Imagina que Camilo se roba tus arepitas siempre que ve la oportunidad.
—Camiilo —murmuraste girando tu cabeza para verlo.
—mi viiida —contestó tu llamado con el mismo tono que el tuyo.
—¿Te robaste mi arepa? —preguntaste alzando una ceja.
—¿Cómo te atreves a acusarme de tal cosa? —replicó de forma indignada.
—No solo una, sino dos arepas —interrumpió Dolores la escena de drama que comenzaba a formar su hermano.
—¡No es cierto, amor! Es una mentirosa, no la escuches —exclamó mientras te tapaba los oídos con sus manos, mientras tu solo volteabas los ojos.
—¡Uhm! —Dolores pronunció su tan conocido sonido para después retirarse a la mesa.
—Camilo —hablaste alejando sus manos de tus oídos para estirar tu palma pidiéndole algo.
—¡Choque! —golpeó tu mano con la suya simulando un saludo, queriendo pasar por alto la verdadera intención de tu mano extendida. Casita al ver que el chico no accedía lo golpeó dos veces con una ventana cercana a él—. ¡Esta bien, esta bien! Toma.
—Gracias, ricitos —dijiste aguantando una risa—. Y creo que un golpecito más no viene mal casita.
—¡Oye, pero...! ¡Ay! —no pudo terminar su queja al recibir otro golpe de la ventana.
—¡Gracias casita! —Soltaste una risa mientras te alejabas para tomar un lugar en la mesa.
—Traidora —susurra camilo a casita para después salir corriendo de ahí para no recibir otro golpe.