El agua no era precisamente caliente, aquello no era una novedad, pero junto a la compañía del chico del río parecía que todo eso pasaba a segundo plano. La temperatura del agua no importaba en lo más mínimo cuando jugando nos lanzabamos un poco, al final en el proceso igual humedecía sin importar si estaba fría o caliente.
El sector al cual habíamos llegado era precioso en todo el sentido de la palabra. Parecía una fantasía total con una pequeña cascada y con nuevas plantas degustando el borde. Realmente era como estar en un lugar de un cuento de ensueño.
—¿Y te gusta? —preguntó con ilusión en sus ojos.
—Es hermoso —y no solo el paisaje, pues viéndole a él en medio era como un cuadro que solo se ve en el mejor museo del mundo.
Me descalcé para poder meterme al río, aunque a ese paso podía correr el riesgo de enfermarme por no estar acostumbrada a tanta humedad al aire libre, pero no importaba con tal de compartir con ese chico precioso.
Extendió sus brazos para ayudarme a bajar. De la orilla al fondo del río había una diferencia de altura considerable, y aunque saltar era una opción, terminar con una caída en medio del bosque no sonaba como lo más apropiado.
—Mira, aquí están esos pequeños frutos que te comenté.
—Oh, una planta de zarzamora.
—Cuando estaba algo aburrido venía aquí y sacaba unos cuantos frutos para llevar de regreso. Aunque me daba algo de pena pensar en que se los quitaba a la planta.
—Bueno, mientras cuides a las plantas creo que no les va a importar mucho. Al final si no se sacan sus frutos se van a secar.
—Tienes razón.
Se estiró para alcanzar alguno de los frutos, pero lamentablemente la planta no estaba totalmente a su alcance. Mientras me acercaba más hacia él, comentó algo sobre que a veces estaban más frondosas y las podía alcanzar. Supuse que tenía que ser cierto, de otra forma parecía imposible alcanzarlas.
—Yo intento —le avisé mientras comenzaba a subir la pequeña ladera del río.
Me afirmé de algunas raíces y rocas para poder ir subiendo, pero estando la tierra tan blanda fue algo fácil que el terreno cediera un poco. Ojitos gentiles me alcanzó a salvar a tiempo y terminamos trabajando en equipo para poder alcanzar los tan codiciados frutos, que si bien no eran mis favoritos, con su presencia tuvieron un sabor especial.
—Gracias. Sin ti no podría haberlos alcanzado.
Sus preciosos ojitos parecieron sonreírme y dejándome llevar, tomé su rostro entre mis manos y lo acerqué hasta que nuestros labios tuvieron un pequeño contacto.
Cielos. Había besado al chico del río.
¿Lo peor?
Él me respondió de vuelta.
22/11/21