El lugar se llenaba con los pasos acelerados de Mina, sus botas nunca habían hecho tanto ruido como en ese momento.
— ¿Quieres un poco de agua? — preguntó el hombre recostado levemente en una silla, cansado de verla dar tantas vueltas al lugar—. Sana puede conseguirlo.
— ¿Voy por agua?
— No, no, no. — La detuvo mientras se obligaba a detener sus pasos—. Solo que esto es... mucho por procesar.
— Espero que no te tome mucho asimilarlo— dijo el hombre con una pequeña sonrisa en el rostro—. Es que me estoy muriendo.
— Señor, no debería hacer esa clase de comentarios.
— Déjame burlarme de mi muerte en paz, Sana.
Mina habría reído si no tuviera tanta información que procesar y si todos los problemas sin resolver en su infancia no tuvieran una respuesta ahora. Se sentía como si hubiera descubierto el fuego por primera vez; tan llamativo, pero con una reacción involuntaria de miedo.
Entendía tantas cosas después de saber una pequeña parte de la verdad; ahora comprendía los comentarios de su madre, su insistencia en mantenerse alejada de los nobles y cualquier persona del ejército, su obsesión con mudarse al distrito más alejado de todo. Su madre nunca quiso que ella se involucrara en los asuntos de la realeza, incluso si le correspondía por sangre.
Por favor, era literalmente una princesa.
— ¿Por qué nunca nos buscaste? — Se atrevió a preguntar tomando asiento frente a él—. ¿Cómo supiste de mi existencia en primer lugar?
— Ah, es una larga y trágica historia— murmuró el hombre llevando una copa a sus labios—. Realmente me enteré de tu existencia cuando te enlistaste en el ejército. Tu madre nunca me dijo que tenía una hija, cuando me fui ella también lo hizo, y fue como si nunca hubiera pasado nada entre ella y yo.
— Sí, mamá vivía cerca de aquí, ¿cierto? — preguntó recordando vagamente a su madre mencionándolo—. Con unos nobles, no recuerdo el nombre.
— Los Min, sí— asintió de acuerdo dejando la copa de lado—. Eran mis vecinos en ese entonces. De pronto una niña visitaba mi patio con juguetes en mano, y bueno yo era un niño que quería jugar.
— ¿No viviste toda tu vida aquí? ¿En el castillo?
— Oh no, para nada, linda. — Negó extendiendo una copa limpia hacia ella—. Tu abuelo quiso mantenerme alejado de esto lo más que se pudiera, así que estuve viviendo con mi madre durante gran parte de mi vida, solamente ella y yo contra el mundo. Crecí básicamente sin tener mucho contacto con él, tu abuelo solamente esperaba un heredero para cuando muriera, no le importaba mucho estar en mi vida.
— ¿Algo así como tú ahora? — preguntó llevando el contenido de la copa a su boca—. Vas a morir pronto, por eso me buscas.
— Uhm, un poco— respondió lanzando una pequeña sonrisa—. La diferencia es que yo no te quiero solo para heredar este reino. Hubiera amado saber de ti desde que naciste, Mina.
— ¿No tenías idea de eso? ¿Cómo es posible que mi madre estuviera embarazada y nunca lo supiste? Es extraño.
— Es triste. Crecimos juntos y eventualmente me enamoré de ella, me dio una oportunidad y simplemente las cosas surgieron— murmuró observando a la nada con una mirada soñadora—. Comenzamos a salir cuando tenía tu edad, fueron unos meses increíbles, probablemente los mejores de mi vida. Solíamos ir por las calles simplemente a pasear, comprábamos cosas, íbamos a comer, todo era magnífico.
— Su padre me ha contado esta historia un millón de veces— habló la mujer sirviendo un poco más de agua en la copa vacía de Mina—. Y en cada una habla con el mismo amor.
— Para nuestra desgracia, mi destino estaba escrito. Mi padre llegó y no tuve más opción que seguirlo, intenté detenerlo y explicar todo, pero... bueno, no le parecía que tú madre no fuera una noble. — El rostro del hombre endureció repentinamente—. Tuve que irme y tomar el trono cuando él murió. Fue muy difícil, especialmente porque el idiota de tu abuelo quiso casarme infinitas veces con un millón de mujeres.
— ¿Por qué no aceptaste?
— Nadie tomaría el lugar de tu madre, ella era mi única Reina— susurró tomando el último sorbo de su copa—. Fue duro cuando me enteré de su muerte, por un momento de verdad creí que finalmente podía cumplir con el futuro que le prometí.
— Ella no aceptó, ¿cierto? — preguntó en voz baja, recordando esa etapa en que su madre parecía estar más triste que nunca—. Lo intentaste y te rechazó.
— Lo hizo. — Le confirmó dejando salir un largo suspiro—. Me dijo que no podía hacerlo, que ya tenía una vida hecha. Fue triste saber que era la vida que queríamos, pero sin mí.
— Lo siento.
— Esto no fue más que culpa de mi padre— aseguró inclinándose un poco para acomodar el cabello de la castaña—. Y bueno, eras solo una niña, no sabíamos de la existencia del otro.
— Señor, lo siento. — Sana dio un paso al frente, deteniendo el relato del hombre—. Es hora de que se reúna con los comandantes.
— Gracias, Sana— dijo el hombre colocándose de pie—. Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, hija. Sana se quedará y yo espero no tardar mucho, después de eso no lo sé... ¿te gustaría ponerte al día? Podemos comer algo mientras charlamos.
Mina no pudo evitarlo, su pecho se sintió cálido ante sus palabras.
— Eso suena bien, me gustaría.
— ¡Asombroso! — El hombre junto ambas manos con una sonrisa en el rostro—. Volveré pronto, si tienes dudas puedes decirle a Sana.
Si el Rey Akira tuviera la condición seguramente habría salido de la habitación dando saltitos en lugar de largos pasos. Mina suspiró tomando de la copa con urgencia, probablemente el agua le ayudaría a calmar la repentina ansiedad que comenzaba a apoderarse de su cuerpo.
— ¿Está bien, princesa? — preguntó la mujer dando pequeños pasos hacia ella, la luz del sol iluminando su rostro y permitiéndole a Mina observarla mejor. Siempre se sintió tan extraño que alguien la llamara así, pero ahora teniendo el conocimiento que era su título real, se sentía aún más extraño, incluso podía decir que incorrecto.
El cabello de la mujer era rubio, brillaba un poco ante la luz del sol, notaba que era un tanto mayor que ella, pero no tanto como su padre en ese entonces, y sinceramente la mujer era linda.
— Sí, sí— asintió aclarando su garganta cuando la observó por más segundos de lo planeado—. Solo, realmente no sé cómo haré de Reina.
— No tiene que preocuparse por eso, para eso estoy yo; seré su guía y maestra en ciertas cuestiones sobre la realeza, claramente su padre estará involucrado en ello, pero soy literalmente su consejera así que pasará más tiempo conmigo.
— ¿Qué se supone que haga ahora?
— ¿Ahora mismo? — Sana alzó los hombros sonriéndole un poco—. Disfrutar de los privilegios de tener al Rey como padre.
Eso sonaba bien.
— ¿Y después?
— Eventualmente tendrá que tomar su lugar y hacerse responsable de todo lo que suceda en Vergessene, incluido el desenlace de la guerra contra Verlassen. Iniciará apoyando a los comandantes y dando aprobación, así como opinión, en sus planes de defensa y ataque.
Eso no tanto.
— Ah mierda, moriré.
— Sí, probablemente. — La mujer sonrió regresando a su lugar—. Estarás bien, lo prometo.
— Eres encantadora, Sana. Gracias.
— Siempre será un placer.
— No entiendo qué demonios les cuesta tanto. — El Rey Alistair dio un golpe seco a su propio trono mientras se sentaba en él, estaba molesto con sus tropas —. ¿De verdad son tan inútiles? Les he dado demasiado tiempo.
— Mi señor, tenemos mucha más información que antes, la última ayuda que mandamos nos dio más información respecto al reino. — Alec respondió intentando mantener su postura intacta. Cuando recibió el puesto de consejero jamás creyó que le tendría tanto pavor al hombre que se suponía era su Rey y los protegería, pero nadie podía hacer algo para protegerlos del Rey —. Tenemos mucho, pero aún necesitamos algo más para poder sacar a su Rey del castillo, no sabemos casi nada de la familia real.
— ¿Y a mi qué me importa su maldito Rey?
Alec se encogió en su sitió mientras el corpulento hombre se ponía de pie, estaba esperando a que lo tomara de nuevo por el cuello, pero cuando nada de eso llegó y solo se topó con la mirada insistente de su Rey sobre él procedió a hablar con una voz entrecortada y aguda que, en opinión del Rey, lo hacía sonar ridículo.
— Necesitamos encontrar una manera de que el Rey salga. Nuestras tropas son fuertes, pero son mucho menores a las de Vergessene y eso es un punto en nuestra contra, si nos adentramos por nuestra cuenta al castillo no podremos tomar la corona, señor — explicó bajo la dura mirada de su Rey, quién no hacía más que hacerlo sentir tan pequeño —. Y lo necesitamos a usted en la batalla final, encontramos una forma de hacerlo salir, lo acorralamos y usted toma la corona.
El hombre suspiró caminando hasta una de las ventanas de la habitación, miró hacia la distancia, en donde podía distinguir el castillo de Vergessene, ese maldito castillo donde se encondía el cobarde de Akira. Era obvio que esos inútiles iban a necesitarlo, se sintió decepcionado por haber creído que por sí solos podían llevarle esa estúpida corona, habían nacido y crecido para eso, no entendía como podían ser tan tontos.
— ¿Mi hijo sigue en el Distrito Este?
— Sí señor, están planeando moverse al Norte para estar más cerca del castillo. Nos estamos acercando, mi Rey.
— Bien, está bien. — El hombre aceptó tirándose nuevamente en su trono, el sonido de un suspiro cansado abandonó sus labios —. Sinceramente estoy exhausto con toda esta situación, esperaré hasta que tengamos la información necesaria, pero no quiero que esta guerra dure años.
— Entendido, mi Rey.
— Si es demasiado tiempo, yo mismo iré por esa maldita corona cuando quiera.
Con un último asentimiento su consejero se acercó a dejar un montón de papeles delante del hombre.
— Los informes, mi señor. — explicó extendiéndole el primero —. Es lo que tenemos de momento.
— ¿Y con esto no es suficiente? — El Rey Alistair se rio sin ganas, observado que el montón de papeles no eran para nada unos cuantos, se trataba de una pequeña montaña.
— Lo lamento, mi Rey.
— Lárgate, Alec. — Con un suspiro más el Rey señaló la puerta por la cual el nombrado no dudo en salir lo más rápido que pudo —. Estúpido inútil.
Estando solo, el hombre comenzó a leer los informes, iniciando desde la invasión al Distrito Sur, pasando por la partida de su hijo al Distrito Este, hasta la llegada de su último integrante a la nación. Había cosas muy importantes y realmente relevantes que se encargó de resaltar: estrategias, posturas, armas, formaciones. Todo era tan importante para el ataque final, pero no se mencionaba nada del Rey Akira. Sufrió varios dolores de cabeza intentando encontrar algo para poder sacarlo de su castillo. Estuvo meses buscando información sobre el hombre, y cuando creyó que podría encontrarla yendo directamente al reino vecino, resultó que ni siquiera su propio reino tenía idea de qué había pasado con él. Un día, simplemente las puertas del castillo se cerraron y nadie volvió a verlo. Incluso llegó a preguntarse si realmente seguía existiendo el Rey Akira.
No debía perder su tiempo en alguien que no existía.