Louis no sabía cómo su madre iba a emparejarlo con alguien si comparaba a todos los prospectos que ya empezaban a sonar con Harry. No estaba dispuesto a aceptar un matrimonio de conveniencia solo para complacer a la Reyna.
Esa era una decisión demasiado importante en su vida que solo él podía tomar.
Por suerte, estaba teniendo un respiro gracias a su primo George.
– Menuda velada te ha organizado la Reyna.
– Sí – aceptó Louis, mirando la sala de baile llena de invitados luciendo sus mejores galas.
Su vena romántica le decía que podría conocer a alguien que valiera la pena esa noche. Eso les había ocurrido a Zayn y a Liam. Pero... Miró a Harry, que estaba al fondo de la sala.
Allí estaba su problema.
Se suponía que tenía que parecer uno de los invitados. Pero parecía un hombre capaz de matar con las manos sin arrugarse el esmoquin. Quizás lo veía así porque él sabía quién era. Sus ojos se encontraron y Louis sintió el impacto de su mirada desde el otro lado de la sala. Instantáneo y abrasador.
– ¿Quién es él?
– ¿Quién? – Louis tomó a su primo del hombro y lo hizo girar para darle la espalda a quien ahora era su guardaespaldas.
– El tipo que está apoyado en la pared y no te ha quitado los ojos de encima en toda la noche.
– No veo a nadie especial – Louis miró por encima del hombro de George como si buscara –. La Reyna ha invitado a todos Juniors herederos, princesas y príncipes, condes, solteros ricos y herederas del planeta. Necesita encontrar el mejor prospecto para unir lazos con la corona. ¿Estás disfrutando de la velada?
– Ha pasado poco tiempo desde la muerte de Alice, pero... – George se rio –. Estás intentando cambiar de tema, primo. Aquí hay una historia que quieres ocultarme. Habla – le hizo cosquillas como cuando eran niños –. Díselo a tu primo favorito.
– Calla, George. Este no es lugar – rezongó Louis –. Estás dejándote llevar por tu imaginación.
– Él no me gusta.
– A mí tampoco – gruñó el príncipe, sabiendo que lo que sentía por Harry era algo muy distinto.
Deseó que no fuera tan arrogante, tan seguro de sí mismo, tan viril. Louis suspiró. En realidad le encantaban esas características.
Gregg, su ex, nunca se había dejado llevar por la pasión hasta el punto de llevárselo de un evento, besarlo y hacerle el amor hasta quitarle el sentido, como había hecho Harry.
– Te has acostado con él, ¿verdad? Lo veo en tus ojos.
– Por favor, George... – no iba a confiarle nada al charlatán de su primo –. Baja la voz.
– ¿No quieres que la Reyna se entere?
Louis intentó encontrar una razón plausible para justificar que su primo fuera a ver a Harry por el palacio, sin decir la verdad.
– Creo que ha solicitado un puesto de trabajo en palacio.
– Entonces te has acostado con un empleado. Chico malo – George se rio –. Pero entiendo la atracción. ¡Menudo montón de músculos! Ese siempre ha sido tu tipo.
– ¿Podrías bajar la voz, por favor? – pidió Louis.
– ¿Qué puesto ha solicitado?
– No lo sé, ni me importa. Pregúntaselo a la Reyna – Sabía que no lo haría, no se llevaban bien.
– ¿Cómo lo lleva la Reyna tirana?
– Con ella nunca se sabe – dijo Louis, aliviado por el cambio de tema –. Pero creo que está en etapa de negación. Por eso la fiesta de esta noche. También ha amenazado con buscarme pronto una pareja política, además de anunciar la fecha de mi coronación.
– ¿Qué? ¿Tan pronto? ¿Y tú, cómo te sientes respecto a ser el próximo rey de Collyoure?
George sabía que la vida de su primo en el palacio nunca había sido fácil. Era algo que los había unido desde que él, a los cinco años, había perdido a su padre, hermano gemelo de la reina. Luego su madre lo había abandonado, llevándose a su hermanita con ella, y no había vuelto a verlas desde entonces.
– Yo también estoy en fase de negación – encogió los hombros, no quería pensar en el futuro –. ¿Me disculpas? Necesito salir un momento de aquí.
Louis, con la cabeza baja, se alejó entre los invitados, buscando un sitio tranquilo.
– Te dije que no salieras – dijo Harry a su espalda.
Louis alzó la vista y se dio cuenta de que, absorto, había cruzado las puertas de cristal y salido al jardín favorito de su madre. Una gran luna dorada colgaba en el horizonte como un globo.
– Necesitaba algo de aire.
–¿Y eso te extraña?
– ¿Qué quieres decir? – se volvió hacia su guardaespaldas.
– Que me sorprende que sigas en pie después de recibir y atender a tantos invitados. Buscar una pareja política para el príncipe parece un trabajo bastante difícil.
Louis lo miró fijamente. Esa noche no estaba de humor para la versión cavernícola de Harry.
– ¿Por qué sigues aquí? Ya ha pasado una semana y no has descubierto nada.
Una semana que Louis había pasado encerrado en su habitación. Por un lado, no estaba listo para asumir los deberes como príncipe heredero, y por otro había tenido la esperanza de que Harry se aburriera y dimitiese.
– La invitación que hice en internet para que los asesinos se presentaran no ha funcionado. Quizás esté perdiendo mi toque mágico.
– Quizás nunca lo tuviste – en cuanto lo dijo, lamentó su tono provocador, porque los ojos esmeralda chispearon divertidos.
– Eres muy desagradable, príncipe. Por suerte, mi ego es lo bastante fuerte para aguantarlo.
– Tu ego es como una cucaracha – rezongó él –. Soportaría un holocausto nuclear.
A Louis lo sorprendió tanto que Harry echara la cabeza hacia atrás y soltara una carcajada, que esbozó una sonrisa. Le encantaba su risa grave.
– Calla – le dijo –. La gente nos está mirando – sin esperarlo, siguió bajando los escalones de piedra que llevaban al fragrante jardín.
– ¿Algún pretendiente que necesites que vete? – la voz de Harry sonó demasiado cerca y Louis se dio la vuelta para mirarlo. Tardó un minuto en entender qué quería decir.
– ¿Pretendiente? Más bien, alianza política para mantener en pie mi nación. Pero, si tuviera a uno que no es de mi agrado, ¿tú lo detendrías?
– Es parte de mi trabajo.
– Pues es una parte inútil – le respondió con voz seca –. Que la Reyna haya dicho que debo encontrar una pareja esta noche no implica que vaya a ser así.
– ¿No me digas que estás en contra de las uniones con interés político? Es algo normal entre la realeza, siempre se han realizado para reforzar lazos entre las familias nobles y ricas– enarcó una ceja con sorpresa.
– Pues sí. Estoy en contra de las uniones sin amor.
– Ah, vaya, un príncipe romántico. No esperaba eso de ti.
– Eso es porque no me conoces bien.
Su guardaespaldas le lanzó una mirada que indicaba que conocía ciertas partes de él muy bien, y que las recordaba con toda claridad.
– Y no hace falta ser romántico para querer enamorarse de alguien – añadió Louis, sonrojado.
– No te creo, solo estas engañándote.
El sentimiento que puso en su respuesta hizo titubear al príncipe. Todo el mundo tenía un pasado que incidía en sus acciones y decisiones. De repente, anheló saber cuál era el de Harry.
– ¿Tienes miedo a perder tu independencia e intimidad o es que te gusta demasiado la libertad para asentarte? – le preguntó Louis.
– Como no tengo miedo de nada y suelo viajar continuamente, votaría por la segunda opción.
El príncipe estudió su expresión reflexiva y supo que tenía miedo de una cosa al menos: de revelar información personal sobre sí mismo.
– Elegir ese estilo de vida podría indicar que huyes de algo – observó su rostro, impasible, y se le ocurrió otra idea –. ¿O acaso buscas algo que añada un significado real a tu vida? – Un leve estrechamiento de ojos fue el único indicio de que podía haber acertado.
– ¿Por qué complicar las cosas sin necesidad, príncipe? Siempre es mejor dejar que rija la cabeza, no el corazón.
Su tono irónico y el que hubiera usado la palabra «príncipe» dejaron claro que no serviría de nada presionarlo. Era un hombre que hacía lo que quería, dijeran lo que dijeran los demás.
– Tienes que sentarte a tomar café con la Reyna – le dijo con indiferencia Louis – se llevarían muy bien.
Harry escrutó su rostro y supo que había captado la amargura que surgía siempre que mencionaba a su madre.
– ¿Qué ocurre entre tú y la Reyna?
– La verdad es que nunca nos hemos entendido. Está muy asentada en sus ideas. Nunca le parecí el hijo perfecto.
– ¿Por qué no?
Louis vio que sentía curiosidad e hizo una pausa. Nunca hablaba de la relación con su madre. Pero una parte de él quería que Harry lo entendiera. Odiaba que le importase su opinión, pero le importaba.
– Mis padres enviaron a Alice a las mejores academias para adiestrarla en sus tareas como princesa heredera; mientras que yo recibí clases en casa. – el dolor del pasado estaba muy presente – Nada de lo que hacía era lo bastante bueno para ellos, especialmente para mi madre. ¿Sabes que nunca ha visitado mi galería de París? – calló de repente, al comprender cuánto le había revelado. Al paso que iba acabaría diciéndole que temía no encontrar el amor y contándole todos sus temores.
– ¿Eso hace que te sientas como si siguieras siendo una decepción para ella hoy en día?
– No – a Louis se le encogió el estómago –. No necesito sus reconocimientos. Pero me molesta que quiera que todo se haga a su manera. Estoy seguro que desconfía de mi capacidad para ser un buen Rey.
– ¿Y tú qué crees? – preguntó Harry.
– ¿De qué? – Louis se detuvo y lo miró.
– ¿Crees que estás capacitado para ser el Rey que tu nación necesita?
– Sí – dijo con tono defensivo. Tengo un doctorado en Arte y un máster en Administración de Empresas –. Dirijo una galería exitosa en donde han desfilado los mejores artistas de todo el mundo de los últimos años –aunque no supiera nada sobre cómo gobernar una nación, eso tenía que contar para algo.
– Se trata de un negocio pequeño – rechazó Harry, metiendo las manos en los bolsillos –. No es algo equiparable a estar al frente de todo un país, ¿no estás de acuerdo?
A Louis lo irritó su desprecio. Aunque se sintiera inseguro en las relaciones personales, era muy bueno profesionalmente.
– No, no estoy de acuerdo – le soltó indignado –. ¿Tienes idea de cuánto tuve que trabajar para demostrar mi valía en París? ¿Para hacer que mi «pequeño negocio» triunfara? – tensó la espalda –. ¿De lo difícil que fue conseguir que el medio artístico confiara en mí? – Cuando acabó, vio la sonrisa ladina de Harry. – Oh, ¡eres horrible! ¡Estabas haciendo de abogado del diablo!
– Tienes carácter y coraje dentro de ti que adivino nunca muestras a la Reyna.
Por desgracia, él tenía razón. Había erigido un gran muro ante su madre, para demostrarle que no necesitaba del estatus de príncipe.
– Tal vez deberías pensar en que tu deber es hacia tu pueblo, Louis, no hacia tu madre. Porque te estás centrando en el pasado. Y eso se acabó, el pasado en el pasado está. Ahora mismo solo cuenta el futuro, haz lo que debas que hacer para el bienestar de tu nación– afirmó, como si no fuera la primera vez que decía esas palabras.
– Tienes razón – se hizo un silencio mientras pensaba en ese «Haz lo que debas hacer». Tal vez podría empezar por dejar de portarse como un adolescente rebelde –. No puedo seguir luchando contra la Reyna. Además ahora está enferma. Y yo tengo obligaciones – esbozó una débil sonrisa –. ¿Crees que ya me he compadecido de mí mismo demasiado tiempo?
Harry alzó la cabeza sorprendido, como si no esperase que admitiera eso. Luego se rio.
– Eres único, príncipe.
Louis sonrió, reconfortado por la admiración que captó en su voz. Rememoró la noche que habían compartido. La pasión lo había asustado, pero también excitado. Se preguntó si... no, Harry no estaba interesado en una relación seria, no cuando él mismo había dicho: «Ese barco ha partido definitivamente».