Viste mi infancia pasar.
Me acompañaste en la vida
contándome de cuando
eras joven, una niña;
si hubiera tenido más madurez
habría escrito o grabado
letra por letra, historia por historia.
Secaste muchas lágrimas,
me regalaste sonrisas;
me diste tanto
sin pedir nada a cambio.
Me viste crecer y yo...
Yo te vi envejecer.
Ahora no te puedo abrazar,
pero tu esencia se ha quedado
para acompañarme.
Y si observo el tiempo suficiente
tu foto o si recuerdo
una de tus historias,
si alguien te menciona,
es ahí donde te puedo sentir
cerca de mí.
Te atesoro en un inmenso
y especial lugar de mi corazón.