Aaron
Lo primero que hice al caer en cuenta lo que acababa de pasar fue dar un rápido vistazo esperando ver sangre por todas partes, pero los segundos pasaron y la sangre no aparecía. Mi respiración estaba acelerada y no era para menos, casi mato a alguien por mis huevadas.
Respiro profundamente para calmarme y algo mas relajado siento unos ojos de un indescriptible color gris estudiarme por secciones, desde mis ojos hasta detenerse en mi boca, su mirada se oscurece al detenerse en esta última para después traga saliva. Al ser consiente de su descarado lamo mi labio superior antes de morder suavemente el inferior y repasar con atrevimiento al curioso ser que tengo debajo.
Su boca entreabierta dejaba ver el rastro de unos diminutos y blancos dientes que estaban siendo ocultos por unos carnosos labios brillantes. Apostaría mi vida a que ella si sabía como chuparla y hacer que viera estrellitas tras mis ojos. Sólo de imaginarlos rodeando mi polla, y como esta desaparecería en su interior para luego volver a aparecer me la puso dura. Alejé ese pensamiento a duras penas y me concentré en seguir el inventario. Su piel, que era de un color caramelo, o más bien canela me distrajo de cualquier otro pensamiento. Era demasiado morena para ser producto del bronceador y sólo por eso caí fascinado.
No había ni pizca de maquillaje en su rostro fuera de un ligero brillo de labios. Poseía una belleza natural y exótica que era imposible que pasara desapercibida ante nadie. Su cabello teñido de blanco hacía resaltar su color de piel, y al contrario de lo que muchos podrían pensar le quedaba extrañamente bien. De hecho verla así me hizo recordar a los X-men, precisamente Storm.
En ella todo era perfección, sus labios, su pómulos, su nariz, aunque verdaderamente lo que no dejaba que despegara la mirada de ella era precisamente eso, sus ojos grises pero a la vez rojos, como si hubiera estado llorando con anterioridad, estaban demasiado hinchados para mi tranquilidad.
Me atrevería a decir por el rastro de lágrimas secas que había en su rostro y el estado rojizo de sus ojos que lloró sin detenerse hasta crear la copia exacta del mar mediterráneo. No se si fue la intensidad de su mirada o tal vez el dolor que se escondía en ellos, pero tuve el impulso de consolarla. Escuchar qué era eso tan malo que la tenía así y si ese motivo era un hombre no parar hasta hacerlo pagar por cada lágrima que salió de esas nubes atormentadas.
«Para el carro guapito de cara. ¿Tu de donde sacaste esa vena poeta y justiciero con capa? No te hagas pasar por principe encantado que no pasas de simple demonio?»
Mi vocecita interior no podía perder la oportunidad de joderme el momento.
Pero perdí toda coherencia en mi lucha interior cuando su mano se posa en mi pecho y en ese momento mi corazón se dispara mucho más fuerte. Supe que lo había notado, era imposible que no lo hubiera hecho considerando que tenía un tambor ahí dentro.
No perdí detalle en su rostro, como mismo ella no lo perdía del mío.
Fue exquisitamente raro como el resto del mundo se paralizó en el momento que nuestros ojos conectaron, como si estuviéramos en una burbuja que nos separaba del resto del mundo. Como si fueramos solo ella y yo.
Su cabello rizado estaba esparcido por su rostro y la calle como una nube esponjosa. No se si fue un flechazo, amor a primera vista, una de esas mierdas que tanto quieren vender el 14 de febrero. Lo más plausible era que tal vez me había golpeado la cabeza al caer, pero juro que algo dentro de mí se volvió loco con ella.
Apenas se hace audible el carraspeo de alguien a mi lado ya que el pitido de mis odios me impedían sentir algo más que no fuera mi corazón, pero Kike supo hacerse notar tomándome preocupado por los hombro, y es allí donde me doy cuenta que aún permanecíamos en medio de la calle. Tal vez todo ocurrió en apenas un par de segundos, pero ¿por qué para mi parecieron horas?
-¡Tío que follón! Deja de colocarte así imbécil. Uno de estos días mataras a alguien. Anda levántate que estas armando un espectáculo.
Me levanto de un salto ignorando a Kike para no mandarlo a la mierda y extiendo la mano para ayudarla a incorporarse. Ella me mira entre dudosa y molesta pero de igual forma acepta. Con lo que no había contado era que resbalara de mis manos. Al ver su gesto de dolor y llevar sus manos al tobillo es donde comprendí que hasta ese momento parte de la moto había estado justo sobre su pantorrilla derecha.
-¿Estás bien? Perdón no te vi y casi no tuve tiempo de frenar. Dejame que te ayude- intento ayudarla mientras las palabras salían atropelladas de mi boca sin orden alguno.
¿Desde cuándo me pongo tan nervioso? Ya solo falta que tartamudeé.
-¡Perfecto! mi día no podía mejorar más. Bueno, ahora si puedo decir que salto en una sola pata de felicidad.
Si hasta ese momento me tenía prendado semejante espécimen de mujer. Su voz era como estar escuchando un ángel hablándome al oído aun con el tono de sarcasmo impreso en sus palabras.
-Ven, déjame que te vea el tobillo o mi conciencia no me dejara dormir en paz.
Su sonrisa no llegó a extenderse del todo porque un nuevo gesto de dolor adorna su rostro. Con el máximo cuidado la ayudo a llegar al conten de la calle y haciendo de odios sordos de lo que hablaban las cientos de voces a nuestro alrededor y sus protestas para dejarlo pasar, le quito la zapatilla con la mayor delicadeza de la que soy capaz.
No se veía nada grave a simple vista, aunque sí tenía varios rasguños y se estaba inflamando con rapidez. Fruncí el entrecejo al notar este detalle, gesto que no le pasó desapercibido.
-¿Tan mala pinta tiene?- pregunta preocupada.
-No, pero necesitará hielo- le coloco la zapatilla con el mismo cuidado y la ayudo a levantarse- ¿a donde ibas? Puedo llevarte si quieres. No tengo problema.
-¡Hum! No hace falta. Mi casa queda aquí cerca. Solo a unas calle más alla, puedo ir andando- no, desde luego no te dejaré escapar así sin más.
Necesitaba saber quien era ella y ganar algo más de tiempo para conocer a esa criatura que estaba haciendo plantearme si en serio no me había golpeado y que ella no era fruto de mi imaginación.
No me lo pensé y tomé su teléfono que aún seguía en el suelo. Levanto la moto, que, salvo algunos rasguños estaba intacta y me coloco encima, bajo su atenta mirada.
-¿Se puede saber que haces con mi teléfono? Devuélvemelo.
-Si lo quieres de vuelta tendrás que subirte- digo como si nada metiendo su celular en el bolsillo de mi pantalón.
-Joder ¿es en serio? De tanta gente que hay en esta ciudad me toca el loco de turno. Estas de coña ¿cierto? Ni colocada me subo a una moto, y menos con un extraño.
Ese último comentario me tocó la fibra ¿Cómo que no sabía quién era? ¿Acaso esta chica no tenía tele en su casa?¿Venía de otra dimensión? Todos, absolutamente todos sabían quién era yo. Mi mayor problema era intentar pasar desapercibido ante los demás con tal de que no me reconocieran y que las mujeres no me saltara encima, y esta chica me miraba como si fuera un completo lunático.
-¿Hablas en serio?- pregunto sin creérmelo.
-A menos que hubiera estudiado contigo, hayas sido el gordito de la última fila de la clase y hubieras dado semejante cambio, no. No se quien eres y tampoco me interesa conocer a alguien que no sabe lo que significa el color rojo del semáforo. Solo dame mi celular.
Me pilló su frescura a la hora de hablar, vaya si lo hizo. No pude contener la carcajada a su comentario. ¡Qué criatura mas fascinante!
-Me llamo Aaron, si quieres puedo darte mi hoja de vida, aquí, a un lado de la calle mientras se te sigue inflamando el tobillo y que una de estas viejas chismosas llame a la policía sino es que lo hayan hecho ya. También puedes irte a expensas de que otra persona se quede en posesión de tu celular, algo poco recomendable en estos días. Tu decides Storm.
Abre y cierra la boca repetidas veces, como sino supiera como responderme. Por último mira al cielo y dice algo en voz baja. No se si estaba pidiendo paciencia, maldiciéndome o jurando matarme luego, no lo sé pero igualmente me dio gracia.
-No vuelvas a llamarme así.
Vino cojeando hacía mí, hasta sentarse en la parte trasera. Sus manos rodearon mi cintura y tuve que llamar a todo mi autocontrol para no hacer una locura. ¿Qué diablos me estaba pasando? ¿Desde cuando un simple roce me prendía así? Definitivamente me estaba sucediendo algo raro con esta chica.
-Creí que no te subías en motos con extraños- no pude evitar tomarle el pelo.
-Mas te vale que llegue a mi casa sana y salva, de lo contrario puede ir olvidándote de lo que te cuelga entre las piernas y de que algún día vas a procrear.
Además de hermosa, divertida. Podía pedir algo más. Reí como un niño pequeño cuando me incorporé al tráfico. Aceleré exageradamente con tal de sentir sus manos aferradas más fuertes a mi cadera. Pero lo que no me esperé fue el pellizco que recibí de sus dedos en mi abdomen, lo que a parte de doler condenadamente, me gustó.
Bajé la velocidad y me centré en seguir las indicaciones que me daba hasta llegar a la fachada de un edificio encantador. No era ostentoso ni nada por el estilo pero se veía muy acogedor. Era de ladrillos y unos diez pisos aproximadamente que se veía en buen estado y no estaba en una mala zona.
La ayudo a bajarse y la noto observarme como esperando algo y es cuando caigo en cuenta que aun tengo su móvil.
Ignoro su gesto y bajo de la moto, la tomo en brazos y subo los tres escalones del porche que nos llevan hasta el interior del edificio, donde atravesándolas puertas dobles de cristal muestran un amigable recibidor.
Camino ignorando sus reclamos y golpes como si fuera tan solo la molestia de un mosquito por los largos 5 minutos que demora en darse por vencida.
-¡Al fin! creí que no te cansaría nunca- hago un gesto de aburrimiento cuando verdaderamente me la estaba pasando pipa con ella en mis brazos.
-No me cansé, tengo para rato, pero prefiero patearte los huevos cuando ya este en el suelo. Que lo sepas- me amenaza.
-Me dices cual es el piso o debemos seguir aquí hasta que lo descubra por mi mismo.
-No estaría mal poner a prueba la fuerza de tus brazos y ver cuánto tiempo resistes.
-¡Oh nena! por mi no te pares, podemos estar así hasta mañana- y vaya si lo haría- no me molesta tenerte encima, en absoluto, pero creo que tu tobillo no puede decir lo mismo.
Rueda los ojos gesto que comprobé que hacía cuando está exasperada y también descubrí que es hermoso sacarla de sus casillas. Tras dar un largo suspiro me señala al pasillo a mano derecha, hasta la segunda puerta. Así que es en la primera planta, que decepción. Deseaba retenerla un poco más para mi.
-¿Las llaves?- pregunto con tono juguetón.
Me mira como tratando de descifrar algo. Por un momento lo entendí, era un desconocido y aquella era su casa. Era su privacidad, su pequeño refugio del mundo.El sitió al que iba cada día después de un día duro, y después de pensarlo así comprendí el significado de su desconfianza y me lo seguía pasando por la polla. Ignoré descaradamente la vocecita de mi conciencia que solo aparecía para darme la patada en los huevos muy de vez en cuando y la seguí mirando para que entendiera que no me iría a ninguna parte.
Frustrada, mete la mano en su mochila y me entrega una llavero azul en forma de lágrima y el nombre Kaia en letras blanca. Hago malabares para abrir la puerta y sujetarla con la otra mano pero lo logro. Una vez dentro la coloco en el sofá que estaba en medio del pequeño salón antes de tomarme un segundo para admirar a mi alrededor.
Había un increíble equilibrio entre el orden y el desorden, entre el blanco y negro de un lado, y mil colores del otro, sin duda no vivía sola. Las fotos de familia y los adornos completamente incompatibles completando el cuadro de la decoración me lo hicieron saber.
-Bonito apartamento Kaia- digo devolviéndole las llaves.
Su mirada recelosa, no me pasó desapercibida. Tal vez estaba forzando mucho las cosas, pero ¿qué diablos? Yo no dudaba nunca de las cosas que deseaba. Cuando quería hacer algo lo hacía y listo, entonces ¿por qué con ella me sentía indeciso?
-¿Tienes hielo?- le pregunto
-Siéntete como en tu casa y de paso tomate un whisky. No pasa nada- su sarcasmo saltaba a la vista.
-¿Si serás...? Es para tu tobillo- le explico, evitando apenas golpearme la frente con la mano.
-Ya me las arreglaré yo sola desde aquí. Gracias- mensaje captado quería que me fuera, pero aún no lo haría.
-El hielo ¿donde está?- digo como si estuviera hablando con una niña de 5 años y fingiendo no haber escuchado si su último comentario.
Cada vez amaba más como ponía los ojos en blanco y contaba en voz baja hasta diez para calmarse y no mandarme a la mierda. Me señala en dirección a una pequeña cocina que estaba detrás del salón. Sin tardar voy hacía allí.
Una vez fuera de su vista busco su móvil. Esta chica no paraba de sorprenderme, hoy en día nadie mantenía su celular sin contraseña. Pero no puedo quejarme, para mi aquello era un bendición.
Marco rápidamente mi número en su móvil y me hago una llamada perdida para tenerlo registrado en el mío. Hecho esto y haber escuchado los acordes del solo de guitarra que tenía como tono en mi celular desde mi bolsillo trasero, apago el suyo y vuelvo al salón.
-Solo había guisantes, pero creo que de igual manera pueden servir.
Me siento en la mesita que había frente a ella y coloco su pierna sobre mi muslo, le retiro las zapatilla una vez más y comienzo a colocarle los guisantes en la zona adolorida. Un suspiro entre alivio y dolor salió de sus labios y tuve que concentrarme en lo que hacía para no imaginarme gemidos parecidos en un contexto completamente diferente.
Sin duda su tobillo estaba mucho peor de la última vez que lo vi. Me sentí culpable por haberla metido en esa situación.
Aunque una parte retorcida de mi, se alegró que eso pasara, sino, no tendría la excusa de estar justo donde estoy.
-¿Por qué haces todo esto?- su pregunta no me sorprendió, se notaba que era de esas personas que no se contenía a la hora de hablar.
Seguí masajeando el tobillo, colocando y quitando los guisantes de forma uniforme para cubrir toda la zona.
-Ya te lo dije. Seguramente mi conciencia no me dejaría dormir si no lo hiciera- hablo sin despegar la mirada de su tobillo, no me creía capaz de mirar fijamente esos preciosos ojos grises
-Perdona que lo diga, pero no tienes pinta de chico que le haga mucho caso a su conciencia. Si es que de verdad la tienes.
-¿Y qué pintas tengo según tu? Ilumíname.
Por un momento me arrepentí de haber dicho eso. El repaso que me dió de cabeza a pies me hizo ponerme tenso y excitado a partes iguales. Pero aguanté como un hombre. Una vez terminado su inventario y haciéndome perder los nervios por la expectación, habló.
-Diría que tienes unos 23 años. Una familia con dinero, eso sin duda. Tu moto último modelo y tu ropa de marca al igual que el rolex de doble esfera que llevas en la muñeca así lo dicen. Por tu actitud y el nivel de prepotencia que desprendes diría que no estás acostumbrado a un no por respuesta, y cuando lo recibes haces todo lo posible y lo imposible porque se haga tu voluntad. Con eso me refiero a que eres el niño lindo y consentido de la casa.
»Estás acostumbrado a que cuanta mujer quieres, cuanta mujer debes tener. Te la pasas de fiesta en fiesta y la responsabilidad brilla por su ausencia. Apostaría que este papel de noble caballero que acaba de adoptar, no es más que una farsa para conseguir algo que aún no logro descubrir y que si le contaras a alguno de tus amigos lo que estás haciendo supuestamente por buena obra, ninguno te creería. ¿Me equivoqué en algo?
Mis hombros se tensaron y apreté la mandíbula en respuesta. No me voy a engañar, cada una de sus palabras encajaban a la perfección conmigo. Había descrito al maldito playboy de cualquier película. Lo que me extrañó fue que alguien que no conocía hace más de 30 minutos, supiera descifrarme con esa facilidad. Por primera vez en años, me sentí vulnerable y no sabía si debía alejarme o acercarme aún más.
Sus ojos me miraban interrogantes esperando una respuesta. Pero lejos de lo que ella esperaba decidí jugarle con la misma moneda. Comencé a mirarla. Su cara ya estaba más serena, aunque aún quedaba rastro de las lágrimas. Esos tormentosos ojos grises que me miraban con curiosidad aún estaba hinchados.
Unos diminutos dientes blancos quedaron a la vista cuando mordió su labio inferior. Haciendo que mi imaginación volara hacía escenas nada decentes.
Usaba una camisa de tirantes blanca muy holgada con una tela tan fina que pude sentir sin problema alguno lo delicada piel que cubría cuando aún la tenía entre mis brazos. Unos ajustados vaqueros que se ceñían a una cadera y un cola de escándalo. ¡Maldición! si tuve que controlar mis manos para no tocarla cuando aun la sostenía.
Dios sabe que me costó esta vida y parte de la próxima el no hacerlo. Por último unas all star, su outfits no estaba nada mal se notaba que le gustaba estar sencilla, pero no por eso pasaba desapercibida ante nadie.
-No soy tan bueno en las suposiciones, soy más de descubrirlas de a poco. De ti solo sé que cuando lloras no miras al cruzar la calle, cosa por la que puedes tener un accidente o peor aun, tener a un completo desconocido en tu casa poniéndote guisantes congelados en tu tobillo- me interrumpo al ver el gesto de su cara- ¿Tan malos chistes hago?- pregunto tras la mirada de reproche que me lanza.
-No sabía que era un chiste. Pensé que solo recalcabas los hechos.
-Algo parecido, en fin que me tocará pasar un curso de adivino para.. -no termine porque en el momento que decidí alzarme perdí el equilibrio, al chocar con la punta de la mesita donde estaba sentado y caí de culo en el suelo.
Su carcajada había merecido por completo la pena. Si debía hacer el tonto para conseguir esa sonrisa de nuevo sin duda lo haría. Era hermosa, y más cuando intentaba ponerse seria pero la risa la atacaba una vez más haciéndola poner las manos a la boca y limpiarse una lágrima que se le escapaba de la comisura de los ojos. Me sentí completo al saber que por un corto período de tiempo, pude borrar esa máscara de tristeza y sustituirla por una sonrisa.
Me levanté y le devolví su móvil. Me moría por seguir allí y arrancarle una y otra de esa risa que era como música para mis oídos, pero sabía cuándo era suficiente y cuando había poner la retirada.
Aquella chica no era como las demás y si quería conocerla más tendría que sacar el manual de conquistas del abuelo. Algo me decía que con ella iba a tener que desempolvar todo lo aprendido.
-Te recomiendo que dejes la pierna en alto y lo mantengas en frío el mayor tiempo posible. Mañana lo agradecerá. Fue un gusto conocerte Kaia- me atrevería a decir que vi un atisbo de tristeza en su rostro, pero desapareció tan rápido como llegó, por lo que no estaba del todo seguro.
-Igualmente Aaron, aunque no se si las circunstancias fueron las más adecuadas. Pero gracias por traerme a casa- asentí y atravesé la puerta lentamente con el oculto deseo de que me llamara, pero no lo hace.
Acomodo mi chaqueta una vez estoy en el pasillo, reviso mi móvil y no puedo evitar la sonrisa de victoria que se adueñó de mi cara cuando vi su número registrado.
-Aquí es donde empieza la fiesta princesa.