieras.
MinGi evaluó el cuello de San, era bastante bonito, se veía blanquito, suavecito y limpio, así que le costó un poco decidir en qué parte podría marcarlo.
Pensó que, entre más visible fuera la marca, menos alfas merodearían a San al ver que ya estaba marcado, ya que no le gustaba cuando los demás alfas se acercaban a él debido a su dulce aroma a chocolate.
—Hueles rico — MinGi olfateó feliz.
—¡Ya-Yah! Me da cosquillas.
MinGi acercó su boca hasta que sintió que sus labios chocaban contra la piel de San, y recordó lo que el más bajito le había dicho, sobre primero ablandar la piel de su cuello para que no le dolería tanto ser mordido.
San cubrió su boquita, abochornado, sobre todo cuando sintió un cosquilleo extraño por su cuerpo cuando MinGi comenzó a succionar y lamer con su boca, apretando la mano para que ningún sonido raro saliese.
—¿Te estoy lastimando, Sanshine?
—N-No...
MinGi sonrió con dulzura, con la intención de que el bonito niño en frente de él se relajara un poco.
Al ver que San ya no estaba tan tenso, volvió a chupar la piel, pasando su lengua por la curvatura un par de veces.
—Creo que ya — Murmuró.
—¿Y-Ya?
—Sí, voy a hacerlo, ¿estás listo?
—Sí, sí.
Antes de que los dientes de MinGi pudieran acercarse al cuello del más pequeño, la puerta principal se abrió, dejando pasar a la madre de MinGi y la madre de San, quienes venían riendo sobre alguna cosa de la que estuvieran hablando, pero quedaron petrificadas al ver lo que hacían ambos cachorros.
Las compras que la madre de San llevaba cayeron al suelo, pero la de MinGi sí se movió casi corriendo hacia su hijo, tomándolo del brazo para levantarlo de la alfombra y apartarlo del cachorro omega.
—¡Mamá! — MinGi se mostró sorprendido y confundido.
—¡¿Qué estaban haciendo?!
—¡Quería marcar a Sannie! Déjame seguir con eso — Trató de soltarse del agarre de la mayor.
La señora Choi reaccionó y cerró la puerta, yendo hacia San para alzarlo en brazos, apartándose de MinGi, quien seguía tratando de apartarse de la mujer que lo trajo al mundo.
—¿Mami? ¿Qué pasa?
—Sa-San... ustedes no pueden hacer eso.
—¿Por qué no? — MinGi se quejó con un puchero —, son cosas que hacen los destinados, y yo quiero hacerlo.
—Mi amor... — La señora Song miró a la señora Choi, y esta asintió.
Aunque les dolía tener que romperles las ilustraciones a unos niños, debían hacerlo, sino, las cosas podría pasar a mayores, incluso podrían ser más dolorosas cuando fueran más grandes.
—Todo era una broma, Minnie, nosotros no creemos que sean destinados.
MinGi dejó de removerse, mirando con sus ojitos aguados a la mujer mayor.
A ella le dolió la mirada tan marchita de su hijo, pero debía mantenerse fuerte, ya que esto no sería fácil.
—Per-Pero... ustedes nos dijeron-
—Sólo era una broma, no pensamos que llegaría tan lejos o que ustedes lo tomarían en serio. No creía necesario tener que aclararles esto, pero no puedo permitir que sigan con esto.
MinGi comenzó a llorar, agarrándose ahora él de su madre, pegando su rostro en las piernas de la mujer para que no lo vieran llorar.
San también comenzó a llorar, sintiendo que su corazoncito se rompía.
¿Cómo que MinGi no era su destinado? Él todo este tiempo había creído que estaban destinados a ser pareja, casarse, formar una vida juntos.
¿Cómo no podría ser eso así?
Aunque la señora Song trató de arrullar a su cachorro, MinGi no paraba de llorar, por lo que no tuvo más opción que cargarlo, yéndose con él en brazos, dándole a la señora Choi una mirada de disculpa.
La señora Choi lo entendió, haciéndole señas de que se fuera sin preocupaciones.
Una vez estuvieron a solas, la mujer acarició el cabello de San, retirando suavemente los nudos en el oscuro cabello del cachorro.
—Ya, mi cachorro, superarás esto en unos días y luego todo volverá a la normalidad con MinGi, ya verás qu-
—No quiero ver a Mi-MinGi — Sollozó.
—¿Cómo que no? Pero si ustede-
—¡Min n-no es mi des-destinado!
San pegó un salto de los brazos de su madre, bajando a la alfombra para cubrir su rostro con sus manitas.
—Yo qu-quería ser su o-omega...
—Es que tu esposo o esposa debe ser tu destinado, cariño.
Aquello dolía aún más, pues era como un golpe que iba directo a acabar de romper las nubes en las que su castillo de ilusiones tiernas se había construido hace años.