Adolorido, parpadeó viendo flashazos de luz, como si acabara de enfrentar con la mirada al mismísimo sol. Se talló sin cuidado y gateó un poco antes de ver su mochila. Todo estaba tan quieto y el sol empezaba a mostrar sus rayos colándose entre los árboles. Se colgó su mochila y miró a lo lejos su celular, corrió por él y lo inspeccionó rápido, encendido, seguía en funcionamiento, inclusive con la linterna encendida consumiendo la carga de batería. Lo apagó con rapidez y miró de nuevo el claro del bosque. Estaba a casi nada del lago que fotografió. Avecillas ya cantaban y se movían entre las copas de los árboles, haciendo que la nieve cayera de sopetón contra el suelo.
Él mismo tenía calma en su mente y su corazón.
Avanzó unos pasos más, dirigiéndose hacia el pueblo, sin reconocer del todo la ruta pero tranquilo a pesar de la confusión.
-Oye, Naruto.
Se detuvo, la voz le acaloró el alma y girándose con ya la sonrisa en su rostro, lo vio sentado en una rama de aquel árbol enano y roto.
-Sasuke. -le saludó, se veía tan tranquilo, como siempre, con sus pies descalzos y su yukata purísimamente blanca.
-¿Ya te vas?
-... Creo que sí. -se acercó aún así, contento de ser atrapado por la seducción natural de su cuerpo y su mirada.
-¿Lograste cazar a tu demonio? -se recuesta, juguetón de nuevo.
-Je, no. -baja la mochila y lo mira con mucho cuidado, procurando no olvidar jamás sus bellos rasgos, ahora más humanos, mucho más bonitos. -Es que me di cuenta de algo.
-¿De qué?
-No es un demonio, es un espíritu protector. -dijo asintiendo y apuntando al bosque con su dedo dando círculos en el aire.
-¿Protector de qué? -susurró mientras le acariciaba las mejillas sonrojadas al rubio.
-De la gente bonita, de la gente inocente, del bosque.
-Pero los que protegen ¿no usan la violencia?
-Sí, a veces, ni modo. Este mundo es cruel. -Arruga la nariz. -Así que está bien que Yuki Onna use su fuerza. -le explica y muestra sus dientes en una sonrisa orgullosa. Él no se atreve a acariciar su rostro pero le agrada sentirse cercano al chico junto a él. Sasuke mueve su dedo por las mejillas y dibuja espirales hasta bajar a su mentón, el cual sube un poco sin mucha dificultad y le sonríe hasta con los ojos, tan en paz, tan contento.
-Eres torpe, mentiroso, miedosito y...
-¿Y qué?
--... Y muy, muy mío... -le susurra antes de pegar los labios a los contrarios en un besito juvenil tierno que hace que Naruto enrojezca y se ría complacido. -Gracias.
-No, yo creo que ya estamos a mano. -no puede recomponerse, no cree jamás recomponerse.
-Ten. -Le explica y muestra una máscara rota que lleva una larga cabellera adherida en su frente. -Es un buen amuleto, me protegió por mucho, mucho tiempo.
-Cielos, gracias. -La miró y notó los cuartiles apenas unidos. -¿Te duele? -acarició las marcas.
-Nada. -le presume sentándose y muestra su pantorrilla para desventaja del rubio que se muerde el labio, sabiendo que no intentará nada. Luego, volvió a sentir el jalón de su rostro desde sus mejillas, otro beso le devoró un poquito del alma.
Naruto solo pudo suspirar embelesado de la pasión.
-Ahora, fuera de mi bosque.
-Sí... -sus ojos se humedecían a pesar de la boba sonrisa. Dio unos pasos sosteniendo de nuevo su mochila, sin animarse a darle la espalda. Cuando el efecto del beso pasó, lo miró con nostalgia. -Adiós, Sasuke.
-Hasta pronto.
-Sí... -suspiró y tembló su voz, la nariz ya le ardía y le dolía la garganta porque en un segundo ya se le había cerrado. El pecho se consumía en latidos y el estómago desaparecía en un agujero negro en su interior. Le dio la espalda forzándose a ser valiente mientras se relamía los labios recordando sus dos besos.
Sonreía mientras lloraba y así avanzó por unos cuantos minutos, pasando entre los árboles, notando las avecillas pasar cerca de él, los búhos haciendo ruidos, dispuestos a dormir ya.
Luego, a su costado, por la vista periférica y su buen estado de alerta, notó un movimiento. Allá a lo lejos, un niño le agitaba las manos con emoción, saltando para hacer más énfasis en que lo observara. Era Konohamaru, le decía algo pero la distancia era suficiente para verse más no escucharse.
Naruto sonrío y alzó la máscara, la agitó para despedirse y él niño fue abrazado por la rubia cuando intentó ir tras él otra vez. También le dio dolor dejarlos, así que alzando el puño se despidió de sus nuevos (antiguos) amigos y siguió su camino hacia el otro lado.
Todavía sorbía mocos mientras se reía cuando llegó al límite y vio el alambre y a otros cinco guardias con sus caras de molestia.
-Ay, Naruto, estás a nada de que te regrese solo en avión a casa. -Le alertó su profesor mientras Sakura bajaba la pendiente de nieve y le jalaba la oreja.
-Te voy a poner una correa, eso haré, tu mamá me dijo explícitamente "no lo dejes hacer tonterías" ¿y con qué voy a salir? ¿Expulsado? No señor, no en mi guardia.
Al final, el autobús seguía siendo cálido y sus amigos seguían siendo raros como él. Pegado al mirados, con sus dos manos en la barda de madera suavizada por tanto contacto humano, Naruto miraba el bosque con seriedad mientras los demás se tomaban sus últimas fotografías.
-Hey... -su amiga le saludó. -Mira, para que no digas que no te quiero. -Le mostró una postal. -Es una copia del cuadro que está en el museo, en la parte de leyendas, que te perdiste. -Naruto la miró con una sonrisa chiquita, acariciando con sus guantes la imagen. Un imponente soldado con una aura dorada naciente de su cabeza, envuelto en una armadura de tela de lobo y en su mano alzada, la derecha, una cabellera se mecía a merced del viento.
-Gracias Sakura.
-Es el cazador ese que mató al demonio. Para que ya no lo andes buscando, se te adelantaron. -le dijo subiendo a la barda.
-¿Sí, verdad? -le dio la espalda él también al bosque. -Qué decepción.
-Algún día cazarás a tu propio demonio, Naruto, no te preocupes. -le pellizcó la mejilla con cariño. -Pero primero por favor termina una carrera de verdad.
-Sí, sí... puedo ser ambos.
-La carrera, solo haz una carrera. -saltó y abandonó al chico que guardaba su postal en su bolsillo de la chamarra, luego tomaba la cámara y miraba las fotos anteriores. Cuando llegó a la que se suponía le había tomado a Sasuke, solo una especie de bruma iluminada se veía. Bueno, si eso no contaba como evidencia para su abuelo, pues él se lo perdía. Se giró con energía y capturó de nuevo el paisaje, una fotografía.
Luego, una figura asomándose, podía verla gracias al aumento de la cámara.
Bajo el aparato, no había nada.
Pero le regaló de todos modos una última sonrisa enamorada.
Tintineo.
Frío. Ruido. Blanco. Bullicio.
Fin.