Cuando Taeyong llegó a su habitación, encontró a su esposo sentado en silencio, mirando por la ventana.
Nada extraño hasta que notabas sus manos, las cuales sostenían firmemente uno de los juguetes de su hijo de cuando era un pequeño.
- ¿Estás bien? – preguntó acercándose a él.
El alto apenas lo miró y negó.
- ¿No te parece que Jisung está actuando extraño? –
- No – frunció el ceño - ¿por qué lo dices? –
- Tal vez sólo soy yo – rió sin ganas – pero lo he notado diferente desde el día que enfermó –
- Tal vez aún no se recupera completamente – lo abrazó por los hombros - ¿por qué siquiera te preocupa? Él dice que está bien –
John tomó su mano y la besó con cariño.
- Amor – miró a sus ojos - ¿qué pasará cuando pierda a mi hijo? –
- ¿Qué estás...? –
- Él se irá – dijo con un hilo de voz – muy probablemente con el idiota que tiene como novio, él se irá tarde o temprano y yo no voy a poder hacer nada para detenerlo –
- John – acunó sus mejillas – Jisung se irá pero es nuestro hijo. Siempre lo va a ser y, si nos ama tanto como nosotros a él, volverá sólo para acompañarnos por un momento antes de tener que regresar a su vida, y eso está bien –
- ¿Lo está? –
- Es completamente natural – rió – pero no creo que debas preocuparte por eso ahora. Jisung es joven y aún falta mucho para que todo eso suceda –
El mayor asintió dudoso y lo abrazó con fuerza.
Taeyong lo recibió en sus brazos y lo apapachó tratando de hacerle sentir tranquilo.
Pero no importaba nada de lo que había dicho, él no podía mentirse a sí mismo.
Su bebé sí estaba actuando extraño, y sí era lo suficientemente adecuado comenzar a alarmarse por su inevitable partida.
Pero eso no se lo diría a John.
No, se dejaría sufrir en silencio.
Chenle miraba el techo con su mente totalmente en blanco.
No podía ni quería pensar en nada, solamente dejarse llevar por las sensaciones que producía el japonés que acariciaba su cabello y besaba sus mejillas con cariño.
- Amor – susurró, llamando su atención – tengo hambre –
El menor lo miró adormecido y asintió.
- También yo – hizo un puchero - ¿quieres que compremos algo? –
El japonés rió y negó, levantándose de la cama.
- Estaba pensando en ir a casa de mis papás a cenar –
- Oh – asintió avergonzado – está bien, ¿puedes llevarme a casa antes? –
El mayor lo miró extrañado y se sentó nuevamente junto a él.
- Está bien si quieres que nos quedemos en mi apartamento – besó su mejilla – no quiero presionarte –
Chenle frunció el ceño.
- ¿Qué? –
- Si no estás listo para conocerlos... -
- Yuta – interrumpió - ¿querías que fuera contigo? –
- ¿Creíste que quería ir solo? – negó – quiero que te conozcan –
- Pero... - miró sus manos - ¿ellos saben sobre mí? –
- Ellos están tan hartos de solamente escuchar sobre mi novio – rió avergonzado – cada vez que hablo con ellos te menciono. Mi mamá dijo que la próxima vez te llevara conmigo –
- ¿Estás seguro de que no van a tener problema con eso? –
- Estoy seguro – se levantó nuevamente, extendiendo su mano hacia él – vamos, mi papá va a cocinar comida italiana hoy –
- ¿Deberíamos llevar algo? – preguntó aceptando la ayuda - ¿qué tal una botella de vino? –
- ¿Quieres alardear sobre tener más dinero que yo? Bien – bromeó – llegaremos a comprarla en el camino. Yo puedo llevar un postre o algo –
- Está bien – chilló – esto es tan emocionante. Nunca había estado en una relación así antes –
- Tampoco yo – admitió el otro, caminando hacia el espejo – espero que mis papás no se porten extraños con eso –
- Sería gracioso si ellos intentaran avergonzarte con anécdotas raras de tu infancia –
- No los provoques – lo miró en su reflejo - ¿tú planeas presentarme a tus papás? –
El chino desvió la mirada y se encogió de hombros.
- Claro – murmuró – cuando les hable de ti –
Yuta detuvo sus movimientos y se giró a mirarlo.
- ¿Cuándo exactamente va a pasar eso? –
- Pronto – lo abrazó por los hombros y lo besó con ternura – primero tengo que ablandar el terreno –
- ¿Ablandar? –
- Ma, pa, conocí a un tipo al que le entregué mi virginidad luego de un mes y prácticamente vivimos juntos – hizo una mueca - ¿te gusta? –
- Bien, pero apúrate – apretó su cintura – no quiero que lleguen un día de sorpresa y yo sea un desconocido –
- Lo prometo – dijo besando sus labios una vez más.
Luego su cuello.
Luego su pecho.
Luego llegaron tarde a la cena.