Operación "Línea de Tiempo"

By Hicks1977

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Fanfic basado en la leyenda de la muerte de Paul McCartney. Sara, una joven española que investiga el caso de... More

Capítulo 1. Una larga charla.
Capítulo 2. Una llamada inesperada.
Capítulo 3. En la fiesta, primera parte.
Capítulo 4. En la fiesta, segunda parte.
Capítulo 5. A cámara lenta.
Capítulo 6. Una proposición indecente.
Capítulo 7. A los estudios de EMI.
Capítulo 8. "Ya no estás en el Cavern"
Capítulo 9. Errores y más errores.
Capítulo 10. ¿Bikini? ¿Qué es eso?
Capítulo 11. Confesiones con Cynthia.
Capítulo 12. Jane Asher.
Capítulo 13. "Así que estás bien..."
Capítulo 14. Una charla en el avión.
Capítulo 15. Yesterday.
Capítulo 16. Un día en la playa.
Capítulo 17. El consejo de Mike.
Capítulo 18. Una noche intensa.
Capítulo 19. La perspicacia de John.
Capítulo 20. "Esto que quede entre nosotros".
Capítulo 21. La gaita.
Capítulo 22. La disculpa de John.
Capítulo 23. The night before.
Capítulo 24. Segundo show de Ed Sullivan.
Capítulo 25. Un fin de semana en Liverpool.
Capítulo 26. La trampa de Pattie.
Capítulo 27. Anita Cochrane.
Capítulo 28. ¿Anita o tú?
Capítulo 30. El vestido.
Capítulo 31. The dream is over; un peligro se cierne.
Capítulo 33. En la boda de George.
Capítulo 34. Chiswick House.
Capítulo 35. El pasado de Sara.
Capítulo 36. Un té peligroso.
Capítulo 37. William Campbell.
Capítulo 38. Valorando la situación.
Capítulo 39. La revelación de John.
Capítulo 40. Concierto en el Budokan.
Capítulo 41. Decisiones difíciles.
Capítulo 42. El fin de la gira.
Capítulo 43. En la consulta del doctor.
Capítulo 44. ¿Dónde está Paul?
Capítulo 45. Buscando a William.
Capítulo 46. En el motel.
Capítulo 47. En Francia.
Capítulo 48. El agente Smith.
Capítulo 49. Noticias de William.
Capítulo 50. Erika Hubbers.
Capítulo 51. Paul pierde los nervios.
Capítulo 52. Una noche con John.
Capítulo 53. La verdad incómoda.
Capítulo 54. Déjalo estar.
Capítulo 55. Una trampa.
Capítulo 56. El acantilado.
Capítulo 57. Nos volveremos a ver.
Capítulo 58. Una sospecha.
Capítulo 59. La petición de Paul
Capítulo 60. El estallido de John
Capítulo 61. Vete y cásate con Paul
Capítulo 62. ¿Quieres la verdad?
Capítulo 63. Yoko en el estudio.
Capítulo 64. Algo sencillo.
Capítulo 65. El gran día.
Capítulo 66. ¿Salvar a John?
Capítulo 67. Lucy en el cielo.
Capítulo 68. Yoko y los campos de fresas
Capítulo 69. Planes en la oscuridad.
Capítulo 70. Two fools on the hill.
Capítulo 71. Sólo un sueño, ¿o no?
Capítulo 72. Un sobre bajo la puerta
Capítulo 73. Completamente sola
Capítulo 74. Investigando
Capítulo 75. Charles Dansbury
Capítulo 76. Atando cabos
Capítulo 77. Un encuentro en el campo
Capítulo 78. El archivo secreto del MI5
Capítulo 79. ¿Qué es esto, Paul?
Capítulo 80. De gira otra vez.
Capítulo 81. Labor de vigilancia
Capítulo 82. Buscando a John
Capítulo 83. En la catedral
Capítulo 84. Disparos en Saint Paul
Capítulo 85. La historia de Millen, primera parte
Capítulo 86. La historia de Millen, segunda parte
Capítulo 87. ¿Y ahora qué?
Capítulo 88. Lo que de verdad importa.
Epílogo. Hampstead Heath.

Capítulo 30. We can work it out.

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By Hicks1977

-Vaya, vaya, chicos -dijo Sara sonriendo mientras se acercaba a la espalda de Ringo y George y apoyaba las manos sobre sus hombros -así que os gusta apostar…

Los dos chicos se miraron. George cogió una patata que le ofreció Ringo de su bolsa y se la metió en la boca simulando indiferencia.

-¿Qué? –dijo. -No sé a qué te refieres.

-¿No? ¿De veras? –contestó Sara poniendo voz de inocente. –Pues Paul me ha contado  otra cosa.

-Traidor -susurró Ringo.

Sara se colocó enfrente de ellos sin perder la sonrisa.

-A mí también me gusta mucho apostar, de hecho estuve a punto de apostarme treinta libras con James a que os dejaba en ridículo el mes que viene en Finsbury Park. Nos íbamos a reír mucho, pero luego pensamos que eso haría que Brian nos matase.

-Venga, Sara, eso fue hace tiempo, no nos lo tendrás en cuenta, ¿verdad? –dijo Ringo, conciliador.

Sara sonrió aún más.

-Me apuesto cien libras a que no sois capaces de aguantar la risa mañana, mientras grabáis el video de We Can Work it Out delante de todo el mundo.

 

Ellos se miraron y luego se volvieron hacia Sara:

-¿Por qué, qué vas a hacer? –preguntó George con desconfianza.

-Si apostáis, lo sabréis. ¿No os atrevéis?

-Apostadas –dijo Ringo. George se volvió hacia él, luego hacia Sara, que lo observaba sonriente.

-Apostadas. Cien libras. Pero ya sabes que yo, si me empeño, me río poco, así que lo tienes  jodido.

Sara lo sabía muy bien.

Al día siguiente, mientras los chicos grababan, Brian, con su sempiterno gesto hosco y altivo, permanecía de pie pegado a los cristales de la oficina, supervisando cada detalle.

De repente una mano con unos cuernos aparecieron detrás de su cabeza. Paul y John intentaron disimular sus sonrisas, estaban al tanto de la apuesta. Brian se volvió, una inocente Sara le sonreía. Continuó haciendo gestos divertidos tras Brian, mientras los chicos trataban de contenerse. Al final, sin que él la viera, sacó un cartel que rezaba: “soy una solterona amargada”, y una flecha señalando hacia donde estaba Brian.

Paul y John empezaron a reírse a carcajadas. Ringo trató de contenerse, pero finalmente sucumbió. George, sin embargo, tal y como había predicho, fue capaz de mantener el tipo. Sara ganó cien libras a Ringo, que fueron a parar al bolsillo de George. Una pequeña venganza hacia el primero, un tributo al segundo y un rato divertidísimo.

-Paul, he tenido un pequeño problema esta mañana.

-¿Cuál? –preguntó él sacando el paquete de tabaco del bolsillo.

-Le he dado un golpe al Mini.

-¿Qué? ¿Cómo?

-Lo cogí para ir al centro, llegaba tarde y no me daba tiempo a ir en autobús. Al salir del garaje no calculé bien la distancia y le dí en la parte de atrás con la verja. Además, en lugar de frenar le di al acelerador en el último momento.

-Uff, Sara, ¿por qué no me extraña? Deberían prohibirte conducir, es una cuestión de seguridad pública. Tu cerebro y tus pies no se llevan bien. Cuando pienso que estuviste al volante del Aston… ¿Le has hecho mucho?

-Se abolló toda la parte de atrás, se cayó el paragolpes y se rompieron los dos faros. La puerta del maletero se quedó abierta y arrugada, como un acordeón. Está precioso.

-Mierda, lo llevaré al taller mañana.

-Ya lo he hecho yo.

Paul exhaló el humo del cigarro con fuerza.

-¿Qué? –dijo -¿Y aún te has atrevido a conducirlo después de eso? Bueno, ¿y qué te han dicho? ¿Cuánto costará la reparación?

-Novecientas libras –dijo ella bajando la voz.

-Me cago en… ¡Sara! Es demasiado.

-Lo sé.

-Pues págalo tú.

-No tengo tanto dinero…

-Joder, acabo de darte mil quinientas libras para un puto vestido. ¿Ahora tengo que gastarme otras novecientas en arreglarte el coche? ¿Quién te crees que soy?

-¿El Banco de Inglaterra? –bromeó ella intentando disipar su enfado. Pero Paul alzó las cejas muy serio.  

Durante unos minutos guardaron silencio. Finalmente, Paul habló mientras martilleaba el cigarro contra el cenicero para apagarlo.

-Joder, ¿cómo es posible que tener una novia salga tan caro?

-Lo siento, soy un desastre, de veras que me siento fatal, sabía que te enfadarías.

-Ven aquí –dijo él.

Sara se levantó de la silla y se acercó. Paul la cogió de la cintura y la apretó contra él.

-Dime un motivo por el que no debería matarte ahora mismo.

Sara se agachó y le besó.

-Sí –dijo Paul sonriendo –es verdad.

Cuando terminaron de hacer el amor sobre el sofá, Paul dijo guiñando un ojo:

-Cariño, menos mal que esto lo haces mucho mejor que conducir.

Sara soltó una carcajada.

Llegó la navidad, era la segunda que pasaba allí. Mientras hacía las maletas para ir a Liverpool a pasar esos días en casa del padre de Paul, me acordé de mi familia. Un par de lágrimas resbalaron por mi rostro. De repente, casi sin darme cuenta, estaba sentada en la cama llorando a lágrima viva. Paul entró en la habitación. Qué vergüenza.

 

-¿Qué te pasa, cariño?

 

-Me he acordado de mi padre, y de mi madre, y de mi hermano… -dije entre sollozos –los echo mucho de menos, y sé que nunca más volveré a verlos.

 

Paul me abrazó cariñosamente. Durante unos minutos, lloré sobre su pecho. Le dejé la camisa perdida.

 

Esperó pacientemente a que me tranquilizara. Cuando por fin dejé de  sollozar me dijo:

 

-Ahora estás conmigo, yo estoy aquí ¿vale?

 

-Lo sé –y bajé la mirada.

 

Él me cogió con dulzura de la barbilla y me hizo mirarle.

 

-Porque te quiero. Te quiero mucho.

 

Por fin lo decía, y no podía haberlo hecho en mejor momento. Le amé por ello. Cuando salimos al día siguiente hacia Liverpool, me sentía muy feliz. Estaba donde tenía que estar.

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