"00. The begining"
La mañana era fresca, pero nada que una buena chaqueta no podía cubrir, y por eso, Celine se alegraba de tener su vieja chaqueta de jean con ella.
La campanilla del barato lugar de comida sonó cuando cruzó por la puerta, caminando con las manos en sus bolsillos y con la cabeza gacha.
— Se que no te gusta la idea de volver, lo siento... — habló el pelinegro.
La castaña lo miró y trató de darle su mejor sonrisa, aunque era algo tonto sabiendo que Derek podía saber siempre cada vez que mentía.
— No me gusta la idea de volver... Pero sabes que siempre te apoyo — habló de forma sincera.
El lobo le regaló una pequeña sonrisa. Sonrisas que solamente iban dirigidas ella.
Derek y Celine se habían hecho amigos prácticamente desde los tres años del chico, y los dos años de ella, ya que era un año menor. La familia Hale y la familia Locke habían sido amigos, socios, dos de las grandes familias más respetadas y antiguas, así como su amistad; Derek nació y un año más tarde lo hizo la pequeña Celine, al ser sus padres amigos, fue casi obligatorio para ellos serlo desde pequeños, aunque no hubo problema alguno, Derek había amado a la pequeña Celine desde la primera vez que tuvo conciencia de ello.
— Lo sé, y no se que hice para merecer eso — comentó el pelinegro con diversión.
Su poca y casi nula charla se vió interrumpida cuando la camarera se acercó a ellos para consultar su pedido, yendo tan rápido como se acercó.
— ¿Pudiste contactarte con Laura? — cuestiona Celine.
El rostro de Derek se volvió serio, si es que eso era posible, dado que siempre estaba serio, y negó.
— Nada, hace semanas que no contesta, y puedo deducir por la pregunta, que tú tampoco — contestó con su tono usual.
Celine negó con un suspiro.
— Estoy de verdad preocupada... Laura siempre contestaba mis llamadas — comentó con disgusto.
Bebieron el café en silencio, ambos muy metidos en su propia mente para entablar algún tipo de conversación, pero fué Derek quien rompió ese silencio, otra vez.
— Me estoy quedando en casa... Pero si no quieres puedo alquilarte una habitación — habló el mayor.
Celine negó sonriendo.
— No tienes que cuidarme tanto, Derek, vamos... Mientras haya una cama yo estaré bien — respondió.
Los dos pagaron la cuenta, y fueron hacia el Camaro negro del lobo, dónde el guardó el poco equipaje de la castaña y emprendieron viaje hasta la antigua casa Hale.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Celine al ver la casa que ahora no era más que una ruina en cenizas.
Sintió la mano de Derek entrelazarse con la suya, para después guiarlos a ambos adentro.
— Esta era la habitación donde siempre me quedaba con Luca... — habló la castaña con nostalgia.
Se acercó con cuidado al viejo escritorio que estaba cubierto por las cenizas, logrando ver qué dentro de todo ese polvo, un pequeño pedazo de papel dibujado estaba ahí, con las esquinas quemadas, casi consumido por completo, pero la letra de su pequeño hermano con el nombre Luca por encima del dibujo de un niño, estaba casi intacta.
La castaña largó una suave risa mientras sostenía con fuerza aquel pedazo de papel, riendo del recuerdo de su hermano menor con la obsesión de escribir su nombre cada vez que se dibujaba.
Derek la abrazó por detrás, sabía que ese no estaba siendo un momento fácil para ella y aún así había decidido venir a su primera llamada.
Ellos se habían divido; unas semanas antes de que Derek viajara a Beacon, Celine le explicó que debía irse para seguir una de las pistas que Laura tenía, pero desafortunadamente era falsa, y al ver que Laura no respondía a ninguno de los dos, Derek propuso volver a Beacon, y buscar a Laura, ya que la última cosa que sabían de ella era que venía aquí siguiendo algo.
Celine jamás fue fan de volver, Derek lo sabía y lo entendía; ella estuvo en el incendio, ella vió a todos morir tratando de salvarse y ella por poco y muere, sino fuera porque su padre se sacrificó para poder sacarla de ese lugar, muriendo segundos después.
¿Cómo pudo Celine seguir con él después del incendio? No tiene ni idea pero temía preguntar, porque temía quedarse completamente solo.
— Era un gran niño... — habló el lobo con algo de nostalgia.
Recordaba al pequeño Luca Locke jugar con su hermana más chica, Cora. Ambos jugaban horas cada vez que la familia Locke venía, y eso solía ser casi a diario en aquellas épocas.
— Si... En fin, no quiero deprimirme más — respondió la chica con suavidad.
Habían pasado años y sin embargo el recuerdo a veces parecía reciente, y a veces como si hubiera pasado en otra vida.
— Te dejaré instalarte — dice el pelinegro.
Celine volteó a verlo con una sonrisa divertida, tratando de olvidarse de la escena anterior.
— No hay mucho por desempacar, de todas formas ¿Por qué no vas y compras algo de comida? Muero de hambre — preguntó señalando el único bolso que había en la habitación.
— ¿Segura? ¿Por qué no me acompañas? — cuestiona el lobo en respuesta.
La idea de dejarla sola en ese lugar, lo inquietaba. Era muy cuidadoso en cuanto a Celine, algo notorio para todo el que siquiera se acerque a ellos.
— Estaré bien, Lobito, vé y conseguime algo de comer, porque ahí si que estaré mal y moriré — dice la castaña tratando de convencerlo.
Derek rodó los ojos al escucharla utilizar el mismo apodo que le había otorgado cuando tenía quince.
Dudativo, el pelinegro terminó por aceptar e ir por la comida de la chica, sabiendo exactamente como su amiga se ponía si no la conseguía.
(...)
Celine bajó apresurada por las peligrosamente quemadas escaleras cuando escuchó el grito de Derek.
— ¿Que sucede? — cuestiona confundida.
Derek no era de gritar, principalmente porque pocas veces dejaba su tono neutro al hablar.
— Escuché a unos policías mientras compraba la comida, encontraron un cadáver en el bosque — habló el lobo.
La castaña abrió sus ojos en grande, debido a la sorpresa.
— ¿Escuchaste algo más? — vuelve a preguntar apresurada.
Su mente estaba sacando conjeturas, conjeturas que sabía que Derek también tenía, conjeturas que no le gustaban para nada.
— Unos excursionistas lo encontraron ayer por la noche, solo la mitad... Retomarán la búsqueda en una hora — terminó de contar el pelinegro.
— ¿Iremos, cierto? — pregunta la chica.
Derek asintió con ambas manos en sus bolsillos.
— ¿Donde encontraron el cuerpo? — vuelve a cuestionar Celine.
— En una reserva, a unos pocas millas de aquí — comentó Derek con mal gusto.
Un cuerpo tan cerca de esa casa... Tenían un mal presentimiento.
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Cuando llegaron a la reserva, no tardaron mucho en encontrar lo que estaban buscando, debido al olfato de lobo, pudieron percibir un rastro de sangre enseguida, y con Derek a la cabeza, lograron llegar frente al cuerpo.
Celine cerró los ojos mirando hacia un costado, tapando su boca para no dejar salir ningún tipo de ruido.
Era Laura.
Derek a su lado estaba quieto, con los puños cerrados y haciendo presión, tratando de mantener el mismo semblante de siempre; acto fallido cuando sintió los brazos de su amiga atraparlo en un abrazo, dejando su cabeza contra su cuello.
Se escondió en el cuerpo de la más pequeña, y se rehusaba a sollozar pero aún así en la camiseta de Celine quedaron los rastros de lágrimas que tanto buscó esconder. Eran lágrimas de tristeza, de culpabilidad, de ira.
Todo eso era apaciguado por el aroma de su amiga y su contención.
— No es tu culpa, Der... — susurró Celine.
Era como si supiera todo lo que estaba pensando en esos momentos.
Ese era el don de Celine, podía leerlo mejor que nadie, mejor que el mismo inclusive, y ahora, ella era todo lo que le quedaba.
— Pero si lo es... — susurró él lobo en respuesta.
Celine se separó de forma abrupta del lobo, sosteniendo su rostro con ambas manos, para que la mirara de forma fija.
— ¿Cómo puedo ayudarte? — pregunta la castaña preocupada.
No le gustaba ver a Derek así, desde siempre la situación había sido al revés, el consolandola por algo, y ella siendo la llorona niña que solo se sentía bien cuando la abrazaban.
— Solo... Ayúdame a llevarla a casa — pidió el.
Angustiada, Celine asintió.
Ella pensó que el incendio ya le había arrebatado todo, pero al final parecía que no.
(...)
Ya era de noche, y el lobo no podía dormir. Cada vez que cerraba sus ojos, la imagen de Laura muerta aparecía en su cabeza, y si no era eso, simplemente su mente rondaba en recuerdos, malos recuerdos, para no dejarlo dormir.
Estaba boca arriba, uno de sus brazos cubría sus ojos, mientras dejaba salir un casi gruñido ante la falta de sueño.
Casi que pega un salto cuando sintió un peso arriba de si, pero logró calmarse al sentir el aroma familiar de Celine.
Jazmines.
Ella siempre olía a jazmines.
La abrazó, posando ambas manos en su cintura, tratando de tenerla cerca. Ella siempre lograba calmarlo, era algo instantáneo, Celine estaba cerca y Derek podía sentir su parte lobuna tranquila.
— ¿Qué estás haciendo? — cuestiona con un deje de diversión.
— No quiero dormir sola hoy, no puedo — explicó la chica.
Derek dejó salir un suspiro que chocó contra el cabello de la chica, que estaba suelto y despeinado.
— ¿Y tirarte encima mío como un animal salvaje era necesario? — vuelve a preguntar sonriendo.
Celine subió su mirada para encontrarse con la del azabache, que tenía una pequeña mueca en sus labios, tratando de sonreír sin mostrar sus dientes.
— Eso solo era para animarnos un poco, creí que ambos lo necesitábamos — expresó con inocencia.
Se volvió a acostar sin esperar una respuesta del lobo, concentrándose en los latidos tranquilos del corazón de Derek.
— Buenas noches, Lobito — susurró.
Sonrió al sentir como Derek los acomodaba a ambos y dejaba un beso en su mejilla para abrazarla y tratar de dormir.
Celine cayó rendida poco después se no haber escuchado una respuesta por parte de su amigo.
— Buenas noches, Dion — respondió el lobo en voz baja después de comprobar que estaba dormida.
Lo miró sonreír dormida, provocando su propia sonrisa al recordar que el también tenía un apodo tonto contra ella.
Ahora sí podía dormir.