Puedes correr pero no esconderte. No creí en ese dicho hasta este momento.
Durante las últimas semanas, he hecho todo lo posible para huir de Emilio, evitarlo, no mirarlo. Incluso llegué a fingir no quedarme en la misma habitación que él, pero aquí estoy, atrapado con él en la oficina de papá.
Claro, puedo salir. Puedo abrir la puerta y correr de nuevo, pero pareceré un cobarde y nunca lo haré, no soy un cobarde.
Tomando una respiración profunda, lentamente me doy la vuelta y veo a Emilio por primera vez hoy, como realmente lo veo, en lugar de fingir hacerlo mientras desvío su mirada.
Emilio se sienta en el borde de la mesa de conferencias de papá, leyendo un libro titulado The Rule of Law de Tom Bingham. Los pantalones de traje azul oscuro se amoldan a sus músculos y aprietan sus fuertes muslos con su posición sentada. Solo lleva una camisa blanca y una pajarita negra, parecida a la mía, su chaqueta está prolijamente sobre la silla a su lado.
Su cabello oscuro, está peinado hacia atrás, mostrando su frente y las líneas nítidas de su rostro. Sus ojos caen sobre mí mientras su mano sostienen el libro, mano que estaban al rededor de mi pene hace unas semanas, mano que me llevo a una altura que nunca había experimentado. mano que...
No. Eso fue un error.
Ahora somos hermanos. Una familia. Esa tontería nunca volverá a suceder. Destruirá la carrera de mis padres e incluso la de Helen.
Emilio y yo terminamos.
Completamente, totalmente terminamos. Y ni siquiera empezamos todavía.
-Ahí estás. -Sonríe y es plano, suave, casi amenazador-. ¿Me estabas evitando o me lo estaba imaginando?
-Imaginando. -Me cruzo de brazos, adoptando mi tono más firme y poco afectado-. ¿Por qué iba a evitarte?
-No lo sé. Puede que tenga algo que ver con la forma en que te escapaste de mí las últimas dos semanas. -Pasa una página, aunque no está leyendo. Es como si estuviera manteniendo distraídamente su ritmo habitual-. Te das cuenta de que no puedes evitarme para siempre.
-Como dije, no lo hacía.
-Eres un mentiroso, mariposa. -Acaricia el borde del libro con los dedos. Quiero apartar la mirada, pero no puedo. Es como si me hubiera lanzado un hechizo y ahora solo puedo pensar en sus dedos, y...
Concéntrate, Joaquín.
-¿Por qué tendría que mentirte? -Levanto la nariz-. Te das mucho crédito, Emilio.
-Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
-Vine a buscar a Liam. Tenemos fotos para tomar. -Permanece en silencio durante demasiado tiempo, mirándome de esa manera desconcertante y silenciosa que me hace querer salir de mi piel o esconderme debajo de la alfombra.
Emilio siempre ha tenido ese efecto en mí. Lo he negado, me he escapado, pero no desaparece.
El hecho de que no mires debajo de la cama no significa que el monstruo no esté allí. Lo está. Esperando. Esperando el momento oportuno para poder salir y jugar. La única forma de escapar es nunca, jamás mirar.
Estuve tan cerca de romper mi propia regla ese día en mi habitación, pero no volverá a suceder.
-Obviamente no está aquí. -Me doy la vuelta para irme.
-Estás huyendo de nuevo. -Su voz tranquila me detiene en seco.
-No, no es así.
-Sí, lo es, y, un consejo, nunca me des la espalda. -En un segundo, está detrás de mí, su respiración caliente me hace cosquillas en la piel-. Lo tomaré como una oportunidad para atacar.
Su dedo índice recorre la piel de mi mejilla hasta llegar a mi cuello. La piel de gallina cubre mi carne, mi respiración se vuelve agitada, su toque es tan sensual, pero lo sé, solo sé que es solo un aperitivo de lo que realmente es capaz de hacer.
-Sabes, llevas este traje tan ajustado a tu cuerpo. -Baja la mano lentamente, por mi pecho desabotonando la camisa tan lento, llega hasta el borde de mi pantalon y hace lo mismo, agarra la cremallera y la desliza lentamente-. Es a propósito, ¿no es así, mariposa?
-N-no, no te hagas ilusiones. -Mi voz es débil y suena desenfrenada, incluso para mis propios oídos.
Desliza sus dedos por mi estomago expuesto. Cierro los ojos y mi frente cae contra la puerta. Un gemido se abre camino, pero me muerdo el labio.
¿Por qué esto se siente tan bien? ¿Por qué mis piernas se sienten tan debiles?
Su respiración contra la curva de mi oreja y su presencia detrás de mí envían ráfagas de placer por mi columna y justo terminan en mi pene.
-E-Emilio... -Se supone que es una protesta, pero sale como un gemido lujurioso y desordenado.
-Dilo otra vez. -Pasa su mano esbelta sobre mi pecho desnudo antes de detenerse en el medio, sujetándome fácilmente contra la superficie-. Mi nombre con un gemido.
-N-no.
-¿No? -Su otra mano envuelve mi garganta. No es lo suficientemente fuerte como para cortar mi suministro de aire, pero es firme, con la intención de mantenerme en el lugar.
Trago saliva, mi cuerpo se agudiza en atención como si de repente me hubiera llevado al medio de un subidón de adrenalina. Sus dientes encuentran la curva de mi oreja, mordisqueando ligeramente. Su voz es ese tipo de calma engañosa que adquiere fuerza con cada palabra.
-¿Me estás diciendo que no has estado pensando en mi mano al rededor de tu polla, Joaquín? ¿Que no te has tocado con el recuerdo o no has pensado en eso cada vez que me viste y me evitaste?
Mis labios tiemblan ante la embestida de todo. Sus palabras. Su boca. Sus dedos alrededor de mi garganta.
Todo es demasiado.
-Porque yo sí, mariposa -Empuja sus caderas hacia mí y un bulto inconfundible se posa contra mis nalgas.
Es duro.
Emilio está duro por mí.
-Desde que te derrumbaste en mi mano, he estado fantaseando con tomarte en cada puta posición.
Puedo sentirme caer. Mis paredes se derrumban y mis creencias se dispersan a mi alrededor en jirones. Todo lo que anhelo es probar, un momento, un segundo de lo que sucedió en mi habitación.
No.
No puedo.
Le doy un codazo lo suficientemente fuerte como para que retroceda un poco. Aprovecho la oportunidad para alejarme de su agarre, agarrando la parte delantera de mis pantalones para que no caigan al suelo.
Mi respiración es aguda y fuerte como la de un animal mientras estoy junto a la mesa de conferencias de papá. La oficina de papá. Esta es la oficina de papá. ¿Qué pasa conmigo?
Me coloco bien la camisa y procedo a abotonarla, trato de regular mi respiración, pero no lo consigo.
Emilio todavía está junto a la puerta, mirándome como un depredador que no puede decidir qué hacer con su presa. Aunque ya lo ha hecho.
No es el tipo de persona que comenzaría algo antes de descubrir toda la situación. Es uno de los que conoce el final antes de tocar Play.
Le toma un segundo, dos...
Acecha hacia mí, lento pero seguro.
-Detente ahí, Emilio. -Estoy tan contento de que mi voz no tiemble.
-¿Por qué? ¿Porque no quieres que la gente sepa que te gusta tu hermanastro?
-No es verdad. -Mis palabras se rompen al final y lo odio. Lo odio tanto-. Tengo a Liam -Lo desafío y luego me arrepiento de inmediato cuando sus ojos se oscurece a un aterrador color sin fondo.
-Que se joda.
-Te odio.
-No significa que no pueda follarte.
-Me odias.
-Aún no encuentro la razón por la que eso debería interponerse.
-Nuestros padres están casados.
-¿Y qué?
-¡Somos hermanos para todos! -grito, sin idea si es para mí o para él, porque cuanto más se acerca, más me congelo en mi lugar.
Uno, no quiero huir como un cobarde, pero también, no quiero moverme. Nunca.
Se detiene a una pequeña distancia y me mira fijamente.
-¿Y qué? -Mi visión se vuelve borrosa cuando lo miro con la última mirada suplicante que puedo manejar.
-N-no podemos hacer esto.
-Y sin embargo, quieres.
-¿Q-qué? -Su voz cae.
-Puedo oler tu excitación, mariposa.
Antes de que pueda protestar, me da la vuelta para que mi mejilla y mi frente estén pegadas a la superficie lisa de la mesa. Su mano se envuelve alrededor de mi nuca, enjaulándome en su lugar.
-Emilio, no podemos.
-Y sin embargo, lo haré. -La finalidad de sus palabras me golpea.
Lo haré.
El hecho de que me esté quitando la responsabilidad me da una especie de paz. Yo no elegí esto.
No estoy arruinando mis principios. Él lo hizo. Él es el que está destruyendo todas las creencias que tenía. Todo es culpa suya, no mía.
Mi corazón se dispara cuando tira de mis pantalones hacia abajo. El aire frío baña mi piel mientras me baja la ropa interior, dejando que se acumule todo a mis pies.
-Mirate, estás tan listo para mí -dice con voz ronca cuando escucho el sonido de su cinturón.
-No es verdad. -Respiro contra la madera, formando condensación en ella.
-¿Crees que si lo niegas, te saldrás con la tuya por quererlo? ¿Es eso, mariposa? -Sí, pero no diré eso. No lo haré.
Me da una palmada en el trasero. Con fuerza. La bofetada resuena en el silencio de la oficina y jadeo cuando la punzada se registra, pero no es por el dolor, es por la corriente que me atraviesa la columna y esta llega hasta mi pene.
¿Qué diablos? Definitivamente hay algo mal en mí.
-Tu hábito de no responder a mis preguntas tendrá que cambiar. -Su pene se encuentra con mi entrada y mis manos agarran la mesa.
Esto está ocurriendo. No, no no, esto no puede pasar asi, si me penetra sin preparacion me va a romper. Cierro los ojos, tratando de pensar en que, dolera al principio pero despues estara bien, pienso en cosas importantes como el control de natalidad, papá y mamá lo dijeron solo el 5% de la población masculina puede quedar embarazado y solo si en su familia hay casos de embarazo masculino. En nuestra familia no lo hay, puedo estar tranquilo.
No. No debería estar tranquilo, debería pensar en por qué esto no puede suceder y que debo detenerlo.
No me viene nada a la mente. Desierto absoluto.
-Cualquiera podría entrar y encontrarnos. ¿Lo sabes? -murmura en un tono sádico.
Mi mirada se dirige a la puerta. No está bloqueada. Papá o Frederic o uno de sus amigos podrían entrar aquí para usar el teléfono en cualquier momento. Nos verán así.
¿Por qué eso no me aterroriza tanto como debería? Emilio aprieta su mano alrededor de mi nuca.
-Tal vez eso arruine la boda.
-No, no quiero eso.
-Oh, pero tú sí. Lo has estado deseando durante semanas, mariposa. No eres un chico tan bueno como haces que todos crean que eres.
-Cállate.
-Eres falso, pero no conmigo. Nunca conmigo.
-Cierra la puta boca, Emilio.
-Oh-oh, el caballero educado está maldiciendo.
-Te odio. Te odio tanto.
-Sabes, iba a esperar hasta que se separaran para hacerte mío, pero tomaron esta decisión. -lo escucho escupir y luego siento algo pegajoso cubrir mi entrada, Emilio se inclina para cubrir mi espalda, luego envuelve su mano alrededor de mi cabello y lo aprieta con fuerza-. Y yo acabo de tomar la mía.
Empuja dentro de mí de un solo golpe.
Grito, mis ojos se cierran con fuerza mientras el dolor me apuñala. Oh, Dios.
No importa lo mojado que esté. Él es grande y yo estoy demasiado apretado.
Duele demasiado, está rompiendome.
-Mierda. -Se detiene antes de que sienta su cálido aliento en mi piel-. ¿Esta es tu primera vez?
-Obviamente, imbécil -digo entre dientes, mi voz tiembla y las lágrimas intentan salir.
-Abre tus ojos.
-No.
-Joaquín, abre tus malditos ojos.
-Solo acaba con esto.
-Joaquín -advierte.
Sé que él no usa mucho ese tono, si es que alguna vez lo hace, así que lentamente abro mis párpados. Mi respiración se rompe cuando lo encuentro mirándome.
Si esperaba lástima, no hay ninguna. En cambio, hay una pizca de preocupación, pero sobre todo, sus ojos brillan con una posesividad tan tangible que puedo saborearlo en mi lengua.
-Soy tu primero -dice con lo que parece asombro. Asiento, a pesar de que no hizo una pregunta. -¿Por qué soy el primero?
-No importa.
-Mentiroso. -Empieza a moverse dentro de mí y me agarro al borde de la mesa con más fuerza mientras mueve sus caderas suavemente.
Me está doliendo como una mierda pero él está dejando acostumbrarme a su tamaño y a su ritmo. Oh, vaya. Nunca pensé que Emilio tendría este lado.
Muy pronto, la sensación inicial desaparece y es casi... placentero.
Un gemido cae de mis labios cuando Emilio suelta mi cabello, luego baja hasta que su mano está alrededor de mi pene. El dolor desaparece y una ola me hunde.
Su ritmo se acelera con cada movimiento. Un fuerte sollozo atraviesa el aire y me doy cuenta de que es mío mientras me desmorono.
Ni siquiera duré cinco minutos.
Mi orgasmo me envuelve hasta que todo lo que puedo reconocer es a él en mi espalda, en mí, a mi alrededor.
Emilio sostiene mi nuca contra la mesa y me folla duro y salvajemente. Me folla como si estuviera desquitándose por todos los años anteriores con cada una de sus implacables embestidas.
Caigo de nuevo, o tal vez sea la primera caída que se desangra en la segunda.
No puedo ver bien, y mucho menos pensar ahora. Todo lo que puedo hacer es sentirlo: su poder, su presencia, su necesidad de más que refleja la mía.
No se detiene.
No cuando estoy gimiendo o lloriqueando o sollozando mi orgasmo. No es hasta que no puedo estar de pie y estoy casi a punto de colapsar que sale de mí. Un líquido caliente gotea entre mis piernas y cierro los ojos, empapándome de la sensación.
Aun sosteniéndome por el cuello, Emilio recoge el semen que goteó de mí y lo mete dentro de mí con dos dedos sorprendentemente suaves hasta que casi estoy suplicando por otro orgasmo.
Estoy adolorido y me siento usado, pero al mismo tiempo, todavía quiero más. Mucho más.
La comprensión de lo que he hecho me golpea allí mismo con la cabeza contra la mesa de conferencias de papá.
Traicioné mis propios principios. Mis creencias. A mis padres. Y todo es por él.
Emilio.
Me usó y me arruinó sin remedio.
Y sé, solo sé, que de ahora en adelante, nada volverá a ser igual.
-Feliz decimoséptimo cumpleaños, mariposa -susurra contra mi oído-. Ahora eres mío.
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Si tienen opiniones o teorías las pueden dejar aquí.
Nos leemos pronto, sean fuertes y un abrazo.