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By valisacosmos

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By valisacosmos






CW: Intento de asesinato, asesinato, apuñalamiento, heridas graves, peleas físicas, menciones de sangre, consumo de sangre, muerte, medicaciones.





'Se lo pidió. Le pidió por la sangre, por el óxido, por el pecado. No quería las perlas de las que otras jóvenes hablaban ni el fino mármol de los palacios o incluso las rosas en las bocas de los sirvientes. Quería granadas–  quería la oscuridad, le quería a él.'

-Daniella Michalleni, Persephone Speaks.






Tabitha abrió los ojos, mirando al cielo.

Su respiración estaba tan agitada que apenas podía controlarle. Si dejaba de concentrarse en ello, entonces estaba segura de que iba a hiperventilar y se ahogaría con su propia saliva. El bonito y elegante traje azul profundo que llevaba puesto estaba manchado de sangre escarlata, la piel pálida de la parte derecha de su rostro también. Cerró los ojos de nueva cuenta, escuchándose respirar con  profunda pesadez e intentando ignorar el caos que le rodeaba, intentando convencerse de que siempre había estado acostumbrada al desastre, aunque sabía bien que era una vil mentira. Ella anhelaba la paz y la calma que tenía conforme fue creciendo, que tenía de vuelta en casa. Ojalá nunca hubiese dejado París.

Llevó una temblorosa mano hacia donde estaban sus costillas, apenas podía mover los dedos de tanto que tiritaban. Saliendo de entre su piel, que antes estaba cubierta por la fina tela de su traje que ahora estaba arruinada por completo e imposible de reparar, salía un extremo de una estaca de madera, el arma que le hirió. Tensó la mandíbula con tal fuerza que una de sus muelas se quebró. Empujó los pedazos de diente con la lengua y les escupió al suelo; su factor de curación vampírico no era tan rápido como el de sus padres, pero existía en su cuerpo y debía usarle. Llevó su brazo derecho a su boca, donde mordió la tela de su camisa azul claro.

Inhaló una, dos, tres veces. Su mano permanecía envuelta en el final de la estaca y estaba cubierta de su propia sangre. Repitió las mismas inspiraciones erráticas, cerró los ojos otra vez y jaló el objeto fuera de su cuerpo, sintiendo el mismo dañando más sus adentros, empujando los huesos de sus costillas, creando un sonido aplastante y repugnante como el de carne siendo molida. Soltó un alarido de dolor que fue cubierto por la tela de su camisa que había usado como mordaza. Un alivio pronto surgió, aunque fue efímero y decepcionante. Simultáneamente, un caudal de sangre salía de su gran herida. No le dio demasiada importancia, cerraría en un par de momentos. Sostuvo la estaca en su mano y le lanzó con fuerza a una esquina de la habitación.

'¿Cómo terminé aquí?' Fue el único pensamiento que surgió mientras se ponía de pie.











*








Le habían cambiado la medicación intravenosa a una más fuerte. Sabía que el cáncer iba avanzado, se lo detectó demasiado tarde y no había forma de que la quimioterapia generase un cambio significativo para bien en su cuerpo. No quería causar más dolor del que ya estaba sufriendo y sabía bien que no podía escapar de la muerte. Por más rápido que corriese, su destino estaba escrito y no existía forma alguna en la que pudiese evitarle. Así que, con la frente en alto, se entregaría a su final, enfrentando al mismo sin temor, sin vergüenza. Llevó una buena vida y todo fue bueno mientras duró.

El medicamento nuevo que corría por sus venas era tan intenso que estaba comenzando a causarle dolor de cabeza, quizá porque no estaba acostumbrada a una dosis tan fuerte. Había pasado todo el día leyendo o bien mirando televisión y la noche había caído, el cielo estaba en completa penumbra, el aire fresco se colaba por la ventana de su habitación. Más temprano ese mismo día, según lo que Jack le había informado por mensaje de texto, fue el funeral de Lucy Westenra y Tabitha Drácula, hija de los asesinos de la chica, estuvo presente para ofrecer sus condolencias. Mañana, tal vez, tendría un poco más de fuerza para juzgar sus acciones aunque, si era honesta, debía reconocer que, más allá del gran parecido físico, Tabitha era bastante diferente a sus padres.

Sus ojos se abrían y cerraban con cansancio mientras su alrededor daba vueltas y su vista se tornaba un poco borrosa y confusa, como si estuviese viendo todo duplicado. Repentinamente ya no tenía dos manos, sino cuatro, junto a veinte dedos. Parpadeó un par de veces, extendiendo la mano para alcanzar un vaso de agua, sin embargo, al estar tan mareada, solo consiguió derribarle y derramar el líquido por todo el suelo—. Mira el desastre que has hecho, debes ser más cuidadosa —la misma figura que había visto antes, la de la misteriosa monja vestida en un hábito azul pálido y blanco, pronto hizo acto de presencia de nuevo, confirmando que su cerebro drogado estaba jugándole una mala pasada—. No, no es un juego, es la verdad —le ofreció otro vaso lleno de agua fresca y, cuando miró a los ojos de la monja, encontró los suyos propios. Ambas tenían exactamente el mismo rostro.

Tomó el vaso con una mano temblorosa y bebió del mismo, sus labios estaban partidos y su voz sonaba como un viejo graznido cuando intentó hablar—. ¿Quién... eres?

—Es obvio quién soy, Zoe. Puedo llamarte así, ¿verdad?

Ella asintió—. Vale.

—La pregunta real aquí es cuáles son las limitaciones de Drácula... y de Renai, claro está —la mujer tenía un acento pronunciado, aunque era un tanto jocoso, como si al hablar entrase demás aire en su boca, haciendo que las letras sonasen distinto, especialmente en las palabras donde las letras 'tl' iban juntas—. Empecemos con él meramente porque a pesar de ser el vampiro más viejo del mundo, también es el más vulnerable. Bien, sabemos tres cosas: No puede entrar a un lugar sin invitación, no puede estar bajo la luz del sol y teme, sobre todas las cosas, el signo de cristo- mhm, mejor dicho, cualquier cosa relacionada a la religión católica o cristiana. Sin embargo, estas tres cosas deben ser una. Debemos juntar nuestras conclusiones y limitarles a una sola. Así será una conclusión más limpia. Dios siempre es limpio. Bueno, de acuerdo a su propio relato.

'Esto no está sucediendo.' Zoe negó con la cabeza, definitivamente estaba demasiado drogada, demasiado cansada. Miró su antebrazo izquierdo, donde la aguja de la intravenosa descansaba bajo su piel y arrancó la misma sin pensar demasiado, luego se cubrió hasta los hombros con las sábanas, intentando acomodarse sobre su lado izquierdo; la luz de la luna entraba a través de la ventana, vagamente iluminando la habitación—. Tranquila, desaparecerá cuando se pase el efecto —murmuró a sí misma, en un intento de consolarse—, trata de dormir.

—Ni soy un producto de tu imaginación, ni estoy aquí gracias a los efectos secundarios de tu medicina. Renai se comió mi corazón, por ende bebió una cantidad inconmensurable de mi sangre y tú bebiste su sangre. La sangre es vidas. Lo que quedó de mí está en ella y, ahora, en ti. Hay mucha gente en la sangre de Renai, aunque, no tantas como en la de Drácula. Creo que mi ADN está en sincronía con el tuyo —el rostro de la desconocida pareció iluminarse brevemente—. Oh, qué útil vocabulario tengo ahora.

La desconocida había resuelto el misterio de cuál sangre Zoe había tomado cuando todavía trabajaba en la fundación, una de las dos muestras que había tomado de los dos vampiros y que guardó en tubos de ensayo debidamente etiquetados pero cuya información en la etiqueta no se molestó en leer ni antes ni después de beber. Ahora lo sabía, había bebido la sangre de Renai. Comenzó a apretar el botón para llamar a una enfermera. Estaba teniendo un mal viaje, el efecto del medicamento parecía no bajar y la mujer seguía ahí, a un lado de su cama, insistiendo que Zoe no estaba drogada, sino algo un poco más complicado de explicar—. ¡Enfermera! —Gritó, aunque nadie acudió a su llamado. Pronto apuntó con un acusatorio dedo a la figura—. Vete de aquí, sal de mi cabeza- ¡enfermera! ¡Alguien!

—Entonces. ¿A qué es a lo que le teme Drácula? ¿Qué es lo que quiere?

—No lo sé, déjame en paz —Zoe espetó con lo que parecía ser ya un hilo de voz, masajeando sus sienes con sus dedos. El simple esfuerzo de haber gritado le había robado la poca energía que su enfermo cuerpo producía—. Por favor, solo déjame sola, necesito descansar.

Ella chasqueó la lengua, manteniendo sus manos entrelazadas frente a sí—. Si lo sabes, piensa. Se alimentaba de Lucy Westenra una y otra vez, ¿por qué? Podría haberse alimentado de cualquiera en Londres, de cualquiera en el mundo. Tiene los medios, de eso no hay duda. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué volver a la misma chica ordinaria noche tras noche?

Zoe soltó un ligero gruñido, observando a la figura brevemente, de arriba hacia abajo—. ¿Quién eres?

La monja le ofreció una imperceptible sonrisa ladeada—. ¿A quién me parezco?

—A —pasó saliva con dificultad—, pero estoy demasiado drogada como para hacerle sentido. Eres un producto de mi imaginación hiperactiva —apoyó la cabeza sobre su gran almohada, mirando al techo. La enfermera que pidió no apareció probablemente porque su habitación estaba en un ala particularmente desierta del hospital—. Aunque supiese las respuestas... no quiero hacer nada. No quiero acabar con ninguno de los Drácula. Quiero quedarme en esta cama y esperar por mi propia muerte. Además, no lastimarán a nadie. Su hija es mejor que ellos, es buena, cuidará de sus padres. Disculpa, es que... simplemente no me importa. Ya no son mi problema, ninguno de los tres.

—Estoy en tu cabeza, aunque no soy tu imaginación. Siento todo lo que sientes, especialmente la culpa. Tu fundación fue creada por- oh, espera- —entrecerró los ojos brevemente, como si estuviese intentando ver a través del hipotético lazo telepático que parecía tener con Zoe—. Oh, no puedo verlo porque... umm... porque no te gusta pensar en ello ¿no es así? No te agobies, todos tenemos algún pensamiento relegado a las oscuras esquinas de nuestras mentes.

La paciente cerró los ojos y apretó los mismos con el talón de su mano, luego abrió su mirada nuevamente, observando a ningún punto en particular—. De donde sea que haya venido ese dinero... hice bien con él, hice un buen cambio, fui una buena doctora.

—No tienes que explicármelo, te creo —los labios de la monja se volvieron una delgada línea—. Pero también trajiste de vuelta a Drácula con él.

Zoe subió una ceja, observando a la mujer—. ¿Y qué? Más allá de que sea una criatura chupasangre, más viejo que el maldito mapamundi, también es un padre y un esposo. Lo devolví a su familia.

—Quiero decir que, el hecho de que le hayas traído de vuelta, significa que sigue siendo tu problema y lo sigue siendo bastante, lo sabes —su inesperada visitante se sentó al borde de la cama, a un lado suyo, con una mano sobre la rodilla de la chica. Al parecer, no le causaba curiosidad que tuviesen el mismo rostro o le parecía bizarro en lo absoluto—. Un poco extraño, sí. Pero lo interpreto como verse en un espejo. Pobre niña, como nuestro Señor dijo esa noche en Gethsemane: el espíritu está dispuesto, más la carne es débil.

Soltó un exasperado suspiro—. Dime quién eres. Si no eres un producto de mi imaginación, un fantasma o un efecto secundario de mi medicación, explícame quién eres realmente.

La mujer tomó la mano fría de Zoe entre las suyas—. Yo soy el espíritu y tú... eres la carne. La oscuridad de los Drácula nos guiará a la luz.

—No creo que sea tan malo, creo en la redención. Confío en Tabitha y confío en que ambos pueden cambiar —explicó brevemente, con tono débil, tenía los pies fríos y el vello de los brazos erizado con emoción desconocida; no sabía si era miedo o cualquier otra cosa—. No puedo seguir preocupándome con esto, estoy muriendo.

Ella se encogió de hombros, poniéndose de pie con gran determinación y seguridad—. Yo estoy muerta, pero, soy la hermana Agatha Van Helsing del convento de Santa María en Budapest, transferida al convento del Sagrado Corazón en Targoviste y ninguna de nosotras ha terminado con este asunto... todavía —sobre el buró, había un gotero de mediano tamaño cuyo cristal era color ámbar. Agatha tomó el mismo, acercándose a la ventana y vaciando los contenidos del objeto al exterior. Luego, llenó el mismo con agua de una jarra plástica que estaba en el mismo buró. Vació con cuidado un poco del líquido dentro del gotero, el cual cerró con cuidado y que tomó entre ambas manos, cerrando los ojos y murmurando dos plegarias. Una vez que terminó, se lo entregó a la paciente—. Agua bendita. A dónde sea que vayamos, vamos a necesitarle.








*








Entre sueños extendió el brazo hacia el lado derecho de la cama, encontrándose con un espacio vacío. Abrió los ojos, confirmando sus sospechas y, aunque no pudiese ver del todo bien en medio de la penumbra vagamente iluminada por la luz de la luna, pronto supo que no había nadie a lado suyo. Se levantó de golpe, sintiéndose agitada, jadeando ligeramente y mirando a su alrededor con ligera desesperación—. Estoy aquí, mi vida —la profunda, suave voz de su esposo pronto calmó su creciente nerviosismo. El vampiro estaba de pie frente a la ventana semi abierta, mirando a través de la misma el revoloteo de las hojas del gran árbol del jardín siendo movidas por el viento—. Solo necesitaba un poco de aire fresco —Renai estaba desnuda bajo las suaves sábanas grises, aunque, al pie de la cama había una bata de fina seda beige que tomó y se puso, atando el nudo sobre su cintura. Caminó unos cuantos pasos hacia Drácula, a quien abrazó por detrás, dejando un beso sobre su hombro cubierto por una sencilla, básica camiseta de algodón azul profundo—. ¿Estabas teniendo una pesadilla?

Ambos vampiros tenían recurrentes pesadillas. Algo irónico considerando que ellos podrían ser las pesadillas de cualquiera. Drácula sufría de malos sueños causados por un estrés post traumático después de haber pasado más de un siglo en el agua y era esta misma la que hacía una continua aparición en dichos sueños. Renai soñaba con, o estar de vuelta en el convento bajo el oneroso yugo de algunas monjas y la madre superiora o bien con perder a su esposo de nuevo. Cualquiera de las dos pesadillas eran oscuras y, ciertamente, dolorosas—. Vienen de vez en cuando, a veces me dejan en paz por varios meses. Sé que debería haberme acostumbrado, pero, no creo poder hacerlo. ¿Por qué estás despierto a esta hora?

El viento era ligero más, aún así, lograba remover un poco el corto cabello negro de la criatura, que caía despeinado por su pálida frente—. Para un vampiro no es tan necesario dormir y, bueno, lo hice por demasiado tiempo. Creo que, simplemente, ya he descansado demasiado —observó a su esposa brevemente por el rabillo del ojo—. Tienes esa expresión en tu rostro.

Afuera, el clásico aroma a tierra húmeda inundaba la atmósfera, parecía que, mientras dormían, había llovido ligeramente. Tenía la mirada perdida y susurró: —No sé de qué estás hablando.

Drácula tomó el mentón de la rubia, subiendo el rostro de la misma unos centímetros para observarle mejor. Ambos quedaron frente a frente—. Mhm, creo que sí lo sabes. Me refiero a esa expresión de que quieres contarme algo, pero no sabes si hacerlo. Por favor, mi vida, cuéntame.

Soltó un suspiro, observando los ojos cafés de su marido—. Fui demasiado dura con Tabitha.

—Lo fuiste, pero comprendo las emociones que te empujaron a serlo.

Los labios de la vampiresa se volvieron una delgada línea—. Lo último que quería era sonar como una madre sobreprotectora. Nunca lo he sido, nunca lo fui. Dejé buscase su lugar en el mundo, que viajase, que encontrase la mujer que quería ser. Volvió con su pequeña familia, buscó su independencia. Si yo hubiese sido otra, no le hubiese dejado poner pie fuera de Londres —pasó saliva con dificultad—. ¿Pero esto? ¿Ir con Zoe para pedirle ayuda? Sabía bien lo que ella y ese apellido significan para nosotros y, aún así, lo hizo. Sabía que debía mantenerse alejada.

Drácula le ofreció una breve sonrisa ladeada—. Conocí una vez a una mujer humana a la que los lugareños le advirtieron que debía mantenerse alejada del príncipe de Wallachia porque era un gran peligro, un enemigo. Aún así, ella no desistió, terminó encontrándole y pidiéndole ayuda para escribir un libro —Renai apartó la mirada, cruzando los brazos, entendía perfectamente sobre quién hablaba su esposo—. Creo que desafiar alguna que otra advertencia viene de familia. No solo te hiciste amiga de la criatura a quien todos consideraban como una amenaza sino que le hiciste sentir como un hombre de nuevo, te casaste con él y le diste el mayor regalo que nadie le había dado antes. Nuestra Tabitha tiene un gran corazón y eso sólo pudo haberle sacado de ti, Renai. Es perfecta... porque vino de ti.

Pasó una mano por el cabello dorado, un tanto desalineado gracias a la almohada, parpadeando varias veces para evitar que las lágrimas cayesen por sus ojos, bajando la mirada hacia el anillo de opalina que llevaba en el dedo y que giró un par de veces sobre su propio eje—. Cuando me pediste matrimonio la primera vez, cuando te quitaste este anillo y lo pusiste en mi dedo... sabía que estar contigo iba a ser una muy literal eternidad y siempre estuve de acuerdo con eso. Solo- —soltó un tembloroso suspiro mientras él escuchaba con atención—. Creí que el futuro sería distinto, creí que sería una mujer distinta.

Él le abrazó contra su pecho, luego apoyando su barbilla sobre su cabeza rubia—. Mi vida —susurró, ambos se separaron para poder continuar con la conversación—, conocemos los miedos más profundos del otro y sabemos que haríamos lo imposible por impedir que se cumplan. Más no podemos refugiarnos de esos miedos por siempre, bajo una campana de cristal, con temor de afrontar el exterior. Sé por experiencia que nada bueno sale de recluirse o de esconderse entre las sombras por el resto del tiempo, créeme. Quizá no eres la mujer que creías que serías —tomó el rostro Renai entre ambas manos frías, pasando un pulgar por su mejilla—, pero, cuando te veo, solo observo a la mujer que siempre estuviste destinada a ser.

Había sido una vida muy larga, no tanto como la de Drácula, claro estaba, pero larga de todas formas. Desde el momento en que inhaló su primer respiro pasó por diversas situaciones complicadas y lúgubres, así como también por mucho dolor. En su mente, quería ser una persona distinta, sin embargo, conforme fue creciendo solo fue dando paso por paso hacia ser quien siempre debió haber sido y tuvo que pasar más de un siglo y que alguien más se lo dijese para comenzar a creerlo, para dejar de anhelar ser alguien más o que algunas cosas hubiesen sido diferentes. Negó con la cabeza y besó a su marido con particular fuerza, rodeando su cuello con ambas manos, sintiendo su suave cabello negro entre sus largos dedos—. Sabes cuál es mi más grande temor —dijo, no como pregunta, sino como afirmación.

El vampiro más viejo del mundo apoyó su frente contra la de su esposa—. Siempre he estado consciente de ello, pero, no tendrás que sufrirlo de nuevo... lo prometo.

Mientras tanto, en otra de las habitaciones de la gran casa, Tabitha daba vueltas por la cama intentando conciliar el sueño. Había estado mirando su teléfono por horas, mirando diversos videos sin demasiada relevancia para sentirse un poco adormilada, incluso intentó leer alguno de los ebooks que tenía guardados, pero, nada parecía surtir efecto. Para colmo de los males, William roncaba como si no hubiese un mañana, haciendo retumbar cada uno de sus órganos internos y complicando aún más la desesperada necesidad de descanso de su esposa. Soltó un bufido molesto, recostándose sobre su espalda y mirando al techo, con ambas manos sobre su estómago. Si se concentraba en contar los elegantes apliques del pequeño candelabro que iluminaba la habitación cuando estaba encendido, quizá podría adormilarse un poco. Sin embargo, cuando justo iba por el número diez, la pantalla de su teléfono, que había dejado de lado en el buró de elegante caoba oscura, se encendió, tiñendo una pequeña parte del cuarto de un color blanco azulado y vibrando sobre la superficie donde había sido dejado. Tabitha gruñó un poco, extendiendo el brazo para tomar el dispositivo y leer el mensaje.




              Jack: Zoe acaba de llamarme, quiere que vaya por ella al hospital. Mencionó algo como que estaba dándose de alta. (???) No tengo idea de a qué se refiere, pero, pensé que querrías saber. Si te desperté, lo siento.




Se talló los ojos con el dorso de una mano y bajó el brillo de la pantalla lo más que pudo para evitar enceguecerse, leyendo el mensaje varias veces con ojos entrecerrados y mirada un tanto borrosa. Sostenía el teléfono frente a su rostro, así que debía tener cuidado para que no se cayese sobre el mismo. Si Jack no tenía idea de a qué se refería Zoe con 'darse de alta' estando considerablemente enferma de cáncer, ella menos; tampoco le había mencionado al humano que Renai buscaba hablar con él personalmente sobre la fallecida Lucy, aunque resolvió que se lo diría después. Tecleó una respuesta rápida:





      TD: No importa, no podía dormir. ¿Dónde estás?

       Jack: Camino al hospital.

      TD: Te veré ahí, envíame la ubicación.





Justo había librado lo que hubiese sido una gran pelea con su madre precisamente por buscar a Zoe y parecía que no le había importado en lo más mínimo. Renai le había hecho una advertencia y era una reconocida verdad que Tabitha estuvo de acuerdo, más por evitarse conflictos que porque realmente hubiese llegado a un consenso. Sin embargo, que Zoe súbitamente decidiese salir del hospital al estar así de agotada y enferma era un indicador de preocupación. Tabitha necesitaba conocer las ideas de la humana y si estaba dirigiéndose a hacerle algo a sus padres, como lo que intentó hacerles cuando ambos estuvieron en la fundación. Tenía que conocer las razones de Zoe y  asegurarse de que su familia estaría a salvo. Jack pronto envió la ubicación del hospital y Tabby sacudió a William de su profundo sueño o, al menos, eso intentó—. Will... William... ¡William, despierta!

—Mhm- ¿q- qué? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —El hombre pronto volvió al mundo con mirada entre asustada y agobiada, observando a la rubia e intentando tocarle porque creía que estaba soñando, aunque lo que vivía era bastante real—. ¿Beth?

—Necesito que hagas algo por mí —una respuesta fue susurrada nuevamente. Tabitha salió de la cama hacia el clóset, donde había acomodado algunas prendas para evitar que se arrugasen en la maleta. Se colocó un traje formal azul marino, compuesto de dos piezas: un pantalón y un chaleco con botones dorados. Debajo, una camisa de manga larga, del mismo color aunque uno más pálido, como azul cielo—. Jack Seward me ha enviado un mensaje diciendo que Zoe Van Helsing se está dando de alta a sí misma del hospital, sin orden del doctor. No sé tú, pero, esto me huele mal. Tengo el presentimiento de que viene tras mis padres —explicó con prisa, calzándose los zapatos, pasando ambas manos por el largo cabello dorado ondulado, sin molestarse realmente en cepillarle.

Las sábanas cubrían la cintura de William mientras este se sentaba en la cama, él observaba cada uno de los movimientos de la chica, su cerebro estaba intentando ponerse al día con la información que le fue dada de forma tan rápida—. Iré contigo-

—No, tienes que quedarte aquí y asegurarte que ni mamá o papá se den cuenta que me he ido. ¿De acuerdo? Deben de estar durmiendo ahora, pero no quiero confiarme. Si terminan enterándose, intenta ganar un poco de tiempo mintiendo, ¿de acuerdo? —tomó el teléfono del buró, pensando en lo sigilosa que tendría que ser para tomar las llaves del auto de su madre y salir de casa—. Solo tendrás que mentir por mí esta vez y ya.

Se disponía a irse, cuando su marido pronto le tomó por la muñeca—. Tabitha —le llamó por su nombre completo, cosa que no hacía a menos que estuviese en extremo molesto, pero no lo parecía, más bien lucía bastante preocupado—, no sabes con lo que estás lidiando, ¿qué tal que es una trampa? Tal vez ese tal Jack solo quiera vengarse de tus padres, usándote.

No podía darse el lujo de presumir que conocía muy bien a Jack, porque no lo hacía. Algo solamente le decía que no era un mal chico—. Ya he estado sola con Zoe y él en la misma habitación. Pudieron haberme hecho algo, tuvieron la oportunidad, no lo hicieron y no van a hacerlo ahora. Soy un vampiro, es complicado asesinarme.

Mitad vampiro —William pronto le recordó—, eres más sencilla de asesinar que cualquiera de tus padres. Lo siento, Beth, si piensas que, después de contarme todo esto, voy a asentir, quedarme de brazos cruzados y a mentir por ti de nuevo, estás equivocada. No me quedaré, ni siquiera te molestes en convencerme —el hombre pronto salió de la cama, buscando sus ropas. La rubia se le quedó mirando en la oscuridad mientras ambos intentaban hacer el menor ruido posible para no alertar a sus padres; los Crowley se habían ido un par de horas antes, pues debían viajar durante la noche de vuelta a casa.

Tabby pronto empatizó con el miedo que solía abrumar a su madre desde que perdió a Drácula en el Deméter, ciento veintitrés años atrás. Siempre había simpatizado con ello, solo que, en ese momento, el sentimiento se agudizó—. Si algo te pasa-

William, después de haberse cambiado, colocó ambas manos en cada brazo de la joven—. Nada va a sucederme ni a mí, ni a nadie. No tienes que hacer nada de esto sola, ya no. ¿De acuerdo?

Su esposa solo asintió—. Hay que irnos.








*








Al final, todo era bastante más sencillo de lo que alguna vez imaginó. Sabía que la muerte vendría pronto a su encuentro y estaba lista para ello, no le temía y tampoco intentaría evadirle. Había que reconocer cuando el tiempo de uno en el mundo se había terminado. Sabía lo que le quedaba por hacer y era bastante simple, una tarea que podría realizar sin demasiado esfuerzo, algo que debía hacer antes de partir y que había esperado concluir durante toda su larga carrera. Así, cuando en sus últimos momentos estuviese viendo su vida entera pasar frente a sus ojos, podría irse al otro lado, a la otra dimensión, al cielo que la biblia aseguraba que existía en completa paz y sin culpa conociendo que alcanzó su meta más importante—. No vas a asesinarles, ¿o sí? —Jack pronto inquirió nerviosamente, apretando con tal fuerza las llaves de su auto que la marca de las mismas se quedó grabada en su piel.

—Solo quiero que sepan la verdad —Zoe se echó la chaqueta color esmeralda oscura sobre sus hombros.

— ¿Sobre qué?

—Sobre ellos mismos —se miró en el pequeño espejo que estaba en su habitación de hospital; en el reflejo, Agatha le sonreía y consideró que era mucho mejor eso a ver su propio demacrado rostro—. Nadie tiene que morir, Jack. Solo necesitan escuchar, así de simple.

— ¿Escuchar qué? —La voz de Tabitha hizo acto inesperado de presencia en el espacio, inesperado para Zoe, Jack ya estaba consciente de que se verían ahí más no de que vendría acompañada—. ¿Zoe? ¿Qué es lo que mis padres deben escuchar?

—La verdad —la castaña respondió con la misma impenetrable calma y sencillez con la que le respondió a Jack. Observó a William de pies a cabeza y ofreció su mano como educado saludo; Tabitha ignoró la herida rojiza que tenía en la misma, causada por las contables intravenosas que salían y entraban de su piel constantemente—. Ah, debes ser el esposo. Siempre es un placer conocer nuevos vampiros.

El hombre asintió, devolviendo el saludo sin titubear aunque, en su rostro, se veía reflejada una clara desconfianza—. William Belmont —respondió con una sencilla presentación. '¿Esposo?' Jack pronto se cuestionó, aunque se reprendió por no conocer la gran obviedad de la situación—. Asumo que eres Zoe Van Helsing, he escuchado mucho de ti estos últimos meses.

Zoe esbozó una pequeña sonrisa—. Solo cosas buenas, espero.

—Te sorprenderías —William decidió responder con el mismo sarcasmo que se veía bien plasmado en el tono de voz de la humana. Se volvió hacia Jack, grandes y brillantes ojos azules -de un imposible azul había que mencionar- observaron al chico, analizándole, por más tiempo del que le gustaría admitir—. Tú debes ser Jack Seward, el hombre que ha estado enviándole mensajes de texto a mi esposa en medio de la madrugada.

Tabitha podía jurar que una gota de sudor, causada por los altos niveles de nerviosismo en el mortal, bajó por su sien mientras titubeaba una vaga respuesta: —Yo- yo no- nunca fue mi intención-

—William, déjale en paz, Jack está enamorado de la chica muerta —la vampiresa pronto acudió a rescatarle del sarcasmo de su esposo.

—Jamás creí que vería a un Belmont. Tu familia y la mía fueron grandes aliados cuando de asesinar vampiros se trataba, cazaron juntas por muchos años, si los registros históricos no fallan. Nunca hubiese esperado que te convertirías en aquello que tus antepasados tanto repudiaban, ¿quién lo diría? —Zoe explicó algo que tanto Will como Tabitha conocían perfectamente.

—Dejé de ser un cazavampiros hace mucho tiempo y por una buena, razonable causa —él contestó, mirando brevemente a su esposa. Había dejado ese manto desde mucho antes de conocerle, quizá desde su fallido intento por terminar con la vida de Renai y los Crowley. Haber hecho la conversión fue un gran acto de profundo y honesto amor hacia Tabitha, decidiendo quedarse con ella el resto de la eternidad.

Zoe realmente estaba intrigada con el nuevo personaje que se presentó en su puerta. Sin embargo, el tiempo era escaso y necesitaba concentrarse en asuntos más importantes—. Tabitha, estos últimos meses he estado muriendo. Cada minuto que pasa estoy más cerca de la muerte y, con ello, he tenido una revelación, una que me dice que no hay necesidad de que ninguno de tus padres tengan que morir si tan sólo escuchan lo que tengo para decir.

—Creí que nos dejarías en paz después de que prometí cuidar de ambos, de que no bebiesen de nadie más —la rubia se cruzó de brazos—. ¿Y si no escuchan? ¿Vas a asesinarles? Tu antepasada me quitó a mi padre y, con esto, causó dolor infinito a mi madre. ¿No crees que ya has tenido suficiente? —Parecía ser que la paciencia se le había terminado y sacaba a relucir su lado vampírico más que el humano, cosa que solo le hacía lucir más como su padre. Sus pupilas se habían dilatado tanto que parecía no haber iris en sus ojos y, las venas alrededor de los mismos lucían más pronunciadas de lo normal, moradas líneas marcadas en la pálida piel. A veces, cuando estaba demasiado iracunda o bien sedienta, le era casi imposible controlar su verdadera naturaleza, la que tenía más fuerza sobre su parte humana—. Honestamente, creo que las consideraciones que he tenido hacia ti se me están agotando.

Zoe caminó hacia el ventanal de su habitación que daba al estacionamiento para visitantes, soltando un cansado suspiro—. No soy Agatha. Solo busco hablar, es todo lo que necesito. Considéralo como un regalo de despedida para mí. ¿Puedes darme cinco minutos para tener una amena charla y ya? Sé lo que ambas perdieron, yo hubiese hecho las cosas un tanto diferente a mi antepasada, pero, juro que no busco hacer daño —frunció el ceño mientras continuaba observando en la distancia—. ¿Ese es tu auto? ¿Un Tesla? —apuntó al único automóvil que estaba estacionado, además del de Jack. A esa hora no debería de haber ningún visitante más que ellos.

Tabitha subió una ceja—. ¿Qué esperabas? ¿Un coche fúnebre? —Caminó hacia donde la mujer estaba, mirando por la ventana también. La gran luna pálida estaba cubierta por nubes grisáceas, una escena que parecía sacada de una película—. Es de mi madre. Somos vampiros, eso no significa que carecemos de sentido de la moda.

—O de la opulencia — Zoe respondió, cerrando los botones de su chaqueta verde para protegerse del viento fresco, que estaba tornándose más frío conforme las horas pasaban—. Si me llevas hacia donde tus padres... ¿cómo sé que no van a asesinarme? Yo también corro ese riesgo, ¿sabes? ¿Cómo sé que tu madre no me arrancará el corazón como lo hizo con Agatha?

La rubia sonrió con casi la misma sonrisa de su padre—. Mi madre quiere asesinarte más que nada en este mundo, especialmente después de que le trataste como un conejillo de indias para intentar experimentar con ella y papá. Pero, me aseguraré de que no lo haga. Estás bajo mi protección ahora, Jack y tú —hizo una pausa, entrecerrando los ojos y denotando que estaba escuchando algo con aguda atención—. Vaya, tu corazón está acelerado —murmuró en la penumbra poco iluminada del espacio, su pulgar pronto se posó sobre el punto de pulso en el cuello de Zoe y se sorprendió al notar que, cuando hizo eso, los latidos se aceleraron más. La humana intentó alejarse, más Tabitha se lo prohibió, tomándole con mayor fuerza, aunque no con una que realmente le causaría daño. Su agarre era bastante firme y le obligaba a ver a la vampiro a los ojos, a su oscura mirada con tan solo un atisbo de humanidad—. Soy conocida por confiar demasiado, pero, no tienes idea de lo que le ha pasado a los que han traicionado dicha confianza. Estoy de tu lado... no me hagas arrepentirme de ello.

—Beth —William le llamó y pronto soltó a Zoe para luego mirar a su esposo, quien sostenía su teléfono en una mano, cuya pantalla estaba encendida y en la aplicación de mensajes—. Es de tu padre... dice que Renai y él están esperándonos.

El rostro de Tabitha pronto volvió a su forma humana—. Lo sé, ya escuché —contestó, vagamente apuntando hacia su cabeza como si eso fuese suficiente explicación sobre la conexión telepática que a veces lograba entablar con Drácula. Observó a Zoe, luego a Jack quien hacía un gran esfuerzo por ocultar su justificable temor—. ¿Qué dicen? ¿Les doy un aventón?








*








Renai se acomodó el saco negro de diseñador creado a partir de fina y costosa tela sobre los hombros, colocando un par de vasos sobre la mesa de centro—. Sesentaiún años —Drácula dedujo la edad de a quién había pertenecido la sangre que acababa de beber con gran astucia, él tenía mucha más habilidad para leer cada detalle del peculiar líquido que Renai. Una cantidad considerable de siglos de experiencia le respaldaba. Vertió dos sobres del peculiar líquido dentro de un decantador para vino de cristal tamaño estándar—. ¿Estás nerviosa? —Preguntó al notar la mirada perdida de su esposa, quien giraba su anillo de casada sobre el eje de su dedo.

—Un poco —murmuró ella con su conocida suave voz, pasando saliva—, toda esta... situación se siente como un final.

—Así que, amo, creo que, en conclusión, debe considerar a la fundación Harker como una amenaza activa... —la voz de Reinfield sonó a través del altavoz del nuevo teléfono del vampiro; el humano había llamado a las cinco de la mañana para expresar su preocupaciones y Drácula respondió por mera educación. Renai hizo una mueca, moviendo los labios, formando las palabras 'cuelga ahora' al mismo segundo que el timbre sonó. Como un atento marido a las exigencias de su esposa, cortó la llamada sin dejar que Reinfield terminase de hablar. Ambas criaturas abrieron la puerta principal, encontrándose con una demacrada Zoe.

La fría mirada de la vampiresa se posó en Tabitha—. Fuiste a buscarle a mis espaldas... de nuevo —espetó, aunque no con demasiada ira, más bien, como un reclamo.

Tabby se encogió de hombros, encarando sin temor alguno el severo escrutinio de su madre—. Tuve que hacerlo.

—No lucen muy sorprendidos —Zoe pronto hizo evidente su presencia, ninguno de los dos vampiros le había visto desde hacía tres meses. Bajo sus ojos habían pronunciadas ojeras moradas que recalcaban el deterioro de su salud con el pasar del tiempo. Sus mejillas estaban desinfladas y la pérdida de peso a consecuencia de su enfermedad había pronunciado sus pómulos de forma exagerada, haciendo que pareciese que tenía dos agujeros en el rostro; detrás de su poco imponente y pequeña figura, estaban Jack y William.

—No luces demasiado muerta —Renai contestó con el mismo sarcasmo, haciéndose a un lado para que todos pudiesen entrar.

—Estoy acercándome —la humana se abrió paso por la gran casa, ojos curiosos rondando por los múltiples retratos que había en el pasillo principal, maravillándose ante el gran talento que Renai tenía para el arte. Ahí estaba, entrando en la boca del lobo, poniendo en riesgo cada una de las partículas de su cuerpo. Quizá ninguno de los vampiros consumiría su sangre mala, pero eso no les impediría asesinarle.

—Debes ser Jack —la profunda voz de Drácula logró congelar metafóricamente el pulso del humano; jamás había imaginado que era un ser así de alto; por un momento pensó que verse así era alguna consecuencia del vampirismo. Más, esa teoría quedaba descartada, pues tanto Tabitha como Renai tenían una altura promedio que igual se veía mejorada con el uso de tacones altos. Con solo unos pocos pasos, la criatura estaba acechando sobre él con labios curvados en una sonrisa que pondría nervioso a cualquiera—, debo admitir, estoy sorprendido, luces mucho más mortal de lo que alguna vez imaginé —los ojos del vampiro le miraron de arriba hacia abajo.

—Papá —Tabitha pronto interfirió, le parecía tan bizarro que Tabitha llamase 'padre' a una criatura tan temible como Drácula—, basta —advirtió con gran cautela. Luego, fue hasta la cocina en donde sirvió agua en un vaso de elegante cristal cortado. Zoe se había sentado con dificultad en una de las costosas sillas del comedor, la híbrido dejó el vaso sobre la mesa y la humana agradeció su atención con un leve asentimiento.

Las largas uñas de Renai se posaron en el cuello de Jack mientras ella le inspeccionaba, escuchando el rápido latir de su corazón—. Qué amable de Zoe en traer una botella —comentó con sarcasmo, tratando al mortal como un objeto; el bolsillo de su pantalón negro que contrastaba con el color blanco de su camiseta sencilla, sacó el dichoso teléfono—. Debería ser más cuidadoso en dónde deja sus cosas, doctor Seward. Su teléfono nos ha causado demasiados problemas.

El chico lo tomó, aunque realmente ya no le quería, había comprado uno nuevo y ese viejo dispositivo solo le traería malos recuerdos. Observó a Drácula con toda la valentía que le quedaba en el cuerpo, diciendo: —Y usted debería dejar de robar, es pecado.

Si alguien le hubiese dicho que él, un mortal común y corriente, estaría en la misma habitación junto a otros vampiros que se alimentaban de sangre humana, la misma que corría por sus venas, jamás lo hubiese creído e incluso se hubiese burlado ante lo absurdo que sonaba la situación. Gracias a su amistad con Zoe, conocía la existencia de dichas criaturas sobrenaturales, aunque nunca creyó que llegaría a estar rodeado de ellos o que realmente luciesen tan... normales. Imaginó, antes de llegar, que la casa en la que estaba estaría hecha de piedra oscura, sin luz alguna, con antorchas en las paredes y ataúdes por camas. Sin embargo, era todo lo contrario a lo que las películas o la cultura pop le habían hecho creer. 

Aquello que fue tal como imaginó, igual de amenazante y temible, era Drácula, quien le sonrió mordazmente—. Preciado Jack, creo que no lo has notado, pero es bastante obvio que no somos una familia conocida por ser religiosa.

Renai colocó una mano sobre el hombro de su marido, dejando la ironía de lado para ponerse seria—. Le debemos una disculpa... sobre Lucy —bajó la mirada brevemente, dejando ver un apenas perceptible resquicio de vulnerabilidad—. Le ofrecemos nuestras más sinceras y profundas condolencias. Las cosas han sido bastante... ajetreadas desde que mi esposo regresó a la vida después de más de un siglo bajo las profundidades del océano. Lucy era una mujer brillante, merecía algo mejor y aunque no me arrepiento de otras personas que he asesinado a lo largo de los años... me arrepiento de haberle asesinado a ella.

Drácula pronto asintió—. Entiendo que falleció esta mañana.

Zoe respondió por Jack con voz débil—. Sí, fue cremada.

La criatura frunció el ceño—. ¿Qué? —observó al humano con una gran confusión reflejada en el rostro y este confirmó las palabras de Zoe, consiguiendo que el vampiro negase con la cabeza, incrédulo—.  No, no. Se lo advertí, no debió haberlo hecho- —empezó, luciendo genuinamente preocupado y, a juzgar por su comportamiento, un poco molesto.

Tabitha se había sentado a un lado de Zoe. William permanecía de pie, con una de sus manos sobre el respaldo de la silla donde su esposa estaba sentada—. ¿Por qué no? —Inquirió ella con un atisbo de fastidio. Tenía el brazo apoyado sobre la mesa—. No es como que hubiese tenido tiempo para cambiar su decisión.

Su padre continuó con su frenesí, explicando: —No, no lo entienden, ella hubiese sentido todo. Cada fibra, cada célula, cada partícula de su entero ser siendo completamente carbonizada- —tomó un innecesario suspiro, un mechón rebelde de cabello negro cayó por su frente—. Solo... supongo que le hubiese ardido.

Tabby frotaba su frente con su mano tibia, intentando vanamente aliviar el estrés—. ¿A qué te refieres con que hubiese sentido todo? Es imposible, estaba muerta cuando la cremaron.

Él respondió: —No podía convertirse en vampiro porque no tenía sangre de ninguno de nosotros en su sistema al morir. Después de la muerte por la mordida de un vampiro, la víctima se convierte en un no muerto. Mientras le cremaban, Lucy no estaba completamente viva pero tampoco completamente muerta. Un no muerto todavía puede sentir... y ella sintió. Hemos estado esperando su regreso.

La rubia pronto fue cayendo en la realización, sus ojos se abrieron como platos y dejó de respirar por unos momentos hasta que su cuerpo no pudo aguantar más. Lucy no era un vampiro pero tampoco era un cadáver. Estaba muerta en vida, simplemente existiendo y, en efecto, sintiendo. Ahora entendía a qué se refería su padre y las advertencias que éste le dio a la humana sobre la cremación, las cuales terminaron ignoradas—. ¿Por qué no me dijiste nada de eso?

—Eres un vampiro, mi querida, seguramente sabías-

— ¡Jamás he creado a un no muerto antes! Claro que no lo sabía —Espetó con gran molestia, una culpa ajena pesaba sobre ella como una onerosa carga. Pasó ambas manos por el largo cabello dorado mientras William puso una mano sobre su hombro en silenciosa señal de apoyo, aunque también significaba un pedido, dicho sin palabras, por calma.

Su padre se mantuvo con envidiable calma—. Cualquiera puede crear a un no muerto y conocer lo básico del procedimiento, Tabby. Es bastante sencillo, son bestias sin mente, sin sentido. Pero, ¿crear un vampiro? Ah, eso requiere un lazo especial —explicó, mirando a su esposa con gran añoranza y amor reflejados en sus ojos oscuros—. Nunca olvidas a tu primer vampiro, yo ciertamente no lo he hecho.

Jack observaba la escena en silencio, aunque pronto una justa duda inundó sus pensamientos: — ¿Por qué dijiste que están esperándole?

Renai fue quien se detuvo a explicar esa vez: —Ser un no muerto es estar en un eterno limbo entre la vida y la muerte. Necesitamos asegurarnos de que muera en verdad para que tenga descanso infinito, digno. Es lo menos que podemos ofrecerle... paz sin fin.

Al principio, Jack abrió la boca para hablar nuevamente, aunque sus cuerdas vocales no emitieron sonido alguno. Se aclaró la garganta, brevemente llevándose una mano al pecho—. Dis- disculpa, ¿qué? ¿Van a tener que matarle? ¿Otra vez? —Cuestionó con gran incredulidad, recibiendo una respuesta afirmativa por parte de ambos vampiros; Tabitha se había servido la mitad de un vaso de sangre que tomó de un trago.

—No actúes tan sorprendido. Renai y Drácula han asesinado incontables personas por siglos. Eso implica rematar a alguno que otro ¿no es así? Como hicieron con Johnatan Harker —la energía y fuerza física de Zoe podría estar desvaneciéndose, más su ironía y sarcasmo permanecían intactos. Renai apretó ambos puños de tal forma que cortó la piel del interior de sus propias manos gracias a lo afilado de sus uñas. Un par de gotas escarlatas de sangre cayeron en la elegante y costosa alfombra beige, dejando perfectos círculos rojos en la tela pálida. Antes de que pudiese responder, el timbre sonó, tomando a todos por sorpresa—. ¡Ah! Esa debe ser la última invitada de la noche —apuntó vagamente hacia el decantador de cristal—, no se olviden de servirle un trago.

Drácula ignoró el sarcasmo de Zoe, observando a Jack con una mirada que atemorizaría a cualquiera—. ¿De verdad ama a esta mujer, doctor Seward? —El humano pasó saliva, pero asintió sin dudar. El vampiro levantó la barbilla, caminando hacia la puerta principal de la gran casa—. Entonces aprenderá que la belleza es solo superficial.

—Jack —Zoe extendió su mano sobre la mesa de costosa madera, ofreciéndole una sonrisa amable al joven—, reza por ella —no lo decía como una advertencia, sino como un consejo. Como el que una madre le daría a su hijo.

Renai frunció la escena al escuchar tales palabras y Drácula se detuvo a su lado por un momento, ignorando el timbre, que pronto fungió como ruido de fondo. Ambos vampiros le observaron con detenimiento. Tabitha, por su parte, se preguntó el porqué tan extraño actuar de sus padres—. No suenas como tu usual ser, Zoe —Renai habló con una voz suave como la seda y con un profundo, elegante acento británico—. Este no es un hogar religioso. Si lo fuese, bueno, tendría un par de reclamos que hacerle a Dios —una mirada rápida hacia su marido y este fue hasta la puerta, dejando entrar a quien alguna vez fue Lucy Westenra.

—Hey, tú —los presentes en la sala no podían ver a la figura, aunque su voz era la misma al menos para quienes le habían escuchado en vida.

— ¿Tuviste problemas para encontrar la casa? —Drácula comentó a modo de saludo. Lucy negó con la cabeza respondiendo en su usual risueña forma, finalmente entrando en la habitación donde los ojos de todos le observaban. Jack cerró los ojos momentáneamente al encontrarse con esa nueva versión de su amada, esa nueva forma. Su cuerpo ni siquiera lucía como uno humano, más bien como una figura humanoide negra por la piel calcinada. Sus quemaduras eran tales que había un espacio de mediano tamaño que dejaba ver los blanquecinos huesos de sus costillas. El cabello rizado que siempre había tardado horas en estilizar no era nada más que una mata que parecía estar hecha de alambre delgado. Su quijada se había dislocado, su labio inferior desgarrado, dejando ver algunos dientes y gran parte de su lengua negra.

Lo único que permanecía igual era su personalidad, su voz y sus pensamientos, aunque quizá estos estaban un poco demasiado influenciados por los Drácula—. ¿Has empezado sin mí? —Cuestionó con el ceño fruncido, a pesar de ya no tener cejas, mirando a Zoe.

Fue la humana quien respondió: —No soy la cena, soy una vieja amiga —observó brevemente a la pareja de vampiros, Renai estaba frente a su esposo cuya larga mano reposaba sobre su hombro protectoramente—, nos conocemos desde hace tiempo —aquella frase dejó al matrimonio aún más confundido, pero, decidieron poner en pausa ese asunto, al menos por ese momento. Había cosas más importantes de las que preocuparse, aunque dichas palabras le causaban gran agobio.

—Debes ser Tabitha —Lucy susurró al encontrarse con la chica—, eres tan hermosa como tu padre te describió —pasó a un lado de William, a quien ignoró por completo. La mitad vampiresa, mitad humana se puso de pie dejando que la mano calcinada de Lucy se pasase sobre su largo cabello dorado—. Nunca pensé que te verías así de joven —uno de los dedos de la no muerto era ya solo hueso, el resto todavía tenían piel quemada cubriéndoles. Le echó una mirada a Drácula, luego se volvió a la hija del mismo—. Luces justo como él —Tabitha quería pedirle perdón al ente casi sin forma que estaba frente a sí, más no era ella quien debía pedir disculpas. Solamente se quedó en silencio, sin temor, dejando que Lucy le inspeccionase casi a detalle. Al menos hasta que Jack le detuvo llamando su nombre. La mujer pronto volteó, andando hasta el chico. El vestido que había llevado en su funeral estaba vuelto jirones medio incinerados—. Jack... bésame —pidió, aunque el humano se negó—. Jack, bésame. Siempre has querido hacerlo, ¿por qué ahora no? ¡Bésame! —Tomó el rostro de su amigo entre ambas desechas manos, dirigiendo su boca sin forma hasta su cuello, intentando morderle para consumir su sangre porque sí, los no muertos, igual que los vampiros, también necesitaban sangre para sobrevivir—. La chica linda que siempre has querido te está pidiendo que le beses y te niegas.

Seward pasó saliva, el resto miraban la escena sin saber realmente qué hacer o decir. Sin embargo, era él quien conocía lo que debía ser hecho, era él quien debía ponerle punto final a la trágica historia de su amada incluso si eso implicaba que jamás le tendría—. S-sí crees que eres tan linda, Lucy, ¿por qué no te miras al espejo?

Renai jadeó al escuchar la pregunta, aferrándose al brazo de su esposo con casi inmensa fuerza. Nuevamente, en una casa habitada por vampiros no había espejos, pero Jack era un invitado, un humano que usaba dicho ítem con demasiada regularidad, era parte de su cotidiana rutina incluso si sólo veía su reflejo un par de segundos antes de salir. Del bolsillo de sus pantalones de vestir, saco el objeto, compacto y sencillo. Una lámina rectangular con un plástico negro que protegía sus bordes y la parte de atrás. Lucy lo tomó con confianza, la mentira que su mente había creado para sobrellevar el trauma pronto se desvaneció cuando vio su forma real, cuando vislumbró en lo que se había convertido. Soltó un alarido que podría haberse escuchado a kilómetros de distancia. Sus piernas cedieron y cayó al suelo.

Tabitha iba a acercarse a ayudarle, sin embargo, su madre pronto le frenó. Se puso a la altura de la chica, tomando su rostro calcinado entre sus anormalmente largas manos mientras escuchaba sus sollozos, que sólo repetían la misma frase sobre cómo ya no era bella—. Lucy, escucha —susurró, pasando una mano por la parte de su cráneo que ya no tenía cabello. Ella le miró con ojos enrojecidos, inyectados en sangre, lágrimas cayendo por sus mejillas quemadas—. Eres hermosa para nosotros, preciosa. Pero entendemos que... esta no es la belleza que quieres.

—Estas manos han tomado muchas vidas en tantos años de existir —Drácula ofreció lo que sería una de sus más honestas disculpas, dejando entrever la poca humanidad que aun descansaba dentro de su ser; eso sorprendió a Zoe, su clásica enemiga y quien realmente creyó que no existía tal cosa en el vampiro—, jamás sentí tanto arrepentimiento como el que siento ahora. Solo espero que exista aunque sea un resquicio de perdón en tu brillante corazón.

Lo que alguna vez fue una piel tersa y joven, pronto tenía una textura rugosa, agrietada. Pequeños pedazos negros caían al suelo como hojas de un árbol. Las lágrimas de la chica eran, quizá, lo único que le hacía lucir como una humana. Su cabeza se escondió en la curva del cuello y el hombro de Renai; cualquier otra persona respondería con ira, tal vez ella lo hubiese hecho si sus victimarios no se hubiesen mostrado arrepentidos, sino hubiesen demostrado la empatía que sentían al verle sufrir por su belleza perdida. La rubia observó como Jack sacaba del bolsillo interior de su saco una estaca de mediano tamaño, sus ojos también llenos de lágrimas traslúcidas. Asintió un par de veces, una de sus manos posándose sobre el cráneo de Lucy en un intento por consolarle.

—Lucy —Jack escondió la estaca detrás de su espalda, encontrando una inesperada fuerza en su voz—, bésame.

La chica permaneció escondida en el cuerpo de Renai—. No querrás siquiera mirarme a los ojos luciendo así.

Él pasó saliva, negando con la cabeza—. ¿Bromeas? Siempre querré mirarte, ¡eres Lucy! Los ojos de todo el mundo se posan sobre ti —extendió su mano libre para ayudarle a ponerse de pie, ella le tomó con ligera renuencia—. Siempre has sido hermosa para mí. Hoy más que nunca —se preguntó por qué la vida daba giros tan inesperados y si una decisión, aunque fuese la más burda de todas, hubiese tenido el poder suficiente para cambiar el curso de los destinos de ambos guiándoles a uno donde hubiesen podido ser más felices, donde no existía ni el dolor, ni la pérdida, ni la muerte. Más el mundo no se forjaba en los constantes 'si hubiese'. Besó a su amiga cómo había hecho en veces anteriores, aunque había algo diferente en ese momento, pues, finalmente la chica correspondió con el mismo amor, culpándose brevemente por haber sido tan ciega, por haber usado a Jack como su entretenimiento en noches solitarias. Ahora realmente conocía lo que era el amor incondicional y lo que se sentía reciprocar, conocía lo que era un amor como el de Renai y Drácula, tan fuerte que era ridículo pensar que algo tan inmenso podía existir, pero lo hacía, existía.

Cuando se separaron, observó la estaca en la mano del joven, que parecía estarse preparando para dar el último golpe. Asintió, inspirando por aire que ya no necesitaba—. Házlo, Jack —aseguró, sin titubear, sin temor. Echó una última mirada a la pareja de vampiros—. ¿Dolerá?

Drácula abrazaba a Renai por la cintura, una sola lágrima escarlata cayó por su mejilla—. Solo por un momento.

— ¿Qué hay después?

—No lo sabemos —sus ojos se posaron sobre Tabitha, la hija de ambos, que le miraba con arrepentimiento ajeno y de quien podía escuchar sus latidos yendo a gran velocidad—, pero creo que es hermoso, dicha pura... infinita esperanza.

Aquella parecía ser suficiente respuesta para la chica.  Le ofreció una sonrisa a Tabby y a sus padres, una que decía sin palabras que ya no tenía que preocuparse más, que dejó que el agobio que sintió por tanto tiempo finalmente se disipase. Guió la mano de Jack hasta su pecho, donde descansaba su inerte corazón y dejó que él empuñase la estaca hasta atravesar su pecho, soltando un alarido de dolor que pronto se fue desvaneciendo junto a su figura, volviéndose en nada más que cenizas, cruzando el umbral entre la vida y la muerte por fin, dejando de estar en el medio, en ese angustioso limbo. En un parpadeo, Lucy Westenra dejó de existir de una vez y para siempre.



La habitación pronto se quedó en un profundo silencio, no uno incómodo, sino uno respetuoso ante la esperada partida. Jack miraba a sus pies, donde un pequeño montículo de cenizas grises descansaban, conteniendo las lágrimas. Soltó un suspiro al mismo tiempo que Renai dejaba el abrazo de su marido e iba a sentarse, llevando una mano hacia su propio pecho. Observó al chico y tocó la mano de mismo, dejando de lado su amenazadora faceta malévola—. Me encargaré de eso y me aseguraré que lleguen hacia ti —comentó en voz baja, refiriéndose a dichas cenizas—. Creo que será mejor que vuelvas a casa.

Drácula decidió concordar con la sugerencia de su esposa—. Está en un mejor lugar, murió bien y en paz. No muchas personas llegan a tener eso, es una rara cualidad.

Zoe levantó ambas cejas, repentinamente interesada en las palabras del conde—. ¿Cualidad o sabor?

El vampiro pasó saliva, levemente encogiéndose de hombros—. Mmm, ahora que lo pienso, podría ser el sabor. Era uno muy particular, único. Parecía que ella estaba... enamorada de la muerte.

Tabitha iba a pedir que por favor dejasen el tema, aunque la respuesta de Zoe le tomó por genuina sorpresa—. ¡Eso es! —Comentó la humana, como si hubiese descubierto la cura para su propia enfermedad—. Eso es todo... el por qué le escogiste —se puso de pie con dificultad, apuntando a su pupilo con una demacrada mano que aun tenía las uñas barnizadas con color negro—. Jack, debes irte —pidió con sencillez y seguridad.  El chico parecía no saber cómo responder, mirándole con confusión—, yo me quedaré. Tengo un asunto pendiente con Drácula, estoy a punto de tener una conversación muy personal y estoy segura de que no querrá testigos de ello.

La mujer ofreció una sarcástica sonrisa al par de vampiros. Drácula cuestionó: — ¿Por qué no?

—Porque solo hay una cosa a la que temes y, finalmente, descubrí qué es.

Él también sonrió, aunque era más bien una sonrisa dudosa, que reflejaba un atisbo de inseguridad—. Pero yo no lo sé.

Ella, nuevamente, aseguró con la misma sonrisa—. Lo sé.

Jack intentó protestar, más la humana no dio de sí y, si algo conocía bien de su mentora era que, si se aferraba a algo, era imposible hacerle cambiar de opinión. Así que no le quedó más remedio que aceptar la idea. Dejó la estaca sobre la mesa y caminó torpemente hacia el umbral del comedor—. Espera, llévate el auto. Pasaré a buscarle mañana por la mañana —Tabitha se acercó con rostro enrojecido por haber llorado. Sorbió por la nariz y se cruzó de brazos—. No aceptaré un no por respuesta, llega a casa a salvo y descansa, has pasado por mucho —colocó una mano sobre su hombro, dando un par de palmadas—. Si necesitas algo-

—Eres una buena persona, Tabitha —respondió de la nada, interrumpiendo a la chica—. Creo que tenías razón sobre tus padres después de todo —sonrió tímidamente, tomando las llaves de la mano de ella y sin mirar atrás. En efecto, había pasado por mucho y lo que más buscaba era calma, seguir con la vida que conocía. Aunque, si era realista, le sería muy complicado hacer como que nada había sucedido. Así que, tal vez, solamente encontraría la forma de continuar a pesar de todo lo sufrido. Su futuro era incierto pero prometedor. La joven le dio un beso en la mejilla, prometiéndole verle mañana. Antes de irse, observó a Zoe solemnemente y dijo: —Será un hermoso día.

Su mentora asintió—. Gracias —ninguno de los dos agregó más y el chico desapareció tras el umbral de la puerta principal.


Lo que había sido un silencio apacible donde todos confiaban en todos, pronto se volvió un espacio tenso en donde todos estaban jugando el mismo juego con perfectas caras de póker, sin confiar en el equipo enemigo; las heridas en las manos de Renai habían desaparecido. Observó a Zoe con inexpresiva mirada, cuestionando: — ¿Cómo sabía?

La mujer ladeó la cabeza, curiosa—. ¿Qué?

Ella bufó, cruzándose de brazos, manteniendo su impecable postura—. ¿Cómo sabía mi sangre? Sé que la tomaste, dejemos de pretender. Vienes a hogar, hablas sobre Dios y me miras como si me conocieses de toda la vida —dio unos pasos hasta la figura de la humana, ignorando la renuencia de su esposo e hija por dejarle acercarse. Parecía un león dando vueltas alrededor de su presa—. Conocería ese acento en cualquier lado. No eres Zoe, ¿verdad? Eres algo mucho peor —la realización pronto se vio reflejada en los rostros de todos los presentes, exceptuando, obviamente, a ambas mujeres—. Agatha. Es horrible verte de nuevo —parecía ser que Renai había ganado la batalla gracias a sus impresionantes habilidades de deducción. Sin embargo, la guerra procedía. Agatha vio el gran ventanal de la sala, cubierto por cortinas beige que eran iluminadas con la luz natural del sol de las primeras horas de la mañana. Sabía que tenía solo una oportunidad, pero, si no lo intentaba, jamás hubiese sabido el resultado. Corrió hacia la gran ventana, impulsándose sobre sus pies para jalar de la tela, que se sentía fina y costosa entre sus manos callosas. Aunque, justo cuando estuvo a punto de tirar hacia abajo, el cuerpo de Tabitha se interpuso frente a ella, tomando una de sus muñecas.

— ¡Espera! No hagas esto. Lo que sea que quieras probar, no lo hagas. No- no me lo arrebates de nuevo —pidió con lágrimas en su mirada castaña. Pasó saliva, sintiendo un ligero nudo en la garganta, pensando que, hacía ciento veintitrés años, le había quitado a su padre a una versión más joven de ella, a una pequeña, inocente niña que no sabía nada mejor. Más, era una defensora y fiel creyente de la verdad y esta, literalmente, debía salir a la luz. Costase lo que costase.

Soltó un jadeo, cuidadosamente llevando una mano hacia la solapa de su chaqueta verde oscura, sorprendida de que ningún otro de los vampiros, especialmente William, viniese tras ella—. Tienes los ojos de tu padre —dijo y, en un ágil movimiento, tomó una estaca de mediano tamaño e improvisada, hecha con la pata de una de las sillas de madera del hospital y cortada en punta con una navaja suiza perteneciente a Jack. Enterró el artefacto en un lado de las costillas de la chica, cubriéndose en su sangre pero no con intenciones de asesinarle. Tabitha cayó al suelo con una expresión de agonía y sorpresa en su rostro. Agatha aprovechó, impulsándose de nuevo sobre sus pies y tirando la cortina, trayendo consigo no solo la tela, sino también la barra entera, dejando entrar la luz para que esta iluminase las sombras por fin.


El resto de los hechos se desenvolvieron frente a Renai en cámara lenta. Empujó a William hacia una esquina donde la sombra le protegía, más Drácula no corrió con la misma suerte, pues estuvo de frente y directo al ventanal cuando la cortina cayó. A pesar de los desesperados intentos de la mujer por cubrir a su marido, por pelear con todo lo que había dentro de su ser con tal de protegerle como no hizo la primera vez, la criatura pronto cayó al suelo, retorciéndose bajo el alumbrado natural, tan fuerte que había enceguecido los ojos de todos. Renai se vio a sí misma dividida entre su hija y su marido, ambos en estado crítico. Estaba de pie ahí, perdiendo todo por lo que había luchado tanto, todo lo que había amado su eterna vida entera. Y no sabía a cuál de los dos intentar salvar.


Tabitha abrió los ojos, mirando al cielo y jadeando por aire.

Su respiración estaba tan agitada que apenas podía controlarle. El elegante traje azul profundo que llevaba puesto estaba empapado de sangre, su sangre, que también había salpicado hasta su mejilla derecha. En la lejanía escuchaba los alaridos de su padre ante estar, finalmente, bajo la luz del sol, quemándose y muriendo ante los ojos de su madre. Sabía que debía ayudarles, pero su cuerpo parecía no responder y, honestamente, no sabía cómo. Cerró los ojos de nueva cuenta, llevó una temblorosa mano hacia donde estaban sus costillas, apenas podía mover los dedos de tanto que tiritaban. Saliendo de entre su piel, que antes estaba cubierta por la fina tela de su traje que ahora estaba arruinada por completo e imposible de arreglar, salía la punta de la estaca con la que Zoe, no, Agatha, le había herido. Tensó la mandíbula con tal fuerza que una de sus muelas se quebró. Empujó los pedazos de diente con la lengua y les escupió al suelo, llevó su brazo derecho a su boca, donde mordió la tela de su camisa azul claro. Inhaló una, dos, tres veces.

Su mano permanecía envuelta en el final de la estaca y estaba cubierta de su propia sangre. Repitió las mismas inspiraciones erráticas, cerró los ojos otra vez y jaló el objeto fuera de su cuerpo, sintiendo el mismo dañando más sus adentros, empujando los huesos de sus costillas, creando un sonido aplastante y repugnante como el de carne siendo molida. Soltó un alarido de dolor que fue cubierto por la tela de su camisa que había usado como mordaza para no destrozarse más dientes. Un alivio pronto surgió, aunque fue efímero y decepcionante. Simultáneamente, un caudal de sangre salía de su gran herida. No le dio demasiada importancia, cerraría en un par de momentos. Sostuvo la estaca en su mano y le lanzó con fuerza a una esquina de la habitación.

'¿Cómo terminé aquí?' pensó mientras se ponía de pie—. ¡Maman! —Gritó, cojeando hasta donde estaban sus progenitores, escuchando su propia voz diciéndole a William que estaba bien y que se mantuviese refugiado en las sombras. Amaba a su esposo con todo su corazón, pero era necesario hacer el recuento de los daños. Pronto se dio cuenta que su padre ya no estaba gritando y que, a pesar de estar bajo la cálida y poderosa luz del sol a la que tanto temió por siglos enteros... estaba perfectamente bien. Sin un rasguño, quizá solo con el impecable cabello negruzco bastante despeinado y su elegante traje arrugado, más, fuera de eso, se encontraba en perfecto estado.

¿Cómo era posible? Todos conocían las consecuencias que estar bajo el sol le traería a un vampiro, esas que terminaban en una muerte segura. Entonces, si así había sido siempre, si Drácula había asegurado que debía mantenerse refugiado en las sombras para protegerse... ¿Cómo es que la luz a la que tanto le había temido por siglos completos no le había hecho absolutamente nada, ni el más mínimo daño?

Renai miraba la escena en silencio, visiblemente en shock, de pie como una estatua. Los ojos de Drácula se encontraron con los suyos, luego bajaron a la herida en su tórax. Ninguno de los tres vampiros supieron qué hacer, cómo actuar, a quién darle toda la atención. Reinaba un aire de confusión y caos mientras se hacía otro profundo silencio. Inspiró con fuerza, dándose la vuelta, apuntando a Agatha con un dedo anormalmente largo—. —espetó, dando zancadas hacia la humana mientras su rostro se distorsionaba a su forma real, bastante alejada de la humana, con pronunciadas venas negras alrededor de los ojos completamente negros y una mandíbula llena de dientes amarillentos y afilados que pronto iban tras su cuello, el cual primero tomó con un fuerte agarre.

—Renai, no —Drácula le tomó por la cintura, se había puesto de pie en un segundo—. ¡No hagas esto!

—S- sí, Renai, aún hay demasiadas cosas que necesitan escu-char —Agatha alcanzó a decir a pesar del aire que le faltaba, el cual era cortado por la fuerte mano de la vampiro alrededor de su cuello. La criatura se alzó sobre ella e inclinó la cabeza de la humana hacia arriba para mirarle directamente a los ojos.

— ¿Por qué debería esperar a escuchar lo que tienes para decir? —Espetó, intentando librarse del agarre de su esposo, sintiendo como la mujer pasaba saliva y el rápido latir de su corazón dentro de su pecho mientras controlaba su respiración lo mejor que podía.

—Porque tienes tanta curiosidad como yo, Condesa —Agatha puso su mano en la muñeca de la vampiresa—. Y, si en verdad hubieses querido asesinarme, lo hubieses hecho el segundo en que crucé el umbral de tu puerta.

La rubia le ofreció una sarcástica sonrisa ladeada—. Quizá disfruto jugar con mi comida primero.

—Mi vida, piensa en Tabitha. No querrás hacer tal cosa frente a ella —aquello parecía haber sido razón suficiente para que la criatura calmase su sed de venganza y su necesidad de desquitarse con su antigua enemiga por todo el caos que había desencadenado en su casa. Las facciones vampíricas pronto iban desapareciendo, aunque algunas todavía permanecían.

Dejó salir un suspiro al tiempo que soltó a Agatha, quien mantenía la frente en alto, sin temor. Sus manos temblaban aunque era por su enfermedad y consecuente debilidad más que por miedo. Cualquiera hubiese salido corriendo al ver el rostro natural de la vampiro, pero ella no era cualquier persona y le había visto antes, cuando Renai le arrancó el corazón tantos años atrás—. Vienes a mi hogar, tratas de asesinar a mi hija- —la rubia empezó su iracundo reclamo, relamiendo sus labios escarlatas.

—Nunca fue mi objetivo asesinar a Tabitha, por eso mismo le apuñalé en un lugar que había que no le mataría —se dio la vuelta, mirando hacia la calle. Era una mañana tranquila para ser un día entre semana y también era hermosa, justo como Jack había predecido. Había pasado demasiado tiempo encerrada en su habitación bajo la luz artificial blanca o la cálida luz de una lámpara que había olvidado cómo se sentía el calor de los rayos del sol sobre su rostro o la simple, cotidiana sensación de la luz natural sobre su piel—. Ahora, será mejor que no interrumpan, he estado muriendo los últimos tres meses y puedo deducir que no me queda mucho tiempo, así que, callénse y escuchen —el acento era lo único que diferenciaba a Zoe de Agatha, pues ambos eran completamente diferentes. En ese momento, era esta primera quien hablaba. Sin embargo, cuando las erres se volvían más curvas y  la voz un tono más aguda, como si estuviese cantando, se trataba de Agatha. Dicho eso, Zoe se apoyó en el respaldo de las elegantes sillas para no perder el equilibrio.

Los tres vampiros se abrazaron, sin notar que estaban refugiados entre una generosa sombra que había en la habitación. Ambos padres inspeccionando la herida de su hija, que estaba sanando poco a poco. Drácula besó las sienes de Tabitha y Renai, ignorando la confusión y el miedo de lo que había estado sucediendo. Tabby pronto fue a los brazos de William—. ¿Estás bien? —Preguntó, tomando ambas manos entre las suyas.

—Podría preguntarte lo mismo —el hombre respondió, observando la ropa de su esposa empapada de sangre escarlata—, mira nada más —aunque la ira y los ánimos de proteger a Tabitha también le guiaban a hacerle daño a Zoe, sabía bien que nada bueno vendría de tal acto. Mientras la mitad de la sala permanecía iluminada por la luz del sol y la otra oscurecida por las sombras, prefirió quedarse justo en el lugar donde estaba seguro. Él no quería arriesgarse a saber si exponerse al sol le asesinaría o no—. ¿Cómo es esto posible? —Esperó una respuesta de Tabitha o que su propia mente le ofreciese una, pues también había investigado su justa parte sobre los vampiros en su vida humana, cuando aún les cazaba. Más no consiguió ninguna responsiva de ningún lado. La joven le miró con ojos llorosos, le besó la mejilla y después le abrazó porque ya no tenía más palabras lógicas para decir.

—Yo puedo explicarlo —Zoe dio el último trago de su vaso de agua, pasando con dificultad—. Miren al Conde Drácula, que no puede observarse a sí mismo en un espejo, que no puede salir a la luz del día, Drácula que no puede entrar a un hogar sin invitación —el acento cambió y, nuevamente, era Agatha quien continuaba: —No son maldiciones... solo son hábitos que se convirtieron en fetiches y luego en leyendas que incluso tú y los más allegados a ti han creído y siguen creyendo... hasta ahora, claro. Las reglas de la bestia. Tal como discutimos hace tanto tiempo, mientras viajábamos en alta mar. Pero... ¿por qué?

Una lágrima bajó por la mejilla de Renai quien volteó a ver a su conflictuado esposo—. ¿Es posible? —Inquirió con voz ligeramente desesperada. El vampiro no se atrevió a mirarle, ni a ella ni a Tabitha, pero sí apretó el agarre que tenía en sus manos entrelazadas.

Zoe continuó: — ¿A qué le temes? Si fuiste un gran guerrero que viene de una larga estirpe de guerreros y continúas llevando con orgullo tus logros. Tu abuelo y tu padre murieron en batalla, tus hermanos también. Vladislaus, Vladislav, Radu... —Drácula rara vez, si no es que nunca, hablaba de su familia a gran detalle. Lo que Tabitha sabía lo había leído en incontables libros históricos, lo que Renai sabía era lo poco que él le había contado pero, de algo siempre estuvo segura y es que él amó a la familia que alguna vez tuvo, antes de formar una con ella. Escuchar algunos de los nombres de sus hermanos menores le afectó visiblemente. Los recuerdos que tenía sobre ellos residían en una parte de su mente a la que no se dejaba entrar demasiado seguido—. La línea se detuvo contigo, con Vlad Drácula Segundo. Bueno, si nos ponemos demasiado exigentes, terminó con Tabitha. El gran guerrero que siempre has sido, repentinamente, se escondió entre las sombras y comenzó a robar la vida de otros, quedando cautivado por una humana que amaba lo que él siempre temió: la muerte —de los bolsillos de su chaqueta verde oscuro, sacó un crucifijo. Drácula apartó la mirada y elevó una mano, protegiéndose de la figura—. Ya sabemos por qué funciona esto, porque habla del valor que anhelas poseer.

Renai espetó: —Es suficiente, Zoe. Has probado tu punto, ¿esto es lo que tanto querías?

Ella se encogió de hombros—. Solo quería que supiesen la verdad —dejó el crucifijo sobre la mesa y, del mismo bolsillo, extrajo el pequeño gotero que Agatha le había dado—. Esta es agua bendita, por cierto, lo que me hace hablar de ti ahora. Jamás había visto que alguien luchase tanto por proteger a su familia en la forma en la que tú lo haces. Es un... intento efectivo y desesperado por mantenerles seguros. Harías lo que fuese por ellos, ¿no es así? Es por eso que asesinaste a Agatha arrancándole el corazón, ¿verdad? Porque ella arrancó el tuyo el segundo que envió a Drácula a las profundidades del océano. Das el golpe primero, después preguntas. Naciste sola, creciste en un convento donde no recibías atención y, cuando lo tenías, solo existía para castigarte. Odias a Dios con una fuerza excesiva porque el dolor que te fue causado fue hecho en su nombre. Creíste que morirías sola, ignorada. Hasta que conociste a Drácula y finalmente obtuviste todo lo que siempre querías, ya no estabas sola. Luego le perdiste en el Deméter. Has tenido a tu hija todos estos años mientras Drácula dormía pero creció, se casó. No podría estar a tu lado siempre.  Así que, desde que él volvió has hecho de todo con tal de asegurar el no perder a nadie más, con tal de asegurar que no estarás sola otra vez. Por eso cazaste y heriste a Lucy, por temor a que tu esposo te dejase por una humana. Porque temías y sigues teniendo miedo de estar sola.

—Maman —Tabitha murmuró y los ojos de su madre se posaron sobre ella—, ¿es cierto?

La rubia se quedó sin palabras, inesperadamente vulnerable. Cuando estuvo a punto de enunciar, fue Drácula quien le interrumpió: —Solo se ha equivocado en algo.

Zoe levantó una ceja—. ¿Oh?

El vampiro asintió—. Estuve aterrorizado de la muerte toda mi vida, en eso tienes razón, Zoe. Pero, eventualmente, después de eones* de melancolía, encontré una hermosa mujer humana, le desposé y me dio el más grande regalo que alguien pudiese darme —observó brevemente a su hija con mirada orgullosa y amorosa—. Una vez que les tuve a las dos mi temor por morir no se fue, solamente tomó una nueva forma. La misma que ha perseverado a través de tantos años. Ya no le tengo miedo a morir... le temo a morir sin ellas —su confesión le hizo lucir demasiado humano, como no había sido en eternos maremotos de tiempo. Ambos vampiros estaban llenos de vergüenza, especialmente porque, al mundo y a sus más allegados solo les dejaban ver sus fortalezas, sus mejores momentos. Pero era entre ambos, a puerta cerrada, cuando podían ser vulnerables.

La humana finalmente se dejó caer en la silla, suspirando—. Pueden rendirse ahora, yo gané. Eres el vampiro más viejo y poderoso, por supuesto que podrías estar bajo el sol y olvidarte de todas esas restricciones. Ahora, no estoy segura de si otros vampiros puedan estarlo también.

—No —William respondió en voz baja—, no podemos —acercó uno de los dedos de su mano hacia la luz que pronto le quemó y siseó ante el dolor—. No somos ni los más viejos, ni los más poderosos. Nosotros necesitamos permanecer entre las sombras —tenía su justo conocimiento en vampiros, su propia especie, así sabía reconocer sus debilidades aunque también conocía que valía la pena tenerles, que valía toda la pena ser un vampiro si eso significaba estar con su esposa por siempre. Tabitha le abrazó y él apoyó la barbilla sobre su cabeza rubia.

Drácula podía sentir la mirada de Zoe sobre su figura—. Puedo notar que hay algo que te mueres por decir.

Ella se encogió de hombros—. Solo, vaya- es que no puedo creer que apenas te hayas dado cuenta de todo esto, gracias a mí debo agregar, hasta ahora. Después de casi siete siglos viviendo como un vampiro. ¿Alguna vez revisaste?

— ¿Qué?

—Ya sabes, revisar si en verdad podía quemarte. Quizá hacer lo que William y poner un dedo al sol para probar las aguas. ¿Realmente nunca se te ocurrió? —La mandíbula del vampiro se tensó, Renai se mantuvo de pie, apretando el puente de su nariz. No se había atrevido a salir a la luz natural que iluminaba la mitad de la sala—. ¿No lo hiciste, verdad? Huh. Pensé que, para ser todo un aristócrata, serías más inteligente —se cruzó de brazos, desparramando su cuerpo sobre su asiento. Hubo un silencio grande, llenado en parte por todas las emociones que sobrepasaban a las criaturas. Renai sabía que muchas cosas pudieron haber sucedido, pero jamás hubiese creído que le afectarían de tal forma. Usualmente imaginaba que terminaría con el corazón de Zoe entre sus manos como había tenido el de Agatha tantos años atrás. Nadie realmente supo qué decir o qué hacer. Al menos no hasta que Drácula dio los primeros inseguros pasos hacia la luz de una vez por todas.

Renai contuvo el aliento—. Querido —susurró, temiendo su propia voz—, ¿estás seguro?

El elegante traje negro de su marido estaba arrugado y mechones rebeldes de su cabello oscuro caían por su frente—. Necesito verlo por mí mismo, sentirlo. He pasado demasiado tiempo en las sombras —tomó el rostro de la vampiresa entre sus largas manos y le besó. Renai asintió, dejándole ir hasta el lado iluminado de la habitación, observando cada una de las expresiones que su rostro hacía como silenciosa espectadora. La luz que entraba por el ventanal era inconmensurable y profundamente enceguecedora, los ojos de la criatura se aguaron ante la inesperada molestia que sentían, entre cerrándose para proteger la vista.

Drácula levantó una mano, observando como los rayos pasaban a través de los espacios entre sus dedos con gran curiosidad. Lo tibio de la luz se posó sobre su rostro, podía sentirlo recorrer la superficie de su cuerpo, acariciándole la piel. Como pasaba a través del cristal de la ventana, los rayos creaban un pequeño arcoíris en el aire, que solo podía notarse si se ponía demasiada atención. Había una belleza etérea en la luz del sol, todo su alrededor estaba en tonos melosos y relajantes, bastante alejado de la oscuridad que había conocido toda su vida como vampiro. Movió la mano por el aire, mirándose los dedos; la luz era su néctar, fluyendo en remolinos lentos y elegantes. Era una sensación tan abrumadora que cerró los ojos para poder disfrutarle mejor, porque vaya que estaba disfrutando. Setecientos años de anhelar, de desear profundamente estar bajo esa dorada luz... no tenía palabras para describirle porque las mismas se quedaban cortas. El sol finalmente le había recibido, siempre lo había hecho, más nunca pudo ver a través de su miedo, al menos no hasta ese momento. Estaba siendo bañado en la dorada e infinita luz que conjuraba el más brillante de los mosaicos, reflejándose en cada rincón de su cuerpo. Era como si hubiese pura alegría en la luz, cálida y constante. Dejó que sus labios se curvasen en una modesta sonrisa, abriendo los ojos finalmente para dejar caer una lágrima escarlata por su mejilla—. Es... —intentó buscar palabras adecuadas pero ninguna le bastaba—. Es hermosa. Mi vida, es justo como me dijiste que era.

William murmuró algo como: 've con él' y Tabitha fue hacia la figura jubilosa de su padre, abrazándole. Renai no tardó demasiado en seguirle y Drácula, el vampiro más poderoso y viejo del mundo, hijo de grandes guerreros y siendo un gran guerrero él mismo, que vivió en la oscuridad hasta hacerse parte de la misma... por primera vez en eternos siglos sintió lo que era la luz.

Zoe interrumpió el momento con una pesada tos. Llevó su mano hacia su boca para cubrirse y, cuando observó la misma, estaba cubierta de sangre que limpió con una elegante servilleta de tela—. ¿Estás bien? —Renai murmuró, frunciendo el ceño.

La humana se encogió de hombros—. Claro, solo estoy muriendo —si era honesta, se sentía bastante cansada, con mucho sueño. Lo único que quería era cerrar los ojos y tomar una siesta, relajarse un poco después de todo lo que había desencadenado. Tabitha pronto le sirvió más agua, que le ayudó a limpiar los adentros de su boca manchados de sangre y que tragó con dificultad.

— ¿Vas a asesinarnos? —La joven cuestionó con un hilo de voz.

Zoe negó con la cabeza—. No era mi objetivo principal asesinarles. Solo quería que supiesen la verdad, aunque, siempre lo habían sabido, sólo tenían que dejar de ignorarle. Mi trabajo aquí ha terminado, aunque quisiese hacerles daño, creo que moriría en el intento incluso haciendo el más mínimo esfuerzo —observó a la joven, que jamás había esperado que luciese tan... humana—. Lamento haberte apuñalado.

—Está bien —levantó su camiseta azul teñida de sangre seca; la gran herida que se había formado en su piel había desaparecido casi por completo. Ahora solo lucía como un superficial rasguño cuando antes parecía como si sus adentros fuesen a salir a través del gran espacio en su costado—, terminará de sanar pronto.

Renai pensó en ofrecerle a Zoe convertirse en vampiro para que no tuviese que morir, aunque, basada en todo lo que había escuchado y todo lo que la humana le había contado, sabía que ella no le temía a la muerte o a morir en soledad. Había aceptado su destino y estaba satisfecha de la vida que había formado hasta ese momento—. ¿Estás segura de esto? Digo, siempre hay otras formas-

Ella se puso de pie con dificultad, apoyándose en Tabitha, quien le había ayudado a levantarse. Sus ojos azules se posaron sobre la vampiresa—. Me ha tomado tiempo hacerme a la idea, pero ya le he aceptado. Este es mi final y no le temo a ello o a lo que sea que venga después. Espero que, después de esto, ustedes tampoco sientan temor.

—Nuestro tiempo llegará, estamos al tanto. Siempre lo hemos estado, solo que, ahora, ya no seremos tan ciegos como lo fuimos antes —Renai colocó una mano sobre su hombro y le sonrió solemnemente como alguien lo haría al saludar a un viejo colega—. Has sido una gran adversaria, Zoe Van Helsing.

—Mientras tanto, disfrutaremos lo que nos queda. Hemos esperado lo suficiente para hacerlo —Drácula respondió con voz seria pero con una expresión tranquila. Ninguno de los tres agregó más, simplemente reconocieron las fortalezas y debilidades de cada uno, dándose cuenta que la metafórica línea blanca que dividía sus lados pronto se desvaneció. Quizá había tomado demasiado tiempo, pero ya no existía nada qué defender, nadie en peligro o antiquísimos ideales por desmentir. Ahora, lo único que existía en el horizonte era lo que sea que trajese el futuro consigo. Incluso aunque fuese la muerte.




*



Zoe Van Helsing murió la mañana siguiente después de una honorable y larga batalla contra el cáncer. No volvió al hospital, sino que fue acogida por aquellos quienes en un punto de su vida creyó enemigos y que más temprano que tarde terminaron volviéndose sus aliados. Fue un día triste para todos, pero sabían que era parte de vivir y que, a donde sea que fuese, tomaba su destino en la palma de su mano sin temor, dejándose ser guiada hacia un desconocido más allá. Sus cenizas, junto a las de Lucy Westenra, fueron entregadas por Tabitha personalmente, un par de días después, al doctor Jack Seward quien encontró una buena amiga en la vampiresa. La amistad de ambos perduraría por años, hasta la eventual muerte natural del humano, quién tuvo una larga, saludable y buena vida.

—Recuerda llamar cuando aterrices, ¿vale? No me dejes preocupada —Renai acomodó la bufanda beige que rodeaba el cuello de su hija.

Tabitha asintió, haciendo un gran intento por no rodar los ojos ante la insistencia de su madre—. Hemos hecho esto miles de veces a lo largo de más de un siglo. Créeme, no lo olvidaré.

Una vez que la bufanda estuvo bien acomodada, su madre le sonrió, ignorando su ligero sarcasmo—. Je t' aime, chérie.*

Su hija le devolvió la sonrisa—. Moi aussi, maman* —Renai pronto le abrazó y aunque no quería precisamente separarse, sabía que tenían tiempo limitado para llegar al aeropuerto—. Um... el taxi nos está esperando-

—Puede esperar más tiempo —Drácula respondió con sencillez, después de colocar el equipaje en el maletero—. Es verdad, no olvides llamarnos o tu madre se preocupará. Esperamos visitarles dentro de un tiempo, ya es nuestro turno de viajar —abrazó a su hija que era toda una gran mujer y que le llenaba de profundo orgullo manteniendo en secreto lo mucho que le entristecía su partida.

—Todo estará bien, no necesitan preocuparse —en todo caso, la que debería de agobiarse sería ella, en caso de que sus padres cometiesen alguna locura mientras estaba en casa, aunque algo le aseguraba que ya no tenía porqué cargar con tal inquietud. Se acomodó el bolso en el hombro, el viento fresco volaba los salvajes mechones rubios que caían por sus sienes, aquellos que rechazaron acomodarse dentro del peinado recogido que se había hecho—. Nos veremos pronto, papá.

—Por supuesto que sí, mi querida —su padre respondió, besándole la mejilla. Tabitha le abrazó a él y a su madre por última vez antes de subir al auto. Llevaban ya el tiempo contado y tenían que apresurarse si no querían perder el vuelo nocturno para llegar a París en plena madrugada, antes de que saliese el sol. William se dispuso a seguirle, aunque una mano larga se posó sobre su hombro, apretando con ligera fuerza—. Confío plenamente en que cuidarás de ella, William. No traiciones dicha confianza.

—He cuidado de Beth los últimos ciento veintitrés años, señor, no pienso dejar de hacerlo —Belmont aseguró, después agregó una sonrisa breve que iluminó las toscas facciones de su rostro, esas que le hacían lucir demasiado serio y amenazante cuando, en realidad, era un buen hombre, de eso Drácula estaba seguro. Le estimaba bastante y siempre le agradecería el amor y cuidado que había puesto sobre su única hija, dejando de lado los errores que pudo haber tenido en su pasado como humano cazavampiros. Claro que eso nunca lo diría en voz alta.

Se despidieron con un breve pero educado apretón de manos y, después, abrazó a Renai—. Me aseguraré de que les llame cuando aterricemos.

La rubia le dio unas palmadas leves en la espalda junto a una sonrisa—. Cuídate, William. Asegúrate de que se mantenga alejada de los problemas —le dio un beso en la mejilla y los dos vampiros observaron a su hija volviendo a su hogar, aunque la casa de sus padres siempre le recibiría, sin importar qué—. Odio verle partir, no importa cuánto tiempo pase, nunca me acostumbraré a la sensación —dejó que Drácula le abrazase y apoyó su cabeza en el hombro del vampiro, cruzándose de brazos, soltando un breve suspiro. Quizá nunca podría acostumbrarse pero, al menos, el profundo temor que había sentido por más de un siglo sobre perder a su familia y vivir en soledad fue disipándose poco a poco.

La criatura besó la sien de su mujer—. Lo sé, pero no te agobies, mi vida. Nuestra Tabitha regresará tarde o temprano —una pregunta entonces cruzó su mente, una que se había hecho con anterioridad pero que no se atrevió a decir hasta ese momento pues todo iba tan bien que, lo último que deseaba, era arruinarlo: — ¿Renai?

— ¿Hmm?

— ¿Qué haremos ahora?

Su mirada permaneció perdida en la calle donde alguna vez estuvo el taxi que llevaba a Tabitha de vuelta a casa; todavía faltaba bastante para el amanecer—. También lo he estado pensando bastante y... me ha tomado un poco de tiempo, pero, creo tener una buena idea —su enfoque pronto cambió hasta encontrarse con los ojos oscuros de su marido—. Vayamos a algún lugar lejos de aquí, ¿quieres?

Él le besó y Renai pensó brevemente que jamás se cansaría de ser besada por ese hombre—. Es una fantástica idea, sí. Que sea un lugar soleado.




*




Drácula amaba los amaneceres. Después de haberse perdido muchos de ellos, una cantidad inconmensurable, de hecho, ahora que podía presenciarlos sin temor a una muerte segura, hacía un esfuerzo diario por verles. Disfrutaba infinitamente pasar tiempo memorizando la forma en la que el sol pintaba el cielo azul con metafórico fuego de tonalidades anaranjadas, rojas estridentes y amarillas brillantes antes de derretirse en un océano de colores pasteles como un ligero púrpura y unas manchas rosadas claras hasta llegar a los valientes azules que pronto borraban los otros colores e infinitas, suaves nubes blancas de la vista. Un espectáculo de la naturaleza que jamás se cansaría de ver después de tanto tiempo anhelando por presenciarlo. Era especialmente estimulante, algo casi mágico. Siempre amaría lo tibia que se sentía su piel después de un baño de sol y recibía con gusto el abrazo en el que se veía rodeado entre los rayos del mismo.

Habían viajado desde Londres a Italia, una ciudad que había visitado hacía cuatrocientos años y que, obviamente, se había modernizado con el paso poco misericordioso del tiempo pero que aún conservaba grandes cualidades de su pasado. Pasaron al menos un mes viviendo en las afueras de la ciudad, hospedados en un gran hostal que tenía una piscina infinita que daba hacia el mar, en una de las habitaciones más grandes, con la más hermosa de las vistas, donde él podía contemplar a detalle cada amanecer y prepararse para dormir viendo cada atardecer. Pasaban el resto del día visitando diversos lugares turísticos, cenando deliciosos platillos, caminando por noches enteras mientras charlaban de cualquier cosa como un par de jóvenes amantes, bajando por las calles en picada tomados de la mano. Parecía todo un ridículo cliché, pero, la ficción solía tomar cosas prestadas de la realidad. No había visto a Renai tan feliz desde el día que regresó y ella no le había visto tan feliz desde el nacimiento de Tabitha, quien siempre se mantenía en constante contacto.

La vida, finalmente, era hermosa. Le mantenía satisfecho, ya no tenía miedo, al fin  se sentía aceptado y resguardado bajo la luz solar. Dejó de ser el guerrero escondido entre las sombras y pasó a ser solo una valiente criatura sobrenatural que amaba ver el amanecer y dormir a lado de su esposa en una cómoda cama, disfrutando de la sencillez de la existencia, del aroma de las aguas saladas del mar. La lista podría seguir y seguir. Jamás había creído que alguien como él pudiese tener tal bendición. Ambos habían llegado muy lejos y la metamorfósis por la que habían pasado solo les fortaleció. Aprendieron de sus experiencias y supieron continuar. Incluso la dieta básica de un vampiro dejó de ser un problema, pues supo adaptarse a la de su esposa quien empacaba raciones enteras para ambos como si de ropa en una maleta se tratase. Algunos días eran más difíciles que otros, pero, sabía cómo manejarse cuando les tenía.

Esa tarde, después de una particularmente intenso día, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte y salió al balcón de la habitación para admirarle como siempre hacía. Cerró los ojos un momento, sintiendo los brazos de su mujer rodearle la cintura y sus labios besándole el hombro—. Ya no necesito preguntarme a dónde vas cuando desapareces. Siempre te encontraré aquí —murmuró, la ventisca tibia jugaba con los caireles de su largo cabello, empujando los mechones de su nuevo flequillo fuera de su frente. Había buscado hacerse un cambio no muy radical y su nuevo look le quedaba bastante bien, siempre había sido una mujer bellísima.

Llevaba una copa de cristal en la mano con un líquido escarlata que no era vino—. Estoy disfrutando la vista.

Inhaló el conocido aroma del vampiro, uno fresco y parecido al de la menta—. Hmm —respondió silenciosamente—, ¿estás bien? —Sabía que estaba demás preguntar, pero, solo quería asegurarse.

Tomó un trago, asintiendo—. Nunca había estado mejor, mi vida. Sé que hay algunos pendientes en tu itinerario para esta noche y haremos cada uno de ellos, pero, mientras tanto, quisiera quedarme justo aquí... —respondió, observando el atardecer como si estuviese hipnotizado—. Solo por un momento.

Renai sonrió, cambiando de lugar para poder entrelazar su mano con la de su esposo—. Vale —murmuró, comprendiendo sus deseos, empatizando con su sentir—, solo por un momento —apoyó su cabeza sobre el hombro de Drácula y él besó su suave cabello, disfrutando del dulce aroma de su shampoo y maravillándose con lo dorado que se veía bajo la luz natural.

Ninguno de los dos vampiros dijo nada más. Se limitaron a mirar hacia el horizonte, donde el interminable cielo chocaba contra las infinitas aguas azules, creando una línea natural entre uno y otro. Observando, sintiendo con valiente detalle el cálido y fuerte brillo del imponente sol.





FIN.


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*Je t' aime, chérie= Te amo, querida.

*Moi aussi, maman= Yo también, mamá.

*Eones= Período de tiempo indefinido.
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