JUNGKOOK
Al fin la tenía entre mis brazos, lloró por unos minutos en mi hombro los cuales se me hicieron interminables e insufribles.
—No te entiendo, lo siento pero me cuesta Kookie —dijo mi nombre mientras la abrazaba y mi corazón lo partió por la mitad.
Escuchar su voz quebrada llamándome como desde que éramos unos mocosos y que sólo ella tenía esa exclusiva, fue lo más jodidamente hermoso de todo este puto desastre en el que estábamos enredados.
Solo ella me hizo ver en el desalmado que me había convertido, la que ponía la cordura en mi cabeza.
—Te quiero nena, siempre has sido y serás tú —la apreté a mí y le besé el cuello.
Su piel rápidamente se fundió en mis labios y solté un gemido que no pude controlar.
—Te deseo tanto cariño, es insoportable para mí no poder tenerte como tantas veces te tuve.
—Yo te quiero Kookie.
Estrujó mi corazón hasta destrozarlo en pedacitos.
Fueron tantas las noches que soñé con estar con ella que si se lo contaba no me creería.
Le hice daño y nunca me lo perdonaría, pero después de todo eran las circunstancias que nos rodearon las culpables de todo. O eso es lo que le decía a mi cabeza una y otra vez para no caer más de lo que ya lo había hecho.
***
Entramos besándonos y nos desvestimos el uno al otro nada más pasar por la puerta de su habitación, esa que tenía en su apartamento.
Conduje hasta allí cuando los dos decidimos amarnos de nuevo.
Las personas se conocen una noche y deciden tener sexo por muchas razones, es lo más normal. Se gustan, se atraen. Pero ella y yo teníamos un pasado juntos, uno muy doloroso, y esto podría hacer que ardieran las cenizas que quedaron de esa etapa en que vivimos juntos, o por el contrario nos explotaría en la maldita cara y destruiría lo poco que quedaba en pie. Que en realidad no era mucho.
Sabía que esto no era una oportunidad de regreso ni nada parecido, pero tenerla como mía de nuevo quedaba mucho.
Así que apagué mi conciencia porque era una locura que viviría aunque luego volviese al infierno en el que se había convertido mi vida.
Nos derrumbamos en la cama. Desnudos. Mirándonos a los ojos. Atrapando y no dejando ir lo que ahora hubiera.
Me puse de lado y admiré sus hermosas tetas. Joder ninguna mujer podría jamás superar sus tetas.
—Me moría por tocarlas —le susurré al oído mientras lo hacía despacio, deleitándome con el jodido contacto.
Ella soltó el aire y se lamió los labios.
—Se han caído un poco —dijo avergonzada y me quitó la mano.
—No hagas eso...son perfectas.
Bajé hasta ellas y me las metí en la boca, quería saborearlas, rodeé su pezón con mi lengua y dió un gemido que fue directo a mi rabo...joder, como sabía que estaba en casa.
—Te quiero nena —le dije mientras rodeaba mis brazos por su cintura para atraerla a mí.
—¿Crees que si te hubiera dado un hij... —tapé su boca al instante.
—No hagas eso ahora —le advertí con delicadeza pero con el pecho contraído por una losa enorme.
Llevé mi boca a la suya para callarla y darle amor, que es lo que necesitábamos los dos.
TN
Tenerlo pegado a mí de nuevo era algo que no creí que volvería a pasar jamás. No sabía si lo que estaba haciendo era lo correcto, pero ahora no quería pensar en ello. Solo pensaba en vivir el momento.
—Kookie...
—Si supieras lo que me haces sentir con solo llamarme de ese modo cariño —me pasó un mechón de pelo por detrás de mi oreja mientras sentía sus ojos clavados en los míos.
Y entonces quise ser mala, portarme mal para sentir de nuevo su cuerpo arder junto al mío, pensé en desatar el infierno que siempre rodeó a un Jungkook que fue caliente en la cama.
—Kookie —jadeé— Kookie... Kookie.
Se le oscurecieron los ojos.
—Eres mala nena —se subió en mí y hundió su rostro en mi cuello. Sentí las cadenas de sus aretes rozar mi piel. Chupó sin piedad.
—¡Jesús! ¡No chupes ahí! Hazlo en un lugar escondido —le supliqué—. ¿Mañana que voy a decir en el trabajo?
Levantó su cara sonriendo como el diablo que era.
—¿Que yo te amé sin piedad? —me dijo ronco—. Creo que después de no haberte tenido por tanto tiempo, no pretendas que voy a ser un angelito esta noche —mordió su labio y volvió a pegar sus labios en mi cuello.
Me recorrió la mandíbula dando pequeños mordiscos que me crearon la necesidad de ser tocada más abajo.
Aquí estábamos con todo el deseo perdido y el que queríamos recuperar de golpe.
—Eres preciosa, eres lo mejor que pude conocer jamás —tocó entre mis muslos para prepararme.
Y lo hizo, me entregué completamente al placer.
Entrelazó sus manos con las mías y las atrapó hacia arriba. Entonces entró en mí sin cuidado ni piedad. Embestía con fuerza y supe al instante que la actitud dura y ruda que tenía últimamente también la iba a dejar clara en este momento.
—Solo tengo un jodido pensamiento —jadeó —estar siempre a tu...lado —decía en mi oído sin dejar de mover sus caderas con la velocidad que me quería a arrancar un grito.
—No sé...
—No sabes qué —se hundió más en mí.
Grité, no pude parar.
Rió por ver cómo me tenía entregada. Toda atrapada en su juego perverso y despiadado. Había cambiado pero en ésto se había vuelto mucho mejor.
—Dime que me amas.
No podía decirlo eso tan a la ligera, el daño recibido no se podía olvidar tan fácilmente. Sin darle lo que quería agarré su nuca fuerte y lo atraje hacia mí para que me besara.
Savorearnos se volvió un juego que luego no olvidaría tan fácilmente. Llevaba demasiado tiempo sin estar con nadie. Y volver a vivirlo con él, no tenía palabras para expresarlo.
—No quiero que esto acabe —dijo cuando me di cuenta que sí acabaría pronto—. Estaría dentro de tí como un puto depravado de por vida.
Mi cuerpo era ya un infierno.
Escucharlo me mandaba descargas por el cuerpo.
Noté como iba a colapsar de un momento a otro también.
Nos agarramos con fuerza y gruñimos de placer intentando dilatar lo máximo el momento.
Nos reímos cuando nos miramos, no sé porqué, pero lo hicimos.
Nos separamos para respirar.
—Serás única por siempre para mí —dijo poniéndose de lado y sujetando su cabeza con su mano para verme.
Quise parar el sentimiento que me invadió de pronto, pero como no pude, se me pusieron los ojos rojos.
—Eh...nena —pasó sus dedos por mi mejilla— no vale llorar después de lo que hemos vivido. ¿Qué ocurre?
Mis inseguridades, mis miedos y yo..., lo iban a estropear.
—No sé si hicimos bien.
—Joder nena, no digas eso, te amo lo sabes.
Puse mi mirada al techo.
—No lo hagas, no lo estropees, mírame.
Sí lo haría.
Lo estropearía.
Lo miré.
—No debía...
Me tapó la boca con su dedo. Se veía incómodo.
—No me creo que no lo hayas sentido, no me creo que no lo sepas. Estamos destinados.
Le quité el dedo para que me dejase hablar.
—¿De verdad crees que si te doy la oportunidad de estar juntos, no volverán los miedos del pasado?
—Pero si eso está superado.
Me levanté a mirarlo.
—¿Superado? ¿Que es lo que se supone que hemos superado? —alcé la voz.
—Tranquilízate —me cogió de los hombros.
—Kookie dime —me enfrenté a esos miedos con el corazón dando golpes en mi pecho— dime que no quieres ser padre.
Tragó...eso me lo dejó claro. Pero lo escondió.
—¿Otra vez con eso? —soltó el aire.
—Sí otra vez con eso, porque si vuelves conmigo nunca lo serás... ¿entiendes lo que te digo? —le solté con dolor.
—Yo solo quiero estar contigo, lo demás no me importa —se separó de mí y se sentó en la cama—. Creo que sé por dónde viene el problema. Y no voy a rogar, no si es porque te has ilusionado con otro.
Se levantó y buscó sus boxer por el suelo.
—Nunca me entenderás, ¿eh?
—La que nunca me entenderás eres tú a mí —me miró con los ojos rojos—. Adelante vete con él, yo solo soy un hombre insensible y sin sentimientos, en realidad una puta mierda a la que podrás olvidar...