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La mañana que Yoongi salió de prisa de su departamento rumbo a la universidad, se despidió de su gato con un beso volado y salió del lugar. Para mala suerte de Min, si bien el balcón donde el gato pasaba la mayor parte del tiempo estaba con mayas para evitar algún accidente, ese día la pequeña ventana del baño estaba abierta, por lo que Satán bastante curioso salió por allí bajando entre ventanas por el tragaluz. Una vez que salió del complejo de departamentos caminó por las calles sin inmutarse ni por los ladridos de los perros. Sus pasos lo condujeron por mercados, plazas, tiendas y otros edificios, siendo así un milagro que ningún automóvil lo arrollase. Al final Satán sintió sus patas cansadas, así que se escabulló a un vagón de tren y se bajó después de más de tres horas de sueño en un pueblo pequeño, pero bonito para él, ya que había gran variedad de aves a las que perseguir.
Después de una tarde persiguiendo pájaros, pero no pudiendo atrapar ninguno, empezó a extrañar a su pálido amigo. Su estómago rujía, extrañaba su cómoda cama, sus juguetes, su rascador, su cepillo, hasta el cortaúñas que lo disgustaba tanto. Quería estar rodeado de los brazos de Yoongi y que este le diese besos en su cabeza mientras le hablaba con una voz aguda sobre cuán lindo era. Triste y con los recuerdos de su hogar se detuvo frente a la pista para tratar de rascarse, ignorando así que un auto rojo estaba a punto de arrollarlo.
Jimin entró al edificio donde vivía y con paso temeroso pasó por la recepción, la dueña solo lo saludó con una sonrisa, lo que significaba que no sabía de la existencia del felino. Subió las gradas más calmado hasta llegar al cuarto piso donde estaba su departamento, en el trayecto se topó con sus vecinos de edificio y les brindó una cálida sonrisa. Al estar cerca de su puerta esa sonrisa se le borró.
— Jimin, amor, te estuve llamando y escribiendo desde ayer y como no dabas señales de vida vine a buscarte. Tu jefe me dijo que tampoco fuiste a trabajar.
Era un joven mucho más alto que Jimin, moreno, corpulento y también de más edad que el castaño, con una sonrisa y el ceño fruncido en preocupación se acercó al menor con la intención de abrazarlo. Jimin fue más rápido y lo esquivó.
— Lárgate — dijo en un hilo de voz.
Jimin sentía los ojos picarle, pero más aún sentía un dolor fuerte en la garganta. La llegada del gato había hecho que olvide por momento lo que había pasado la noche anterior, pero ahora tenía al causante de su dolor frente suyo y lo cierto era que no quería enfrentarlo.
— Pero mi vida, ¿Por qué me dices algo tan hiriente?
Jimin frunció el ceño en rabia, aquél nudo en su garganta se había ido y las ganas de gritar de rabia lo invadieron.
— ¿Hiriente? Cómo mierda me dices que yo soy el cruel aquí, cuando tú fuiste el que se andaba besando con otro.
Se sentía tan dolido, pero no quería causar un escándalo, así que empujó al que hasta ese momento seguía siendo su pareja y abrió la puerta dispuesto a entrar. Sin embargo, no pudo cerrar como quería, ya que el mayor había entrado detrás de él y cerrado la puerta.
— ¡Que te largues!
— Jimin, amor, déjame explicarte. Todo es un malentendido.
— ¡No me tomes de imbécil Yeong y lárgate!
— ¡Te digo que no es lo que crees! Lo que sea que había entre ese tipo y yo ya se acabó, porque me di cuenta que en verdad estoy enamorado de ti.
Jimin no pudo evitar reírse de lo ridículo que sonaba aquello, respiró profundo para evitar ser consumido por su rabia y golpearlo, seguramente no lograría dañarlo tanto por su poca fuerza, pero esperaba que su pareja soltase solo una idiotez más para golpearlo en la cara.
Después de la muerte de su madre, cuando Jimin solo tenía 16, Yeong fue su único apoyo. Ambos eran buenos amigos desde la secundaria y después de un tiempo comenzaron a salir en secreto, esto porque Yeong decía que la noticia no le gustaría a su padre, que decirle que le gustaban los hombres haría que la salud de su anciano padre empeorase. Jimin no lo juzgaba, porque es normal sentí miedo y él quería que el chico al cual amaba se sintiese seguro con él. Sin embargo, con el pasar de los años la relación se tornaba más insostenible. Yeong se volvió más posesivo, controlaba sus salidas, se molestaba si pasaba mucho tiempo con algún chico, revisaba su celular a escondidas y cuando Jimin lo confrontaba por sus acciones, este siempre decía que se sentía muy inseguro e insuficiente para Jimin, por eso su paranoia. Tal vez fue el miedo de quedarse solo lo que hacía que continuase con el mayor, pero cada vez era más agotador, él lo consumía y se sentía tan débil ahora. Jimin tenía la ilusión de que él cambiase por el amor que profesaba tenerle, pero las ilusiones se iban desvaneciendo como el vaho en invierno. Aguantó suficiente y la infidelidad era el detonante que necesitaba, lamentablemente, para que por fin pudiese ponerle un pare a esto. Era normal que tuviese miedo, porque terminar la relación significaba un gran cambio en su vida y una de las cosas que más le aterraban a Jimin era eso, el cambio. Se armó de valor y respiró hondo para sus palabras saliesen con firmeza.
— Terminamos.