La Luna Asesina; Wolfstar

By moonyfrancis

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"Siempre estoy de tu lado." En su sexto año escolar, Remus, James, Peter y Sirius deciden fugarse de Hogwarts... More

I. Años dorados
Capítulo 1; El visitante
Capítulo 2; Cartas y lechuzas
Capítulo 3; El callejón Diagon
Capítulo 4; El expreso a Hogwarts y hatstall
Capítulo 5; Leones y escaleras
Capítulo 6; Sirius ama las gárgolas
Capítulo 7; Lechusería
Capítulo 8; Mal humor al fuego vivo
Capítulo 9; La luz de la luna
Capítulo 10; El dormir del lobo
Capítulo 11; Cuatro magos en escobas voladoras
Capítulo 12; El sauce de las medias
Capítulo 13; Cromos y alergia
Capítulo 14; Compras muggles y rebeldía Black
Capítulo 15; Aventuras en el bosque de los Potter
Capítulo 16; Navidad y regreso a casa
Capítulo 17; Cabello rojo como el fuego
Capítulo 18; Escarlata contra esmeralda
Capítulo 19; La prefecta Marlene
Capítulo 20; La vida de los pasillos
Capítulo 21; La fiesta de Lily Evans
Capítulo 22; Verdadera maravilla
Capítulo 23; Y fueron doce
Capítulo 24; Día nacional de James Potter
Capítulo 25; El prestigioso verano y la desaparición de Sirius Black
Capítulo 26; Segundo año escolar
Capítulo 27; Prácticas sobre Escobas
Capítulo 28; Foxy Lady
Capítulo 29; El némesis de Vindictus Viridian
Capítulo 30; El Buscador
Capítulo 31; Niebla Mágica y la Velada de Mary
Capítulo 32; Merodeadores
Capítulo 33; La Sorprendente Mente de Lily Evans y el Lobo
Capítulo 34.1; Navidad y Feminismo con Hope Jenkins (primera parte)
Capítulo 34.2; Navidad y Feminismo con Hope Jenkins (segunda parte)
Capítulo 35; Tregua Pettigrew
Capítulo 36; Sin Lengua no hay Delatador
Capítulo 37; James Potter contra el Mundo
Capítulo 38; Su Nombre es Dorcas
Capítulo 39; El Bosque Prohibido
Capítulo 40; Fiestas y Calabazas
Capítulo 41; 13 es el Número de la Suerte
Capítulo 42; Un Año Más Se Ha Ido
Capítulo 43; Tercer Año
Capítulo 44; El Tren de las Despedidas Saluda
Capítulo 45; Optativos
Capítulo 46; La Bruja Jorobada
Capítulo 47; Túnel a Hogsmeade
Capítulo 48; La Luna Roja
Capítulo 49; Boggarts
Capítulo 50; Los Matones de Regulus Black
Capítulo 51; Cuerpo a Cuerpo
Capítulo 52; Los Discípulos Prewett
Capítulo 53; Travesuras en la Lavandería
Capítulo 54; Prendas Pequeñas
Capítulo 55; Castillo Verde
Capítulo 56; Como Madre e Hijo
Capítulo 58; Divorcio se Divide en Dos Partes
Capítulo 59; "Sangre Sucia" Evans y "Cara morada" Snape
Capítulo 60; El Cisne Negro
Capítulo 61; Las Clases de Poppy
Capítulo 62; Declaración de Guerra
Capítulo 63; Enfrentamiento
Capítulo 64; Astas, Cuatro Patas y una Cola
Capítulo 65; Corazones Rotos en el Campo de Vuelo
Capítulo 66; "Cumpleaños" No Va en el Vocabulario
Capítulo 67; El Pájaro que Abandonó el Castillo
II. Mil Horas
Capítulo 68; Gasas y sollozos
Capítulo 69; Maratón de frutas
Capítulo 70; Jugo de zanahoria
Capítulo 71; Día gélido
Capítulo 72; La tarde de Dorcas Meadowes
Capítulo 73; Disputas
Capítulo 74; Tú lo vales
Capítulo 75; El Nudo Principal
Capítulo 76; La Misteriosa Tercera Hermana Black
Capítulo 77; Suspiro Azul
Capítulo 78; Club de las Eminencias
Capítulo 79; Tus Patas en mis Patas
Capítulo 80; Patronus
Capítulo 81; Cigarrillos Mágicos
Capítulo 82; La Delgada Línea entre la Amistad y el Amor
Capítulo 83; Navidad en Casa de Derrick Macdonald
Capítulo 84; El Rumor que lo inició todo

Capítulo 57; La Peor Noche de Hogwarts

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By moonyfrancis

Primer detonante

Las vacaciones se resumían en largos días en el frío castillo. Tardes jugando en la sala común, noches explorando los pasillos con solo la luz de sus varitas alumbrando el lugar, visitas de Dorcas, partidas de ajedrez y gobstones, cenas que terminaban con ellos a punto de reventar y un par de salidas a los alrededores del castillo. Cuando el fin de semana llegó, McGonagall ofreció llevar a todos los chicos a recorrer Hogsmeade para poder, al menos, hacer algo un poco más divertido, absolutamente nadie negó la oferta así que, el domingo por la mañana, se levantaron muy temprano y se acicalaron para bajar a desayunar con el entusiasmo emanando de sus cuerpos. Era cierto que la compañía era agradable pero, había que decir, a veces la rutina podía ser un poco agotadora, un cambio de aires le haría bien a todos.

Desayunaron alegremente mientras hacían planes para su tarde en el pueblo, Dorcas estaba con ellos, la muchacha estaba entusiasmada por ir a la librería y Remus estaba entusiasmado por finalmente tener a alguien que compartiera su emoción. Sirius había desaparecido desde el miércoles y no se había vuelto a ver por la torre Gryffindor. Remus había recorrido el castillo desde las mazmorras hasta la torre de Astronomía pero no había rastro del chico. En un intento desesperado por encontrarlo, fue en busca de McGonagall una tarde para advertirle que su amigo había desaparecido pero, en un tono de voz muy calmo, la mujer le explicó que había hablado con él y que sabía dónde estaba, cuando Remus le pidió que le dijera, McGonagall apretó los labios.

— Creo que es mejor que le demos su espacio, ¿si?

¿Su espacio? Había pensado Remus, ¿Su espacio? ¿En serio? No, Remus conocía a Sirius mejor que nadie, estaba seguro que esto no tenía nada que ver con Peter, era algo más, seguramente era por Regulus o algo que tenía que ver con su familia, fuera lo que fuera, Sirius lo necesitaba, no necesita 'su espacio'. Esa misma noche, Remus volvió a recorrer el castillo entero, incluso la Sala de las Recompensas pero no había un solo rastro de Sirius, era como si el chico jamás hubiera existido. Claramente, Peter y James también estaban preocupados, Peter había dejado de estar molesto con él unos días atrás pero no había tenido la oportunidad de decírselo, incluso le escribió una carta clarificando que todo estaba bien y la dejó sobre la mesa de la Sala Común por la noche esperando que Sirius la leyera pero, al despertar por la mañana, la carta seguía allí intacta.

Tal vez era un poco despreciable que fingieran que Sirius estaba bien por allí vagando por el castillo (aunque todos tenían el estómago revuelto al no saber dónde se encontraba) pero, también, sabían que no había mucho que pudiera hacer más que dedicar un par de horas al día buscándole. Cuando James recordó el hechizo temporal que habían aprendido para rastrear gente, los tres dieron su misión por pérdida. Jamás podrían encontrar a Sirius mientras el chico tuviera el mapa. No les quedaba de otra que aprovechar las vacaciones y esperar que Sirius volviera a unirse a ellos en algún momento, tal vez todos intentaban tener una sonrisa en el rostro a la espera de que uno de ellos se rompiera primero y pudieran dejar esa farsa de lado pero, hasta entonces, seguirían pretendiendo que todo estaba bien.



Hogsmeade estaba cubierto de nieve, las calles estaban aglomeradas, las tiendas repletas de magos haciendo las últimas compras navideñas, Remus jamás había visto el pueblo con tanta vida. Ingresar a cada tienda fue un suplicio que no valió para nada la pena, apenas ingresaron a una sola tienda y Remus ya quería regresar a la paz del castillo pero James y Peter no parecían tener un problema con la gente, James, incluso, lo disfrutaba, el chico podría hablar con una piedra si es que se esforzaba lo suficiente. Decidió que sería mejor esperar fuera, prefería el frío a estar apretujado dentro de una tienda cuatro por cuatro. Dorcas, Peter y James ingresaron a Honeydukes , Remus le encargó un par de bolsas de regaliz a James antes de alejarse a la acera de enfrente a esperar que terminaran sus comprar. Mientras observaba las vitrinas de las tiendas con aburrimiento, recordó la cabina telefónica del pueblo. Si tenía que pasar el resto de la tarde allí, al menos podría usarlo para llamar a Benjy, ¿no?

Caminó calle abajo en dirección a la cabina a la que había acompañado a Marlene, el recorrido mucho más placentero ahora sin el miedo a ser castigado ni la completa oscuridad. Ingresó a la cabina que, como siempre, estaba desocupada, y marcó el número de Benjy que ya conocía de memoria.

— ¿Hola? —, saluda una voz rasposa del otro lado de la línea. Remus abrió los ojos con sorpresa, había olvidado la posibilidad que los padres de Benjy respondieran el teléfono.

— Uh, hola, ¿Casa Fenwick? —, pregunta sintiendo sus manos comenzar a sudar, el hombre dijo algo al otro lado de la línea.

— Sí —, asintió finalmente, Remus tomó aire —. ¿Quién llama?

— Señor Fenwick, un gusto, soy Remus Lupin, busco a...

— ¡Remus Lupin! —, exclamó el hombre con la misma sorpresa que Remus había sentido segundos antes, Remus tragó saliva antes de apretar el teléfono con fuerza entre sus dedos —. Vaya, hijo, he oído mucho de ti, conozco a tu padre, un gran hombre.

No supo qué responder a aquello pero sólo asintió arrepintiéndose terriblemente de haber llamado.

— ¿Cómo te ha tratado Hogwarts? ¿Bien? No he podido hablar con tu padre últimamente, tampoco con Dumbledore aunque estoy al tanto de tu condición, ¿Los arreglos han sido adecuados? Yo propuse la cabaña como lugar seguro, creo que ha funcionado bien pese a algunos percances...

Con cada palabra que salía de la boca del señor Fenwick, más deseaba Remus enterrarse en una zanja y no volver a salir, había olvidado por completo que el señor Fenwick sabía todo acerca de él, Benjy se lo había dicho. Gracias a Fenwick, Dumbledore vetó todas las decoraciones de plata incluyendo los utensilios, también dispuso un lugar para él y se preocupó de darle los materiales necesarios a Pomfrey para tratarlo, Remus le debía mucho más al señor Fenwick de lo que jamás podría pagarle pero, aún así, sólo quería que se callara la boca y le entregara el teléfono a su hijo.

— Sí, todo bien —, asiente secamente.

— ¡Ah, no sabes como me alegra oír eso! —, ríe el hombre aliviado. Remus desvió la vista para observar el exterior, tal vez solo para fingir que esa conversación no estaba sucediendo —. ¿Estás en casa para las vacaciones? Tal vez tú y tus padres puedan venir para la cena de Navidad, sería un verdadero gusto tenerles por aquí.

Si la conversación de por sí ya era incómoda, con eso Remus terminó por sentir que estaba al borde del vómito.

— Lo lamento, estoy en Hogwarts, pasaré aquí las festividades.

— ¡Ah! —, exclamó el hombre removiéndose del otro lado, Remus bajó la vista hacia sus pies como si Fenwick estuviera frente suyo —. Ya veo, la luna llena cae el martes, tiene sentido, muy inteligente de tu parte quedarte allí, tienes todo para tener una luna llena pacífica, no sé cómo serán tus arreglos en casa pero supongo que no serán tan agradables como las de Hogwarts —. Remus pensó decirle que ninguna transformación era agradable pero no podía responderle así al padre de su novio —. Además, Lyall jamás ha sido bueno con los hombres lobos, ¡Ja!

Alzó la vista de sus pies inmediatamente al oír eso. ¿Su padre había hablado de él con sus colegas del Ministerio? No lo creía, después de todo, su padre siempre le había dicho que era mejor no difundirlo, ¿De qué hablaba, entonces? Su padre jamás había conocido a otro hombre lobo más que a él, además, Lyall era el hombre que más sabía de su especie que Remus conocía, ni siquiera el profesor Bullwark o la pequeña Robins parecían saber tanto como él acerca de la licantropía.

— ¿De qué habla? —, preguntó sin poder dejar pasar ese comentario. Fenwick tardó un segundo en responder.

— Oh, ya sabes, su incidente con los hombres lobos en el Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas cuando intentaba arreglar el horrible Registro de los licántropos —, habla el hombre con naturalidad pero, con cada palabra que salía de su boca, Remus más pálido se tornaba —. Estamos hablando de 1963... No, 64, 1964.

¿1964? Eso quería decir que Remus tenía cuatro años... Oh... mierda, mierda, mierda, mierda, mierda.

— Ah, eso —, intentó hablar Remus fingiendo naturalidad —. Vaya, sí, me habló al respecto.

— ¡Que suerte la suya salir de allí sin repercusiones! No todos son tan suertudos —, sigue hablando el hombre pero Remus ya no estaba escuchando —. Dejo de aburrirte, entonces, supongo que buscas a Benjy, ¿no?

— De hecho —, susurró —. Creo que lo llamaré otro día, ahora mismo tengo que volver al castillo.

— ¡Una lástima! Le diré que le mandas saludos.

Colgó el teléfono y, en cuanto lo hizo, sus rodillas flaquearon y cayó directo al suelo de la cabina telefónica al tiempo que un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.



No pasó por alto para nadie el cambio de humor de Remus, el chico comenzó a ser distante, las bromas dejaron de ser graciosas, ya no quería pasar tiempo con nadie en la sala común y solo se quedaba en su cama con las sábanas cubriéndole la cabeza. James pensaba que era debido a Sirius, no lo culpaba, él estaba igual de preocupado por él pero sabía que, en cuanto comenzara a demostrarlo, el resto del grupo caería en el mismo cuadro que Remus y realmente quería que todos tuvieran unas festividades increíbles, incluso Sirius. Intentó por todos los medios animarle, intentó hacer sus pasatiempos preferidos, decir sus mejores chistes... pero nada parecía dar resultado. Cuando Remus se metía demasiado en su cabeza, nadie podía sacarlo de ella y sólo Sirius era capaz de ingresar, James no podía hacer absolutamente nada por Remus en ese momento y eso lo hacía sentir sumamente impotente.

Para el lunes por la mañana, cuando estaban en la sala común jugando una partida de ajedrez con Peter y Dorcas, ocurrió algo que terminó por fracturar el grupo y quebrar esa falsa realidad que habían intentando formar.

— ¡Buen trabajo, Sirius! —, había exclamado James con una sonrisa palmando el rostro de Peter pero, cuando Peter se volteó, James cayó en cuenta —. Peter, gran trabajo...

Luego de eso, fue bastante difícil fingir que todo estaba bien y que la preocupación por Sirius no les estaba matando. Exactamente media hora después, los tres chicos estaban en el despacho de McGonagall suplicándole a la mujer que les comentara dónde se encontraba su amigo pero la mujer no cedió por mucho que insistieran, había prometido a Sirius que no les diría una sola palabra si es que preguntaban por él y ya estaba rompiendo el trata al decirles que estaba bien y que ella conocía su paradero pero realmente quería respetar los deseos de Sirius, sobre todo sabiendo lo que estaba sucediendo.

Remus comenzó a sentir los efectos de la inminente transformación que estaba a una sola noche de distancia. No era como que las lunas llenas pasadas no hubieran habido síntomas, pero habían sido tan leves que los había podido ignorar sin problema, ese día era imposible. Sus piernas ardían, sus tendones se estiraban contra su piel como si fueran a romperse, cada articulación dolía con el mínimo movimiento y sentía tanta hambre que podría comerse su propio brazo pero, a la vez, sentía que vomitaría en cuanto algo entrara en su boca. A diferencia de otras lunas llenas, esta vez pudo permanecer en cama todo el día intentando dormir para pasar los síntomas y funcionó... la gran parte del tiempo. Cuando James y Peter ingresaron al cuarto invitándole a caminar por los terrenos, Remus les gruñó hasta que se marcharon, su cabeza palpitando con tanta fuerza que apenas podía abrir los ojos.

El martes por la noche llegó y Remus casi estaba aliviado, sólo quería sacarse ese malestar de encima. Transformarse e irse. Llegó a la enfermería a eso de las siete cojeando horriblemente, tuvo que sujetarse a las paredes para evitar tropezar. Pomfrey le recibió en la puerta, la mujer lucía tan preocupada como esa horrible noche roja que Remus parecía estar reviviendo. Si no hubiera estado tan sumido en su dolor, se hubiera percatado de la camilla al final de la enfermería con las persianas corridas y los susurros de la mujer pero, ¿Qué más le podían pedir? Sentía tanto dolor que no podía ni siquiera recordar en qué mes estaban.

Su orgullo nunca le hubiera permitido ser llevado en silla de ruedas a la cabaña pero sus piernas jamás le hubieran permitido caminar todo ese trayecto tampoco. Pomfrey caminó delante de él vigilando que ningún par de ojos curiosos estuviera por allí mientras Remus era trasladado por la silla mágica. Como era de esperarse, el castillo estaba tan vacío que ni siquiera los fantasmas paseaban por los pasillos.

Se recostó en el colchón que Minerva insistía en reparar luego de cada luna y que siempre decoraba con unas blancas sábanas que terminaban como tristes hilachas al final de la noche. Para ese entonces, la fiebre lo hacía alucinar, espasmos de dolor sacudían su cuerpo en intervalos y lo último que recordó fue llamar el nombre de Sirius en medio de la habitación oscura y el dolor.



Despertó con el ruido de las cortinas que bordeaba su camilla crujiendo bruscamente, el chillido sonó como un pitido en sus oídos y el dolor de su cabeza se transformó en dolorosas punzadas en sus sienes. Soltó un quejido y levantó su brazo para cubrirse el rostro, la luz tras pasando sus párpados le molestaba y le generaba una aún peor jaqueca. Se sentía tan cansado que ese simple gesto pareció drenar absolutamente toda la energía de su cuerpo. Hizo un esfuerzo terrible por abrir lo ojos pero estaba tan... tan cansado, sus párpados parecían pesar toneladas, su cuerpo parecía estar atado a la cama, era como si fuera una bolsa de carne sin músculos ni huesos, a penas podía estar seguro si era un sueño o si realmente estaba despierto. De pronto, ese tan familiar olor le llegó a la nariz y ni siquiera tuvo que abrir los ojos para saber a quien se encontraría en cuanto lo hiciera.

— Hola, Black —, saludó con la voz sonando rasposa como si hubiera estado gritando a todo pulmón por horas (o aullando). Sirius retrocedió al oírlo —. Tanto tiempo sin verte.

— ¿Qué diablos ocurrió? —, inquiere horrorizado, Remus se removió sobre la cama volviendo a provocar un quejido. Era muy difícil para Sirius fingir autoridad cuando Remus lucía tan... frágil.

Usualmente, una de las cualidades que más le llamaban la atención de Remus era lo intocable que lucía, parecía ser el chico más compuesto del mundo entera, como si estuviera en una ventaja a la que nadie jamás podría siquiera aspirar. Tal vez Remus no era alguien muy bueno con la magia pero sólo porque no le interesaba mucho pero, cuando se trataba de peleas físicas, Remus era intocable, usualmente era intocable en cada aspecto, como un objeto ancestral en un museo rodeado de cristal. Sirius siempre se sentía frágil, un diente de león que con un soplido desaparecería. Remus era una roca y a Sirius jamás le había preocupado ser aplastado. Pero, ahora mismo, con Remus recostado en esa camilla incapaz de abrir los ojos y con cada parte de su cuerpo doliendo, Remus parecía la persona más frágil del mundo. 

— Me caí de las escaleras —, miente sin siquiera esforzarse, tal vez porque estaba demasiado cansado.

— Sí, y una mierda —, resopla Sirius, Remus suspiró —. Esa excusa ya no cuela.

— ¿Tienes una mejor? —, pregunta burlón y, cuando parecía estar recuperándose, una punzada en su cabeza le hizo arrugar el rostro y soltar otro quejido —. ¿No puedes apagar el sol o algo? Me está matando.

Estaba tan cansado que las frases que salían de su boca no tenían sentido alguno pero Sirius lo comprendió. Cerró las cortinas nuevamente y lanzó un hechizo sobre aquél pequeño espacio, una oscuridad momentánea que atenuaba la luz externa como si creara un par de paredes invisibles que les encerraban. Finalmente, Remus fue capaz de abrir los ojos aunque deseó no hacerlo, la expresión de Sirius era terrible, una preocupación que le cargaba 10 años más en los hombros pero no era sólo eso, Sirius tampoco lucía en su mejor estado. Sus pómulos estaban muy marcados, como si hubiera bajado mucho de peso, sus ojos estaban oscurecidos por la falta de descansa y su cabello, ahora bastante más largo, desordenado en su cabeza y sólo Merlín sabía lo mucho que Sirius se preocupaba por su cabello, ya sea si estuviera largo como la cola de un caballo o rapado hasta las raíces.

— Vaya, ¿Y a ti qué te pasó? 

—Olvidé comer —, responde honestamente dejándose caer en la silla junto a Remus permitiendo que el cansancio lo invadiera, Remus lo vio apoyar su rostro en su mano como si su cabeza le pesara —. Y dormir, tal vez.

— Sirius...

— No —, le corta inmediatamente —. No sermones, al menos yo puedo ponerme en pie.

— No pensaba sermonearte —, niega con la cabeza, Sirius alzó una ceja —. Deja de castigarte por lo que sea que te estás castigando.

El rostro de Sirius, en ese momento, fue un poema. ¿En serio pensó que Remus no entendía lo que sucedía? Sabía que Walburga castigaba a Sirius sin comer cuando lo que hacía era realmente malo (para los estándares de la mujer), por lo tanto, Sirius había aceptado el ayuno como un castigo que él mismo llevaba a cabo cuando sentía que había hecho las cosas mal, siempre lo hacía, Remus llevaba notándolo desde hace un tiempo aunque, en general, sólo sucedía por un día máximo, jamás se había alargado por tantos días porque siempre había alguien allí para reconfortarle pero, esta vez, al haberse excluido del grupo por su propia voluntad, Sirius no tuvo a nadie para decirle que no merecía sufrir por lo que fuera que había sucedido. Pero Remus estaba allí ahora, y no permitiría que Sirius cargara con las repercusiones de su estúpida familia.

— Navidades complicadas, ¿no? —, fue lo que Sirius dijo finalmente, Remus se rio suavemente, sus costillas aún dolían, Sirius también rio con cansancio —. Godric, somos un desastre.

— Ya sabes lo que dicen... —, comenzó a hablar Remus volviendo a cerrar los ojos. Sirius observó su perfil en la oscuridad, su alargado rostro con su puntiaguda nariz, sus tupidas cejas y largas pestañas. Sirius no pudo evitar que se veía como si estuviera... en paz —. Dos errores forman un acierto.

— Nunca me gustó mucho esa frase —, admite Sirius arrugando la nariz, Remus chasqueó la lengua y pensó que, en realidad, a él tampoco —. Pero noto su encanto ahora. 

— Un tanto poética —, asiente Remus dándole la razón, Sirius también asintió notando como los ojos de Remus se cerraban poco a poco —. ¿Dónde andabas, Sirius?

— Te lo digo después, ahora descansa...

Con Sirius desaparecido, Remus había dormido pésimo, el menor ruido le hacía despertar pensando que era Sirius entrando de cuclillas a la habitación pero ninguna vez ese fue el caso. Se había sentido extremadamente ansioso desde la pelean... No, tal vez antes, para Runas Antiguas cuando Sirius le habló de su situación con Regulus, desde entonces que Remus había sentido la preocupación estableciéndose en el fondo de su cabeza como un chicle en la suela de zapato. Teniendo a Sirius ahora a su lado y enterándose que estaba bien (tan bien como podía), no había nada manteniéndolo despierto más que la necesidad de apoyarle y hablar con él para poder ayudar a Sirius a librarse de aquello que lo angustiaba y, pese a que el deseo de escucharle era bastante, no podía evitar comenzar a sentir las repercusiones de su reciente transformación. Ya era impresionante que hubiera sido capaz de despertar tan temprano por la mañana, más que no se hubiera quedado profundamente dormido en cuanto Sirius apareció frente a su cama.

— No, no, estoy bien —, se apresura a decir forzándose a mantener los ojos abiertos —. Te escucho.

— Si insistes... —, asiente Sirius no muy convencido pero había pocas cosas que le podría negar a su amigo. Apoyó la espalda contra el respaldo de la silla y se estiró relejado, Remus le miraba, sus párpados inferiores muy marcados y sus ojos apenas abiertos, Sirius, en realidad, no esperaba que le prestara atención pero apreciaba el intento —. Supongo que la pelea con Peter me superó, ya estaba teniendo un mal rato con lo de Regulus y las cartas de mi madre y... bueno, también verte decepcionado... Digo, tienes razón, no debería desquitarme con él pero, no lo sé, cuando estoy enfadado no puedo evitar desquitarme con quien tengo enfrente y Peter... Peter simplemente es más fácil de molestar supongo...

En ese punto, los ojos de Remus ya se habían cerrado, Sirius lo notó pero, aún así, siguió hablando.

— Así que supuse que estarían mejor sin mí, no quería seguir jodiendo las festividades con mis cosas, sabía que no podría quedarme tranquilo sin comenzar una pelea, eso es lo que hago, después de todo... —, se sincera alzando la vista al techo —. Fui con Minnie, hablé con ella y le conté todo, tal vez porque ella estaba ahí... no lo sé, supuse que una adulta sabría mejor que yo y, además, tuve un plan, un muy loco pero creo que eso te lo contaré por la mañana porque realmente quiero que lo sepa... Dios, no sabes lo difícil que fue convencerla de ayudarme pero sabía que lo haría sólo porque tengo un buen motivo para hacerlo, ¿sabes? Con las cartas de mi madre estoy más que seguro que, en cuanto ponga un pie de vuelta en casa, las cosas se van a poner muy feas y... no lo sé, creo que por primera vez tengo miedo de mi vida, ahora realmente... realmente no quiero morir, Remus, porque ahora tengo... tengo motivos para quedarme, tengo a Regulus, aún tengo que protegerlo incluso si me odia y tengo a James, si muero antes que él, me mata... también tengo a Peter, le debo muchísimas disculpas... y a Mary... y a Benjy y Kingsley... y a ti.

Al decir eso último, bajó la mirada para observar a Remus. El chico se había quedado profundamente dormido, su cabeza caía en el almohada, su mejilla apretada por el peso, sus ojos batiéndose en lo que podría ser un sueño. Cuando Remus dormía, Sirius notó, lucía mucho más joven, más relajado... no tenía esa expresión de preocupación o esas arrugas en los bordes de su boca que le hacían lucir como si siempre tuviera la misma mueca en el rostro, sus cejas también estaban relajadas en lugar de levemente arrugadas inquisitivas, le gustaría ver esa misma expresión en su rostro cuando despertara, como si no tuviera ninguna preocupación, como si no sintiera el peso del mundo en sus hombros. Usualmente se pregunta qué era lo que preocupaba tanto a Remus. No era un idiota, sabía que Remus un par de situaciones que le carcomían la cabeza y, pese a que Sirius conocía un par de ellas, sabía que habían muchas cosas que aún no eran dichas, sin embargo, no se sentía adecuado preguntar por ellas, tampoco creía querer saberlas realmente, le gustaba pensar que no había ningún mal que afectara a Remus, que tenía una vida perfecta llena de diversión y relajo, tal vez porque eso era lo que deseaba para él, jamás había deseado con tanto anhelo que alguien fuera feliz. Inevitablemente, cada vez que veía el dolor reflejado en los ojos de Remus, podía descifrar que le resultaba familiar, así que él siempre estaba luchando para que la felicidad apareciera en su rostro tan frecuentemente como el dolor lo hacía.

— ¿Sabes? A veces me resulta difícil creer que la gente me quiere tanto como ya las quiero a ellas —, continúo inclinándose hacia adelante como si fuera su secreto más preciado el que estaba por comentar —. Me convencí que nunca nadie me amaría y está bien, no me molesta la idea de amar sin ser correspondido... así que, cuando me fui del cuarto, simplemente pensé que ustedes no lo notarían, que no les importaría... pero te vi en el mapa —, una carcajada de incredulidad se escapó de su garganta sin poder evitarlo. Se llevó la mano a la cabeza sin poder creer que se estaba riendo consigo mismo mientras fingía hablar con su mejor amigo que dormía plácidamente frente a él. Debía de estar muy cansado —. Te vi en el mapa —, reiteró —. Vi todas las veces que me buscaste por el castillo, ¡Ni siquiera sabía que aún recordabas mis lugares preferidos! Tuve que luchar todos los malditos segundos para salir a buscarte y decirte "¡Estoy aquí! Vuelve a la cama"... ¿Sabes dónde estaba, Remus? Seguramente no... Bueno, me quedé con Hagrid, Minnie le pidió que me recibiera un par de días pero, cuando el no estaba en la cabaña, aprovechaba y me escapaba a ese lugar que encontramos en el Bosque Prohibido, ese con la cascada... Godric, Remus, tu no tienes idea pero marcas cada lugar que pisas... te juro que esa maldita cascada grita tu nombre y estoy más que seguro que jamás podré ver esta camilla sin pensar en ti, tal y como ahora no puedo evitar ver un libro o una pera, ¡Una jodida pera! ¡Una jodida pera me recuerda a ti! ¿Sabes lo que eso dice de ti, Remus? 

Se detuvo por un segundo como si realmente esperara una respuesta aunque, en realidad, realmente esperaba que Remus no estuviera fingiendo estar dormido, jamás sería capaz de decirle absolutamente nada de lo que le estaba diciendo en ese momento estando despierto.

— Que eres extraordinario y un poco más que eso también. 





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