• Solitario •
La joven se encontraba tendida en su cama, mirando un punto fijo en su techo, sentía dolor, vacío. No encontraba una respuesta clara a la misma pregunta que se formulaba en su mente cada día:
-¿Qué hice mal?...
Pero no se esfuerza en contrar una respuesta, simplemente se cubre con su manta para abrazar fuertemente a su osito de peluche, cerrando sus ojos para intentar dormir finalmente.
Minutos después, cuando ya sentía que estaba cayendo en el cansancio, un fuerte sonido proveniente de la puerta logró despertarla. ¿Realmente ese hombre quería tanto que se fuera como para venir nuevamente?.
Intentó volver a ignorarlo, pero el golpeteo era más constante e insoportable. No tuvo otra opción que levantarse enfadada y dirigirse hacia la entrada, pero sólo consiguió confundirse al ver que no había nadie fuera.
Al cerrar se mantiene pensativa, mirando directamente el pestillo con un pequeño temor creciendo en su interior. Cuando finalmente volvió en sí, se dio cuenta de que aún no había empacado nada y mañana llegaría la mudanza.
Se dirige sin muchas ganas a la cocina para armar las cajas y comenzar a empacar; utensilios, la vajilla, todo lo que fuera frágil. Lo mismo hizo en su habitación, al igual que en el baño y el resto de la casa. Pasó el resto de la tarde yendo y viniendo por todo el lugar, terminando de empacar recién a las cuatro de la madrugada.
Finalmente se recuesta en su cama, sintiendo como todo el cansancio recorría su cuerpo. No le quedaba mucho tiempo de sueño porque una parte había sido su culpa, pero nadie está preparado para que los echen de su apartamento tan repentinamente.
[...]
Esa mañana llega una pequeña camioneta de mudanza a su casa, conducida por una señora mayor de cabello canoso.
Al terminar de subir todas sus cosas cierra las puertas traseras y voltea a mirar con nostalgia el apartamento, segundos después niega, para luego subirse a la camioneta en el lugar del copiloto con la señora en el volante e irse. En el camino se recuesta en la ventana mirando tristemente el paisaje conocido, hasta que salieron del pueblo. Luego todo se veía nuevo y hermoso.
Al llegar a su destino, ve cómo se detienen en una antigua y pequeña casa color beige. A pesar de su aspecto es bonita y de un sólo piso, aunque era perfecta, no necesitaba nada grande ya que sólo era ella.
-Gracias por traerme y por ofrecerme esta casa, juro que voy a pagar todo.- Promete la menor con completa sinceridad, aunque hay que admitir que también le dolía pensar en todo lo que tendría que trabajar para lograr pagarle.
-No es nada, linda, de todos modos nadie la quería.- Un suspiro de alivio se ahoga en su garganta luego de escuchar a la amable señora.
Comienza a entrar las cajas, mientras la mayor abría las ventanas. Se detiene un momento al ver que en la pared de la sala hay algunas fotos de una familia.
-¿Vivían aquí?.- Pregunta la joven sin rodeos.
-Sí, pero se enteraron de algo que no debían y un asesino del pueblo los seguía, así que huyeron dejando todo.- Contestó neutral la señora, eso explica que la casa ya esté amueblada.
-¿Un asesino del pueblo?.
-Oh, no te preocupes, eso fue hace 10 años.
-Oh...
La peliblanca comienza a sentirse un poco insegura al respecto, no sabía por qué si eso había pasado hace tanto tiempo.
-Puedo quitarlas si quieres.- Ofrece con amabilidad la señora.
-No se preocupe, yo lo haré luego.
-Que niña tan linda.
Espera sonriente a que la mujer vaya a su camioneta, cuando la ve salir de la casa deja de sonreír y vuelve a mirar las fotos. Específicamente a la sonriente pareja.
-Eso no pensaron ellos...
Se dirige afuera y cierra las puertas traseras de la camioneta.
-Gracias de nuevo por todo.- Definitivamente no le alcanzaría la vida para agradecerle a la amorosa mujer.
-No es nada, querida. Bienvenida a Green Town.
-Hasta luego...
La señora se sube a su camioneta para arrancarla e irse, pero la joven se mantiene parada en la entrada hasta que la camioneta desaparece al girar en una esquina.
Detrás de ella se acerca la silueta femenina de una menor. La pequeña caminaba tranquilamente hasta que voltea a mirarla, es ahí donde queda tiesa sin quitarle la mirada.
-¿Ene?.- Pregunta insegura la menor.
La peliblanca se sorprende abriendo sus ojos al reconocer la voz, para girarse luego de unos segundos.
[...]
Volviendo a la escena del episodio anterior, Eme deja su guitarra en su lugar y se acuesta suspirando, para luego de unos segundos dormirse. Todo oscurece. Se despierta por el sonido incesante de su alarma, la cual mostraba números borrosos, haciendo que el chico se molestara. La apagó y se volteó para seguir durmiendo pero esta volvió a sonar, por lo que gruñe enojado para volver a apagarla y finalmente levantarse perezosamente.
Desayuna, se lava sus dientes, se cambia de ropa, apronta su mochila y sale. Las calles estaban vacías y esto hizo que el castaño se confundiera por unos segundos, para luego restarle importancia y seguir con su camino. Un poco más adelante se encuentra con sus amigos.
-Hey enano.- Saluda August con una sonrisa.
-Hey, ¿qué hacen aquí?.- Pregunta Eme aún adormilado.
-No hay clases hasta las 9.- Informa el más bajo.
-Y yo me muero de hambre.- El pecoso tantea su estómago remarcando lo que acaba de decir.
-Sí, íbamos por comida.
-¿Vienes?.
-Claro.
Se dirigieron hacia una tienda de color blanco que tenia la puerta abierta, una cortina en tiras transparentes de plástico y un cartel sobre la puerta con letras borrosas. Entraron y buscaron las neveras entre los pasillos, cuando los encontraron agarraron una soda para cada uno, pero no vieron a nadie en la caja registradora.
-¿Hola?.- August se arrima para confirmar.
Esperaron unos segundos pero nadie respondió.
-A la mierda, vámonos.- Bufa Sebastias ya exasperado.
-Que porquería.
Dejaron las cosas en su lugar y se marcharon enojados. Se dirigieron a la plaza más cercana y no tardaron en notar que ahí tampoco había gente.
-¿Por qué también está vacío aquí?.- Esto es algo que ya comenzaba a ponerse extraño para Eme, a esta hora deberían estar los ancianos alimentando a las aves o los adolecentes matando el tiempo.
-¿Me ves cara de que lo sé?.- Contesta desganado el más bajo.
-Más bien pareces un tonto.- Inmediatamente el pecoso corre para no ser golpeado por su amigo, quien lo comenzó a perseguir, todo esto mientras el castaño solamente se reía, para luego seguirlos.
Finalmente en la secundaria, entraron en ella y rápidamente vieron alumnos haciendo sus cosas cotidianas, pero para el castaño era imposible reconocer sus rostros ya que estos eran borrosos. Ya en su salón, dejan sus mochilas sobre las mesas y toman asiento.
[...]
-¿Prima?.- Pregunta la peliblanca mientras se voltea viendo a una pequeña adolescente de cabellos rubios y ojos claros que llevaba una bolsa de compras. Corren para abrazarse cariñosamente.
-¿Cómo has estado?.- Habla la menor emocionada.
-¿Qué haces por aquí, Nath?.- Ene intenta ignorar su pregunta, no quería mentirle con el típico "estoy bien".
-Mi mamá me envió a la tienda, nunca pensé que te encontraría.
-Sinceramente yo tampoco lo sabía, una señora me ofreció esta casa, casi me la regaló.- Exacto, casi se la regalaba, pero ella aún planeaba pagar al menos un poco por tal acto de amabilidad
-Genial, ya te extrañaba. ¿Quieres acompañarme?.
-Claro.
Se encaminaron hacia el local disfrutando de su compañía antes de comenzar a ponerse al corriente.
-¿Y tu madre aún me odia?.- Pregunta sin más la mayor.
-No te odia, odia a tu madre.
-Que raro, casi siempre la historia es al revés.
-Aunque si vas a casa lo más probable es que te haga un exorcismo.- Ríe levemente la menor.
-Eso si me lo creo.- Sonríe despreocupada, hasta que su prima se detuvo abruptamente.
Miró hacia su costado apreciando la apariencia de la tienda, paredes blancas, una cortina de plástico en forma de tiras y un pequeño cartel sobre la puerta, indistinguible gracias a sus borrosas palabras.
Entraron y no vieron a nadie en la caja registradora, pero no se alarmaron. Fueron por lo que la pequeña necesitaba, pero en eso Nath nota como su prima esconde paquetes de panqueques en sus bolsillos sigilosamente.
-¡Ene!.- Exclama la rubia en un susurro.
La nombrada da un brinco chocando con los estantes, provocando una traviesa risa en ambas.
Finalmente fueron a pagar, pero el mostrador seguía vacío.
-¿Hola?.
No escucharon nada, la mayor se asomó intentando ver más allá de la habitación.
-¿Alguien?.- Pregunta esta vez la mayor.
Nadie respondió, la menor sonrió de una forma algo turbia y dejó el dinero sobre el mostrador antes de darse la vuelta.
-Ya podemos irnos.- Le avisa a la pelinegra y sale de la tienda.
Ene sólo pudo mirar extrañada la caja registradora, para luego fijarse en el dinero que la pequeña había dejado allí, lo agarró, lo guardó y se fue.
-Es un lugar muy... solitario.- Le comenta incómoda a Nath
-Oh, no te preocupes por eso.- Su prima voltea a mirarla aún con esa extraña sonrisa.
-Okey...
-¿Quieres un pequeño recorrido?.
-Claro.
Caminaron en silencio hasta entrar a una especie de bosque pequeño, lo que preocupó a la peliblanca.
-No te preocupes, esto iba a ser un parque pero jamás hicieron nada.- Aclara como si pudiera leer la mente de la mayor.
Un poco más adelante se toparon con un puente natural que se dirigía hacia otra parte del pueblo.
-Me encanta.- Ene susurra impresionada.
Cruzaron lentamente mientras la mayor admiraba todo asombrada.
-Aún te gusta la naturaleza.- Comenta la rubia mirando a su prima con una sonrisa por el rabillo del ojo.
-Y no te equivocas.
Siguieron hasta que las casas volvieron a aparecer, la primera que vieron era de ladrillos con un muro blanco y una pequeña reja de un rosado claro, afilada para ahuyentar a los delincuentes. Esa fue la única casa que resaltó ya que las demás sólo eran de ladrillo con plantas en el jardín. Luego de un tiempo caminando, se detienen frente a una gran secundaria.