Muchas voces sonaron a su alrededor, no podía entender las palabras, ya que se escuchaban como si estuviera bajo el agua, pero sabía que estaban discutiendo furiosamente.
Cuando abrió sus pesados párpados, se encontró con la expresión preocupada de Mu Qingfan. Sus oídos aún estaban inflamados por lo que podía escuchar las voces de sus hermanos marciales discutiendo fuera.
—Shen-Shixiong, ¿Cómo te encuentras? —preguntó mientras examinaba su pulso.
Había algo extraño en esta "ilusión", todos sus hermanos marciales parecían genuinamente preocupados por él, incluso podría creerlo.
Pero el mundo ya había mostrado su peor cara, haciendo que fuera imposible para Shen Jiu volver a confiar en nadie.
Antes de atreverse a quitar su mano, la puerta fue derribada, dando la bienvenida al Dios De La Guerra, Liu Qingge.
—¡Ese bastardo! Finalmente mostró su naturaleza. —escupió lleno de indignación.
Al encontrarse con los ojos impactados de Shen Jiu, rápidamente se retractó, pero su mirada no parecía mejorar.
—¿Por qué tiene esa cara? ¿Qué te hizo esa bestia?
Realmente, parecía haber visto a un fantasma.
Una tos incómoda salió de los labios de Yue Qingyuan.
—Liu-Shidi, eso fue muy grosero. —suspiró. —¿Está Shen-Shidi enfermo?
Mu Qingfan continuó analizando su flujo espiritual. Su mirada intrigada buscó intensamente.
—Encontré algo, pero no estoy seguro de lo que es, parece Qi demoníaco.
—¡Luo Binghe, bestia! —Bufó el Dios de la guerra. Rápidamente Yue QingYuan lo detuvo.
—Liu-Shid, aún no escuchamos la versión de Shen-Shidi.
La sensación abrumadora de ser mirado intensamente por estos tres hermanos marciales era sofocante. Shen Jiu aún creía que estaba en un pasaje onírico, por lo que optó por guardar silencio.
Al ver que no respondía, Mu Qingfan habló.
—Shen-Shixiong debería descansar adecuadamente.
Parecían reacios a marcharse, sin embargo, no podrían obligar al hierro a transformarse en cobre.
Aliviado de que finalmente lo dejaran en paz, Shen Jiu bajó la guardia, sin embargo, un abanico fue llevado a su punto de visión.
Liu Qingge lo había traído.
—Deberías cuidar tus pertenencias. —regañó. Esa acción tan sencilla generó un sabor amargo en su boca.
Tomó lentamente el abanico, y miró cautelosamente el rostro de su shixiong.
Esta cara que había visto algunas veces en el pasado era extraña y familiar a la vez, pero, a comparación con el pasado, no lo miraba con desdén.
¿Qué se supone que es esto? ¿Luo Binghe intentaba volverlo loco?
Soltó un simple "Mm" y lo recogió, no pudo evitar apretarlo con aprensión.
Hace muchos años que no tocaba un abanico.
Sin más preámbulo, el dios de la guerra salió de su cuarto dejándolo con un mar de dudas.
¿Qué estaba intentando Luo Binghe mostrándole todo eso?
Una brisa helada revoloteó en su mejilla, como pequeñas cuchillas de hielo, perforando su piel. Como si alguien lo estuviera vigilando.
Al girarse pudo ver que la ventana estaba parcialmente abierta.
Estaba tan cansado que ni siquiera la cerró y simplemente se quedó profundamente dormido.
Sin embargo, sus sueños eran confusos, como un recuento de toda su vida.
Tras haber recuperado algo de su energía, decidió enfrentarse a Binghe. Iba a morir de todas formas.
Sin embargo, no importó cuánto buscó, no logró encontrar a esa bestia en ningún lugar de la secta Cang Qiong.
Observó pacientemente cómo sus discípulos practicaban la espada y el instrumento de las siete cuerdas. No era que extrañara su puesto como maestro, simplemente había olvidado lo que era enseñar.
En primer lugar, porque a él no le gustaba ser un maestro, mucho menos enseñar a mocosos.
Fue una gran sorpresa encontrarse sobrepasado con un puñado de discípulos cuyos nombres no conocía. Lloraban como si hubiera muerto su madre.
Shen Jiu atesoraba su espacio personal. Rápidamente se deshizo del aprensivo puñado de discípulos y caminó en dirección aleatoria.
No tenía esperanzas en nada, pero eso no significaba que se dejaría pasar a llevar.
—Shen QingQiu, ¡TÚ, MIMADO! —llamó una mujer.
Una voz irritante
Al darse la vuelta se encontró con Qi Qingqi.
"Espera, ¿Como me llamó?"
—Te ves terrible, Qingqiu-Shidi. ¿Qué haces vagando por ahí? ¿Dónde está ese discípulo tuyo?
Con solo recordar que había despertado junto a ese discípulo, sintió su sangre helarse.
Qué desagradable.
Qi Qingqi caminó lentamente hacia él.
—Es normal tener discusiones de pareja de cultivo dual, Shixiong. Todos sabemos que ese discípulo tuyo tarde o temprano volverá a tus brazos a pedir disculpas de rodillas. No te agobies.
No lo decía con una intención puramente consoladora. La cara de póquer que había mantenido desde que despertó mostró signos de partirse en mil.
Se acarició el espacio entre las cejas.
—Las palabras de Qingqi-Shije son muy reconfortantes...
"¡¿Pareja dual?! ¡¿Qué mierda?!"
Un poco de sangre se filtró entre sus labios. Era peor que la tortura a manos de Luo BingHe...
Mientras ideaba un plan para deshacerse de su Shije, escuchó gritos provenientes de la cumbre Bai Zhan.
Los discípulos de Bai Zhan corrían como en una estampida gritando y gruñendo.
—¡Está allí! ¡Ese pequeño demonio Luo BingHe está entre los bambúes! —continuaron corriendo y lanzando sus espadas.
—¿Ves? Armó todo este alboroto solo por ti.
Pero el susodicho no apareció.
A Shen Jiu no le importaba, de hecho, prefería mantener lejos esa idea absurda de una relación retorcida entre maestro y discípulo.
—¿Por qué Shen QingQiu está fuera de su casa de bambú? ¿No estabas descansando? —preguntó, aún con su mala expresión, parecía genuinamente preocupado.
Estas personas que antes lo miraban con indiferencia en el pasado, ¿Por qué estaban actuando así?
El Liu que tenía frente a él lo despreciaba, incluso murió por su culpa.
Sin querer tener más interacciones con estas "ilusiones", Shen Jiu apretó sus puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos.
—¿Dónde está... Luo BingHe? —preguntó, aún dudando llamar a esa bestia por su nombre.
—¿No está siempre contigo? —preguntó con indiferencia el Dios De La Guerra.
Después de muchas visitas abrumadoras por parte de sus hermanos marciales, que curiosamente lo sobreprotegen de forma exagerada, Shen Jiu logró escapar a su casa de bambú.
Pero no podía dormir, una sensación desagradable inundó sus huesos con el solo pensamiento de que había compartido cama con un hombre, y ese era Luo BingHe.
Esas náuseas del pasado eran difíciles de contrarrestar.
Sin más remedio, bajó la montaña.
Shen Jiu no era idiota, sabía que Luo Binghe lo estaba vigilando, o tal vez evitando.
¿Por qué? Ya había sufrido por años en sus manos hasta que finalmente su alma pudo liberarse.
¿Por qué? Todos actuaban como buenos amigos, como si no lo reconocieran a él, como si fuera otra persona.
Shen Jiu estaba acostumbrado a ver el lado podrido de las cosas, que no podía evitar pensar en lo peor.
Estaba cansado de la sobreprotección que sus hermanos marciales tenían hacía él, por lo que deliberadamente buscó un lugar para descansar.
Ya que iba a morir otra vez, ¿Por qué no salir a visitar el pueblo por última vez? Tal vez se encontraría con esa joven de la pipa, quien también se fue al harén de Luo BingHe.
Vestido de túnicas verdes, sin miedo a ser reconocido, entró al Pabellón de Rojo Cálido y hurgó por todo el lugar.
En el pasado, después de que fue capturado en el palacio HuanHua, nunca más volvió a verla.
Aunque fuera solo una ilusión, realmente deseaba entrar. Había sido su lugar seguro durante mucho tiempo, y era un sentimiento complicado.
Sus ojos recelosos y cansados se encontraron con la mujer de la pipa, quien había cambiado su rostro al paso de los años. Ella le sonrió.
—¿Qué trae al inmortal a este lugar?
Solo quería una habitación para dormir. Su cuerpo se sentía débil, como si su energía espiritual fuera chupada desde adentro.
—Ha pasado mucho tiempo, Esta humilde pensaba que nunca vería al inmortal Shen merodear por aquí. Me temo que no sabría lo que su esposo me haría si se enterara...
El sabor metálico parecía surgir como un manantial en su garganta, ¿había escuchado mal?
¿Qué clase de mente enferma puede emparejarlos de esa forma a ambos? La relación maestro y discípulo nunca se había cuestionado, a pesar de su poderosa envidia por Luo BingHe.
Se sintió humillado y ligeramente divertido.
Mientras se sacaba las botas, una ráfaga de aire congelado levantó la cortina, dejándolo con una espantosa sensación de ansiedad y pánico.
Podía sentir vívidamente como su carne picaba y se consumía. Alguien lo está observando.
Pero al girarse, no había nada, solo la oscuridad reinaba afuera del pabellón Rojo Cálido.
Miró aturdido, hasta que la delgada mano de la mujer de la pipa aligeró su cinturón. Aliviando esa extraña ansiedad.
Solo venía a dormir de todas formas.
Hola🤡 es la primera vez que publico un fic en modo serio. Si ven errores díganmelo en los cometarios por favor
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Editado, estaré corrigiendo los siguientes capítulos c: