Óscar estaba frente a mí en mi habitación con una expresión seria que hizo que me esperara lo peor. Nos conocíamos desde que éramos pequeños, en realidad nos habíamos visto crecer porque somos vecinos, y en 16 años nunca lo había visto tan preocupado.
— Será mejor que te sientes — mi corazón se detuvo por un segundo. Hice lo que me pidió, expectante por lo que pudiera decirme —. Me voy a mi país, mis padres quieren volver con mi abuela. Está bastante enferma.
Miré inconscientemente hacia mi ventana. A lo lejos se encontraba la casa de mi amigo y en la ventana de arriba estaba su cuarto. Recordé las innumerables conversaciones a distancia que tuvimos entre cada lado de la calle y seguidamente me di cuenta de que todas esas experiencias podrían desaparecer en cualquier momento.
También fue a través de esta ventana como me di cuenta de que me atraía Óscar. Fue él quien despertó en mí mi deseo sexual hace años y quien me hizo darme cuenta de que me gustaban los chicos.
Mi mente comenzó a divagar a aquella primera noche, en la que vi a mi amigo masturbarse en su cuarto. A día de hoy todavía me preguntaba por qué no se cerraba la cortina, cómo podía ser tan descuidado; pero desde aquella noche había comenzado a espiarlo para poder ver su cuerpo desnudo llenándose de placer.
— ¿Hola? ¿Me estás escuchando? — la voz de mi amigo me hizo volver a la realidad.
— Sí. ¿Pero por qué? ¿Tienes que irte enserio? ¿Voy a quedarme sin mi mejor amigo?
— ¡Ey, ey, ey! Tranquilo — me puso una mano sobre mi hombro —. No te lo he dicho para que nos pongamos sentimentales. Nada va a cambiar entre nosotros.
Hubo un pequeño silencio mientras intentaba determinar qué decir a mi amigo.
— A no ser que queramos que cambien — no entendía qué quería decir Óscar. ¿Por qué iba a querer que cambiara?
Pero no tuve la oportunidad de preguntarle, para cuando volví a alzar la mirada mi amigo se abalanzó sobre mí y unió sus labios con los míos. Intenté separarme en un primer impulso pero me cogió por detrás de la cabeza para mantenernos unidos hasta que terminé cediendo al beso.
Una vez él mismo se separó, mi mente iba a mil por hora. Me cogió del brazo, me levantó de la silla y me tiró a la cama, dejándome tumbado con la cabeza en la almohada.
— ¿Qué estás haciendo? — mis ojos no podían abrirse más ante la sorpresa. ¿Por qué me acababa de besar mi mejor amigo?
— Ya que me iba, quería hacer algo que llevo tiempo queriendo hacer.
Comenzó a acercarse a mí gateando por la cama hasta que llegó a mí y se sentó sobre mi entrepierna. Mi corazón iba a mil por hora y no sabía ni dónde poner mis manos. Iba a continuar replicando pero Óscar me puso un dedo sobre mi boca.
— Vamos a dejarlo claro. ¿Tú quieres hacerlo?
Me quedé un rato en silencio pensando mi respuesta. Obviamente estaba deseando hacerlo, mi zona íntima era delatora de esto. Pero una cosa era fantasear con esta situación y otra muy diferente es llevarla a la realidad. Acabé asintiendo sutilmente.
— Entonces disfruta.
Y tras estas palabras se inclinó hacia mí y volvió a besarme. Tardé un poco en acostumbrarme pero terminé cediendo y comencé a mover mis labios y mi lengua con la suya. Mis manos se movieron inconscientemente por su cintura mientras las suyas investigaban mi torso. Su cintura se movía sobre la mía, comenzando a estimular mi zona de una manera muy excitante.
No pude evitar acompañar mis manos a sus movimientos, llevadas por el placer que producían nuestros miembros unidos a pesar de la ropa. Sus manos acariciaban todo mi cuerpo, pasando por mi torso hasta mi nuca. El placer me llevaba a morderme el labio inferior de vez en cuando, aunque Óscar volvía a recuperar mi lengua para seguir con el baile húmedo de nuestras bocas.
Mis manos le quitaron la camiseta, haciendo que volviera a sentarse sobre mí. Yo seguí su cuerpo y comencé a lamer y morder sus pezones. Su cadera no dejaba de moverse sobre mí y la velocidad iba variando de acuerdo a su placer. Él pasó sus manos por mi cabeza mientras yo continuaba analizando con mi lengua sus rígidos pezones. Esta era la mejor sensación que había tenido nunca.
Óscar echó su torso un poco hacia atrás sin dejar de mover su cadera y apoyó sus manos sobre la cama. En ese momento, puse su mano sobre la tela de su pantalón y comencé a masajear la zona abultada que resaltaba sobre los pantalones rojos, recibiendo por su parte como respuesta que echara la cabeza hacia atrás gimiendo de placer.
Mi amigo volvió a incorporarse para besarme, momento que yo aproveché para comenzar a desatar el nudo de su pantalón. Metí la mano por debajo de su tela y comencé a masturbarlo. Sus movimientos de cintura aumentaron mientras pequeños sonidos sonaban de sus labios mientras nos besábamos.
Mientras seguía con mis tocamientos, sentí que la ropa interior de mi amigo tenía un agujero en la parte central y mi imaginación comenzó a volar. Metí su miembro por el agujero y comencé a lamer la punta que sobresalía por el mismo. Todo el cuerpo de Óscar reaccionó ante mi lengua, saltando y contorsionándose como nunca antes había creído que el cuerpo podría hacer.
Su mano acariciaba mi nuca mientras continuaba jugando con mi lengua sobre la punta de su pene. Óscar echó la cabeza hacia atrás en repetidas ocasiones por el placer y su cintura buscaba mi boca.
Volví a meterle el miembro en la ropa interior y lo desnudé completamente. Óscar soltó un pequeño gemido cuando sintió su miembro libre de la ropa. Volví a meterme su pene en mi boca. Su cintura estaba desesperada por metérmela entera pero por la posición en la que estábamos no podía alcanzar mucho más aparte de la punta.
Me dejé caer sobre la cama de manera que me encontrara totalmente tumbado y mi amigo se acercó, poniéndose de rodillas con su cintura frente a mi boca. Dejé entrar todo su órgano viril dentro de mi húmeda boca y una vez lo tuve dentro comencé a lamer todos los rincones de la misma.
Óscar comenzó a marcar el ritmo de la mamada con su cintura mientras mis manos acariciaban su espalda desnuda. La velocidad fue aumentando considerablemente mientras de su boca no dejaban de salir suspiros y gemidos.
Sacó su pene de mi boca y comenzó a moverlo alrededor de toda mi cara, aunque yo tampoco me quedé atrás y continué besando y lamiendo cada parte que se acercaba a mi boca. Óscar acercó su boca a la mía y continuamos besándonos.
Mis manos se dirigieron inconscientemente a su ano, comenzando a masajear con el dedo índice mientras mi amigo continuaba moviendo sus caderas sobre mí. Rápidamente decidí aumentar la intensidad masturbándolo. De la boca de Óscar sonó un pequeño ruido de sus dientes y no pudo evitar cerrar los ojos de placer.
Cuando parecía que ya no podía aguantar más, me quitó la camiseta y comenzó a jugar con mi bulto por encima de la ropa. Me sentía muy caliente, no sabía si podría resistir esos juegos durante mucho tiempo.
— Por favor, quítamelos.
Comenzó a desabrocharme los botones del pantalón, lentamente para hacerme pasar lo peor posible. Liberó mis piernas de los pantalones y comenzó a besar mi miembro por encima de la ropa interior. Estaba muy apretado pero el tacto delicado de sus labios me excitaba cada vez más.
Fue pasando su boca por toda la línea que marcaba mi erección, haciéndome resistir las ansias de arrancar la tela yo mismo. Para cuando decidió liberar mi pene de los calzoncillos, no pude evitar soltar un suspiro de la excitación. Él siguió con sus besos a lo largo de mi miembro mientras sus manos recorrían mi torso.
No tardó en decidir pasar al siguiente nivel y meterse mi erección en su boca. El momento que su lengua acarició mi pene fue como encontrarme en el mismísimo cielo. Solté un gemido ahogado mientras mi cuerpo se acostumbraba a la sensación húmeda de sus labios en mi falo.
Según mi pene salía y entraba del interior de su boca yo creía que me iba a derretir en esa misma cama, mi cadera acompañaba sus movimientos de manera inconsciente. Poco después sentí un dedo en mi trasero, que comenzó a estimular mi entrada. Era una sensación extraña, pero el placer aumentó. Su dedo no llegó a entrar en ningún momento, simplemente masajeaba la entrada en movimientos circulares buscando mis puntos de placer.
Óscar comenzó a subir sus besos por mi abdomen, para continuar por mi pecho y llegar finalmente de nuevo a mis labios. Nuestras lenguas volvieron a juntarse y el sabor que había sentido cuando le hacía la mamada me llegó de nuevo por su parte. Mi erección aumentó todavía más, cada vez estaba más caliente.
Él comenzó a mover su cadera de una manera muy rítmica, uniendo nuestros miembros desnudos. Nuestros penes se rozaban continuamente, mojándose el uno con el otro y uniéndose como si fueran uno solo. Mis manos recorrieron la espalda de mi amigo, buscando contener todo el placer que estaba sintiendo en ese momento.
Mis piernas buscaban su cuerpo, intentando mantenerlo lo más cerca del mío posible para evitar que el placer acabara, hasta que noté que no podía resistirme más tiempo. Lo moví sutilmente hacía un lado y cambiamos posiciones, colocándome yo encima de mi amigo. Él sonrió.
Continué con el baile de cintura mientras besaba su pecho, intentando succionar sus pezones como sabía que a él le gustaba. Él agarró mi cintura con sus piernas, reteniéndome unido a él y aumentando el placer que sentía.
Conseguí zafarme de sus piernas y me puse a la altura de su cintura. Lo bueno de haberlo espiado a través de mi ventana todo este tiempo es que ahora sabía todo lo que le excitaba. Levanté su cintura ligeramente y comencé a lamer la entrada de su ano. Sus gemidos y los pequeños espasmos me hicieron comprobar lo mucho que lo disfrutaba. Estaba muy excitado y su excitación me excitaba a mí.
Mi lengua se movía bruscamente, como sabía que a él le gustaba mientras me suplicaba que continuara entre suspiro y suspiro. Cuando comprobé que estaba listo, le di un último beso en su glande y coloqué mi pene sobre su entrada.
Comencé a empujar mi miembro hacia su interior, lo que provocó en ambos un fuerte gemido. Inicié los movimientos de cadera. Al principio fueron lentos, con cuidado; pero poco a poco mi cintura se movía involuntariamente, sumida por el placer de la primera vez.
Mi amigo gemía con cada estocada y mi pene en su interior sufría por tener todavía más placer. Su interior estaba muy estrecho, sentía que podía quedarme atascado en cualquier momento, aunque mi cintura se movía hacia dentro y fuera constantemente sin poder controlar mis impulsos.
Nuestros gemidos se fueron haciendo cada vez más intensos. Comencé a masturbarlo mientras Óscar se sujetaba al reposacabezas de mi cama en un intento de resistir todo el dolor y el placer. Mi cadera aumentó la velocidad y con ello aumentaron el volumen de los gemidos de mi amigo. Estaba muy excitado.
Él atrajo mi cabeza para besarme mientras continuaba con mis embestidas. Sabía que estaba buscando una manera de soportar tanto placer porque si no iba a explotar, pero la verdad es que yo también estaba a punto de explotar con tantas emociones.
Mi miembro salió de su interior en una de las estocadas, momento que aproveché para cambiar de posición. Di la vuelta a mi amigo cogiéndolo de la pierna y lo puse a cuatro patas. Lo cogí de la cintura y volví a las embestidas. No tardamos en ponernos de nuevo a cien.
Óscar estiraba sus manos buscando un punto de apoyo sumido por el placer. En esta posición conseguía alcanzar su punto de máximo placer y parecía que iba a explotar de la emoción.
Por mi parte, no me quedé atrás. Cada vez mis movimientos eran más rápidos y violentos por el placer. Necesitaba correrme, no sabía cuánto me quedaba pero estaba desesperado por venirme para soltar toda la excitación acumulada.
Mi amigo se incorporó uniendo su espalda con mi torso mientras seguía moviendo su cintura para no cesar el placer.
— ¿Te está gustando? — le pregunté.
— Joder, es increíble — su cintura se movía a una velocidad inimaginable, sus gemidos apenas le dejaban vocalizar una palabra.
Comencé a aumentar mi velocidad, todavía desesperado, hasta que perdí el equilibrio y caí hacia atrás. Óscar se dio la vuelta desesperado por volver a buscar mi miembro y se colocó encima de mí. No tardó en introducir mi falo en su entrada bruscamente y continuar con sus movimientos.
Esta vez la velocidad dependía de él, y su desesperación fue un gran determinante en este caso. Comenzó a saltar sobre mí mientras su erección rebotaba de un lado a otro. Continué masturbándolo, sentía que mi pene podía explotar en cualquier momento.
Óscar echó la cabeza hacia atrás, estábamos los dos en nuestro límite. Según su cintura se movía arriba y abajo, mi mano recorría su erección, produciéndole el doble de placer. Sus pies comenzaron a separarse de la cama durante unos milisegundos con cada salto, debido a la fuerza y velocidad que aplicaba. Nuestros gemidos comenzaron a conectarse, impidiendo distinguir cuál era de cada uno.
Mordí mi labio inferior por la excitación. Estaba a punto de venirme y mi cuerpo actuaba por su cuenta, Cogí a mi amigo y lo atraje a mí, para a continuación empujarlo de manera que yo volvía a estar encima de él. Comencé a embestirlo lo más rápido que pude. Entre gemido y gemido conseguía besarlo para intentar controlarme.
— ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! — comenzó a decirme Óscar. Mi cintura no podía ir más rápido, estaba a punto de correrme.
Comencé a gritar mientras mi cintura daba estocadas dentro de mi amigo. Con cada estocada, salía un brote de semen disparado de mi erección. Él adaptó sus gemidos a los míos sumido por el placer.
Mi cintura siguió moviéndose cada vez más lento mientras recobraba la respiración. Besé a mi amigo y vi que en sus ojos todavía había placer y desesperación. Él no se había corrido.
— Es tu turno, házmelo a mí.
Fue lo único que le dije antes de separarme de él y tumbarme boca arriba en la cama, pero fue lo único necesario porque me entendió perfectamente. Se incorporó y colocó su miembro sobre mi entrada.
Comenzó a adentrarse lentamente, dejando que mi cuerpo se acostumbrara a la entrada de un cuerpo extraño por primera vez. Cuando consiguió meterlo completamente me preguntó cómo estaba. Se sentía extraño, dolía pero también era excitante. Asentí para que viera que podía continuar y su cadera comenzó a moverse.
Cada movimiento producía un gemido en mí. Me dolía pero a la vez me producía placer. Poco a poco aumentó la velocidad de su cintura. Comencé a masturbarme para hacer desaparecer ese poco dolor que sentía. Mi boca se abrió automáticamente sumido por el placer mientras Óscar gemía todavía más alto. Él estaba a punto de correrse, llevaba mucho tiempo resistiendo y sabía que dentro de poco explotaría.
Quería sentirlo dentro de mí. Quería que se corriera dentro, que pudiéramos ser uno. Comencé a gemir más alto llevado por esa idea. Óscar me besaba de vez en cuando, sabía que era su forma de disculparse por las estocadas que me daba. Pero la verdad es que lo estaba disfrutando, me había venido hacía poco pero volvía a estar muy excitado.
Su cara de placer sobre la mía era preciosa, podía correrse de un momento a otro y estaba desesperado por hacerlo. En ese momento recordé cuando yo se lo estaba haciendo a él. Lo había disfrutado mucho más cuando habíamos cambiado de posición.
Lo aparté suavemente. Él me miró con ojos acusadores por dejarlo a medias y yo me puse todavía más caliente. Me di la vuelta y me dispuse a cuatro patas. Óscar no tardó ni un segundo en introducir su miembro nervioso dentro de mí. Cada milímetro que se introducía dentro de mí llevaba en él una reacción de gemidos desconsolados que hacían ver lo ansioso que estaba. Siguió metiendo y sacando sin control mientras todo su cuerpo me hacía ver que estaba a punto de llegar al clímax.
Su cuerpo comenzó a hacer más presión sobre el mío hasta que de repente sentí como su miembro me llenaba a ráfagas de su sustancia. Mi amigo había comenzado a gritar por el orgasmo que estaba teniendo. Yo estaba hiperventilando, mi amigo me había puesto muy cachondo con sus gemidos y mi pene volvía a estar pegado a mi abdomen, palpitando por ser complacido.
Óscar salió de dentro de mí y se dejó caer en la cama boca arriba. Me tocó el brazo.
— Vuelve a metérmelo, por favor — me estaba suplicando, seguía muy excitado y su erección no había disminuido ni un centímetro —. Lo necesito.
Yo también seguía empalmado, así que no dudé ni un segundo y me puse sobre él. Mi miembro se introdujo dentro de su culo como si tuviera un GPS que marcara donde ir. Esta segunda vez no hubo forma de empezar suavemente, mi cadera se movía por su cuenta mientras Óscar sujetaba la almohada que tenía bajo la cabeza y gemía muy alto.
Su cara aniñada me puso muy caliente mientras no era capaz de controlar los sonidos que salían de su boca. Acaba de correrse, pero podía decir perfectamente que estaba a punto de volver a venirse.
Y yo también. Había olvidado lo caliente que se sentía el interior de mi amigo y las paredes de su ano apretaban mi miembro sin piedad instándome a eyacular. Sentía cómo mi pene se humedecía con los restos de semen que quedaban en mí amigo de la última vez que había eyaculado.
Comencé a gritar, uniéndome al canto descontrolado de Óscar. Él comenzó a masturbarse, quería correrme a la vez que él, sentir que estábamos completamente compenetrados. Nuestras respiraciones se acompasaron, los gritos eran cada vez más constantes y altos. Tenía la suerte de que mis padres trabajaban hasta tarde porque sino no habría manera de ocultar todo este escándalo.
La mano de mi amigo comenzó a moverse más rápido, su trasero se apretó estrujando mi erección en él. Esa fue la gota que colmó el vaso, mi orgasmo llegó y Óscar comenzó a gritar haciéndome ver que el suyo también. Justamente cuando solté la primera ráfaga de semen, mi pene salió disparado fuera del culo de mi amigo y toda mi sustancia comenzó a manchar su miembro.
Él también se vino, manchando todo su estómago de esa sustancia espesa blanca. Nuestras respiraciones estaban aceleradas, no se podía distinguir de quién era cada mancha de semen del cuerpo de Óscar.
Me dejé caer al lado mi amigo y él se hizo hacia mi lado para abrazarme. Nuestras erecciones habían desaparecido y habían recuperado el tamaño habitual.
— ¿Y después de darme los mejores 20 minutos de mi vida, ahora tienes que irte a tu país? — no lo había pensado antes, pero me frustraba que lo nuestro tuviera que acabar aquí cuando ni siquiera había comenzado.
— Tranquilo, nos veremos en dos semanas — lo miré confuso —. Dije que me iba a ver a mi abuela, en ningún momento dije la palabra "mudarme", dije "me voy".
No podía creerme lo que estaba oyendo.
— ¿Y esto?
Mis manos señalaron a nuestros cuerpos desnudos.
— Tampoco te quejes, llevas años espiándome a través de tu ventana.
El corazón se me paralizó.
— ¿Lo sabías?
Se quedó un rato mirándome directamente a los ojos. Después sonrió y apoyó su cabeza sobre mi pecho. El resto de la tarde nos quedamos los dos ahí, disfrutando del calor corporal del otro. Mi cabeza no podía dejar de pensar en lo que acabábamos de hacer, en ningún momento se me había ocurrido que estaría en esta situación con el amor de mi vida. En mi boca no pude evitar formar una sonrisa.