La noche acunaba una de las mayores ciudades del crimen. Las estrellas brillaban por toda Ciudad Gótica, iluminando el camino de cada persona.
Jason y Damian terminaban de acomodar sus oscuras vestimentas que habían usado en los últimos días. Escondían sus armas en las mochilas y dejaban todo asegurado antes de salir.
Ambos compartieron una mirada fugaz, antes de salir del apartamento y correr sobre los edificios hasta detenerse a tomar un breve descanso.
—Así que debemos buscar ese estúpido collar, pero no sabemos dónde se encuentra, —se quejó el menor.
Jason asintió. Caminó hasta el borde del edificio y miró hacia abajo—, buscamos una aguja en un pajar.
Damian se posicionó a la par de su hermano, pero a diferencia de éste tomo asiento, dejando caer sus piernas al vacío.
Ese mismo día, Jason le había comentado sobre ese collar del que no tenía la más mínima idea y todo lo que Mila le llegó a explicar sobre él; lo cual no era demasiada información. Incluso se cuestionaba a cada momento, si en realidad esa misión era algo elaborado por Acertijo, gracias a las exiguas pistas que tenían.
—Estamos acorralados, —sentenció el menor—, Mila no sabe dónde se encuentra y si vamos con Víctor...
—Tampoco sabemos si él conoce sobre "el Ojo de Obsidiana".
— ¿Me estás diciendo que estamos perdidos?
El mayor negó reiteradas veces sin evadir la mirada molesta de su hermano—, si lo dices de ese modo...
—Sí, sí. Como sea.
Los dos se quedaron callados tratando de idear una nueva estrategia que resultara lo suficiente buena para dar con el paradero de ese colgante. Pero lo único que consiguieron fue estrés.
—Vamos a la mansión donde fue secuestrada Mila, —exclamó Jason, ganando una ceja alzada por parte del joven de piel canela que hasta el momento no había mostrado expresión alguna ante la situación—, podríamos encontrar algo, —trató de convencer al pelinegro.
—Ya investigaste ese lugar cientos de veces, —protestó el menor—, será una pérdida de tiempo.
Jason negó—, esta vez estaremos juntos, —la confianza con la que hablaba era suficiente para incentivar a Damian a continuar con ese improvisado plan—, no perdemos nada.
—Solo tiempo.
—Tal vez, —expresó el mayor con una sonrisa confianzuda.
El dúo se puso de pie. Miraron hacia abajo, donde una caída de al menos doscientos metros los esperaba. Una fuerte oleada de escalofrío recorrió el cuerpo de Jason; mientras que la respiración de Damian era más fluida de lo usual.
Los hermanos saltaron del edificio.
Antes de tocar el suelo, engancharon sus cables y se movilizaron de un lado a otro. El viento rozaba las partes descubiertas de sus rostros y el aire que entraba a sus pulmones se sentía demasiado puro al abrirse paso por sus pulmones.
El par se detuvo al saber que su destino estaba cerca.
A diferencia de otras partes de la ciudad, donde todo era bullicio y luminosidad; los alrededores de Gótica y la mayoría de callejones, era lúgubre y sombrío.
—Se ve aterrador, —Damian, percibió a duras penas una desgastada mansión que era completamente oculta por una cantidad desmesurada de árboles secos y el disparejo césped que parecía no haber sido cortado desde hace años.
—Y por dentro es peor.
Jason fue el primero que comenzó a caminar entre la arboleda, seguido de Damian, quien no dejaba de apartar con rudeza, las ramas que le rebotaban en el rostro.
Al encontrarse frente a la mansión, el par se detuvo frente a ella, viendo lo deteriorada que estaba. No obstante, a pesar de lo desgastada que se encontraba, aun se mantenía en pie,
La puerta generó un chirrido irritante al ser abierta. Los dos entraron con mucho sigilo, tratando de hacer el menor ruido posible para evitar cualquier incidente. Pero eso era casi imposible gracias al contacto de la suela de sus zapatos contra la madera desgastada bajo sus pies.
— ¿Ese es Black Mask?, —susurró Damian al ver aquel característico cuadro del hombre, antes de haberse desfigurado el rostro.
—Sí.
—Que atractivo, —murmuró el menor.
Jason asintió—, eso mismo dije cuando lo vi, —coincidió con su hermano, quien no dejaba de ver la imagen.
Los dos siguieron caminando por la planta baja hasta llegar a las grada que dirigían a las habitaciones principales.
—En estas recámaras encontré sangre, —informó el adulto pasando de largo.
— ¿Sabes a quien le pertenece?
El joven Todd negó—, no tengo la tecnología para registrar las muestras de sangre y no le dije a..., —éste se abstuvo a decir el nombre de su mentor por precaución a ser escuchado, por lo que decidió ignorarlo—, no se lo dije porque no tuve la ocasión para mencionarlo.
Damian frunció el entrecejo y remojó sus labios con la lengua, sintiendo esa textura agrietada a causa del clima helado—, ¿tienes las muestras contigo?
Jason removió su mochila de la espalda y de ahí sacó unas bolsas de seguridad en donde tenía la evidencia.
El menor la tomó con cuidado entre sus manos. Luego de sacar un dispositivo tecnológico, escaneó la muestra y esperó unos minutos hasta obtener los resultados.
— ¿De dónde sacas todos esos artilugios, enano?
—Tengo mis contactos, —se mofó el más bajo.
Hasta ese momento, Damian no se había inmutado ante las diversas escenas que la casa manifestaba; aunque ya podía hacerse una idea de lo sucedido.
Un sonido alertó al mayor de los dos. Pero simplemente era el artefacto que su compañero tenía en sus manos.
—Ya están los resultados, —informó sin despegar la vista de la pequeña pantalla.
El joven se caracterizaba por ser alguien meticulosamente inteeligente. La primera vez que se quedó con su padre, había bastado un par de días para que comprendiera los algoritmos de la baticompuradora y la diferente tecnología que le permitió recrear casi todo en un dispositivo más compacto que le ayudara en las misiones. Aunque a diferencia de su padre, tenía mucho que mejorar.
La seriedad de Damian se iba desvaneciendo por completo mientras veía hacia la pantalla. Los párpados los tenía levemente elevados, mientras que la quijada, descendía poco a poco hasta ser muy notable detrás de la capucha que tenía puesta.
— ¿Qué sucede?, —trató de indagar Jason.
Aunque el pelinegro intentó hablar, el nudo que iba desde la garganta hasta su pecho se lo impedía.
Jason le arrebató el dispositivo y comenzó a ver lo que decía cada línea. Conforme su vista bajaba hasta llegar al final; terminó con una expresión similar a la de su hermano.
—No tenemos nada, —susurró Jason con las manos temblorosas. Tenía los párpados tensos y miraba hacia una de las habitaciones de manera dura—, ¿no sabes de quien se trata?
Damian negó—, el dispositivo no funciona así, —un vacío se formaba poco a poco en su pecho con solo ver la luz de la pantalla—, necesito registros previos. O tal vez...
— ¿Qué?, —los ojos verde azulados de Todd reposaron sobre la silueta de su hermano, quien permanecía viendo hacia un punto fijo, como si le fuera a dar la respuesta a sus problemas—, o tal vez, ¿qué?, —insistió.
El menor guardó silencio y miro con seriedad a su hermano. Con una mano comenzó a realizar ciertos ademanes captando la atención del mayor. Al cabo de unos segundos, Jason realizó unos ademanes similares, acompañado de vez en cuando por unos descarados sonidos de molestia que soltaba de vez en cuando.
Damian frunció el entrecejo y volvió a mover las manos esperando una respuesta por parte del mayor.
Con el objetivo de no divulgar más información de la necesaria, los dos se habían comunicado en lengua de señas para llegar al acuerdo de quien se infiltraría en la baticueva y utilizaría el fenotipado de ADN que tenía Bruce y así, saber más sobre las víctimas y no sólo poseer los escasos datos de la edad y sexo que tenían en ese instante.
—Bien, —el mayor fue el primero en romper el silencio luego de entrar en razón—, queda en tus manos. No pienso tener más problemas con tu padre.
El pelinegro rodó los ojos y caminó hasta una de las habitaciones ignorando por completo a su compañero de equipo. Analizaba cada rincón sin guardar detalles importantes en su mente; pero lo único que le era de mucha utilidad, era la sangre que ya tenían como muestra.
Jason dejó a Damian en esa recamara mientras caminaba en dirección de la que parecía ser de los adultos.
Justo en el marco de la puerta, se quedó paralizado al ver la habitación. Se encontraba intacta. Ni un rastro de sangre y todo en perfecto orden. A paso lento, caminó inspeccionando cada mueble. Revisó debajo de la cama, adentro de los armarios y en cada cajón pero simplemente, las cosas estaban en perfecto estado.
Tomo asiento en la cama matrimonial y nuevamente miró lo que tenía frente a él. A pesar de no haber rastro de forcejeo, las capas de polvo eran demasiado visibles al igual que en otros lugares de la casa.
— ¿Nada?
La voz de Damian lo desconcentró provocando un brinquito en donde estaba, pero después de recobrar la compostura, miró a su hermano y negó con decepción.
Jason miró en dirección a la ventana y caminó hasta admirar la vista que le brindaba. Un sentimiento de nostalgia lo invadió repentinamente. Todo se veía tan triste y desolado. Y aunque era época en el que las hojas de los árboles se escaseaban; la flora de ese lugar, parecía haber sido devastada desde hace muchos años atrás.
— ¡Hey!
El mayor miró a su hermano quien tenía el entrecejo fruncido y sujetaba con delicadeza un trozo de papel.
—Tienes que ver esto, —volvió a hablar Damian agitando lo que tenía entre sus manos.
Jason se acercó. Pudo ver que se trataba de una fotografía. La tomó en sus manos con gentileza y empezó a analizar el rostro de las personas que se encontraban en ella.
Un hombre de cabellos dorados tenía a una niña en brazos que reía mientras mostraba sus dientecitos y no dejaba de ver a la otra niña que era cargada por una mujer de iguales cabellos.
—Todos parecen felices, —murmuró Jason.
—Mira bien la imagen, —ignoró esas palabras el más joven.
El antihéroe volvió a posar sus ojos verde azulados en la foto y la acercó un poco más, tratando de comprender.
— ¿Qué ves ahí?, —con esa indagación, Damian trataba de que su hermano comprendiera el punto al que quería llegar.
—La familia de ricitos de oro.
El más joven se llevó la mano a la frente, dándose un par de palmadas. Tratando de controlar su eufórica respiración, volvió a señalar la foto—, míralo bien, —dijo recalcando cada palabra.
Jason observó nuevamente la imagen con más detenimiento. Miró como un colgante de tonalidades rosadas, reposaba en el cuello de la mujer y tenía la misma forma que los otros collares que tenían las niñas.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal del mayor al comprender de qué iba tratando la situación. Incluso, sentía como la habitación se volvía pequeña, hasta el punto de ser asfixiante.
Ambos hicieron contacto visual una última vez, antes de escabullirse por toda la ciudad hasta llegar al apartamento.
Damian, fue el primero en quitarse la capucha para tomar una gran bocanada de aire y encender la calefacción.
Jason, entró con el mismo sigilo que su hermano y cerro las ventanas, cubriéndolas con las cortinas para evitar cualquier tipo de distracción.
—Mierda, —murmuró, sacando la foto y observándola otra vez—, ¡mierda!
—Tengo una hipótesis, —interrumpió el menor, tomando asiento en el sofá—, pero no es algo seguro. Solo...
—Dilo, —le respondieron de manera tajante.
—Creo que es más que evidente sobre quien es el padre de Mila.
Jason asintió con el entrecejo arrugado y los labios fruncidos. No despegaba su gélida mirada de la fotografía. Era algo que veía venir. Pero muy en el fondo, con esa agrura que sentía recorrer todo su cuerpo, quería que Lyudmila Romanov se lo hubiera dicho. Solo quería que saliera de su boca. Nada más.
Damian se levantó al ver a su hermano contemplando la imagen en sus manos. Comenzó a abrir los cajones hasta que regresó con una página de papel y un lápiz. Con un poco de rapidez, hacía trazos poco entendibles sobre la hoja. Conforme arrastraba la punta del lápiz, todo iba a cobrando forma.
—No soy estúpido, Damian, —se quejó sin siquiera ver lo que hacía el menor—, ya sé en qué estás pensando... y yo también lo creo.
El aludido arqueó la ceja, se cruzó de brazos y se recostó en el sofá sin siquiera quejarse de la áspera actitud que estaba teniendo su hermano. Aunque quería decirle algo más al respecto, prefirió quedarse callado—, bien, te escucho, hermanito—, se mofó, recalcando la última palabra.
—Idiota, —se quejó.
— ¿Y bien?
Jason tragó grueso mirando una última vez la foto que le provocó un manojo de nervios.
—Los collares de ellas, —comenzó a decir moviendo suavemente la fotografía—, deben colocarse en el árbol que vimos en aquella sala.
Damian asintió y movió la mano derecha a modo que continuara hablando.
—Y supongo que también llegaste a esa deducción, por la referencia que te di con el cofre de Mila.
Y Damian sonrió. Comenzó a asentir lentamente sin despegar sus ojos verdes de la corpulenta figura frente a él—, el cofre es un esquema del árbol.
Jason se llevó su dedo índice y pulgar al puente de la nariz, mientras cerraba sus ojos en busca de concentración.
—La pregunta es, ¿cómo posicionamos esos collares?, —prosiguió hablando el más joven.
El pelirrojo comenzó a hacer unos ademanes para que se detuviera. Aún continuaba procesando cada palabra y su hermano seguía agregando más y más.
—Me estás diciendo que ahora no solo debemos buscar un collar, sino dos, —Jason se levantó ofuscado y comenzó a dar vueltas sin siquiera mirar a su compañero—, y de paso, debemos averiguar cómo colocarlos en el árbol, para abrir esa maldita puerta, —se quejó tomando más bocanadas de aire—, porque en definitiva eso es una puerta.
—Sí, así es.
La tranquilidad con la que se mantenía Damian generó un grito ahogado por parte del antihéroe. Uno que tuvo que suprimir para no molestar a los vecinos de ese edificio.
— ¡Por un demonio!, —se quejó sin ver al hijo de Bruce.
El menor subió y bajó una sola vez las cejas, al mirar la reacción que tenía su hermano—, ¿quieres calmarte?, —y el semblante cambió por uno de fastidio—, si resulta ser cierto, significa un gran avance.
—Y, ¿si no es así?
—Entonces habremos perdido tiempo. Lo que implica que perdimos una gran ventaja.
Nuevamente, Jason cerró los ojos con frustración, dejando escapar un sonoro suspiro.
—Pero estoy muy seguro de que nuestra hipótesis es cierta.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque nunca me equivo...
—Eso no basta.
Los dos se sumieron en un silencio, esperando a que alguno hablara.
—Sé que estamos en lo correcto, —volvió a hablar Damian—, porque es la única explicación coherente que hay, —la seguridad con la que se expresaba, hacía que el mayor le prestara la mínima atención sin dejar de ver la pared que tenía enfrente—, crees que si esa hipótesis no tuviera sentido, ¿te la hubiera dicho en primer lugar?
Jason negó. Había dado un buen punto. A pesar que su hermano aún era menor de edad, siempre fue considerado como alguien maduro a nivel intelectual y demasiado riguroso en sus misiones. No era alguien que se dedicara a bromear y mucho menos, restar importancia a situaciones en las que se encontraba en juego la vida de terceros. O al menos, ya no era así desde que estaba viviendo bajo la tutela de Bruce Wayne.
—Jason, —lo llamó—, míralo de este modo. Esos tres collares son la llave y...
—La figura del árbol es la cerradura.
Damian asintió sólo para agregar—, y estoy seguro de que esa pared es una puerta.
La analogía tenía demasiado sentido para los hermanos. Nunca imaginaron que terminarían buscando otro collar aparte de los que conocían.
—Tenemos el "Ojo de ámbar", —afirmó el mayor sin dejar de observar la fotografía. A su vez, solo podía pensar en que Mila estaba a salvo sin ese collar. O al menos eso quería creer.
—Falta el "Ojo de obsidiana", —prosiguió hablando el más joven, haciendo referencia al colgante de la hermana menor de Lyudmila—, pero el collar que trae puesto la mujer de la foto...
Un silencio resguardó el apartamento. El tamborileo que ejercía Jason con el pie derecho, provocó que Damian le lanzara un cojín para que se detuviera. Pese a la acción brusca, el mayor comprendió que requería concentración total, por lo que paró de emitir ese irritante sonido.
—Dijiste que Raven nos puede ayudar, —interrumpió Jason—, tal vez, si vamos con ella...
—Se encuentra en misión, —se limitó a responder sin mirarlo a los ojos—, pero tengo otras alternativas.
Jason levantó una ceja en respuesta y se cruzó de brazos, esperando alguna otra idea.
—Podríamos ir con Zatanna o, —Damian guardo un minuto de silencio antes de pronunciar el nombre de ese sujeto que solo le causaba incomodidad al pensar en la vida tan liberal que tenía—, Constantine, —pronunció con recelo.
El mayor suspiró con una breve sonrisa en los labios y asintió—, vamos con ella.
Damian movía la cabeza de arriba abajo y se recostó en el sofá sin dejar de ver el techo. Transcurridos un par de segundos, se sentó de golpe con el semblante molesto al percatarse que su hermano no le quitaba los ojos de encima.
— ¿Ahora?, —dijo al ver que ya se encontraba con la capucha puesta.
—Ahora, —afirmó dirigiéndose a salir por la ventana.
Damian comenzó a quejarse al ponerse la capucha hasta el punto de convertirlo en una rabieta innecesaria que fue silenciada por Jason.
— ¿Qué haces?, —el pelinegro captó la atención del pelirrojo que estaba con un pie afuera de la ventana.
—Ir donde...
—No seas idiota, —protestó Damian sin quitarle la mirada de incredulidad—, no se encuentra en Gótica en estos momentos.
El ojo derecho de Jason comenzó a temblar y el rechinido de sus molares hizo que el menor retrocediera un par de pasos—, ¡¿Cómo piensas...
— ¡Cálmate!, —respondió, sacando aquel dispositivo que lo acompañaba a cualquier lado—, yo me encargo.
—Sí, como no, —murmuró hasta acercarse al pelinegro.
Esa acción que simplemente fue ignorada por Damian, mientras se encontraba ocupado tecleando el dispositivo que tenía entre sus manos.
Al cabo de unos minutos, la sala se fue iluminando de una luz muy intensa de tonalidades celestes. Unas líneas se fueron trazando en el suelo del lugar hasta completar la figura de una estrella, rodeada por un círculo.
—Mierda, —habló repentinamente el menor.
— ¿Cómo que "mierda"? , —Jason habló con voz cortada, esperando una respuesta por parte de su hermano. Pero fue demasiado tarde.
Tenía los ojos cerrados al sentir como todo a su alrededor daba vueltas, hasta el punto de querer vomitar.
Damian, por su parte, se encontraba paralizado, esperando a que todo se detuviera y dejara de sentir aquella agitación en todo su cuerpo.
—Ya pueden abrir los ojos, —se escuchó una voz femenina.
Los dos hicieron caso omiso al dulce tono con el que eran llamados y se dedicaron a quedarse estáticos por un par de minutos más.
—Chicos, —volvió a llamar aquella voz—, chicos, todo está bien; ya pueden abrir los ojos, —la mujer de largos cabellos, negó con una sonrisa en el rostro y pensó un par de segundos en que para la próxima vez que transportara alguien, utilizaría un hechizo más adecuado—, ¡chicos!
—Maldición, —el primero en hablar y abrir los ojos fue Jason. Con la mano derecha se palpó el cuerpo y luego el suelo—, estoy vivo, —murmuró con alivio.
Damian abrió los ojos y miró a su alrededor. Su rostro de sorpresa cambió por un semblante más serio y se puso de pie, recobrando la compostura que lo caracterizaba.
—Pudo usar el otro hechizo, —reclamó observando todo el lugar.
—Lo siento, —la pelinegra juntó sus manos y sonrió como disculpas ante el cometido—, pero fue el primer hechizo que vino a mi mente. No volverá a ocurrir.
Damian asintió con calma y se acercó hasta la maga que los veía con curiosidad.
—Necesitamos su ayuda, —el menor terminó hablando con la mujer, siendo muy detallista con cada palabra que salía de su boca para no agregar tanta información y tampoco omitir lo que resultara relevante para la misión.
Era la primera vez que Jason veía en persona a Zatanna Zatara. De ella solo había escuchado anécdotas por parte de Damian y Dick Grayson, sobre todo éste último; con el cual se esteró que mantuvo una relación la cual terminaron como buenos amigos.
Hasta el momento se había mantenido callado y solo presenciaba a su hermano platicar tranquilamente con la mujer. De lo poco que tenía de ver la interacción de los dos, Damian mostraba un gran respeto hacia la maga.
"Increíble", pensó sin para de ver a los dos. Miró la hora en el reloj del lugar en el que se encontraban. "Llevan más de cinco minutos hablando y Damian está siendo todo un caballero", volvió a cruzar por su mente. Un par de segundos más bastaron para darse cuenta de la apariencia de Zatanna y sonrió. Era idéntica a la compañera de la academia a la que asistía su hermano.
— ¡Hey!
La voz del menor, sacó al antihéroe de aquel trance por lo cual se ganó una mala mirada.
—El cofre, —repitió Damian con amargura. Al ver que el segundo Robin se había quedado estático, se acercó y jaló la mochila de su compañero para buscar el objeto. Sin embargo, fue arrebatado antes de que pudiera ser encontrado.
—Toma, —dijo Jason, extendiendo el objeto a la maga.
Ésta lo sujeto con ambas manos y comenzó a inspeccionar cada ángulo. Con sus dedos trazaba cada decoración y no dejaba de acercarla a su rostro en ciertos momentos.
—Tiene rastros de magia.
Los hermanos miraron sorprendidos a la mujer y luego se dieron una fugaz mirada al darse cuenta que Lyudmila les había dicho la verdad al respecto.
—Para abrirla necesito sangre del propietario.
Jason soltó un bufido y comenzó a asentir a todo lo que Zatanna decía, pasando de largo cada palabra.
—No tiene nada, —se quejó el mayor, del cofre—, lo sé porque lo abrimos juntos, —al percatarse de lo que había dicho, comenzó a tartamudear y a corregir sus palabras anteriores; causando un par de burlas por parte de Damian—, me refiero...
—Entiendo, —Zatanna sonrió y con las manos realizó un ademán para tranquilizar al joven—, pero igualmente necesito su sangre. La energía que transmite indica que hay algo más.
Jason negó y se sentó en una silla que tenía cerca, tratando de meditar la situación a la que se enfrentaban—, entonces, ¿qué hago?, —cuestionó a los dos presente—, ¿llego dónde ella y le pido sangre?
Damian y Zatanna se miraron rápidamente y posaron sus ojos sobre el antihéroe. Un movimiento de cabeza bastó para que Jason volviera a lloriquear y se echara hacia atrás, yéndose de paso con todo y silla.
—Es un gran paso para la misión, —continuó hablando la maga—, ese objeto les da mucha ventaja porque es un mapa, —dijo refiriéndose al cofre.
—Zatanna tiene razón, —esta vez fue Damian el que habló—, estamos tan cerca...
—Bien, —exclamó Jason, levantándose del suelo—, hagámoslo. Quédate con el cofre hasta que traiga lo que me pediste...
—Un par de cosas más, —Zatanna volvió a hablar, captando la atención de sus invitados que iban camino a la salida—, quiero que me autoricen para involucrar a Constantine y...
El más joven del grupo soltó un quejido que hizo reír a Jason; de lo cual ganaron una mala mirada de la mujer que los estaba ayudando.
Para todos los presentes, era más que evidente el disgusto que le causaba Constantine. Sin embargo, la razón de su disgusto hacia el hechicero de cabellos dorados, era un enigma para todos.
A excepción de Raven y el propio Constantine, que eran testigos de la justificante del accionar que tenía Damian.
Todo sucedió en una misión en la que se vieron involucrados con fuerzas sobrenaturales y magia negra; por lo que tuvieron que recurrir por poderes más experimentados. Lo más incómodo, fue la cantidad desmesurada de parejas que el hechicero encontraba a cualquier lugar que iban y, no menos importante para el menor de los Wayne; la inmadurez y despreocupación con la que se expresaba de cada situación a la que se afrontaban. Si había una palabra con la que el joven lo podría vincular, era "desastre".
— Y, ¿por qué tiene que ayudarnos él?, —cuestionó con disgusto, Damian—, ¿no puede ayudarnos alguien más?
Zatanna sonrió con dulzura y negó con paciencia—, el cofre trabaja con tecnomagia blanca, —caminó hasta llegar a Damian y colocarle una mano en el hombro—, nos necesitarán a ambos.
Resignado a ello. Se abstuvo de asentir y cruzarse de brazos. Tanto que se prometió no volver a trabajar con John Constantine y ahora estaba solicitando su ayuda de manera indirecta.
—Bien, —bufó el pelinegro quien conectó sus rasgados ojos verdes, en el par de cielos con los que la maga lo miraba.
Con un leve rubor se separó de ella y volteó a ver a otro lado, dándole la espalda. Algo de lo que se arrepintió después, ya que Jason lo veía con una sonrisa burlesca por la actitud tan bochornosa y poco ética.
—Creo que es hora de irnos, —Jason fue el primero en hablar para aligerar el ambiente.
Éste, se acercó hasta la fémina y estrechó su mano como signo de confianza que le tenía en esos tiempos tan desesperados.
Acción que fue muy bien recibida por parte de ella.
—Una última cosa, —interrumpió Damian, que llamó la atención de los mayores—, serías de mucha ayuda si no dices nada a...
—No te preocupes, —Zatanna sonrió en respuesta—, no diré ni una palabra.
Los hermanos se acercaron hasta quedar en una distancia prudencial para ser transportados al apartamento de Jason.
Zatanna comenzó a decir unas palabras que para sus oídos eran incomprensibles y al cabo de unos segundos, un portal se abrió frente a ellos.
—Antes de irme, ¿puedo decir algo?, —comentó el antihéroe.
A lo que la fémina daba una señal de aprobación; Damian negaba empujando a su hermano para que pasara al otro lado e irse lo más pronto posible.
—Dick es un imbécil por dejarte, —continuó hablando Jason.
—En realidad él no me dejó, —dijo Zatanna entre risas—, fui yo.
Jason paró en seco, por lo que a su compañero de equipo le fue más difícil empujarlo.
— ¿Tú?, —pausó el segundo Robin sin poder creerlo—, si Grayson es quien siempre termina las relaciones.
— ¡Pero con ella no!, —protestó el menor con impaciencia—, ahora, ¿¡podemos irnos!?
—Increíble, —halagó el mayor, ignorando por completo al más pequeño.
Zatanna negó al ver a los dos jóvenes atravesar el portal y quedar al otro lado de este sin despegar miradas.
—Ni se te ocurra volver con Grayson, —gritó Jason, desapareciendo en las penumbras del apartamento—, no alimentes su ego.
Damian, quien se encontraba aún frente al portal; suspiró con desaprobación por la actitud de su hermano y movió la mano para despedirse de la maga.
—A mi si me gustaría que volvieras con el idiota de Grayson, Zee, —murmuró el apodo con el que la llamaba su hermano mayor.
Con una sonrisa nostálgica en el rostro, Zatanna comenzó a cerrar el portal sin dejar de ver al niño frente a él. Aún recordaba el día en que conoció al actual Robin; tan solo tenía trece años y ahora estaba a meses de convertirse en un adulto.
—Todo a su tiempo, Damian, —respondió luego de quedar a solas.
Caminó hasta una silla hasta sentarse y ahí se cruzó de piernas para comenzar a conjurar un hechizo. Las luces de la habitación parpadearon. Todo se volvió oscuro. Una luz celeste se formó entre las manos de la pelinegra, siendo la única fuente de iluminación en el lugar. La pequeña silueta de humo de dos personas abrazadas apareció entre sus manos.
Con una sonrisa casa imperceptible, esfumó el recuerdo de lo que fue un amor tan puro en aquellos años en los que no tenían que preocuparse y aún no comprendían por completo el significado de la vida.
Jamás negaría que su relación con Dick Grayson fue un vaivén de emociones. Pero en el fondo, siempre estaría agradecida por todo lo que vivió junto a él hasta el día en el que tomaron caminos diferentes.
Así como la famosa maga tenía sus pensamientos atados a su pasado. En otro lugar, Damian y Jason tenían un nudo en sus cabezas, tratando de planear el siguiente paso que querían llevar a cabo.
—Tengo una idea, —inició hablando el menor.
— Por qué cuando tienes una idea, ¿siempre dices algo que nos puede meter en problemas?
Damian puso los ojos en blanco y mostró su dedo medio con recelo—, ¿y por qué tú nunca tienen alguna idea que sea de ayuda?
Jason miró indignado a su hermano y se cruzó de brazos, tratando de mostrar superioridad—, escucha, mocoso...
—Sí, sí, —lo interrumpió abruptamente—, no me importa.
El mayor estaba a punto de protestar, pero nuevamente su compañero impidió que siguiera con sus constantes quejas.
—Hasta el momento, Red Hood no ha conseguido mayor información con Mila, —Damian estaba cruzado de brazos y piernas, mostrando un porte naturalmente elegante que hacía juego con aquella mirada esmeralda con la que juzgaba a cualquiera que se posara frente a él—, pero Jason, sí que lo ha hecho.
—No.
—Todo será más rápido, —continuó argumentando el pelinegro—, Mila le tiene más confianza a Jason que a Red Hood. Así de simple.
—Pero...
—No compliques más las cosas, —suspiró con fastidio—, es por su bien.
Frustrado. Jason se llevó las manos al cabello, jalando de el con brusquedad hasta quedarse con unos cuantos mechones entre sus dedos.
Pensaba que era lo mejor para ella. Hasta el momento no había querido presionarla, para no causar más estragos en su quebrantada mente. Pero también era consciente que tenía en juego el factor tiempo ya que no eran los únicos que estaban detrás del linaje de Roman Sionis. Al fin y al cabo, todo lo que ese hombre hacía o decía, era equivalente a poder.
—Déjamelo a mí.
Damian asintió más aliviado. Miró como su hermano mayor aún tenía una mirada de duda, por lo que se acercó y acto seguido, posó su mano izquierda, tratando de reconfortarlo.
—El lunes regresamos, —informó el mayor.
—Bien, —el pelinegro se levantó y se dirigió a la recamara vacía de Roy para descansar—, cuando tengas la sangre de Mila, iremos con Zatanna.
—Y Constantine, —agregó con burla.
El de piel canela, hizo un gesto de desagrado y farfullando un "como sea", se adentró a la habitación para descansar.
Jason sonrió ante el accionar de su hermano. Se levantó del sofá y caminó con tranquilidad hasta su cama, donde se recostó y trató de conciliar el sueño.
Pero no pudo.
No podía dormir, teniendo tantas cosas en mente. Su cuerpo ya no trabajaba tanto como antes, sentía mucha pesadez y en algunos momentos parecía que todo a su alrededor no era real.
Se sentó rápidamente viendo toda su alcoba. Todo era oscuro. El silencio reinaba. Se sentía tan vacío. Dio una última mirada a todo su alrededor, finalizando en aquella flor de cerezo que comenzaba a marchitarse. Sonrió por inercia al recordar a Mila. Un tenue calor invadió su pecho, siendo esta reacción, la última en percibir antes de caer dormido.
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