El asesino del carro rosa.

By BleuNoir14

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Guns N' Roses graba su primer disco y alcanza la fama mundial. Durante una de sus primeras giras alrededor de... More

Introducción.
Bienvenida.
Reciprocidad.
El carro rosa.
Crimen.
Posesión.
Axl.
Error.
En sus brazos.
El maniaco.
Celos.
Un viejo amigo.
Prisión.
Rosas rojas.
Epílogo.
Aclaración y agradecimientos.

Ángela.

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By BleuNoir14

Corría su tercer día sin hablar con Axl. Su tercer día de levantarse temprano para darle a Izzie su paseo matutino, pero Izzie tenía ya tres días lejos de él. La rottweiler había sido llevada a Washington D. C. con los padres de Richard King, quedando como los responsables de su custodia tras el asesinato del director.

Acerca de su desafección con Axl, bueno, no era que no supiera el motivo de su enojo, pero no comprendía por qué se tomaba todo tan a pecho. Nunca lo había entendido, pero lo conocía y necesitaban hablar tarde o temprano para arreglar las cosas. Su amistad era así. No cabía porqué pensar que eso, lo que tenían ahora, sería diferente.

Disculparse por consensuar en la mentira de Chris; pretendía al caminar hacia la casa que rentaban Slash y Steven, esperando que la persona a la que buscaba se encontrara ahí, después de dos días sin verla.

La visera de su boina le cubría los ojos de la radiante luz del sol naciente. Su cigarro se consumió a merced de caladas nerviosas y el viento que aunque caluroso, soplaba inclemente. Poco antes de llegar a la cuadra correcta, su cigarro se extinguió entre sus dedos.

Paseó cerca del contenedor de basura en la esquina, el zumbido de las moscas fue advertencia del olor que le perseguiría cada instante más putrefacto, menos soportable. Bien pudo simplemente aventar el filtro de lo que fue su cigarro y caminar muy lejos de la peste, pero el hedor era tan asqueroso y tan peculiar que la curiosidad le ganó.

En su vida había olido algo así de penetrante, así de horrendo. Al asomarse al contenedor tuvo que cubrirse nariz y boca para disipar un poco el desagradable tufo, aunque fuera sólo una milésima de segundo antes de reconocer los trozos de carne humana que formaban un brazo y una cabeza apuntando directo a la suya.

Escapó de la prisión olorosa con una arcada que le tiró de rodillas al piso, no únicamente por el hedor a muerte o por el horroroso descubrimiento, sino también porque la cabellera rubia invadida por un centenar de moscas panteoneras y los rasgos amoratados de piel verdosa le eran conocidos.

Luchó por no ahogarse con las arcadas que no trajeron nada, pues no había qué en su estómago vacío. Sus ojos se llenaron de lágrimas por el esfuerzo, terminando en dos hilillos cristalinos por la atrocidad que habían presenciado.

...

—Puede retirarse cuando guste, señor Isbell... —la detective dio por concluida la declaración de los hechos del individuo—. Por cierto, sus amigos están ahí fuera. Fueron traídos de igual manera para tomarles su declaración de la última vez que vieron a su compañero.

El hombre asintió en un trago de saliva, con la mirada gacha empuñó su boina que reposaba sobre la mesa, se levantó de la silla arrastrando los pies hacia el aire fresco del exterior que su rostro humedecido por las lágrimas y el sudor anhelaba.

Barbara lo siguió muy de cerca, pero sin invadir su espacio personal, en un silencio sepulcral. Ella sabía lo que era ver partes de un cuerpo humano tiradas por ahí sin ningún tipo de cuidado, pero jamás le había tocado ver partes del cuerpo de alguno de sus conocidos. Y deseaba que nunca le tocará ver algo así. Sin embargo, podía empatizar con el sentir del joven de cabellera negra que se detuvo en seco al llegar a la recepción y ver ahí a sus amigos, como si no lo esperara a pesar de que ella misma le informó de su presencia.

Duff y Axl se pasaban las manos por la cara, ya adiestradas de secar las lágrimas de sus ojos irritados, inmersos en su luto recién enterados de la condición atroz en la que Izzy encontró partes de Steven al fondo inmundo de un contenedor de basura.

—¿Dónde está Izzie? —preguntó McKagan de la nada, tratando de entrar en otro tema en su angustia por querer creer que nada de eso era real.

—Se la llevaron a D. C. —dio Rose la ingrata respuesta, abrazándose a sí mismo, incapaz de librar su mente de la energía que solía desprender Adler y que ahora estaba perdida para siempre.

—La voy a extrañar también.

Las lágrimas escaparon de los ojos cerúleos del pelirrojo al instante. El rubio lo abrazó, dejándose llevar por el mismo sentimiento.

Stradlin escuchó pasos a su espalda que reconoció enseguida al igual que el rostro despejado de la enorme melena rizada que le caracterizaba. Se miraron el uno al otro: los párpados rojos y las expresiones destrozadas. Luego, el más alto volvió la mirada a sus otros dos conocidos y emprendió la dura marcha hacia ellos, seguido por Slash.

Bastó alcanzarlos para que Hudson se abrazara al par, rompiendo en llanto. La conmovedora acción hizo que Rose volviera a quebrarse, alejándose de ellos con uno de sus puños sobre su boca, desviando la mirada hacia el otro oriundo de Lafayette. Stradlin acercó su mano para despejarle el rostro de pequeños mechones de cabello desordenados.

Tres días sin hablarse y dos sin verse. Titubearon las dudas en sus adentros, pero no tenía sentido que siguiera enojado por tonterías. Izzy lo envolvió en sus brazos con la misma necesidad y, a pesar del gran dolor que les atañía, se sentía excesivamente bien tenerlo de vuelta a su lado.

La mirada color esmeralda de Lacey observó el encuentro desde lejos. El vocalista líder se veía genuinamente afectado por el asesinato de su compañero... Tal vez ese asesinato no estaba dentro de sus planes.

—¿Cree que es buen momento?

La voz por poco le hizo saltar en su sitio de lo inesperada que fue. Giró la cabeza a su lado enseguida, encontrando a Christopher con una expresión de pena en el rostro. Sin poder otorgarle una respuesta, otra voz llamó robó su atención al frente.

—¿Qué hace este desgraciado aquí!

Axl dejó de abrazar a Izzy, pero continuó asido a su cintura con una mano. El más alto tomaba sus hombros.

Barbara alentó a Chris para acercarse juntos al grupo, dando un par de pésames que no fueron gratos para nadie.

—No me digas que tienes que ver con esto —el pelirrojo incidió con Weber una vez más.

El color carmesí alrededor de sus ojos azules mantuvo al rubio sin palabras, perdido en esa imagen demacrada y debilitada, vulnerable e indefensa. Bill Bailey estaba de vuelta en él.

—Christopher también conocía a Coletti, por eso lo trajimos.

Explicó la mujer, mediando entre el grupo y el chico ajeno a éste.

—¿Qué es esto? ¿Una venganza, Chris? —pero el de cabello bermejo persistió, adelantándose hacia el mencionado.

Esta vez, Stradlin no lo detuvo, por el contrario, le respaldó por si acaso.

La detective intervino rápidamente, colocándose frente al cantante con Weber a su espalda.

—Chicos, tranquilos por favor. Nadie aquí es el culpable.

La apertura por el pasillo mostró a Cole saliendo detrás de una mujer voluptuosa envuelta en escotes exuberantemente sugerentes. Ella salió con la mayor velocidad que sus largas piernas pudieron adquirir, sin ver a nadie a la cara debajo de las gafas negras que le escudaron. Él se acercó a la reunión de la que brotaba la tensión para auxiliar a su colega.

—¿Quién era esa? —preguntó Rose.

—Lamento su pérdida —habló Jonathan—. La señorita Ángela vino a declarar también.

Slash volteó atrás para darle un último vistazo a través de las puertas de cristal, negando efusivamente.

—¿Por qué? Ella no fue con quien salió Steven.

La tarde del día anterior, tanto él como Adler habían salido, cada quien con una chica distinta a lugares diferentes, sin saber que su despedida al pie de la puerta sería la última vez que lo vería.

—No, ella pasó la noche conmigo, así que nos trajeron a ambos a declarar —explicó Chris, rascando el lóbulo de su oreja derecha.

—No confío en las Ángelas —sentenció Izzy, dándole la espalda a su viejo amigo para alejarse junto con Axl.

Duff y Slash también se distanciaron, yendo a las sillas dispuestas a la espera, aunque ya no tenían nada que esperar. Cole se disculpó para retirarse a su oficina, puesto que tenía papeleo que atender. Barbara y Chris se quedaron en el mismo lugar, examinando la dulzura con la que Rose y Stradlin permutaban caricias de consuelo.

Una mirada acechaba con curiosidad, yendo y viniendo entre cada gesto, cada parpadeo, cada respiro, intranquila por lo que veía en uno de los dos hombres... La otra ardía en los celos, deseosa de remover al otro del cuadro para pintarse en su lugar.

...

Cuatro hombres sentados en la fila de sillas y el otro de pie recargado en la pared frente a ellos, todos cabizbajos, sin emitir ni un solo sonido, como si se tratara de una cinta en blanco y negro pero con la comedia removida. Al menos así lo registró la mente de Jonathan cuando regresó junto con Barbara a la recepción de la comisaría. La pareja de detectives se encargó de reunir a los cinco en un solo lado.

—Caballeros, no es necesario que esperen más aquí. En cuanto sepamos algo les avisaremos —ofreció el agente.

Su compañera lo miró con la boca fruncida, a punto de sentenciar su empatía por la desgracia ajena.

—Igualmente yo... Yo les aliento a que permanezcan juntos, de ser posible.

—Sí, podemos quedarnos todos en la casa —Hudson se escuchó como si estuviera implorando a sus amigos.

Pese a que no era prudente interferir en los asuntos y decisiones personales de los afectados, Jonathan eligió apoyar a la mujer, pues ello podía ayudarles a avanzar en su investigación.

—Esto incluiría al señor Weber.

Advirtió, obteniendo la negativa inmediata del pelirrojo.

—No. No quiero a ese hijo de puta cerca de mí.

—Quizá tienen razón —Duff le puso una mano sobre el hombro—. Chris ha estado con nosotros y puede que esté en peligro también.

—Sí. Estará bien, Axl.

Slash trató de convencerlo, viéndolo con la esperanza de hacerle entrar en razón.

—De ninguna manera, hombre.

Fueron las últimas palabras que dijo Rose antes de que él y los demás abandonaran el establecimiento, con Weber pisándoles los talones.

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