Ahora, en el inframundo, se encontraba el tan temido dios esperando con ansias la llegada de su sobrina.
—Debes relajarte —exclamó su esposa, frotando sus hombros lentamente.
—No puedo —respondió su esposo.
El solo pensar en las locuras que estaba haciendo la chica para ayudar al mocoso hijo de Poseidón, hacía que quisiera correr hasta donde estaba y entregarle la madre al niño para que dejara de poner en peligro a la pequeña diosa. Pero, eso impediría su plan, y por mucho que amara a Lynette, decidió seguir con su plan. Confiaba en que ella podía protegerse sola, no por nada era la diosa más poderosa y el terror de Cronos. La profecía hacía que todos los dioses supieran cuan grande era el poder de la diosa desterrada.
—Vamos a descansar —pidió Perséfone entregándole un vaso con vino —, luego puedes seguir cuidándola. Recuerda que ella es fuerte, si no lo fuera, Ares y todos los otros dioses ya la habrían retenido.
Lynette
La noche ya había caído y estábamos escondidos en los baños. Mi cubículo lo compartía con Annabeth, quien no dejaba de quejarse de mi cabello en su boca.
—Anita, me pisaste —me quejé al sentir como mi pie era aplastado por el suyo.
—Lo siento, Ly —se disculpó mirando mi pie —. No sé cómo no caíste al retrete con esos tacones.
Vi mis zapatos y luego a la rubia.
—¿Qué tiene de malo? —pregunté.
—Nada, Ly, te ves fantástica —respondió con una sonrisa.
—Es momento de caminar, chicas —se quejó Percy.
Mire a Percy ofendida.
—Pecesito, vuelve a callarnos y mi tacón se enterrará en toda tu hermosa cara.
—Lo siento, Ly —se disculpó —. Cerraron hace la hora, de prisa.
—Sí, señor —se burló Gro haciéndome reír junto a la rubia.
Salimos lo más rápido que pudimos y en el camino Percy nos explicaba su plan
—Esto será muy fácil, solo tengo que volar con los tenis que me dio Luke, tomaré la perla y luego... —el castaño fue interrumpido por la presencia de unos hombres.
—Y ahora... ¿Qué hacemos? —preguntó Gro al ver a los hombres limpiar el lugar.
—Tranquilos, nosotras lo arreglamos —dijo Annabeth luego de mirarme con complicidad.
La rubia sacó un arma haciendo que Grover se sobresalte.
—Vamos —le dije a la chica quien asintió.
Ella lista con su ballesta, y yo estaba preparada para usar el poder que ahora sabia que poseía. Annabeth y yo tuvimos mucho tiempo para hablar mientras estuvimos en ese pequeño cubículo. La rubia disparó a un hombre haciendo que los demás prestaran su atención en nosotras.
—Tu turno —me susurró la rubia al oído.
Miré a los hombres y con vos dulce le dije.
—Duérmanse hasta que el sol salga. —Mis ojos y los de ellos nunca se apartaron y así fue como uno por uno fue cayendo a la medida que yo me acercaba a ellos.
—Por los dioses —exclamó Grover asustado —, Percy ayúdame a esconder los cadáveres. Ly o puede ir a la cárcel.
El moreno se acercó y comenzó a arrastrar a uno de los hombres por las piernas.
—Relájate, solo están dormidos —exclamó Annabeth, logrando que Gro respirara aliviado y soltara al hombre —. El hombre al que le disparé despertará en treinta minutos, Ly hizo que los demás duerman hasta mañana.
Ambos chicos asintieron y se pusieron manos a la obra, eso significaba amontonarlos en una esquina para que no obstruyeran el paso.
—Es muy lindo que quieras salvarme de ir a la cárcel —le dije al moreno, mientras arrastrábamos a un hombre.
—Ly, si tengo que esconder un millón de cuerpos para que ti estés bien, lo haré.
—Yo también lo haría por ti, mi querido Gro —dije con sinceridad.
Tenía a los mejores amigos del mundo.
—Listo —anunció la rubia cuando nos acercamos.
—Luke —saludó mi amiga.
—Annabeth —respondió alegre.
—Hola, rubio —saludé metiendo mi cabeza en la pantalla haciendo reír a la chica y al chico.
—Hola, linda Ly.
—¿Cómo activas los zapatos?—le preguntó la rubia rápidamente al chico.
—Díganle a Percy que tiene que correr, y tiene una velocidad que alcanzar —respondió —. Como un yet en una pista, pero tendrá que practicar.
—Fácil —anunció Percy.
—Luke —llamé al chico —Percy no quedará estampado como calcomanía, ¿verdad?
El rubio me miró con una sonrisa.
—Porque no quiero que mi novio muera a los diecisiete, mi primer novio no puede morir cuando tengo dieciséis.
—Felicidades —dijo Luke mirándonos serio—. Esperemos que Percy pueda lograrlo.
Asentí y fui hacia mi novio.
—Ten cuidado, recién, iniciamos a salir y no quiero quedarme sin mi chico.
—Lo lograré —dijo luego de que dejé un beso en su mejilla.
Sin previo aviso, Percy salió volando haciendo que los tres nos preocupemos.
—¡Se supone que debías de practicar! —le gritó Grover.
Mi novio gritaba mientras se acercaba cada vez más a la perla, pero cuando estuvo a punto de tomarla cayó. Percy quedó guindado en la estatua mientras se aferraba a una parte de esta.
—¡No, No! —gritábamos Grover y yo al ver al chico luchar por no caer.
—¡Eso es, amor! —celebré al ver como escalaba hasta llegar a la perla.
—La tengo —nos dijo mi chico.
Celebramos hasta que él llegó al suelo permitiéndome correr a examinarlo.
—¿Estás herido? —pregunté buscando algún rastro de sangre.
—No, estoy bien —contestó para luego estampa sus labios con los míos.
Cuando nos separamos los otros dos se acercaron a felicitar a mi novio, sin duda mi Pers había hecho un buen trabajo. Ahora solo tenía una nota mental de tirar esos zapatos del demonio.
—Demonios —exclamé al ver el montón de hombres que se acercaban.
—No puede ser —se quejó Grover —. Yo me encargo, está bien.
El moreno dio un paso al frente.
—Venimos de parques y centros recreativos, los descubrimos durmiendo en trabajo. Más vale que no vuelva a suceder. No estoy jugando.
Yo trataba de no reírme en este momento al ver como Gro los regañaba y los hombres únicamente estaban tiesos como la estatua a nuestras espaldas.
—Lo esperábamos, señor Jackson —dijeron todos al unísono haciendo que cualquier rastro de risa acabara.
—Otra vez —se quejó Percy.
—Lo único que queremos es el rayo y lo dejaremos ir.
Pers dio un paso adelante furioso.
—Que yo no tengo el rayo, ¿oyeron? —espetó mi novio.
Uno de los hombres tosió e hizo aparecer una llama de fuego.
—Okey, esto es malo —dijo Grover retrocediendo mientras colocaba su brazo frente a nosotros como protección.
—No queremos lastimarla, señorita Roberts, quedes fuera de esto —exclamaron para luego convertirse en una bestia aterradora.
La reconocí cuando la vi.
—¡Hidra! —gritamos Annabeth y yo.
—Cuidado, la del medio, lanza fuego —explicó Annabeth.
La rubia tomó mi brazo y me llevó con ella para cuidarme del fuego, refugiándonos tras una columnas.
—Mierda —me quejaba mientras mi rubia amiga y yo golpeábamos a la serpiente.
Esta no buscaba atacarme, pero sus cabezas iban a por Annabeth, y la chica era mi amiga, mi mejor amiga a decir verdad. No dejaría que algo le pasara.
—¡PERCY, NO, ALTO! —grité al ver como cortaba las cabezas sin parar.
—¡Sesos de alga, para! —regañó la rubia, pero el no parecía escuchar.
Bajó celebrando y yo solo pude estrellar una mano contra mi frente.
—Solo empeoraste las cosas —espetó la rubia mirando con enojo a mi chico.
—¿De qué estás hablando? —preguntó el de ojos azules.
—Cuando cortas una cabeza de Hidra, crecen dos más —expliqué viendo como la bestia volvía a resurgir, y esta vez más peligrosa.
Ahora nuestra tarea era distraerla mientras mi chico iba por la perla.
Annabeth disparaba flechas sin parar, la rubia era una buena luchadora y arquera. Claro que ganó que la bestia comenzara a seguirla. Hidra vio a Percy y fue a por el mientras yo corría directo a ayudarlo. Mi novio hizo uso de su poder y con el agua aturdió al monstruo. Corrimos cuando tuvo la perla, pero la puerta no abría.
—Inténtalo —me dijo Annie haciendo referencia a mi poder.
Asentí y me paré firme.
—¡Detente! —le grité al ver como corría hacia nosotros.
Como si mi voz fuera un interruptor, la Hidra paró para quedar frente a mi totalmente quieta, Grover aprovechó la oportunidad y con la cabeza de Medusa hizo que la Hidra se convirtiera en piedra.
—Eso es —celebré.
Grover dió un beso en la mejilla de Medusa, para luego limpiar su boca con asco. Reí, pero me abalancé a sus brazos.