DESTRUCTOR
♦
♦♦
♦♦♦
♦♦
♦
CLUB SUICIDA (Nahoya)
Smiley era Smiley.
Le gustaba golpear idiotas, estar con su hermano, comer cosas picantes, tener una tanda de carreras mortales en su moto junto a Manjiro, disfrutar de una amena charla con Chifuyu, tener una maratón de películas de terror con sus amigos.
Y si puede, hacer y deshacer como el ser destructor que era para poder calmar esos horribles impulsos guiados por su ira.
Admitía que aborrecía esa parte, lo odiaba con todo su ser.
No era bueno en las relaciones románticas. De hecho, había perdido la esperanza en que una persona lo quiera tal como era, ayudándolo y guiandole por un buen camino.
¡Ja! Cómo si eso pudiera ocurrir.
Tenía un temperamento horrible, enfurecía por cualquier cosa, era un celoso sobreprotector con las personas que quería, nadie podía soportarlo más de unos días que ni siquiera concretaban una semana.
Un día normal, antes de otra reunión normal de su grandioso club, tenía las emociones a flor de piel, se dirigía a su punto de reunión en la casa de los omegas rubios, ofuscado y a toda velocidad en su motocicleta, agradecía internamente que Angry no viniera con él, al menos en una pequeña carrera podría liberar estrés.
— ¡Maldita sea, lo voy a matar!
Escupió enojado frenando de golpe.
Un lujoso auto negro también paró, de golpe.
Joder, casi se mata solo por estar pensando en la mierda que era el mundo. Cualquiera estaría agradecido, pero aquel accidente solo logro por terminar de enfurecerlo, pero no quería causar problemas, tenía que huir de ahí antes de que pierda el control.
— ¡Ve por dónde caminas, animal! — grito volviendo a encender la moto, listo para partir.
— ¡Hey, pelusa! — llamo en una voz grave que hizo que una corriente eléctrica pasará por toda la extensión de tu espalda — Rayaste mi auto.
Gruñiste por lo bajo y le lanzaste una mirada asesina a aquel pelimorado.
Inhala. Exhala — pensaste — Piensa que a SouSou no le gustaría que te metieras en problemas, piensa en el dolor de culo que será Chifuyu si se entera y Manjiro te sacará la mierda si te vuelven a arrestar.
— Pudrete, pendejo — tratabas de mantener tu postura — Si no quieres que tu auto quedé peor que basura, tengo que irme ahora.
— ¿Y quién crees que se encargará de esto? — te reto, lo sabías, lo sentias, este tipo no se rendiría y tú poco paciencia iba decreciendo gradualmente.
Le mostraste tu falsa sonrisa que siempre te acompañaba, tratando de controlar tu errática respiración, le sacaste tu bello y hermoso dedo del medio para arrancar a máxima velocidad.
Maldito, alfa idiota.
♦
♦
♦
TOKYO MANJI GANG (RAN)
Su extraño ir y venir con el Kawata empezó más por aburrimiento que por otra cosa. Le divertía verlo bramar por su mera presencia o por cualquier burla que le hiciera, él iniciaría una pelea brutal y muy entretenida.
Cuándo menos se dio cuenta, se encontraba disfrutando de la presencia del de cabellos naranjas melocotón, ya no sólo peleaban sino que se reunían en bares para tomar algo, pasear en la moto del menor a máxima velocidad hasta llegar al otro extremo de aquella ciudad o simplemente tomar un café y comer en aquellos restaurantes que eran muy exagerados para el otro.
Decir que se había enamorado era mucho, demasiado y muy estúpido. Pero sí, tenía uno que otro sentimiento por Nahoya y no se mataría haciéndose el ciego.
Así que se propuso a conquistarlo.
O el intento de hacerlo caer en sus encantos.
Lo hacía lo más discreto que podía ya que ser un pandillero reconocido, muy peligroso para todos, y mostrar sus debilidades al mundo no era una buena idea.
Por lo que sus avances y sus citas eran casi siempre en la privacidad de su hogar, ya que el pelimelocoton se rehusaba a llevarlo a su casa.
¿Ocultara algo? ¿Saldrá con alguien? ¿Habrá alguien esperándolo en su casa? ¿Por qué no quiere que vaya? Siempre se preguntaba, pero le bastaba con verlo una o dos veces a la semana.
Y su ego crecía cada que notaba esos cambios en la actitud de Nahoya.
Antes, lo amenazaría de muerte si se le acercaba más de lo normal y ahora, si tomaba la mano, se dejaría hacer intentando no mostrar su nerviosismo.
Que adorable.
Siempre que lo veía era muy lindo, aunque la sonrisa falsa que siempre se cargaba era algo que no le agrada, le encantaba recibir uno que otro pequeño detalle por parte del menor.
Que estudia gastronomía, y sobró mezcla así que le traía un pequeño pastel, o cuando había aprendido un nuevo platillo y no había quien lo pruebe.
Amaba conocer más de la pequeña pelusita y ya casi podía incluso prevenir sus acciones.
Que disfruta la comida picante, el pulpo fruto picante era su favorito.
Que le fascinan las películas de terror, hace maratón cada sábado en la noche.
Que si odia o no a al chef en turno, odiaba que no le dejarán experimentar.
Que está agotado de trabajar los fines de semana, pero aún así le gustaba ir.
—Hey, ¿Por qué me llamaste? ¿Me vas a asesinar? — llegó sonriente, cosa que solo hizo que te contagiaras de esa risa inocente que salió de sus labios.
Te encantaba que no te tuviera miedo y que no se dejará llevar por tu, expensa, reputación.
Ah, siempre tan tierno, pensaste.
Caminaste hacia él, sin responder lo tomaste de la mano, para poder tener mejor manejo de él y guiarlo.
Simplemente dejaste la situación fluir y lo retuviste contra la pared de tu oscura habitación.
Quería llegar al siguiente nivel, y sentía también que el otro deseaba lo mismo, después de todo, si Nahoya se negara, él respetaría su decisión y aceptaría la sarta de golpes que recibiría.
—Hey, hey, que me gustes no te da derecho a hacer esto.
Ahí estaba, observando todo con la furia impregnándose en su estoico rostro pero sin borrar su falsa sonrisa.
— ¿Ran?
Sus labios se unieron y el fuego encendió.
Deseo y amor combinados en uno solo, claro, sin olvidar su rutinaria lucha por el poder que siempre caracterizaba sus encuentros.
Esa noche los dos se volvieron uno, listos para pasar a la siguiente etapa de su extraña relación.
Todo iba viento en popa, muy bien en su relación, aún les faltaba conocerse pero estaban contentos con su resultado.
Hasta que conoció una parte de él que se negaba a mostrar.
¿Un ataque de pánico? Fue lo primero que pensó al ver cómo el pequeño parecía querer retenerse, tensando todo su cuerpo mientras trataba de calmar su respiración agitada.
Pero al ver cómo otro tipo, lo tomaba de la camisa, todo explotó que ya no supo bien lo que siguio a continuación.
No es un ataque de pánico — se alarmó corriendo hacia el menor — ¡Eso es un jodido ataque de irá!
— ¡Nahoya, basta! — trato de separarlo pero este se rehusaba a soltar a aquel malnacido.
Sus golpes se repartían ya no importaba quien y aunque él tenga experiencia en batalla era muy difícil de esquivar.
Eran dos lobos declarando la guerra, una guerra que él tenía que ganar a toda costa.
Con un poco de esfuerzo logro dejar inconsciente al menor, ya no le importaba los cuerpos medio muertos en aquella calle, solo quería poner a salvó a la pequeña pelusa naranja.
Sin darse cuenta que este había sido uno de los eventos que más delataría el cambio drástico en su relación.