Habían pasado un buen tiempo, las charlas nocturnas o cuando cambiaban de turno eran comunes, así como su relación había avanzado con el héroe Deku, también lo hizo el cáncer de Satoshi, en su cabeza ya no le quedaba ningún cabello y su corazón se rompía cada vez que veía a su hijo mirándose con tristeza en el espejo por su reciente calvicie, para que no estuviera tan deprimido, compró unos turbantes de diversos colores y algunos pañuelos con diseños infantiles.
— Bien, Satoshi, quédate quieto, voy a colocarte el turbante y el pañuelo — con sumo cuidado envolvió la cabeza de su hijo con las telas, haciendo algo sencillo — Listo, hijo, ya puedes ver — dijo pasándole un espejo de mano.
El niño miro con sus enormes ojos lo que le había hecho su padre, giro el espejo de un lado a otro, observando en silencio. Shouto estaba bastante nervioso, no sabía como actuaría su hijo, no quería incomodarlo, solo deseaba darle a entender que todo estaría bien.
— Me gusta... — dijo bajito — Es muy lindo, Oto-san, ¿podré llevar uno distinto cada día?
— Claro que si, mi niño, te colocaré uno distinto mañana y pasado mañana y así sucesivamente.
— ¿Sucesivamente?
— Quiere decir algo que sigue.
El menor se giro y abrazo con sus cortos brazos alrededor del cuello del bicolor, demostrando así toda la gratitud y amor que podía darle con su pequeño cuerpo infantil, amaba a su padre, porque era distinto al que tuvo.
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— No se preocupe, lo llevaremos al edificio mañana, allí le entregaremos a Satoshi.
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— Eres el mejor papá del mundo — ocultó su rostro en el hombro ajeno.
— Y tú eres el mejor hijo del mundo — respondió dando una caricia en su espalda y un beso en la frente.
...
Aquellos días había hablado con su hermana, había hablado sobre la situación de Satoshi, Fuyumi se puso a llorar cuando recibió la horrible noticia, también había hablado con su hermano Touya, el cual le dijo que le ayudaría en todo lo que pudiera.
Al momento de llegar a la escuela, la albina se encontraba esperándole en la puerta, le habían dicho a Satoshi que la mayor le acompañaría a su salón o le visitaría de vez en cuando en el día para ver si no tenía mareos, fiebre u otras cosas. El niño se molesto un poco, porque sentía que estaban muy encima suyo, pero lo acepto de mala gana, Shouto sonrió cuando escuchó los infantiles reclamos del ex-peliazul, le alegraba que hiciera eso, no porque fuera correcto, mas sí porque demostraba mucho más que era un pequeño que aún podía ser como cualquier otro y no uno que había muchísimos problemas antes. Con una rápida despedida, se fue de la escuela, dejando al menor solo en ese lugar.
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No había logrado dormir bien, apenas logro dormir dos horas hasta que el condenado teléfono sonó, despertándolo de golpe y mala gana. Apretó el aparato con su mano y por poco lo quema, se tranquilizo poco a poco y rápidamente fue a ese maldito que no quería ir.
— ¿Qué deseas? — preguntó bastante fastidiado.
— Tú sabes lo que deseo, no voy a aguantar tus actitudes.
— Ya no tienes control sobre mí, por la única razón por la que la hago es para no poner a mis hermanos y madre en problemas.
— Comencemos, debes de volverte más fuerte para así ganarle el puesto al héroe número uno — dijo con odio.
Los golpe fueron de un lado para otro y cuando la guardia del bicolor se rompió, no pudo evitar ninguno de los golpes que se había dirigido hacía su persona, solo esperaba que no se tardaran tanto en desaparecer... El verano llegaría pronto...
...
Satoshi huyó de su salón en cuanto la campana sonó, se había ido a la biblioteca, sosteniendo en su cabeza el turbante que traía puesto, las lágrimas amenazaban con bajar en cualquier momento, no entendía el por qué había pasado eso. Llegó rápido a la biblioteca y se fue a esconder en un rincón, tratando de acallar los sollozos que salían de su boca. Escuchó unos pasos acercársele, unos más pesados que los otros, no quiso ver hacía atrás a las personas que habían ido hasta él, se quedó con la cabeza gacha, cerrando sus ojitos fuertemente haciendo un inútil intento para dejar de llorar. Unos brazos le rodearon suavemente, el cabello le hacía cosquillas en su nuca descubierta y una voz le daba suaves palabras de apoyo, mientras que una mano adulta acariciaba con cariño su espalda.
— ¿Qué sucedió, pequeño Satoshi?
Reconoció inmediatamente la voz del anciano bibliotecario, un hombre de cabello corto y completamente blanco grisáceo, un rostro arrugado y amable, aquel bibliotecario les había agarrado cariño, después de todo eran unos niños que venían todos los días sin falta a ese lugar y siempre le saludaban o en el caso del más pequeño, le regalaba una pequeña flor que había cortado en su casa o en el camino, de vez en cuando les regalaba algún caramelo o les recomendaba algún libro. En aquella ocasión, vio al niño entrando de aquella manera, tan triste, tan solo... No deseaba ver a ese dulce niño se pusiera así.
— M-mis compañeros se burlaron de mí... — confesó tratando de ocultar su cabeza con el turbante desarreglado.
Kota sintió que su sangre hervía, ¿cómo se atrevían a molestarlo? Kota no era idiota, él sabía perfectamente que Satoshi estaba en una muy complicada situación y que aquellos mocosos hicieran eso era algo imperdonable. Por otra parte el anciano le limpió con suavidad las mejillas, una vez que terminó comenzó a amarrar nuevamente el turbante-
— ¿Qué cosas te dijeron, pequeño? — preguntó con tanto amor el anciano.
— Que soy un niño calvo, que soy feo, que lo más probable tenía piojos y me cortaron todo el pelo por eso — el niño lloró sin consuelo.
— Pues esos niños son unos tontos — el viejecito miró con regaño al pelinegro — ¿¡Qué!? Es la verdad, Satoshi es el mejor, es tierno, amable, inteligente y mejor que cualquiera de toda su clase — el mayor negó con la cabeza varias veces, ese pequeño era irremediable a veces, pero tenía sus buenas intenciones.
— Esta listo, cariño — respondió amoroso el anciano.
El menor no se movió, tampoco dijo nada, solo se quedó mirando para alguna parte, pensativo y lo más probable que muy triste. Kouta arrugo la nariz, estaba decidido, iba a actuar él, porque no quería y no le gustaba que su pequeño amigo llorará de esa forma.
— Vamos, bebé llorón, arreglaremos las cosas — dijo el pelinegro decidido.
— Por favor, pequeño Kota, no hagas nada apresurado, ¿esta bien?
— No se preocupe, Jii-san, todo saldrá bien.
...
Arrastro al ex-peliazul por toda la escuela y miró feo a cualquiera que se le cruzara, estaba molesto y todos lo notaban, excepto Satoshi, ya que los iris Onix le miraban con calma y cariño, además de que le daba un juguetón toque en la punta de su nariz, cuando llegaron al salón del chico d kosei extraño se quedaron mirando la puerta un buen rato, el más pequeño se abrazo al mayor, este noto inmediatamente el miedo y la incomodidad que sentía. Pobres tontos que se burlaron de él, no saben con quien se metieron.
— Tranquilo, bebé llorón... Yo te cuidaré — aquellas palabras lograron tranquilizarse, mas aún así se aferró al otro como si su vida dependiera de ello.
Abrió la puerta de un manotazo, logrando asustar así a todos los niños que estaban dentro del salón y también al pequeño ojiazul de su lado, miró con desagrado a todos los menores, estos temblaron al ver el rostro tan serio y furioso del mayor.
— Pero miren que tenemos aquí... El niño calvo trajo a su perro a que le cuidara — exclamó una niña del fondo riéndose junto al chico que estaba sentado al lado de ella — ¿Para qué vienes? ¿Vas a morderme?
Mocosos insoportables, ¿qué ganaban con ello? El azabache se paró en frente de toda la sala, los dos que se burlaban debían de admitir que la mirada ajena era aterradora, se habían arriesgado mucho al llamarlo perro, ¿quién sabe de que es capaz aquel otro niño?
— Hola, mocosos de segunda — insulto suavemente Kota, ganándose un montón de gritos, pero los hizo callar — Solo vengo a dejar a mi hermanito y me encuentro con esto... ¿Es que sus padres son tan ineptos que no les dan educación? — los otros temblaron de miedo — Ha, pobres ilusos... ¿Realmente se creen la gran cosa con sus ropas caras y comentarios venenosos? — dio un paso, aún con Satoshi aferrado a él, y todos retrocedieron — ¿Qué me tienen miedo? — preguntó exigente, nadie respondió — Espero, por sus pobres vidas, que traten bien a mi hermanito, porque sino... Me encargaré de todos ustedes uno por uno... — el silencio reino por breves momentos — ¿Fui claro? — nuevamente nadie respondió, eso hizo enojar aún más al pelinegro — Pregunte... ¿¡Fui claro!? — ante ese grito todos respondieron al unísono.
— ¡S-sí!
— Bien... Más les vale... — luego se dirigió al chico que se había dirigido como hermanito menor y le abrazó — Cualquier cosa me cuentas y vendré inmediatamente, ¿si?
— S-sí... Kota... nii-chan... — el ex-peliazul decidió aventurarse un poco y seguir con aquello de "hermanos", al escuchar el "nii-chan", Kota casi le da algo, ese niño era su primer amigo... Y su primer hermanito.
— Bueno, te me cuidas... Bye bye...
Dicho eso desapareció del salón, no sin antes mirar amenazante a todos los críos insoportables y al ver como estos se estremecieron y trataron de mirar a otro lado, sonrió ampliamente... Ahora debía de hacer otra cosa...
...
El viaje era silencioso, se sentía tan cansado y un poco afiebrado, Shouto le cargaba entre sus brazos, mientras caminaba y se encargaba de que el menor no se cayera y que la bolsa de compra no se soltara. Cuando llegaron a su auto, le acomodó de la mejor forma.
Al llegar a casa, el niño bajó con desgano, se sentía mal, cansado de todo eso, pero lo que más le traía de un malhumor era ver la mirada de tristeza y cansancio que traía su padre, no era tan ignorante como todos creían... Sabía que algo pasaba, sabía que su amado papá sufría por algo, mas no sabía que era, ¿por él? ¿Era su culpa por la que Shouto-Otoosan se encontraba de esa forma? ¿Era su culpa que su padre se cansara cada día más? Pues sí, el bicolor se quedaba despierto toda la noche patrullando por toda la ciudad, dejándolo con algún familiar por una razón desconocida, él ya se había quedado solo noches anteriores, dormía pacíficamente y toda la casa era una fortaleza de extrema seguridad de alto nivel. El heterocromático le preparaba todas las comidas con sumo cuidado, se encargaba de jugar con él y ayudarle con todos sus deberes, de vez en cuando no dormía lo adecuado y parecía más adolorido de lo normal... Y todo por su culpa.
No pudo evitar sentirse miserable, ¿quién era él en realidad? Solo era un intruso en su vida, un simple niño del que se apiado al ver que sus padres murieron en un desastre, un simple niño maltratado por sus padres que no se amaban y fueron forzados a casarse debido a él, un simple niño que ocultaba tantos secretos como el posible tráfico infantil, un simple niño que nadie decidió adoptar por su rara apariencia y kosei, un simple niño enfermizo, débil y calvo... Un simple niño que no merecía nada de esto...
Shouto entró a la habitación del menor, trataba de ayudarle en todo lo posible, su nerviosismo acrecentaba a cada minuto, sabía que debía de abrir la boca, debía de hablar de ese tema... él estaba al tanto de lo que había pasado en la escuela aquella mañana... Su hermana le había llamado en un momento del descanso de ella, le había explicado todo o que ocurrió con el turbante y todo eso llego a sus oídos gracias al mejor y único amigo de Satoshi... Sintió como la ira se formaba en él, instalándose en cada poro de su piel, jamás en su vida se le había cruzado la idea de gritarle a un menor de edad, pero tras recibir dicha información las ganas no le faltaron. Hubiera mandado todo al diablo en ese preciso momento, quería ir y abrazar a su pobre bebé con todo el amor que le podía brindar, quería demostrarle el sentido de protección... El sentido de estar a salvo... Sin embargo, no pudo, intentó entrar al establecimiento, mas la secretaria le impidió el paso. Entre todo el drama llegó un anciano, llevaba un delgado chaleco sin mangas y una camisa a cuadros celestes, el cual se presentó como Kenjiro, el viejo bibliotecario le habló un poco de la situación, comentó como llegó Satoshi a la biblioteca y las cosas que le había dicho, de alguna manera logro calmar al preocupado padre.
Avanzó hasta la cama en la que reposaba su niño y se recostó a su lado, envolvió el pequeño cuerpo con sus brazos, dejando que una brisa helada calmara la fiebre que tenía. El niño se apoyo en el pecho ajeno, ocultando su rostro en busca de alguna protección.
— ¿Qué sucede, mi bebé hermoso? — preguntó con dulzura.
— Ya no quiero volver a mi clase — confesó arrepentido de su decisión de seguir en clases.
— ¿Por qué no? — siguió cuestionando con un tono suave y una caricia en la cabeza.
— E-ellos... Se burlaron de mí hoy... — Shouto tarareó suavemente para darle la indicación de que siguiera hablando — Kota me ayudó... ¿Pero y si siguen? ¿Y si todo su esfuerzo fue en vano? ¿Y si todo tu esfuerzo fue en vano?
— ¿A qué te refieres? — ahora estaba más preocupado de que costumbre.
— A que muchas cosas que has hecho son por mí... Y las seguirás haciendo... ¿Y si todo eso termina siendo para nada? ¿Y si todo lo que has hecho se arruina por mi culpa? Te hago gastar demasiado dinero, te evito tus horas de sueño y estas mal...
— Eso no es-
— ¡Sí es cierto! — exclamó en su desesperación, interrumpiendo así al bicolor, quien no se enojó por la forma de contestarle, sino que le prestó mucha más atención — No estas bien... Lo sé... Te veo cada día más cansado y aún así me das una sonrisa cada mañana... — el menor sollozó amargamente — ¿Voy a morir, Otoo-san? — la pregunta hizo un vuelco en su pobre corazón — Voy a morir si no voy a esos controles médicos, ¿verdad? Eso te daña... ¿No?
Shouto estaba llegando a su límite, él jamás pidió eso, trataba de hacer feliz a su niño, pero no podía hacerlo bien... El infante estaba preocupándose por cosas de adultos, ¿qué clase de padre era él? ¿Cómo pudo hacerle eso a su pequeño Satoshi?
— No es tu culpa... Antes de llegar contigo me preocupaba por estas cosas — admitió — Mis "padres" siempre hacían sus comentarios... Y me echaban la culpa de todos sus males... Ahora con todo esto que esta pasando... Solo te hago daño y... Y... — la voz del pequeño se volvió cada vez más inentendible y quebradiza — ¡Yo no quiero irme de tu lado! — grito angustiado — No quiero dejar a las personas que más amo... Si me voy... ¿No me haría mal hijo? Si me voy y dejó solo a papi... ¿Seré un niño malo?
El heterocromático se echó a llorar, no lo pudo evitar, pero él era un ser humano, él estaba cansado, sí, pero no por Satoshi, estaba cansado de tanto pensar y repensar las horribles situaciones. En su pelea constante con su vida podía ver los ojos azules del niño, esos enormes ojos brillantes llenos de tristeza... La tristeza que le reflejaba en esos momentos... ¿Cómo no habló antes con su pequeño? Abrazó con fuerza el cuerpo ajeno, meciéndolo suavemente y teniendo cuidado para que pudiera respirar, besó las suaves mejillas y limpió cada rastro de lágrima del niño.
— Mi niño... Mi bebé... Mi pequeño elfo azul... — el mencionado, temeroso, levanto su cabeza y miro a su padre, se dio cuenta que él lloraba, ¿por su culpa? — Perdóname, cariño... De seguro soy un pésimo papá...
— No lo eres...
— Sí lo soy... Perdón, no me detuve a preguntarte como te sentías en verdad... — siguió acariciando las mejillas del menor — Lo lamento, pero no debes de preocúpate por esas cosas, mi pequeño — le regaló una triste y temblorosa sonrisa — Sé que todo esto es muy difícil, sé que no es fácil soportar todo ese dolor que sientes... Y estoy orgulloso de lo fuerte que eres, pero eso no significa que no debas de llorar, eso no significa que no puedes sentirte culpable, todo esto que sientes es válido, ¿esta bien? — su propia voz se volvió quebradiza — Y nunca serás mal hijo, ¿si? Eres el mejor hijo del mundo, antes cruzaba la puerta de mi departamento y mi única compañía era la televisión... Ahora te tengo a ti, y pese a toda esta situación, pese a que estés enfermo en estos momentos, pese a todo eso me alegra de tenerte junto a mí... Me alegra tener al niño más bonito, más inteligente y el más confiable... Eres un niño... Sé un niño... No te preocupes por lo demás, juega, ríete, falla y vuelve a levantarte... — Satoshi, en este punto de la conversación, lloró con más fuerzas y sus débiles manitas limpiaron las grandes lágrimas de su padre — Te amo, hijo... Te amo desde aquí hasta la próxima galaxia... Siempre lo haré... Pase lo que pasé...
— Y-yo también te amaré desde aquí hasta la próxima galaxia, Shouto-Otoosan... — rodeo lo que más pudo el cuello del mayor — Eres el mejor padre que pude haber tenido...
Se quedaron en silencio, llorando y abrazándose, nada importaba solo ellos... Padre e hijo, conversando frente a frente, lejos de las críticas, lejos de las malas palabras dirigidas al otro... Solo paciencia y comprensión... Solo eso...
— Estaré a tu lado, ¿esta bien? — rompió el silencio el mayor — Hablaré nuevamente con tus maestros, estaré contigo cada terapia y ya sabes que puedes hacer lo que quieras con mi brazo — el chiquillo rio ante eso — Jugaremos toda la tarde, te ayudaré con tus tareas, podrán venir tus amigos, podré hacerte cada estilo de turbante que quieras o comprar una peluca, podremos ver una película hasta dormirnos... — el niño sonrió por fin — Todo eso juntos...
— ¿Lo prometes por el meñique?
— Lo prometo por el meñique.
...
El llanto canso demasiado al niño, lo último que podría recordar cuando se despierte es a su padre llevándolo a la casa de Aizawa-sensei nuevamente, tal vez el haber jugado con Eri o escuchar las historias de su tío Denki, quien sorpresivamente se encontraba allí visitando a la familia — luego se fue por culpa de su maestro —.
El héroe de hebras bicolores observaba el paisaje, observar todo desde el techo del edificio le daba cierta tranquilidad, podía observar todo lo que pasaba, lo bueno y lo malo, lo que merecía la pena recordar y lo que no. Su celular vibró, tenía un mensaje de su compañero que le explicaba que su jefe se estaba tardando en pasarle el archivo que ambos habían solicitado y el otro pertenecía al héroe ojiesmeralda, quien le había dicho que le vería en su descanso de las doce cerca del centro.
— ¿Admirando la vista, caramelo de menta?
Soltó un suspiro divertido al escuchar el apodo, guardo el aparato en su bolsillo y se giró para encarar a la persona que se había sentado en la baranda y le observaba con esos ojos penetrantes.
— Sí... Ha pasado mucho tiempo.... Bakugo...
...
Hola, ¿cómo están? Espero que bien... Lo prometido es deuda, ¿qué les pareció? ¿Le falta algo? ¿Más desarrollo? ¿Más sentimiento? ¿Qué es lo que pasará? ¿Qué es lo que esconde Shouto? ¿De qué hablarán Shouto y Bakugo? ¿Nuestro bicolor tendrá algo planeado? Déjenlo en los comentarios... Quiero aclarar algo de este capítulo, quería reflejar más el vínculo que tienen Shouto y Satoshi, ¿lo hice bien? También aclarar que las actitudes de Kota se deben a algo pasado, ¿qué será ;)? Y por último, aunque no tiene tanta relevancia, Aizawa echó a Denki porque se la pasó toda la tarde con Hitoshi y como son novios xd los celos de padre le superaron. En fin... Recuerden comentar, votar y disfrutar...
Nos vemos en otra historia...
Kurenai-kun...
La persona de mil rostros...