Primero, me gustaría agradecerle Sander235 por permitirme usar su dibujo como portada de este capítulo, el diseño de la nueva versión de Kazemaru le quedó simplemente genial <3
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- ¿Nathan Swift? Vaya nombre más americano - Se burló un poco el rubio - Pareces una naranja andante ¿No has pensado en teñirte el cabello?
- Miyasaka, en lugar de criticar la vestimenta de otros, preocúpate por llevar esos documentos cuanto antes a mi oficina, los necesito CON URGENCIA - Dijo el goleador con bastante seriedad, haciendo que el mencionado resoplara y se les adelantara - ... - No fue hasta que estuvo nuevamente a solas con Kazemaru que soltó una pequeña risa - ¿Nathan Swift? ¿De dónde sacaste ese nombre?
- Deja de reírte - Respondió ligeramente avergonzado - Fue totalmente improvisado, y esto se debe al gran fallo en tu plan... Si querías que me hiciera pasar por otra persona, debiste pensar en un nombre falso como el que usas tú.
- ¡Hey! Se supone que estamos juntos en esto - Se quejó - En todo caso, es culpa de ambos... Pero ya, basta de esto, mejor comencemos de una vez con la misión, quiero que esto se acabe lo antes posible.
Escuchar eso le generó un muy mal sabor de boca a Kazemaru, pues desde que se reencontró con su amigo, no se había parado a pensar demasiado en lo que significó para Goenji, el estar lejos de su familia por más de una década.
Ichirouta apenas podía imaginarse lo terriblemente angustiante que esto tenía que ser para el rubio, por lo que no dudó en acatar la sugerencia que le dieron, después de todo, él también quería regresar cuanto antes con su familia.
Nada más ingresó a la oficina de su amigo, se sorprendió de ver lo extravagante que era, en definitiva no se parecía en lo absoluto al estudio que Goenji solía tener en su casa cuando aún convivía con Fubuki.
Sin embargo, no tuvo tiempo de analizar mucho las cosas, pues a los pocos minutos de haber llegado, Senguuji entró de improviso, bastante molesto al parecer.
La revolución iniciada en la secundaria Raimon ya era un asunto de gran relevancia para los altos mandos de la asociación juvenil de fútbol, ya que afectaba directamente sus intereses económicos y sociales, por lo que estos no dudaron en comunicárselo a Senguuji, quien a su vez decidió tomar cartas en el asunto para restablecer el orden impuesto muchos años atrás.
La irritación del hombre de traje blanco era tanta, que ignoró olímpicamente la presencia de Kazemaru en aquella oficina, concentrándose en gritar los mil insultos hacia la secundaria rebelde que se atrevía a oponerse a ellos.
Goenji, por arte magia volvió a entrar en el papel de Ishido Shuuji, cambiando su personalidad drásticamente frente a su jefe, soltando varias ideas con las que se supone tenían que erradicar la "tonta idea" de que el soccer era un deporte libre.
Fue cuando el líder del sector, mencionó lo que antes el rubio dijo en la carta; "Es hora de llevarnos a esos niños al santuario, no podemos dejar que sigan interfiriendo en nuestros planes"
Por dentro, Kazemaru explotaba, era casi como si un huracán de furia estuviera en su interior, haciendo estragos por salir y desatar su ira contra quien tuviera en frente. Ganas no le faltaban de golpear a Daigo por querer atentar contra su familia y seres amados.
Claro que a estas alturas de la conversación, Goenji notó los instintos asesinos por parte de su colega, aunque también se percató de que este lo disimulaba muy bien, reafirmándole que su decisión de llamarlo fue la correcta.
Una vez que Senguuji terminó con su terrible monólogo sobre cómo debería ser el fútbol, se enfocó por fin en el hombre de la camisa blanca - Disculpa... ¿Quién eres tú? ¿Por qué estás escuchando nuestra conversación?
- Se llama Nathan Swift, lo contraté para hacerse cargo del proyecto del Santuario - Informó el seitei - Viene de Norteamérica, así que no está familiarizado ni tiene relación con los equipos juveniles de Japón, eso me pareció un requisito fundamental para elegir al asistente que administrará las instalaciones.
- Magnífica idea - Alabó el de traje blanco, satisfecho con la explicación - Contamos con usted señor Swift, sé que juntos haremos que el fútbol sea un deporte para todos.
Kazemaru simplemente asintió, prefería medir sus palabras y mantener una imagen de empresario extremadamente formal como esos que se veían en las películas americanas, aunque para ello todavía le faltaba mucho, ya que actuar no era específicamente su más grande virtud.
Para desgracia suya, su lugar de trabajo fue ubicado en la misma oficina que Miyasaka, tendrían prácticamente que compartir un pequeño espacio, cada uno en su escritorio frente a frente, cosa realmente agobiante para Ichirouta, quien todavía no olvidaba del todo lo sucedido en el pasado.
No era ni el medio día y él ya le había colmado la paciencia, haciendo comentarios ocasionales sobre lo perfectos que eran los planes del sector, la importancia de darle a todos las mismas oportunidades mediante un sistema de distribución de resultados o lo irritante que podían ser los ex-jugadores de la selección japonesa.
- ¿Sabías que yo los conozco? - Dijo sin dejar de redactar su informe - A la gran mayoría, y déjame decirte que todos son unos idiotas que no piensan por sí mismos.
- Ahhh, ya veo...
- Nathan ¿Me estás escuchando? - Preguntó algo molesto por la falta de atención de su contrario, quien no parecía tener intenciones de despegar su mirada de la pantalla de la computadora.
- Te escucho, pero estoy ocupado.
- Que suerte tienes... ¡Te encargarás del Santuario! - Mencionó emocionado - Cierto, esta es una lista de jugadores que tienen que ser llevados allá, sea de la forma que sea - Agregó a la par que le extendía una hoja - Senguuji-san ya la revisó y estuvo de acuerdo.
Dado que Kazemaru era un fiel seguidor de los equipos juveniles, pudo reconocer con facilidad muchos de los nombres que figuraban en las anotaciones de Miyasaka, siendo todos grandes figuras de sus respectivos equipos o niños con habilidades por encima de la media que se podrían explotar con algo de esfuerzo, sin embargo también encontró lo que tanto temía.
Los cinco niños sin excepción estaban considerados como prioridades, especificando los puntos que los entrenadores del Santuario tendrían que reformar, coincidiendo todos en "ideología", lo que claramente hacia referencia a un lavado psicológico para forjar nuevos imperiales.
- Algunos quizá te den problemas... Principalmente porque son hijos de los futbolistas que te mencioné antes - Dijo el rubio, sacándolo de sus pensamientos - Tendrás que quitar del camino a sus padres para llevártelos, si sabes a lo que me refiero...
- No, explícate - Respondió con seriedad.
- No creo que quieras llegar al extremo de borrarlos completamente del mapa, pero si podrías inculparlos de algún crimen, hacerlos perder la custodia o llevarte a los niños por la fuerza, después de todo el sector tiene contactos en la fiscalía, no correrás el menor riesgo.
- Parece que estás muy bien informado sobre eso... - Agregó con algo de ironía en sus palabras, manteniendo un tono de voz ligeramente diferente al que siempre usaba para ocultar su identidad - Me refiero a lo de sacar gente del camino.
- Señor Swift, a veces tenemos que encargarnos de nuestros obstáculos de formas poco morales por un bien mayor - Respondió con suma seriedad - Las personas con las que vas a lidiar, son capaces de arruinar tu vida si se lo proponen, es por eso que te digo esto, para que cumplas con tu misión y no permitas que arruinen todo lo que el sector ha construido hasta ahora... Solo una cosa... Estos dos... - Siguió señalando un par de nombres en el listado - Son hijos de una persona muy especial para mí... Llévatelos, necesitan ser reformados, pero por favor, no le hagas nada a su padre.
- ... - Al pelinaranja le sorprendió en gran medida escuchar a Miyasaka expresarse así, pero no podía demostrarlo - ¿Quién es su padre exactamente? Digo... Para tener en cuenta tu pedido.
- Seguramente lo reconocerás con solo escuchar su nombre... - Susurró suspirando - Kazemaru Ichirouta, ex-jugador de la selección nacional y campeón del mundo... Lamentablemente se casó con un idiota, quise salvarlo... Pero supongo que no utilicé los métodos correctos para eso... - Admitió decaído - Si fuera posible, no lo involucres en esto... No me gustaría que sufriera ¿Podrías hacer eso por mí?
- Supongo.
Con una fría palabra, la conversación entre los dos asistentes del Seitei tuvo su final, haciendo que cada uno volviera a concentrarse en sus respectivas labores pendientes, aunque en el fondo ambos estuvieran completamente perdidos, con la mente en un lugar muy lejano a la asociación, divagando sobre lo que acababa de pasar entre ellos.
Miyasaka por su parte, analizaba minuciosamente la poca reacción que su nuevo compañero mostraba ante lo antes mencionado, pues esperaba que por lo menos se sobresaltara con su pedido de proteger al peliazul, sin embargo al no ser el caso, contemplaba dos opciones; O sus problemas le valían un reverendo guanábano o estaba ocultado algo.
La pregunta era ¿Por qué?
Lo de no importar lo podía entender, después de todo apenas se conocían y era más que normal no tomar como algo relevante la vida personal de los demás, pero aún así, se supone que Kazemaru a pesar de estar retirado hacía mucho tiempo, todavía generaba revuelo entre los fanáticos de soccer, que seguían admirando las jugadas y regates mágicos que solo él sabía hacer.
Quizá el hecho de que Nathan fuera de EEUU influía en eso, ya que en el país de las cincuenta estrellas es reconocido por tener como deporte rey al baloncesto, fútbol americano y hasta tenis, pero esto no era ningún argumento convincente que calmara sus sospechas, por el contrario, simplemente lo empeoraba, de cualquier forma, llegó a la conclusión que estaba repensando las cosas.
Kazemaru por otro lado, se recriminaba a sí mismo por su imprudencia y falta de control durante la conversación con Miyasaka, consideraba que estuvo demasiado cerca de revelar quien era realmente con las expresiones que mostró, el tono de voz que utilizó y hasta el hecho de que aún cubría su ojo izquierdo ligeramente con el mechón más largo que tenía.
Era increíble como ese pedazo de cabello lograba darle tanta seguridad frente al mundo, y ahora que tendría que lidiar con el rubio a diario sin contar con el respaldo de sus amigos para sostenerlo, necesitaba más que nunca esa confianza que su corto flequillo ahora naranja le brindaba, rogando porque su compañero de trabajo no le encontrara ninguna similitud con su versión real.
Además de que tendría que encontrar la manera de retrasar lo más posible los planes del sector con respecto al secuestro de niños promesas, darle señales a su esposo para no angustiarlo, vigilar a la distancia a sus hijos y arreglar la crisis emocional de Taiyou, porque sí, Kazemaru ya había asumido por cuenta propia esto.
Desde el momento en que supo todo lo que el pequeño delantero tuvo que pasar en el hospital a causa de las secuelas del accidente que tuvo cuando niño, el corazón del ex-velocista se derritió como chocolate en microondas, sintiendo una inmensa necesidad de salvarlo, llenarlo de amor tal y como hizo con sus otros "sobrinos", apoyarlo en lo que necesitara y cuidarlo.
Ichirouta en el fondo sabía que Amemiya acabaría en casa de Goenji cuando todo esto terminara, pero le preocupaba la reacción de Hyouga, ya que el pelimorado era bastante celoso con su padre, y su posible reacción ante un nuevo hermano era impredecible, por lo que el plan B era mucho más sencillo, cuidarlo él mismo, apostaría su vida a que Tenma y Kirino no se opondrían en lo más mínimo.
Claro que esa no era más que la segunda opción, aunque no podía negar que Taiyou le parecía un niño extremadamente lindo, que necesitaba amor y comprensión sobre todas las cosas, casi le recordaba al pasado de su mejor amigo, con alguna que otra pequeña diferencia.
Ese día, Kazemaru se comprometió a recoger a Taiyou de la escuela, todo con el fin de que este no se vaya a inscribir en el club fútbol sin permiso de los doctores antes, por lo que a las tres de la tarde, se dispuso a salir de las instalaciones del sector con rumbo a Arakumo Gakuen.
- ¿Te vas tan temprano? - Preguntó el rubio al ver como su compañero recogía sus cosas en el maletín - Se supone que estamos sobrecargados de trabajo...
- Ehhh sí, lo sé... Pero tengo que recoger a mi... A mi hijo de la escuela - Respondió tratando de que su mentira sonara lo más creíble.
- No sabía que tenías un niño - Musitó algo asombrando - Bueno, que te vaya bien, hasta mañana.
Sin decir absolutamente nada más, Ichirouta apagó la computadora y salió de la oficina, suspirando apenas cerró la puerta por la ansiedad que le generaba conversar con Miyasaka, era demasiada presión para él, necesitaba a sus amigos a su lado.
Ya ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que enfrentó al rubio sin Fubuki o Midorikawa a su lado, siendo estos dos sus eternas compañías y más grandes confidentes dentro del reducido grupo de amigos que tenía, y ahora que ellos estaban lejos, la soledad se volvía insufrible.
Apenas llegó a la avenida principal, tomó el primer taxi que pasó, no tenía tiempo que perder, pues Taiyou salía de clases a las 03:30 pm y su reloj ya marcaban las 03:14 pm - Si tan solo tuviera mi moto... - Se dijo a sí mismo algo desesperado por la paciencia del chófer.
Una vez dentro de Arakumo Gakuen, tocaba buscar el edificio donde los estudiantes de primer año estaban, cosa sencilla, ya que uno de los guardias de seguridad le dio las indicaciones exactas para ubicarse con facilidad dentro de la inmensa institución.
Eran las 03:34 pm cuando por fin encontró el aula del pelinaranja, sin embargo este no estaba en ella, solamente quedaban algunos alumnos conversando y riendo entre sí, los típicos payasos de la clase que tomaban todo a la ligera.
"Pero fueron solo cuatro minutos..." - Pensó algo preocupado, le angustiaba mucho no saber el paradero del niño que le habían encargado, sintiendo que fallaba en sí misión como adulto responsable.
Entonces lo recordó, ese día era la segunda prueba de ingreso para el equipo de soccer de la escuela, por lo que era más que lógico que Taiyou estuviera allá.
Haciendo uso de su velocidad, Kazemaru corrió hasta donde se suponía que los campos de fútbol se encontraban, desesperado por impedir que Amemiya se inscriba aún sabiendo que ponía en riesgo su salud.
Sin embargo, a medio camino se detuvo, pues en uno de los jardines divisó al menor en solitario, jugando con el balón, alejando del resto de niños que morían por una plaza en el equipo.
De buenas a primeras, Kazemaru quiso ir a detenerlo, pues las actividades físicas estaban prohibidas para el joven de cabellos naranjas, pero el ver la clase con la que tocaba el esférico lo dejó impresionado. Para tener apenas 13 años, dominaba la pelota como si la tuviera pegada a sus pies, y se notaba que los regates se le daban de maravilla.
- ¡Kazemaru-san! - Exclamó el menor al percatarse de la presencia del mencionado - Lo estaba esperando.
- Ahora me llamo Nathan Swift - Indicó con una leve sonrisa - Juegas muy bien... ¿No quieres que practiquemos un poco?
- ¡¿En serio?! - Dijo emocionado - ¡Sería genial!
- ... - Al ex-peliazul se le derritió nuevamente el corazón con la reacción de Amemiya, por lo que sin esperar mucho más, se quitó el maletín cruzado de cuero marrón que llevaba y lo arrojó al pasto, para luego recoger las mangas de su camisa y abrir un poco el cuello de la misma en busca de comodidad - Bien, intenta pasar mi defensa.
Taiyou, ni corto ni perezoso comenzó a driblear en dirección al mayor, quien parecía mostrar una pose ligeramente diferente pero que no reconoció hasta que este ejecutó un movimiento rápido para quitarle la pelota, haciéndolo caer con suavidad.
Durante casi una hora, Amemiya vio con sus propios ojos la técnica de uno de sus jugadores favoritos, y aunque no logró burlarlo ni una sola vez, se sentía feliz y satisfecho por entrenar con un experto.
Lo que él no sabía, era que en más de una ocasión, Kazemaru tuvo que esforzarse un poco más de la cuenta para ganar los desafíos, sorprendiéndose del enorme talento que el pequeño delantero mostraba, lo que a su vez lo llevó a pensar en el gran jugador en que podría convertirse si contara con plena salud.
Sin embargo, la ilusión del momento se esfumó cuando Taiyou jadeó por primera vez, cayendo al suelo apoyando una rodilla en el intento de recuperar el aliento, cosa que alarmó al mayor, quien desesperado corrió para ayudarlo.
- ¿Estás bien? ¿Quieres que vayamos al hospital? - Preguntó mientras lo tomaba por los hombros - Creo que fue suficiente fútbol por hoy...
- No es nada... Creo que es solo fatiga - Respondió con una leve sonrisa.
- Bien... Vamos a casa, necesitas reposo... - Dijo con un poco de desconfianza en las palabras del menor - De todas formas, llegando vas a descansar.
Taiyou no planeaba replicar ni contradecir las órdenes de su nuevo tutor, porque sí, a pesar de tener menos de un día juntos, ya lo consideraba parte de su pequeña e "inexistente" familia, por lo que tranquilo subió al taxi que este pidió por aplicativo.
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Al otro lado de la ciudad, Tenma y Kariya conversaban en una de las bancas del exterior de la cafetería mientras almorzaban, esperando que sea la hora de ir al entrenamiento del club de fútbol.
El centro de la plática, como no podía ser de otra forma, eran las diversas teorías sobre el paradero del padre del rollito de canela, quien se mostraba cabizbajo con la simple idea de que su hogar estuviera dividido.
El peliteal no sabía exactamente qué decir, sabía que un simple "Todo estará bien" no era suficiente para mejorar el estado anímico de su amigo, en realidad, nada de lo que dijera cambiaría las cosas, pero al menos lo apoyaba mediante su atención, escuchando como este se desahogaba.
- ¿Así que tu padre te abandonó? - Dijo el mismo chico de tercero que semanas atrás lo molestó en las afueras de la biblioteca - Seguramente no soportó tu cara de idiota y por eso se fue.
- Cierra la boca - Bufó molesto Masaki, levantándose para hacerle frente al agresor - ¿Mejor por qué no te largas? ¿O es que en tu casa nadie te espera? Seguramente tus padres ni te quieren cerca.
- Mocoso... - Musitó con furia, tomando al defensa por el cuello del uniforme y lanzándolo contra el pavimento - ¿Te crees muy chistosito, no?
- ¡Déjalo en paz! - Intervino el castaño, colocándose delante de un adolorido Kariya.
Como si se tratase de una competencia de lucha libre, el patán de tercer año tomó a Tenma por los hombros, con claras intenciones de intimidarlo, disfrutando ver como los ojos de este comenzaban a cristalizarse por el temor.
Para Matsukaze, el tiempo transcurría en cámara lenta, sentía que el cuerpo le temblaba y la respiración se le entrecortaba por el pánico. Todo esto sumado a su problemas personales que no lo dejaban tranquilo.
- ¡No te atrevas a lastimar a mi hermano! - Gritó Kirino, embistiendo con toda su fuerza al pendenciero.
Tenma completamente asombrado, vio como Ranmaru iniciaba una pelea a puño limpio, acertado unos golpes y recibiendo otros, sin ceder, manteniéndose firme en su lugar como si de una muralla se tratase.
Kariya a su vez, se levantaba con intenciones de unirse al "combate", pues mientras él estuviera ahí, nadie lastimaría a sus amigos, sin embargo un grito fuerte y claro del pelirrosa lo hizo quedarse quieto; ¡No te metas en esto!
Ninguno de los dos daba cabida a la repentina actitud de Kirino, ya que no era propio de él resolver las cosas por la violencia, aunque quizá el estrés familiar eran un gran factor a tomar en cuenta.
No habían pasado más de cinco minutos cuando Shindou y Yukimura llegaron a escena, viniendo directo de la oficina del director tras haber inscrito nuevamente al pianista en la escuela Raimon.
Está demás decir, que el más imprudente de todos fue Hyouga, quien a pesar de las órdenes del defensa, se lanzó contra el agresor, logrando que este se viera intimidado al percatarse de que ya no era uno al que se enfrentaba, ahora eran 5 jugadores de fútbol que fácilmente podrían molerlo a patadas si quisieran.
- ¿En qué se supone que estabas pensando? - Regañó Shindou - Pueden suspenderte por eso, y hasta expulsarte del equipo.
- Había golpeado a Masaki y planeaba hacer lo mismo con mi hermano ¿Qué querías que haga? ¿Qué me quedara mirando sin mover un solo dedo? - Contrarrestó Kirino, sacudiéndose el uniforme a la par que se reincorporaba, apoyando sus dos manos en la cintura - He de decir... Que golpea duro... - Agregó frotándose el rostro, descubriendo un poco de sangre en este.
- Mira nada más como te dejó, pareces carne molida - Se burló un poco el de cabellos morados - Yo dudo que te acuse con algún maestro... Así que podemos estar tranquilos respecto a eso... Lo que me preocupa es la reacción de Endou-san, no creo que se ponga feliz al enterarse de esto...
- Es mi culpa... - Intervino el castaño - Hablé de más en público y él nos escuchó...
- No es tu culpa, en primer lugar, él no debería burlarse de tus problemas familiares - Interrumpió Kariya - Eso nos deja ver la horrible persona que es, así que no te sientas mal... Por cierto... ¿Ya está? ¿Ya te inscribieron nuevamente en Raimon? - Agregó dirigiéndose al peligris, quien solamente asintió - Fantástico, eso significa que el capitán ha vuelto.
- ¡CIERTO! - Gritó Tenma interrumpiendo las sonrisas de todos - ¡Hoy es el primer día de mi papá como entrenador! ¡No podemos llegar tarde!
Los demás se miraron y empalidecieron, pues era verdad, así que rápidamente se pusieron en marcha hacia la sede del club, empujándose y bromeando entre sí durante el recorrido, algo típico en ellos, como lo podía ser burlarse del cabello de Matsukaze, los ojos caídos de Kariya o la típica broma a Shindou de "Quiere llorar".
Aunque toda esa alegría se esfumó apenas pisaron la sala de reuniones, pues más de una mirada se clavó en el peligris, juzgándolo e incluso derrochando desagrado, ignorando totalmente las explicaciones que Kirino trataba de dar para defender a su amigo.
Afortunadamente, la presencia de Endou y Kidou rompieron toda la tensión, siendo ellos los encargados de informales a los jugadores el porqué Takuto tuvo que infiltrarse en Teikoku Gakuen, dejando a más de uno boquiabierto ante el sacrificio que su capitán hizo por el bien del fútbol.
Sin embargo, no todos estaban seguros de querer seguir las órdenes de los nuevos entrenadores, pues temían que el sector tomara represalias contra ellos, siendo la peor de todas, la posibilidad de que cerraran el club de fútbol.
Shindou a su vez, fue el primero en aceptar la nueva estrategia, alegando que estaba harto de los partidos decididos por los altos mandos de la asociación, dando un discurso típico de capitán sobre la importancia de hacer las cosas uno mismo, sin esperar a que otro solucionen los problemas de la sociedad.
A todo esto, el que menos atención protestaba a la junta del equipo era Tenma, ya que tenía la cabeza en otro lado, no podía dejar de pensar en lo sucedido con su padre, apenas habían pasado un par de días y ya lo extrañaba como si hace siglos no se vieran, sentía que su vida de repente estaba incompleta.
El fin de semana era perfecto, todos desayunando juntos la receta especial de panqueques que su papá preparaba, bebiendo jugos de frutas y entrenando en el patio trasero, jugando con el perro o simplemente viendo alguna película en familia, pero ahora no era igual.
Su hermano estaba constantemente tenso, irritado y malhumorado, como si cualquier cosa que se le dijera fuera una ofensa o provocación, mientras que su otro padre trataba de ocultar sus penas con una sonrisa fingida, que no engañaba ni al más ciego del universo. Podía darse cuenta de que la ausencia de su tutor afectaba mucho más de lo que cualquier pensaría a simple vista.
Lo que el rollito de canela más añoraba eran las platicas nocturnas con su guardián, ambos recostados en la amaca de la terraza, escuchando anécdotas de cuando este fue jugador de fútbol, lo difícil que fue enfrentarse a un mundo que consideraba a los japoneses inferiores y sus más grandes preocupaciones durante su carrera.
A Tenma le fascinaba escuchar esto, pues lo consideraba un gran aprendizaje necesario para cuando él se convirtiese en jugador profesional, además de parecerle entretenidas las aventuras que su padre tuvo en compañía de sus amigos, imaginándose así algún día con los suyos.
Una de las historias que le gustaba repetir era la de cuando Fubuki y Kazemaru se escaparon por la ventana del hotel en China durante las eliminatorias asiáticas para el Mundial. Eran las 3 de la mañana y ambos tuvieron un antojo brutal de pulpo frito, de esos que vendían en los mercados callejeros, por lo que sin pensarlo dos veces, se fugaron al puesto más cercano para cumplir con su capricho.
Lo que la dupla ventosa no sabía era que Kudou-san se percató de la ausencia de sus dos laterales, y los esperó en la entrada del hotel a pesar de la lluvia torrencial que cayó aquella madrugada.
Endou y Goenji vieron como sus parejas eran regañadas en plena vía pública, haciendo quinientas sentadillas como castigo por escaparse, aunque era más una excusa para quemar las calorías que el pulpo frito seguramente les proporcionó.
Los dos llegaron molidos a sus respectivos dormitorios, cayendo rendidos sobre la cama sin ganas de mover un solo músculo más, escuchando las risas de sus novios que se burlaban de estos, pues poco antes de la fuga, ellos les advirtieron que era una muy mala idea.
- Vas a mojar las sábanas - Regañó el de la banda naranja - Ichirouta, cámbiate de ropa o báñate, hueles a lluvia combinada con sudor.
- Acabo de hacer 500 sentadillas, no se que esperabas... ¿Qué venga perfumado? - Se quejó sin despegar el rostro de la almohada - Pero vale... Tienes razón, ahora me ducharé...
Claro que esa era toda la información que Tenma manejaba respecto a esa anécdota, pues lo sucedido después, Kazemaru se lo guardó por protección a la salud mental de su menor hijo.
Sin darse cuenta, el rollito de canela estaba llorando en su asiento de la sala de reuniones, totalmente petrificado mientras seguía recordando los buenos momentos compartidos con su padre, extrañándolo a más no poder.
Kirino claro que se dio cuenta de esto, y entendía a la perfección lo que su hermano sentía, pues él estaba prácticamente en la misma situación, pero al ser el mayor, tenía que mostrarse firme ante Matsukaze, necesitaba volverse el soporte emocional que el mediocampista de primer año necesitaba.
Al terminar la charla técnica, todos los jugadores salieron al campo, mucho más tranquilos y conformes con el regreso del capitán al equipo, sin embargo Endou no estaba del todo tranquilo - Tenma, Kirino, quédense los dos - Ordenó con autoridad, haciendo que los mencionados volvieran a tomar asiento.
Previamente en su hogar, acordaron llamarse por sus apellidos para no dar cabida a que nadie dijera que el entrenador tenía preferencias, pero eso significaba que los niños estuvieran acostumbrados a esto.
- ¿Si, papá? - Dijo en un tono de voz medio entrecortado el castañito.
- Matsukaze, tienes que decirle entrenador - Regañó en un susurro el pelirrosa.
- Primero me gustaría saber... ¿Qué te pasó? ¿Por qué vienes todo golpeado? - Preguntó mirando fijamente al mayor de sus hijos.
- Un alumno de tercero estaba molestando a Matsukaze... Yo por supuesto no iba a permitirlo así que tuve que intervenir, y acabé peleando con él... Ya sé que estuvo mal pero...
- No, está bien que defiendas a tu hermano - Interrumpió Endou - Pero trata de no llegar a la violencia, no quiero ni imaginar que diría tu padre si te viera así...
- Hablando de eso... ¿No tienes noticias sobre él? - Musitó con timidez el rollito de canela.
- Me gustaría mucho decirles que sí... Pero la verdad es que no... Yo también le echo de menos, pero él prometió volver apenas pueda, así que les pido que confíen...
Al contrario de que Endou esperaba, la sinceridad de sus palabras sólo logró hacer que los dos niños comenzaran a llorar desconsolados, escondiendo sus rostros con sus manos sobre las mesas en las que se apoyaban.
El de la banda naranja no supo exactamente qué hacer, y no porque el ex-guardameta fuera poco cariñoso, si no más por tener miedo de arruinar las cosas con algún comentario torpe ahora que él también se sentía vulnerable ante la falta de su alma gemela.
Su cerebro solamente resolvió a caminar por detrás de los menores, acariciarles la cabeza y abrazarlos con cuidado, dándoles a cada un suave beso - No se preocupen, les prometo que él volverá, mientras tanto... Yo los cuidaré mis niños.
La calidez que derrochó el antiguo capitán del Raimon fue más que suficiente para tranquilizar los corazones de dos niños que tenían miedo de volver a estar solos, y si bien estos no recordaban mucho de su estadía en el orfanato, si tenían muy presente el gran cambio que significó el ser adoptados.
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Fubuki desde su computadora no dejaba de buscar respuestas, necesitaba con urgencia saber que es lo que había pasado, y el saber que Goenji estuvo el día del partido era su más grande pista.
Desde que Kazemaru se despidió de él, investigó durante madrugadas completas las posibles causas de esto, y si su mejor amigo estaba en aprietos, él mismo iría a salvarlo.
Por dentro estaba confundido, ya que todo indicaba que Ichirouta se encontraba al lado de Shuuya, y de confirmarse, no le agradaba en lo absoluto, pues significaba que su desaparecido esposo le había arrebatado a su mejor amigo.
La otra cara de la moneda que evaluaba era que los dos estaban arriesgándose por el grupo, y claro, eso era muy heróico visto desde fuera, pero para él, eran un par de tontos que no se atrevían en confiar en sus amigos para resolver los problemas.
Entonces tuvo la genial idea de contactarse nuevamente con el detective que muchos años atrás le ayudó a investigar el caso de Miyasaka, sorprendiéndose de que este todavía guardará su número telefónico en su agenda de contactos.
El pedido era simple, solo quería confirmar que Kazemaru y Goenji se habían encontrado aquel fin de semana, por lo que conseguir la copia del video de las cámaras de seguridad no fue nada complicado para un ex miembro de la fuerza policial como lo era su contratado.
La imagen era clara, su esposo le entregaba una nota a su mejor amigo y se marchaba con rapidez en un auto deportivo, dejando al peliazul completamente estupefacto en la esquina de la calle, en definitiva, algo le había dicho.
Si Shirou no pidió ver el paradero del coche de su aún pareja, fue porque el entrenador Kudou le prohibió estrictamente hacer eso, más no tenía ninguna orden o indicación que le prohibiera investigar sobre las nuevas contrataciones que el sector realizaba.
En la lista, sólo habían 3 nuevos miembros del personal registrados por la asociación de fútbol juvenil, cada uno en una área diferente de trabajo, lo que facilitó las cosas, ya que obviamente Goenji no llevaría a Kazemaru consigo para ponerlo a limpiar baños o encargarse del mantenimiento y reparación de máquinas.
La única persona nueva en el área administrativa era un tal "Nathan Swift", sin documentación aparente por supuesta tramitación al ser extranjero.
Tampoco había ninguna foto en el registro emitido por las autoridades de la asociación como para poder decir que esa persona de nombre raro era su mejor amigo.
Una corazonada le gritaba en el pecho que ese era su hermano, el hombre a quien en muchas ocasiones le confío su vida, la persona que más secretos le guardaba, casi su otra mitad en el sentido amical, pero a base de presentimientos no podía hacer nada.
- Con que Nathan Swift...