— ¡Dios! ¡Adam! ¡Ronald! ¡No! —exclamé, intentando detenerlos, pero era como querer separar a dos leones en plena lucha, ¡Suicida!
Tiraron algunas fotografías cuando Ronald lo estampó contra la pared y Adam le asentó otro golpe en la quijada.
— ¡Deténganse! —grité desesperada, al borde de despertar la locura.
Adam lanzó de nuevo su puño, pero Ronald esquivó el golpe para estrellar su puño en la mejilla de Adam. Casi se subieron a la mesa del comedor, Adam en ella y Ronald sobre él para golpearlo a su merced pero mi hermano lo sujetó por las piernas para irse sobre él hasta el suelo.
— ¡No! ¡Paren! —grité desesperada ¿Cómo iba a detenerlos?
De solo intentar acercarme cabía la posibilidad de salir golpeada y ninguno de ellos me escuchaba, era como si solo ellos estuvieran inmersos en su pelea, olvidándose de su alrededor.
— ¡Por favor, basta!, ¡Basta! —exclamé furiosa—. ¡Deténganse!
Ronald tenía en su poder a Adam, ambos en el suelo y mi protector no dejaba de soltar puñetazos, estaba segura que era todo lo que tenía guardado para él. Mi hermano intentó quitárselo, pero fue inútil, Ronald lo tenía sometido y totalmente dominado que corrí hacia ellos para acabar con esto.
No tuve de otra más que golpear a Ronald con un pie y lanzarlo con todas mis fuerzas, chocó contra la pared y provocó que un cuadro que colgaba se tambaleara y cayera. Ronald apenas lo esquivarlo. Él volteó a verme con asombro mientras que Adam empezó a respirar con regularidad y escupió algo de sangre.
Se levantó del suelo, mirándome con una expresión que mataba a cualquiera por el miedo. Se había llevado algunos golpes de mi hermano, pero no salió tan lastimando como Adam.
— ¿Por qué? —preguntó Ronald airado.
No le gustaba que lo golpearan, pero si no lo detenía, Adam estaría peor.
—Lo ibas a matar, idiota —lo dije sin pensar y fue demasiado tarde para rectificarme.
Adam se levantó.
— ¡Largo de mi casa! —exclamó aún capaz de moverse, empujó a Ronald y él apartó las manos de Adam de su cuerpo.
— ¡Quítame tus putas manos de encima! —reacción Ronald furibundo.
Salió del comedor y mi instinto fue seguirlo.
—Aurora, quédate aquí —ordenó Adam.
— ¡No! ¡Eres un cretino, Adam!
Tenía que darse cuenta que Ronald no era malo, simplemente su vida era complicada y muchos no entraban a ella por lo mismo.
—Ronald —lo llamé pero no se detuvo—. Ronald.
—Ahora no, Aurora —contestó, dándome la espalda y con largas zancadas para salir pronto de aquí.
Me detuve por un momento confundida por lo que me dijo pero seguí caminando, intentando ir a su paso y terminé por trotar para alcanzarlo.
—Por favor —supliqué para que se detuviera.
Ronald volteó a verme, tenía su rostro con algunos golpes y el labio inferior partido. Me dio pena verlo así.
—Sé que odias que te golpeen.
— ¿No me digas? Te felicito por recordarlo.
Abrí mi boca al escuchar su tono de voz. Era de un humor agrio sarcástico combinado con indignación y enfado.
—Tenía que detenerlos.
—Bien pudiste dejar que le diera la paliza que necesita.
Cruzó el auto para subirse, pero me interpuse en su intento.
— ¿Que terminaras matándolo? Es mi hermano. Por favor no quiero que te vayas así, hablemos.
—Estoy cansado, no esta vez... hazte a un lado.
Fruncí mis cejas aun llorando.
—No te pongas así...
—En cada oportunidad me recrimina que no te respeto cuando es él quien no lo hace. No te deja vivir ni tomar tus propias decisiones sin hacerte sentir mal, eres mayor de edad y lo suficientemente madura para saber lo que quieres ¿Por qué no me dejaste que lo pusiera en su lugar? Que entienda de una puta vez, tienes derecho a vivir y experimentar lo que quieras, así se aprende en la vida ¡Carajo!
Mi estómago se comprimió al igual que mi corazón, sentía que me regañaba y tenía todos los argumentos a su favor.
—Es mi hermano, se preocupa por mí.
—Eso lo entiendo, pero que compartan el ADN no significa que tenga derecho a tomar decisiones por ti, más le vale que aprenda eso, o si no, esta no será la última vez que le dé una paliza.
—Ronald...
—Hazte a un lado.
Su mirada era amenazante, jamás, en el tiempo que llevábamos juntos me había mirado de esa forma, me dolía de solo verlo así.
—No quiero que te vayas así.
Apartó la mirada, cerró sus ojos por un segundo y volvió a verme con esa misma intensidad, que percibí como mis piernas temblaban.
—Quiero irme, ¿Entiendes eso Aurora? ¿Puedes comprenderlo? Ahora apártate —gruñó muy enfadado que no tuve de otra más que hacerlo, no iba a convencerlo de lo contrario.
Me alejé de él, caminé hasta subir a la banqueta. Ronald entró sin verme, sin hacer nada y dejándome así.
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Ayudé a Adam con sus heridas, fueron más que las que le había dado a Ronald y lo que me sorprendió es que mi hermano haya podido enfrentarse a Ronald de esta manera y salir ileso. Tal vez Ronald reprimió su fuerza porqué, ha como está acostumbrado a luchar, mata en el primer movimiento.
—Ese cabrón, golpea más duro de lo que creí —se quejó Adam mientras le colocaba hielo en la cara.
—Te enfrentaste a alguien que está entrenado para pelear, tal vez hasta se contuvo.
Adam me miró con seriedad y fastidio.
—Si tú dices.
—Fuiste un idiota, Adam, tienes que dejar esta rivalidad absurda con él, no ha hecho nada malo.
Puso los ojos en blanco.
—Es increíble que lo defiendas sabiendo que es un peligro.
—Él ya ha hablado contigo y sigues con esa venda en los ojos, estoy en peligro y él me protege, es mi novio y nos amamos ¡Acéptalo!
Adam me miró con el ceño fruncido y se quedó callado, desvió su mirada sin quitarse la bolsa de guisantes de la otra mejilla y pasó saliva.
—Tal parece que no voy a separarte de él.
—Tus intentos serán en vano.
Se río amargamente.
—Perdóname, Aurora, lo que menos quiero es que la pases mal, eres mi hermana y trato de protegerte.
Presioné más la bolsa de hielo que sujetaba y él se quejó.
—Deja de ser un imbécil con mi novio y estaremos bien.
Chitó sin dejar de verme.
—Entonces, no haría el papel correcto de hermano mayor.
Nos reímos y al paso de unos segundos me abrazó y yo a él. Suspiró muy profundo y acomodó mejor su cabeza en mi hombro.
—La verdad es que ya venía cabreado —confesó al separarnos y mirarnos—. No fue mi mejor día en mi servicio y de alguna manera me desquité con él.
Abrí mis ojos. Adam era un chico muy inteligente y brillaba como estrella por su excelencia.
— ¿Qué dices?
—No es algo que no pueda solucionar, pero terminé enfadándome y cuando llegué aquí... vi mi oportunidad para desahogarme.
Puse mala cara y me crucé de brazos, desaprobando su conducta.
—Eso no se hace, Adam.
Echó su cabeza hacia atrás.
—Ya sé, ya sé, mamá, estuve muy mal.
—Vaya que sí —recalqué un poco molesta—. Ronald tuvo que pagar con tu mal humor, ¿Te das cuenta de lo basura que es eso? Tienes que hacerte responsable de tus emociones.
Resopló y trató de ocultar su rostro.
—Ya ni me digas que me da más vergüenza —me miró y enarcó una ceja—. Pero eso no quita que sea peligroso para ti.
Rodeé mis ojos, harta de escuchar lo mismo.
—Será mejor que aprendas a respetar mi relación y aceptes de una vez por todas a Ronald.
Adam hizo una línea de expresión con sus labios y luego los retorció.
—Sigo pensando que deberíamos de decirle a papá.
—Si no le decimos nada es para protegerlo, así que tú te quedas callado y esperas a que Ronald decida hablar.
Adam desvió la mirada en silencio y ya no agregó nada.
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Rachel se había sorprendido al ver a nuestro hermano y papá estaba furioso por el desastre que habían causado Adam y Ronald. A mí fue a quien regañó más por seguir alado de él y no acatar las órdenes.
—Ya fue suficiente, no voy a permitir que ese muchacho siga haciéndole daño a mi familia.
—No hace tal cosa —elevé mi voz en el despacho, donde me encontraba con papá, discutiendo de nuevo.
—Baja el tonito de voz, Aurora, soy tu padre.
—Es que... me desespera ver como sigues con esa mentalidad cuadrada y no entiendas que estoy enamorada...
— ¿Cómo puedes saber que estás enamorada realmente? Estás encaprichada, Ronald no te conviene, no es el tipo de chico que quiero para ti.
Era inútil convencerlo, era frustrante verlo así y escuchar decir todas esas tonterías sobre Ronald.
—Él es un chico admirable, digno y me ama, ¿Por qué no lo querrías para mí? —repliqué muy irritada—. Aparte es mi decisión, no tuya.
—No me hables así, Aurora Blake.
—No quiero ceder ante tu prohibición hacia Ronald, yo lo amo.
—Eres una niña, no sabes lo que dices.
—Sé muy bien lo que digo.
Mi padre abrió grandes sus ojos azules, consternado, al verme tan decidida y determinada.
—No me retes, Aurora.
—No lo hago, te estoy aclarando mi situación y defendiendo mis convicciones —espeté tranquila, tratando de guardar compostura para evitar perder la cabeza.
—Ronald ha puesto a mi familia en peligro, es más, ya fue suficiente, hablaré con Matt, él le pondrá un alto definitivo.
Me paralicé un momento del miedo, ¡Mierda! ¡No más problemas!
—Papá, no te metas en los asuntos de ellos, el señor West ya sabe que Ronald está aquí y tratan de resolver sus conflictos, no lo empeores —traté de persuadirlo.
—El bienestar de mi familia es primero.
— ¡Papá no lo hagas!
Tomé su mano para evitar que desbloqueara su móvil y lo miré directo a los ojos, expresé compasión, suplica y lo que fuera necesario.
—Por favor... —rogué en un susurro.
Su rostro duro fue suavizándose poco a poco hasta que dejó caer su brazo a su costado sin dejar de verme.
—Te lo pido, confía en mí —seguí hablando—. Por favor, papá.
Parecía estar pensando muy rápido sus opciones, yo esperé paciente a que me dijera algo y solo agachó su mirada para exhalar con profundidad.
— ¿Por qué lo haces tan difícil, Aurora?
—Porque vale la pena.