─ ¿Horacio?
─ Dime bebé...
El moreno giró sobre sí mismo dando la espalda al espejo de cuerpo entero de su habitación, Gustabo se encontraba sentado en la cama matrimonial mientras terminaba de sacarle brillo a sus zapatos formales.
─ Nunca pregunté ¿por qué el apuro? digo, solo han pasado cuatro meses desde que se comprometieron.
─ Pues... ─ Horacio giró nuevamente hacia el espejo y se enfocó en la tarea de anudar su corbata como había visto en un tutorial ─ solo no quería esperar más, ya no tenía sentido.
─ ¿Tú o él?
─ Ambos.
─ Digo... no es como si estuviesen apresurados por querer... emm consumar el matrimonio.
─ Ja Ja, que gracioso ─ Horacio terminó de anudar la corbata y la miró ladeando la cabeza concentrado ─ Solo queríamos empezar de una vez nuestras vidas, como familia, ahora que tenemos la libertad para hacerlo, eso es todo ─ satisfecho volteó y sentándose al lado de su amigo se colocó sus propios zapatos ya lustrados, le parecía que su matrimonio, al menos era una buena razón para usar ese incómodo tipo de calzado.
─ Pues bueno ─ Gustabo se puso de pie y alisó su pantalón ─ solo espero que me den sobrinos lo antes posible, no nos estamos haciendo más jóvenes y tenemos nuestros años encima.
─ Ya se verá, se verá, paciencia ─ Horacio ató su segundo calzado y se quedó mirando sus dos pies.
─ ¿Todo bien? ─ el rubio al notar su ánimo algo extraño se paró delante de él esperando que lo mirara.
─ ¿Tú crees que...?
─ Mira, si me preguntas si dudo que el novio ese tuyo se presentará en la ceremonia, mi respuesta es no, está más loco por ti de lo que es posible, lo sé, han sido muchos años conociéndolo y bueno, de eso puedo estar seguro ─ Gustabo observó como su amigo sonreía y soltaba el aire que estaba reteniendo ─ Ahora, si me dices que cambiaste de opinión y que quieres escapar de la ciudad también lo acepto, tengo el tanque lleno por si esto llegaba a ocurrir.
─ ¡Gustabo! ¡¿Cómo crees que le haría eso?! ─ Horacio se puso de pie y le dio un pequeño golpe en su brazo ─ Solo estoy nervioso, eso es todo.
─ Pues yo solo lo ofrezco por si acaso, nunca se sabe.
─ Nada... no pasa nada. Solo... ─ suspiró ─ jamás pensé sentirme tan ansioso y tenso... y nervioso... también abrumado... y...
─ ¿Cachondo?
─ Joder... no se puede contigo. Solo siento que esto no es real, que en cualquier momento me despertarán, y estaré secuestrado nuevamente ¿entiendes? que me vaya a casar es... irreal... demasiado perfecto para alguien como yo, y que sea con el amor de mi vida... es casi imposible de creer... Es que mira, ¿te acuerdas cómo fueron las cosas? es Volkov... que me corresponda ha sido casi inaudito, siento en parte que lo estoy obligando a esto y no es justo para nada.
─ Me parece recordar que fue él el que te pidió matrimonio.
─ Si pero...
─ Pero nada, si hay alguien a quien no se le puede obligar ha hacer algo que no quiera, ese es Volkov.
─ Tengo miedo Gustabo... nada ha sido fácil hasta ahora, y no lo será... pero siento que con él, a pesar de todo podré ser feliz, pero seré yo lo suficiente...
─ Te lo mereces Horacio, eso y más, créetelo, ese hombre está ahí esperándote y a estas alturas de seguro que te esperaría toda una vida si se lo pides.
─ Solo espero que podamos ser al fin felices.
─ Solo hay una manera de descubrirlo, y es seguir adelante.
─ Seguir adelante, como siempre lo hemos hecho...
─ Exacto ─ Horacio se quedó en silencio un rato y Gustabo lo rompió ─ Pues bueno, si tu estas listo vámonos tigre, que tengo que entregarte a ese ruso de los cojones.
─ Un respeto con mi futuro esposo, perro.
─ Futuro ─ Gustabo resaltó lo evidente ─ y aunque se casen no se le quitará lo ruso... es más, se te pegará más a ti, señor Horacio Volkov.
─ Ya te dije que eso está por verse, no nos preocupa para nada, solo son detalles.
─ Pues hombre, el detalle que vamos a tener que enfrentar si llegamos tarde, no quiero que se le arrugue más la frente de tanto fruncir.
Horacio rió del comentario de su amigo, ya que tenía en parte razón, ya no eran tan jóvenes como cuando se conocieron en la comisaría de Conway, los años habían pasado y sus agitadas vidas habían hecho mella sobre sus cuerpos, pero eso era lo de menos, esos mismos años los habían unido, y al fin podían disfrutar de su futuro juntos.
Sin decir más ambos se pusieron de pie frente al espejo, repasaron su aspecto y salieron de la habitación, esta estaba como nueva luego de la decoración que Horacio había dispuesto. Pensó que sería sencillo trasladar todo a su última y nueva casa, que recibirán en un mes exacto desde ese día, y que nuevamente juntos tendrían la oportunidad de decorar, con toques de ambos, como siempre lo habían hecho en todo lugar que compartían, pero esa vez se sentía distinto, se sentía más permanente, como si fuese ese a ser su hogar definitivo, en donde formarían al fin su propia familia.
Una vez en el piso inferior, se quedaron en la sala mirando el reloj, esperando los pocos minutos que quedaban para salir a la ceremonia, en donde los pocos amigos y conocidos que tenían estarían esperándolos para presenciar al fin la unión de sus vidas, al menos formalmente, ya que sus vidas se sentían unidas hace mucho.
❤
─ ¿Volkov? ─ Greco golpeó la puerta por segunda vez ─ ¿Todo bien ahí dentro? Estás tardando más de lo necesario para... para cualquier cosa.
─ Si... ya salgo...
Greco se alejó de la puerta y se sentó en uno de los sillones del departamento, revisó su celular y levantó la vista dejándolo a un lado cuando sintió a su amigo acercarse.
─ Iris dice que la gente ya está llegando, al parecer todo parece andar bien ¿y a tí qué te pasa? ─ el de barba se quedó mirando a Volkov luego de percatarse de lo pálido que estaba, más de lo normal.
Volkov caminó despacio, se sentó frente a él y tomó su cabeza con ambas manos. Suspiró sonoramente y empezó a balbucear.
─ ¿Crees que sea adecuado? no me siento suficiente para Horacio, ¿estaremos cometiendo un error? Él se merece mucho más, el mundo entero, y yo soy un completo desastre...
─ ¿Estás... llorando?
─ Si... no sé por qué... ─ Greco se sentó a su lado y posó una mano en su hombro ─ Horacio se merece mucho más...
─ Horacio te ama como eres Volkov, es más, diría que se enamoró de ti por como eres, y antes eras... bueno ya sabes... y él se enamoró de ti así.
─ Pero... sabes que yo daría mi vida por él, por su bienestar y felicidad...
─ Aja...
─ ¿Y si eso no lo obtendrá conmigo?
─ ¿Por qué lo dices?
─ Soy muy limitado en cuanto a sentimientos, si, he cambiado, el me ha hecho cambiar, pero para ser tan... tan... como él, que me da tanto, que me hace sentir tanto, que me expresa todo lo que siente... me falta mucho, no sé si algún día pueda corresponderle.
─ ¿Él te ha pedido eso? Me refiero... te ha dicho que le falta algo... que necesita más.
─ No...
─ Conozco a Horacio, y estos días que lo he podido volver a ver... ha cambiado, ha madurado, y también puedo decir que si algo le molesta o no le gusta, lo diría, sin pensarlo dos veces. Si algo necesitara de ti, te lo diría, eso quiere decir que no le falta nada, que... te ama así como eres.
─ ¿Podré hacerlo feliz? ─ Volkov sorbió un poco aún con el rostro oculto entre sus manos.
─ ¿Tu crees que serás feliz con él?
─ Por supuesto... me hace feliz cada segundo.
─ Entonces podrás hacerlo feliz, ya que en una relación la felicidad del otro es la propia, y si tu eres feliz él lo será, tenlo por seguro, el resto solo fluye, día a día, paso a paso.
Volkov se limpió las lágrimas con la mano y levantó la vista hacia su amigo.
─ Lo siento... no sé qué hubiese hecho si no venías... soy un desastre.
─ Va ni tanto ─ Greco observó que tenía la camisa arrugada y la corbata de michi sin atar, pero por lo demás parecía todo en su sitio ─ nada que una plancha no pueda arreglar ─ Volkov rió por lo bajo y le sonrió.
─ Me refería a...
─ Lo sé. Pero es normal, siempre mínimo uno de los dos llora, la verdad no pensé que serías tú ─ el de barba rió ─ Y las dudas también son normales, no es para menos en un día como este, créeme, me he casado dos veces.
─ Bueno... te creeré, ya que tienes más experiencia en este ámbito.
─ Anda, planchemos esa camisa y termina de arreglarte, no querrás que Horacio espere.
─ No, o me la cobrará luego.
─ Seguro que no con algo malo, pero apresurémonos.
Ambos, una vez listos, salieron del departamento semi amueblado. Ya habían empezado a vender algunos muebles o quedarse con otros, ya que su antiguo departamento ya no tenía sentido, habían decidido comprar una nueva casa y convertirlo en su nuevo hogar, y por más que se le ofrecieron ese departamento a Gustabo, este dijo que era demasiado lujo para él, y que prefería vivir más cerca a ellos, así que en una semana llegarían los nuevos dueños.
El camino se hizo un poco largo, pero llegaron a tiempo. Apenas eran unas 30 personas y el lugar estaba perfectamente adornado, de forma sobria y elegante, los toques de color azul resaltaban y la brisa que llegaba de la ciudad revolvía las telas de los adornos, el lugar estaba irreconocible, Volkov no podía creer la forma en que habían convertido su jardín junto a la piscina en un altar y como la pista de tenis de la casa de Horacio ahora era un salón de recepción con mesas y una pista de baile incluida. Había sido una buena decisión, despedirse de esa casa de ese modo.
Volkov se dejó guiar hasta el altar por Greco, luego de llegar se paró en su respectivo lugar, justo frente al altar, empezó a golpear el piso con un pie, como símbolo de su nerviosismo, ladeo de un lado al otro el cuello tratando de relajarse y cruzó sus manos sintiendo como sudaban también, sintió la necesidad de quitarse la corbata pero sabía que eso no era lo adecuado, así que no soportó más y cruzando frente a los invitados se dirigió a la pequeña habitación de su jardín, en donde guardaban implementos de jardinería y sus máquinas de ejercicio, cerró la puerta tras él y se sentó en una caja tomando su cabeza entre sus manos por segunda vez en el día.
❤
Afuera, Greco solo atinó a sonreír para evitar la preocupación de los invitados y sin dudar se dirigió a la casa, sabiendo que no era a él al que Volkov necesitaba, él ya le había dicho todo lo que podía y quién mejor podría entenderlo sería Horacio.
Entró sin tocar y encontró a Horacio apunto de salir.
─ Joder, justo a tiempo.
─ ¿Qué sucede Greco? ¿Tú no deberías estar en el altar con Viktor? ─ el rostro preocupado de Horacio podía reflejar que él tampoco se sentía completamente bien.
Greco nunca había entendido la tradición de que el día de la boda los novios no se podían ver y algunos eran más extremos y ni se hablaban, y eso fue lo que esos dos habían decidido, ahora sabía que erróneamente, porque ambos se necesitaban, ya que el único que podía calmar el miedo de cada uno, era la otra parte de esa relación, y sentir miedo y dudas ese día era naturalmente inevitable.
─ Todo está bien... ─ puso sus manos en sus hombros para que no entrara en pánico ─ Volkov está acá, no ha huido ni nada por el estilo ─ pudo ver el gesto de alivio del moreno ─ pero no lo está pasando tan bien, la verdad pensaba que ibas a ser tu el que entrara en pánico, pero bueno...
─ ¿Está bien? ¿Dónde está?
─ Está en la caseta que tienen cerca al campo de golf... creo que deberías ir a hablar con él, seguro que te necesita, y creo que tu también a él.
─ Vale, voy... ─ Horacio tomó el pomo de la puerta dispuesto a salir.
─ No te preocupes, tómense el tiempo que necesiten, Gustabo y yo nos encargamos.
Horacio solo asintió sonriendo a Greco y a su amigo y salió de casa. Inmediatamente recibió la mirada de los invitados y atinó a sonreír como si nada malo pasara saludando con la mano a algunos, se alejó dando pasos calmados aunque no se sentía así y llegando a la caseta suspiró antes de entrar sin tocar.
Cerró la puerta tras de sí y casi corre a abrazarlo cuando lo vio cubriendo su rostro y golpeteando el suelo con un pie notoriamente nervioso, inmediatamente cerró los ojos sin querer fijarse en ningún detalle de su ropa y no tardó en anunciarse.
─ Soy yo... ─ dijo.
─ ¡Horacio! ¿Qué haces aquí? ¡No debería verte! ─ Volkov aprovechó su posición y combatiendo su impulso no levantó la vista.
─ No te preocupes, tengo los ojos cerrados, si quieres no me veas pero... ¿Está todo bien? ¿Quieres que...?
─ Está todo bien, está bien, no te preocupes... solo necesito un momento...
─ Dime que sientes ─ Horacio dio unos pasos a tientas hasta que encontró su cabeza y acarició su cabello con cariño ─ déjame ayudarte.
─ Horacio... ─ Volkov tomó su mano y la besó delicadamente, ahí fue que Horacio sintió las lágrimas que había derramado.
─ Mi amor... ─ Horacio acarició su mejilla e intentó limpiar las lágrimas ─ por favor sé sincero... si necesitas cancelar todo está bien ─ intentó que su voz no revelara que él también había empezado a derramar un par de lágrimas.
─ No, es lo menos que quiero... solo que... eres... Dios...
─ Gracias... ─ eso hizo que Volkov suelte una risa suave.
─ ¿Ves? Me refiero a que hasta en este momento eres más fuerte que yo, y eres tú el que tiene que venir a salvarme... no sé cómo lo haces... estoy aterrado y miles de emociones recorren mi mente.
─ ¿Qué dices? Estoy muerto de miedo que te cagas... es abrumador, pero entiendo, tranquilo, tampoco pensé que iba a ser tan difícil.
─ Lo menos que deseo en el mundo es hacerte daño o decepcionarte Horacio, ¿soy realmente lo que quieres?
─ ¿Qué coño dices? Eres eso y mucho más, el que debería estar preguntado eso soy yo ─ Horacio pasó su mano libre con cuidado por el borde de sus ojos tratando de limpiar sus lágrimas ─ que tu te cases conmigo, siendo como soy, es un milagro...
─ No, no es así, tú eres perfecto... Somos un desastre... ─ Volkov volvió a reír y entrelazó sus dedos con los de Horacio.
─ ¿Cuándo no lo hemos sido?
─ Tienes razón... Solo quiero ser feliz contigo y hacerte feliz ¿lo sabes?
─ Lo sé... y feliz ya me haces cada día... no necesito casarme para eso ─ Volkov asintió con el rostro dándole la razón, aunque Horacio no pudo verlo, pudo entenderlo por el movimiento de su rostro.
─ Los extraño, jamás pensé que los extrañaría tanto hoy.
─ ¿Es por eso que estás así? ¿Por qué extrañas a tu familia?
─ En parte, como dices, es abrumador sentir tantas cosas al mismo tiempo. Siento que me hacen falta, que deberían estar aquí hoy, que te adorarían...
─ Me hubiese encantado tenerlos acá... me hubiese encantado tener a papu también... ─ no pudo evitar que su voz se quiebre un poco al final.
─ No hubiese creído que este día llegaría...
─ O te hubiese dicho "Ya era hora capullo" ─ Horacio imitó su tono de voz y Volkov se puso de pie frente a él aún sin soltar su mano.
─ Lo siento... por hacerte pasar por esto justo hoy Horacio.
─ No te preocupes, también necesitaba hablar contigo, o me iba a desmayar camino al altar de seguro, hubiese sido épico.
─ ¿Puedo abrazarte? ─ Volkov le soltó la mano.
─ Ahora y siempre...
Se abrazaron con los ojos cerrados y se quedaron así durante unos segundos.
─ Solo quiero que sepas ─ Volkov habló sobre su cabello ─ que pase lo que pase me esforzaré por brindarte felicidad. Sé que será difícil, sé que no soy perfecto, pero ahí estaré, siempre podrás contar conmigo, como hasta ahora.
─ Obviamente será difícil, pero ¿cuándo eso nos ha detenido? Y mientras que estemos juntos, pase lo que pase, estemos donde estemos, seremos felices, no hay otra opción.
─ Te a...
─ Shhhh ─ Horacio buscó sus labios a tientas y puso el dedo índice sobre ellos ─ en el altar, y será mejor que salgamos, antes que te diga mis votos aquí mismo.
─ 10-4 ─ Horacio retiró su dedo y luego se separó de él, caminó a tientas hacia la puerta y antes de que salga Volkov volvió a hablar ─ Te espero en el altar.
─ Más te vale.
❤
El día que planificaron los detalles y momentos de la boda Horacio decidió caminar solo al altar y que al final Gustabo lo entregara simbólicamente al que sería su esposo, y así fue.
La suave música empezó a sonar y paso a paso se acercó a él, quien lucía espectacular. El traje que había elegido era de un tono azul marino muy oscuro, casi negro, acompañado de un chaleco y corbata michi de un tono más claro, estaba perfectamente peinado y rasurado y esos colores no hacían más que resaltar sus ojos. Horacio casi perdió el equilibrio cuando lo vio sonreír hacia sí, y como con una mueca intentaba retener nuevas lágrimas, lo vio enderezarse y no apartar la vista de él mientras se acercaba.
El llevaba un traje gris claro, casi blanco, con un chaleco celeste que combinaba con sus zapatos, corbata y peinado. Tomó aire tratando de contener sus lágrimas pero fue en vano, sintió como una a una resbala por sus mejillas sin dejar de sonreír mientras estaba cada vez más cerca.
Cuando llegó junto a Gustabo, este pasó sus manos bajo sus ojos y dándole un beso en la mejilla luego de un abrazo, tomó su mano y se la entregó a Volkov, quien dulcemente la estrujó. El tiempo se detuvo cuando lo tuvo frente a frente en ese pequeño altar a punto de unirse para siempre. Escuchó a penas su "luces hermoso" en ruso y el solo sorbió y le sonrió en respuesta, ya que si empezaba a hablar de seguro rompería a llorar.
Muchas veces, al verlo en las películas no lo había entendido en realidad, ¿por qué tanta gente llora en las bodas? Pero ahora lo entendía y es que era físicamente inevitable.
El cuerpo humano al verse envuelto en tantas emociones intenta algún tipo de escape, es simple instinto de supervivencia, y llorar es lo más lógico, y de paso se liberan las emociones. Ese mismo instinto y la fuerza de querer hacer lo que quieres, lo que has soñado, es la que hace que te quedes en ese preciso lugar, con esas personas, con esa persona que escogiste, y cuando lo miras, cuando tomas sus manos, todo parece desaparecer, y es ahí cuando está a punto de suceder que todo el miedo y las dudas desaparecen, en que al ver sus ojos, a entender su mirada en la que ves la misma adoración que sientes por el, que no importa nada, ni siquiera que se van a casar en realidad, tan solo deseas que el tiempo pase y que tan solo la simple frase definitiva los libere, y al fin poder besarlo.
Volkov no se sentía tan diferente. Nunca, jamás en su vida, se hubiese imaginado en ese lugar, con alguna persona, a punto de casarse, pero claro, nunca antes había conocido a Horacio, y haber compartido esos años a su lado le hicieron ver que tan solo tenía que llegar la persona indicada, y como su hermana siempre le decía "tarde o temprano aparecerá esa persona que ames" y aunque para él fue algo tarde, ya que amar realmente por primera y única vez a los 38 años, era algo fuera de lo común, pero no le importaba, ya que todo había valido la pena para poder conocer a Horacio, para poder atreverse a sentir solo con él, para vencer su miedo de perder y aventurarse a no ser solo uno, sino compartir su vida, con todo lo que implica, con alguien más, y esos ojos, esa mirada no hacía más que confirmar que estaba en el momento adecuado, con la persona adecuada.
Horacio sintió el apretón delicado de sus manos que llamaron su atención y parpadeó varias veces sin darse cuenta que se había perdido en sus pensamientos al mirarlo a los ojos.
─ ¿Qué? ─ dijo sin saber qué más decir y al ver que todos le miraban expectantes.
─ Tú votos Horacio ─ le dijo Volkov sonriéndole, ya que entendía que tal vez al igual que él se había quedado inmerso en sus pensamientos.
─ ¿No me he perdido los tuyos no? Es que... ostia ni en nuestra boda puedo evitar embobar por tu mirada ─ Volkov rió.
─ No, a ti te toca primero.
─ Vale, menos mal.
Horacio soltó las tibias manos que le envolvían, y con calma sacó un pequeño papel levemente arrugado de un bolsillo interior de su saco, lo estiró como pudo y empezó a hablar.
─ Yo Horacio, te prometo a ti Viktor, mi completa y total devoción, prometo amarte día a día, como he venido haciendo hasta ahora, solo que ahora en una unión legal ─ se escucharon algunas risas ─ prometo cuidarte y protegerte con mi vida, consolar tus penas, apoyar tus sueños, y ser tu fuerza. Prometo masajear tus músculos oxidados cuando estés cansado, y soportar tus gustos extraños en películas, prometo cocinar saludable ya que a tu edad ya tienes que cuidarte ─ Volkov rió negando con el rostro ─ Prometo darte tu espacio, por que sé que a veces lo necesitas, pero también prometo estar siempre ahí para ti, esperándote. Prometo seguir siendo el romántico de la relación ─ Horacio levanto el papel y tapó su boca simulando hablar en secreto, pero no disminuyó su tono de voz ─ aunque nadie de acá sepa que tú eres más romántico que yo, pero no te preocupes que sé que tienes que guardar las apariencias ─ regresó ambas manos al papel y observó a Volkov que sonrojado contenía una risa ─ Pero sobre todo, prometo ser tu compañero de vida en los años que nos queden, soportar el bien, el mal y el más o menos, pero nunca dejar de sostener tu mano. Porque contigo he aprendido que no necesito tener mucho, solo tu compañía, tu mirada sincera, tus cálidas manos, y tus palabras, para ser el hombre más feliz del mundo y por eso me esforzaré para devolverte a diario esa misma felicidad.
Horacio suspiró luego de hablar y parpadeó para quitar las lágrimas acumuladas que no había llegado a derramar, sonrió a Volkov y guardó el papel expectante.
Volkov le devolvió la sonrisa y sacó de su bolsillo trasero su cartera marrón, le dio una leve caricia que sólo fue perceptible para Horacio y sacó de su interior un pedazo de papel, que desdobló con cuidado y tomando aire empezó a leer.
─ Yo Viktor Volkov, te prometo Horacio, que nunca dejaré de amarte, prometo nunca dejar de admirarte y seguir aprendiendo de ti cada día. Prometo ser tu compañero, tu soporte, tu apoyo, pero más que nada llenar tus vacíos y soportar tus miedos. Prometo ser siempre sincero, respetarte, complacer tus caprichos, y sentirme orgulloso cuando camines de mi mano. Prometo día a día corresponder tu valor y tu fuerza, y demostrarte que al quererme a tu lado me haces el hombre más feliz del mundo. Ya que no hay mayor lección que me has dado que la de perseverar ─ Volkov levantó la mirada al sentir que Horacio empezaba a sorber por la nariz, y siguió hablando ya sin leer y sin separar la mirada de sus ojos ─ perseverar, luchar por esa persona que fue diseñada para uno, ya que tu fuiste diseñado para mi, tanto como yo lo soy para ti, ya que simplemente estamos hechos para estar juntos, y cada paso que dimos hasta ahora ha sido para poder vivir el resto de nuestra vidas unidos. Prometo, no dejar de buscarte, desear tu amor y compañía, ni en esta vida, ni en la otra, ya que tu eres mi complemento, mi compañero eterno, mi todo.
Sin esperar que el juez termine de hablar se besaron, no era la primera vez que lo hacían frente a gente, pero esa vez se sentía distinto, ya que ese beso los declaraba como esposos frente a la sociedad, y no es que eso les importara mucho, pero la simple presencia de sus amigos lo hacía real, ya que esos testigos podían asegurar que ese momento no era parte de un sueño ni una alucinación, era completamente real y estaban casados.
Los aplausos y vítores se elevaron, y Horacio tomó el rostro de Volkov alargando unos segundos más el beso, pero fue Volkov que antes de dejarlo ir le dio pequeños besos nuevamente. Ahora si era oficial, Horacio Pérez y Viktor Volkov se habían convertido en esposos.
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El momento del primer baile juntos llegó, Volkov se dejó guiar por Horacio, que tomando su mano con cariño lo llevó hasta el centro de la pista de baile. Era la primera vez que era el centro de atención mientras bailaba, o lo intentaba hacer, pero realmente su timidez se había esfumado, ya que al tomar su cintura y sentir la pequeña caricia que Horacio se dedicó con ambas manos en el cuello, solo existieron ellos dos y la música de fondo.
Sabía que sus amigos los miraban, que las cámaras los filmaban y tomaban fotografías para la posteridad, pero el solo se dejaba guiar a ritmo lento por un pequeño tramo de la pista de baile, porque más que bailar, lo que estaban haciendo era dejar acurrucarse por la presencia del otro, sentir su calor y su amor, e interiorizar la letra de la canción que habían escogido juntos. Parecía tan de ellos que se sorprendieron cuando la encontraron y decidieron que esa sería la indicada.
"Que me alcance la vida y me de tiempo para regresar, aunque sea tan solo un poco de lo mucho que me das" porque ninguno de los dos sabría cuanto tiempo compartirían a partir de ese momento, y así fueran a vivir 50 años más ese tiempo no parecía ser el suficiente para devolver todo el amor que Horacio le daba y demostraba día a día.
No supo en qué momento dejó de tomar su cintura y tan solo lo abrazó, sintió sus brazos en sus hombros y su rostro en su pecho, se balancearon con dificultad pero ya no importaba, tan solo quería hacerle sentir que estaba feliz, que se sentía pleno y completo a su lado, y que agradecía la bendición de tenerlo y de que entre todo el mundo se haya enamorado de él, y que nunca se haya rendido.
Los aplausos lo regresaron a la realidad y pudo ver que algunos limpiaban sus lágrimas emocionados, pero la sonrisa que Horacio dibujaba en su rostro era lo más hermoso que había visto, ya no habían lágrimas de emoción en sus ojos, solo plena felicidad, y así se sentía el mismo.
Sin aviso se inclinó y le dio un beso suave en los labios y los aplausos volvieron a sonar, Horacio tomó su saco y evitó que se alejara, y el con gusto se dejó, ya que esos labios eran su hogar y cobijo.
Si alguien alguna vez le hubiera podido explicar cómo se sentiría ese día, jamás lo hubiese creído, ya que había sido un torbellino de emociones que no se pueden describir más que solo viviéndolo en carne propia, y justo en ese momento había llegado a sentir tanta felicidad que le parecía un sueño.
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Para terminar la noche, a algunos les pareció gracioso tirarlos a la piscina. Con los tragos encima y ya algo adormecidos, Horacio solo se dejó hacer y arrastró a su esposo consigo, no sin antes sacarle la cartera y entregársela a Greco para que la cuidara. Terminaron empapados y besándose en lo más hondo hasta que Greco, al ver que la cosa iba a mayores, los mandó al interior de su casa a descansar, o algo por el estilo.
Horacio jaloneo a Volkov hasta la habitación en donde se quitó la ropa mojada tirándola a un rincón, no sin tener que evitar caerse un par de veces debido a su borrachera. Volkov se quitó poco a poco la ropa y desnudo, después de doblar la ropa de ambos y dejarlas en un rincón del baño llevó a rastras a Horacio y lo metió en la ducha bajo el agua tibia.
─ Gracias mi amor... mi esposo... mi Viktor ─ Horacio balbuceó mientras Volkov enjuagaba su cabello para retirar la espuma.
─ Es un placer... esposo... mi Horacio ─ Volkov dejó un suave beso en su cabeza.
El moreno giró y empinándose le dio un beso torpe en la boca, Volkov se inclinó y le dedicó tiernos besos en toda la cara, hasta que alcanzó su boca y lo besó con más urgencia de la esperada. Horacio sintió sus manos envolver su cuerpo bajo el chorro de agua y se alejó un poco apoyándose en su hombro.
─ Lo siento... ─ Horacio no pudo evitar balbucear tratando de no llorar.
─ ¿Qué sucede? ─ Volkov preocupado trató de mirar el rostro moreno pero estaba escondido en su pecho ─ ¿Te sientes bien?
─ Es que... es que... debería pasar... sabes.
─ Aja...
─ Pero estoy muy cansado... y borracho... ─ como para dejar en claro su punto, el cuerpo de Horacio se balanceó hacia un lado y Volkov lo retuvo acercándolo a su cuerpo─ ¿Tú no estás borracho ni cansado?
─ Cansado estoy ─ Volkov estiró la mano y cerró el grifo ─ ebrio no, sabes que tolero más el alcohol.
─ Pues joder... yo hasta estoy empezando a ver doble... aunque pensándolo bien sería interesante... dos Viktor... mmm ─ Volkov no pudo evitar reír por ese comentario y su risa retumbó en la pequeña habitación.
─ No te preocupes.
─ Pero... ─ Horacio volvió a balbucear ─ se supone que nosotros... hagamos el amor hoy, y maldita sea te deseo pero no creo poder, lo siento de verdad.
─ Hey ─ Volkov tomó su rostro con ambas manos y lo levantó para que lo vea a los ojos ─ No hay problema, no es una obligación, si te sientes mal mucho menos, jamás te obligaría a algo si te sientes mal.
─ Pero hoy...
─ No tenemos por qué obedecer tradiciones tontas, ya vimos lo que una de ellas nos ocasionó. Hoy solo dormiremos, juntos como todas las noches, y luego tendremos toda la vida para... hacer el amor.
─ Joder... me gané la lotería ─ Horacio abrazó a Volkov y se recostó en su pecho más cansado que antes.
─ Pues si no quieres ganar un resfrío será mejor que nos acostemos.
Horacio se dejó guiar y vestir con su ropa de dormir, sintió adormecido como era recostado en su lado de la cama y como una cálida manta lo arropó. Cuando sintió la presencia de Volkov a su lado, con la poca lucidez que le quedaba se acurrucó en su pecho y casi inmediatamente se quedó dormido, no sintió las suaves caricias y ese beso en su cabeza que indicada la despedida del día, de ese 17 de Abril en que al fin se habían casado.
Cuando los rayos de la mañana cruzaron las cortinas, Horacio fue el primero en despertar, y sin dudar despertó con caricias a su ahora esposo, que entendiendo sus intenciones fue recíproco, y al fin hicieron el amor por primera vez como esposos.
No solo mezclaron sus cuerpos, sino sus almas como siempre lo hacían, y entre muchas palabras de amor, se prometieron nuevamente, no la eternidad por que era imposible, no la perfección por que ninguno de ellos lo era, pero si la dedicación, devoción, compañía y esfuerzo, para poder estar siempre juntos, cumplir sus sueños, y jamás dejarse de amar.
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Lo prometido es deuda y aquí lo tienen.
Quise hacer la boda lo más real posible... Algún día tendremos una boda como la de Horacio y Volkov...
Ahora si doy por terminada esta historia, espero que la hayan amado como yo.
Muchas gracias por sus lecturas, comentarios y estrellas que siempre me animan.
Los amo ♥♥♥♥.