Órbita. (Bittybones)

By RMDonaire

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La cotidianidad de mi mundo solitario y silencioso es lo que conozco como vida... Nunca ha sido demasiado emo... More

🦴 Capítulo 01.
🦴 Capítulo 02.
🦴 Capítulo 03.
🦴 Capítulo 04.
🦴 Capítulo 05.
🦴 Capítulo 06.
🦴 Capítulo 07.
🦴 Capítulo 08.
🦴 Capítulo 09.
🦴 Capítulo 10.
🦴 Capítulo 11.
🦴 Capítulo 12.
🦴 Capítulo 13.
🦴 Capítulo 14.
🦴 Capítulo 15.
🦴 Capítulo 16.
🦴 Capítulo 17.
🦴 Capítulo 18.
🦴 Capítulo 19.
🦴 Capítulo 20.
🦴 Capítulo 21.
🦴 Capítulo 22.
🦴 Capítulo 23.
🦴 Capítulo 24.
🦴 Capítulo 25.
🦴 Capítulo 26.
🦴 Capítulo 27.
🦴 Capítulo 28.
🦴 Capítulo 29.
🦴 Capítulo 30.
🦴 Capítulo 31.
🦴 Capítulo 32.
🦴 Capítulo 33.
🦴 Capítulo 34.
🦴 Capítulo 35.
🦴 Capítulo 36.
🦴 Capítulo 37.
🦴 Capítulo 38.
🦴 Capítulo 39.
🦴 Capítulo 40.
🦴 Capítulo 41.
🦴 Capítulo 42.
🦴 Capítulo 43.
🦴 Capítulo 44.
🦴 Capítulo 45.
🦴 Capítulo 46.
🦴 Capítulo 47.
🦴 Capítulo 48.
🦴 Capítulo 50.
🦴 Capítulo 51.
🦴 Capítulo 52.
🦴 Capítulo 53.
🦴 Capítulo 54.
🦴 Capítulo 55.
🦴 Capítulo 56.
🦴 Capítulo 57.
🦴 Capítulo 58.
🦴 Capítulo 59.
🦴 Capítulo 60.
🦴 Capítulo 61.
🦴 Capítulo 62.
🦴 Capítulo 63.
🦴 Capítulo 64.
🦴 Capítulo 65.
🦴 Capítulo 66.
🦴 Capítulo 67.
🦴 Capítulo 68.
🦴 Capítulo 69.
🦴 Capítulo 70.
🦴 Capítulo 71.

🦴 Capítulo 49.

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By RMDonaire

Abrí la puerta de casa, empujando el gran tablero de madera con el hombro mientras sujetaba las bolsas. Se me acumularon las tareas al tener que refrenar a Snarl y a Way para evitar que se escaparan al tiempo que continuaba la discusión que nos distraía al Treacle y a mí.

Habíamos tenido que salir a última hora, deprisa y corriendo, en busca de conseguir algún tipo de carne para el estofado que habíamos estado preparando. Resultó que, en una soberana equivocación, creímos que aún quedaba algo en el congelador; craso error. Por aquella razón tuvimos que salir de casa e ir a una tienda que nos habíamos encontrado por casualidad. Aún íbamos debatiendo sobre si había sido una buena idea o no decantarnos por aquel apaño, pues yo andaba descontenta con el trato del dependiente por habernos atendido de aquella manera tan desapacible por haberle hecho cerrar su negocio más tarde de lo habitual.

—Solo digo que, aunque hayamos llegado a última hora, no debería habernos tratado así —me seguía quejando... Aparté al perro, que trataba de olisquear la bolsa. —¡Quieto, Snarl! —reñí—. Se supone que se debe ser cordial con los clientes, ¿no?

—HA SIDO DESAGRADABLE —admitía Venus—, PERO HAY QUE COMPRENDER SU PERSPECTIVA... HEMOS LLEGADO CUANDO ESTABA CERRANDO LA PUERTA, Y JUSTO ESTÁ EMPEZANDO EL FIN DE SEMANA. ES NORMAL QUE ESTUVIESE ALGO MOLESTO.

—Eres demasiado amable y comprensivo. ¡Ni siquiera ha querido cortarnos la carne!

—YA LO HAREMOS NOSOTROS... —tranquilizó el bitty, cansado de oírme. —DEJA DE SER TAN NEGATIVA, POR FAVOR. ASÍ SOLO LOGRARÁS AMARGARTE, DEW...

Yo chasqueé la lengua. Pasamos por el pasillo, llegando al fin a la cocina. Allí estaba Saturn, acompañado por Pluto, vigilando el fuego de la hornilla donde reposaba la olla. Nos dieron un corto saludo.

—¿qué tal ha ido? —cuestionó el del pañuelo morado.

—Mal... El tendero nuevo es desagradable —respondí, mordaz.

—NO LE HAGAS CASO... —desacreditó Venus. —HEMOS CONSEGUIDO LA CARNE, ASÍ QUE HA IDO BIEN. LO DEMÁS DA IGUAL.

Me dediqué a poner la bolsa en la encimera, para después sacarla y empezar a prepararla. Después me quité el pañuelo de color azul que llevaba al cuello y lo colgué en una silla. Pluto estaba allí sentado, cerca del servilletero, por lo que se acercó, curioso. Le sonreí y acaricié con brevedad al tiempo que observaba el cuadro. Venus le estaba dando los detalles de lo ocurrido al Thisle. Echando en falta a dos de mis bitties, me dirigí al Slate.

—¿Dónde están Mercury y Neptune?

El pequeño de la herida en el cráneo me dirigió una mirada perezosa. Tardó un poco en asimilar la pregunta, pero acabó señalando a la puerta entreabierta que se veía a través del pasillo; era la habitación de invitados, donde últimamente se reunían los monstruos y pasaban el rato. Era un sitio bastante tranquilo en el que podían trabajar a gusto. Mercury estaba muy centrado en su proyecto de crear un segundo mapa de estrellas junto con el Thisle. Luego, el bitty del colmillo dorado disfrutaba de ponerse a dibujar en cualquier rincón tranquilo de aquel lugar. Al intuir lo que les tendría tan abstraídos hasta el punto de ni siquiera salir a saludar, acabé asintiendo y centrarme en mis asuntos. Me dispuse a desempacar la compra y guardar lo que no necesitábamos inmediatamente. De fondo oía la conversación de Saturn y Venus.

En cierto momento, al sentir las patitas de Snarl clavarse en mis piernas, no pude evitar dar un grito molesto. Sacudí mi extremidad y le lancé una mirada beligerante. El perro se cuidó de alejarse, intimidado, pero aun así seguía irritandome su presencia, por lo que no tardé en dar una sonora palmada y hacer para que saliese de la cocina, pues no quería que siguiese estorbando; no hubiese sido la primera vez que, por culpa de ir anduviendo bajo mis piernas, se acabara quemando o yo le pisase sin querer en un descuido, y eso era algo que sería mejor evitar, pues un pisotón con mis botas negras de suela dura no era precisamente algo muy agradable. De aquella manera, me aseguré de echar al can.

Ya más tranquila, tomé distraídamente los ingredientes restantes. Los vegetales habían estado cociendo correctamente y, aunque debería haber hecho lo propio con la carne al mismo tiempo para que tomase el sabor, por culpa de nuestro despiste tuve que alterar el orden de elaboración de la receta. En el fondo no podía fingir no estar nerviosa, pues aunque aquel era un plato que estaba más que acostumbraba a hacer, dado que era una de mis favoritos, y en realidad se destacaba por ser sencillo, nutritivo y muy sabroso, nunca antes me había visto en la situación de tener que hacer la carne a última hora. No obstante, en vista de lo ocurrido, no me quedó otra que intentarlo.

Desembalando lo comprado en la carnicería di un corto suspiro al ver el troncho sin cortar. Realmente me desagradaba aquello, pues estaba acostumbrada a pedir que lo hiciesen por mí o comprarla ya cortada. Despiezar o rebanar carne no era algo que me produjese un placer muy pronunciado, a decir verdad, pues el tacto frío y húmedo me solía dar dentera. Aun así, me lavé bien las manos y tomé con decisión el hacha de cocina. Al ser una sección de carne de la parte del costillar, debía utilizar una herramienta que me permitiese hacer cortes limpios que quebrase los huesos, por lo que, alzando el enorme cuchillo de hoja ancha, di un golpe seco.

Iba realizando mi tarea diligentemente, pero en cierto momento algo me llamó la atención a mi espalda. Fue la voz del Thisle.

—¿pluto? —Oí su voz, preocupada. —hey... ¿estás bien?

Aquello me extrañó, pero por algún motivo no caí en la cuenta de que algo grave estaba sucediendo hasta que escuché a Pluto y, un poco más tarde, la voz de su hermano en un tono conciliador. Me giré para ver la escena, dejándome paralizada en el lugar.

—HERMANO... —decía Venus, manteniendo la distancia y guardando la calma—. NO PASA NADA. ESTÁ TODO BIEN, TRANQUILO... NO HAY NADA DE QUE PREOCUPARSE. NADIE ESTÁ HERIDO.

El bitty de la bufanda roja iba soltando frases del estilo, mientras sus manos se extendían delante de sí mismo en gesto tranquilizador, sin llegar a tocar al otro. Su tono era tranquilo y su expresión era muy empática, sabiendo bien cómo manejar la situación y transmitir calma de manera confortable. No obstante, Pluto estaba demasiado afectado para escuchar apenas nada. Y su imagen aterrorizada me aterró.

El Slate estaba encogido sobre sí mismo, agarrándose el cráneo con ambas manos. Sus afiladas falanges arañaban su calavera de manera desquiciada, tratando de poner en orden el hilo de su pensamiento mediante el dolor. Gruesas lágrimas rojas caían del zócalo de sus cuencas, incapaces de ser retenidas... El iris carmesí de su ojo izquierdo ocupaba absolutamente toda la extensión de la oscura cavidad. Hiperventilaba. Estaba al borde del colapso nervioso. Susurros ininteligibles se le iban desparramando de forma desordenada y sin ningún sentido aparente. Estaba ausente, solo pendiente de aquellos fantasmas que parecían atormentarle en aquellos momentos y que tanto le estaban lastimando. El pánico y la culpabilidad se leían claramente en su rostro. Se me encogió el corazón de solo verle.

Yo no pude entender en un primer momento qué era lo que había originado aquel estado en el bitty. Nunca, anteriormente, le había visto de aquella manera. Por lo que no sabía bien qué hacer. Sin embargo, supe, al ver que Venus tomaba cierta distancia y se movía con lentitud al tratar de calmar a su hermano mayor, que no era buena idea ser brusco en aquella situación. El Slate estaba teniendo un ataque de pánico y debíamos ir con cuidado para no empeorar la situación. Debía pensar rápido en una manera de ayudar, por lo que mi cerebro comenzó a mover sus engranajes furiosamente, tratando de descifrar qué había originado todo aquello.

Fue entonces cuando, al mirar de nuevo el hacha de cocina que aún tenía en la mano, me dio por mirar la carne y un recuerdo se hizo eco en mi pensamiento... La advertencia de Gen hacía semanas atrás. Los Slates podían sufrir graves ataques de pánico al ver determinados tipos de carnes o una cantidad excesiva de sangre al traer recuerdos cruentos de su pasado en los anillos y el subterráneo. Al recordar aquello sentí que el mundo se desestabilizaba por un segundo. Había sido tan estúpida... No obstante, me controlé a mí misma; aquel no era el momento para revolcarse en la culpa y la autocompasión. Me dispuse a ocultar el cuchillo y me dirigí con voz firme al monstruo del pañuelo morado, quién observaba la escena igual de atónito que yo hacía unos segundos; sin saber qué hacer para ayudar a calmar a Pluto.

—Saturn —exclamé, llamando su atención al instante con mi tono exhortativo—, oculta ahora mismo la carne con ese trapo de ahí.

El pequeño, tras mirarme un segundo, acató sin dudar mi orden. Luego me giré, dispuesta a prestar mi apoyo al Treacle en la tarea de tratar de tranquilizar a su hermano mayor, pero en aquel momento vi como la situación se salía de control. A pesar de la calma que expedía Venus, los síntomas no acababan de remitir del todo en el de la chaqueta azul. Y, desde mi posición, pude observar como este había comenzado a retroceder ante el acercamiento del de las gafas; asustado por la situación. Aún siendo consciente de que no debía hacerlo, mi cuerpo se movió solo hacia delante, pues la visión que estaba teniendo en aquel momento era la de que mi Slate se acercaba peligrosa e inconscientemente al borde de la mesa donde estaba; precipitándose cada vez más hacia la caída. Y lo detuve. Y me mordió. Y vi las estrellas.

En el momento en que había posicionado mi mano justo al borde de la mesa, impidiendo que Pluto pudiera caerse, su pánico explotó ante el repentino e inesperado contacto, por lo que, en acto reflejo, el cachorro se revolvió de forma inconsciente. Sentí como la poderosa mandíbula se cerraba para clavar los incisivos del monstruo en mi extremidad; enterrando sus colmillos en la piel y desgarrando la carne hasta toparse con el hueso metacarpo del pulgar. Fue una sensación aguda y atroz, haciéndome soltar un potente alarido adolorido. Y, en acto reflejo, mi brazo se movió solo, tratando de zafarse de aquello que me lastimaba.

Sacudí sin querer al bitty con demasiada fuerza, pues el pequeño monstruo voló y amenazó con caer sordamente sobre la mesa. Me acojoné durante un segundo al pensar en que, igualmente, Pluto pudiera golpearse de mala manera contra la mesa; en esta ocasión por mi culpa. Sin embargo, cuando abrí los ojos, un resplandor azul me llenó de alivio. Agarrándome con fuerza la mano derecha sangrante, pude observar la centelleante luz morada en la cuenca de Saturn y su mano en alto, orquestando un maravilloso ataque azul que paralizaba al Slate en el aire. Venus se movió velozmente para situarse justo debajo y, cuando el Thisle liberó al del cráneo quebrado, atrapó a su hermano sin problema. Pluto, quién parecía aturdido por todo lo acontecido, tembló ante el tacto de su hermano menor, no obstante, las incontables caricias y las palabras precisas del más joven, acabaron por apaciguarlo un poco; haciendo remitir la agresividad y haciéndole deshacerse en lágrimas.

En mi caso, caí de rodillas al suelo, aliviada por ver que Pluto estaba bien. El horror de pensar en que se podría lastimar de gravedad había sido mucho mayor que el sentir de mi propio dolor... Mas cuando el alivio me recorrió al ver al Slate bajo los certeros cuidados de su hermano, volví a ser consciente de mi propia herida. Y no fui la única, pues Saturn se precipitó a venir para atenderme sin perder un instante.

—Joder... —sollocé, adolorida, mientras apretaba con fuerza la mordedura. —Duele como el infierno.

—ponla bajo el agua —ordenó el del pañuelo morado—. iré a por algo para curarte. espera.

Yo asentí. Al oírnos hablar, ya más cuerdo, Pluto acertó a levantar la cabeza del cobijo del abrazo apretado de su hermano. Al ver mi herida, una profunda expresión de culpa le atravesó la expresión. Aún tenía un rastro de mi sangre en su rostro, que se mezclaba con sus lágrimas carmesíes. Con bastante dificultad, el pequeño trató de hablar con la voz quebradiza.

—d-dew... lo siento m-mucho... —Bajó la mirada, hipando tembloroso. —yo n-no quise... no...

—Pluto —le llamé, distrayendo su atención—. Tranquilízate. Está bien. No pasa nada...

El bitty me observaba, terriblemente afectado.

—pero...

—Para, por favor —exigí—. No te preocupes. Estoy bien. No es tu culpa... Tranquilo, Pluto. —Le dirigí una mirada grave al Treacle. —Por favor, Venus, idos los dos de la cocina, ahora mismo.

El bicho de la bufanda roja asintió, entendiendo. Cargó a su hermano para salir de la habitación de forma rápida. Yo me aseguré de mantener mi mano bien oculta de los ojos del Slate, para que no viese el líquido escarlata que la empapaba escandalosamente. Abrí con la otra mano el grifo, dejando que el agua transparente limpiarse la herida. Di un gemido de dolor al sentir el agua fría entrar en contacto con la herida. Me ardía. La mano temblaba bajo el chorro, espasmódica.

No pasó mucho tiempo hasta que apareció Saturn, acompañado de Mercury. El Omni, nada más verme, no dudó en interrogar lo que había sucedido. Aún en aquella situación y demostrando que estaba alterado mientras escuchaba lo sucedido, el Gasterbitty no tardó en reponerse. El Thisle, por su parte, me hizo sentarse en una silla y se dedicó a curar la herida, deteniendo la pequeña hemorragia y limpiando la sangre.

—¿Dónde está Neptune? —pregunté, extrañada de que hubiese aparecido el Omni, pero que el pequeño del colmillo dorado no estuviera por allí también.

—sigue en la habitación —contestó Saturn, concentrado en cubrir la herida tratada con un apósito. —le dije que se quedara allí. no hubiese sido de ayuda tenerle a él rondando nervioso por aquí. —Asentí, dándole la razón.

En cierto momento siseé al notar que el Thisle apretaba de más la cura. Se disculpó, pero me limité a sonreír para mostrar que estaba bien. Luego añadí una línea, medio bromeando.

—Joder, pues si esto ha dolido no quiero ni imaginar cómo debe ser un mordisco de tu parte o de Neptune, la verdad... —Saturn me sonrió, algo incómodo, mostrando de forma leve sus colmillos puntiagudos.

—Entonces, ¿todo ha sido por la carne? —inquirió Mercury nuevamente.

—Supongo que ha sido eso y el sonido del hacha de cocina —teoricé—. Ni siquiera me paré a pensar en ello... Se me olvidó.

El bitty de la capa guardó silencio, pensativo. Saturn tomó la palabra, mientras se dedicaba a recoger las gasas rojizas para tirarlas junto con las otras cosas que había usado.

—ha sido algo muy repentino. no te culpes por ello. ninguno nos dimos cuenta. suerte que estaba aquí venus y que reaccionó tan rápidamente... creo que, sin él, la cosa se podría haber llegado a descontrolar mucho.

—Actuó deprisa y estaba muy tranquilo —aprecié—. Es obvio que no es la primera vez que ha tenido que lidiar con esta situación.

Nos quedamos en silencio, algo pensativos. Después, decidí moverme por mi cuenta, levantándome de la silla para dirigirme a la puerta. Les dije a los cachorros que iría a ver cómo estaba Pluto. Mercury quiso acompañarme, pero el Thisle declinó para ir a ver y tranquilizar a su propio hermano.

Con el Omni al hombro, llegué al salón. En un rincón del sofá, ocultando la cara tras las rodillas, vimos al Slate tratando de ser reconfortado por su hermano. Venus nos dio una mirada rápida al oír abrirse la puerta. Nos hizo un gesto para que no hiciésemos mucho ruido para no perturbar demasiado al más bajo. Con frases cortas y un tono sosegado, el de la bufanda roja le indicó al otro que estábamos allí. Pluto, al escuchar aquello, alzó su calavera, mirándonos con ansiedad. Me paralicé por un segundo, sin saber si sería mejor que saliésemos y les dejase tranquilos o continuar avanzando. En vista de no saber qué hacer y para no meter la pata, pregunté en voz alta qué prefería él. El pequeño dudó un segundo, pero pronto hizo un gesto para que nos acercáramos. Y así lo hicimos. Me senté en el suelo, para quedar a una altura más apropiada y cercana, pero mantuve las distancias para no agobiar al bitty. Nos quedamos allí en silencio.

Al principio, el Slate se mostraba tenso y claramente incómodo. Y de vez en cuando trataba de tomar la palabra para disculparse o en un intento de explicarse, pero se frustraba al no poder expresarse con claridad. No tardamos en insistir en que él no tenía la culpa y, aun así, guardamos un minucioso silencio para que se desahogase. Mi principal objetivo fue darle un trato más confortable para que se fuera calmando.

Las caricias que Venus iba proporcionando en la espalda de su hermano parecían surtir efecto. Aquellas lágrimas escarlatas fueron remitiendo poco a poco. Lo único que persistía insistentemente fue la expresión de abatimiento en el bitty. Me adoloría mucho verle tan decaído; debía ser cuidadosa para no hacerle sentir peor, pero pronto acabó pasando el mal trago. Dejé mi mano derecha apoyada en el mullido sofá, cerca del cachorro, para mostrarle que no tenía ningún problema en establecer algún tipo de contacto, en caso de que él pudiera llegar a necesitarlo. Aquel gesto, aunque sutil, pareció animar un poco al monstruo. Aún no se atrevía a tocarme como tal, pero se movió para poder estar más cerca. En vista de que estaba un poco más cómodo, el Omni también quiso aportar algo para su bienestar.

—¿Tiene hambre, Pluto? —preguntó—. ¿Quiere que le traiga algo?

El interpelado le miró con su única luz roja, agotado. Dudó un poco, pero pronto asintió. Sin embargo, nos sorprendió al romper el silencio para señalar a su alrededor.

—juntos...

Tardamos un poco en comprender a lo que se refería, pero al hacerlo no pudimos evitar sonreír. Pluto no quería comer él solo, sino que deseaba que lo hiciésemos todos juntos. Al entender aquello, Mercury asintió. Con un pequeño crujido, el Omni tomó un atajo para ir a la cocina y ocuparse de avisar a Saturn y a Neptune. Confíe ciegamente en que ellos se ocuparían de la comida, por lo que me quedé allí con Venus para seguir acompañando a su hermano. Se notaba que Pluto estaba mucho más tranquilo, a pesar de seguir deprimido. Sin embargo, nos quedamos allí con él, mientras iniciábamos una pequeña conversación para distraerle. Principalmente hablábamos nosotros y el Slate escuchaba, acurrucado contra su hermano, pero pronto su expresión se fue iluminando un poco al escuchar que Venus dejaba caer algún que otro juego de palabras de soslayo. Si bien el Treacle no los solía soportar, estaba más que dispuesto a hacer el tonto solo para animar a los demás.

Al rato, la puerta se abrió, dejando entrar a los otros tres bitties. Iban cargando con un plato con dulces y frituras. Eran un montón de refrigerios poco saludables. Se acercaron animosos hasta nosotros, dejando allí el plato y uniéndose a la conversación. No pasó mucho rato hasta que el ambiente se acabase caldeando. Aún seguía algo serio, pero pude notar como la coraza del Slate se iba resquebrajando hasta retomar su habitual sonrisa perezosa. Al oír las bromas por parte de Venus, Saturn no dudó en unirse, provocando que Neptune se sintiese decepcionado al perder a su habitual aliado. Al ver los pucheros del Cider y oír sus quejas Pluto rio entredientes... Seguimos charlando y bromeando, dejando pasar el incidente anterior, sin reparar en él más que para mostrar que mi herida ya estaba curada. Aquello provocó una ráfaga de bromas por parte del Thisle. Comimos todos juntos en un ambiente pacífico.

En algún momento, Jingle apareció en el salón, atraído por el barullo y el olor de la comida. Recogimos las sobras y, siguiendo la propuesta de Neptune, nos acomodamos todos en el sofá para ver alguna película o algo. Tras superar algún que otro percance a la hora de ponernos de acuerdo en la elección, acabamos viendo una película de animación al tiempo que comíamos cosas poco saludables y deliciosas. Incluso los monstruos más quisquillosos no pusieron pega alguna al menú, considerando la situación. Para desgracia de Saturn y Venus, no pasó mucho tiempo hasta que Neptune y yo nos pusimos a sobre-analizar la parte más técnica de las animaciones y el apartado artístico de las secuencias, junto con otros detalles como la dirección de las escenas o la composición de los planos, cosa que nos al Cider y a mí nos entusiasmaba, pero que debíamos reconocer que resultaba ser algo molesto para los que, simplemente, querían ver la película y relajarse. A Mercury y a Pluto no parecía importarles, pero escuchaban con cierta diversión cada vez que, hartos de nuestras quejas o apreciaciones, el Thisle y el Treacle nos exigían silencio.

El gato se instaló en el sofá, enroscado a mi lado, y Pluto no dudó en acercarse a él; acurrucándose a su lado. Arropado por la calidez que sentía el bitty, en sentido literal por el pelaje gris y blanco del gato y metafórico por formar parte de la escena familiar, el sueño acabó seduciéndole. El monstruo acabó cayendo dormido, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Aquello hizo que todos pudiéramos relajarnos al ver que se restablecía por fin la calma, dejando lo sucedido con la carne y el mordisco como un recuerdo borroso. De aquella manera, la tarde se fue sucediendo, mientras nos dábamos a la pereza y convertíamos un momento desagradable en una agradable sesión de cine, bromas y comida chatarra. Mi preocupación se desvaneció en el momento en el que escuché levemente como el sonido de los ronroneos de Jingle era secundado por los que se emitían del Slate. Acaricié con suavidad el pelaje del felino y la chaqueta de Pluto.

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