Arcane: El renacimiento.

By LorenGSpinola

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Piltover y Zaun colapsan en desgracia después de la explosión causada por Jinx, haciendo que Caitlyn y Vi se... More

Prólogo- Demente.
Capítulo 1- Marcas azules.
Capítulo 3- Tormentas en la mente.
Capítulo 4- Todo tiene un costo.
Capítulo 5- Reaparición.
Capítulo 6- Huyendo de la realidad.
Capítulo 7- Una realidad de ambas.
Capítulo 8- Debes ser feliz.
Capítulo 9- Cambios decisivos.
Capítulo 10- Nueva vida.
Capítulo 11- Entre golpes y palabras.
Capítulo 12- Distracción.
Capítulo 13- Una visita entrometida.
Capítulo 14- En su piel.
Capítulo 15- Nuevo comienzo.
Capítulo 16- En la memoria.
Capítulo 17- Azul electrizante.
Capítulo 18- Un nuevo plan.
Capítulo 19- Escogiendo un bando.
Capítulo 20- Compensación.
Capítulo 21- Visita de forasteros.
Capítulo 22- Planes de defensa.
Capítulo 23- Explosión y derrumbe.
Capítulo 24- Defensa que hiere.
Capítulo 25- Alegría entre pesares.
Capítulo 26- Bruma mental.
Capítulo 27- A término.
Capítulo 28- Demasiado tarde.
Capítulo 29- Sus ojos.
Capítulo 30- Voluntad.
Capítulo 31- Dolor y decisión.
Capítulo 32- Años de vigilancia.
Capítulo 33- Verdadero objetivo.
Capítulo 34- Entrenamiento y control.
Capítulo 35- Prueba de poder.
Capítulo 36- Petición de ayuda.
Capítulo 37- Visita familiar.
Capítulo 38- Una noche de planes.
Capítulo 39- Muerte y vida.
Capítulo 40- Peligro en el interior.
Capítulo 41- Intentar y vencer.
Capítulo 42- Secreto de guerra.
Capítulo 43- Un mensaje inesperado.
Capítulo 44- Confianza en la línea.
Capítulo 45- Preparativos de guerra.
Capítulo 46- El sabor de la libertad.
Capítulo 47- En familia.
Capítulo 48- Una última noche.
Capítulo 49- Rugido de esperanza.
Capítulo 50- Ausencia.
Capítulo 51- Encuentro inevitable.
Capítulo 52- Voluntad y sacrificio.
Capítulo 53- El alma que habita dentro.
Capítulo 54- Un día a la vez.
Capítulo 55- No es un adiós...
Epílogo- es un hasta pronto.
Extra- Cassidy: una invitación.
Extra 2- Axel

Capítulo 2- La magnitud del desastre.

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By LorenGSpinola

Sus pasos resaltaban en medio del caótico silencio, las piedras cedían bajo sus pies. El camino se había hecho largo y dificultoso debido a los edificios que explotaron, los escombros desperdigados por todas partes, zonas todavía en llamas y, sobre todo, porque Caitlyn no estaba lista para ver tantos cadáveres.

Acaban de entrar al área central de Piltover, allí donde más desastre había quedado, donde la desgracia vestía cada casa y persona. Ante el primer esbozo del cuerpo quemado de una niña de aparentemente 11 años, Caitlyn apoyó la espalda contra el muro de aquel callejón y cerró los ojos con fuerza.

—Hey, tranquila —dijo Vi, acercándose rápidamente y sosteniendo el rostro de Caitlyn entre sus manos—. Respira hondo. Tú puedes con esto, yo estoy contigo, no estás sola —La zaunita fue repitiendo con firmeza, sin variar el tono reconfortante con el que hablaba, hasta que Caitlyn abrió los ojos y permitió que el azul se enfrentase al gris.

—Yo solo…siento que no puedo —respondió Caitlyn, su voz marcada por el dolor ante la idea de enfrentar la destrucción de su pueblo; aferró sus manos a la chaqueta roja nueva, aunque mantenía un diseño casi idéntico a la anterior, que ahora usaba Vi.

—Me sacaste de la cárcel contra toda ley, fuiste a Zaun para investigar a Silco, te enfrentaste a Sevika, a la parte más baja de Zaun consumida por el shimmer, luchaste contra las luciérnagas, te ibas a ofrecer de tributo por salvarme, me defendiste delante del Concejo y enfrentaste a Jinx. Todo eso fuiste tú en los últimos días —enumeró Vi enérgicamente, mostrando una intensidad en su mirada que Caitlyn solo le había visto para luchar—. No nos conocemos de mucho tiempo, pero yo no sigo a nadie débil, y a ti te seguiría a dónde quisieras —confesó Vi, haciendo a Caitlyn sentir su corazón latir desaforado.

Los ojos de Vi se desviaron un segundo hacia los labios de Caitlyn; tan cerca de sus pulgares, mientras sus manos sostenían su rostro, que Vi podía sentir como la piel le picaba por las ansias de tocarlos. Caitlyn entreabrió los labios inconscientemente y sus ojos bajaron también a los labios de Vi, su garganta cada segundo más seca ante la intensidad de lo que en verdad deseaba.

El sonido de los pasos las hizo separarse. Caitlyn reconoció, por la distorsión de la voz, que eran vigilantes usando las mascarillas debido al humo que todavía pesaba en el aire. Vi observó a Caitlyn y le hizo un gesto para que se adelantara, mirándola con confianza absoluta; por lo que Caitlyn respiró profundamente, avanzó un paso y luego tomó la mano de Vi, buscando en ese gesto el valor que le faltaba.

Al sentir que Vi no se apartaba sino que, por el contrario, sus dedos se entrelazaban con los de Caitlyn y le daba un ligero apretón para animarla, Caitlyn empezó a caminar con confianza, enfrentándose al sol que ya se alzaba alto en el cielo, iluminando un escenario que ella jamás imaginó.

Habían edificios derrumbados hasta los cimientos, calles rotas debido a los derrumbes, escombros y cenizas por todas partes, paredes y pedazos de casas salpicados de sangre, cuerpos quemados más allá del reconocimiento o reventados en formas indescriptibles: con sus cráneos aplastados y extremidades dobladas de forma casi imposible. Muerte, caos y destrucción por todas partes a donde miraran.

Luego de dar unos pasos con la mirada fija en su alrededor y el rostro con una expresión ilegible, los vigilantes las notaron.

—¡Alto allí! —exclamó uno, acercándose a ellas mientras les apuntaba con el arma.

—Tranquilos —respondió Caitlyn, sacando una serenidad de la que no se consideraba capaz sino hasta ese momento—. Soy Caitlyn Kiramman y ella es Vi, viene conmigo —dijo firmemente, sintiendo como Vi se tensaba ante la presencia de los vigilantes.

—Lo sentimos, señorita Kiramman, pero ningún suburbano tiene permitida la entrada —habló el vigilante, apuntando con el arma directo hacia Vi.

—¿Entrada? —intervino Vi, con ironía mezclada con enojo—. El lugar entero voló, no hay ninguna entrada —escupió en dirección a los vigilantes, dando dos pasos hacia adelante y siendo detenida por Caitlyn, que tiró de ella por la mano que seguía entrelazada a la suya, poniéndose delante de Vi y tapándola con su cuerpo.

—Me temo que no estoy preguntándolo —explicó, adoptando el tono de poder que su madre siempre le había enseñado que estaba destinada a usar como la sucesora de su asiento en el Concejo—. Ella viene conmigo —repitió, enfatizando sus palabras duramente.

No gastó un segundo más en los guardias, empezando a caminar con mayor seguridad y firmeza mientras tiraba de Vi, que inmediatamente la siguió. No sin antes sacarle el dedo medio al vigilante cuando pasaron por su lado. Continuaron deambulando por las calles en derrumbe, buscando los caminos más cortos y a la vez viables para llegar al edificio central donde el misil había impactado.

Si les preguntaran, ninguna de las dos sabía decir cuánto les tomó llegar. El trauma de caminar por sus calles, ahora destruidas, tenía a Caitlyn en un estado de enajenación, y Vi no prestaba atención al paso del tiempo, sino a no encontrarse con más guardias y mantener a Caitlyn vigilada. Tenía miedo de que su lado fuerte colapsara y eventualmente desfalleciera, lo cual sería normal, pero Vi prefería que lo hiciera en algún sitio seguro.

La imagen del destrozado edificio finalmente se hizo presente. Habían vigilantes por todas partes, médicos y enfermeras asistiendo a cada paciente que era rescatado de los escombros, carros de emergencia disponibles para llevarse a los heridos y otros para los muertos, que eran trasladados a la fosa común que se había creado a lo largo de la mañana debido al exceso de vidas perdidas.

Los vigilantes reconocieron a Caitlyn apenas ella caminó hacia el lugar, poniendo una expresión de desconcierto y desagrado ante la compañía que sostenía su mano, pero algo en la forma en que Caitlyn los miraba a todos hacía que nadie dijera nada sobre Vi.

—Señorita Kiramman —saludó uno de los oficiales que se encontraba a cargo del rescate y limpieza de la zona.

—¿Han sacado algún miembro del Concejo ya? —preguntó Caitlyn, obviando cualquier cortesía o educación enseñada. Vi no pudo más que contener la sonrisa por eso, pues era más su estilo que el de la piltoviana.

—Lo lamento mucho, señorita Kiramman. Su madre y el resto del Concejo fueron los primeros en ser extraídos de entre los escombros —explicó el vigilante, respirando profundo y retirándose la mascarilla, mirando a Caitlyn sinceramente—. Su madre fue una de las fallecidas. Su padre estuvo aquí cuando su cuerpo fue recuperado y se lo llevó con él. Me temo que no sé más que eso.

Vi se acercó a Caitlyn, colocando su mano libre en el hombro de la peliazul mientras devolvía el fuerte y constante apretón que Caitlyn le estaba dando. El dolor que ella sentía era algo con lo que Vi podía empatizar, lo sabía, lo había sentido antes. Sin importarle dónde estaban o quién podía verlas, Vi bajó la cabeza un poco, haciendo sus labios se unieran con la piel desnuda del hombro de Caitlyn; cuya ropa ahora era una blusa verde de cuello alto y mangas largas que tenían un faltante de tela en los hombros, con un arnés para las armas y unos pantalones carmelitas oscuros y sus mismas botas. Caitlyn giró la cabeza hacia Vi, haciendo que sus miradas se encontraran y soltando un suspiro dolido, pero más tranquilo.

No le dijo nada más al oficial, se limitó a asentir con la cabeza en señal de agradecimiento y ambas continuaron el camino, esta vez en dirección a la mansión Kiramman. Se mantuvieron juntas todo el tiempo, sus manos unidas, sus pasos sincronizados; Vi se había convertido en el apoyo absoluto de Caitlyn y esta parecía moverse como en un trance, hasta que su casa se mostró ante ella.

La reja estaba en la calle, sepultada debajo de la gravilla; la entrada, junto con la sala y el área de recepción, eran escombros y algunas paredes que milagrosamente se sostenían. Ambas se adentraron más en la casa, notando que la estructura de la cocina, los cuartos y el estudio se mantenían casi intactos. Caitlyn había esperado que este último estuviera bien, ya que era la habitación más alejada de la casa por cuestiones de tranquilidad.

Las ventanas de cristal habían volado en pedazos, habían partes de las paredes que estaban cuarteadas y el techo tenía ciertos lugares inestables; pero, en comparación con todo lo que habían visto ese día, estaba perfecto.

—¿Quién está allí? —preguntó el padre de Caitlyn a medio camino de un grito, saliendo del estudio y apuntando con un arma hacia las chicas en el pasillo—. ¿Caitlyn? —su voz tembló sonoramente. El arma cayó de sus manos y, a pasos inestables, corrió hacia su hija, quien por primera vez en horas soltó la mano de Vi para abrazar a su papá—. No pensé que estuvieras a salvo, creí que te había perdido a ti también.

—No papá, aquí estoy —aseguró Caitlyn, abrazando a su padre mientras este finalmente se rompía y lloraba desconsolado, aferrándose a ella.

Vi observaba la escena a unos pasos de distancia, debatiéndose entre la culpa y el dolor, apretando los puños con la ira que iba naciendo dentro suyo totalmente dirigida hacia Jinx. Pero cuando sus ojos se alzaron y vieron la mirada azul fija en ella, suplicante por apoyo, sus puños se soltaron y Vi suspiró. Mientras Caitlyn la necesitara calmada y a su lado, eso sería lo que ella haría.

—Vengan, sentémonos por aquí —dijo Tobias, luego de varios minutos de llorar sin contención, caminando hacia el estudio y dejando caer su cuerpo contra el asiento de forma agotada; viendo como Caitlyn tomaba a Vi de la mano y la sentaba a su lado, las dos juntas en el sofá—. Supongo que no hay que contar qué sucedió —comentó el padre de Caitlyn, mirando sin deseos a las chicas.

—Lo lamento tanto, papá —dijo finalmente Caitlyn, cerrando sus manos en puños encima de su regazo—. Si yo hubiese hecho más… —sus palabras se vieron interrumpidas por la mano de Vi, que se posaba encima de las suyas.

—Yo soy quien lo lamenta —intervino Vi con seguridad, mirando al hombre directo a los ojos—. Mi hermana es quien hizo todo esto. Si alguien es culpable, soy yo —declaró, sintiendo como Caitlyn sostenía su mano y negaba con la cabeza.

—Mi niña —dijo suavemente Tobias, llamando la atención de las dos; Caitlyn insegura y Vi impresionada, porque la mirada del hombre no se había separado de la suya, se estaba refiriendo a ella—. Tú eres una víctima más de las circunstancias crueles en las que el mundo se sumerge, incluso tu hermana lo es. No puedo no odiarla, lo lamento por eso, pero esto no es tu culpa o la tuya, Caitlyn —aseguró con firmeza, mirándolas a ambas con cariño e incorporándose, caminando lento hacia la puerta—. Por hoy lo mejor es descansar, el día ha sido difícil para todos. Tu habitación ha sido una de las que quedó en mejor estado y pueden tomar la comida que está en la mesa; la estaban regalando a todos de un comedor voluntario que crearon en las zonas menos afectadas, para ayudar a los heridos.

—Papá —dijo Caitlyn, poniéndose de pie. Su padre se detuvo y se giró hacia ella—. ¿Quién más murió? —preguntó, incapaz de indagar sobre el estado del cuerpo de su madre cuando le fue entregado a su padre. Había visto suficientes cadáveres en su caminata como para imaginarlo.

—La Concejala Medarda y el Concejal de la especie extranjera, el robótico. Hasta donde sé, los demás están en cuidados intensivos, y Viktor no aparece —respondió su padre, un tono conciliador en su voz—. Pueden ir a ver a Jayce mañana —indicó él, por lo que Caitlyn solo asintió, dejado que su padre saliera del estudio.

—Puedes ir sola si quieres —propuso Vi, parándose al lado de Caitlyn y mirándola comprensivamente, por lo que Caitlyn se apresuró a negar de forma suave con la cabeza.

—Ahora mismo quiero estar en cualquier lado, menos alejada de ti —afirmó sin vacilación, haciendo a Vi tragar en seco por la seguridad con la que Caitlyn hablaba.

—Entonces vamos —exhortó, tirando de la mano de Caitlyn hacia la habitación mientras con la otra recogía la comida de la mesa.

Esa noche comieron compartiendo la poca comida y se turnaron para bañarse; con Vi sentándose en el suelo, apoyando la espalda contra la pared del cuarto que daba para el baño mientras Caitlyn se duchaba con la puerta abierta, porque Vi no quería correr el riesgo de que se repitiera lo de la noche anterior. Cuando las dos estuvieron limpias y con ropa para dormir, la de Vi prestada obviamente por Caitlyn, ambas se acostaron en la cama y Caitlyn empezó a hablar de su madre.

Le contó a Vi que cuando ella era niña su madre era más amable, no la regañaba tanto y le permitía ciertas concesiones dentro del terreno de la mansión Kiramman, pero luego Caitlyn fue creciendo. Los Concejales y la alta sociedad empezaron a hablar y su madre cambió, forzándola a un comportamiento apropiado, haciéndola participe de las fiestas de gala solo para mostrarla como adorno.

Aun así, Caitlyn no le recriminaba todo eso, solo el hecho de que jamás entendió que ella odiase el nepotismo y el ser tratada diferente por venir de una familia con dinero y poder; como tampoco apoyó el que Caitlyn estudiase y se convirtiese en vigilante, porque ella quería que su hija fuera de alguna rama de la política, pues la había educado para ser su sucesora algún día.

Narró también las partes buenas: las noches de lectura que Caitlyn toleraba aunque el libro fuera aburrido, solo porque era tiempo que su madre hacía para leerle y no necesariamente sobre normas de comportamiento o cómo dirigir una ciudad, sino temas más amenos, iguales de aburridos, pero más aceptables para una niña.

Habló con cariño del momento en que pidió entrenar para aprender a disparar y cómo, con la ayuda de su padre, convencieron a su madre; quien terminó accediendo bajo un intercambio: ella lo consentiría si Caitlyn se aseguraba de ser la mejor. Caitlyn lo hizo.

Para cuando la madrugada las atrapó, Caitlyn murmuraba apenas sus palabras, el cansancio venciéndola, mientras Vi sostenía su mano entrelazada a la de Caitlyn y con la otra peinaba su cabello azul con sus dedos suavemente.

De forma natural, como un gesto común entre ellas, Caitlyn se acercó a Vi hasta que estuvo envuelta en sus brazos, aferrándose al cuello de la blusa que le había prestado a la pelirrosada; quien sonrió genuinamente mientras la abrazaba y ambas quedaban atrapadas en un sueño profundo.

                             ♤

El sol alumbraba entrando por la ventana. Los ciudadanos que habían sobrevivido en Piltover se encontraban aceptando sus nuevas labores, que por el momento consistían en limpiar los escombros y reparar los daños tanto como fuera posible; los dolientes lloraban a sus muertos y los familiares acompañaban a sus enfermos. Una rutina que se establecería lamentablemente en el pueblo piltoviano.

Caitlyn fue la primera en despertar. Un calor abrumador cubría su cuerpo hasta el punto de hacerla sudar y le tomó unos segundos desemperezarse lo suficiente como para notar que el ambiente no estaba tan caluroso. Miró a Vi para comprobar si esta seguía dormida, alarmándose ante la imagen de la pelirrosa sudando, con el rostro sonrojado y ligeros temblores en el cuerpo.

—¿Vi? —llamó Caitlyn preocupada, tocando su cuerpo para moverla y percibiendo que la fuente de calor que la había sofocado era Vi—. Tienes fiebre —murmuró por lo bajo, saliendo de la cama rápidamente y dirigiéndose hacia el estudio de su padre, donde este guardaba todos sus útiles de medicina y medicamentos.

Regresó pronto a la habitación, cargando dos cajas medianas que dejó en la mesita de noche al lado de Vi. Determinada a ayudarla, Caitlyn retiró las sábanas; viendo como esto incrementaba los temblores en la zaunita, se apresuró al limpiar con toallas calientes el sudor de Vi, colocándole luego unas bolsas frías en la frente y el pecho, tapándola con una colcha seca más gruesa y preparando la medicina.

Debido a que a su padre no le gustaba que tocaran sus cosas, nunca dejaba los medicamentos totalmente listos, pero Caitlyn era su hija y este le había enseñado a prepararlos todos desde su adolescencia, para que así ella pudiera hacerlos en caso de necesitarlos.

—Vamos, Vi, necesito que tomes esto —pidió a Vi, quien permanecía inconsciente mientras Caitlyn le inclinaba la cabeza y le pasaba el líquido suavemente, teniendo el control necesario para no ahogarla.

Las horas pasaron y Caitlyn no salió del cuarto para nada. Cambió las bolsas cada cierto tiempo y mantuvo a Vi limpia y arropada. La fiebre empezó a remitir después de las tres horas, pero Caitlyn se negó a irse del lado de Vi, cuidándola en todo momento.

—Hey —dijo Vi suavemente, apenas un murmullo que rompía el silencio en el atardecer, después de que los ruidos del largo día de trabajo en la ciudad habían cesado—. Hola, Pastelito.

—Oh, Vi, me tenías realmente preocupada —se quejó Caitlyn, abrazando fuertemente a Vi—. Pensé que podía ser alguna enfermedad letal o algo, tenía miedo —admitió la vigilante, aferrándose más a Vi, quien luchaba para procesar lo que esta le decía.

—¿Creíste que podía ser letal y te quedaste a mí lado? —preguntó Vi, incrédula ante esa acción por parte de Caitlyn.

—Me quedaría a tu lado sin importar qué, no suenes tan sorprendida —protestó la peliazul, mirando a Vi con el ceño fruncido—. Necesitas comer. Papá vino hace un rato y nos trajo una sopa —dijo Caitlyn, levantándose y buscando la sopa que se hallaba en la mesa mientras Vi se sentaba en la cama, apoyándose contra el espaldar—. Toma —ordenó enérgicamente, entregándole el cuenco con sopa caliente y una cuchara a Vi.

—Gracias —Vi miró a Caitlyn a los ojos varios segundos, sintiendo esa magnética conexión que crecía entre ellas desde el momento en que se conocieron—, por todo —añadió, especificando todos los motivos por los que le agradecía, ocultado aquellos más profundos.

«Gracias por llegar a mi vida, por sacarme de la cárcel, por ayudarme con mi hermana. Gracias por mostrarme que no todos los de arriba son malos, que la generosidad y bondad humana todavía existen. Gracias por ser tú misma, Caitlyn.»

—Por nada —concedió la mayor, sintiendo que aquellas palabras tenían un significado mucho más profundo pero en esos momentos todos tus pensamientos rondaban el bienestar de Vi, dejando cualquier otro acertijo encontrado por su sexto sentido como algo para atender después; porque había decidido la noche anterior, mientras narraba las historias de su madre, que no cometería el mismo error que ella. Lo que tenía en la vida tenía que apreciarlo en el momento, en el ahora, y su ahora era Vi.

**********
Bueno, Caitlyn con runas de Hextech y Vi con fiebre, ¿qué más puede venir ahora? 🤔🤔🤔

Pues ni modo, toca esperar para ver que tienen de conexión estos dos eventos 😉. ¿Qué les pareció el capítulo como tal? Me lo dejan dicho en un comentario por fis😊.

Y pues, como puse en la descripción, la historia se actualiza en tandas de 3 capítulos, por ende, como el prólogo no cuenta, podéis avanzar al siguiente...

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