Demencial Cordura

By NatKF98

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Repiten vez tras vez, y no uno ni dos o tres... ¡Todos lo repiten! Afirman que ha enloquecido. ¿Serán dos m... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26 FIN

CAPÍTULO 17

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By NatKF98

DEMENCIAL CORDURA

CAPÍTULO 17

Shizuru maldice al destino por su pequeño chiste sin gracia. Forma un puño, apretando los dedos entre si hasta tornar sus nudillos blancos, pero nadie lo nota, porque su mano esta oculta en su bolsillo y su rostro mantiene una neutralidad abrumadora.

-Sé debe tener muchas preguntas-. Habla con el tono frío e impersonal de los psiquiatras. -Pero le pido aguarde hasta atender a mi paciente-. El "mi" suena demasiado posesivo en sus labios.

Mai detecta aquella posesividad. Desconcertada, asiente mientras se aferra a su maletín. Dentro de su cabeza se forman demasiadas incertidumbres, pero su labor médica debe ir antes que sus intrigas personales. Talvez el confrontar parte de su pasado le robé el profesionalismo.

Mikoto observa en silencio, dispuesta a todo para mantener segura a su esposa. De su costado derecho cuelga una pistola de electrochoque, tiene el voltaje suficiente para tumbar a una fiera y ruega lo tenga para paralizar a la oji-verde. Además, en la parte trasera de su cinturón, bien oculto bajo su bata, lleva un revolver. No quiere dañar a la chica, para nada, pero tiene bien ordenadas sus prioridades.

Discretamente Viola observa la pistola de electrochoque y una especie de sexto sentido le avisa sobre la existencia del revolver. Prudente, no revela el secreto del cual se ha enterado. -Será mejor que ella no vea ese objeto Mikoto-. Haciendo caso al consejo que en realidad es una orden, deja la pistola bajo su bata, al alcance sin estar a la vista.

-A la primera señal negativa, retírense-. Porque no está dispuesta a que le disparen a SU Natsuki.

La psiquiatra gira, pasa la tarjeta de su habitación por la cerradura electrónica, toma el picaporte, todo con un aura de tensión rodeándole. -Le advierto, ahí dentro se encuentra una verdad impactante-. Sus palabras son frías. -Sin embargo, por el bien de todas, no debe exaltarse-. Pero hay cierta compasión en su voz.

Las tres ingresan a la habitación.

Shizuru puede jurar que el olor a sangre es más fuerte que antes; con un vistazo a su reloj, se da cuenta que apenas han pasado unos segundos.

En el fondo, se alivia de que todo suceda mientras su paciente esta inconsciente.

Los primeros segundos, Mai pasa por alto la identidad de su amiga. El ojo palpitante, la sangre cubriendo sus facciones y el detalle de creerle muerta, le privan del privilegio de reconocerle. Sin embargo, cuando se acerca lo suficiente para notar que bajo la sangre aquella piel es blanca y que el cabello es de un inusual tono cobalto, un nudo se forma en su garganta.

Decenas de palabras ahogadas se amontonan en su boca. -¿Cómo se llama?-. Pregunta en tono bajo, tembloroso, temeroso, mientras sus manos comienzan a limpiar la sangre automáticamente.

Bajo la intensa mirada de Mikoto, la castaña contesta. -Kruger Natsuki-. Mai ahoga un quejido. En un instante, la presencia de Shizuru, su anterior visita, toman sentido. Las lágrimas luchan por abrirse paso. Siente demasiadas cosas al mismo tiempo, tantas que puede explotar ahí mismo, pero recuerda las palabras de Viola: Por el bien de todas, no debe exaltarse.

Con el antebrazo, se quita las pocas lágrimas que lograron mojar sus mejillas. Ella misma duda de cómo consigue frenar el temblor de sus manos.

-Nat...-.

Ver a quien creía muerta es demasiado impactante.

Verle en ese estado vuelve peor lo ya malo.

Y encontrarle en ese sitio...

-Nat...-.

Repite con otro quejido ahogado.

Shizuru comienza a temer que dichas palabras despierten a Natsuki.

Mikoto no entiende cómo es posible que su esposa conozca a la pesadilla de Garderobe.

Kruger permanece inconsciente mientras limpian su sangre, sigue sin abrir los ojos mientras cosen su ceja lacerada, aun duerme cuando atienden las quemaduras de sus pies.

Mai pone todo su empeño en curarle, lo ve como su oportunidad para devolverle a la chica una parte de lo que hizo por ella. No le extraña que la oji-verde continúe durmiendo mientras le atiende, sabe de sobra que todo aquello es solo un cosquilleo para Natsuki. ¿Qué es el alcohol y la aguja? ¿Qué molestia puede ser algo como eso comparado a lo que ha vivido?

Cuando eran niñas y Kruger pasó de ser de pocas palabras a prácticamente muda, Mai supo la razón, ella fue la única que se enteró de cómo le destrozaron la boca a su amiga cuando le sacaron los dientes.

También hubo visto las cicatrices en el cuerpo de Natsuki.

Por eso ahora le parece normal que siga inconsciente.

El problema recae en que deben arreglar su hombro y están seguras de que eso si le hará despertar al instante.

-No sabemos cómo reaccionará. Podría ponerse violenta-. Asegura Mikoto. A decir verdad, entendería que la paciente despertase hecha una fiera. Con la golpiza que le propinaron cualquiera estaría enojado, ya ni se diga cómo puede ponerse alguien mentalmente inestable.

-La anestesia es inútil en ella-. Remarca Shizuru con pesar. -Tendremos que componerle el hombro así-. La idea no le gusta más que a la otra psiquiatra. Hay más de un riesgo en la jugada. -Es necesario-.

-¿Y sí despierta y ataca a Mai?-. No lo dice maliciosamente, en sus palabras solo hay preocupación genuina. Ella se preocupa por una mala reacción de la oji-verde y Shizuru se preocupa de que le peguen un tiro a su Natsuki.

-Si ella despertase mal, atacaría a lo primero que viese-. Ella había dicho que tomaría toda la responsabilidad de las acciones de su paciente. -Me aseguraré de ser lo primero que vea-. Está segura de que Natsuki no le dañará.

-Aun así...-.

Es interrumpida por Mai. -Mikoto entiendo tu preocupación-. Ya le habían contado lo suficiente. -Pero tengo que hacerlo, se lo debo-. No cree que Natsuki este loca así como no lo creyó cuando eran niñas.

-Está bien-. Se ve obligada a ceder ante la seguridad de su esposa.

Así, con cuidado, proceden.

Shizuru sube a la cama, despacio, para no moverle más de lo necesario. Se pone a horcajadas sobre la oji-verde, procurando no hacer contacto para evitar lastimarle. Finalmente, ve que partes de su piel están menos magulladas y coloca las manos en el rostro de Natsuki.

Se asegura de que sus rostros queden uno frente al otro. Sabe que su paciente es mucho más fuerte que ella, pero se asegurará a cualquier costo de que cuando los ojos esmeralda se muestren le vean solo a ella.

-Ahora-. Le dice a Mai en tono bajo. Tiene la corazonada de que si habla normalmente su propia voz podría despertarle y por ahora no quiere comprobar su teoría.

Mikoto observa con su mano a cm de la pistola. Si pudiera rezar lo haría para que todo no se vuelva una locura. No es el mejor panorama: dos psiquiatras, una doctora y la que se dice es la mujer más bestial de los últimos años. Agita la cabeza, dirán eso, sin embargo, no ha visto que la chica haga algo de magnitudes tan grotescas como para ostentar dicho título.

Al contrario, le tocó ver como dejaban a Kruger en ese estado tan deplorable.

Mai se acerca, toma el brazo de Natsuki y se encomienda a lo que sea que les mira desde arriba. -Hazlo-. Le dice la castaña con una seguridad aplastante. Una gota de sudor frio le baja por el cuello cuando toma fuerza para empujar la extremidad.

Un crujido hace eco en la habitación.

El hombro queda arreglado.

Como resultado, las esmeraldas se abren de golpe.

Natsuki intenta alzar el torso pero choca contra el cuerpo de Shizuru y lo primero que ve son los ojos carmín. -Soy yo, soy yo Natsuki-. De repente se hace consciente de las manos en su rostro. -Tranquila Natsuki-.

Las esmeraldas brillan con locura, exigen venganza, de un manotazo podría quitarse lo que tiene encima. Sin embargo el tacto y la voz de su psiquiatra consiguen que la locura se apague. -Natsuki-. Su nombre en labios de Shizuru le está tranquilizando. -Natsuki-.

De un segundo a otro, un particular aroma inunda los sentidos de la demente. El brillo de locura intenta renacer, arremeter con fuerza. -Estoy aquí contigo Natsuki-. Pero la apacible voz le calma de nuevo.

Sus sentidos nunca le han mentido, está ahí, en esa habitación, cerca de ellas.

Un temblor le recorre cuando su cuerpo exige levantarse, a ese le siguen más. -Natsuki-. El cuerpo sobre el suyo le toca y ese contacto es capaz de detener los temblores. -Natsuki-. Mientras diga su nombre de ese modo, todo estará bien, o eso le dice una voz en su cabeza.

Despacio, Kruger vuelve a recortarse.

-Natsuki, la psiquiatra Minagi-. Escucha, pero ya sabe lo que van a decirle. -Trajo ayuda, ellas dos están aquí-. Lento, Shizuru retira sus manos para permitirle voltear.

Kruger voltea hacia la derecha, encontrándose con su amiga de la infancia. Los ojos violetas le observan con una mescla de sentimientos demasiado intensos. Detecta la presencia de Mikoto, no le importa.

-Mai-. La ronca voz sale en un susurro.

Minagi queda asombrada por escuchar hablar a la muda de Garderobe.

-Ella te ha atendido-. Dice Viola aun a horcajadas sobre ella. Ninguna de las dos lo dice en voz alta, no obstante, están bastante cómodas con la cercanía. Ese contacto mantiene calmada a Natsuki y le da confianza a Shizuru.

-Natsuki-. Viendo las esmeraldas es imposible contener el llanto, por segunda vez, las lágrimas se dan a la fuga.

-No llores Mai-. Sus palabras son ásperas, frías, algo bruscas, tal y como les recordaba.

Ya con el hombro en su lugar, pueden quitarle por completo la camisa de fuerza y la delgada playera de tirantes. Natsuki mantiene su rostro neutral, su mirada da a entender que le da igual le vean vestida o desnuda. Al retirarle la ropa, tanto la psiquiatra como la doctora miran aquellas horribles cicatrices en su espalda, ambas guardan silencio.

Mikoto no comprende cómo es eso posible. Carece de lógica. De la nada, el peso de la pistola y el revolver es demasiado en su cinturón. La paciente del K-17 permanece tranquila mientras quienes le atienden muestran expresiones prácticamente frías.

Esas facetas frías son meras mascaras que sus profesiones les han brindado. Les usan automáticamente. La propia Minagi tiene una, pero aun así el acto le desconcierta.

Atienden, curan y vendan el cuerpo de la chica. El torso y los brazos muestran desagradables moretones, sin embargo, el que de verdad les preocupa es ese que abarca el centro de su pecho. Se extiende por su piel de un modo perturbador. Shizuru recuerda la patada de Nao, maldice por no haber checado mejor el cuerpo de su paciente. Claro, ella desconoce que ese moretón no era tan grotesco hasta que Reito le estrelló en la pared con una patada directa al área. Esa jodida bota con punta metálica...

"A la vida le gusta burlarse de ti." La mirada esmeralda permanece imperturbable. "Mira que traer a esta mujer de regreso." Les ignora. "Debiste asesinarle hace años." Siente como le vendan el brazo izquierdo. "Tuviste muchas oportunidades para hacerlo." Es consciente de que Mikoto no le quita la mirada de encima. "Habría sido magnifico ver la confianza de sus ojos cediendo ante el miedo."

"Cállense."

"No puedes callarnos Natsuki." Siente como Shizuru atiende su ojo palpitante.

"Ella solo te quería cerca porque le eras útil." Su psiquiatra le toca con una delicadeza que nadie más le ha brindado. "Mantenías a raya a quienes le molestaban, les dabas miedo, la asustabas incluso a ella."

"Mai no tenía miedo."

"Eso quieres creer. La aterrabas y eso que no conocía el verdadero monstruo que eres."

"Ella sabe quién soy, lo que soy."

Una cruel carcajada hace eco en su cabeza.

"Ni siquiera tu sabes quién o que eres Natsuki".

Aun con la risa de fondo las voces desaparecen.

Al final Kruger esta recostada en la cama, con los ojos fijos en el techo. Gran parte de su cuerpo esta vendado y tanto el moretón en su pecho como las quemaduras en sus pies son un claro aviso de que debe permanecer acostada.

-Mikoto, debo hablar contigo-. Shizuru quiere hablar con ella a solas. Minagi duda de si debe o no hacerlo, no quiere dejar sola a su esposa, además presiente por donde va la charla.

-Ve, estaré bien-. Le dice Mai desde su silla al lado de la cama. -Confío en Natsuki-. Siempre lo había hecho.

Aun dudosa, Minagi acompaña a Viola a la cocina. -¿Por qué trajiste ayuda?-. Directa al punto. -Nadie suele ayudar a mi paciente-. Los ojos carmín parecen dispuestos a devorarle el alma para obtener respuestas. -Solo dicen que se auto-daña y después hacen la vista gorda-. La amargura en sus palabras es palpable.

-Hoy me ha quedado claro que su paciente no se ha auto-dañado-. Tiene la mitad de su atención en quienes están a unos metros. Entre la cocina y el dormitorio no hay pared alguna por lo cual hablan bajo.

-Por favor, explícate-.

Por otra parte, Natsuki voltea hacia su acompañante. -Mai-. Es apenas un susurro. La otra se acerca, sabe que si hasta ese momento no había hablado no quiere que las otras escuchen.

Coincide que Mikoto vuelca toda su atención en Shizuru cuando Natsuki le susurra a Mai una advertencia.

-Debes irte de aquí-. Hablar es molesto hasta cierto grado, hace que le pulse el pecho. Lo ignora. -Garderobe no es seguro Mai-. Es extraño escuchar hablar de seguridad a quien no conoce el miedo. -Las ratas quieren comerse al lobo-. En todo momento le mira a los ojos. -Y arrasaran con cualquiera que se atraviese-. Raramente dice tantas palabras juntas, esa es la mayor prueba de que Mai Tokiha le importa. -Ha sido Reito Kanzaki-. Con esa última frase, vuelve a su estado mudo.

Mikoto y Shizuru regresan.

-Es momento de retirarnos Mai-. Cuando los secretos de todos comienzan a mezclarse no puede salir nada bueno.

La doctora se para, toma su maletín y le da una última mirada a Kruger. La oji-verde le devuelve la mirada, sus fríos ojos continúan diciéndole que debe marcharse antes de que sea tarde.

Las esmeraldas le dicen debe irse.

Pero los ojos violetas contestan que regresará pronto.

Mai y Mikoto salen de la habitación.

-Shizuru-. La castaña acude al llamado y toma asiento en el borde de la cama.

-¿Qué sucede?-. Sin esperar un permiso, toca el rostro de su paciente, le delinea el mentón, acaricia la mejilla.

-¿Te asustan las historias de terror?-. Su voz suena más ronca de lo común.

-No-. Responde con seguridad.

-Entonces es el momento-. Los ojos carmín brillan intrigados.

-¿De qué?-. Presencia como los ojos esmeralda se vuelven aun más gélidos.

-De contarte como terminé en Garderobe-.

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