Katherine.
¿Motivos para vivir?
¿Esperanza?
No le encontraba sentido a ninguna de esas palabras y eso significaba que soy un peligro para mi misma. Soy consciente de mi depresión, cada día siento que en vez de mejorar estoy dejando que ese agujero negro me consuma lentamente como lo está haciendo.
Se también que si mis padres no ven una mejoría en mí, no iban a dudar en internarme como ya lo había decretado papá, si no mostraba cambios en mi vida.
No podia dejarme vencer por mi cabeza, aunque quisiera no podía perder esta batalla conmigo mismo.
La depresión no es un juego, uno a veces no se da cuenta, piensa que son cosas momentáneas, pero no son así. Cuando mi padre decidió llevarme a esa consulta me negué tanto y claro que me enoje con él, no me sentía mal sino que estaba pasando una mala racha, un amor no correspondido, ver a Noah de esa forma y sumado a todo, se que no estaba bien, solo que nunca imaginé que podría estar padeciendo esta horrible enfermedad.
Me confíe que para mí era normal, solo que está vez no lo era. Estaba más irritable de lo normal, no podía conciliar el sueño, mi cansancio era extremo, sentía un odio a mi misma, la pérdida de peso y venía con sueños donde moría en un trágico accidente. Todo eso pensé que era el momento que estaba viviendo, solo que no, cada uno representa su depresión como lo puede. Es difícil aceptarlo, tengo días buenos y malos, solo debo a aprender que pedir ayuda, aunque sienta que no lo necesito.
— ¿Cómo te sientes hoy? — pregunta Vera. Ella es mi psicóloga, hace unos días toque fondo, si no hubiera sido por mi tío no se que me habría pasado, llevaba sin ingerir alimentos hace cuatro días, cuando mi cuerpo dijo basta fue el día que me desmayé en la universidad. Tres días estuve internada con un cuadro de deshidratación, fue ese momento que grite por ayuda. Mi tío Adam, es amigo de Vera y ella había encontrado la forma de llevarme sin tanto invadir mi espacio.
— Mejor — reconozco.
— Tú semblante cambio mucho — asegura.
— Ese día en el hospital me vi siendo una calavera, esa chica no era lo que solía ser — le cuento.
Sentía que me estaba dejando consumir, que buscaba morirme y algo dentro mío me hizo hacer un clic para frenar mi locura.
— ¿Sigues con el problema de tu apetito? — inquiere anotando algo en su libreta.
— Si, hay ciertos alimentos que me causan nauseas y prefiero evitarlos. Pero volví q cumplir con las comidas diarias, mi tío controla eso — digo pensativa.
Mi estómago toleraba lo mínimo de los alimentos, pero no podia dejar de comer así que el tío Adam había encontrado la forma de ir modificando mi forma de alimentarme y así podía cumplir con el tema mínimo de cuatro comida diarias por día.
— Me gusta eso — afirma. — ¿Qué haces para manejar tu estrés? — consulta.
— Descubrí que me gusta pintar — contesto.
— ¿Tú tío? — pregunta.
Mi tío Adam es profesor de arte, pero está vez no fue él sino que mi abuela había viajado para verme y ella me mostró la mejor forma de manejar el estrés. No tenía miedo de ensuciarme mientras expresemos todo lo que sentimos en nuestro interior.
— No, mi abuela. Ella es una prestigiosa pintora. Estuvo unos días cuando vinieron toda la familia a cuidarme y me enseñó como canalizar lo que sentía en el arte — le cuento recordando esos días donde tanto ella como mi abuelo estuvieron conmigo mimandome para que pueda recuperarme con mucho amor a mi lado.
— Cuantame un poco de tu familia — sugiere.
¿Mi familia?
— Es una familia extremadamente grande — suspiro pensativo.
— Cuantame lo que quieras, tus padres por ejemplo — dice mirándome.
— Ellos son los mejores de este mundo, papá es contador y es quien ahora dirige la empresa familiar. Mi mamá es la que maneja el área de recursos humanos en su empresa...
— ¿Alguna vez te sentiste que ellos no te prestaban la suficiente atención? — cuestiona.
Me pongo a pensar unos segundos, no definitivamente nunca sentí que ellos estaban más preocupados por él trabajo que por nosotros, si no que todo lo contrario, siempre estaban con los tres y tampoco son esos tipos de personas que se traen el trabajo a casa.
— No, ellos siempre estuvieron con nosotros. El trabajo solo las horas que correspondian y el resto de tiempo las pasaban con nosotros — afirmo.
Por suerte la sesión termina y puedo dejar de hablar, la verdad ya estaba agotada. Se que esto me hace bien, es por eso que no la puedo abandonar, Vera a su manera me sabe llevar.
— ¿Qué tal todo, cariño? — consulta mamá cuando salgo de la consulta.
— Mejor, me gusta ella — le cuento mientras vamos saliendo del edificio.
Mamá había decidido quedarse conmigo unas semanas, hasta que no vea que estoy en perfecto estado no me dejaría sola, no es que no confíe en el tío Adam, solo que tampoco es su responsabilidad que este cuidando a su depresiva sobrina.
— Eso es bueno — acota con una gran sonrisa.
— ¿Podemos ir a mi restaurante favorito? — le pido mientras el chófer nos abre la puerta para que ingresemos al auto.
Ella sonríe y asiente.
Mis cambios son pequeños, pero comienzan a notarse.
Hoy siento que no debo dejar que la depresión me consuma, mañana no se como estaré, solo se que debo disfrutar estos buenos momentos.
— Invite a Adam, viene en camino — me cuenta mamá.
Cuando llegamos al restaurante, ya el tío Adam nos estaba esperando. No tardó nada en estecharme entre sus brazos y llenarme de besos, solo para escuchar mis quejas a su efusividad.
— ¿Qué tal todo con Vera? — inquiere.
— Ella es genial — contesto.
— Lo sé — acota con una media sonrisa.
— El amor es una mierda, tío Adam, después terminamos con depresión — comento provocando que mamá me dedique una mala mirada de su parte.
— No está en mis planes enamorarme — declara chocando su copa de vino con la mía.
— A todos nos llega el amor, alguna vez, cuñado — comenta mamá.
El amor no lo es todo.
¿Qué siento por Noah?
Mejor no quiero pensar en eso.
— Mejor no, tío — le recomiendo.
— Llevo treinta y tres años sin amor, no pienso buscarlo ahora — declara.
— Para que quieres el amor de alguien si puedes tener el de todos tus sobrinos — sugiero.
— Por eso ella es mi sobrina favorita — declara dejando un beso en mi mejilla.
— Si te escuchan mis hijos estarán muy ofendidos — asegura mi madre divertida.
— Pero ellos no están aquí, nadie se los dirá — acota mi tío riendo.
— ¿Cuánto tiempo te quedarás, mamá? — consulto.
— ¿Ya no me quieres a tu lado? — contra pregunta.
— No, claro que no — contesto con rapidez.
Me encanta tenerla a mi lado.
— Por tiempo indefinido, mi hermano pude solo además creo que Berlín es un lindo lugar para construir un nuevo centro comercial — acota pensativa.
— ¿No les basta con todos los que ya tienen? — inquiere tío Adam rodando sus ojos.
— Nunca es suficiente — responde.
Había perdido la cuenta la cantidad de centros comerciales que tenían ella y mi otro tío Adam, el papá de Inzie. Como dicen nunca es suficiente y donde ven la oportunidad tenemos la creación de uno nuevo para que sigan llenando sus bolsillos de muchos dólares.
Como si en verdad necesitan uno más.
Siento una opresión en mi estómago, disculpandome de mi tío y mi madre, salgo directo al baño, no quiero hacerlo, pero no puedo retener nada de los alimentos que había ingerido que al entrar al váter expulsó todo, provocando que las piernas me fallen y no pueda sostenerme.
No quería hacerlo.
Lo juro.
Todo giro a mi alrededor, no siento el cuerpo, no responde y como todo se vuelve negro a mi alrededor para dejar que él agujero negro me consuma en su totalidad.
* Les dejo el capítulo del día.
Actualización desde la próxima semana será así.
Lunes: Atrapado a Ti
Martes: Locura de Amor.
Miércoles: Sasha.
Nos vemos el martes. ❤